Como ya era de costumbre, Ichigo y Satoshi irían ala feria de la capital, a estrenar sus nuevos videojuegos y otras cosas. Por desgracia, el rubio cayó a un charco de agua.
-Baah! Vuelta…-Dijo casi en broma el pelinegro, quien llevaba a en brazos a su amigo, haciéndolo sonrojar. Negaban a toda costa que estaban juntos, debido a lo que esto podía ocasionar. Al llegar, se miraron fijamente, dilucidando lo que sucedía. Algo les recorría el cuerpo, incitándolos a besarse nuevamente, no perdieron tiempo. Sus labios se juntaron de manera sutil dando ese dulce sabor. Satoshi comenzaba a bajar la camisa del rubio, quien cerraba los ojos, y envolvía el cuello del azabache con posesividad. Entrelazando sus dedos al final del agarre. Había comenzado a retroceder, cayendo a un sofá. Se miraron un segundo, contemplando el rostro del otro, casi con miedo, Ichigo hizo un esfuerzo, quedando sobre Satoshi, quien observó esto con asombro, y a la vez con picardía. El rubio sonrió, para bajar al cuello del azabache, y devorarlo con sutiles besos, efímeros y cortos. Temblando, comenzó a bajar por el abdomen del pelinegro, lamiendo una y otras, sin temor, comenzaba a bajar, sonrojándose con este contacto y dejándose llevar. Llegó al cinturón del pelinegro, se sonrojó más de la cuenta, cerró los ojos, y comenzó a quitar con prisa el pantalón, dejando atrás su temor y timidez.
Quitó el bóxer, quedando con el rostro rojo, miró a su amado, para llegar a su proposito. Comenzó a rosar con sus labios la lungitad del miembro del azabache, sutil y lentamente. Snetía como su sexo se erectaba, produciendole cierta exitación. Ahora lamía con lujuría el sexo de Satoshi, quien arqueaba la espalda de placer. Sin más comenzó a sucionr el miembro del azabache, con violencia y frenetismo, sin miedo, suspiraba, mientras sus mejillas se sonrojaban más y más. La voz del pelinegro lo interrumpió.
-Me voy... me voy a co-co...- No alcanzó a terminar la frase, cuando su semilla abundaba en la boca del rubio, quien relamia sus labios, se tragaba aquel líquido cuan caramelo fuese.Sus ojos tenía un incitante brillo. El pelinegro no perdió tiempo, se abalanzó sobre la figura del rubio, quien no se negó a esto- Me toca...-
Sin besos ni cosas previas, rasgó con violencia el pantalón, quitando sin sutileza alguna el bóxer de vaquitas que traía puesto Ichigo. Se acercó lo suficiente a los labios del chico para suprimirlos con lo de el, chocando sus lenguas, luchando sobre quien mandaría esa tarde.
El azabache aprisonaba con sus manos el sexo de Ichigo, haciendolo girar el rostro para gemir, los jadeos inundaban la habitación, sumiendolos en un éxtasis espléndido. No pasó mucho tiempo hasta que el rubio eyaculó, sus vista se nublaba, el placer era infinito. Los ojos de Ichigo aún tenían ese seductor brillo.
El azabache volteó con violencia a Ichigo, dejándolo frente a el, el rubio cerró los ojos, dejándose llevar por el momento. Satoshi sonrió para sí mismo, y comenzóa bajar peligrosamente al orificio del rubio. Su objetivo era dilatarlo lo suficientemente para entrar en el, sin hacerle deaño, pero con la pasión que se venía guardando hace ya un tiempo.
Quedó a la altura de este, comenzó a rosarla con su lengua, produciendo que gotas de sudor cayesen por la frente de Ichigo, quien se estremecio al sentir esto, su lengua rosaba una y otra vez el dimuto orificio de Ichigo, quien gemía deseperadamente ante esto.
-M-M-más...aah...- Suplicaba, extasiado por el placer que esta atolondrando su cuerpo,haciendolo estremecer. Cuando notó la suficiente dilatación, se puso d epie y entro en la fina figura de Ichigo, provocando un alarido de placer por parte del rubio.
-S-satoshi... muevete...- Suplicó cerrando los ojos, dejandose llevar por sus palabras.
-Si eso quieres...- Satoshi comenzóa moverse dentro de Ichigo, lo embestía frenéticamente, casi sádicamente. Las lágrimas bajaban por el rostro de Ichigo.
Los gemidos de dolor se transformo en placer, debido a que el azabache había comenzado a tocar el sexo del rubio con sus manos, produciendole un trance casi inimaginado. El movimiento de caderas y la rápida masturbación no tardó en dar efecto, el chico se corría por segunda vez, mientas el azabache lo hacía dentro de Ichigo. Salió delicadamente de el, para chocar sus lenguas nuevamente, un caminito de slaiva bajó por la boca del rubio, dando a conocer la profundidad del beso.
El cansacio los venció, se durmieron, abrazados y tapados con una sábana cualquiera, con la luna de testigo, testigo del amor que se desmostraron esa noche.
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