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Gajos de naranja por Megumi Chan

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Capitulo I

Los días de sol en invierno eran estupendos, no hacia suficiente frio como para ir como oso polar por las calles, y no hacía bastante calor como para quedar como pasita por la deshidratación, para mí esos días eran perfectos.
Hoy mis clases en la universidad han terminado temprano, cerca del mediodía, por lo que me fui rápidamente a la parada del autobús. Es aburrido esperar aquí, soy la única de mi clase que no vive cerca o tiene un auto, por lo que tengo que andar en autobús. No me molesta, yo al volante sería un peligro para la sociedad, así que estoy bien así. Por fin el autobús que me deja cerca de casa llega pero al ser la única allí el conductor hace un gesto levantando las manos, como disculpándose y sigue de largo con su camino. Mierda, no es primera vez que pasa es el precio por ser un simple peatón supongo.
Entonces me percato del elegante y moderno auto negro que se detiene frente a mí, la ventanilla del copiloto desciende dejando ver al apuesto joven tras ella, la piel casi tan blanca como la nieve, unos bellísimos ojos grises y un perfecto y desordenadamente sexy cabello rubio ceniza oscuro. Me miro con una expresión burlona, mientras asomaba la cabeza por la ventana.
- ¿Aún andas a pie?- me dijo con su perfecta voz masculina, curvando sus bellos labios en una sonrisa burlona.
- ¡C-claro! ¿Alguna queja?... ¿y tu? ¿Qué haces por aquí?-Digo en un tono que para mi gusto sonó nervioso y estúpido, no puedo evitar ponerme nerviosa frente a el.
-Me queda de camino, anda sube, ¿vas a tu casa no?- Dice abriéndome la puerta del copiloto.
Lo miro frunciendo el seño y me subo. En el camino no digo nada, me dedico a mirar por la ventana, francamente lo que menos me gusta es encontrarme con él, aunque eso me haga inmensamente feliz.
Ya se perfectamente que un chico como el jamás se fijaría en alguien como yo, además de que Alan no me ve más que como su amiga de la infancia. Y para rematar sus gustos no van por el lado femenino, el es muy feliz con su novio Leo.
Sé que amar a una persona que sabes que jamás te corresponderá es completamente absurdo y masoquista. Pero no puedo dejarlo así como así, me aterra esa idea.
-Oye tu madre me ha enviado cuatro cajas de damascos- Comentó despreocupadamente.
- ¡¿Eh?! ¿Y por que no me ha enviado a mi?- Me choca mi madre, siempre consintiéndolo, me frustra mucho.
-Que yo sepa a ti no te gustan-
-¡Eso no tiene nada que ver, es el detalle lo que importa!- El rio y estoy casi segura de que noto como mi rostro se volvía excesivamente rojo por haberme dado cuenta de mi brillante espectáculo.
-Bien llegamos- Dice aparcando el auto frente al edificio.
-Umm… gracias por traerme- Dije bajando evitando que me viera el rostro colorado.
Cerré la puerta y el se despidió con la mano, el auto negro se alejo hasta perderse en una esquina. Suspire y entré al edificio.
Luego de comer decidí salir a dar un paseo, como era viernes, me ocuparía de los deberes el fin de semana. Baje otra vez, había tenido la suerte de encontrar un departamento junto al mar, lo que era muy agradable.
Camine por la costa hasta llegar al parque dónde se haya el casino de la ciudad, cerca de allí me recosté en el césped, sacando uno de los libros que me había prestado Alan. Comencé a leerlo y poco a poco mis ojos fueron pesándome, no me di cuenta cuando caí dormida.

* * *

Era un día precioso de invierno para salir a pasear por la tarde, y como esperaba encontré a mi pequeña sobrina en la puerta de mi departamento, lista para dar un paseo. Mi hermana trabaja hasta tarde por lo que ella se queda con sus hermanos mayores, pero todos los viernes si hace buen tiempo la llevo a dar una vuelta.
Tenía pensado llevarla a los juegos del centro comercial como siempre, pero insistió en que la llevara a los juegos en el parque del casino. Ella se columpiaba mientras yo esperaba sentado en una banca viéndola, entonces un grito me distrae.
- ¡Condenado perro!-
Giré la vista y vi a una chica de cabello acaramelado largo y liso, algo revuelto, estaba recostada en el suelo y un perro parecía insistir el lamerle la cara.
- ¡¿Oye que te pasa?! ¡¿Acaso tengo cara de dulce?!... ¡ag! Como se nota que los perros no se lavan los dientes- Volvió a gritar, parecía una gata engrifada, me causa mucha gracia, entonces logra alejar al perro, pero este toma en su hocico un libro y se aleja de ella.
-Eso es mío… no lo babosees, me mataran si lo devuelvo así, tendré que comprar otro… ven perrito- Intentaba llamarlo pero el perro no hacía mas que mirarla curioso.
-Vamos, puedes lamer mi cara pero devuélveme el libro-
No puedo evitar reírme por lo bajo, que chica tan graciosa, pero el perro no parece querer cooperar y se aleja de ella en dirección hacia dónde estoy yo, o cerca de allí. Bueno, si puedo ayudar en algo…

* * *
Una chica alta se acerca y llama al perro, para mi sorpresa el perro lo obedece. ¿Sera suyo? ¿Cómo se le ocurre dejar a esa bestia come libros suelta?
- ¿Esto es tuyo?- Dice amablemente ofreciéndome el libro, luego de limpiarle la baba con el puño de su chaleco.
-S-si, gracias- Me quedo prendida mirándola, la chica es tan alta que no alcanzo a llegar a su hombro, mi metro sesenta queda chico al lado suyo, Dios que envidia, ¿como puede existir gente tan alta? Y uno que tiene que bancárselas con el complejo de duende. Es de piel blanca, sus ojos rasgados me demuestran su procedencia oriental, y sus ojos azules la mezcla con algún extranjero. El cabello negro, corto y desordenado se movía suavemente con el viento, mientras me sonreía amablemente, detrás del chaleco parecía tener buen físico y… ¡A! ¡Dios en que estoy pensando! Siento como mis mejillas se tornan rojas por descubrirme pérdida en el atractivo de la chica.
- ¡Tengo hambre, vámonos a casa!- Grita en un tono demandante una niña de unos nueve años que llega junto a ella, tiene los mismos ojos, supongo que es su hija. La jala de la mano fuertemente tras mirarme con recelo.
Esto ya dejo de ser asunto mío, le lanzo una mirada de odio al perro, y me alejo de allí, tal vez sea buena idea ir a la cafetería de mi hermano.
-Espera, ¿Cómo te llamas?- Me detengo y me giro, era aquella chica quien me hablaba.
-…Lucy- Tarde en responder, la chica parecía amable y no una sicópata descontrolada que si le daba mi nombre correría algún riesgo… mm eso sonó muy paranoico, pero me pareció extraño, no todos los días una total desconocida te pide tu nombre sin ningún motivo aparente.
Bueno mejor no darle más vueltas al asunto, me puse otra vez en marcha hacia la cafetería de mi hermano, caminando lo más rápido que me daban mis pies, evitando correr.
La cafetería de mi hermano, era uno de mis lugares favoritos, el ambiente bohemio que tenia simplemente me fascinaba. Me fui directamente detrás de la barra de postres en donde estaba mi hermano hablando por celular.
-…Estoy trabajando ahora, no estoy con nadie, ¿Cómo crees que yo te engañaría?... pero amor… -Corta la llamada y me mira frustrado, es la segunda novia que lo deja este mes.
- ¡Hermanita! ¿Qué voy a hacer? Yo no puedo vivir sin Natalie- Alharaquero abrazándome, este es mi promiscuo hermano Daniel, la gente dice que nos parecemos, bueno solo en el físico; cabello acaramelado, la piel blanca, y los ojos chocolate. Mi hermano es más alto que yo, y su cara siempre sonriente dispuesta a seducir a una ingenua chica que se le cruce por delante.
Es una suerte haber sido su hermana y no una de las sus ingenuas victimas. Tiene veintiséis años, nos llevamos por cuatro años, eso no quiere decir que sea una persona madura.
-Creí que su nombre era Antonia-Le dije nada más para molestarlo. Me miro molesto y se alejo a la maquina de café.
-No te burles de mi, se perfectamente como se llama-
-Oh bien, solo cálmate, dentro de dos días estarás mejor-
-Si, como si tu supieras, jamás te has enamorado, tu que sabes de estas cosas- Dijo sirviéndome un capuchino.
-Daniel, escúchate un segundo por favor, hablas como chica-Francamente, ¿Qué es lo que ven las chicas en este tarado?
-Por cierto la secretaria de Alan trajo unas cajas de damasco, dijo que eran para ti, más para la colección-
- ¿No me digas que mamá también te envió a ti?-
-A ti no te gustan, además a mi me sirven para los postres de la cafetería-
-Entonces quédate con esos-
-Pensé que coleccionabas cada cosa que fuera de Alan-
- ¡¿Y de que me sirven un montón de damascos a mi?! Se van a echar a perder en mi casa- Pude sentir las miradas de los clientes sobre mi pero simplemente las ignore.
-Eres demasiado temperamental, nadie va a quererte así-
- ¡Jum! Como si eso me importara- Le di un gran trago a mi capuchino.
- ¿No? Vamos hermanita, tienes veintidós años y jamás has tenido novio, acabaras como una vieja llena de gatos-
-No me gustan los gatos… ¿por que no mejor en lugar de entrometerte en mi vida te dedicas a buscarte una nueva victima?-
- ¿Victima?...mmm - Parece haber comenzado con su cacería por el local.
-A, hay una chica mirando hacia acá, que linda es parece una modelo, seguro la impresioné-
- ¡Uy si! Tú ve por ella- Mejor ni mirar a su pobre e inocente victima, pero la curiosidad es más grande y me voltee a ver.
- ¿Que?- Me di la vuelta para ver y no me lo podía creer, era la chica que me había pedido mi nombre, me tuve que voltear rápidamente para darle la espalda, aunque de seguro ya se había dado cuenta que me había volteado a mirarla.
- ¿Pero que demonios está haciendo aquí?- Murmuré para mi.
- ¿La conoces?- Pregunto curioso Daniel.
-No, bueno si, antes de venir aquí me ayudo con un perro… ¿Pero por que me habrá seguido? -
-No seas paranoica, si te siguió es por que de seguro sabe que soy tu hermano- Dijo pomposo llenando su pecho de orgullo, ¿Dónde meterá tanto ego?
-Seguro- Dije con todo el sarcasmo que pude, bueno no hay que ser paranoica, bien pudo haber sido una coincidencia… ¿no?
-Anda, ve a hablarle y me la presentas- Insistió mi hermano.
- ¿Cómo se te ocurre que voy a ir a hablarle? Yo no ando de celestina por la vida -
-Daniel, te necesitamos en la cocina- Para mi suerte Ana, una de las reposteras de la cafetería me salvó el pellejo y se lo llevo.
Me concentre en mi capuchino, podía sentir su mirada sobre mi, como si me estuviera quemando con sus ojos, tal ves solo son paranoias mías. Pero ahí está, y se que me esta mirando. Luego de acabar el capuchino me apresuro a salir de la cafetería lo más rápido posible, pero alguien me detiene del brazo, por favor, que sea solo mi hermano.
-Lucy-Esa no es la voz de mi hermano… no, no lo es, al voltearme, la veo a ella, mirándome con esos ojos azules inocentes y ambles.
- ¿Q-que quieres?... ¿Que es lo que haces aquí? ¿Me estas siguiendo?- ¿Qué se supone que debo hacer yo en una situación como esta?
-No, digo si, digo…- Precia nerviosa de que la haya descubierto.
-Decídete-Le dije en un tono cortante y frio.
-Tu eres la escritora del libro Orange, recuerdo tu fotografía en la ante tapa del libro- ¿Cómo puede haber alguien que recuerde ese condenado libro? Un verdadero asco literario, si no fuera por la ayuda de Alan no se habría publicado.
-E…si, ¿Qué pasa con eso, quieres un autógrafo o algo?-Por supuesto que no, ese libro fue terrible.
-Me encantaría pero la verdad es otro favor el que me gustaría pedirte- Me dijo sonriendo.
-Lucy, no me gustaría molestarte a ti y a tu bella amiga -Mira a la chica y le giña un ojo- Hola… ¡a si! no pueden estar paradas en la mitad de la puerta-Llego diciendo Daniel en un tono bastante coquetón, pero la chica no pareció entender que Daniel le coqueteaba.
Le lance una mirada de odio, y agarre del brazo a la chica llevándola lejos por la calle Valparaíso, el distrito comercial de la ciudad. Al estar ya a una cuadra lejos me detengo.
-Y bien ¿Cuál es ese favor?- Pregunte escéptica.
-Esto, quiero que me hagas clases de literatura-… ¿Oí bien?
- ¿Qué, yo, porque?- ¿A? estoy desconcertada.
-Quiero entrar a la Universidad a estudiar medicina, y necesito clases para la prueba de lenguaje-
-Pero si para medicina solo necesitas tener buen puntaje en la de matemáticas y las de ciencias-
-Lo se, pero no tengo dinero como para costearme la carrera, necesito postular a una beca, y para hacerlo mas probable de obtenerla necesito un buen puntaje en todos los exámenes- Parecía sincera, y bastante preocupada por el asunto.
-Ese es un buen punto, ¿pero por que yo?- Bueno eso era lo que mas me interesaba saber.
-Bueno es que estaba buscando algún tutor, y justo hoy te vi y hace algún tiempo leí tu libro por que mi hermana me lo prestó… supongo que si escribiste un libro debes de ser buena en literatura-
Una simple conclusión, me alaga que crea que soy buena en eso, no es que no lo sea, creo.
-No tengo tiempo para darte clases, estoy ocupada con la universidad- No quiero una situación así.
-Por favor, me esforzare todo lo que pueda- Me miro suplicante, parece realmente urgida por el tema.
-… Tendrás que ajustarte a mis horarios, y las clases serán en la cafetería de mi hermano- Ni loca la llevo a mi casa.
-Si, muchas gracias Lucy-Sus ojos se llenaron de ilusión y agradecimiento, realmente parece una niña.
-Ahora, lo mas importante… ¿Cómo te llamas?- Eso fue lo primero que debí haberle preguntado.
- ¡A! claro, debí haberme presentado primero, mi nombre es Rin Minami- Se presentó amistosamente.
- ¿Japonesa?- Pregunté a lo que ella asintió.
-Pero no totalmente, mi madre es francesa-Eso explica los ojos azules supongo.
-Bien yo… tengo cosas que hacer ahora, nos vemos el lunes a las seis en la cafetería, ¿ok?- Y Salí disparada sin oír su respuesta.
Creo que mi apacible vida ha llegado a su fin.

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