Su mejor amiga era una chica idiota… si, muy idiota cabía destacar.
No es que su coeficiente intelectual fuera más bajo del promedio, más bien era que su mejor amiga era idiota en otro sentido. Como cuando se trataba acerca de las cosas de la vida, por ejemplo. Su amiga era tan ingenua que rayaba en lo idiota, y nadie podía demostrar lo contrario, y tampoco es que alguien quisiera demostrarlo.
Más bien, su amiga era tan ingenuamente idiota que resultaba simpático, divertido y hasta en cierta forma enternecedor, más a veces se volvía totalmente desesperante y completamente aberrante. Pero ella no le tomaba importancia a la desesperación que a veces su amiga le causaba, total, eran amigas y las amigas se querían con sus virtudes y defectos, a pesar de que ella pareciera tener muchos más defectos que virtudes.
Su amiga era estúpida y divertidamente idiota. Eran esos momentos en los que alguien le dirigía una indirecta o le coqueteaban cuando no comprendía y su rostro se convertía en una mueca de desconcierto lo que la hacía reír por días enteros. Como aquella vez en que uno de sus amigos había intentado alburearla y ella no había captado ni una milésima de lo que en realidad trataban de decirle.
— ¿a las cuantas cervezas aflojas? —le había preguntado el chico.
— ¿aflojar qué? —había preguntado inocentemente su amiga, y ese rostro confundido y la mirada desconcertada le habían bastado para burlarse de su cara todo el día.
Su amiga era también una mezcla de infantilismo puro, inmadurez innata, imaginación exagerada, dulzura en sus acciones, belleza infantil, pensamientos inocentes y una personalidad encantadora. Era para ella como una niña pequeña viviendo en el cuerpo de una adolescente. Y aunque para muchos podía resultar completamente tedioso, estaba segura que jamás se fastidiaría de su mejor amiga. Jamás se cansaría de aquella caja tonta de monerías que siempre la sorprendía con algo nuevo, por más idiota que esto fuera.
Había algo en ella que simplemente desvanecía los malos sentimientos de las personas a su alrededor. Había algo indescriptible dentro de su corazón que simplemente le hacía incapaz de siquiera experimentar algún sentimiento como el odio o el rencor; su amiga era dulce, amable, tímida, sonriente y demás. Sus propios padres la describían como la hija perfecta con la que todo padre deseaba que su hijo se casara. Y no envidiaba a su amiga por el gran concepto que todos los padres de sus amigos o sus propios amigos de ella tuvieran de la chica, por que ella sabía que a pesar de todo, cada quién era diferente, y su amiga no era perfecta.
Pero a pesar de que las buenas virtudes que tenía su amiga y las cuales prefería no mencionar, su amiga también era torpe. Era torpe en el sentido de que no era capaz de cruzar las calles por si sola aún habiéndose fijado previamente si los carros se acercaban; era torpe en el sentido que tropezaba de la nada y caía con la misma frecuencia con la que la gente se burlaba de ella o esbozaba una sonrisa idiota en el rostro; era la torpeza con la que todo resbalaba de sus manos y ella solo sonreía inocentemente; era la torpeza con la que nunca se fijaba por donde caminaba y terminaba tropezando o golpeándose todo el tiempo; era la torpeza con la que caía al suelo y luego se levantaba con sus lágrimas de cocodrilo exageradas, argumentando que cuando caía no era su culpa si no de dios que la hacía caer para burlarse de ella.
Y ella no hacía más que reírse y llamarla dulcemente «idiota», sabiendo que esto molestaba a su amiga.
Su amiga terminaba siendo un cúmulo de muchas cosas a la vez. Su amiga era esas lágrimas derramadas en vano por hombres que no valían la pena, esa indiferencia con que caminaba cuando iba sola por la calle, esa frialdad con la que a veces era capaz de mirar al mundo, esa sonrisa dulce que esbozaba cuando se sentía feliz, esos pequeños caprichos que ella no podía evitar cumplirle, esa soledad infinita reflejada en sus ojos, ese dolor oculto dentro de lo más profundo de su corazón, esa nostalgia con la que miraba anhelante el pasado, ese sarcasmo con el que hablaba de vez en cuando, esa mirada de cachorro atropellado cuado intentaba chantajear a alguien emocionalmente, esas manos de bebé que no utilizaba y las cuales no servían para nada, esos tiernos pucheros que daban tanta risa que nadie podía evitar reír de ella, esa originalidad que a muchos resultaba rareza, esa visión infantil y cruel al mismo tiempo del mundo, esos dibujos de niña de kinder que su amiga solía realizar en las servilletas de los restaurantes, ese descuido con el que se manchaba siempre la ropa de comida, esa tristeza reflejada en sus palabras cuando tenía un mal día y nadie era capaz de erradicar esa sonrisa melancólica de su rostro.
Pero para ella su amiga significaba más que una chica de la cual podía reírse y a la cual podía contarle todos sus secretos y los acontecimientos más importantes de su vida. Ella había cruzado el límite de compañeras y se había vuelto su amiga, había avanzado a una etapa menos superficial y se había vuelto su mejor amiga, había traspasado la frontera de mejor amiga y se había vuelto como una hermana, su amiga había ignorado la delgada línea que separaba el “amiga” con el “algo más”, la amistad había cedido al amor, y aquella gran amiga se había vuelto la persona que más amaba en el mundo.
Más aquellos sentimientos nunca se había molestado en exteriorizarlos, jamás se había molestado en que su amiga se enterara de las amorosas miradas que le dirigía de vez en cuando o el simple hecho de que su corazón empezaba a latir frenéticamente cuando ella esbozaba una de esas dulces sonrisas que eran capaces de ablandar hasta el corazón más duro y frío. Era simplemente que no estaba interesada en que su amiga lo supiera, la idea no le cruzaba la mente y no se molestaba por ello.
¿Para que agobiar a una chica con una confesión de amor proveniente de su mejor amiga? contrario a lo que muchos pensabas, sabía que las cosas eran mejores así. No necesitaba que su amiga notara el amor que sentía por ella. No necesitaba pensarlo mucho para darse cuenta que la única y posible respuesta que recibiría sería un «lo siento» y una mirada llena de confusión y lástima. No, eso no le servía en absoluto.
Simplemente no quería que nada de eso hiciera incomoda la amistad tan duradera que desde secundaria habían tenido. Simplemente no quería que su amiga se enterara de los torpes sentimientos que afloraban cuando la tomaba de la mano al caminar o cuando le sonreía solo a ella y a nadie más. El puesto más grande al que podía aspirar era ser su mejor amiga, la mejor de todas y la más íntima. A la que podía llamarle a la media noche solo por que se sentía triste y confundida, la que respondería sus mensajes por tontos que fueran, la que golpearía a todo aquél chico que se atreviese a lastimarla, la primera que estaría ahí cuando ella más necesitara compañía, la que movería cielo, mar y tierra solo por verla feliz.
Sería esa mejor amiga, la que prefería verla en compañía de ese lindo chico a imaginarla a su lado, la que secaría sus lágrimas y vengaría todas y cada una de ellas, la que intentaría de la forma que fuera hacerla sonreír cuando nada estuviera bien, la que la abrazaría solo por sí. Sería esa mejor amiga, la que había sacrificado su propia felicidad por la de ella, y todo por que la amaba como nadie más podría ser capaz de amarla…
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