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Dos palabras por paty-san

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Notas del capitulo:

Después de mucho pensarlo, me atreví y anime a subir algo que tenía en mi PC hace algún tiempo. Es la primera vez que hago algo así. Soy primeriza en esto de los fanfics :P

Espero que les guste. Es un Atobe/Jiroh una de mis parejas preferidas, por no decir la top 1 y en parte se debe a la excelente labor que Musaga hace con sus fics. Por eso quiero dedicárselo a ella y a todas las amantes de la parejilla.

Mis temblorosas y frías manos esconden duramente mi desesperado y sollozante rostro, mientras siento pasar el gélido y agobiante clima de aquél hospital. 

 

Los ahogados llantos de quienes esperan por buenas noticias del único que logró robar a Ore-Sama, eso que llaman “Corazón”, se hacen cada vez más lejanos, pero calan recalcitrantemente mi ser. Pesadamente mis ojos se cierran y por vez primera tengo miedo. Miedo a perderle, miedo a no verle más, miedo a no sentirle. No quiero que su rostro se tiña en un mero recuerdo qué con el tiempo se irá perdiendo, no quiero que su apacible aroma desaparezca y no pueda avivar ya ninguno de mis sentidos.

 

Sin importarme que unas cuantas lágrimas resbalen con osadía por mis mejillas, me reclino en aquel blanco y molesto asiento, dando pequeños y lastimeros suspiros perceptibles solo para mí, mientras de nueva cuenta, me convenzo de cuán fácil me fue ser feliz a su lado, cuán simple me fue tomar la gloría en mis manos y aún así, cuanto me negué a decirle esas dos llanas palabras, qué bien conocíamos.

 

Mis manos siguen aferradas a mi rostro, no están dispuestas a mostrar mi agonía, eso es algo que no puedo permitírmelo, es mucho más fuerte qué yo. 

 

Me resquebraja el alma en este preciso instante, el recordar como tímidos sus brazos se prendían a mi cuello, mientras que con su ingenuo mirar, me rogaba el poder escuchar de mis labios, esas dos palabras que tanto me negué a pronunciar. Cada que veías imperceptibles mis labios, suspirabas resignado, pues sabías una vez más qué hoy no era la oportunidad para que con dos simples palabras, tu alma rebotará de felicidad, hasta el punto tal de querer explotar.

 

Pero mi pequeño dormilón, nunca cuenta te diste cómo después de tú resignada reacción,  con limpia devoción mis manos levantaban tu aniñado rostro, permitiéndome acariciar dulcemente esos castaños y revoltosos cabellos que tanto me gustan y estoy seguro, seguirán gustándome; mientras, lentamente era yo quién me acercaba a tus labios. ¿Acaso nunca notaste como mi respiración se volcaba por ti? Golpeabas con tu respirar mi rostro, me desarmabas, de eso no hay duda y tan sólo me permito  cerrar mis ojos y rozar mis labios con los tuyos, para entregarme a ellos por completo. ¿Mi querido Jiroh nunca aprendiste a leer mi lenguaje de amor?

 

-“No me valgo de palabras”- te susurraba tan bajo cada que podía. Así, mientras tus ojos me rogaban hablar, mi habla te suplicaba entender. Pequeño cabeza hueca, cuenta te hubieses dado de todas la veces que te dije “Te Amo”, pero siempre a mi manera, nunca a la tuya, sin embargo,  esa es hoy la única que me importa.

 

Y ahora, mientras siento como mi vida pende de un hilo y se pierde en vilo, tan sólo deseo que tus ojos abras pues necesito decirte “Te Amo”.  …

 

No sé cuánto tiempo ha pasado ya, pero todo parece tal cuál empezó, los llantos no cesan, los murmullos no desvanecen, los miedos persisten, la gente que le acompaña aún permanece y yo… Yo estoy en el mismo sitio, con mis pensamientos que tallan fuerte, mientras una batalla libra mi mente. Sin embargo, mis debilidades son algo que nadie más que tú, mi bello durmiente conoces,  puesto que eres tú mi única debilidad, después de ti no hay ni habrá ya nunca nada. Y es esa una de las razones por las cuales mis tersas y heladas manos siguen aferradas a mi húmedo rostro. Nadie más que tú, tiene el mérito de ver al gran Ore-Sama en su estado más proclive y humano, sin embargo, no estás hoy aquí,  para contemplarme tal cual estoy. ¿Nunca supiste cuanto te amo?. 

 

Suspiro de nueva cuenta, extasiando mis sentidos recordando la melodía de tu voz, deleitándome con esa manera dulce y pícara que solo tú tienes al pronunciar mi nombre, Keigo, ese qué de tus labios para mí es ambrosía pura.    Solo tú, mi pequeño dormilón, pudiste despertar en mí pasión, deseo, amor, protección, y un sin fin de sentimientos y sensaciones que nunca pensé el ser humano podría tener. Sólo tú, puedes llamarte como el único poseedor de mi alma, cuerpo y de todo lo que el calificativo de Ore-Sama representa. Ese derecho yo, el Gran Atobe Keigo te lo he otorgado.

 

Y no te importó saber y corroborar como tu niñez e inocencia poco a poco se iban perdiendo entre mis brazos y en las sedosas sabanas de mi suntuosa habitación, como mi cuerpo te fue marcando con mi exclusivo sello, como tus gemidos me aseguraban, eras mío y de nadie más.  Como mi piel te reclamaba, como tus labios se volvían mi adicción, como tú y solo tú Jiroh Akutagawa te volviste mi dosis personal, dosis que no pienso dejar de ingerir, pues me he vuelto adicto a ti.

 

Mientras sigo dejándome cautivar con mis recuerdos y enredándome con tu imagen, mis pensamientos son abruptamente interrumpidos por el ruido de unos pasos ajenos a nosotros. Reacciono, vuelvo en mí, dejo momentáneamente de lado mis cavilaciones, a la vez que mis manos dan paso a mi rostro, para fijar mi vista en aquél intruso. Intruso que no es más que un doctor.

 

Mi atención se centra en él, veo como sus labios se mueven, hay algo en su mirada que no me gusta, el miedo se aferra con más firmeza en mí, siento tensión, hay algo en el nuevo ambiente que no logra agradarme. Y así, sin perder más tiempo decidido levantarme, apoyo mis manos para que el peso de mi cuerpo recaiga en ellas, cuando de pronto mis oídos son calcinados con un desgarrador grito. Por fin mis miedos se hacen reales, mis pesadillas se vivifican y el protagonista de aquella macabra historia no es otro más que yo.

 

Mis pies se detienen en seco, no avancé más. Sin permiso y sin contemplación alguna las lágrimas se abalanzan por mi rostro salvajemente, quiero detenerlas, sin embargo no puedo, escucho llorar, escucho gritos, reclamos, reproches, siento dolor, nauseas, todo mi mundo se tambalea, mis rodillas flaquean. Instintivamente mis manos llegan a mis oídos, en un infantil gesto por no querer escuchar más; cierro mis ojos fuertemente y ahogo mis gritos, mis gemidos.

 

-Atobe lo lamento- Me dice una familiar voz tras de mí. Ese sin duda alguna es Oshitari Yuushi, mientras escucho los sollozos llantos de mis demás compañeros. Asiento levemente con mi cabeza, dándole a entender que no deseo escuchar ni una sola palabra más.

 

Reanudo mis pasos, esta vez sin rumbo fijo, buscando así tal vez encontrarle en algún sitio, mientras una vez más me entrego a mis recuerdos, y con cada paso que doy, con cada suspiro que expulso, con cada lágrima que cae, con cada pensamiento que emerge, un “Te Amo” se va forjando. Pues aunque nunca te lo dije con palabras, siempre, siempre Jiroh Akutagawa tenlo presente, te amé y te amaré. Simplemente, nunca aprendiste a leer mi lenguaje de amor y yo nunca quise entender el tuyo.

 

-Te Amo- Susurro finalmente.

Notas finales:

Espero que la lectura haya sido amena. Cualquier sugerencia, critica, comentario y demás será más que gustosamente recibido.


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