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Una Visita Deseada por TaniKun

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Notas del fanfic:

Me demoré al escribir esta historia, porque quería que fuera algo confuso tanto como notorio, como lo son en realidad los gustos por alguien.

Una Visita Deseada

 

 

 

El viento lentamente soplaba sobre las vacías pistas de tenis callejeras, a las afueras de Tokio. No muchos jugadores solían pasar por ahí, uno que otro las miraba y por la soledad en la que se encontraban no eran tomadas en cuenta. Sin embargo, había muchos individuos quienes solían pasearse por ahí, a entrenar arduamente después o antes de cada campeonato, y ellos eran los jugadores de las famosas escuelas de todo Japón.

 

Los titulares de Saint Rudolph y Hyotei solían pasar por ahí, y una que otras veces Seigaku, frecuentándolas mayormente a principios de la primavera, pero había un equipo en particular, el cual siempre que podía iba a aquellas asoladas y tranquilas pistas: los jugadores de la secundaria Rikkaidai Fuzoku.

 

El capitán Yukimura no acudía nunca a aquellos lugares inhóspitos, tampoco Sanada el sub capitán ni muchos de los otros miembros, porque quienes más iban siempre eran Bunta Marui, del tercer año, y Akaya Kirihara de segundo, ambos talentosos jugadores de gran altura. A ambos les encantaba el ambiente del lugar, al lado de los arboles, con las suaves brizas sobre sus rostros y oyendo el sonido de los pájaros y la naturaleza, pero a pesar de la calma y gran serenidad de alrededor de las pistas, a Akaya algo lo inquietaba desde la llegada, y por culpa de eso no se había podido concentrar bien, pagando en respuesta los regaños de su sempai.

 

-¡Oye Akaya!-exclamó Bunta abriendo una goma de mascar que tenía guardada en el bolsillo, de sabor a fresas-¡Espabila de una vez! ¡No hemos venido a perder el tiempo!

 

-¡Perdón sempai!-gritó Akaya sobresaltado-Ando bastante distraído.

 

 Bunta también lo notaba. Había algo que no le dejaba a Akaya jugar con naturalidad y eso no le permitía continuar con el juego, además de que no era lo común que Kirihara tuviera un marcador tan bajo. Con un suspiro volvió a sacar, recibiendo como respuesta otro sobresalto de Akaya y nada más. Ya no valía la pena seguir. Después de una última mirada a su inexistente contrincante, hecho la raqueta en el hombro con aire despreocupado y caminó para guardarlo todo en el bolso.

 

-¿Qué haces?-preguntó Akaya aproximándose a Bunta, quien guardaba sin enfadarse la raqueta en su estuche, el par de pelotas y el agua-¡Aún no hemos terminado!

 

-Yo aún no había terminado, pero parece que tú si-testificó el muchacho haciendo un gran globo con la goma de mascar-Al parecer no estás en las condiciones para seguir un partido como Dios manda, y lo entiendo. No importa, Akaya, lo único que lamento es que hayamos viajado hasta aquí para ni siquiera poder entrenar, qué desperdicio.

 

-¡Nada de eso!, sigamos jugando, ¡prometo concentrarme mejor!

 

Pero eso no ocurrió. Akaya a pesar de haber logrado a la larga una mayor concentración, no se pareció a la que tenía siempre y Bunta se hartó, esta vez con más seriedad. No entendía a que podía deberse su intranquilidad. El tiempo era agradable y fresco, no había ruidos fuertes ni demasiado extraños ni tampoco ninguna distracción fuera de lo habitual, por lo que el chico comenzó a encontrar la actitud de Akaya un tanto infantil.

 

-Se acabó-dijo a regañadientes-No se puede jugar así.

 

Akaya esta vez no intentó detenerle ni insistir tampoco. Su actitud era lamentable y no entendía a que se debía, lo consideraba algo fuera de sus manos. Se lamentó internamente al visualizar a Bunta guardándolo todo, pero no dijo nada, no quería seguir haciendo el ridículo, y a pesar de que el hacer sufrir a los demás no era algo que el del todo detestara, el molestar a sus sempais era algo a lo que no estaba acostumbrado y de alguna forma le parecía fuera de lugar.

 

-Vámonos-dijo Bunta con el bolso a cuestas-Guarda la raqueta, estás tan torpe que puede que la pierdas.

 

-No es para tanto, sempai-refunfuño avergonzado y un poco molesto. Sin embargo obedeció y luego ambos caminaron a través de las vacías pistas, pisando una que otra hoja caída de los frondosos árboles que bañaban el cielo.

 

Ya habían logrado llegar a la salida de las canchas, pero entonces Bunta dio un sobresalto, luego se volteó para observar a Akaya.

 

-Se me ha quedado “la pelota de la suerte”-dijo pensativo observándole.

 

-¿De la suerte?

 

-Así es, tiene poderes extrasensoriales y es de buen augurio en los partidos importantes-explicó con orgullo-La dejé al lado de la primera pista sin querer. Akaya, ve y tráemela.

 

-¿Y yo porqué?-exclamó Akaya sorprendido.

 

-Es la orden de tu superior-se defendió el muchacho- No lo cuestiones y ve, te estaré esperando en el centro deportivo de afuera.

 

Akaya formulando un resoplido caminó en dirección contraria para cumplir el pedido, entonces pensó que no había entrenado todo lo necesario y no le haría mal caminar un poco más. Llegó nuevamente a las pistas y afortunadamente no había llegado nadie aún. Miró a todas y cada una y logró ver a la pelota de la suerte, bastante olvidada en el lado superior. Caminó ordenando sus ideas, esperanzado de que el viaje de vuelta lo dejaría recapacitar, pero no sabía que muy pronto las cosas cambiarían.

 

Al llegar al sitio alejado y coger la pelota se estremeció al sentir una presencia tras de él. Al principio no se puso nervioso, ya que confiaba en que se trataba de Bunta haciéndole una broma o indicándole algún cambio de planes, pero la seguridad ordinaria desapareció de su confiado rostro al ver a alguien completamente diferente frente a él.

 

-Tú-dijo expectante al ver a Akira Kamio de Fudomine a su lado-¿Qué haces aquí?

 

-Ha pasado tiempo, Kirihara-dijo el chico observándole con atención-Es bueno verte de nuevo.

 

Aquellas palabras cambiaron sus ideas. El había dañado a su capitán y gran amigo Kippei Tachibana, y sabía bien como era su forma de juego, agresiva y brutal, imperdonable para algunos, pero a pesar de eso, Akira, quien lo miraba no parecía del todo enfadado, sino más bien estaba parado sin demostrar ninguna clase de sentimiento, solo atención, una muy notoria e inquietante atención.

 

-¿Estás aquí por lo de Tachibana-san?-dijo con seguridad-No me disculparé si es eso lo que quieres, ya te lo dije.

 

Pero Kamio no parecía intrigado ni molesto por eso, tampoco con impresión de querer darle una lección por aquel acto pasado, era como si no lo recordara, pero claro que no podía tratarse de eso, no si se hablaba de su capitán. No cambió el semblante, ni siquiera al visualizar la sonrisa picara de Akaya.

 

-No metas a Tachibana-san-dijo cortante-No estoy aquí para hacerte pagar, aunque me gustaría.

 

-¿Entonces por qué?-exclamó Akaya frunciendo el ceño.

 

-Nada especial, es solo que-calló por un momento-Tú sabías que vendría aquí.

 

Akaya se quedó helado. ¿Podría ser eso? ¿Podía ser posible que el hubiera previsto la visita de Kamio desde hacía tanto? Se reusaba a pensar así, y el confirmarlo solo lo inquietaba, asustaba y alteraba.

 

-No digas tonterías-dijo después de apartar la mirada de perplejidad de su rostro-Eso no es posible. Ahora sin darle a más vueltas dime que es lo que quieres, ¿acaso un partido para hacerme sufrir? Te destrozaré sin…

 

Pero antes de que sucediera nada más, llegó algo imprevisto, pero que a la vez hizo palpitar fuertemente el corazón de Akaya, como si se quisiera romper en mil pedazos sin su permiso. Akira se había aproximado sin previo aviso y sin decir ni una palabra había llegado a los labios entreabiertos del chico con cabello de algas negras, embarcando en una de sus más ocultas partes, dentro de su corazón. Akaya por un momento se apartó bruscamente, sin saber qué hacer, pero Akira, con una actitud dominante completamente desconocida para todos los demás lo volvió a agarrar de las mejillas y con delicadeza pero a la vez firmeza lo hizo acercarse, y a obligar que ambas bocas jóvenes volvieran a encontrarse. La segunda vez Akaya no se interpuso ni opuso resistencia, porque se comenzaba a dar cuenta de que habían cosas que él no podía manejar y era el andar de sus sentimientos.

 

-¿Pero qué haces?-dijo escandalizado-¡Alguien podría vernos!

 

-No sabía que eras de la clase de personas que les importa lo que les digan.

 

El Kamio que Kirihara conocía era completamente diferente al que había visto antes, bien sujeto a su posición y muy respetuoso con su capitán, era casi un chico nuevo. El muchacho de ojos verdes había comenzado a dudar de sus intenciones y más aún de lo que sentiría después, por lo que decidió alejarse un poco, en vano para su mala suerte. Kamio de nuevo había tomado la iniciativa y esta vez lo había empujado a la pared más cercana, alejándolo de la pista en la que estaban.

 

-¿Que quieres de mí?-preguntó Akaya sin saber que hacer. No era algo a lo que estuviera acostumbrado, aún así, el beso no lo había detestado del todo.

 

-Sabes lo que quiero de ti-dijo con seriedad-Tenemos una gran conexión Kirihara, por eso no soy capaz de odiarte como lo hacen los demás de mi equipo. Yo logro ver dentro de ti.

 

-¡Deja de mentir!-exclamó apartándose bruscamente de los brazos de Kamio-¡Nadie me conoce en realidad! ¡Y tú no tienes nada que ver conmigo!

 

La agresividad de los movimientos del pelirrojo obligaron al chico a callarse. Sin demasiadas vueltas habladas, lo arrojó a la esquina del centro de las pistas, y Kirihara lleno de contradicciones dejó que así fuera, sin lograr tomar control de si mismo ante los sexuales pedidos del chico. De repente la mano derecha de Kamio irrumpió en los shorts de Akaya, centrándose en caricias y movimientos amorosos que lentamente subían y bajaban en torno a sus partes intimas, sin respeto y casi olvidando en hecho de ser de diferentes equipos y a la vez rivales.

 

Akaya sin poder evitarlo levemente gimió. Kamio con satisfacción continuó, convirtiéndose en un chico con mayores intenciones, y dejándose llevar completamente por los gemidos y tiernos sonidos de placer que Akaya dejaba escapar.

 

-Ya…basta-dijo después de unos segundos-Esto…no está bien…

 

Kamio lo ignoró. En lugar de seguir acariciando los sectores íntimos de Akaya, arriba de la ropa, con gran atrevimiento comenzó a bajar lentamente los pantalones, y luego la ropa interior. Luego nuevamente volvió a integrar su delicada mano gentil bajo de las prendas, formando ondas y luego con cuidado presionando y a la vez acariciando. Akaya sin oponer resistencia, se estremeció al sentir una mano ajena tocándolo interiormente, prácticamente comenzaba a sentir que había perdido toda su imagen anterior, pero no le importaba, porque Kamio se había convertido en su sol, sin tomar en cuenta el presente astro del día, ya no tan radiante por la hora.

 

-Llevas demasiada ropa-dijo Akira abriendo el cierre de su chaqueta. No tardó demasiado en sacársela y llegar a acariciar sus pequeñísimos pezones, llegando a parecer incomoda la arrugada polera media puesta y media fuera del cuerpo. Akaya estaba por replicar pero el beso que llegó al instante calló sus explicaciones.

 

El goce y la pasión profunda no tardó demasiado, porque Kamio ya había entrado en calor y su cuerpo ahora le pedía más. No deseaba lastimar a Kirihara, porque en el fondo lo amaba. Su pelea en el campamente había sido real, pero a pesar de todo no se había sentido bien con ella. Sus sentimientos lo guiaban a continuar en el trance.

 

-E…espera-intervino Akaya al darse cuenta de que Akira le daba la vuelta y lo ubicaba boca abajo, tratando volver a la realidad-Que… ¿Qué vas a hacer?

 

-No tendrás miedo, ¿o sí?-dijo con una excitación ya irremediable. Sus palabras hasta habían sonado bruscas, y habían apartado cierta magia del momento y del placer que Akaya acababa de vivir.

 

-No es eso-siguió secándose con el brazo el sudor, pero cuando estaba por decir más llegó algo completamente inesperado para él.

 

Algo lo pujaba de atrás, interviniendo completamente en sus partes intimas, y quizás en la naturaleza normal de las cosas. Akaya jamás había hecho el amor con nadie, y no lo tenía planeado aún, por muchas cosas. Una de las tantas era, que no sabía cuál era su orientación sexual, pero ahora esas preguntas quedaban empequeñecidas, porque el momento que estaba viviendo era único e inolvidable. La presión y dolor le arrebataron las ideas.

 

-Ah…-gimió apretando las manos en el suelo, y dejando correr por él la pelota, que hasta los pasados segundos se había mantenido en sus manos-¡Ah…!-gritó después más fuerte.

 

Kamio se satisfacía aún pensando en el dolor que Akaya sentía. Otro producto de su excitación eran los sonidos de su amado, que lo mantenían en el mismo éxtasis. Akaya sin poder contener las lágrimas apretó los dientes, y se mantuvo firme, para poder darle la igual satisfacción a Kamio.

 

Kamio introducía sus genitales dentro de Kirihara, con brusquedad y necesidad, y sin pensar en nada más, aunque debía cuidar sus movimientos, porque después de todo, estaban en un lugar público.

 

El viento seguía soplando y las pistas continuaban vacías, con excepción de dos almas, unidas en una parte de la tercera pista. Una silueta sobre la otra, una demostrando felicidad y la otra dolor, aún así, ambas almas felices, por poder permanecer la una con la otra.

 

Kamio lentamente oyendo las brisas del viento había optado por separarse de Akaya, permitiéndole descansar, y este agradecido había adoptado otra posición, más cómoda después de bastante tiempo.

 

-Lamento haber sido tan brusco-dijo Akira cerrando su pantalón-No eh podido contenerme.

 

Akaya no dijo nada. Le había dolido, si, pero hacía tiempo sin saberlo había deseado estar con él, y ahora podía volver a concentrarse. Ruidos de pasos se escucharon y el corazón de Akaya antes relajado, ahora daba fuertes vueltas de temor en su interior.

 

-Debe ser Marui-sempai-le informó a Akira poniéndose la ropa atropelladamente, también torpe por la prisa.

 

-Estas despeinado y necesitaras una ducha-dijo Kamio con despreocupación.

 

-¡¿Y de quien es la culpa?!

 

Kamio interpretó una risita. Luego su semblante volvía a ser el mismo de siempre. Era verdad, la apariencia de Akaya no era la mejor, pero ya se le ocurriría que decir después, porque lo que había experimentado había sido mágico.

 

-¡Akaya!-se oyó la voz de Bunta a lo lejos, exactamente a entradas de la primera cancha-¿Oe, donde estas?

 

-¡¡Ah…aquí estoy sempai!!-respondió Akaya de manera inmediata, sin mirar a Kamio al salir, quien yacía sentado en el suelo. Cogió sus pertenencias a la carrera y salió del apartado lugar, intentando actuar con naturalidad.

 

-¿Por qué has tardado tanto? ¿Que te ha sucedido?

 

-Nada en particular-mintió el chico-Como ando en las nubes me ha costado bastante hallar la pelota y además me eh perdido en los arboles.

 

-Ya veo, y ¿dónde está?

 

La tranquilidad en el rostro de Akaya desapareció. Miró a Bunta quien esperaba una respuesta con un bien ocultado temor.

 

-¿Es esta?-se escucho una voz. Akaya dio un respingo.

 

-Kamio-kun de Fudomine-dijo Bunta sorprendido-¿También vienes a entrenar aquí?

 

-Solo a veces-explicó lanzándole la pelota a las manos del chico-Pero ahora debo volver a la escuela.

 

-Sí, nosotros también nos vamos-se apresuró a indicar Akaya, y dicho esto incitó a su sempai para que salieran de las pistas, sin dejarle oportunidad ni siquiera de despedirse.

 

-Espero nos veamos pronto, Kirihara-dijo a sus espaldas el chico. Kirihara sin voltearse siguió caminando hasta desaparecer con Bunta del lugar, revoloteando todos y cada uno de sus cabellos por las poderosas ráfagas de viento, que parecían llegar de los arboles.

 

 

 

Fin.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Pues bueno, fue algo "confuso" pero solo hasta cierto punto. No suelo escribir sin llegar al punto, pero viniendo de esta pareja lo consideré necesario ^^


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