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Amor y frustración por MaYani

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Notas del fanfic:

Junjou Romantica y sus personas no me pertenecen.- 

Notas del capitulo:

¡Hola! =) Hoy les vengo con este fic triste y romántico a la vez. Realmente, me encantó como quedó. Así que espero que a ustedes también.

Dejen sus comentarios ;D porque sino la frustrada soy yo (?) 

Disfruten leyendo. 

 

 

Una lluvia pesada y cristalina atravesaba el cielo obscuro aquella noche y se desparramaba furiosamente por toda la ciudad, junto a un fuerte viento que la proseguía. La tenue luz de los coches transitando por la calle a tan altas horas y con tal peligro, hacía que las bocinas sonaran más fuertes en su cabeza de lo que realmente lo hacían.

 

Misaki suspiró. Pero fue un suspiro tan pesado y tan angustioso, que le provocó sentir un hueco en el corazón. Deslizó sus blancos dedos por la humedad de los vidrios del edificio de su casero, y fue trazando en ellos símbolos y palabras inentendibles para cualquier otra persona que no fuese él.

 

Volvió su mirada hacia la puerta de aquella habitación y le pareció que se encontraba más lejos de lo usual, rodeada de un manto obscuro que imposibilitaba la vista de algo más. Misaki estaba seguro que si corría hacia ella no la alcanzaría más. Porque no era lo correcto. Lo adecuado y la solución a todos sus problemas se encontraba justo en frente de él, y aún así estaba seguro que no lo podría hacer solo.

 

—¿Por qué? —Susurró con su voz aguda quebrada, los ojos mojados y los labios temblorosos. Dejó caer el peso de su espalda en el vidrio y se deslizó sintiendo un frío tan real que hizo que el cuerpo se le sacudiera por dentro. Cuando por fin pudo tocar el piso, se quebró en un llanto tan amargo que nunca recordó haber experimentado. Ni siquiera aquel día, hacía ya quince años.

 

¿Por qué el destino tendía a ser tan miserable con él y con las personas que amaba? ¿Es que acaso él no se merecía ni un poco de felicidad? Mordió su labio inferior con sus dientes a tanta fuerza que sintió el salado de la sangre expandirse por su boca. Esas imágenes de hacía una semana regresaban a su mente una y otra vez. ¿Por qué recordaba los momentos azarosos con tanto fulgor y los de júbilo con tanta turbiedad?

 

Hizo su mano izquierda un puño y la golpeó contra su pecho. Fue así, como la escena se repitió en su mente tan claramente.

_________

 

Millones de globos de distintos colores y formas se expandían por todo el gran salón de fiesta y algunos de ellos se enredaban en los pies de la gente. Misaki pudo observar con curiosidad que adonde fuera, una gran cantidad de papel picado caía sobre él, siendo en especial obra de su pequeño sobrino, Mahiro, quien lo perseguía a todos lados con una bolsa llena.

 

Por fin se había logrado recibir de esa prestigiosa universidad. Nunca pensó que lo haría. Pero acababa de tocar ese sueño con sus propias manos, y se sentía tan bien como respirar el aire puro de un día de primavera. Pero lo que más le contentaba era esa sonrisa llena de orgullo que se presentaba en el rostro de su hermano. Después de todo, todo había sido por él. Por pagarle años de esfuerzo a esa persona que había dejado sus sueños por hacerlo feliz.

 

Corrió por el salón al observar en un extremo de él una piñata gigante en forma de un sombrero para cocinar. Se apuró aún más al reparar en su figura y dibujó casi inconscientemente una sonrisa gigante en su rostro. De esas que cuando Akihiko las veía, sentía que tenía el poder para abrir mares, si así se lo propusiese.

 

Como un niño, pensó el escritor en su momento, sentado en una de las mesas y soltó una carcajada casi inaudible. Takahiro, al ver la felicidad y la honra impregnadas en el rostro de su mejor amigo, se sentó a su lado y le dirigió una mirada, mientras bebía un poco de champagne.

 

—Estoy tan feliz por él, ¿tú también, Usagi? —El susodicho giró al verlo, sin poder ocultar su sonrisa y afirmó mientras se reía como cuando a uno le cuentan un chiste pervertido, y se desternilla casi sin darse cuenta y sin quererlo.

 

El hombre juró nunca haber visto a Akihiko tan alegre en su vida. Por lo menos de esa manera podía asegurar todo el amor que le tenía a su pequeño hermano. Hacía unos meses se lo habían dicho, y aunque al principio quiso creer que era una broma pesada, aunque se había desmayado de una manera caricaturesca y aunque se había sentido mal debido a la poca confianza de Misaki al no confesárselo antes, finalmente lo había aceptado. Y él estaba contento al dejar a una persona tan preciada en manos de otra persona igual de preciada. A pesar de que a veces sentía algo de celos debido a que su pequeño hermanito amaba a alguien mucho más que a él. Manami le había ayudado a entender que eso era totalmente común y no tenía nada de malo.

 

Unos compañeros de la universidad se le acercaron al castaño y le vendaron los ojos. El novelista se levantó de su lugar para mantenerlos vigilados, y al ver como aquellos adolescentes giraban a Misaki una y otra vez sobre su propio eje, se preguntó si el susodicho no devolvería todo lo comido hacía la mitad de una hora.

 

Takahashi sabía que reventar piñatas con un palo era cosa de nenes de cinco años. Pero se había recibido, así que le pareció que no tenía nada de malo hacer locuras en esa celebración. Escuchó el grito de todas las personas presentes, los cuales lo incitaron más para golpear con fuerzas el sombrero gigante lleno de caramelos, chocolates o cualquier otra cosa que al escritor se le había ocurrido ponerle.

 

Al darle un último golpe, se quitó la tela que le cubría los ojos y se horrorizó al darse cuenta que los gritos no eran por lo que él pensaba. En ese momento, sintió como se le nublaba la vista y empezó a dar pasos hacia atrás, aún sin creer lo que estaba sucediendo.

 

Fue ahí cuando reparó en veinte personas—o al menos esa cantidad pudo divisar él— encapuchadas, vestidas de negro y cada una de ellas tenía una pistola en la mano. Atacaban a los invitados de la fiesta sin piedad. Algunos se les habían lanzado a sus compañeros y los estaban golpeando salvajemente mientras les pedían dinero. O lo que sea que tuviesen. Otros, rodeaban el salón para que nadie pudiera salir mientras arrebataban de sus pertenencias a los demás.

 

Misaki se refregó los ojos, todavía sin poder creer lo que estaba sucediendo y buscó con la mirada a su casero. No lo vio donde estaban los otros invitados comiendo. Dio un brinco al sentir una fría mano posarse sobre su hombro. Al girar, se alivió al darse cuenta que de que se trataba de él.

 

Uno de los hombres se acercó a ellos con la pistola apuntándoles y los dedos a punto de apretar el gatillo. El menor tembló de miedo, pero Akihiko se mantuvo calmo, sabiendo que si no lo hacía podrían matarlo a él y a su pareja, y le arrojó su billetera llena de plata.

 

—Es lo único que tengo.

 

Millones. El ladrón sonrió victorioso.

 

El escritor se tranquilizó, aunque exteriormente no daba signos de estar nervioso. Pensó que por fin ese lío se iba a terminar. Que dejarían de golpear a esos pobres universitarios que no tenían ni para pagarse la comida, y aún así los obligaban a que sacaran lujos de algún lugar. Que se detendrían de arruinarle el día más importante de su vida a la persona que más amaba. Que se irían.

 

Pero el ruido de un disparo resonó en todo el salón. A él y a Misaki se les erizó la piel al ver como Takahiro caía vencido en el suelo; aprisionándose el pecho con las manos, desangrándose, jadeando de absoluto dolor. Los ojos de ambos se volvieron gélidos. El castaño salió corriendo hacia su hermano y llamando por él. Akihiko, aún sin reacción alguna, observó como esa cantidad de hombres se iban con sonrisas burlescas y bolsas llenas de dinero.

 

Sintió detrás suyo los gritos y los llantos desgarradores de Misaki. El escritor se arrodilló, como buscando algo en el piso y se quedó así unos segundos. Sintió como unas lágrimas se deslizaban por su rostro, aunque intentó ocultarlas lo mejor que pudo. Su mejor amigo, su primer amor…

 

Por su parte, Misaki sentía que la vida se le iba por las escaleras. Ahora también su hermano, al igual que su mamá y su papá. Todos. Toda su familia estaba muerta.

__________

 

Recordaba perfectamente los días consiguientes. Se la había pasado llorando en silencio, en la obscuridad, arrodillado contra la puerta y abrazándose las rodillas, como cuando tenía ocho años y sus padres habían abandonado el mundo.

 

Hasta este momento, lo único que lo había calmado fue un abrazo de su amante, que duró minutos, que hizo que dejara de temblar por segundos, que le hizo sentir que podía compartir su dolor con alguien más. Pero después de todo, todavía no soportaba la tristeza que yacía en aquellos orbes púrpuras. Le hubiese gustado aguantarse todo el dolor él para aunque sea ver a Usagi feliz. Él era lo único que le quedaba, lo único que tenía, lo único que atesoraba con recelo. Lo demás, había sucumbido.

 

No aguantaba ver a su pareja aguantarse todo el peso del mundo y a él solamente dedicándose a llorar. Inútil, infantil, estúpido. Por eso es que hacía cinco días que estaba encerrado en su cuarto; tomando agua del baño, sin comer, temblando de debilidad. Usagi había tomado esa actitud como un símbolo de castigo por no poder hacer feliz al menor luego de lo sucedido y fue cuando él también cayó en una depresión. Pero, ¿qué más podía hacer? Prefería que el escritor no lo viera nunca, a que lo viera en ese estado tan deplorable.

 

—¡Misaki, ábreme! —Sintió tres golpes seguidos en la puerta. El castaño dibujó una sonrisa torcida y se la quedó mirando, como si estuviera satisfecho de aquel objeto. Sabía que su amante no pararía de tocar hasta que él lo dejara pasar, incluso si se le ponían los nudillos morados.

 

Misaki miró hacia el frente y estiró el brazo a la solución de todos sus problemas. No se animaba. Se sentía cobarde. Pero si lo hacía dejaría de sufrir, dejaría de sobrellevar esa vida sin sentido, dejaría de ser una carga para la única persona que lo tenía en cuenta. Se sentó y esperó.

 

Luego de unos largos y pesados minutos, el sonido metálico del manojo de la puerta cayéndose lo quitó de sus pensamientos. Alzó la mirada y se encontró con esa persona que lo observaba con tanta desesperación y angustia que sintió la garganta oprimírsele.

 

Al principio, a Akihiko no le salían las palabras de la boca, pero sus ojos se volvieron gélidos al ver a Misaki escupir sangre, en un costado, soltando gemidos de agonía. Se acercó a él y se encontró con su mirada casi al instante. Como si estuvieran destinados, pensó. Tomó al menor de un brazo y lo levantó de un tirón.

 

—¿¡Qué hiciste!? —Indagó desazonado; sin esperar una respuesta realmente. Pudo observar como se le dibujaba una sonrisa en la comisura de los labios y contestaba con un hilo de voz frágil y timorato.

 

—Ahora, ya no causaré problemas a Usagi-san. —Observó una hebra delgada de sangre que se escabullía por sus labios. El escritor sintió que tenía el corazón entre los huesos.

 

Despacio, se fue arrodillando y acomodando a su amante entre sus brazos. Lo observó al borde de la muerte, con la cabeza apoyada en él y su cuerpo temblando, frío, agonizante. La cara se le cubrió de horror al ver aquellas pupilas verdosas hundirse. Le apretó el codo con una de sus grandes manos, buscando una explicación, hipnotizado por el temor. Las palabras se le habían fugado en algún momento. Sintió al menor gemir y retorcerse mientras vomitaba, manchando su propia ropa y la de él.

 

Misaki alzó la mirada, con las pocas fuerzas que le quedaban y se encontró con los orbes violetas paralizados. Intentó pronunciar algo, pero la lengua no le obedecía. Ninguna parte de su cuerpo lo hacía. Se amedrentó al ver que esos orbes le traían sus últimas esperanzas, pero a su vez que le recordaban que la perfección era algo muy lejano a ser lo que él era. Inhaló aire con todas sus fuerzas.

 

________

 

Había conocido al escritor hacía cuatro años, en la casa de su hermano mayor. Era época de fiestas y Misaki sabía que de alguna manera estar con aquel sujeto le traería problemas. Pero no tenía otra opción, si quería devolver todo lo que el susodicho le había otorgado, tendría que aguantarse que Akihiko le enseñase.

 

Con una primera impresión pésima, y una segunda aún peor, no tardó en darse cuenta el nerviosismo que le causaba estar cerca de él. No sabía exactamente el porqué. Había algo raro en él, cada vez que lo observaba a los ojos sentía que era expulsado de su propia mente. Al principio no creyó que aquel flechazo pudiera ser real, siendo el escritor un hombre y además, estando enamorado de su hermano. Pero a pesar de ese manto frío que lo envolvía, supo después de un tiempo que el novelista también sentía lo mismo por él. Y que era más dulce que los caramelos que se devoraba de pequeño. Y que también era dependiente, caprichoso, mimado y prácticamente inútil. Pero ese flechazo había atravesado tan fuerte su corazón, que sabía que si las susodichas características desaparecían, nada sería lo mismo.

 

Aún así, estaba seguro que para Akihiko relacionarse con él sólo le traería problemas. Él era un chico normal que ni siquiera podía aceptar su propia homosexualidad y Usami era un hombre tan seguro, popular y exitoso que enamorarse de un niño nada más lo podría llevar al conflicto público. De todas maneras ninguno de los dos decidió ceder ante las consecuencias. Ambos tan ciegos y tan conscientes a la vez.

 

Sin embargo, así se amaron durante cuatro largos años. Así superaron obstáculos, se aceptaron mutuamente, se amaron. Y esa vida de pareja estaba acabando en este mundo.

_________

Akihiko le daba fuerzas, pero también le recordaba que él no era más que Misaki. No era ni exitoso, ni popular, ni divertido, ni interesante. Solamente era él.

 

Miró los ojos del escritor que se cubrían de lágrimas. Intentó susurrar un “te amo” pero no tenía control ni de su propia voz. Sintió los labios cálidos unirse a los de él y quizá fue lo último que sintió. Ya no habría problemas, ni sufrimientos, ni preocupaciones. La solución se dio por su propia cobardía de seguir viviendo. Usami sintió la lengua de su amante dormirse en su boca. Quiso buscar en aquel beso su propia muerte, pero no la encontró. Si uno de ellos iba a fallecer, lo harían juntos. Quizá no en el momento exacto, pero no tardarían en reunirse.

 

Akihiko llevó las pastillas a su boca con su única mano libre y las masticó con dolor. Así vio a Misaki irse entre sus brazos. A esa persona con la que alguna vez había soñado casarse, irse vivir a una casa más grande. Con la que había soñado comprarse una mascota, si el castaño lo quisiese. Con la que había soñado destapar su propia condición ante los medios. Con la que nunca se avergonzaría de pasear tomados de la mano por alguna avenida de Japón. Con la que tomaría un café en París frente la Torre Eiffel. Con la que descubriría la deliciosa gastronomía napolitana. Con la que haría todo lo que alguna vez deseó desde pequeño. Porque Misaki era el amor de su vida. Y Usagi era el amor de la vida de Misaki.

 

Pero de algo se sintió satisfecho; habían pasado el resto de su vida juntos. Y ahora, en unos segundos, el resto de su muerte.

 

FIN

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado =)

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