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Y así las cosas, un buen día llego una anciana a contar su historia.
Y esta es la historia que conto aquella anciana:
“Resulta mi principito, que como soy tan pobre, me gano la vida vendiendo leña que recojo del bosque. Ayer estaba recogiendo leña en el bosque, cuando me percate de que un caballo blanco iba a paso lento por el camino. Sobre ese caballo, mi principito, iba un jinete, sin riendas, sin montura, sin nasa. Y se me ocurrió seguirlo. Llego frente a una gran piedra y allí se detuvo. Relincho fuerte y la piedra se hizo a un lado, el caballo se metió en el hueco y comenzó a bajar y yo, mi príncipe, detrás de él. Y así llegamos a una gran cocina llena de hornos encendidos y sobre los hornos había grandes ollas que olían exquisito. Como yo nunca puedo comer cosas ricas, tome un cucharon y destape una de las ollas… ¡Cielo santo, mi principito! ¡Nunca debí hacerlo! Todas las ollas comenzaron a remecerse, gritando: “¡no te atrevas ni a probarnos porque somos la comida de nuestro rey! Muerta del susto, tape nuevamente la olla y pase a una sala vecina (N.A: En la frase somos la comida de nuestro rey se refiere a Ray). Allí había una hermosa cama con cortinas. Yo no sé lo que es dormir sobre un rico y blando colchón, ya que duermo sobre la paja. Quise probar como era dormir en una cama rica y me acosté en ella. Y la cama comenzó a sacudirse y me boto al suelo, gritando: ¡no te atrevas a dormir sobre mí, porque soy la cama de mi rey! Bueno, Salí a un maravilloso jardín donde había unas anchas gradas de mármol y, al final dos tronos. En eso escuche el trote de animales, de modo que me escondí entre las plantas. Y esos animales eran ocho machos cabríos. Aunque pobre, yo sé contar, y lo hice. Cuatro fueron subiendo por un lado de la escalera y cuatro por el otro lado, y cada uno se paro en un escalón. Entonces llego otro macho cabrío y subió hasta el final y al llegar donde estaban los dos tronos, se convirtió en un hermoso príncipe y los otros en caballeros. Todos comenzaron a llorar. Y es príncipe dijo con una voz muy triste: Si mañana mi buen amado no viene a buscarme, nos perderemos para siempre en las horribles moradas subterráneas. Y después de llorar, el príncipe bajo y bajaron también los otros. Volvieron a ser machos cabríos y se fueron trotando. En eso, llego el caballo blanco y lo seguí. Subimos por las escaleras de piedra y, al llegar arriba, salimos. El caballo se fue galopando y yo estoy aquí para contarte mi historia”.
Ray llorando de alegría, abrazo a la anciana y ordeno a sus doncellas que no solo le sirvieran una rica cena, sino que la instalaran en una regia alcoba con una mullida cama, pues la anciana se quedaría a vivir para siempre en el palacio.
Cumplidas sus órdenes, Ray salió corriendo en dirección del bosque. No bien llego a la espesura, vio al caballo blanco pasar por el camino y se fue tras él. Todo sucedió como la anciana conto.
Con tantas hambres atrasadas, Ray comenzó a probar los guisos de cada olla, y las ollas ronroneaban de contento. Pasó luego a la alcoba y se recostó en la cama, y esta comenzó a cantar una bella canción.
De pronto, escucho el trote de los machos cabríos y salió corriendo al jardín. Allí vio como los machos cabrios ocupaban su puesto en las gradas de las escalinatas y al llegar el último de ellos junto al trono, el principito corrió hacia él.
Entonces, resonó un coro de voces angelicales y el príncipe estrecho en sus brazos a su bien amado.
Todo el lugar se fue diluyendo y apareció el soberbio palacio del príncipe con toda su corte.
De inmediato, fue enviado un mensaje al rey Brooklyn con la feliz noticia. A los pocos días, los esposos fueron de visita y todo el pueblo y cinco que los príncipes vecinos, con sus respectivas parejas, fueron invitados a Hi-Tari. Luego de una solemne ceremonia en honor del ser de la montaña, los festejos duraron días y días.
Al volver a su reino, Ray llevo consigo a su nana y a la anciana, ya que gracias a ella el hechizo se había roto para siempre
Fin……