Corría, corría sin descanso por toda la ciudad, y aunque fuera de noche y además estuviera lloviendo, a él no le importaba nada, de hecho ni el darse cuenta de que no sabía dónde estaba le preocupaba. Ya nada tenía sentido para él en la vida.
Llegó hasta lo alto de un edificio abandonado y subió hasta la azotea, pero cuando llegó hasta el último peldaño que conducía hasta su objetivo, se detuvo y se sentó a recuperar el aliento, mientras recordaba que era lo que había pasado para haber acabado así:
Estaba en su habitación encerrado, la verdad es que se había encerrado para así no tener que ver la cara a su hermano, porque sabía que si lo hacía seguramente le besaría delante de Georg y Gustav, y eso él no lo quería.
Sentado en su cama decidía que era lo mejor que podía hacer: si encarar a su hermano y decirle de una vez por todas, todo lo que sentía, o ser un cobarde y guardarse una vez más en su corazón sus sentimientos… al final decidió armarse de valor y confesarle a Tom sus sentimientos hacía él, no podría guardarlos en su corazón eternamente, se levantó decidido de su cama, se despejó, y salió sin hacer mucho ruido de su habitación hacia la de su hermano, tocó a la puerta y esperó hasta que escuchó un leve “pase”. Así que armándose de valor entró, y se encontró a su hermano recién salido de la ducha y con una toalla en la cintura, sintió sus mejillas enrojecer de la vergüenza, pero no por eso dejó de admirar su cuerpo tan bien formado.
—Si estás muy ocupado puedo venir en otro momento—dijo inseguro, y en el fondo con ganas de que Tom le dijera que sí, que lo mejor sería que volviera en otro momento, o algo por el estilo.
—No, no pasa, pasa—, dijo Tom y Bill se sintió un poco decepcionado, pero aún así atravesó la habitación y se sentó en la cama de su hermano—Y bien—dijo Tom— ¿cómo es que has venido?
Bill se sentía muy nervioso, ya que le tenía que confesar a su hermano que era gay además de decirle que estaba enamorado de él. Intentó darse ánimos, pero sabía que esa vez no funcionaría nada de lo que hiciese… al final decidió que era mejor decírselo de una buena vez y afrontar las consecuencias.
—Tom soy gay.
Tom, que estaba decidiendo que ponerse mientras esperaba a que su hermano hablara, cuando escuchó la confesión de su hermano se le cayó la ropa al suelo, se había quedado en shock, no, no podía ser que los rumores acerca de la homosexualidad de su hermano realmente fueran ciertos…
—No, no… esto no puede ser… tú no puedes ser un marica, Bill. Dime que no es verdad, por favor—dijo lo último con voz queda, y a Bill se le estrujo el corazón.
—No puedo, no me voy a pasar toda mi puta vida fingiendo algo que no soy, diciendo y haciendo lo que la sociedad espera de mí, no sintiéndome a gusto conmigo mismo… —Bill empezó a llorar, sabía que lo que vendría a continuación le traería terribles consecuencias, pero estaba realmente decidido a afrontarlas.
Tom no dijo nada, simplemente le abrazó, odiaba cuando su hermano lloraba, y no es que entendiera el hecho de que fuera gay, pero tenía que asegurarle que él estaba allí para lo que quisiera, y que si era gay, pues lo seguiría queriendo igualmente, eso no cambiaba nada de nada entre ellos, ¿verdad?
—Yo… yo… Bill lo siento, no quería reaccionar de esa forma, es sólo que me has pillado por sorpresa, ¿vale? Sólo recuerda que yo siempre estaré aquí para ti—. Le dijo. Esperaba que eso funcionará para hacer que su hermano dejase de llorar.
Bill al escuchar que su hermano no tenía asco de él, decidió que le confesaría su otro gran secreto:
—Aún hay más, Tom… yo… yo te amo.
Ahora sí que Tom no daba crédito a lo que su hermano le decía, ¿no podía hablar en serio, verdad? Seguro que era una broma, o más bien una pesadilla, y en cuanto se despertara estaría cómodamente estirado en su cama, y en su casa. Quería convencerse de ello.
Bill mientras tanto estaba esperando una respuesta, quería saber que era lo que estaba pasando por la mente de su hermano, vio como lentamente su hermano deshacía el abrazo que antes le había dado, y sintió frío como si una corriente de aire hubiera llegado directamente a su corazón. Decidió acabar con ese silencio tan incómodo que se había instalado en la habitación.
—Tom… dime algo, por favor dime algo…
— ¿Y qué quieres que te diga Bill? ¿De hecho que querías que te dijera cuando te me has declarado—dijo las últimas palabras con repulsión, y ahí el corazón del pelinegro se rompió—, que yo también te amaba? ¿Qué podríamos ser novios? Venga Bill, no me hagas reír por favor, bien querías una contestación, te digo que eres un enfermo, un monstruo, amarme así está mal, no ya por el hecho de ser hombres si no por ser hermanos… o que me avergüenzo de ser tu hermano y de compartir la misma sangre…
Y ese fue el detonante para coger sus cosas y salir corriendo de casa, ni siquiera se paro cuando oyó como Gustav lo llamaba simplemente siguió corriendo como alma que lleva el viento.
Y ahora se encontraba allí en ese sucio edificio, pensando en que podía hacer ahora con su vida, de hecho esta ya no tenía sentido, ya no había nada por lo que preocuparse, nada en lo que pensar…
Decidió acabar con ella, total, ya no habría nadie que se preocupara por él, tal vez sus padres lo llorarían un tiempo, pero después se sentirían mejor sin él, al igual que su hermano que ya que se avergonzaba de él, le haría mucho mejor la existencia y justo en ese mismo momento saltaría desde la azotea que estaba detrás de esa puerta hasta el suelo para quedar hecho añicos, del mismo modo en que había quedado su corazón luego de que Tom le despreciara. Así pues, salió hacia la azotea afuera aún llovía, se dirigió con lágrimas en los ojos hacia el final, se quedó en la punta muy quieto, tuvo un último pensamiento: “Tom, te amo” y se tiró hacia el suelo.