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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

Holaaaaa a todos!!!!!!!!! Jamás pensé que llegaría al cap veinte y lo he logrado.

Feliz Veintecap aniversario para mi!!!!!!!!! (estoy loca, no prestéis atención)

Muchas gracias por todo.

Parecera algo nostalgico (¿lo es?) pero ya cambiaran las cosas.

X♥

Draco Malfoy pasó al lado de Harry Potter, con infinita indiferencia hacia él, cosa que causó en el Gryffindor un dolor físico.

- ¡Mira, Increíble Huron Saltarín…! - rugió Ron, pero Hermy le detuvo por el brazo y le hizo un gesto negativo.

- Ignóralo, Ron. Esta serpiente no vale la pena.

- ¡Oooooh! - exclamó Draco, en un gesto de alegre sorpresa, llevando sus manos a su boca abierta, en una perfecta O, mirando de uno a otro a todos los presentes. - ¡La Comadreja tiene novia! ¡Y no le deja darme mi merecido! Buuu, buuu, que triste me hace eso. Ve que te compadezco - dijo el Slytherin, cambiando su alegría por desprecio. - Pero eso te ha pasado por elegir una sangre sucia e inmunda…

- ¡¡Draco!! - masculló Harry, incapaz de controlarse.

-¡¡No vuelvas a llamarme por mi nombre!! - exigió Malfoy encarando a Potter, la mar de cabreado.

- Cierto, Harry - apoyó Ginny - ¡Deberías lavarte la boca después de pronunciar esa mierda!

- ¡Tú no te metas, asquerosa Comadreja Menor!

- ¡¡Vuélvela a insultar y pasaras navidad en la enfermería!! - amenazó Ron, con las orejas completamente rojas.

- ¿Draco? - llamó una chica desde la puerta, atrayendo momentáneamente la atención de todos -. Sabía que te encontraría aquí, cariño.

Pansy Parkinson, con su elegante altivez, penetró en la estancia con un, apenas descifrable, gesto de repugnancia, levantando el dobladillo de su túnica rosa pálido, para que no se ensuciara con los excrementos de las aves.

- En un momento termino, querida - aseguró el rubio con una voz formal.

Harry no pudo evitar sentir una oleada de celos hacia la muchacha. ¿Por qué coño se atrevía a llamar querido a su esposo? Recordaba perfectamente como, cuando iban en el Expreso de Hogwarts, antes de que el rubio le chutara la nariz, Draco había recostado su cabeza sobre las piernas de Parkinson, y ella sonreía como tonta mientras le acariciaba los cabellos. Y la verdad era que Malfoy tenía pinta de estarlo disfrutando…

Era mejor que la muchacha no se tomara tantas libertades con el rubio o cualquier día de estos podría amanecer descuartizada por un esposo furioso.

Draco era de Harry y de nadie mas.

Vale, Draco no lo sabía… No, no lo recordaba, pero pertenecía a Harry en cuerpo y alma.

Pansy contempló la escena, indiferente y antes de darse la vuelta, sus ojos reposaron en el moreno de gafas. Al instante sus labios, de un rojo pálido, se ensancharon en una sonrisa que a Harry le pareció subversiva.

- Vamos, cariño - apremió la muchacha, guiñándole, descaradamente, un ojo al moreno -, Aquí apesta a mierda… Ah, y a excremento de lechuza.

Draco escupió una risita nada tímida y se acercó a una de las vigas donde esperaba una lechuza de un blanco casi azulado, y sacó de su bolsillo una carta que puso en la pata del ave.

- Mansión Malfoy - indicó el rubio y el ave se echó a volar de inmediato.

El muchacho regresó sus pasos a la puerta, donde le esperaba su amiga, sin dignarse a agregar nada mas, pero dedicándole una mirada de ángel cruel a Potter.

Y Harry tuvo una idea, como un flechazo, que se permitió ejecutar.

- Malfoy ¿conoces la historia de Mercedes y la Rana de Chocolate?

Harry lo notó.

Notó como el rubio se tensó y vaciló su paso, pero enseguida se repuso y, sin detenerse cogió a Pansy por la mano y la guió hasta perderse de vista.

- Yo le conozco - informó Luna, risueña. - Es un cuento muy bonito y triste. En el año XVIII, número uno del Quisquilloso, mi padre ha puesto un compendio de los mejores cuentos infantiles - explicó, caminando hacia la puerta -. Por cierto, ¿sabéis que el excremento de lechuza hace crecer la barba? Yo no lo he probado, pero creo que el profesor Dumbledore sí. ¿Habéis visto ya su gran bigote?

Luna Lovegood no era una cerveza de mantequilla, ni una bebida alcohólica, pero muchos coincidían en que un exceso de ella llegaba a causar los mismos síntomas que una de aquellas. Y poco tenía que ver el fuerte aroma a fresas y lavanda que la envolvía y que, según ella, atraía a los Gerumbli Gardensi, pero la combinación podía ser fatal.

El mas afectado de todos solía ser Michael Corner, quien se sentaba a su lado. Por suerte para los demás, estaban lo suficiente mente lejos de ella durante las clases, como para que el olor menguara. Pero al pobre Corner la situación le afectaba. Incluso comenzaba a temer que las tales criaturas esas, lo atacaran en cualquier momento. Y le importaba una mierda que una mordidilla de ellos le diera “dones increíbles” como aseguraba la “loca esa.”

Pero regresando a Luna, era la mas pequeña del quinto curso y menudita como nadie. Su cabello solía ser un desastre y sus ojos azules, grandes y brillantes, llegaban a conmocionar si no se miraban con el debido cuidado, ya que en ellos parecían encontrarse las respuestas a todos los misterios del universo. Cuando llegabas a acostumbrarte a ella, descubrías que el choque inicial era pasajero y al final la redescubrías como una inofensiva muñequita de cristalera, con sus perennes mejillas sonrojadas y sus “locuras” te resultaban meras excentricidades. Aunque quizá, lo peor era su conversación: podía sacar una charla de cualquier cosa. Incluso podía darte todo un monologo del por qué las cucharas son cóncavas y a veces convexas. Monologo que incluía porción áurea,, universos paralelos, bombas fétidas y quidditch.

“Todo depende del ángulo en el que se mire” concluía dos horas después.

Los profesores, sí, sobre todo Severus Snape, le temían. Apenas verle entre la multitud de estudiantes en los pasillos entre clase y clase, se volvían hacia la pared mas cercana y fingían sostener una importantísima charla con los ladrillos.

Advertencia: Nunca mencionar delante de Luna Lovegood que los Bibblers Maravillosos y los Snorkack de Cuernos Arrugados no existen.

Después de veinte minutos de esperar a Luna y a Neville, junto al lago (Ron y Hermy se habían escondido tras un árbol y parecían no recordar que la naturaleza no incluía hechizos silenciadores) y platicar con Ginny sobre quidditch, por fin el moreno vislumbró una cabellera rubia avanzando hacia ellos como si el terreno fuera de lo mas accidentado (Harry sabía que solo era el modito de andar casi saltando de Luna) y a su lado, mas arriba, una cabellera negra que se deslizaba pasivamente.

Cuando llegaron hasta ellos Potter se dio cuenta que la muchacha llevaba en la cabeza un tocado de seis frágiles plumas de azúcar que se deshacían con el viento, en un polvillo de cristal escarchado, que le conferían el aspecto de un hada del invierno. Entre sus brazos, a la altura del pecho, había un grueso ejemplar de El Quisquilloso, perfectamente conservado.

- ¿De dónde has sacado eso? - quiso saber Ginny, señalando a la cabeza de la rubia.

- Oh, es un regalo de Neville - contestó Luna, alegremente, sentándose sobre el tronco de un roble caído. - Me la ha obsequiado por que está colado por mi - añadió con inocencia, cosa que causó un rojo encendido en las mejillas del aludido.

- ¿Gustáis? - preguntó Longbottom, invitándoles a coger una torta en forma de caldero de un empaque anaranjado.

Harry intuyó que trataba de distraerles.

Ginny cogió una, dirigiéndole una sonrisa cómplice al muchacho avergonzado y se sentó junto a Luna. El moreno cogió otra y la mordió, contemplando a ambas chicas que se habían puesto a susurrar y a reír animadamente. Harry no tenía la gana de saber de qué o de quién.

Neville, por su parte, no quería levantar su vista de su torta, aun sonrojado.

- ¡¡Ron, Hermy!! - llamó Ginny, con una risa maliciosa - ¡Dejad de hacer cualquier cosa indecente que estéis haciendo y venid!

Potter se sentó junto a Luna, en el tronco, y Neville hizo lo propio sobre el pasto.

Luna Lovegood abrió la revista con un respeto manifiesto, pasando sus delicados dedos por las letras y trazos de cada pagina.

- “La Sombra en el Cajón,” “El Espejo Marcado,” “El Boggart asustado con una taza de té en la cabeza,” - leía mientras pasaba las hojas - “Cazando sombras en el puente de azulejos,” “La bestia en el muro rojo” “Mercedes y la rana de chocolate”… ¡Esta es! - anunció innecesariamente, mirando a Harry. - ¿quieres que la lea, Harry?

- Por favor.

- Vale - Luna se aclaró la garganta sonoramente y se reacomodó sobre el tronco, con los pies bien plantados en el suelo.

“Mercedes era una princesa de un reino mágico situado mas allá del anochecer. Para entrar en el debes abrir tu pecho y mostrar tu corazón. Si es puro, las puertas te serán abiertas de buen agrado. Si es negro, entrarás, pero jamás saldrás…

“La princesa Mercedes nació una noche de luna negra. Una noche en que el cielo era un abismo sin luz.

Desde temprana edad, los sanadores reales descubrieron que era alérgica a las ranas de chocolate. Podía comer cualquier chocolate, a excepción de las ranas. Al parecer la magia de la que estaban hechas lastimaba su propia magia. Los sanadores que la atendían, informaron a la familia real que si un día llegaba a comer una sola, moriría.

“Desde ese momento, sus padres le tenían prohibidísimo acercarse a una de aquellas golosinas y de igual manera, el reino entero estaba bajo un régimen estricto respecto a las ranas de chocolate.

Mercedes, que jamás había conocido una sola de aquellas golosinas, toda su vida se sintió vacía, como si algo muy importante le faltara, aunque no sabía qué. Se pasaba largas horas contemplando las estrellas, consultando runas, oráculos, horóscopos, astrólogos y diversas manifestaciones del destino y la fortuna, pero jamás encontraba la respuesta - Luna interrumpió un momento su sutil voz para admirar el dibujo encantado de la princesa Mercedes, que había sido plasmada con hermosos trazos azules, en un fondo negro, contemplando las estrellas. - Se sentía vacía. Sentía que la vida no tenía sentido - continuó con un tono de voz triste. - No lograba comprender ese vacío que la atormentaba día y noche.

“Un día, cuando la princesa estaba por cumplir dieciséis años, un viajero desconocido la encontró a la orilla de un lago. El hombre, que no tiene mas relevancia en esta historia que el de dar un presente a la hermosa jovencita, se disolvió en el atardecer, con el sol.

“Mercedes contempló el presente de aquel extraño: una pequeña caja adornada con encajes, seda y piedras preciosas. Desenvolvió el paquete y descubrió una caja de cristal que contenía un anfibio achocolatado. “Emocionada, corrió a donde su madre para enseñarle el objeto. La reina, apenas verle, arrebato la caja de manos de su hija y la arrojo contra el suelo. Se acercó a su hija y la abrazó con fuerza, temerosa.

“La princesa, que no entendía el por qué de la actitud de su madre, observó su obsequio destrozado en el suelo. Era como si de pronto no fuera sino su corazón el que estaba hecho añicos.

“Mercedes preguntaba a su madre pero no recibía respuesta. Preguntaba a su padre y solo recibía silencio de sus labios.

“Desde ese momento su vida se volvió mas gris. Las horas se estiraban hasta volverse días, semanas, años y nada parecía tener importancia. Su corazón le decía a Mercedes que el hombre del que había recibido el obsequio era la respuesta a todas sus incógnitas.

“Así que, una noche sin luna, como la misma en la que había nacido, escapó de palacio en busca de tal hombre. Anduvo de aldea en aldea, de pueblo en pueblo, preguntando, buscando pero jamás encontró al hombre.

“Derrotada, decidió regresar a casa. Cogió el camino de vuelta cuando descubrió a una pequeña niña con una canasta llena de flores, que ofrecía a un Knut la pieza.

“La princesa no quería flores, pero la niña insistió con una sonrisa hasta que la convenció. Mercedes compró toda la canasta de flores y como agradecimiento, la niña extendió sus manos hacia ella: en sus palmitas había una rana de chocolate.

¿Para mi? preguntó, y la niña asintió.

“Mercedes cogió el objeto, de pronto temblorosa. Era como si el cielo le abriera las puertas en aquel trozo de chocolate mágico. Como si un preciado tesoro llevara, se escondió en un viejo molino y admiró largamente ese pequeño pedazo de muerte que tenía en las manos. Y lloró de felicidad. - En ese punto del relato, la voz de Luna tembló, anticipándose a lo que vendría. - Cayó la noche sin que ella mostrara mas interés en algo que no fuera su chocolatina, y pronto descubrió que no le bastaría observarla.

“Decidió morderla…

“Y fue como visitar el cielo en un día de feria, y fue como convertirse en estrella y resplandecer en la oscuridad.

“Cuando sus padres la encontraron la princesa estaba muriendo.

“Su madre, sollozante, se acercó a ella y la cogió en sus brazos. Beso sus cabellos, su frente, sus mejillas y dijo: Hija mía, mueres por mi culpa. Jamás debí callar. La princesa llevó sus dulces ojos a su atormentada madre y respondió: No es así, madre. Desde el día que nací supe que este momento iba a llegar, solo que lo había olvidado. Este ha sido mi destino desde siempre. No lloréis por mi - dijo a su padre, que la veía contristado. - Que nadie llore por mi, pues hoy por fin soy feliz…

“Tras un repentino silencio, la muchacha cerró la revista y contempló a Harry que se notaba conmocionado.

- Eso es horrible - repuso Hermione, ahora detrás de Luna, poniendo los ojos en blanco.

- ¡Claro que no! - rebatió Lovegood, poniéndose de pie para encarar a la castaña. - ¡Es una hermosa historia!

- ¡Por supuesto que no! - insistió Hermy - ¡La persona que la escribió debió ser alguien mentalmente desequilibrada! Ni siquiera tiene moraleja.

- ¡Claro que tiene! - defendió Luna.

- ¿Y se puede saber cual es? - preguntó Hermy, con los brazos en jarras.

- Pues… eh… umm…

- ¡¿Lo ves? Ni siquiera tú, que eres tan soñadora, puede encontrar sentido a esa cosa! - resopló Granger.

- La moraleja es que, por mas que te escondas, jamás podrás escapar de tu destino - concedió Ginny, con sus marrones ojos en Harry, y la Encantadora Lunática le sonrió en agradecimiento.

Amado hijo:

Po…tter Po…tter Po…tter

Po…tter Po…tter Po…tter

Te extraño enormemente. Pero eso es lago que tú ya sabes.

Siento como si hubieran pasado siglos desde

Po…tter Po…tter Po…tter

 

Po…tter Po…tter

Po…tter

La ultima vez que te he escrito (sí, ya sé que ha sido apenas ayer). Y es que me haces mucha falta. Me siento tan sola sin ti y tu padre. No, no voy a hablar de él. Ya sé lo mucho que te molesta

Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter

Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter

Que lo haga.

¿Recuerdas al señor Garabato? El gato de la Casa Azul.

Ese que es amarillo

Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter

Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter

Mostaza y que cada vez que ve a Peter Pewttigrew le salta encima para morderlo (fue cómico las primeras quince veces… No, lo cierto que sigue siendo cómico). Anoche se ha subido a nuestro viejo roble intentando dar caza a una lechuza o un cuervo, no le he prestado interés, y se ha atorado

Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter

Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po…tter Po….tter Po…tter

Entre las ramas.

Se ha pasado toda la noche

Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter

Maullando como loco y, aunque le he lanzado un Silencio, el solo imaginarle maullando, me ha impedido dormir.

La casa

Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter Potter

Se siente tan sola sin ti, que la siento infinita.

Quisiera que estuvieras aquí.

Te extraño mucho, y sé que tú también me

PotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotter

Necesitas.

Lo sé. Mi corazón de madre me lo dice.

Tuya.

Tu madre que te ama.

Draco Malfoy dobló la carta de Narcisa Malfoy y la guardó con cuidado en el bolsillo de su túnica.

Era la cuarta vez que intentaba leer y apenas ahora había logrado entender un poco.

No se podía concentrar.

No con esa lluvia tan molesta que comenzaba a caer.

¿Por qué la lluvia tenía que pronunciar le nombre de Potter?

¿Por qué se lo evocaba?

PotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotter

PotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPótterPotterPotterPotter

PotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotterPotter

En realidad solo era el sonido de la colisión de las gotas de lluvia sobre el tejado de la torre de Astronomía. No era como si el agua supiera hablar. Aunque conocía un raro hechizo que…

Y por si fuera poco, el olor a jazmín del pergamino de la carta de su madre, le recordaba muy estúpidamente el beso que Potter se había atrevido a darle en el baño del sexto piso.

Y esa pregunta acerca de Mercedes y las Ranas de Chocolate… ¿de que iba?

¿Por qué de pronto los abrazos, los besos y esas raras miraditas? ¿Estaba alucinando? ¿Estaba viendo lo que quería ver? Era por ese temor que ni siquiera se había atrevido a mencionarle a su amiga el hecho ocurrido en el baño. Del sueño, ni hablar. Pero necesitaba sacarlo. Lo tenía en el pecho, bien clavado. Y pensar que hacía un escaso día Potter le importaba muy poco.

Y se resistía a reconocer que la rabia que había sentido cuando la comadreja Menor defendió a Potter, era absurdamente parecida a los celos.

Draco no tenía por que sentir celos.

No de Ginebra Weasley.

Si su interés romántico era Harry Potter, allá ella.

Y si el interés romántico de Potter era Ginny Weaslwy…

No debería decirlo, pero aquel pensamiento le aceleraba el pulso.

Recargado contra la pared de piedra, suspiró y contempló a Pansy, quien estaba unos pasos mas allá, directamente frente al parapeto, con las manos hacia afuera, recibiendo el gentil goteo de la lluvia en ellas.

- ¿Qué te comenta tu madre? - preguntó Pansy, sin mirarle. Sus ojos estaban perdidos en el cielo gris.

- Lo de siempre: cualquier nimiedad - respondió el rubio, acercándose a ella por detrás. Estiró sus brazos alrededor de los hombros de Pansy y colocó sus manos junto a las de ella. El agua estaba helada -. Esta vez el señor Garabato se ha atorado en un árbol y no le ha dejado dormir.

- ¿Quién es el señor Garabato? - inquirió Pansy, sonriéndole.

El rubio le devolvió la sonrisa.

- El Gato de la Casa Azul.

Pasaron los minutos sin que alguno de los dos cambiara de posición, acogiendo la lluvia, que causaba pequeños charquitos en sus acunadas manos, disfrutando de un momento de paz.

Draco sabía que al salir de ahí, ese mundo mágico se evaporaría y quedaría solo aquel mundo frío y caótico en el que él era un Mortífago planeando la muerte de un gran hombre.

- Sabes… - Pansy rompió el silencio -. Potter…

- Oh, no hablemos de él, ¿quieres? - pidió el rubio, incomodo. Ya le era suficiente con esa tonta lluvia que insistía en recordarle su nombre.

- Solo quería hacerte saber que no te odia.

Vale, eso merecía su atención.

- ¿De que hablas?

- Pensé que no querías hablar de él…

- ¡Pansy, no me hagas empujarte ahora mismo! Sabes que puedo alegar demencia temporal y salir en dos meses del Instituto del Estudio de Problemas Mentales y Psicológicos de Londres Mágico.

- Vale, vale. Deja apartarme un poco de aquí. No vaya a ser en serio. Además tengo las manos caladas.

Draco rió y se alejó de la muchacha, secando las manos de ambos con un hechizo.

- Gracias, cariño - dijo Pansy, frotándose las manos -. Pues nada, que le he estado al pendiente desde ese… abrazo, y es muy rara la forma en que te mira desde entonces - explicó recargándose en la pared, del otro lado del ventanal - .Solo puedo decirte que es como si se perdiera en ti.

Malfoy, ahora frente a la muchacha, frunció el ceño y sonrió incrédulo.

- ¿Cómo si se perdiera en mi? - replicó con acritud. - ¡Venga, querida! Si quieres contar chistes espera a San Valentín.

En un inesperado paroxismo de furor, la muchacha regresó al parapeto y dio saltitos de alegría.

- ¡Draco, Draco! - llamó, haciendo aspavientos.

- Pareciera que has visto a Snape - se mofó el rubio, pero cuando vio que la muchacha se tensó, borró su sonrisa. - Oh… es él ¿cierto?

Sus ligeros pasos crujieron suavemente en el piso de madera hasta que cesaron. Malfoy, junto a Parkinson, contempló al profesor Snape andar bajo la lluvia, en dirección a la puerta del castillo.

Seguramente se habría presentado a alguna reunión imprevista con el Señor Tenebroso. Pero eso era lago que su amiga no necesitaba saber.

Pansy suspiró largamente y Draco le cogió una mano cariñosamente.

- He querido olvidar que existe, Draco - dijo ella sin apartar au vista del hombre de negro bajo ellos, hasta que se perdió tras la puerta -. Sabes que sí - continuó, ahora con sus ojos en los de Draco -, pero es algo tan imposible como querer vivir sin respirar.

El rubio acarició con ternura la pálida mejilla de su amiga.

Lo sé, Mercedes - susurró en tono consolador -. Lo sé perfectamente.

- ¿Qué haremos conmigo? - preguntó sin soltarle.

Draco la estrechó con mas fuerza mientras pensaba y al fin dijo:

- Siempre podríamos ir a Sortilegios Wesley y pedirles al par de gemelos ineptos que te den una poción envejecedora. Cincuenta años no te vendrían mal…

- ¡Idiota! - exclamó la Slytherin con falsa indignación, golpeando el brazo de Malfoy.

- Por eso decía que es una muy mala idea.

Draco y Pansy rieron mientras la lluvia, allá afuera, seguía rezando el nombre de Potter y el cielo se oscurecía cada vez mas, comprometido para toda la noche.

 

Extraño todas las caricias que nunca hiciste a mi piel…

Los besos que me diste cuando no estabas conmigo…

 

 

 

 

Hermione leyó las líneas en el marco del libro de Elaboración de Pociones avanzadas de Harry Potter.

Líneas muy extrañas si se le permitía decirlo.

Hacía unas semanas que Harry Potter no era el mismo.

Y se atrevería a decir que su amigo había cambiado desde ese dichoso paréntesis temporal del que habían hablado ya hacía tiempo y que Harry no había querido volver a comentar.

Jamás lo preguntó, pero siempre tuvo curiosidad de saber cómo habían sobrevivido juntos, Harry y Malfoy, sin matarse mutuamente.

Avanzaba hacia la torre de Griffindor después de una doble clase de Pociones, y llevaba consigo el libro de Harry que se había olvidado por salir a las prisas, como hacía últimamente. Obviamente, algo estaba pasando con el muchacho. Antes jamás se hubiera separado ni un segundo de su libro.

El castillo se preparaba para recibir la noche. Y velas y lámparas encantadas encendían sus luces por doquier.

Multitud de cosas le venían a la mente respecto a su mejor amigo y ese dichoso paréntesis.

Pensar era lo que le venía mejor, así que confiaba en que pronto encontraría la respuesta del por qué de la actitud de Harry.

Ella nunca había oído hablar de un paréntesis temporal, sin embargo le sonaba lógico. No iba a profundizar en los misterios universales por que en ello se le iría la vida, pero tampoco podía ver como su amigo, casi su hermano, se consumía poco a poco con algo que no lograba comprender.

Hermy sabía que el problema de Harry incluía a Draco Malfoy, si no era que radicaba en él.

No le había pasado por alto aquel sorpresivo abrazo al Slytherin tras regresar de su viaje, y por un momento a Hermy le pareció que Harry iba a besar al rubio, pero se lo atribuyó a imaginaciones suyas. Ahora que lo pensaba mas detenidamente…

No.

¡No podía ser!

Debía estar delirando.

No podía ser que Harry…

Eso sería una leche.

Pero es que, no todos los días Harry andaba abrazando a su enemigo numero uno en Hogwarts… Vale, el numero dos, por que Snape no cedería tan fácil la corona. Pero, regresando a lo importante, Harry no iba abrazando a Malfoy por los pasillos como si fuera el centro de su universo.

O por lo menos de su existencia…

No, Harry no estaba imprimado de Malfoy.

Definitivamente debía dejar de leer novelas sobre vampiros y hombres lobos que se enamoran de la misma chica.

Debía calmarse y observar.

No llegar a conclusiones precipitadas.

Con un profundo suspiro, Granger recordó la charla que había mantenido apenas el día anterior con su amigo.

Estaban sentados en la sala común de Gryffindor, solos por que su novio había ido al baño y la castaña tuvo la impresión de que el moreno estaba esperando esa ocasión para hablar con ella a solas.

“- Hermy… ¿Un hombre…?”

El muchacho no dijo mas. Parecía agobiado. Se dejó resbalar del sillón hasta quedar sentado sobre el piso y

abrazó sus rodillas.

Cuando Hermy hizo lo propio, descubrió que su amigo estaba de un rojo jamás visto, y sonreía, apenado.

“- Harry, sabes que puedes decirme lo que quieras ¿cierto? -

animó. - Cualquier cosa.”

Potter sonrió y palmeó una de sus rodillas, asintiendo.

Aspiró todo el aire que pudo y le soltó: - ¿Un hombre puede concebir?

“- Bueno… Hay cierto tipo de hombre que… ¡¡Harry, ¿no me dirás que tú… ? ¿Qué estás…?”

“- ¡¡No, no!! - dijo el muchacho aun mas rojo.”

“- Bien - dijo Hermy, abanicándose furiosamente con la mano. - Te diré: Hay hombres y mujeres que cuentan con ambos aparatos reproductivos. Tanto masculinos como femeninos. He leído que en el caso de los hombres, la inseminación se lleva acabo por el conducto anal… - Hermy ya no sabía con que echarse aire. - y al momento de la excitación sexual crea un conducto que interviene en el original y conecta con el aparato reproductor femenino… Pásame ese pergamino ¿quieres? Gracias.

Harry tenía cara de no haber entendido nada o de estar tan conmocionado como ella por la charla que acababan de sostener y que el aire que hacía el pergamino no era suficiente para disipar.

Pero la castaña no había tenido tiempo de preguntar nada por que justamente en ese momento llego Ron y a Hermy le pareció tan mala idea el continuar, como debió parecerle a su amigo.

Bueno, eso era solo un eslabón mas en la loca y enigmática vida de su amigo.

Habría que esperar a ver las señales.

Si le crecía el vientre ya sabría por donde comenzar.

La castaña observó el pasillo por el que avanzaba, antes vacío, ahora un grupo de Slytherin avanzaba hacia ella. Entre ellos Draco Malfoy, que se notaba ido.

Y quizá también por donde terminar…

Notas finales:

Disculpad mi falta de ingenio con lo de los Mpreg, soy nueva en el campo y una completa ignorante.

Oh, y con Mercedes...

Besitos.

Os quiero.


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