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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo: Holaaaaa a todos!!!!!!!!!!! Ya casi acabamos el fic, no hay por que preocuparse. Unos caps mas.
Gracias por seguir aqui!!!!!!!!
Un Día Cualquiera En La Vida De Draco Malfoy






Draco Malfoy nunca había pensado en el amor. No tenía tiempo para esas cursilerías.
Tenía tiempo para odiar, para planear asesinatos, para cocinar…
A veces tenía tiempo para hacerse una paja. Había ciertas ocasiones en que su cuerpo despertaba con ciertas necesidades como sin duda lo era aquella mañana, que era mejor satisfacer o hacer uso de una ducha fría si no quería pasar todo un año castigado.
En rara ocasión Draco prefería la primera opción, y aun así, cuando se masturbaba, jamás tenía en mente a alguien o algo. Vale, alguna vez pensó en chocolate. Pero eso era normal ¿no? Pensar en algo que te gusta mucho cuando te pajeas… Eso hacían los adolescentes normales: pensar en sus gatos, en sus maestras. Draco pensó en chocolate y fue solo una vez.
A demás era mucho mejor que pensar en Harry Potter mientras te autosatisfaces. Puedes pensar en Harry Potter cuando estas planeando una masacre masiva de una sola victima, que en este caso sería Harry Potter. O puedes pensar en Harry Potter mientras estrangulas una almohada, o en el mejor de los casos, al mismo Harry Potter en persona. Puedes pensar en Harry Potter cuando escupes sobre una foto en un estúpido ejemplar de El Profeta que como siempre ha escrito puras estupideces como el propio Harry Potter.
En Fin, a Draco se le ocurrían trillones de momentos adecuados para pensar en Harry Potter, pero definitivamente el peor de todos sería mientras te pajeas.
Absolutamente y para nada, debía imaginar que la mano que recorría con suavidad su enhiesto miembro, no era la suya sino la de Harry Potter. Y tampoco debía imaginar que mientras esa mano que no era la suya adquiría un movimiento mas violento, los labios de Harry Potter recorrían los suyos con mordiscos y lametones. Tampoco el hecho de pensar que la mano libre de Potter recorría su desnuda espalda hasta llegar a sus redondos glúteos y estrujarlos con deliciosa rudeza, debería hacer que el pulso se le acelerara de tal forma que parecía que sus venas se reventarían en cualquier momento. Mucho menos el hecho de imaginar que aquellos sutiles labios ahora estaban en la punta de su miembro debería ocasionar que sus piernas temblaran. Pero sobre todas las cosas, jamás de los jamases, tal imaginación debía llevarlo a correrse y gemir el nombre de Harry en el mero clímax de su osadía.
Agitado ,y ahora sudado, Draco se maldijo en voz alta por permitirse llagar tan lejos.
Pero era obvio que algo como aquello pasara: llevaba casi tres semanas, con todas sus noches, soñando al salvador del mundo mágico. Y no eran precisamente tiernos sueños.
Se metió a la ducha ansioso, y como si acabara de contraer alguna inmunda y mortal enfermedad en la piel, talló con fuerza hasta que esta quedó roja, a punto de sangrar.
Por que definitiva y absolutamente, pensar en Harry Potter en un momento tan intimo, era a todas luces, un claro indicio de haber perdido la razón.
Lo cual significaba que su estúpido terapeuta no estaba haciendo bien su trabajo y los galeones que su madre gastaba en la terapia se iban a la mierda, joder.
De momento, Malfoy no quería preocuparse con eso. Tenía un sinfín de cosas que hacer y sabía lo fácil que podía obsesionarse con cualquier gilipollez y Potter encajaba perfectamente en aquella definición.

Pansy Parkinson tocó a la puerta y sin esperar respuesta entró en la pieza, observando en todas direcciones en busca de su preciado Rey Plateado.
No le fue difícil encontrar a Draco parado junto a la cama, admirando sobre su mano una rana de chocolate.
Era raro que el rubio estuviera contemplando en lugar de estarla degustando.
Draco Malfoy era un tío devorarranasdechocolate.
- Buenos días, cariño. ¿Cómo has dormido?
El rubio suspiró y se volvió a su amiga, que caminaba hacia él, con gesto cansado.
- Un poco… molesto - respondió. - Los vértigos no cesan, ni las nauseas matutinas.
Pansy le abrazó por la espalda, cariñosamente.
Su amigo le preocupaba en serio. Ultimamente solía pasar mucho tiempo en silencio y con la mirada perdida. Sabía que no dormía bien y estaba adelgazando.
Si no lo conociera, pensaría que estaba enamorado.
Aunque… ahora que lo abrazaba lo sentía un poco mas repuesto. Su cintura seguía siendo tan pequeña como siempre, pero su abdomen…
- Pansy… ¿ya te he dicho cuanto te quiero?
- Creo que voy a llorar - bromeó la muchacha, besando la mejilla del rubio. - Yo también te quiero, pero será mejor que bajemos a desayunar por que si me pierdo los alimentos me voy a poner de muy, muuuuuy mal humor.
- ¡Madre mía! - exclamó Malfoy, alejándose de la prefecta para dirigirse al baño. - ¡Ya salgo! - gritó tras la puerta. - De momento coge una rana. Están en el cajón. Y…- titubeó pero después de unos segundos de silencio, continuó -. ¿Sabes de algún hechizo para que los sueños nocturnos se hagan realidad?
“¡¡Por Salazar Slytherin!!”

Con las mejillas ardiendo, Draco se observó en el espejo, mordiéndose un labio, un poco arrepentido por su atrevimiento. Después de una breve risa que mas de burla tenía pinta de ser de complicidad, la muchacha respondió:
- Estás con la persona indicada, cariño… pero solo si me dices con quién.
- ¿Con quién qué? - preguntó el rubio, con el ceño fruncido.
La risita de Parkinson no presagiaba nada bueno.
- ¿Con quién has follado en tu sueño?
No. Nada bueno.

La habitación estaba inundada por una exótica mezcla entre incienso de vainilla, sándalo y cereza que, si se inhalaba profundamente, podía causar migraña.
Por mas que lo intentaba, Malfoy no podía acostumbrarse a las excentricidades de su amiga. Como era del incienso o la manía que tenía por las figuras de cristal que coleccionaba y tenía esparcidas por toda su habitación. Sin embargo, el brillo de las velas, que iluminaban la pieza casi en penumbras, a través del cristal, dibujando fantasmas de luz en las paredes verde glauco que, ¡¡Por Merlín, nada tenía que ver con el hermoso verde de los ojos de Potter y entonces ¿Por qué narices estaba pensando en ellos?!!
Regresando a lo que no tenía que ver con gilipollas, Draco reconoció que sí, era un espectáculo digno de admirar.
El rubio observó a su amiga por un momento. Parado frente al tocador de caoba de la muchacha y ella sentada sobre su cama de dosel plateado con estrellas negras, hojeando un grueso volumen que parecía tener siglos de antigüedad.
Cuando Pansy dijo que el libro era viejo, Draco no pensó que podría haber sido escrito por Moisés en persona. Aunque no sabía quién era ese tal Moisés que de pronto se le había venido a la mente.
- ¿Tardarás mucho? - preguntó Malfoy en un susurro, como si temiese que las piezas de cristal a su alrededor explotasen si elevaba la voz.
- Disculpa - repuso Pansy sin despegar su vista del libro sobre su regazo, pasando con ligereza, hoja tras hoja. - Solo tengo que buscar entre las diez mil paginas que contiene el tratado.
- Vale, vale - masculló el joven, encogiéndose de hombros como niño retado, y en total silencio cogió la silla del mueble y se sentó en ella con el respaldo entre las piernas y los brazos recargados en este. Contempló a la muchacha que seguía entretenida en su labor. - ¿Te recuerdo quién tenía hambre?
- ¿Te recuerdo quién quiere cumplir sus sueños húmedos? - rebatió Pansy, mirando al muchacho de forma perversa, tanto así que hizo que Draco se sonrojara intensamente.
- ¿De dónde has sacado esa estupidez? - preguntó el rubio, sin atreverse a mirar a su amiga. Fingió que los objetos sobre el mueble eran de lo mas interesantes mientras balbuceaba: - No se por que te he tenido que preguntar. Realmente ni siquiera quiero que ese estúpido sueño se haga realidad…
- Ya - exclamó Pansy, incrédula.
Malfoy entrecerró los ojos con frustración pero no dijo mas. Paseó su mirada por los objetos que se reflejaban en el espejo de marco de caoba, descubriendo que la “loca tía esa” tenía una pequeña fuente de cristal llena de caramelos con sabor a sangre. Cogió uno y se lo echó a la boca.
- Tres.
Malfoy observó a Pansy, confundido. Le había parecido que había dicho el numero tres.
- Dos.
Draco iba a preguntar si Por Fin había encontrado tan escurridizo hechizo, cuando sintió que su lengua ardía como si tuviera en la boca un pedazo de carbón encendido.
- Uno… - dijo Pansy, sonriendo, sin mirar al rubio.
Este escupió y se levantó violentamente haciendo aspavientos y gimoteando. La muchacha reía con ganas viendo como el pobre rubio no sabía que hacer: caminaba de un lado a otro, sacudiendo sus manos frenéticamente frente a su cara, ahora completamente escarlata, buscando desesperadamente algo que le auxiliara.
Agua.
Necesitaba agua, pero no podía articular palabra. Sentía que su lengua era mas ancha que el volumen que Pansy sostenía en su regazo.
Y la muy gilipollas solo reía de verlo.
De pronto sus ojos se toparon con una botellita de color plateado, que descansaba sobre la mesita de noche, junto a la cabecera de la cama, que obviamente contenía alguna especie de liquido.
Agua, perfume, orines, veneno, ¿Qué importaba?
Caminó hacia él, lo destapó y se lo llevó a la boca, ignorando el aterrado grito de Parkinson que se levanto de la cama, apresurada, se enredó con las cortinas y cayó al suelo, el libro que salió volando y las torpes manos que escalaron por su túnica hasta que una de ellas se interpuso entre la boca de la botella y sus labios.
- ¡¡¿Pero que coño te pasa?!! - rugió la chica, cabreada en serio. - ¡¿Estás demente?!
Antes de que Malfoy pudiera despotricar cualquier maldición que convirtiera a su mejor amiga en un Escreguto de cola explosiva, el aroma del contenido de la botellita estuvo a punto de hacer que todos sus sentidos colapsaran. Si no es por que se sobrepuso a tiempo, la botellita y su estúpido contenido hubieran terminado en el suelo.
- ¡¡Mie’da, Pan’i!! ¿E ‘oño e’ e’o? - bufó a la chica.
Parkinson cogió de las, repentinamente, temblorosas manos de su amigo, el frasco y lo fulminó con la mirada.
- Es Amortenia - aseguró tapándolo con sumo cuidado para ponerlo dentro del primer cajón de su mueble, donde estaría a salvo de gilipollas como su amigo -. Se lo he quitado a Montague. Algo como esto es muy peligroso si llega a caer en manos de Blaise y bien sabes por qué.
Malfoy elevó una ceja y antes de que su amiga pudiera hacer algo, abrió el cajón, cogió el frasco y lo volvió a oler.
Con un gesto que iba a caballo entre la acritud y el deleite, Draco negó con la cabeza.
- No sé que sea esta cosa, querida - susurró con los ojos cerrados, odiándose a sí mismo por desear oler por siempre aquella “abominable” sustancia, fuese lo que fuera -. La poción Amortenia huele a jazmín, chocolate y escoba - aseguró -. Esto huele a jazmín, chocolate y…
“¡¡Ay, mierda!!” - pensó el rubio, abriendo los ojos de par en par.
- Jazmín, chocolate y… - presionó Pansy, con sincera curiosidad.
¡¿Por qué, joder, el último aroma tenía que ver con el que le parecía oler cada vez que Ha… cada vez que Pot… cada vez que Potter se le acercaba?!
- Pansy - gimió Draco, cogiendo a la muchacha por la túnica, con desesperación. - Necesito que me lances un avada…
- Oh, mira - dijo la prefecta, ignorando esto último. Observaba en el suelo el libro que había quedado abierto - Ahí está el hechizo.

“Un viernes, pasada la media noche, sin hacer ningún ruido, se deben arrancar nueve hojas de acebo, preferiblemente de una planta sin espinas…”
Draco Malfoy observó a su alrededor: Crabbe y Goyle, a su izquierda, se llenaban la boca de brujas fritas y tartas de calabaza, mientras que a su derecha, Pansy hacía lo mejor que sabía hacer: contemplar a su adorado profesor de DCAO (tenía una manzana cubierta de caramelo entre las manos, casi a punto de caérsele al piso, pero ella no se enteraba de nada mientras Snape estuviera en el mismo espacio cerrado que ella). A su lado, Blase intentaba en vano hacerse con la atención del rubio.
“Menudo idiota”
Bajó su mirada al papel que sostenía en sus manos, bajo la mesa para que nadie le pillara leyendo semejante pavada.
“…, se envuelven en un paño blanco haciendo nueve…” ¿se envuelve qué? Ah sí, las hojas de acebo. Sí. “Haciendo nueve nudos para unir los extremos…”
Al instante el cielo encantado del comedor retumbó con un trueno, como un grito agonizante que escalofrió todo el cuerpo de Draco. Pansy, a su lado, sufrió un sobresalto y la manzana se resbaló de sus manos. Un muy amable Blaise se agachó y la recogió del suelo, mientras que la muchacha ya cogía otra y la mordía distraídamente, para seguir observando a la mesa de los profesores.
Malfoy suspiró intentando no mirar hacia la mesa de Gryffindor. En su lugar observó el techo con su tormenta cromática que se notaba inquieta a todas luces y al final a su plato aun lleno.
¿Cómo coño había pasado?
¿Cómo coño era que de la noche a la mañana estaba colado por Potter?
Draco lo sabía. Desde hacía tiempo era como si algo se le hubiera apagado en su interior y, a veces, se encendiera. El rubio no tardó en darse cuenta que sucedía cada que veía a Potter.
Y cuando sus ojos se encontraban con los del Elegido, se encendía con furia, como si su corazón estuviera en llamas.
Y sin previo aviso sus ojos por sí solos, buscaron al causante de todas sus desgracias.
Harry Potter, que como siempre estaba acompañado de sus inseparables mascotas, Ron y Hermione, Longbottom, Lunática y la comadreja menor que no despegaba su vista del moreno.
Y el estúpido de Potter charlando con la pequeña que estorbaba ahí, mirándola con sus hermosos ojos verdes llenos de amabilidad y a la vez tan pasionales. Los ojos de Malfoy recorrieron su rostro; las mejillas tersas que adquirían un sonrojo después de su entrenamiento en el campo de quidditch; la nariz recta y elegante como los fuertes pómulos; sus labios delgados pero carnosos dibujando siempre sonrisas para todos, menos para él; el cabello que, travieso, jugueteaba en su frente a cada descuidado movimiento, cubriendo parcialmente una cicatriz que era leyenda como el que la portaba y como el que la había hecho.
Y todos sus deseos de lanzarle mil crucios y un avada se fueron a la basura cuando sus miradas se cruzaron.
El rubio se aterró al descubrir un océano de emociones que contenían aquellos ojos verdes:
¿amor? ¿dolor? ¿esperanza? ¿devastación?
Demasiados sentimientos en una sola persona como para poder soportarlo.
Draco podía soportar ira e indiferencia en esos ojos verdes, pero no dolor.
No tristeza.
Abrumado por la intensidad de sus propias sensaciones, apenas el Gryffindor desvió su mirada, atraído por la sabelotodo Granger, Draco se vio libre del hechizo en el que inconcientemente había caído y se levantó de su lugar para huir del comedor, mareado y con el corazón dando tumbos en su pecho, furioso, caótico, de pronto, con una sensación ígnea derrumbando el álgido muro que había levantado a su alrededor algún día, alguna vez.
- ¡Draco! - llamó Pansy, unos pasos tras de él. Su voz retumbó en las paredes con un timbre ansioso, y Malfoy detuvo su andar, vacilante, para darle la cara - ¿Estarás bien?
El rubio sonrió con amargura, como hacía cada que alguien mencionaba a su padre y se mordió un labio.
El brillo cromático del asta Sargenta que sostenía una de las armaduras que custodiaban el friso de “Las siete artes Liberales” de Giovanni dal Ponte, llamó poderosamente su atención y una tétrica idea cruzó su cabeza:
Magnicidio.
O lo que era lo mismo: suicidio. Pero cualquier cosa que le incluyera a él sería magna.
- Sí, cariño - aseguró el Slytherin, ensanchando su sonrisa -. Lo estaré… “ en cuanto termine con mi vida.”

Draco observó a través de la ventana del aula de Historia de la Magia, que estaba vacía a esas horas de la mañana. Estaba bañada en pequeñas perlas opalescentes que se estrellaban contra el grueso cristal.
¿Cuándo había empezado a llover?
¿Que importancia tenía si iba a morir de una vez?
Y lo mas rápido y mas eficiente sería un Avada…
Saco su varita y se apuntó a la cabeza.
Tal vez debería dejar una nota a su madre del por qué terminaba con su vida.
¡Claro! Le pondría:
“Querida Madre:
He decidido terminar con mi vida este día por que he descubierto que la Amortenía huele a Harry Potter.
Ah, y por si te parece poco, estoy colado por él.
Tu hijo que te ama:
Draco Malfoy.
P.D.
Que Pansy no se coma mis Ranas de Chocolate y que mi epitafio sea escrito por tu propia mano.
No confío en el señor Tenebroso.”
Intentó imaginarse la cara que pondría Harry Potter cuando le anunciaran que habían encontrado su cuerpo sin vida. Obviamente se echaría a llorar desconsoladamente e intentaría quitarse la vida también por que si él, Harry no tendría para que vivir…
Bueno, que sufriera un poco.
No le haría daño.
Con la varita en la sien derecha, Draco cerró con fuerza sus ojos y abrió la boca.
- Ava.. Avada… Avada Ke…
No.
Bajó la varita.
No era tan valiente ni tan estúpido.
Apuntó hacia la ventana, frente a su reflejo y a la altura del corazón. Volvió a cerrar los ojos y susurró.
- ¡Avada Kedabra!
De pronto sintió la maldición pasar por su lado y escuchó un Miauuuuu aterrador.
Cuando Draco abrió los ojos, descubrió que su persona estaba intacta, pero junto a la puerta del aula, la Señora Norris no había tenido tanta suerte.
Entonces Malfoy sintió que la sangre se le fue a los pies y estaba por desmayarse.
Se acercó a la gata y pateó suavemente las patas traseras de esta.
Nada. No se movió.
Observó en todas direcciones para ver si había testigos, pero para su fortuna parecía que no.
Con aprensión, miró a la gata, que tenía un rictus de terror extrañamente humano para ser un gato, y la cogió por las patas para levantarla con toda la delicadeza de que fue capas. La llevó hasta el escritorio del aula, abrió el último cajón del mueble y deposito el cadáver en él.
Salió de puntillas del lugar, completamente convencido de que ahora mas que nunca era necesario que muriera por que si no pasaría toda su vida en Azcaban por haber matado una gata y eso si que sería patético…

Bueno, de ahí era difícil que saliera con vida.
La torre de Astronomía era la mas alta de todo el castillo, así que lo mas seguro era que tuvieran que recogerlo con una pala…
Y esa idea no agrado para nada al muchacho. No era buena idea una muerte así. Era mejor buscar otra cosa.
Asomando la cabeza, admiró el suelo bastante lejos de sus pies y sintió que las fuerzas se le iban, las nauseas le nublaron los sentidos y las piernas se le doblaron…
Y cuando menos pensó ya iba cayendo directo a los brazos de la muerte…
O a los brazos de Rubeus Hagrid, que justamente ese momento había elegido para pasar por ahí.
- ¡Están lloviendo rubios! - exclamó el Semigigante.
Y Malfoy le miró de mala leche.

- ¿Se puede saber, Señor Malfoy, por qué esta comiendo como si compitiera contra un Weasley? - preguntó Pansy, muy risueña.
Pero es que, después de enfrentarse a la muerte de aquella forma, sentía que hacía un mes que no comía.
Sin embargo, después de tal reproche, el rubio detuvo la cuchara que se dirigía a su boca, y contempló a su alrededor. Era mejor no contar los platos vacíos o entraría en pánico.
- ¿A dónde vas?
- A vomitar…
Y unos minutos después…
- Me preocupas, ¿sabes? - comentó la Slytherin, recargada en la puerta del baño de hombres, esperando a que su amigo terminara de vaciar su estómago. Los muchachos que querían entrar se encontraban con que, de momento, era exclusivo y tenían que subir al sexto piso si su necesidad era muy grande. - Primero no tienes hambre, no duermes bien y pareces decidido a pasar la mayor parte de tu vida en el baño devolviendo los alimentos que a duras penas ingieres. Ahora comes como troglodita, duermes mucho, y pareces seguir decidido a pasar tu vida en el baño. Sin contar esos raros mareitos que sufres constantemente y que tu vientre esta ganando volumen… - Pansy rió en ese punto. Los sonidos guturales dejaron de escucharse para dar paso al del grifo. La prefecta supuso que su amigo ya se estaba enjuagando la boca - Si no fuera por que sé que eres varón, pensaría que estas embarazada, cariño.
De pronto, tras la puerta, se escuchó un golpe sordo.
- ¿Malfoy?
La muchacha, algo asustada, abrió la puerta y se encontró a Draco en el suelo, que se había desmayado frente a la pila.

Cuando Draco Malfoy despertó, se topó con que estaba en la enfermería y que Madame Pomfrey lo miraba como si viera al Señor Tenebroso en persona y este vistiera un vestido de lentejuelas y unos aretes Chandellier.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Malfoy, intentando recordar que había pasado antes de perder el conocimiento.
Pero Poppy Pomfrey no tenía ganas de contestar o se había desmayado con los ojos abiertos.
- ¡¡Madame Pomfrey!! - llamó el rubio, asustado.
- ¿Qué? - dijo la mujer, histérica. - ¡¿Por qué gritas?! Nadie aquí ha dicho que estés embarazado.
- ¡¡¿De que coño habla?!!
- Cuide su lengua, señor Malfoy - amenazó la enfermera. - Estoy segura que su madre “muere” por saber que su hijo esta en estado… interesante.
- ¡¡Está loca!! - bramó Draco, levantándose de su cama temporal. - No se que clase de sustancias tenga que inhalar aquí, pero si yo fuera usted, demandaría al colegio.
- Siéntese, señor Malfoy - ordenó la mujer, sujetando al rubio por un brazo para sentarlo sobre la cama. - Debemos tranquilizarnos - pidió Madame Pomfrey, mas calmadamente. Respiró profundo y acercó una silla a la cama y miró al muchacho a los ojos. - Disculpa mi brusquedad, no ha sido mi intención tratarte así. Es solo que cuando una de nuestras alumnas sale con un embarazo dentro de las paredes del castillo, quien tiene que rendir cuentas a sus padres soy yo. Y está bien, sé que sois jóvenes, y que las hormonas son las hormonas. Pero jamás me había tenido que enfrentar al hecho de anunciar a algún padre que su “hijo” esta en cinta…
- No está bromeando ¿cierto? - dijo el rubio, con los labios temblorosos. “Su hijo está en cinta.” Su cabeza iba a estallar en busca de comprender aquellas palabras. - No puede ser ¿sabe?- rebatió el Slytherin con desesperación. - Soy cien por ciento virgen. A menos que… ¡¡Dígame que los sueños no cuentan!!
La mujer negó vehementemente.
- No lo creo. Yo lo he intentado varias veces, pero… - cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, se sonrojó y movió sus manos, en clara señal de que ignorara eso. - El caso es que, no, no se puede.
- Pero… - Draco no comprendía nada. Si no era Potter Onirico el padre de su… Es que, todo era tan absurdo. - Madame Pomfrey, no se tome a mal lo que le voy a pedir, pero sópleme en la cara. - La enfermera sonrió pero obedeció. - No, no está ebria.
Cansado se dejó caer sobre la cama y respiró profundo.
¿Qué dirían sus padres cuando se enteraran? Su madre siempre estuvo a favor de que fuera Draco el gestante, pero su padre siempre demostró no estar de acuerdo con ella. Lucius Malfoy no quería ver a su hijo sufriendo como había sufrido su bisabuelo… O al menos era lo que él decía.
Aun así, debió cuidarse… si al menos recordara cuándo, dónde y con quién.
- Esto no puede estar pasando.
- ¿Quieres sentirlo? - preguntó la mujer, con voz dulce, casi maternal.
- ¿Sentir el qué? - dijo Draco, tragando duro.
- Pues, la criatura que habita en ti.
A Draco esas palabras le sonarían a película de terror… pero él no sabía lo que era eso.
Poco convencido de ello, asintió tímidamente.
Con el corazón dándole furiosos golpes en el pecho, vio a Madame Pomfrey descubrir su abdomen de la única prenda que tenía encima: un pantalón de gasa, blanco, que se amarraba a sus caderas con un cordel.
La mujer pasó su varita por su bajo abdomen y pronunció un hechizo. De inmediato salió una luz de esa parte de su cuerpo, que flotó a escasos centímetros de él. Era radiante y latía enérgicamente. Como un corazón de luz.
- Es la criatura mas hermosa que he visto en mi vida… - dijo Madame Pomfrey, con los ojos vidriosos de emoción.
Pero Draco no escuchó mas por que todo se volvió negro y los sonidos se apagaron de una.
Cuando volvió a abrir los ojos, la luz de un atardecer violeta se colaba por las ventanas, y al parecer estaba solo.
- Que sueño mas loco - reparó el rubio, dispuesto a levantarse para entrar a su baño a desalojar esa maldita vejiga que como jodía la vida de su dueño.
Pero de pronto reparo en que aquella no era su habitación. No, definitivamente sus paredes eran verdes pero no de ese tipo de verde “adivíname que color soy.” Y su cama no era individual ni su dosel era blanco. En fin, que había muchas señales que le hacían sospechar que aquella no era su habitación.
Y si no estaba en su habitación estaba en enfermería.
Y si estaba en enfermería no había soñado que estaba en enfermería.
Y si no había sido un sueño, estaba…
Cuentan los que oyeron, que el grito se escuchó hasta Hogsmeade. Y algunos aseguran que Madame Ponfrey pasó a toda pastilla en dirección al despacho del director, con gesto atribulado. Uno de los testigos del evento, un alumno de tercer curso, Luke Skywalker de la casa de Ravenclaw, ( se ha cambiado el nombre del testigo por su propia seguridad ) que estuvo en el lugar de los hechos, afirma que la enfermera, temblorosa y un tanto neurótica, se echó a los brazos del hombre y rogó por que alguien le lanzara un Desmayus, por que ya no soportaba los soliloquios de Draco Malfoy que, a pesar de haber bebido una poción de Valeriana, Leuzea, Rhadiola y Sutherlandia, seguía tan fresco como una lechuga. Según la desesperada mujer, el joven heredero de la familia Malfoy, llevaba tres horas hablándole de cómo su madre le enseñó a tejer, “y una vuelta y un revés, y una vuelta y un revés y en este punto se me ha hecho un nudo, y tuve que volver a empezar.” Y también había tenido que soportar “Las Aventuras de Draco Malfoy en Hogwarts,” que comenzaban con el Primer Curso y terminaban… De hecho, aun no terminaban.
Y en ese punto la mujer se echó a llorar descontroladamente.

Draco se despertó.
De nueva cuenta necesitaba vaciar su vejiga.
¡Maldita vejiga!
Tenía que joder justo cuando su sueño estaba mejorando.
Potter ya había logrado bajar esa rara prenda roja que parecía una falda y…
Ahí tenía que despertar.
Entró al baño y orinó como si tuviera un día entero sin hacerlo. Se lavó las manos, presuroso, para poder regresar a su sueño, es decir, a su cama, pero cuando salía del baño algo lo sujetó por el brazo con brusquedad y de la nada apareció Harry Potter frente a él, lo cogió por la nuca, lo haló hacia sí, estampando con violencia sus labios contra los suyos en un profundo y desesperado beso con sabor a cerveza de mantequilla, mientras lo empujaba con su propio cuerpo hasta que topó con la pared, donde se aferró a su cuerpo.
¡Mierda! Se había vuelto a dormir en el baño.
Bueno…
Harry Onírico bajó sus labios por su cuello mientras sus manos se deslizaban por su espalda, suavemente, y llegaron hasta sus redondos y respingados glúteos, que apretó rudamente y el gimió sutilmente.
Aquel era, por mucho, el sueño mas real que había tenido en su vida.
Era delirantemente real.
Harry Onírico regresó sus labios a los de Draco, y sus dedos acariciaron su rostro, como si quisiera asegurarse de que era real.
Absurdo, ya que solo era un sueño… Pero Draco sintió aquel gesto como un gesto de amor absoluto.
Los ojos verdes de Harry resplandecían enfebrecidos por el fulgor dorado de las velas que apenas iluminaban la pieza. Parecía mas decidido a admirarlo que a poseerle.
Y si no fuera por la forma tan triste en que lo hacía, a Draco no le habría importado.
¡Estúpido sueño si Harry Onírico se iba y lo dejaba así!
Pero era su sueño.
Y en un sueño conciente uno puede hacer lo que quiere ¿no es así?
Nadie lo sabría.
Las manos de Draco, como blancas mariposas, se deslizaron por la morena piel de Harry Onírico, subiendo la camisa para sacarla.
- ¿Me deseas dentro de ti? - susurró el Gryffindor.
- ¡Que me crucien por ello, pero sí! - respondió Draco, al oído de su sueño.
Harry sonrió. Una sonrisa temblorosa, tanto como todo su cuerpo. Draco lo sintió al rodear su espalda con sus brazos, al aferrarse a él. Las llamas de las velas iluminaron pequeñas serpientes en las mejillas de Potter; lagrimas de luz. Draco volvió a unir sus labios y un llanto que no tenía intención de contener se apoderó de sus ojos. Sentía una imposible felicidad en aquellos labios.
Las manos de Potter deshicieron fácilmente al rubio de su pantalón pijama, pero sacar los vaqueros de Potter era tarea difícil. Sin separarse, Harry intentaba desabrocharse el botón, mientras el miembro de Draco, ya duro y sonrojado, se frotaba contra el abdomen del otro durante el forcejeo, haciéndolo delirar de placer, hasta que consiguió bajarse la prenda.
El rubio contempló el hermoso y varonil cuerpo de su amante, sus pectorales marcados, su abdomen trabajado, las caderas estrechas, las piernas largas y torneadas de deportista, el henchido miembro moreno, que era un poco mas grande que el suyo, volviéndose extrañamente conciente de que ya conocía cada parte suya, cada centímetro de su piel, cada recoveco, cada hendidura, cada hueso, sin tocarlo.
Se lo sabía de memoria.
Harry intentó moverlo, tal vez a la cama, pero Draco no estaba dispuesto a esperar mas.
- Aquí - ordenó.
El Gryffindor sonrió traviesamente y sus manos hicieron presión en sus muslos externos y le hicieron subir las piernas hasta abrazar las caderas del otro. Harry pasó un brazo bajo una de sus piernas para dejar libre el camino, y Draco gimió al sentir como la bestia de Potter se abría camino entre su carne, con suavidad. Harry empujaba delicadamente hasta que lo llenó por completo.
Pero no hubo dolor.
Y era perfectamente lógico puesto que se trataba de un sueño ¿no?
Potter no esperó mas y cargando todo el peso de Draco con su cuerpo, empezó a embestir suavemente, mientras sus labios buscaron la piel del rubio. Rozaron sus labios, se deslizaron por la pequeña barbilla con mordiscos, recorrieron el cuello donde mordieron aun mas fuerte, dejando marcas rojas, y prosiguieron por la fina curvatura del hombro.
Draco sentía el miembro de Harry dentro de si, enorme y palpitante, completamente placentero. Sus uñas se movían por la espalda del moreno, dejando largos surcos rojos, que se hacían mas profundos conforme las arremetidas de Potter se intensificaban al igual que le calor quemante que emanaban sus cuerpos.
Las respiraciones eran profundas y erráticas, sus cuerpos cedían completamente a la pasión y sus labios pronunciaban palabras de amor que se olvidarían apenas el sueño terminara.
Draco buscó los labios de Harry, esta vez con desesperación y necesidad abrumadora. Su miembro seguía atrapado entre ambos, siendo deliciosamente manipulado por el ritmo frugal del cuerpo de Harry. Se sentía a punto de correrse y hundió mas sus uñas en los omoplatos de Potter para hacérselo saber.
Jadeante, Harry onírico aumentó el ritmo vertiginosamente y Draco ahogó un grito en la boca del otro y tembló como una flor maltratada por el viento en cuanto su semen brotó, empapando a ambos.
Harry, atrapado en el interior del rubio, sintiendo las deliciosas contracciones de su esfínter, explotó sin salirse de él.
Permanecieron abrazados, labio a labio, inmóviles por unos momentos, intentando recuperar fuerza.

Draco se despertó con una sonrisa en sus labios.
Acababa de tener el mejor polvo de su vida. Desgraciadamente había sido solo un sueño.
Apresurado, corrió al baño, como siempre, a desalojar la maldita vejiga que un día de estos iba a sacarse a como diera lugar.
Hizo sus necesidades y se lavó las manos y el rostro. El espejo sobre la pila le devolvió un rostro vivo, risueño…
Sus ojos grises, en su bello marco, brillaban radiantes y sus mejillas estaban sonrojadas, a juego con los labios que se notaban tumefactos. Y su pobre cabello rubio… parecía mas amenazador que un huracán…
“¿y como esperabas verte después de tres veces?” se preguntó ensanchando su sonrisa.
“Hay que recuperar el tiempo perdido” había dicho el Harry Onírico, tras el segundo orgasmo, cuando Draco se asombró de que el moreno continuara embistiéndolo sin descanso alguno.
El rubio no sabía de que iban esas palabras pero no se iba a quejar.
Cuando regresó a su cama, intentó acostarse boca arriba, pero un pequeño dolorcillo se lo impidió.
“Que raro” se dijo Draco, aun sonriendo. “Ni que hubiera sido real”
Resignado, se volteó de lado y abrazó su almohada.
Una almohada que estaba muy dura aquella mañana.
Le dio unos golpecitos para suavizarla y… la almohada se quejo.
Lo que le puso los pelos de punta a Draco, fue que aquel quejido era espeluznante mente parecido a la voz de Harry Potter.
El grito, dicen los que oyeron, provocó que el castillo entero se deslizara unos centímetro mas hacia el lago y se estremeciera como si estuviera a punto de caerse. Hubo testigos de la casa de Slytherin que aseguraron que Harry Potter salió de la sala común de Slytherin, en paños menores… de hecho, la mayoría coincide en que debajo de las sabanas negras que lo envolvían parcialmente, no llevaba nada.
Y los que ya se han repuesto del susto, afirman que Draco Malfoy salió tras él, lanzándole hechizos a matar y jurando venganza.
En fin, que solo es un día cualquiera en la vida de Draco Malfoy.
Notas finales: Lemon suave, luego viene uno como Merlín manda.
Besitos.

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