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El Giratiempos Roto. por aerosoul

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Notas del capitulo:

holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa perdoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooon se que no tengo disculpa, pero mi vida  a sido un verdadero caos en estos meses, y no queria subir cualquier cosa, perdon de nuevo y si alguien kiere seguir leyendo este fic, que sepa que sigue siendo con mucho cariño y respeto.

Gracias por el apoyo y la paciencia. Creo que ya no habra mas retrasos. Un muy cariñoso abrazo y beso para Cler Vampire, Die Potatoe Xx y Dark moon: chicas, ¡¡¡¡¡¡os amo!!!!!! Y a todas esas hermosas personitas que han seguido el desarrollo de esta corta historia, millones de gracias.

Severus Snape estaba que se subía a las paredes…

Siempre y cuando ahí hubiera paredes.

Pero no las había. Solo había árboles a donde quiera que mirara. Y el hecho de que no hubiera paredes le importaba un elfo. Lo que en realidad le mosqueaba era el hecho de que no había ni luces de Harry Potter y Draco Malfoy.

En cambio, si que había señales en el suelo boscoso, de una lucha entre mas de dos personas, sangre y el cadáver de los dos Thestral que habían usado de transporte.

- Maldición - dijo en un tono tan filoso que no hubiera necesitado de un cuchillo para cortar una arteria. - ¿Dónde rayos se habrán metido este par de capullos?

El cielo relampagueó tenuemente como si alguien estuviera tomando instantáneas del profesor y la lluvia que apenas era perceptible hasta entonces, se volvió un torrente de agua.

Bueno…

Sin duda eso era una patada, de la vida, al culo de Severus y eso ya era la ostia.

“¡Que se jodan!” pensó limpiándose el rostro en un intento vano por secarlo.

Lo único que reconfortaba al hombre era la idea de cómo volvería un infierno de sus vidas cuando los tuviera enfrente.

Podría haberse pasado horas enteras recreándose en su imagen mental de los rictus de dolor que infringiría, sobre todo, en Potter, pero un brillo frío entre la hojarasca del suelo llamó su atención. Se agachó y cogió el objeto reflectante y por segunda vez en aquel día sufrió de un escalofrío.

Y antes de temer lo peor, una risa sedosa que flotó sobre la lluvia, le hizo ponerse en guardia y alzar la varita en la dirección.

De la oscuridad que anidaba entre los árboles, apareció una mujer, si es que eso se podía llamar así. Llevaba puesto un vestido que incluía cuero, y lazos, sus cabellos eran como un nido de pájaros aplastado bajo la lluvia y sus ojos grandes contenían la locura peligrosa que la identificaba como Bellatrix Black Lastrange.

- Snape, Snape - canturreó la mujer con sorna, golpeando suavemente con su varita, el hombro de Severus que la miraba con indiferencia - ¿Has perdido algo? O debería decir… ¿a alguien?

Snape no entendía como era posible que aquella mujer podía reír de aquella forma y no terminar sacando el cerebro por la nariz.

Definitivamente él no podría.

- Bellatrix - saludó Severus, con voz fría y serena - ¿A que debo este placer tan repentino?

- Solo he venido a hacerte un favor - siseó la bruja, caminando alrededor de Snape, con una sonrisa perversa.

- Agradezco tu intención - contestó el hombre, echando sobre su cabeza el mechón de su cabello que había resbalado hasta sus ojos. -, estoy seguro que… mas de uno encontrara tus… encantos tentativos pero no es mi caso y en este momento carezco de apetito sexual así que recomiendo que regreses por…

La maldición de la bruja fue interceptada por la varita de Severus y rebotó contra el suelo.

- ¡Eres un estúpido! - chilló Bellatrix, aun apuntándole. - Pero has de caer de la gracia del Señor Tenebroso y yo estaré en primera fila para pisarte la cabeza.

- Que tengas suerte - deseó el hombre, dándole la espalda para irse, pero una nueva maldición le urgió a recapitular.

- Nunca - des - la - espalda- a una - serpiente - Severus - Snape - Prince. Ya deberías saberlo.

El profesor resopló y masculló.

- De serpiente a serpiente, dime lo que has de decir de una vez. Tu balbuceo me produce nauseas.

Bellatrix rió, en un desesperado intento por esconder la rabia que salía por cada uno de sus poros.

- Tengo a Potter - dijo admirando sus uñas esmaltadas de un negro intenso -. Lo llevaré ante él y me concederá tu cabeza.

- Según tengo entendido - continuó el hombre sin inmutarse - EL LORD ME ORDENO A MI llevarle al muchacho.

- ¿Cómo te lo explico? - dijo la bruja golpeando repetidas veces su mentón con su varita, pensativa. - ¿Qué tal de esta forma? Lo importante no es a quién se lo pida… - señaló con una sonrisa en los ojos - sino el quién lo haga. Ahora, será mejor que te apartes de mi camino o me encargaré personalmente de que termines de esclavo sexual de Colagusano.

Severus Snape sonrió.

Y no solo eso, sino que se permitió reír de forma escandalosa.

Era embriagadora esa sensación de poder y libertad. Ahora entendía que la gente lo hiciera. Aun así su carcajada duró apenas lo suficiente para dejarle en claro a la bruja la lastima que sentía por ella.

La bruja clavó sus ojos en Severus y lanzó un Avada que el hombre desvió sin pena.

- Mmmm… Tenía que intentarlo - dijo, elevando sus finos hombros, con una sonrisa altanera y desafiante. - Pero no te confíes mucho, Snape - continuó, dándole la espalda -. Tendré éxito tarde o temprano, sí o sí…

La figura de la mujer se desvaneció como humo en las sombras pero su voz se convirtió en un eco que se expandió en todas direcciones.

Severus Snape contempló un momento la oscuridad abrigada por una cortina de lluvia que había tragado a Bellatrix Lastrange, apretó en su puño las gafas de Potter y sonrió para sí mismo.

- No tiene una maldita idea…

-… de dónde están!!! - rugió la bruja. Fenrir Greyback soltó un zarpazo que dejó cuatro profundos surcos en el tronco del árbol mas cercano. - ¡¡El mal nacido no sabe dónde diantres están!! Greyback, síguelo y no lo pierdas de vista: cuando los encuentre, avísame de inmediato.

El hombretón le mostró sus afilados dientes a la bruja en algo parecido a una sonrisa de satisfacción y se perdió en la oscuridad.

- Si esto sale mal - prosiguió, hablando compulsivamente para sí misma - el jaleo será para mi. Esto es culpa de Potter. Debe tener a Draco bajo un Imperio.

Bellatrix, completamente irritada con el mundo entero, a excepción de su amado Lord, maldijo al cielo y la tierra por que su plan tan escrupulosamente bien diseñado se hubiera ido a la mierda.

Y la culpa de todo la tenían Snape y Potter.

La bruja desapareció con un iracundo CRACK y apareció a las afueras de la Mansión Malfoy. Si Draco estaba bajo un Imperio su hermana debía saber a dónde podría haber ido… si no era que estaban ahí.

Narcisa tendría que entender que debía matar a su sobrino. Tendría que entender que era por la causa y que de ahora en adelante sería un mártir heroico de la guerra. Seguramente levantarían monumentos en su honor. Algún día de la semana llevaría su nombre. Quizá hasta algún colegio de magia…

Tomó el sendero bajo la persistente lluvia, sintiendo que las entrañas le reventarían de la rabia.

La varita jugaba entre sus dedos, de un lado a otro, girando y volviendo a su lugar, dispuesta a disparar a matar a la primera provocación.

Las rejas forjadas se abrieron silentemente a su paso e ignoró el graznido de los pavos reales que sintieron su terrorífica presencia y decidieron huir por su vida.

Creepy apareció a la puerta, diminuto y encorvado como todo buen elfo doméstico. Era mas viejo que el antiguo elfo pero al menos este si era leal.

La pequeña criatura hizo una genuflexión y esperó a que la bruja que lo empujó para pasar, decidiera hablar.

Bellatrix paseó sus ojos desesperadamente, por la habitación: esculturas mas grandes que un semigigante, jarrones altos de colores elegantes, retratos familiares con marcos de oro, espejos del tamaño de la pared, la chimenea encendida crepitando arrulladoramente, las arañas de cristal dibujando espirales hacia el suelo, animales petrificados en pedestales de mármol, la alfombra intacta, pulcramente ordenado…

No había señales de sangre o de que alguien hubiera aparecido abruptamente y hubiera muerto.

- ¡¡MALDICION!! - gruñó la bruja, escupiendo bilis. Estaba a punto del patatús. Regresó sus negros ojos al elfo, que se había retorcido sobre sí mismo como si esperase una maldición. - ¡¡¿Creepy, Draco esta aquí?!!

El elfo abrió la boca con un gesto aterrado y movió su pequeña cabeza en una lenta negativa.

- No, ama - respondió con voz temblorosa, incapaz de mirar a la bruja a los ojos -. El amo Draco no esta aquí.

- ¿Por qué haces tanto escándalo en mi casa? - preguntó Narcisa, desde el rellano.

Su hermana, con su andar elegante y altivo, ataviada en una túnica negra con ornamentos dorados, y sus rubios cabellos creando suaves olas en su espalda, bajó los escalones sin apartar sus bellos ojos azules, de Bella.

Era obvio que a pesar de llevar la misma sangre en sus venas, había todo un mundo de diferencia entre ambas.

- Escucha Cissy. Tu hijo a sido maldecido por un Imperio de Potter. Lo ha secuestrado, y aunque sé que ahora no lo entenderás, tendré que matarlo. Es por su bien…

Narcisa Black Malfoy se podía jactar de ser una mujer fría y calculadora. Fuerte. Lo que un Lucius Malfoy necesitaba. Cuando su hermana estaba de humor, solía llamarle “La Dama de hierro.” A ella le daba igual. Lo importante era que todos supieran que estaba dispuesta a matar por el bienestar de su familia. De su hijo.

Ella no se tentaría el corazón al momento de asesinar a alguien si era necesario.

Hasta el momento, y con cierto alivio que no reconocería en voz alta, aquello no había sido necesario.

Bueno… siempre hay una primera vez para todo…

Cuando Creepy le comunicó que su adorado hijo estaba en casa, herido, y con Harry Potter por compañía, supo que ese momento había llegado.

 

- ¡¡Aterriza!! - gritó Draco. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Lo único que podía pensar era en que su bebé, a como diera lugar, iba a sobrevivir.

- ¡¡Nos darán!! - contestó Potter, cubriendo con su cuerpo cuanto podía del rubio. - ¡¡Abajo somos un blanco mas fácil!!

Draco tuvo que armarse de paciencia para no golpear a Harry. Era duro de mollera el tío.

- ¡¡Creo que de todas formas somos un blanco fácil!!

Y justo en ese momento el Thestral fue alcanzado por un rayo y cayó en picada. Draco se abrazó a Potter pero este le deshizo bruscamente del agarre. Si hubiera tenido mas tiempo para elucubrar las razones que pudiera tener Potter para aquella acción, hubiera llegado a la conclusión de que el Gryffindor no quería estorbos que le impidieran cualquier posibilidad de sobrevivir. Pero no tuvo tiempo de tanto. El moreno caía primero y lanzó un Aresto Moentum a Malfoy. Y mientras este perdía altitud rápidamente como si la fuerza de gravedad estuviera enamorada de él y lo quisiera a su lado cuanto antes, Draco descendía con suavidad, cual ángel sin alas.

“Papá estará bien, papá estará bien, PAPA ESTARA BIEN,” repetía Draco mientras protegía su abdomen con sus brazos.

El rubio vio con infinito alivio que su futuro esposo caía sobre el Thestral y giraba sobre sí mismo para ponerse de pie con un ágil salto, y apuntó con su varita a las sombras.

La capa de Draco formaba un arco sobre su cabeza, pesado a causa de la lluvia que aun no era lo suficientemente fuerte como para empaparles. Pisó el suelo gentilmente y de inmediato Harry se puso frente a él.

Y entre las sombras salió una dantesca figura: Fenrir Greyback.

Malfoy le reconoció de inmediato.

El corazón de Draco se convirtió en un zumbido que eclipsaba cualquier otro sonido. Le parecía que estaba viviendo en una película muda. La varita de Harry salió por los aires con un Expelliarmus y la monstruosa bestia se abalanzó sobre él como una exhalación, antes de que este pudiera defenderse y lo estrelló contra el grueso tronco de un roble. El sonido regresó poco a poco y Draco vio con terror como el hombre lobo golpeaba a Harry una y otra vez mientras este le pedía que corriera e intentaba inútilmente deshacerse de la bestia.

La cruel risa de una mujer lo distrajo un momento.

Era una risa que conocía perfectamente bien y que le escalofriaba la medula espinal.

Pero en ese momento, lo que realmente le escalofriaba era la idea de lo que le pasaría a Potter. Sabía que su tía Bellatrix no le haría daño a él. Sabía que su objetivo era Potter, pero el hombre lobo estaba ciego de rabia.

Draco buscó su varita en su bolsillo pero no estaba. Debía haberse caído.

- ¡¡Detente!! - gritó, suplicó y exigió a un tiempo.

Greyback sonrió y le miró. Detuvo su enorme puño frente al rostro de Harry que sangraba profusamente. El hombre lobo jadeaba excitado con el olor de la sangre del muchacho que tenía en sus garras.

Draco estaba seguro de que en cualquier momento se desmayarían ambos: Potter por las contusiones y él por la impresión. Dentro de sí, en ese pequeño espacio que había en su vientre habitado, la pequeña criatura se removía con violencia, como si quisiera salir y lastimar a los que dañaban a su progenitor.

La bestia impactó una vez mas su puño contra Potter y este escupió una gran bocanada de sangre.

Draco ya no pudo soportarlo y se abalanzó sobre Greyback. Lo golpeó tan fuerte como le fue posible pero la bestia parecía hecha de metal. El hombre lobo gruñó divertido, y golpeó la mejilla del rubio con el dorso de su manaza, tumbándolo al suelo.

- Tranquilo, Greyback - ordenó la bruja sin mirar a la bestia. Caminó hacia Malfoy, que era incapaz de moverse o decir algo y le tendió la mano para ponerlo de pie. - Tranquilo, cariño - dijo, besando dulcemente la maltratada mejilla de su sobrino, limpiando la sangre que salía de la comisura de sus labios. - Dumby no esta aquí, así que ya no tienes que fingir. - Se paró detrás de él, le abrazó y susurró a su oído con voz melosa - ¿Quieres ser tú quien lo torture? ¿Quieres ese placer?

Draco estaba apunto de llorar.

Asintió.

- No… no tengo mi varita - logró mascullar, lo mas tranquilo que pudo.

Bellatrix Lastrange sonrió complacida.

- Accio, varita de Potter!

Draco atrapó la varita y pasó saliva. Aun no sabía de que les serviría una varita contra un hombre lobo y una desquiciada y perversa bruja, por muy su tía que fuera.

- Adelante, cariño - invitó la bruja, acariciando sus rubios cabellos. - Hazme sentir orgullosa.

Malfoy levantó la varita de Potter, intentando controlar su seísmo. Bella le hizo una seña al monstruo para que se apartara y este obedeció de inmediato.

- !Crucio!

La maldición salió de sus labios pero no de su corazón. Y aun así, Potter se retorció y Draco sintió que era él quien la estaba recibiendo. El dolor mas insoportable que pudiera haber sentido alguna vez. Las lágrimas resbalaron de sus ojos, incontenibles, y dio un paso hacia Harry, mientras la bruja aplaudía eufórica, y lanzó otro Crucio con los ojos cerrados. Escuchó el grito de Potter y sintió que moría. Su corazón estallaba frenéticamente en su pecho. Pero apenas estar lo suficientemente cerca de Harry, se dio la vuelta contra Bellatrix y lanzó un potente Bombarda que impactó contra el suelo y hubo una gran explosión de tierra que se elevó por los aires. Se arrojó a los brazos de Potter y desaparecieron con un fuerte Crack.

….

A pesar de que el aire le faltaba y las fuerzas le disminuían, Harry se aferró al cuerpo de Draco.

Sin embargo esta vez, al desaparecer, no sintió absolutamente nada. Quizá la debilidad se lo impidió.

Malfoy temblaba. Harry hubiera dado cualquier cosa, incluso su alma, si es que alguien la quería, por poder verle a los ojos y decirle que estaba bien, pero no podía ni siquiera mirar. Su vista estaba completamente borrosa a causa de la falta de sus gafas. Una potente arcada le hizo escupir una gran cantidad de sangre. Le dolía absolutamente todo. Sintió que las delicadas manos de su rubio le sujetaban por la capa y lo obligaban a ponerse de pie.

Quería preguntarle si estaba bien, quería decirle que se largara sin él, que se pusieran a salvo, quería preguntar donde estaban, quería hacer muchas cosas pero no podía. Que le despellejaran vivo si abría la boca. Estaba seguro que de hacerlo vomitaría sus viceras… o lo que quedara de ellas. Y entonces vino una nueva arcada y mas sangre. Draco gimió asustado pero no dijo nada.

La lluvia se convertía en una furia y pronto estaban empapados de pies a cabeza, pero a Harry le resultaba un sedante en su magullado cuerpo. El brazo de Draco rodeaba su torso con suavidad, y a esa distancia podía sentir el tibio aliento de su rubio, que se estrellaba contra sus labios, convertido en polvo de cristal por el frío.

Las piernas se le doblaban pero Draco lo mantenía de pie. Sintió que era arrastrado pero movió los pies tanto como fue capaz para que Malfoy no cargara todo su peso. Su espalda encontró respaldo en algo frío pero seco, quizá bajo un árbol.

- Espera aquí - susurró el rubio, con voz lenitiva. - Por favor… no te muevas. En un instante regresaré por ti.

Resistiéndose aun, abrió sus brazos para soltarle.

Lo sintió alejarse y fue como si un insondable abismo se abriera ante él. Sus fuerzas flaquearon y sus piernas se doblaron hasta que cayó de rodillas al suelo. Un corrosivo e incomprensible miedo a estar lejos de Draco se instalo en sus entrañas.

No, no era miedo.

Era odio.

Harry odiaba no estar con Draco. Así de simple.

Y mientras el rubio no estaba con él, Potter hubiera podido vivir miles de vidas, por que tenía la impresión de que habían pasado eones cuando Draco regreso. No escuchó los pasos que se dirigieron a él. Solo sintió los calidos brazos de su rubio cuando le cogieron uno de los suyos para pasarlo sobre sus hombros y luego rodearle la cintura.

La lluvia era cruel pero el calor del otro cuerpo mitigaba el frío.

Draco intentaba que Harry no se cayera, apresándolo contra él. El Gryffindor intentaba ayudar con su peso pero estaba mareado y los pies no le respondían como deberían. En ese momento volvió a escupir sangre.

- Ya casi llegamos - volvió a susurrar Draco. Su voz era temblorosa y cansada. Como todo él. - Ya estamos cerca. Unos pasos mas… ¡Creepy, ayúdame!

Las escaleras no fueron necesarias. Narcisa apareció en su sala como una quimera de ira y destrucción.

El salón estaba a oscuras gracias a que los ventanales habían sido cubiertos en su totalidad.

- ¡¡Madre, ayúdalo!! - suplicó Draco, abrazándose a las piernas de la mujer. - ¡¡¡Sálvalo madre, por favor!!!

La varita de la bruja encendió la chimenea y Narcisa sintió que el corazón se le desgarraba estrepitosamente. Su hijo, a sus pies, estaba cubierto de sangre, y en el sillón mas cercano, Harry Potter, o lo que quedaba de él, yacía inconciente.

- ¿Estás herido? - preguntó, intentando no ponerse histérica, mientras le levantaba de sus pies para abrazarle, pero Draco no se lo permitió.

- ¡¡No, madre, pero él sí. Ayúdale, te lo suplico por lo que mas quieras!!

- Estás bajo un imperio, cariño - susurró Narcisa, acariciando la mejilla del muchacho. - Cuando Potter muera tu estarás bien. Veras que no hay dolor…

- Madre… - la voz de Draco resonó en la habitación con un eco quebrado. ¡¿Acaso estaba hablando en un idioma diferente?! - Si él muere, juro por lo que mas quiero que yo moriré con él…

Narcisa llegó a la rápida conclusión de que su hijo estaba bajo un poderoso Imperio. No había otra explicación.

- Esta bien, hijo - dijo por fin, convencida de sus palabras. - Lo intentaré…

- ¡No quiero que lo intentes! - masculló Draco, desesperado - ¡Quiero que lo salves!

Narcisa ignoró esto último y se agachó sobre Potter que no se movía. Parecía que ya no respiraba.

- Habrá que subirle a la habitación de huéspedes.

- No hay tiempo…

- ¡Pues tendrá que haberlo! - sentenció la mujer, a punto de la histeria. - Tu tía ha estado aquí y no quiero que si vuelve los encuentre tan fácilmente, ¿comprendes?

Su hijo apenas fue capas de asentir. Estaba pálido como la muerte y la sangre que tenía encima le daba un aspecto aterrador al corazón de Narcisa.

Sin perder mas tiempo ordenó a Creepy que lo subiera a la habitación destinada y con un doble crack Draco siguió a Potter a la habitación. Cuando Narcisa lo dejó en la cama, el muchacho estaba blanco como el mármol y un hilillo de sangre fluía incesantemente de la comisura de sus labios.

Draco sintió que el corazón le latía furioso cuando le cogió una mano y no hubo respuesta alguna. Estaba fría e inerte como todo Harry. Potter estaba frío como el hielo y Draco sintió que moría. Se llevó una temblorosa mano a la boca, intentando ahogar un grito.

- Tiene hemorragias internas - dijo Narcisa con tono lúgubre. - Es grave. Será un milagro si sobrevive…

Draco se dejó caer junto a la cama, cerca del rostro de Harry, se hizo un ovillo y comenzó a mecerse violentamente contra el esqueleto de la cama.

- Papá estará bien, papá estará bien - repetía incesantemente en un murmullo que se convirtió en una plegaria.

- No me has dicho que hacías fuera del colegio con Potter - reclamó suavemente la mujer.

Draco le ignoró. Se arrodillo y cogió el rostro de Potter con ambas manos para voltearlo hacia sí, y posó sus temblorosos labios en los de Harry, que sabían a sangre, a lágrimas…

A vino.

Podrían haber pasado horas, días tal vez, y la frialdad de aquellos labios le arrebató el alma.

- ¡¿Crees que te dejaremos ir?! - gritó Malfoy, con las mejillas empapadas en lagrimas. - ¡¿Crees que puedes dejarnos así como así?! ¡¡Eres Harry Potter!! ¡¡No puedes morir…!!

De pronto Narcisa le cogió por el brazo para separarlo del inerte cuerpo.

- Te necesito lejos de él - ordenó, empujándolo hacia la puerta, pero el muchacho se resistía. Tuvo que sujetarle por los dos brazos. - ¡Necesito que me dejes actuar!

- ¡¡No puede morir, mamá!! - gimió Draco, sintiéndose morir en su agonía. - Es Harry… nuestra razón de existir…

Las fuerzas se le fueron con el aliento y antes de poder hacer nada estaba fuera de la habitación, golpeando la madera de cerezo de la puerta, con fuerza, suplicando, rogando por que su madre le abriera.

z88;

Magos y muggles coinciden en que cuando estas por morir ves toda tu vida pasar ante tus ojos. Desde que estas en el vientre materno hasta tu último aliento. Pero lo que Harry vio no fue desde su gestación sino desde el primer momento que Draco Malfoy apareció en su vida hasta aquel momento.

Aquel momento en que abría los ojos y descubría que seguía vivo. Que por algún extraño milagro no había muerto.

El cuerpo le dolía como si se hubiera puesto a golearle contra una roca cientos de veces. Se sentía mareado y la luz del atardecer que lograba colarse por el alto ventanal acrecentaba el malestar, a pesar de no ser clara.

Aun así, a pesar de no llevar gafas, como si lo adivinase, sus verdes ojos se posaron en el ventanal, donde le descubrieron: un querubín sin alas que se recreaba en resucitar en sus pupilas la agonizante luz crepuscular.

Como pudo se puso de pie. De inmediato una voz aguda y otra, autoritaria, le urgieron a recostarse de nuevo, atrayendo la atención de Malfoy, que giró su rostro con brusquedad, hacia el aludido. Harry vio con desesperación como el pequeño elfo le sujetaba por las piernas para obligarle a doblar las rodillas y regresarlo a la cama, y la mujer que ahora reconocía como a Narcisa Malfoy, le sujeto rudamente por el hombro haciendo presión para inmovilizarlo, pero Potter no estaba dispuesto.

- ¡Vosotros dos! - balbuceó con decisión, sin permitir que las piernas se le doblaran a pesar de la debilidad que sentía. - ¡¡Par de Potter’s!! Venid aquí de inmediato.

Narcisa no entendió por que Potter hablaba en plural. En un principio creyó que el muchacho estaba delirando por la perdida de sangre, pero su sorpresa fue mayor cuando su hijo se acercó ipso facto con una sonrisa que escondía miles de emociones. Saco su varita. Era evidente que ese Imperio era mas fuerte de lo que ella imaginaba.

- No - quiero - que - jamás - dijo Potter sujetando al rubio por el rostro, con gesto severo. - volváis a - poner - vuestra vida - en peligro - por mi.

Y tras decir esto Harry cayó sobre la cama, debilitado al extremo, mientras Draco le abrazaba con fuerza y Narcisa guardaba su varita, con un gesto adusto, que guardaba miles de interrogantes y una comprensión que dolía.

 

 

 

Pansy Parkinson sentía como si viajara sobre un terremoto ambulante. Su cuerpo era constantemente sacudido con violencia cuando el Autobús Noctámbulo ( “¿o es Sonámbulo? No, creo que es Noctámbulo…” Pansy no estaba muy segura de nada a esas alturas en que su cerebro era tratado como si intentasen embarrarlo contra su cavidad craneal) hacía alguna de sus estrepitosas apariciones y desapariciones y el conductor del armatoste, que se notaba mas ciego que un topo en pleno día, no parecía tener compasión alguna de sus pasajeros. Las sillas del piso de arriba llovían hacia el de abajo y la gente constantemente salía despedida hacia los cristales de las ventanillas hasta que sus narices necesitaban algún embrujo para regresar a su forma natural. Por si las moscas Parkinson iba sujeta a la silla con uñas y dientes. Pero la perfecta de Slytherin no se preocupaba por ello, ni se quejaba, por que iba sentada junto a Severus Snape.

El hecho de que el profesor de DCAO hubiera decidido buscar a Draco y a Potter en autobús le parecía de lo mas extraño, pero mientras estuviera con él ella no se quejaría ni aunque estuvieran perdidos en el tiempo, caminando por algún remoto desierto sin agua y sin varitas. De hecho se preguntaba si habría la posibilidad de que algo así llegara a pasar. Estaba completamente convencida de que si el hombre la trataba, con el tiempo terminaría tan enamorado de ella como ella de él.

La muchacha no tenía tiempo alguno de admirar el paisaje fugaz que se difuminaba con el viento. Lo único constante era una lluvia de brillos de telaraña que dejaba surcos fantasmales en el vidrio de las ventanillas. En algunas partes llovía, en otras solo quedaba el rastro moribundo de una fina llovizna y en otros lugares apenas una que otra nubecilla dorada a causa del atardecer.

Severus Snape llevaba la vista al frente, donde los caminos se perdían como laberintos infinitos. Se veía apuesto como siempre, y a pesar de estar a varios centímetros de distancia del hombre, Pansy podía percibir un tenue aroma a pétalos de pensamientos, quemados y algún perfume dulce y varonil muy sutil. Pansy podría permanecer su vida entera oliendo aquello.

De pronto el rostro del profesor se giró hacia ella y su corazoncito armó jaleo cuando sus ojos se encontraron con los de ella. Y como si el destino la amase tanto, un brusco viraje hizo que la muchacha terminara por perder el equilibrio y el profesor ágilmente la sostuvo entre sus brazos. Un pesado golpe se escuchó en la parte de arriba y hubo un estrépito de centenares de pesadas cosas cayendo, seguidos por un fuerte gruñido. Pansy fue testigo de una radiante sonrisa en los labios del profesor Snape.

- Le sugiero, señorita Parkinson - dijo el hombre soltando su agarre de la cintura de la muchacha para regresar la silla a su posición original - que tenga mas cuidado. Podría terminar con algún hueso roto.

- ¿Puedo hacerle una pregunta? - dijo Pansy, un tanto titubeante, mientras se sentaba de nuevo en su lugar.

El profesor la admiró un momento antes de arrugar la nariz y dijo:

- Estoy seguro que aunque intente disuadirla de no hacerlo, lo hará así que no gastaré mi saliva inútilmente.

Parkinson sonrió. Y lo hizo por que sabía que el profesor solo estaba mareando la perdiz. De no querer preguntas solo habría dicho NO y sanseacabó. Pero ahí estaba, concediendo una larga charla a su alumna.

- ¿Por qué buscamos a Potter y a Malfoy en… esto?

Snape ladeó una sonrisa y miró hacia la ventanilla a su derecha. Pansy le emuló y descubrió un paisaje rojo al fuego del atardecer. Con un fuerte «¡PUM!» el paisaje cambio a uno de edificios y monumentos que escapaban de la vista apenas posar las pupilas en ellos, y una nueva explosión de movimiento causo un gran revuelo en la parte de arriba del autobús noctámbulo y el profesor volvió a sonreír mientras dirigía sus calculadores ojos a la fuente de un áspero gruñido acompañado de maldiciones y promesas.

- La razón, señorita Parkinson - contestó con una voz menos fría de lo normal, eh incluso sonó raramente divertida - esta allá arriba…

Stan Shumpike se los quedó viendo como si llevaran al Señor Tenebroso colgado del cuello.

Severus Snape odió a ese joven desde el primer momento que le vio. Y lo que mas le exasperaba al hombre era que, por mas que Snape le dedicaba su intensa mirada de “si me sigues mirando vas a morir,” el hombrecillo mitad animal salvaje y animal domesticado, parecía no tener instinto de supervivencia.

El autobús dio un traqueteo y las sillas se recorrieron hacia atrás, pero Stan, al parecer, pegado con cola al suelo, no se movió ni un ápice y continuó mirándoles como si nada.

- … y el Arcano Mayor de la Muerte. No es que confíe tanto en mis dotes adivinatorios, pero yo se lo hhe dicho a Draco.

Snape se rehusó a soltar un soplido de alivio cuando se encontró con el silencio de labios de Parkinson.

Ya había perdido la cuenta de cuantas horas llevaban vagando en el autobús noctámbulo, y si admiraba hacia afuera del pequeño armatoste, se encontraba con paisajes oscuros apenas reconocibles gracias a algún rayo de luna que se escabullía entre las gruesas nubes de tormenta. Si miraba hacia donde debía encontrarse Wiltshire, se encontraba con una maraña de luces y truenos que destruían cualquier intento de quietud en el corazón.

Era ahí donde estaba descargando su furia la tormenta.

Era ahí donde Snape no quería acercarse. No con ese invitado no deseado.

Solo esperaba que Narcisa pudiera hacerse cargo de la situación sin terminar de matar a Potter.

Vaya que el tío era gafe.

A Severus no le gustaría estar en sus zapatos para nada. Y mucho menos cuando le anunciaran a Lucius que sería abuelo…

Por un momento se preguntó lo que se sentiría: ser padre. Ser abuelo. Dumbledore una vez le dijo que era como ser inmortal. Snape no confiaba mucho en la palabra de una persona que no ha tenido la experiencia, pero con el tiempo había aprendido a confiar ciegamente en cada una de las palabras del viejo. Hacía tantos años que le conocía y sin embargo nunca dejaba de sorprenderle. Si bien era cierto que la mayoría de las veces no le comprendía, siempre terminaba participando de sus locos juegos.

Pero si había algo que le sorprendía sobremanera era el hosco hecho de haber aceptado la compañía de la señorita Parkinson sabiendo sus sentimientos hacia su persona.

Ella aun era una niña: era dulce, subversiva en algunas ocasiones pero inofensiva… a menos que se tratase de la integridad física y emocional de Draco, inteligente sin llegar a ser molesta como la señorita Sabelotodo Granger… aunque tal vez la molestia de tal actitud era que la persona que la poseía no era una Slytherin sino una vulgar Gryffindor… mestiza… En fin, que si seguía hurgando estaba seguro de que no encontraría ninguna aptitud buena en Hermione Granger. La pobre muchacha era fea hasta la medula… Bien, no era realmente fea pero había algo en ella que despertaba los mas bajos instintos asesinos de Severus cada vez que la tía levantaba la mano para dar una respuesta… que era todo el tiempo, maldita sea. Snape no entendía como la Gryffindor había sobrevivido seis años a su presencia. Quizá la pregunta correcta era el cómo había sobrevivido él sin haberla matado ya. Estaba seguro que si no lo había hecho ya era por su gran fuerza de voluntad y por que seguramente el viejo se enfadaría con él.

Parkinson bostezó tímidamente.

Sevreus la observó de reojo y se preguntó si debía hacer algo por ella.

Sobretodo por que era sumamente peligroso quedarse dormido dentro del autobús noctámbulo.

Severus se había enterado de historias aterradoras que helaban la sangre de quien las oía.

- ¿Tiene novio, señorita Parkinson?

El profesor se impidió darse una leche contra la frente. La alumna giró su cabeza hacia él con la fuerza de la propulsión a chorro y lo miró como si viera a Dios en persona, o algo aun mejor, sentado junto a ella.

- ¡No! Ni novio, ni nada remotamente parecido. Esos rumores de tercero, de que Draco y yo éramos algo mas que amigos, no los tome como ciertos, entre el rubio mas rubio de Hogwarts y yo nunca ha habido nada mas que una profunda amistad y una hermandad que nació de eso. Pero el hecho de que yo podría dar mi vida por él no significa que este colada por él ¡¿comprende?!

Snape se sintió mareado e impresionado de que la muchacha no necesitara ni un gramo de oxigeno en sus pulmones para decir aquello, y aun mas de que él hubiese podido entender casi todas las palabras de su oración a la velocidad de la luz.

Quiso decir un “esta bien, no me importa en lo absoluto. Solo intentaba que no te durmieras,” pero se mordió la lengua y asintió. Había un brillo de mil soles en los ojos de Parkinson que el hombre no pudo ignorar. Además había cumplido con su objetivo ¿no? La Slytherin ya no se estaba durmiendo, así que…

- Es bueno saberlo… lo tendré en cuenta.

El autobús se bamboleó peligrosamente, tanto así que sillas y camas estuvieron a punto de rodar, pero el conductor logró componer satisfactoriamente la situación a tiempo.

Quizá no satisfactoriamente para todos. En el piso de arriba parecía haberse sucedido un huracán y los gruñidos que provenían de arriba hicieron una nueva sonrisa en los labios del Profesor. La bestia que los emitía salió rodando por las escaleras y cayó semi inconciente a los pies del hombre.

- ¡Fenrir! - exclamó Severus, agachando ligeramente su rostro sobre el del hombre lobo. - ¿Nadie te ha hablado de los cinturones de seguridad? Son inventos muggles, pero dado a tu ineptitud, creo que son aptos para ti. Señorita Parkinson, es nuestra parada.

Snape se puso de pie y ofreció su brazo a la muchacha que lo miraba como a la cosa mas bella y mas importante en el resto del universo. Temblorosa, cogió su brazo y caminó junto al profesor, sintiendo que sus pies flotaban sobre el suelo.

Y antes de llegar a la puerta, la prefecta fue empujada por su amado profesor y se estrelló contra una señora con aspecto de haber sido engendrada por un mago y una guacamaya. Antes de poder rezongar, Pansy se dio cuenta de que su amado profesor había salido del autobús en algún punto de su caída.

Y no iba solo...

Notas finales:

De nuevo miles de disculpas, pero terminare esta historia aun que me tarde un poquito, que espero que no sea necesario, odio las historias inconclusas.

UN GIGANTE GRACIAS A TODOS VOSOTROS

BESOS


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