No puede más, algo le ordena.
Ya no quiere continuar, algo no lo deja.
¿Por qué anda con un cuchillo bajo la manga?
¿Por qué camina tan veloz y está nervioso?
La noche anterior una pelea tuvo.
Una discusión con su novio, que no salió bien.
Empezó con lo mismo de siempre, un tema recurrente.
A pesar de que ya le habían aclarado no fue suficiente.
Primero lo golpeó, y eso no bastó.
De la cocina un artefacto tomó.
Hiro-san…no sabía nada al respecto, pobre de él.
Su mente le traicionó, y Nowaki ya no paró.
“Creo que has aguantado mucho” le decían.
“¡Creo que ya no quieres seguir con esto!” le gritaban.
Y Nowaki a esas voces escuchaba.
Poco a poco, minuto a minuto se fue perdiendo.
Hiro-san casi lloraba, pero eso no le importaba.
De la cocina salió tranquilo, y hacia Hiro-san se lanzó.
Unos segundos bastaron, la alfombra roja se pintaba.
El cuchillo encajado estaba, y Hiro-san ya no gritaba.
Se terminó, Hiro-san murió.
Aunque eso no le importó, ya nada quedaba.
“Ya nadie le llamará así” le decían.
“Ahora sólo queda él” le llamaban.
Nowaki levantó el cadáver de su amante, y sobre el colchón lo arrojó.
“Buenas noches, Hiroki” dijo y un beso en la frente le dio.
Cubrirlo con una sabana blanca no era una opción ya que aún así se notaría.
Ahora camina por las calles de Tokio.
Sin preocuparse por la gente que grita a su alrededor.
La sangre e Hiroki se impregnó en su camisa.
Y sus manchas las mejillas le llenaban.
Nadie a la policía alertaba, tenían miedo de Nowaki.
Alguien intentó detenerle, pobre de él.
Pero al parecer a Nowaki no le importaba, ya que seguía avanzando.
Interminables cuadras cruzó, causando terror a su alrededor.
Quería llegar con Usami y terminar con todo.
Quería matar a Usami y terminar con esto.
Encontrar su hogar le sería complicado, tal vez.
Un momento, ¿qué hay más adelante?
Un hombre con gabardina fumaba en una banca.
¡Qué suerte tenía Nowaki!
Ya no debía buscar. Al parecer Usami decidió salir de su hogar.
Hacia él Nowaki corría, mientras el cuchillo alistaba.
Espera un poco, ¿qué es eso?
Nowaki frenó en seco, algo le detuvo.
Frente a él, un joven corría hacia Usami para hablarle.
Ambos reían, se notaba que se querían.
El corazón de Nowaki palpitó, tal vez se arrepentía.
No, ya nada importaba.
“Mátalo” le decían, dos pasos hacia delante dio.
“Asesínalo” le pedían, la velocidad aumentó.
“¡Destrúyelo!” le gritaban las voces en su cabeza.
Y todo pasó…
En medio de ellos se metió.
Con un hábil movimiento la garganta de Akihiko cortó.
No hubo tiempo alguno de decir algo.
La sangre de Akihiko se derramaba, se veía grandioso.
Nowaki sonreía, dulcemente, ya acabó.
La sangre de Usami a Misaki empapaba.
Todos gritaban, nadie atrapaba a Nowaki.
Misaki no reaccionaba, ya nada importaba.
Lo último que Usami escuchó
“¡Sólo yo le llamo Hiroki!” desde lo lejos gritaba.
Nowaki cumplió con su cometido.
Ya todo había terminado.
Del cuerpo de Hiroki un aroma a rosas se desprendía.
Nowaki, el tifón había acabado con todo.
A su enemigo Akihiko eliminó.
Pero a cambio de su venganza, la vida de Misaki destruyó.