Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La jaula abierta por Hoshino

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Por favor, pasen y lean. Sólo recuerden que los personajes de Gravitation, creación de Maki Murakami, los tomo prestados para mis locuras. 

Notas del capitulo:

Pues empecemos...

Quería ser especial por lo menos una vez en el camino que la gente llama “vida”. Por lo menos una vez. Sólo una vez. No pedía más, no deseaba más, porque era todo lo que necesitaba: ser especial, ser único para alguien. Aunque sólo fuese por un instante, eso sería suficiente. Sería feliz. Ahora que lo pienso, en ese entonces era en lo único en que podía pensar. 


Le rodeó el cuello con firmeza y dejó caer su peso para quedarse colgando. Río ante la expresión sorprendida de su “nuevo” compañero, y, para aumentar la sorpresa del otro y su propia risa, comenzó a balancearse suavemente. Izquierda, derecha. Derecha, izquierda. Entre risas, sintió cómo su juego era detenido por el par de brazos que rodeó su cintura con fuerza, paralizando todo movimiento. La risa también fue detenida. Los labios de su conquista habían atrapado los suyos. Sintiendo el suave aliento del otro, abrió la boca para permitir que el beso fuese a otro nivel, en donde su lengua jugó el papel que le correspondía en cada noche de pasión: volver loco al que estuviese en frente. Pero él, ¿se sentía bien? Sí. Era excitante y divertido conocer a gente nueva. Una noche, nada más, eso era todo, eso era suficiente.


-Pensé que sólo eras bonito por ese cabello y esos ojos tan exóticos que tienes, pero también eres bueno –murmuró su “pareja” entre besos, desabotonando los primeros botones de la suave camisa que cubría su tostado torso. Deslizó sus palmas sobre su piel y sintió un ligero cosquilleo en su bajo vientre.


Él también comenzó a moverse. Bajó las manos al cinturón y lo desabrochó sin interrumpir el apasionado beso. Sin buscarlo, encontró la excitación de su compañero esperándolo. Por su mente cruzó algo. Se detuvo, cerró los ojos por un momento, escuchando, como resultado, la inmediata protesta del otro. Abrió los ojos y le besó ligeramente los labios, divertido.


-Lo siento. Terminemos lo que empezamos –dejó resbalar la camisa por sus hombros y los labios de su compañero, ansiosos hasta la desesperación, se apoderaron de su pecho, mientras sus manos recorrían, frenéticas, la suave espalda. Tomó su cabeza con las manos, con la misma delicadeza que siempre lo había caracterizado.- ¿Soy especial para ti?


Su compañero alzó el rostro confundido, intimidado, desconcertado. Sonrió alegremente, alzó su cabeza sin brusquedad y los besó con efusión. Esa noche no sería tan larga como hubiese querido, pero estaba bien. Al final ya lo sabía y era lo único que había esperado. Pues para un pájaro es suficiente con abrirle la puerta de la jaula para que se vaya y no regrese jamás. Claro, él era la jaula y el resto de los hombres eran los pájaros enjaulados por una noche, sólo una y la puerta se abría, para que la jaula quedara una vez más vacía. El besó se desvió al cuerpo ya desnudo, la piernas le temblaron, jaló al otro y se tumbó en la cama del hotel. Alzó los ojos. A través del ventanal de la habitación podía ver el cielo nocturno. La noche sería corta.


***


Se despertó tarde, había llegado a casa después de las dos de la mañana y todavía se había dado el tremendo lujo de tomar una ducha, ver una película con el sonido desactivado y hacer su habitual llamada de reporte a su único amigo. Había sido realmente una hora exhaustiva de comunicación. Durmió unas seis horas y todavía sentía los músculos del cuello agarrotados, además los ojos se le estaban cerrando. Estaba cansado. Arrastró los pies hasta la cocina y preparó con esfuerzo una taza de café. No había tomado mucho la noche anterior, pero ya llevaba semana y media siguiendo el mismo patrón. Dormir poco y hacerlo todos lo días no estaba siendo tan saludable después de todo. Se desplomó en una de las sillas del comedor y vio a su alrededor. ¿Por qué tenía un departamento tan grande? Pasaba casi todo el día en casa, era cierto, pero eso no quitaba al hecho de que viviera sólo. Vio el reloj. Casi las once. Dio un sorbo a su café y, mientras bajaba la taza, depositó sin mucho cuidado la frente sobre la mesa. Necesitaba despabilarse, aún tenía que terminar de escribir dos columnas y un artículo para una revista. La información para los tres trabajos estaba lista, el problema era la tonta redacción. Apretó los ojos.


-Creo que debería mudarme a un lugar más pequeño –giro su cabeza sobre la mesa y observó sin ganas la enorme ventana que le permitía ver de lejos la torre de Tokio.- Sólo sería una lástima perder esta bonita vista –murmuró. 


-Entonces simplemente quédate aquí, Shuichi –escuchó la voz firme y dura de su amigo.


-Hiro, no te dije ayer que no vinieras –hizo un mohín, sin siquiera moverse.


-De hecho me lo gritaste antes de colgar –deslizó una silla hacia atrás. 


Alzó la cabeza con dificultad y tomó otra vez la taza de café. Miró hacia en frente y sonrió al ver cómo su amigo colocaba una bolsa de tela sobre la mesa, mientras se sentaba en la silla de en frente y ponía un mecho de cabello rojo detrás de su oreja. 


-No te oí entrar. 


-Claro que no, nunca escuchas a nadie, siempre andas en la luna –lo miro con seriedad. 


-Escucho los timbres, ¿sabes? –preguntó burlón. 


-¿Entonces qué sentido tiene que me hayas dado la llave? Si tengo una, sólo tengo que usarla, ¿no? –respondió rápido y sin dejos de cinismo. 


Esa manera de hablar era la que siempre había fascinado a Shuichi. Su amigo desde la infancia, Hiro, nunca parecía realmente conmocionado con algo, así que varios de sus compañeros durante el jardín de infantes, la primaria e incluso de la secundaria, se burlaban de él y hacían todo tipo de maldades con tal de ver alguna expresión en ese rostro, que, más que serio, parecía despreocupado. Sin embargo, ese rostro despreocupado no era síntoma de un tono de voz despreocupada. Todo lo contrario. Shuichi sabía, por experiencia, que él jamás hacía bromas y que si decía algo, era porque ya había pensado demasiado en ello. En breve, Hiro sólo decía cosas que iban más que en serio, cosas que sentía sinceramente. Shuichi, que nunca lo había tomado a la ligera, prestaba atención a cada una de sus palabras y, por la preocupación que siempre había encontrada en ellas por su persona, le quería y le respetaba lo suficiente como para no hacer alguna tontería que terminará en la cama y que, por ende, terminara con su amistad.


-Me alegra que estés aquí –dijo alegre.


-Termine temprano mis asuntos y decidí darme una vuelta –sacó algunos moldes de la bolsa, extendiéndolos enfrente suyo-. Sabía que sólo desayunarías café, así que traje algo más.


-Hiro, eres tan considerado –sonrío alegre mientras tomaba uno de los moldes que contenía arroz-. Realmente estoy hambriento –tomó los palillos que el otro le extendía y comenzó a comer vorazmente.


-Pues no lo parece. Si realmente tuvieses hambre, cocinarías algo por ti mismo. 


-Sabes que eso es prácticamente imposible. Deberías esperar a que las vacas volaran, los peces caminaran y los osos polares comieran foca cocida para que yo cocinara algo –tomó otro molde con camarones rebozados e introdujo uno en su golosa boca. 


Hiro lo miró fastidiado.- Entiendo lo de las vacas, incluso entiendo los peces, pero ¿qué tienen que ver los osos? 


-¿Balbuna fez faz jisto a un oso foblar cofer joca jodsida? –preguntó con la boca llena. 


-No, nunca he visto a un oso polar comer foca cocida –respondió ceremonioso, tomando también él un camarón que desapareció en su boca. 


Shuichi pasó el alimento con ayuda del café.- Entonces, ¿qué es lo que no puedes entender? Sólo hasta que veas a uno haciendo eso, llámame, lo vemos juntos y después cocino para ti –sonrió destapando el último molde, que contenía la sopa de miso. 


-¿Para mí? –preguntó con tono seco. 


-Por su puesto –tomo una cucharada de sopa–. Está realmente buena –tomo una segunda cucharada-. No te preocupes, cuando ese día llegue, me aseguraré de que sea comestible. No pretendo matarte –rio divertido.


Hiro lo observó atentamente. La sopa de miso le había gustado mucho. Pensó en lo simple que era Shuichi. La comida simple siempre había sido su preferencia. Nada de comida extravagante o extranjera, sólo una simple y típica comida japonesa. ¿Cocinar para él? Sonrío sin que Shuichi lo viera. ¿Era consciente de lo feliz que lo hacían esas palabras? No, claro que no lo sabía. Shuichi, desde pequeño, siempre había sido egoísta y, por ello, no podía ver más allá de lo que quería o convenía. Además, su mismo egoísmo, le hacía ser descuidado con las personas, pues jamás los consideraba. Sin embargo, cuando lastimaba a alguien, cosa no poco común, no lo hacía con maldad, simplemente era su completa ineptitud para pensar en alguien que no fuese él mismo. Shuichi ciertamente no era una mala persona, pera era aterrador observar como se comportaba con el “mundo”. Sólo él, Hiro, había sido capaz de mantenerse a su lado hasta ese momento, pero había tenido que soportar toda una serie de malas experiencias. ¿Por qué lo había tolerado?


-Muchas gracias, Hiro. Esta vez sí que te has lucido –sonrío ampliamente-. ¿Quieres un café? –se levantó sin esperar su respuesta.- El mio se ha acabado y todavía no estoy bien despierto.


Shuichi era egoísta y aterrador, tan voluble como para poder reír y llorar al mismo tiempo. Pero esa sonrisa, esas frases amables que a veces decía, valían cada momento difícil. 


-Shuichi –lo llamo titubeante.


-¿Sí? –preguntó sin voltear a verlo, ocupado en sacar otra taza y colocar el café en ella-. Oye, lo he olvidado, el café ¿te gusta con azúcar? –volteó a verlo confundido. 


Sí, eso era muy Shuichi. ¿Cuántas veces le había hecho café y siempre preguntaba lo mismo? Había perdido la cuenta.- Sin azúcar, por favor. 


-Ah, claro –se giró nuevamente y siguió concentrado en sus movimientos-. ¿Querías decirme algo? –preguntó desganado. 


Su amigo lo vio de espaldas y creyó que era un milagro poder hacerlo. Shuichi odiaba que alguien “estorbara” en su “espacio”. Tal vez los años de amistad sí eran recompensados. Pero, ¿qué pasaría si esa amistad se viese en peligro? Todo lo que había conseguido hasta ahora caerían como un edificio demolido, todo ese tiempo juntos dejaría de tener sentido. ¿Era capaz de hacerlo?


-Es sólo que me preguntaba si estás muy atareado con el trabajo –respondió resignado.


-Déjame pensarlo… -observó el agua hervir-. En realidad estoy un poco atrasado con tres artículos, pero no es nada de qué preocuparse. ¿Por qué? ¿Necesitas ayuda? –preguntó lo último con fastidio. 


-Sí. En realidad un amigo mío me ha pedido que me encargue de una entrevista, yo acepté porque se veía realmente en apuros, pero no tengo tiempo. Aún tengo que terminar de corregir unos manuscritos y me acaban de mandar algunos documentos de la embajada, con calidad de urgente –comenzó a guardar los moldes de comida.


-Ese es tú problema, Hiro –respondió divertido, apagando al agua. Tomó la cafetera para servir el agua en las tazas y comenzar a mezclar los ingredientes.


-Vamos, estoy en problemas.


-¿Te das cuenta que debiste de haberte negado desde un principio? Qué dolor de cabeza. Tu amigo te deja irresponsablemente un trabajo que le encargaron a él; tú, irresponsablemente, aceptas y después me pides irresponsablemente a mí que lo haga. ¿No crees que si yo acepto a hacerlo, me volveré cómplice de su irresponsabilidad? –tomó su taza y la de Hiro para depositarlas en la mesa, mientras se sentaba. 


-No seas dramático, por favor –alzó la taza y olió el café. Amargo-. ¿Cómo puedes ser moralista cuando se trata de trabajo? 


-Porque la inmoralidad en el trabajo sólo me trae más trabajo –respondió orgulloso.


Claro, pensó Hiro, más egoísmo. Respiró hondo, odiaba hacerlo, pero no le dejaba otra opción.- Muy bien, si no lo haces, no volveré a traer comida y observaré atentamente cómo mueres por inanición.


-¿Qué? –golpeó la mesa con las palmas abiertas-. ¡Eso es chantaje! ¡Chantaje! –alegó. 


-Sí, lo es –bebió café, satisfecho de la reacción de Shuichi. 


-Debes de estar bromeando –se cruzó de brazos-. Aunque uses algo tan bajo como eso, no haré tu estúpido trabajo, además siempre puedo comer afuera.


-Odias comer afuera –afirmó victorioso.


-Yo… -apretó lo labios. Era cierto. ¿Por qué Hiro lo conocía tan condenadamente bien? Tal vez, tantos años de amistad no habían pasado en blanco. Se levantó y tiró el café, todavía caliente, en el lavabo. No tenía ganas de hacer un trabajo que no le correspondía. ¿Quién demonios se creía Hiro para pedir y amenazar? Estaba molesto. Le molestaba que le conocieran, que invadieran su mundo, porque al final, lo única que él tenía era el mismo.


Lo observó: estaba molesto, realmente molesto. Había sacado el tema del trabajo para evitar decir una tontería, pero había dicho una aún más grande. Hiro apretó la mandíbula y se maldijo mil veces por haberlo hecho enojar. Se despreciaba profundamente cuando eso pasaba y, lo peor de todo, era que, conociendo a Shuichi mejor que nadie, todavía era capaz de ser tan tonto para hacer y decir cosas que de antemano sabía le molestarían. Shuichi jamás aceptaría que, de una u otra medida, dependía de alguien. Ni siquiera en algo tan simple como la comida. Tenía que repara el error, pero ¿por qué él? Porque le importaba seguir al lado de Shuichi, pensó.


-¿Shuichi? –preguntó lo más calmado que pudo. 


-Tengo que escribir, por favor, termina tu café y vete –dijo sin titubeos, acomodando la silla en donde había estado.


Hiro se asustó y respiró despacio.- Shuichi, no voy a pelearme por algo tan estúpido como una entrevista con un tipo desagradable. 


Shuichi se paró en seco. La molestia había dado lugar a la curiosidad. Hiro había dicho la palabra mágica, la única por la que todavía existía un “alguien” para él y que representaba su única esperanza de que aquellas palabras le fuesen dichas, de ser lo único por lo que valía la pena vivir: ser especial. Giró su torso, interesado y descubrió que Hiro se había arrepentido de haber dicho “eso”. Su rostro podía parecer inmutable, pero no siempre. 


-¿Quién? –preguntó seco.


-¿Quién qué? 


-¿Quién es el tipo que tiene que ser entrevistado? –se acercó con cautela. Puso la mano izquierda en la mesa y recargó todo su peso en ella, inclinándose hacia su amigo-. Si me lo dices y parece interesante, no me importa que no me cocines más, tal vez, haga el trabajo –sonrió siniestramente.


¿Por qué había hecho algo tan estúpido como para llamar a Shuichi en ese sentido? No planeaba seguir soportando el dolor y la preocupación que le causaba las llamadas nocturnas de su amigo, no podía soportar ver a Shuichi en ese estado. No le importaba que se enojara totalmente con él-. Recuerdas lo que hablamos en la madrugada.


-Lo he olvidado completamente –dio haciendo énfasis en cada letra.


-Shuichi, no puedes seguir así. Mírate, estás demacrado y ¿cómo no ibas a estarlo? No comes bien, no duermes bien y te metes con el primer tipo que se te insinúa.


-Te equivocas, yo elijo a quién llevarme a la cama, no confundas –respondió sin alterarse y con una enorme sonrisa. 


-¡Ese no es el punto! –se alzó de la silla molesto, tomándolo de los brazos- No entiendes que “eso” sólo es una forma de lastimarte –intentó no gritar.


-Vaya, vaya. Hiro-san está preocupado por mí –rozó el mentón del pelirrojo con el dedo anular y se acercó más a su cuerpo.- ¿Acaso quiere Hiro-san cuidarme? –susurró con seducción.


-No hagas eso –desvió la vista, pero la cercanía de Shuichi lo estaba volviendo loco. Siempre estaba atento a no atravesar esa peligrosa línea que los separaba, pero había momento, como el de ahora, en el que sentía que era capaz de atravesarla, porque si Shuichi se lo pedía, si él se lo pedía, él… 


Shuichi dio un paso atrás y quitó las manos de Hiro de sus hombros.- Lo siento –Hiro volvió la vista a esa amatistas que lo miraban y que, sin embargo, parecían tan alejadas. Comenzó a reír.- Era sólo una broma –tomó la taza de Hiro y dio un sorbo al café ya tibio, ante lo que el pelirrojo dio un respingo que pasó inadvertido para Shuichi-. Yo jamás te pediría que me cuidaras –sonrió con tristeza-. Jamás lo haría y lo sabes. 


Había hecho algo malo. Hiro lo miraba sereno y sin una pizca de vergüenza. Era él el que estaba avergonzado. Siempre se había repetido que no podía hacerle eso a la única persona que se había preocupado por él. Respiró profundamente. Incluso en los momentos más terribles e insufribles, Hiro siempre lo había apoyado, así que él no podía responderle de esa manera. Aunque sólo fuese una broma, no podía actuar así. 


-Haré el trabajo –afirmó Shuichi, apurando lo que quedaba en la taza del excafé de Hiro. Lo saboreó y corroboró que la comida y la bebida robada saben mejor que las propias- Sólo necesito que me des la información para la entrevista, ya sabes, la fecha, el horario, el lugar, etc.


-No es necesario que lo hagas –murmuró Hiro.


Se mostraba bastante sereno, pero por dentro sentía todavía su sangre hervir, hubiese querido que Shuichi se quedara así un poco más, pero sabía que era imposible, sabía que Shuichi no podía ver el deseo crudo que temía se colara por su mirada. “Yo jamás te pediría que me cuidaras”. El eco de esas palabras le torturaban, pero las agradecía porque le ayudaban a controlarse, y el control era su única arma para permanecer al lado de Shuichi.


-¿No es necesario? ¿No me había dicho que te era imposible? –preguntó mientras llevaba la taza al lavabo y abría el grifo para llenarla de agua. Más tarde las lavaría. 


-Sí, pero creo que lo mejor es…


-No haré nada, ¿de acuerdo? –lo interrumpió. 


-Shuichi, no creo que sea conveniente –lo miró airado-. En la madrugada te oías realmente mal.


-Fue sólo una estupidez. Es cierto, no estoy tan bien como en otras ocasiones, pero no es nada que no haya pasado antes –contestó cansado. Siempre odiaba que terminaran hablando de lo mismo. Sin embargo, ahora que lo pensaba era su culpa. Hablar siempre a Hiro de sus problemas, los llevaba a terminar a eso.


-No creas que puedes engañarme, llevas así semana y media.


-Por favor, Hiro, primero me pides que haga un trabajo, después me dices que mejor no. El trabajo es trabajo, no mezclemos eso con mi escandalosa vida nocturna, ¿de acuerdo? –puso los brazos en garras. 


-Estoy de acuerdo, pero…


-Pero nada. Dame la dirección y la hora, yo lo haré. Tal vez, así me distraiga un poco y no sienta necesidad de salir –relajó los hombros y sonrió malicioso-. Por cierto, ¿qué día hay que hacer la entrevista? –preguntó ingenuo.


Hiro lo observó atentamente. Era cierto que Shuichi no mezclaba casi nunca trabajo y vida personal, pero estaba realmente preocupado. Por otro lado, si Shuichi mantenía su palabra y la entrevista realmente lo distraía, entonces tenía la oportunidad de detener su vida sexual una noche y eso, viniendo de Shuichi, podía convertirse en la clave para tranquilizarlo.


-Es dentro de una semana, a las diez de la noche en el Restaurante E –contestó en señal de derrota.


-¿La próxima semana? Entonces tengo que apurarme en preparar la entrevista, así que deja de hacerte el difícil y dime a quién voy a entrevistar –camino hasta quedar en frente de Hiro.


-Es un nuevo escritor que esta causando revuelo, se llama Yuki Eiri y es mitad inglés –soltó como si fuera una respuesta de examen preparada.


-¿Yuki Eiri? No me suena. Bueno no importa, ahora investigo, aunque si es un escritor, será difícil, no he leído nada suyo. ¿Cuál es el tema de la entrevista? –preguntó temeroso.


-Su última novela, Cerezos en el aire. Hasta donde sé, narra la historia de una chica que después de un intento de suicidio conoce a un anciano que le hace pensar que vivir no es tan malo. O algo así –recitó cansado.


-Mmm… Creo que eso complica las cosas. Tengo que leer su libro para poder hacer el cuestionario, ahora entiendo porque viniste corriendo –le dio golpecitos en el hombro-, nunca te ha gustado leer novelas existencialistas. La trama se oye aburrida, pero ya te dije, lo haré y lo haré bien –sonrió fingiendo ser un hombre de confianza.


Hiro tenía un mal presentimiento, que aumentaba su enojo cuando pensaba que él había sido el que en primer lugar le había pedido a Shuichi hacer ese trabajo. Apretó los parpados. No podía molestarse por algo inexistente, así que tendría que esperar, como siempre había sucedido con todo lo referente a Shuichi. Esperar y rezar para que tuviera un buen final, uno del cual no se tuviera que arrepentir el resto de su vida. Alzó su mano, para ponerla en su cabeza y despeinar los cabellos rosados de su querido amigo.


-Hiro –protestó delicadamente.


-Sí, sí –agitó con más fuerza su mano antes de retirarla.- Nos vemos luego –tomó la bolsa con los moldes e hizo un seño con la mano-. Si necesitas algo, llámame.


-No seas tonto, estás diciendo que tienes un montón de cosas que hacer, así que cómo te voy a estar llamando.


-Lo que digas –respondió resignado-. Espero tu llamada en la madrugada –soltó sin ninguna intención de pelear. Intención que Shuichi leyó claramente.


-No digas tonterías. Si te llamo será por culpa de la entrevista que nadie quiere hacer.


-De acuerdo –se dio la vuelta y, antes de desaparecer de la vista de Shuichi, murmuró: -Por favor, aunque sólo sea hoy, no salgas. Te aseguro que es lo mejor. 


Shuichi no contestó, sólo esperó a escuchar el “clik” de la puerta que indicaba que Hiro se había marchado, para darse la vuelta y dirigirse a la tarja: dos tazas de café lo esperaban a él y a la esponja con jabón. Alzó primero su taza. Al parecer, tomar dos cafés, desayunar como Dios manda y haber peleado con Hiro sí habían servido de algo. Sus músculos se sentían relajos y su mente lista para iniciar la primera columna. Mientras tallaba la taza, giró su rostro y observó una vez más el paisaje. La primera vez que entró a aquel apartamento, acompañado del hombre de bienes raíces (joven y demasiado torpe en la cama, según el criterio de Shuichi), pensó de inmediato que era demasiado grande para él; sin embargo, el sólo ver a través de ese soberbio ventanal le parecía un lugar digno de habitar. Ver la torre de Tokio y los grandes edificios que la rodeaban, eran, para él, un autentico homenaje a la vanidad del hombre. Shuichi, pura vanidad, se sentía bien sabiendo que él no estaba equivocado, que el querer ser especial para alguien, el más alto grado de egoísmo y de vanidad según sus propios criterios, era normal, era humano.


Dio un paso atrás para ver mejor el panorama. Recordó sus últimas noches y un dolor le invadió la cabeza. Soltó la taza llena de espuma y vio resignado cómo ésta se rompía en fragmentos incontables, agradeciendo por debajo llevar pantuflas. Dejó que sus brazos colgaran inertes a sus costados, escuchó cómo sus oídos zumbaban, sintió su respiración agitada y escuchó el latir casi frenético de su corazón. Al final, seguía estando cansado. Al final, tal vez Hiro tuviera razón y sí estuviera mal. Quería dejar de ser una jaula abierta, pero no sabía cómo. Quería ser especial a alguien, pero no sabía cómo. Su vanidad tenía hambre, y ésta lo masticaba día a día. Cerró los ojos y alzó la vista al techo. ¿Estaba mal querer ser especial? No, se repitió, es humano querer serlo.


-Creo que Hiro tiene razón, lo mejor será no salir hoy.


***


Pidió un vaso de agua y, debido a su estatura, al sentarse en la barra, comenzó a balancear sus pies. El pie derecho en frente, el izquierdo atrás, y viceversa. Lo hacía despacio para no aburrirse, mientras daba sorbitos al vaso y sentía con placer como el líquido vital pasaba por su garganta. Después de darse por vencido con las tazas, había terminado con uno de sus trabajos y se había ido a dormir, pero, por más que se forzó a cerrar los ojos y contar ovejas, lo único que consiguió fue un perfecto insomnio. ¿La razón? Quería ser especial. Mil imágenes se comenzaron a agolpar en su mente, el dolor de cabeza, que había conseguido calmar con una buena dosis de analgésicos, había regresado.


Se terminó el agua de un trago y pidió un vaso de wiski. El agua no iba a nublar su conciencia y tampoco el wiski, pero necesitaba fingir que estaba haciendo algo para curar su nueva ansiedad. Aumentó el ritmo de su balanceo, mientras comenzaba a ver las caras nuevas que “desfilaban” enfrente suyo. Distracción, distracción, distracción… ¿Era mucho pedir? Al parecer sí, no encontraba nada interesante y su cabeza cada vez estaba peor. Puso el codo derecho sobre la barra, alzó su mano y depositó delicadamente su cabeza sobre ésta. El alcohol tampoco estaba funcionando. Dio un último vistazo alrededor y temió que, de seguir así, terminara cediendo ante el primer tipejo que se le pusiera enfrente, tal y como Hiro decía siempre. Suspiró. Se estaba cansando y todavía no tenía ganas de dormir, la cabeza le estaba matando y sentía que en cualquier momento el impulso suicida le haría aventarse de algún precipicio, o, peor aún, terminar en cualquier cama. Frunció el entrecejo.


-No sé qué es más interesante en ti –una voz de seda interrumpió sus temores-. ¿Tus ojos? ¿Tu cabello? ¿Tu ceño fruncido? –preguntaba seductoramente.


Shuichi, si moverse, miró de reojo a una posible víctima y se quedó en blanco. Un par de ojos dorados lo estaban prácticamente devorando. Se sonrojó sin poder evitarlo. Había estado muchas veces con hombres lujuriosos, pero jamás con uno que tuviera una mirada tan intensa. Desvió la mirada por puro instinto.


-Si estuviera en tu lugar diría que mi cabello –se llevó la mano izquierda a la cabeza y rozó con ella su rosada cabellera.- Creo que es bastante extraña –sonrió con un dejo de nerviosismo al advertir que el otro se sentaba a su lado.


-No estoy seguro –sin ningún tipo de decoro llevó su índice derecho a la orbe del ojo izquierdo de Shuichi, haciéndolo sentir un escalofrió por todo el cuerpo.- Tus ojos me resultan más atractivos y también –dibujando una línea imaginaria, su dedo descendió hasta llegar a los labios.


Shuichi se mantenía inmóvil. Ese maldito hombre estaba excitándolo con tan sólo hablarle y rozarle con un dedo. ¡Debía de estar bromeando! Hizo su cuerpo hacia atrás y lo encaró. No tenía ninguna intención de ser dominado con tan poco. Alzó su cabeza de la mano y lo miró intrigado, intentando descifrar qué tipo de persona era. Parecía extranjero por el color rubio de sus cabellos y los ojos dorados, pero era difícil determinar de dónde eran los rasgos finos. Tal vez si lo tocara… Levantó su mano e imitó el gesto del “intruso”. Sin embargo, le costó dibujar la línea desde el ojo hasta la comisura de los labios. La piel era como porcelana: blanca, suave, fría…, preciosa. No sólo su piel. El hombre tenía sin lugar a dudas un rostro de belleza devastadora. Pero esos ojos, esos ojos. No, no eran sus ojos. Era su mirada, que era como si pudiera ver a través de él, como si pudiera adivinar lo que hay detrás de la ropa y la carne. Una mirada que podía llegar a adivinar lo que era Shuichi.


Retiró precipitadamente su dedo del rostro del desconocido. Su corazón latió con fuerza, el sudor llenó las palmas de su mano, su boca se secó. Un sentimiento viejo, que creía confinado en el fondo de su corazón, invadió cada centímetro de su piel. Una ola de escalofríos lo dominó. ¿Cuánto tiempo podría negar lo que el hombre de enfrente le provocaba? De un salto bajo del banco, puso un billete en la barra, bajo la vista y sin decir palabra se dio la vuelta.


-¿Ya te sientes mejor? –sonó la voz aterciopelada detrás de él.


Otro escalofrío. Giró la cabeza y lo escrutó con la mirada: era un hombre realmente atractivo, pero más que eso, era un hombre que no escondía su fuerza y su arrogancia. Con ambos codos recargados en la barra y la espalda recostada en la misma, lo miraba de una forma que Shuichi no sabía determinar.- ¿A qué te refieres? –preguntó simulando una sonrisa.


-Hace un rato parecía que tenías un buen dolor aquí –señaló su propia cabeza.


Shuichi ya ni siquiera se acordaba del dolor de cabeza. ¿Hace un rato? ¿Desde cuándo lo estaba observando? ¿Desde dónde? Él había escrutado todo el lugar de arriba hacia abajo y no lo había visto, sin embargo, ese hombre parecía que llevaba rato viéndolo. Entrecerró los ojos y no pudo negarse más. La presencia de es extranjero lo ponía nervioso, excitado y aún más, de forma casi inconfesable, temeroso. Shuichi, después de tanto tiempo, tenía miedo. ¿Qué pasaría si esa mirada realmente podía adivinar el vacío de la jaula?


Shuichi giró sobre sus talones y le sonrió ampliamente. Estaba muerto de miedo, pero la única forma de liberarse del temor, era enfrentado aquello que lo causaba. Además estaba decidido, no permitiría que un hombre lo hiciera sufrir, no otra vez. Se aseguraría de que aquella mirada dejara de verlo y, entonces, convertiría al extraño y peligroso hombre que tenía en frente en un pájaro más. Una noche y los dos no se volverían a ver, una noche sería suficiente para deshacerse de él.


-¿Quieres venir a mi casa? –preguntó divertido y excitado, tenía tanto que no disfrutaba de un reto.


-¿Para? –el hombre seguía mirándolo.


-Para acostarte conmigo, por supuesto –afirmó como si fuera la cosa más obvia del mundo.


-De acuerdo –aceptó con una media sonrisa. Sacó su cartera y repitió lo que Shuichi hiciera hacía apenas unos momentos: colocó un billete sobre la mesa. Se levantó y sin mediar más palabra rodeó a Shuichi por los hombros, obligándolo a caminar.


Cuando salieron del bar, Shuichi, después de liberarse del brazo del otro, alzo la vista y observó el cielo. Observó después al hombre que iba a su lado y se dio cuenta de que no había dejado de mirarlo. Esa mirada. Desvió la vista al piso. Había olvidado por completo por qué se había metido en ese bar. Estaba desesperado. Quería que la noche pasara rápidamente para poder abrir la jaula y observa al otro, al pájaro, irse sin dejar rastro; sin embargo, lo sabía bien, esa noche sería muy larga.

Notas finales:

Gracias por brindarme su tiempo y, si no es abuso, agradecere sus opiniones... -.-


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).