¿Me amas?
Ahí estás de nueva cuenta con tu serie de ‘estúpidas’ preguntas. Preguntas que, te juro, no quiero responder. Y es que son tan repetitivas, al menos deberías variar la pregunta un poco, hacerla de otra forma, pero ¡No! Siempre es lo mismo, bueno, ahora no te contestaré lo mismo de siempre.
—¿Me quieres? —neceas al ver que no he abierto la boca para contestarte. Frunzo el entrecejo y me obligo a mantener la calma. Tengo que mantener la calma.
—No.
—¿No? —preguntas de nueva cuenta dejando de mover los pies y levantando la cabeza un poco para poder verme. Subo más el libro en mis manos en un intento de tapar mi cara, y entonces vuelves a preguntar. —¿No me quieres?
—No. —Te respondo con simpleza —Sigue intentando. Tal vez algún día descubras lo que siento por ti.
Tu cara se consterna un poco. Supongo que es resultado de todas las veces que te he dicho ‘¡Te odio!’, pero tienes que aceptarlo, vaca estúpida, eres un fastidio bien grande en algunas ocasiones. Estoy seguro que ni el décimo te soportaría cuando estás en tus cinco minutos de ‘soy-la-persona-más-insufrible-del-mundo’.
—¿Me aprecias? —Niego con la cabeza y bajo el libro en mis manos para tomar mi cigarrillo del cenicero en la mesa de centro —¿Me estimas? —. Dudo un momento y tras darle una calada a mi cigarro vuelvo a negar. —¿Te agrado?
—Para ser franco, no siempre. —suelto con simpleza dejando mi cigarrillo y volviendo a subir el libro. Siempre es interesante leer ‘El príncipe’ de Maquiavelo, más aún después de un día no tan bueno en la empresa Vongola. —Sigue intentando.
Veo que tus ojos se empiezan a inundar de lágrimas. Estoy seguro de que en cualquier momento empezaras a llorar y todo el piso se enterara de que ‘no te quiero’ como haces frecuentemente cuando te grito a causa de que juegas con mis armas.
—¿Te caigo bien? —me encojo de hombros mientras intento seguir la lectura del tercer capítulo. —¿Te atraigo? ¿Te gusto? ¿Me encuentras atractivo?
Bajo el libro lentamente y te examino con la mirada. Cabello negro ondulado, ojos verde olivo, piel blanca, una llamativa camisa de manchas negras… Un cuerpo bastante bueno, no estás tan bien ‘dotado’ pero es porque aun eres joven. —Eres guapo. Pero en Vongola todos me atraen sexualmente. Me gustan las cosas hermosas, son… como el arte.
Empiezas a lagrimear. Está cerca la hora en la que digas: ‹‹Lo sabía, nunca te importado, Estupiedera. ¡Te odio! ››, pero en contra de todo pronóstico te sorbes los mocos –de manera asquerosa –y sigues intentando. —¿Soy importante para ti?
—Sí… algo… quizá. —digo sin quitarte la vista de encima —Pero eso no es lo que siento por ti. Sigue intentando.
—Quizá… Tú… —titubeas un poco, te sonrojas y cuando nuestros ojos chocan me preguntas —¿Me amas?
Sonrió parándome de mi sillón y me acerco a ti para darte un beso en los labios. —Te amo mucho. Nunca lo dudes. ¿Entendido, vaca estúpida?