¿Justicia?
ÉL era un demonio. La palabra “justicia” no existía en su vocabulario, pero anhelaba poder decirla con fuerza para que ese chiquillo de Ciel, la escuchara hasta quedarse sordo.
Él había caminado en la tierra por eones. Era de los más fuertes, de los más antiguos cumplidores de deseos. Aunque claro, se les denominaba Demonios y ni uno de ellos era justo, solo eran apegados a las promesas; pues estas eran obligaciones, ordenes de obediencia y códigos de honor, que todo digno Demonio seguía y que rara vez, entre la extraña camarería que se tenían entre si....juraban no meterse con la comida ajena......pero ya iban dos veces que por capricho se le impedían cenar.
La primera metida de pata por llamarla de alguna manera, la tuvo con ese perro demoníaco. Ese mismo Demonio canino que perdió la memoria por el temor que le infundió Ángela. Por supuesto que de tiempo atrás, ya conocía a ese Ángel. No era coincidencia que cuando se enfrentaron con Ciel correteando por las incendiadas calles londinenses, le soltara que era su media naranja necesaria.
En aquel tiempo, era un novato salido recientemente del nido, donde le enseñaban las nobles artes para saciarse el hambre. Cumplía con el pedido de una vieja bruja que quería muertos a sus hijos por tratarla mal.
En cuanto acabo de devorar a la mujer, que de paso esta decir tenia un sabor dulzón sin llegar a ser realmente impresionante.
Cuando paso. Cuando él lo encontró.
-miren lo que tenemos aquí - canturreo ese Demonio perro de cabello blanco, desnudo y furioso. La avecilla que era en ese tiempo, supo al instante que invadió el territorio de otro similar - tenemos a un pichón
-ya me iba
-seguro - ladro desdeñoso, poniéndolo nervioso. Las uñas afiladas del mayor lo cortarían sin ningún problema, de querer hacerlo - ¿no crees que merezco una recompensa por dejarte comer de mi mesa? Digo. He dejado bien claro que nadie podía tocar los banquetes en mi hogar
-no vi nunca tal señal - el canino bufo molesto y tomo con rapidez a Sebastián del rostro. El pálido demonio sintió sus mechones negros escurrírsele de la frente. Era más pequeño y sus ojos rojos temblaban, buscando una escapatoria. El Demonio perro apretó mas la quijada, enterrándole las uñas, sacándole a Sebastián un gemidito agónico.
-huele a tu alrededor, pichón - le ordeno - este olor esta por toda la región. Cualquiera lo sabría - entonces lo arrojo contra la tierra. Apretándolo contra su cuerpo y así poder restregarse contra Sebastián - quiero mi pago....pichón.
-hazlo después - dijo Ash, quien metiéndose en la diversión del Demonio, salvo sin desearlo a Sebastián. El Ángel en apariencia masculina le miraba maravillado por la humillación. - tenemos cosas que hacer
-no me dejas divertirme Ash - antes de dejar a Sebastián, se atrevió a violentar la boca hasta hacerla sangrar. Le arranco mechones de cabello donde le sujetaba, para así poder controlarlo mejor y le golpeo la cara arrojándolo unos metros - pero es seguro que lo veré después.
Así fue como Sebastián los conoció. Ángela y Pluto, como le puso el mocoso al que ahora tenia que servirle el té. Simulándolo claro, haciéndolo solo por tradición. Ningún Demonio podía saborear otra cosa que no fueran las almas. Y Ciel, era un Demonio.
A partir de ese encuentro, juro ser más fuerte. Creció, conociendo a muchos amos, sirviendo así los deseos de los grandes; o los clamos de los pobres que desesperados, veían en un ser tan maligno su salvación.
Pero al igual que concia humanos, conocía a otros como él.....incluso a otras entidades: por ejemplo, un Shinigami, que en cuanto lo conoció, lo odio.
-peste negra - apunto en su libreta - no quiero saber como esto pueda traerte diversión. Pues es lo único que se me ocurre, demonio. - dijo con asco - no has comido ninguno. Y poco puedo creer que esta enfermedad sea el deseo de alguien.
-el señor William - reverencio Sebastián viendo como las personas caían por las calles y otros tantos se tambaleaban hirviendo en fiebre - solo quería ver que pasaría. Debía de desquitarme en alguien mi furia.
-muy digno de los malditos - William se ajusto los lentes. Esos ojos marrillos penetraron a Sebastián sin causarle intimidación - por tu culpa ahora tenemos mucho trabajo - suspiro - con lo falto de personal que andamos. El tener que ocuparme de ti, es una molestia extra. Pero ni modo.
-¡OH! - río de lado - el señor William quiere tomarse un receso y jugar conmigo - se auto dijo susurrándose apenas, poniéndose de pie - bueno, no crea que estoy de ocioso. Me encuentro trabajando para conseguir un alma.
-¿estas embarazado? - William desfiguro su rostro apenas y pese a lo increíble que le sonaba el asunto, con su arma acaricio la silueta del apenas abultado vientre - asqueroso
-mi nuevo amo quería una buena descendencia. Desea un varón fuerte. Él quiere asegurar su apellido para el resto de los tiempos con una línea directa. Para asegurarme que tal cosa pase, debo de imprimir mi sangre - río de lado - señor William apreciaría que pese a ser asqueroso, no lo diga. Es suficiente con haberle permitido a ese amante de niños llenarme
-por eso odio a los Demonios. Con tal de tener un alma para comer hacen de todo. Los humanos son otros estúpidos, para poder ver las intenciones reales de estos - entonces William guardo su guadaña - no te matare por ahora. ese mocoso es un humano y no se me ha dicho nada sobre recoger a un engendro
-que grosero - dijo pese a no tener ni una pizca de mal humor
-entonces ¿cómo se llamará? - Sebastián alzo una ceja no sabiendo que contestar por la genuina curiosidad de William, quien por el momento ya no era una amenaza.
-Orpherus Phantohive
-el nombre es bonito, el apellido maldito - y sin mas se fue.
Por supuesto que ese nombre era bonito. Lo Eligio él. Sebastián aun recordaba a ese asqueroso humano y de como, por sentirse con derecho de más: tal como el titulo de amo, se lo daba; lo maltrataba hasta el hartazgo, buscando ponerle todas las trabas posibles para que no lograra cumplir con el trato.
“te daré a tu hijo. Pero en cuanto nazca. Tú alma será devorada por mi”
El hombre estaba asegurando sus vienes para que a su descendencia no le faltara nada. Y mientras tanto, la esposa del hombre que ya le había parido tres niñas y que de por cierto, no le importaba que su marido trajera cuanta esclava mocosa a su cama para dale placer....... Pero aguantaba poco que ahora también se cojiera a un varón.
-no me importa que seas un Demonio - dijo ella, pateándolo. Sebastián tenia prohibido por parte del amo, el regresar alguna agresión. Solo debía de aguantar y proteger a ese bebé - eres la puta. Un chiquillo que chillotea cada que mi esposo le da la atención que no merece - ¿atención? Ese “señor” era un bruto que pese a su gravidez, seguía tomándolo brusco, salvaje y con cuanta originalidad, que le partía en dolor toda articulación cada que podía. Olvidándose en ocasiones que quien tenia en el vientre, era su tan anhelado heredero - ¡ya muérete!
En las noches, cuando ya todos estaban dormidos. Él se salía por la ventana, para pasear por los jardines. Esa luna le hacia brillar los ojos aun más. Esa noche levanto las manos al cielo para luego dejarlas caer en su abdomen prominente, que morado por los golpes que las féminas de la casa le daban, cubría al humano que no se rendiría nunca. Sebastián estaba seguro que si Orpherus aguantaba tan bien las palizas de sus padres y hermanas, junto con las intrusiones violentas, aguantaría todo en la vida que le esperaba.
-¿sabes?- le dijo - Tú madre no quiere que nazcas, tiene miedo de que cuando lo hagas, nada quede para ella y sus hijas. Las mismas mocosas que se meten en la cama de tu padre para asegurar su parte de la herencia. Tú madre sabe que en cuanto nazcas, devorare a su esposo. Ella no quiere que lo mate....la matare a ella también - le confeso - no pretendo arriesgarme a que duermas con el enemigo. Nace ya Orpherus, nace para que yo pueda saciar mi hambre con esa podrida alma y divertirme en su agonía. Dame el placer de cumplir con este trato. Serás gobernante de Phantohive, Orpherus: tú y tu linaje. El apellido siempre será condenado a la desesperación y el desastre Orpherus....ya que eres el hijo de dos Demonios, no puede ser de otra manera. Eres el producto de los instintos humanos retorcidos y de un Demonio. - como si el pequeño lo entendiera, obligo a Sebastián a contraerse con fuerza. La contracción que le hizo fue decisiva - ¿será hoy? Gracias Orpherus. Gracias por dejarme ser egoísta.
Sebastián se tendió en el pasto. Estaba solo, pero no importaba. Orpherus se abría camino rápido. Pujando el solito desde su interior, pujando entre los líquidos para encontrar la salida. El bebé escuchaba a su verdadera “madre” gemir de dolor. Pero con la diferencia notable entre los que ya conocía para su precaria existencia. Estos gemidos eran hasta cálidos: no desesperados como cuando su padre se metía en su madre, incluso de paso lastimándolo en su saco amniótico.
Cuando logro salir, Sebastián lo miro, no con amor, ni afecto, solo con gratitud.
Cosa que Orpherus resintió.
Orpherus se sintió envuelto en los delgados brazos de Sebastián, y a su mojada frente siendo lamida para limpiarlo. Abrió los ojitos azules....viendo solo las manchas del mundo, tratando de llevarse la ultima imagen de Sebastián con él.
Sebastián fue con el que era ahora su ex-amo. Lo despertó tocando a la puerta de la habitación. Lo primero que recibió fue una cachetada, pues el hombre estaba furioso por ser despertado: que ni vio a su hijo en los brazos de Sebastián, sino hasta que fue demasiado tarde.
Sebastián acabo con su banquete en esa mansión, devoro a casi todos. Dejo a Orpherus en su cuna con una nota a la nana que estaba al tanto de la situación. Le dejo como regalo d e bienvenida, una piedra llamada “esperanza” para que le adornara la mano al crecer.
Era un símbolo del linaje poderoso que corría en su alma, que se convertía en sangre y carne.
Entonces: Phantoohive tenía a un nuevo dueño.
Sebastián siguió con su errante camino. Nada importaba ya. El tiempo le obligaba a encontrar todo demasiado aburrido, ordinario y rutinario. Ya no valía la pena una sola alma en la que fijar la mira.
¿qué podía existir ahora para no dejarse morir de hambre?
Comió de los tiernos infantes, pese a que unos tenían una inusitada pureza para la porqueriza en la que moraban, no le maravillaban. Degusto las más ambiciosas y amargas almas, siendo las mas comunes de los adultos.
¡Quería algo nuevo!
Y fue cundo llego
Olió a su próxima victima
Un niño pequeño de doce años, clamaba por venganza debido al sufrimiento que le hicieron pasar. Sebastián reconoció al mocoso manchado con la ponzoña de la oscuridad y la prevención del mundo, sin siquiera ser capaz de digerirlo, ese olor de humillación y coraje, fue lo que le termino por convencer y aparecérsele al niño en su forma para los incautos humanos: la figura de un Cuervo, uno tan negro y de ojos rojos: que le propuso el trato de venganza a cambio de su alma.
Tuvo que aprender al pie de la letra cada receta, en el intento de mantener a Ciel contento. Al no tener el sentido del gusto, tuvo que confiar en el paladar exigente de Ciel Phantohive, su propio bisnieto que le puso su nombre: Sebastián.
Por si solo, Ciel era un inútil, pero seguía siendo su amo. Sebastián se comporto como todo un mayordomo, como el padre cuidadoso que no fue para Orpherus. Desde que tuvo la oportunidad para probar de esa boca su pago, supo que esa alma valía mucho más de lo que cualquiera hasta ahora. Ciel era descendiente suyo, sangre humana y linaje demoníaco le recorrían las venas, haciendo de Ciel una pureza única, que él se encargaría de hacer madurar.
Mientras Sebastián llevaba a acabo la venganza de Ciel, se topo con el demonio perro que lo maltrato en su tierna infancia. Ahora que no era más que un descerebrado pulgoso que se sentía asquerosamente atraído a su esencia; tenia que cuidarlo hasta que los sirvientes que le consiguió a Ciel lo mataron.
Sebastián no sentía remordimiento alguno por robarle besos a Ciel, con la excusa de ver que tan a punto se encontraba su alma.
No fue hasta que mato a Angela que tenia un pésimo gusto, si es que lo elegía a él para ser la mujer en su retorcida utopía. No fue hasta ese momento que logro que su boca se hiciera agua con la imagen de Ciel rogándole imprimirle en su alma el dolor que infligió en su vida.
Esa era justo la clase de alma por la que tanto trabajo como un miserable mayordomo. Cuido cada día esa alma durante años. Regándola con las promesas de venganza y las hieles que de estas desprendían. Lo dejo saborear la luz para que madurara preciosamente en las sombras. La nutrió con la sabiduría de la miseria y determinación. Ciel phantohive era el alma mas pura que existiera, un brillante astro que no se opacaba por los cadáveres que caían frente de él como lluvia de estrellas en los fríos polos d e la insensibilidad humana.
¡y todo ese esfuerzo fue robado por ese mayordomo de oro!
Claude le robo a su amo. Se atrevió a tocar su deliciosa comida con sus asquerosas manos.
Pero todo había sido culpa suya. Debió de apresurarse a comer en vez de llevarlo a la isla para darse un banquete digno de un Rey. Su enojo fue tal que destruyo parte de las montañas, levantando rocas para luego dejarlas hundirse en los riscos.
No dejaría que el alma de Ciel se le escapara tan fácilmente.
Cuando Sebastián conoció a Alois, debió de haber reconocido que una basura como la que era el mocoso, resultaría un contrincante inesperado que atrofiaría sus avances, por no decir la cena entera.
A Sebastián no le importaba si Alois amaba a Claude. Si el mocoso anhelaba tanto el amor, aunque lo tuviera que buscar en los brazos interesados de un traidor, pues esa era la esencia d e los demonios. A él no le interesaba que Claude encontrara mucho mejor a su presa que la suya. El mayordomo de oro siempre tuvo un gusto demasiado vulgar desde que se le expulsara del nido.
Claude era una araña que moraba en todas y en ninguna parte a la vez, cosiendo telas en las mentes frágiles de los humanos que escuchaban habar de él. Era tan vulgar la manera poética en la que Claude se alimentaba.
Mucho menos le interesaba a Sebastián la infeliz vida del mocoso rubio. ¿qué si su hermanito no midió las consecuencia de sus deseos? ¿Qué si Alois fue vendido? ¿Qué si lo violaron? También Ciel fue ultrajado, tratado como un animalito exótico. ¿qué si Alois tuvo que obligarse a sonreírle al viejo Conde? Ciel nunca tuvo mas que llanto para esos que le tocaban impúdicamente, aterrándolo y haciendo desear la muerte en momentos. ¿qué si Alois asesino al Conde para ser dueño de todo, cuando ni siquiera tenia una meta fija al hacer el trato con Claude? Ciel pensaba en la venganza cuando lo invoco. ¿qué mas daba, si Alois se convirtió en e l amante de Claude Faustos, dependiendo enteramente de su mayordomo? Ciel solo lo utilizaba y solo se encariño lo suficiente, o lo mismo que los Lores tienen en estima a una cara mascota que les es útil y hace monerías.
Si, Ciel y Alois, eran iguales...y aun así, distintos.
Por eso Sebastián se sabia culpable de haberse confiado en que Alois no se vengaría, al descubrir toda la verdad. Alois no era tan bueno planeando las cosas como Ciel, pero: sus trucos y su suerte le ayudaban. Alois asesino a Claude por no amarlo, condeno a Ciel con un regalo que no quería, y lo castigo a él de paso al no poder comer esa alma por la que tanto trabajo.
Y de paso, lo encadeno por toda la eternidad a los caprichos de Ciel.
-me miras con mucho odio, Sebastián - Ciel rió entonces. Simulaba toma el té - no disimulas, ni haces el esfuerzo de. Me divierte tu odio.
-lo siento. Sabrá disculparme Bochan - Sebastián le reverencio. Seguía enojado por no poder ser libre nunca más, aun más, se enfurecía porque Ciel había descubierto su crueldad.
-no has comido nada. Eso te tendrá de mal humor - Ciel cruzo sus infantiles piernas pese a ser todo un adolescente - yo comí hace tres días. ¿Crees que deba de alargar o levantarte el castigo? Vamos Sebastián: contéstame.
-haré lo que Bochan ordene - Sebastián lamió sus secos labios. En verdad estaba hambriento. Ciel lo había dejado sin comer desde hacia un buen rato y le constaba concentrarse en otra cosa que no fuera encontrar un alma. Ciel le hizo una señal para que se le acercará
-tienes dos días para hacerlo, Sebastián. Ya es suficiente con que disponga de ti.
-si, my lord.
-Sebastián, dame un beso - Sebastián así lo hizo - Sebastián antes de irte: súbete a mi silla y dame la espalda. Quiero que te quites la ropa. Iras a comer con lo que yo te diga que usaras. - Sebastián lo miro con aun más rencor. Era horrible el no haberlo podido matar - muy bien - a pesar del pequeño tamaño de Ciel, resultaba maniáticamente dominante para cualquiera. Coloco uno de los juguetes anales que compro especialmente para Sebastián, entre las nalgas blancas y tersas, aun sin penetrarlo - sabes lo que quiero
-hasta la base
-hasta la base - afirmo. Ciel introdujo el grueso consolador, posesionándolo solamente, Sebastián debía de auto penetrarse. Sebastián lidiaba con eso para introducirlo en su seco interior - si no terminamos pronto, tendrás menos tiempo para conseguir una presa Sebastián - Ciel ladeo una sonrisa cuando vio a su mayordomo abrir sus nalgas con las manos y poder enterrarse mejor. Los hilos de sangre arruinaban su magnifica silla, pero esos lastimeros gemidos. Eran una buena recompensa - apenas llevas la mitad.
-se ensancha aun mas - dijo pero continuaba haciendo presión. Se sentía por completo desgarrado, pero debía de obedecer la orden. Debía de seguir sentándose sobre eso.
-¿te excusas? -se mofo Ciel - hasta la base Sebastián. No me hagas ir a ayudarte, porque sabes que lo haré y a mi modo. Sabes que no te gustara - advirtió - ¿recuerdas cuando me penetraste y al mismo tiempo, te obligue a dejarte llenar con ese consolador? - Sebastián asintió -chillaste con mi peso encima de ti. Lo que tienes horita rasgándote es apenas más grueso. Dos centímetro más, en realidad. ¿Qué son?....nada ¿verdad?
Sebastián quiso llorar por es a burla. Se sintió romperse cada que lograba deslizarse más. La presión le punzaba y su instinto le gritaba por parar y salir corriendo. Aulló cuando por fin lo logro. Su interior se apretaba adolorido y tuvo que aguantar el punzante escozor cuando se levanto. Apretaba los nudillos contra el respaldo de la silla. Atrás tenia a Ciel disfrutando de los temblores de su cuerpo. Degustando en primera fila ese pedazo de plástico abrirlo, metiéndose y saliendo, manchando de sangre. No pudiendo parar hasta que Ciel se lo ordenara.
Taro d e levantarse pero s u amo se lo impidió, le hizo inclinarse para echar un vistazo al juguetito.
Lo hizo exponer su sangrante trasero a esos ojos azules, en lo que la mitad de su cuerpo permanecía tendido en el caro escritorio. La base del consolador era cuadrada y mas grande, por lo que chocaba con las nalgas, evitando que unos centímetros estuvieran enterrados en las entrañas de Sebastián. Quien se sacudió de susto al escuchar la negativa de Ciel.
-no me obedeciste
-pero Bochan
-no me obedeciste Sebastián. Pero admito que estas bien abierto. ¡Recibirías el puño de un hombre adulto! El mío es muy pequeño y nada ancho - Sebastián trago saliva sintiendo como Ciel empuñaba su mano y la ponía en esa madera - te dije que hasta la base - y empujo. Por instinto, Sebastián cerró las piernas, pero eso fue más doloroso. Ciel seguía empujando, así que Sebastián controlo sus lágrimas - buen chico. Te lo tragaras ahora todo, Sebastián - y fue metiéndolo hasta que desapareció - estas echo un asco.
-mis perdones Bochan - gimió adolorido. No podía mantenerse en pie. Eso en su interior lo lastimaba. Solo podría salir a gatas. Ciel sabia humillarlo - me retiro Bochan
-no te he dado la orden
-claro, Bochan. Error mío - dijo. Su sangre goteaba manchando la alfombra. Ciel saco entonces una ridícula faldita que no cubría nada - esto te ara ver como lo que eres, Sebastián. Ponte la falda y vete gateando, así y sin limpiarte. Vete a comer. A ver que piensan tus presas al verte como una puta más.- Sebastián asintió - una ultima orden: si alguien quiere cogerte, deja que lo haga. Pero te advierto, debe de no estimularte, déjale saber que te viola, que te golpea a su gusto.
Si, Ciel había aprendido la violencia y crueldad innecesarias.
Era imposible que consiguiera algo en tan poco tiempo. Pero tampoco quería estar con su amo por más tiempo. Estaba s seguro que enloquecería de hambre. Sus instintos se dispararon cuando sintió la presencia de un Shinigami: pero antes de saltar y preparase para pelear de ser necesario: se miro, no e tab. En buenas condiciones. ¿y valía la pena no dejarse matar?
Sebastián se quedo tan quieto como en un inicio, de todos los Shinigammis, esperaba que no fuera Grell. Ese pelirrojo Shinigami que por alguna extraña razón, no deseaba demostrarle en lo que se había transformado, quería que Grell lo tuviera en sus recuerdos como el poderoso y guapo mayordomo Phantohive, en vez de mostrarle a la puta sirvienta del demonio Ciel Phantohive.
Pero corrió con la mejor de las suertes. William le miraba con esa impresión llena de asco. No lo culpaba, el mismo se lo tenía.
-¿buscando presas?
-ninguna sola hasta ahora, señor William - rió y gateo un poco - parece que todo el mundo es feliz en esta nueva era. Ya no hay quien crea en nosotros. Hay hospitales de a montón y aun en su miseria, los humanos saben disfrutar. Ya no soy necesario, señor William. Moriré de hambre antes de darme cuenta. Aunque es justo - una esfera luminosa se paro frente a la cara incrédula de Sebastián, para convertirse en una piedra preciosa - ¿y esto?
-un alma.- Sebastián arqueo una ceja - puedes comerla. Me sobra
-¿no tendrá problemas con el conteo, o con sus superiores por alimentar a un demonio?
-te dije que me sobra - y William se acomodó los lentes - come antes de que me arrepienta
-¿no quieres tomarme, William? - Sebastián se sonrojo por su ocurrencia. Nunca se imagino ofrecérsele a William, claro. Jamás imagino estar en una situación parecida.
-estas loco. Come.
Esa alma que William le daba, era cálida. Su primera comida en setenta años. Dada precisamente por quién menos imaginaba, aparte de que no le pedía nada.
Ya luego vería amanera de pagarle, o de hacer que William le atravesará con su oz para librarse de Ciel.
William podría salvarlo.
Aunque por ahora solo debía de disfrutar de la caliente comida.