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¿Un día como cualquier otro? por Eowyn

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Notas del capitulo:

Espero que sea de su agrado :3 

 

Ale Fishy xD querida mia(? este fanfic es para ti! 

 

Los personajes usados en este Fanfic son propiedad de Maki Murakami.

 

 

 ~*~

 

 

¿Un día como cualquier otro?


Los brillantes rayos del mediodía se filtraban a través del vidrio de la ventana; Iluminando el estudio de aspecto sombrío en el que Eiri Yuki dormitaba despreocupadamente, tararareando para sí mismo una melodía que había escuchado cantar a Shuichi unos días atrás. Un gruñido proveniente de su estómago interrumpió la tranquilidad en el ambiente.

Contento de  poder escaparse del estudio en el que llevaba largo rato sin hacer grandes progresos en el trabajo se dirigió a la cocina. Pensaba en el delicioso pastel de durazno que probablemente encuentre en la nevera, esperándolo.

Su estómago rugió nuevamente, exigiéndole alimento. Sin embargo grande fue la sorpresa del escritor al encontrarse con la heladera literalmente vacía… solo había unos potes de mostaza y botellas de agua. ¡Ni siquiera unas cuantas cervezas!

-¡Pero qué…!

El fastidio del joven no se hizo esperar. ¡Se supone que esa semana le tocaba a Shuichi hacer las compras! Era de esperarse que el cabeza de chorlito lo haya olvidado. Desilusionado por el pastel de durazno que no pudo engullir; Probó suerte en las alacenas de arriba… ¡nada! Vacías completamente, a excepción de unas bolsas de arroz para nada apetitosas.

Iba a matar a Shuichi cuando llegara. Miró el reloj, eran las 2 de la tarde aún, y el mocoso llegaba como a las 8. Pensaba pasar hambre el resto del día y aparentar estar enfermo para hacerlo sentir culpable. Pero desechó esa idea rápidamente, solo Shuichi era capaz de hacer una estupidez como esa.

Maldiciendo a cada paso que daba  decidió pasar por la pastelería que quedaba a cinco cuadras. Encendió un cigarrillo, tomó las llaves del auto y salió hecho una furia del apartamento. El cachorro de la vecina le ladró desde la puerta del frente al mismo tiempo que  corría a toda prisa hacia él, indignado vió como el pequeño perro le mordisqueaba el pantalón. El rubio pateó con fuerza al caniche, ignorando el gruido lastimero que éste dio al ir a parar contra la pared.

Echo andar rápidamente antes que apareciera su “simpática” vecina y le reprendiera por patear a su querido “Ripper” a pesar de los regaños que varias veces tuvo a causa de patear a “Destripador” Eiri no dejaba de hacerlo cada vez que tenia oportunidad. Era su pequeña venganza contra el maldito animal por ladrar a mitad de la noche.

Ya de camino a la pastelería decidió llamar a su amante. Le vendría bien descargarse un poco pues estaba bastante molesto. Mientras esperaba en un semáforo, se colocó los auriculares para hablar y espero a que el mocoso contestara.

-¿Yuki? ¿Está todo bien?  ¡¡Juro que no fue intencional!! Gritó Shuichi en un tono suplicante.

-¡Ah! ¡Con que sabes bien lo que hiciste! ¡Idiota!

-¡En serio! ¡Fue sin querer! Estaba bailando… y… y la ventana estaba abierta ¡y de repente cayeron! Hize tod…

-¿Qué? ¿De qué demonios estás hablando? Le interrumpió un confundido Eiri.

-Pero que no me llamas por lo de… ah... ¡nada! ¡Olvida lo que te dije! ¡Me equivoqué!

-Shindo Shuichi ¡¿qué mierda fue lo que hiciste?! Gritó el escritor a viva voz.

Desde el otro lado de la línea se hizo un silencio sepulcral.

-¡No te hagas el idiota y responde! ¿¡Qué fue lo que hiciste ahora?!

El ojimiel tuvo que maniobrar ágilmente para evitar un choque con otro auto. Debido al enojo que sentía, su “impecable” conducción comenzaba a peligrar. Ignoró el saludo de unos cuantos dedos y apretó las manos contra el volante, ya casi llegaba a la pastelería.

-¡Lo siento amor! ¡Tengo que colgar! K me está llamando…

“Tuuuu…”

Eiri no podía creer que el pequeño cobarde le haya colgado. Esto definitivamente no iba a quedar así. Al llegar a la pastelería, cerró con fuerza la puerta del auto y entró con paso seguro al local de decoración melosa.

Pidió casi en un gruñido  dos tartas, una de chocolate y otra de durazno. Estaba de mal humor… así que agregó una caja de muffins de frambuesa y otra de deliciosos brownies. ¡Al diablo si comía demasiados dulces!  Mientras esperaba se percató que la vendedora era bonita…

Hacía mucho que Eiri había dejado esa vida de “mujeriego” que antes solía llevar, el pequeño pelirrosa lo había cambiado mucho, sin embargo en esas ocasiones, podía permitirse un “leve coqueteo”. Si Shuichi llegara a enterarse se enfadaría mucho, o peor… lloraría. Cosa que el escritor no soportaba. De modo que jamás llegaba demasiado lejos con los flirteos como para que eso sucediera…

La vendedora, de largos cabellos castaños y claros ojos marrones observaba detenidamente el  huraño rostro del joven que, a pesar de mostrar semejante expresión, no dejaba de ser demasiado apuesto. Le divertía saber que al reconocido escritor le gustaran tanto los dulces… es más, lo encontraba interesante.

Le entregó al novelista su compra y le sonrió con picardía. Fue grande la sorpresa de ella al ver que éste le correspondía con un rápido guiño  antes de cerrar la puerta del local y desaparecer tras el  lujoso auto negro, aparcado previamente en la acera. “Definitivamente era ese su día de suerte” Pensó la muchacha distraídamente.

 

 

A eso de las 5  de la tarde llamó al cantante otra vez, quien descaradamente respondió al segundo llamado.

-¿Amor?

-¿Quién mas podría tener este mismo número? Respondió Eiri molesto.

-¿Qué pasa Yuki? ¡Estoy ocupado! Ya te dije que lo sentía ¿sí? Te conseguiré esos CD… ¡lo prometo! Murmuró Shuichi atropelladamente.

¿CD? Se preguntó el rubio, sospechando…

 y como si de su vida se tratara se levantó rápidamente del sofá y fue derecho a su estudio. Más específicamente al estante junto a la ventana donde guardaba su colección de música clásica. Una furia se apoderó de él  al ver en el estante solo dos CD de Chopin. “¡¿a dónde estaban los demás!?”

Del otro lado Shuichi trataba de obtener su atención otra vez, el escritor al parecer se había quedado mudo.

 – ¿QUE DEMONIOS HICISTE CON LA COLECCIÓN?!

Shuichi suspiró… -¿No me digas que recién caes? ¿No es por eso que me llamabas? ¡Ya te dije que lo siento Yuki, por Dios!

-¡¡No puedo creer que seas tan imbécil como para tirarlos por la ventana!!

-Fue un accidente… pero, si recién te das cuenta, me llamaste tres veces al trabajo y no era por los CD… ¿Acaso algo malo te sucedía? Preguntó Shuichi con voz temerosa. Eso o estás muy, muy aburrido porque cancelaron  la serie policial de las 5:30…

El mocoso lo conocía bien.

-¡No llamaba por los malditos CD!

-Entonces porque …

-¡Cállate! Se supone que te tocaba ir al supermercado esta semana, ¡no hay nada aquí! Soltó rápidamente el ojimiel.

Se escuchó un segundo suspiro. –Te tocaba a ti esta semana  amor.

-¿¡Pueden discutir sus problemas maritales luego!? Escuchó Eiri desde la otra línea.

-Ya oíste a K Yuki, lo hablamos cuando llegue a casa ¿sí? ¡Te amo!

-Esp…

“Tuuuu…”

Más enfurecido que antes el joven escritor tiró el celular encima de la mesa. Aquél día no estaba yendo para nada bien. Y su ya natural malhumor empeoraba cada vez más.

Sin nada interesante para ver en la televisión (Shuichi tenía razón respecto al programa policial) fue a entretenerse con algún libro en el estudio. Aún tenía trabajo por delante y la lectura de algo bueno quizás le inspirara.

Unas horas más tarde un efusivo saludo desde el salón le anunció la llegada del pelirrosa. El escritor siguió tecleando en el ordenador, sin alterarse en lo más mínimo. Incluso ignoró los delgados brazos que se enroscaron en su pecho. Shuichi comprendió que aún estaba enfadado por lo de los CD, pero aún así  le besó cariñosamente como si nada hubiera sucedido.

-¡Estoy de vuelta!

-Ya era hora.

Los ojos del pequeño se abrieron por la sorpresa. – ¡Yuki! ¿Me extrañaste?

-No. Ve al supermercado. Tengo hambre y casi no tengo cigarrillos.

-Que simpático. Ironizó el cantante. -¡Te tocaba a ti esta semana! Mira… y se fue corriendo, trayendo de vuelta un papel consigo.

Eiri agarró bruscamente el papel que Shuichi sostenía delante de sus ojos. Era al parecer un horario de ambos  con las tareas domésticas. Y él creía que el muchacho era un imbécil sin remedio… tuvo que tragarse sus palabras al ver que, efectivamente esa semana era su turno de ir al supermercado.

-¿Ves? Dijo Shuichi.

Reprimiendo las ganas de gritarle como siempre, el escritor optó por cambiar de estrategia. Dulcificando su tono y clavando los ojos en los suyos le dijo:

-Lo haré la semana que viene, ¿puedes ir tu ahora? Ronroneó Eiri con una seductora sonrisa, una efectiva arma cada vez que quería conseguir algo del pelirrosa. Vio relucir la duda en los ojos amatistas y esperó pacientemente.

-T-te tocaba a ti amor… tartamudeó inseguro. Además estoy cansado.

-Shuichi~~

-¡No! ¡En serio estoy muy cansado! Repitió cerrando con fuerza los ojos.

-¡Bien! De todos modos eres un desastre haciendo las compras, siempre se te olvida todo menos los pockys ¡claro! Replicó el rubio olvidando la dulce voz.

-¿Qué hago mal las compras? ¡ja! si no fuera porque te escribo una lista y te hablo cada hora por teléfono cada vez que vas, solo traerías dulces y cervezas!

Eiri tenía que aceptar que eso era cierto, aunque no le daría el gusto diciendolo en voz alta. No obstante era una exageración decir que necesitaba de las listas… ¿no?

-¡ Porque eso es más que suficiente! Dijo el escritor volviendo su atención al ordenador.

-¿¡ves a lo que me refiero!?

Eran normales este tipo de discusiones diarias. Sus diferentes personalidades no aceptaban otra manera de comunicación… por decirlo de alguna manera. Sin embargo no eran predecibles sus desenlaces… casi siempre. Luego de discutir acaloradamente cual de los dos era el más egoísta terminaron ambos en el auto…

 

 

 

 

 

 

 

Yendo de compras juntos.

A pesar de ser algo tan sencillo y cotidiano como lo era una salida al supermercado, podía convertirse en algo serio para los dos amantes. Era difícil para ambos ponerse de acuerdo.

Enfundados en sendos disfraces, la pareja llegó sin contratiempos al supermercado más cercano.

-Ve tú por los vegetales, yo iré por los artículos de limpieza. Dijo Eiri empujando su carro con cierta pereza.

Shuichi hizo lo mismo, con la energía inacabable que le caracterizaba.

 Se encontraron nuevamente en el pasillo de los lácteos.

Alzando una ceja Eiri miró las compras de su amante, el carrito rebozaba en vegetales y otras cosas de aspecto nutritivo (palabra que no asimilaba su diccionario.)

-¿y eso?

-Algo que deberías comer de vez en cuando.

No le gustaba cuando Shuichi lo trataba como si fuera un niño. Pero… ¡no iba a darle la razón! El era feliz solo con cervezas y cigarrillos…

-Hey… deja unos cuantos. Dijo el pelirrosa sacando un par de “six-pack” del carro de su amante.

-¡Oye! ¿Qué haces? Dijo Eiri quitándoselos.

El ceño fruncido de Shuichi le hizo sonreír, esa mueca de enfado le daba un aspecto aún más infantil. Sin embargo no se dejó convencer, de modo que las 12 cervezas volvieron al carro.

Ambos hablaron tranquilamente de cosas nimias hasta llegar al pasillo de los dulces.

Las tranquilas personas que allí había los miraban extrañados sin poder creer que dos hombres, ya adultos pelearan por paquetes de pockys.

-¿te parecen razonables 15 paquetes de pockys mocoso?

-¡Me gustan! Y lo mismo te digo a ti con los 5 six pack! ¡Por lo menos los pockys no dañan tanto mi salud!

 

 

Los fríos ojos del novelista se iluminaron al ver delante de él un enorme cartel que anunciaba el premio de 50 paquetes de cigarrillos a la persona que adivine el código de seis dígitos de una caja fuerte. Para una persona tan inteligente como él seria pan comido adivinarlo pensaba con cierta petulancia…

-Como te decía… ¿no es más sencillo agregarle azúcar en vez de harina…? ¿¡Oye Yuki estas escuchándome?! Dijo Shuichi levantando la mirada hacia el mayor, Quien con una mirada que pocas veces había visto relucir en sus ojos observaba absorto el cartel promocional.

-Vamos Yuki, eso es una bobada… no hay manera que puedan adivinar el código… susurró Shuichi señalando con la cabeza las frustradas personas que lo intentaban. El vocalista  no quería que su amante participara… pues estaba en plan de conseguir que éste dejara de fumar de una vez por todas.

-A ver mocoso, quiero intentarlo. Dijo el escritor zafándose del brazo de Shuichi que en vano trataba de detenerlo.

El hombrecillo que conducía el pequeño concurso se emocionó al ver quien quería participar.

-¡Miren señoras y señores! ¡Parece que el famoso novelista Eiri Yuki quiere probar suerte con nuestra caja fuerte! ¿Lo logrará? ¡Adelante…! ¡Vamos! ¡Vamos! Apremió el conductor.

Ignorando el murmullo ensordecedor de las mujeres a su alrededor, Eiri se aproximó a la caja metálica. Observó detenidamente el teclado numérico y marcó decididamente una secuencia.

Un sonido grave, como de una sirena le indicó que se había equivocado. “¿Cómo es eso posible?” gruñó en su mente.

-Vaya, vaya… señor Eiri. ¡Le quedan dos oportunidades! Dijo el hombrecito con una imborrable sonrisa.

Varias secuencias numéricas, tales como “La sucesión de Fibonacci” pasaron por la mente del escritor. No había manera que se equivocara por segunda vez, Era el famoso novelista Eiri Yuki!, una maldita secuencia de 6 dígitos no iba a vencerle.

Sin embargo falló una segunda, e incluso una tercera vez.

Shuichi respiró aliviado… aunque sabía que tendría que aguantar el malhumor de Eiri cuando llegaran a casa. Eiri era  un mal perdedor, y el cantante conocía bien los berrinches que le agarraban cada vez que eso sucedía.

Casi en contra de su voluntad el pelirrosa decidió probar suerte con la caja metálica, solo lo haría por hacer feliz a Yuki, aun cuando sabía que el maldito premio iba  en contra de sus planes, pero cuando se trataba de la felicidad de Yuki ¿acaso algo más importaba?

-¿Puedo intentarlo? Dijo Shuichi acercándose a la tarima.

El conductor le dejó paso, luego de presentarlo con excesiva emoción.

1,2,3,4,5,6… Marcó Shuichi sin darle muchas vueltas.

 Lo suyo no eran las grandes y difíciles deducciones, tecleó lo primero que se le ocurrió y para su sorpresa un ensordecedor sonido junto a una lluvia de papelitos de colores anunciaron que había acertado.

Festejó la victoria bailoteando como un crío, sonriendo a su vez al estupefacto escritor que lo miraba sin poder creerlo.

Se le hizo entrega del descomunal paquete, el cual sin perder tiempo presumió delante de los ojos de su amante. La expresión de Uesugi realmente daba miedo… pero en cuanto vio que el pelirrosa se lo entregaba con una sincera sonrisa no pudo evitar corresponderle con otra, un tanto menos pronunciada. Por dentro no cabía en sí de gozo por supuesto “¡¡ Eran cincuenta paquetes de cigarrillos!!”

Mientras manejaba, ya de vuelta al departamento, miraba de tanto en tanto al distraído cantante mientras se  preguntaba que otras sorpresas escondía… seguía sin poder creer que el cabeza de chorlito le haya ganado con una respuesta tan simple como esa…

" ¿Había fallado el también, tal como el Prefecto de la policía de París falló en encontrar la carta, en aquella historia de Poe que tanto le gustaba? ¿Será que el mocoso conocía aquella brillante deducción que Poe hizo a través del personaje de Dupin?" **

Sacudiendo la cabeza lo negó rápidamente. Alegando a su primera teoría… la mente simple del mocoso solo llegaba a simples conclusiones… esa era la respuesta. Punto final.

Shuichi miró de reojo la enfurruñada expresión de Eiri… y sonrió apenas.

“ Si, Eiri era realmente un mal perdedor.”

Notas finales:

** Se refiere a "La carta robada" de Edgar Allan Poe.

Gracias por leer!

Espero que les haya gustado :3  dejen reviews porfis! sus opiniones me importan mucho, ¿tienen ideas de como podría mejorar en mi narración?

¿ o quizás en las historias mismas? los consejos sirven mucho a la hora de escribir un relato nuevo, más si lo escribe una novata como yo xD no tengan miedo de opinar! 

 


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