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Tu dulce sabor por Shun4Ever

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Andaba entretenido viendo los escaparates de la cuidad, tan adornados en aquella época del año. Sin poder evitarlo se paró delante de una pastelería que mostraba pequeñas muestras de los dulces que vendían. Entre ellos uno llamó mucho su atención, se trataba de un pequeño dulce con forma de corazón. No era muy llamativo, pues no tenía colores vistosos como el resto, ni tampoco era muy grande en comparación con los expuestos, pero tenía algo que le llamaba exageradamente la atención y eso era su precio. ¿Por qué un dulce tan apetecible y gracioso costaba menos que los demás? Sin pensarlo entró en la tienda pues no se podía quedar con la curiosidad de conocer el porqué de aquel dulce tan extraño.

- Buenos días, ¿Qué desea? - Un hombre rubio de pelo largo le atendió.

No podía decir que no se quedó perplejo por la belleza de aquel hombre, pero desvió un momento su atención y sus mejillas coloradas para admirar aquel pobre y solitario pastel.

- Esto… ¿Podría decirme porque ese pastelillo es más barato que el resto?

El rubio le miro extrañado y comenzó a reír, cosa que hizo que el muchacho se ruborizara aun más y se escondiera tras su bufanda.

- Eres el primero que se fija en este pastel. ¿Quieres uno?

- Lo siento pero no tengo tanto dinero. Solo… Ha llamado mi atención y sentí curiosidad.

- No te avergüences muchacho. No has hecho nada malo.

El dependiente se acercó hasta la pequeña fila de pastelillos y agarró uno con las pinzas para después depositarlo en un papel y envolverlo con un lazo. Sin más lo depositó en el mostrador en el lugar en donde se encontraba el chico.

- Llévatelo para degustarlo. Invita la casa.

- Pero… No puedo aceptarlo.

- ¿Quieres saber un secreto? – Decía mientras se acercaba al chico con una mano ocultando sus labios para que no los vieran desde la cocina. – Es que mi hermano es nuevo en esto y – señalo el pastel – ver que alguien se ha llevado alguno, le alegrará el día.

El muchacho miró por un momento al dependiente y sonrió amablemente tras unos segundos. Buscó en su monedero y sacó uno de los pocos billetes que tenía, depositándolo sobre el claro mármol del mostrador.

- Es todo lo que tengo.

- No chico, tranquilo. De verdad invita la casa.

- No me lo llevaré si no acepta el dinero. No podría degustarlo con tranquilidad.

- Esta bien. Hagamos un trato. – Volvió a acercarse al muchacho y bajo el tono de voz – Hace esto todos los viernes. A partir de ahora vienes ese día y yo te regalo uno de sus dulces. Así él estará contento y tú te llevas un dulce gratis a casa, ¿te parece? – El joven comprador bajó la cabeza y contestó avergonzado.

- No podría comprarlos.

- Oh! Vamos! En verdad que me harías un favor! Nadie se quiere llevar los pasteles de mi hermano!

Shun, que le encantaba ayudar a los demás, sintió que no podía decir que no a la oferta y acabó asintiendo al vendedor.

- Está bien, pero quiero colaborar en algo. No quiero llevármelos gratis. Puedo ayudar con la limpieza o con la venta o en la cocina incluso. Lo que sea que necesite yo lo haré.

El dependiente solo lo miró un momento y sonrió abiertamente.

- Trato echo entonces. Pero debería al menos, saber tu nombre chico.

- Shun. Mi nombre es Shun.

- Perfecto Shun – Le entregó el paquete con el pastelillo – Nos vemos la semana que viene. Ah! Mi nombre es Shaka.

- Nos vemos entonces la próxima semana, Shaka

Tras mostrar una sonrisa salió de la pastelería con aquel dulce en la mano. Su hermano se alegría, pues hacía mucho que no probaban nada tan caro y encima les había salido gratis. Que más le daba a él tener que ayudar en la tienda la semana siguiente, si al menos podía degustar algo con tan buena pinta. Abandonó la bien adornada calle casi con prisas hasta llegar a las afueras, en donde vivía junto a su hermano en el barrio obrero. Su hermano mayor hacía las veces de padre, pues cuando era él pequeño sus padres fallecieron en un accidente de coche. Él vagamente si recordaba a sus padres, pero Ikki siempre los tenía bien presente y todos los años acudían al cementerio a orar en sus tumbas. Llegó a la zona oscura y entró en el portal para subir a corre prisas hasta el tercer piso, que era donde se encontraba su pequeño apartamento. Su hermano lo había comprado con el dinero que habían heredado de sus padres y ahora era el encargado de traer el dinero suficiente para los gastos de la casa. Shun también participaba, pues en sus ratos libres de la escuela, trabajaba de ayudante en la pequeña herrería en la que trabajaba su hermano.

- Hermano ya he vuelto – Como siempre, era su forma de entrar en el pequeño apartamento.

- Oh! Shun! Te demoraste! – Ikki asomo la cabeza por la puerta de la pequeña cocina y Shun se adentró en la misma con una sonrisa en la boca. Se acercó hasta su hermano y tras darle un beso de bienvenida, dejó el pastel sobre el banco de la misma.

- Shun? No te dije que andamos mal de dinero?

- No te preocupes hermano. Esto me lo han dado en una pastelería.

- ¿Te lo han dado? – Preguntó incrédulo el hermano mayor.

- Sí, es como un favor. La semana que viene les ayudaré con unas tareas a modo de agradecimiento.

El mayor suspiró y se dirigió hasta donde se encontraba el menor, le dio un beso en la frente y llevó el pastel junto dos tenedores hasta la pequeña mesa que había en un rincón.

- Vamos a probar este pastel.

- Sí!! – Shun ilusionado por el tiempo que hacía que no comía algo dulce, se apresuró hasta la mesa en donde se sentó con prisas.

Ikki destapó el pequeño paquete y se encontró un pastelillo, que desde su punto de vista, no tenía muy buena pinta, pero que su pequeño hermano estaba mirando con ansias. Al ver tan feliz a Shun, sonrió y se acomodó en la silla sobrante, cediéndole un tenedor a su hermano.

- Solo probarlo o no cenarás!

- Sí Ikki. Solo probarlo

Como sabía que no iba a conseguir que solo fuera un bocado, se estiro un poco y sacó dos botellines de leche, cediéndole uno a Shun, que lo agradeció de sobremanera.

- Gracias. Que aproveche!

- Que aproveche!.

Mientras en la pastelería, Shaka se encontraba en la cocina dándole una buena noticia a su hermano pequeño.

- Hyoga ¿Sabes que?

- ¿Qué?

Que gracia le hacía a Shaka encontrar a su hermano pequeño tratando de amasar un poco de pan. Se encontraba con toda la cara llena de harina y parecía centrado en la masa blanquecina, que amasaba sin descanso. Shaka no pudo evitar el sonreír  y se acercó a Hyoga para limpiarle un poco la cara con el delantal.

- Se han llevado uno de tus pasteles.

La cara se le iluminó al pequeño aprendiz de repostero al escuchar la noticia.

- ¿En serio?

- Claro! ¿Acaso te mentiría?

El pequeño muchacho rubio salió corriendo de la cocina y se lanzó sobre el mostrador para comprobar lo que le decía su hermano mayor.

- ¡Es verdad!

- Bien Hyoga, ahora ya tienes motivos para seguir esforzándote.

Sin volver a mediar palabra sobre el asunto, Hyoga regresó a la cocina a seguir en sus quehaceres, que ahora le resultaban más gratificantes. Shun por otra parte había prácticamente devorado el pastel que tan delicioso le parecía, aunque al parecer de Ikki no estaba muy bueno que dijéramos. La semana pasó entre el trabajo y los estudios para el pequeño, por lo que sin darse cuenta ya era viernes y se encontraba nuevamente frente a la pastelería. De nuevo se encontraba parado frente al escaparate pensando en cual sería el pastelillo del que degustaría esa semana, cuando el hombre rubio lo diviso.

- Veo que al final volviste.

- Sí. – Mostró su mejor sonrisa pues de verdad estaba emocionado – He venido a ayudar en la tienda.

- Pasa pues.

Shun siguió a Shaka hasta dentro de lo que creyó la cocina, en donde pudo ver a un chico más o menos de su edad con restos de harina en la cara.

- Hyoga – Llamó el mayor a su hermano, que se giró al ser llamado por Shaka – Este es el chico del que te hablé. – Shaka miró a Shun y le sonrió – Shun nos ayudará durante unas semanas.

Hyoga dejó lo que llevaba entre manos y tras limpiárselas cuidadosamente se acercó al nuevo muchacho para darle la mano.

- Encantado – Posó sus ojos azules intensos en Shun provocando cierto nerviosismo en el pequeño – Yo soy Hyoga y soy aprendiz de repostero.

Hyoga mostró una sonrisa encantadora que hizo que Shun le devolviera el gesto y repitiera el gesto con la mano para fundirlas en un apretón.

- Igualmente. Por favor, cuida de mí durante mi estancia en la pastelería.

- Será un placer.

Complacido Shaka, solo veía a los muchachos presentarse. Sin duda Shun sería una buena influencia para el solitario de su hermano menor. Se centraba tanto en ayudarle que se olvidaba de hacer amigos y salir con ellos. Cuando vio a Shun pensó que podría funcionar la amistad entre ambos y al parecer, al menos por la primera impresión, no andaba muy mal encaminado.

Tras unas horas, Shun se encontraba ayudando al pequeño repostero en la cocina y así estuvo lo que quedo de tarde. Cuando la noche amenazaba con asomarse, Shaka le dio su recompensa a Shun y este agradeció el presente con su mejor sonrisa.

- Gracias Shun.

- Nos vemos la semana que viene

Se despidió desde la puerta de la pastelería y saludó a Hyoga con la mano, saliendo disparado en dirección a su casa. Tan emocionado estaba con la tarde que había pasado en la pastelería que no se había dado cuenta de cuan manchada llevaba la cara. Ikki, al ver a su hermano de aquella manera, no pudo evitar el reír por lo cómico que parecía.

- Parece que te has rebozado

Decía el mayor mientras le quitaba el harina residente en el pelo.

- Anda, ves a lavarte que la cena ya está.

- Si Ikki.

El pequeño desapareció por la puerta de su pequeña habitación y volvió a aparecer en el salón para acudir al cuarto de aseo, pues este se encontraba en la otra parte. Nuevamente, un ansioso Shun casi no cenó con tal de probar aquel dulce, que le sabía a gloria. La noche cayó casi igual de rápido que desapareció el pastel y de nuevo el pequeño Shun, se encontraba rezando de rodillas en su cama antes de acostarse. Siempre hacía esto antes de dormir, pues era la forma que el pequeño tenía de hablar con sus padres, o eso era lo que él creía.

- Sé que siempre os pido mucho, pero quiero pediros por Hyoga. Que pueda vender muchos pasteles, pues maña y ganas no le faltan. – Se avergonzó un poco por lo que iba a decir – Y que yo los pueda probar todos, porque realmente están buenos.

De nuevo y tras acomodarse en su cama, pensaría en que volvía a ser viernes. No solo para comer los pasteles de su amigo, sino para hablar nuevamente con él. Le había caído bien y esperaba con todas sus fuerzas poder ser amigo suyo. Ikki, que siempre miraba a escondidas como su hermano pequeño rezaba a sus desaparecidos padres, no pudo evitar soltar una risita al escuchar sus palabras. Sin falta, debería de pasarse por esa pastelería y agradecer al dueño por darle la oportunidad a su querido hermano de hacer amigos.

Con esa idea y tocando a la puerta de la habitación, entró para arropar a Shun, pues esto era algo que se había convertido en costumbre desde que faltaran sus queridos padres. Shun al ver a su hermano en la puerta, se apresuró a meterse en la cama y tras ser arropado por su hermano mayor, se dejó llevar al mundo de los sueños. Ikki, cansado por el duro día de trabajo, se acomodó en su cama para tratar de descansar, pues el día siguiente se esperaba parecido, pues su jefe le había convocado a una reunión a la que no podía faltar.

Mientras en la parte alta de la pastelería, correspondiente a la pequeña familia de reposteros, Hyoga se encontraba contándole a su hermano mayor todo lo acontecido con Shun durante la tarde. Shaka más tranquilo al ver a su hermano tan contento, no pudo evitar pensar en Shun y en como este había llegado como caído del cielo. Su hermano sonreía tras unos meses duros, pues su madre Natassa, la única familia que les quedaba, se encontraba gravemente enferma en el hospital. Para animar a su hermano menor, dejó que Hyoga fuera participe de sus labores en la pastelería, pensando que al menos así, podría entretenerse buenamente.  Cuando este acabó de contarle lo bien que se lo había pasado y las ansias que tenía de que llegara el próximo viernes, se dispuso a dormir en su cama, tras desear buenas noches a Shaka. El mayor, que no podía dejar solo a Hyoga en una casa tan grande también se acostó, deseoso de que fuera el día siguiente para acudir juntos a ver a su enferma madre.

La mañana del día siguiente trascurrió como si nada para Shun y su hermano, aunque este último traía malas noticias, se las guardaría hasta que no pudiera aguardar más, mientras el pequeño, se había puesto al día con todos los deberes de su escuela. Debido a su situación familiar, nunca había tenido muchos amigos y por el trabajo que realizaba, no disponía de tiempo libre como para poder realizar sus tareas como el resto de niños. Este hecho era sabido por los profesores, que no le decían nada mientras los trajera acabados el lunes a primera hora de la mañana.

Al menos ahora tenía una distracción todas las semanas y sin duda la sonrisa le volvía cada viernes por la tarde. Ikki no podía estar más agradecido por las sonrisas, que ahora, le regalaba su hermano, pero al tiempo estaba preocupado, pues había una noticia que no podía dejar pasar más tiempo y es que debían de partir, rumbo a otra ciudad. El jefe de Ikki le había pedido explícitamente que se encargara de una nueva tienda en una cuidad alejada y no podía decir que no, pues dependían expresamente de ese dinero para sobrevivir. La paga era mejor y el jefe les había encontrado una casa en donde vivir, pero aun así no podía evitar pensar que Shun no se tomaría tan bien el cambio y más ahora, que tenía un amigo con quien hablar.

Ikki se lo hizo saber cuando iba a hacer un mes y medio en la pastelería y ese mismo viernes partieron, a la que sería su nueva cuidad.

En la pastelería Hyoga aguardaba desesperadamente la llegada de Shun, pues debía decirle que su madre estaba mejorando y que, quizá, pronto la volvieran a llevar a casa. El tiempo pasó y Hyoga, cada vez más desilusionado y preocupado, se sentó en el mostrador mirando la puerta de entrada, esperando a un Shun que nunca volvería. Shaka un tanto apenado, pero conocedor de la marcha, se acercó a su hermano y se lo llevó a la casa, en donde esa misma noche, trataría de explicarle lo ocurrido con su amigo. Dos días antes, Ikki se acercó a la repostería para hablar con el mayor y contarle el suceso que acontecía, al tiempo que le agradeció en el alma el haber vuelto a hacer reír a su desolado hermano.

Ahora solo quedaba desearles suerte a los muchachos, pues quizá, algún día, se volvieran a encontrar. Y quizá y con suerte, fueran rencontrados por algún pastel extraño.

Notas finales:

¿Se volverán a encontrar Hyoga y Shun? ¿Le habrá perdonado por su desaparición?... 

Lo leeremos más adelante.

Se aceptan críticas constructivas, tomates, tulipanes... Cualquier cosa, será bien recibida. 

Cuídense mucho ^_^


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