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Apestas por Ciann

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Notas del fanfic:

¡Hola! :D

Escribí mi primer NSFW de este par, pero FALLÉ en proporciones mitológicas, por lo tanto espero que el recuerdo de este FAILISTICO coso no permanezca para siempre en sus subconscientes y con eso me conformo.

Espero que se diviertan y lo disfruten.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Saint Seiya NO me pertenece a mí sino a ese ser superior que es Kurumada.

Advertencias: NC-17.

Pareja/Personajes: DM de Cáncer x Aioria de Leo

Apestas

DeathMask apesta a rayos.

A decir verdad, no es como que suela importarle demasiado un detalle tan insignificante y superficial como ese en particular, pero es una de esas cosas que no puede ignorar cuando tiene al susodicho justamente encima de él.

El particular hedor, per se, huele de una manera que se halla incapaz de describir (Es como una mescolanza de sangre seca y animales muertos. En descomposición, para ser precisos). Es tan putrefacto, pérfido e insoportable que puede percibirse a miles de miles de millones de metros. Hasta dónde el santuario deja de ser santuario e incluso más allá de eso.

Aioria, lamentablemente, tiene ese talento innato. De todos sus compañeros, él cuenta con sus cinco sentidos más desarrollados que el resto (Death suele burlarse de dicha acotación diciéndoles sentidos felinos, pero sólo son los físicos, no los divinos ni los impronunciables), por lo que no puede no poner mala cara cada vez que percibe el maloliente aroma a descomposición, muerte y una serie de cosas impensables que al cangrejo le parecen tan buenas, tan bonitas, tan didácticas y tan disfrutables.

El problema es que es la misma persona que hiede ese hedor quién está, en ese preciso instante, nublándole la noción y los sentidos (Esta vez, por supuesto, sí se refiere a los impronunciables y a los divinos), pues sus ojos están demasiado ocupados con el italiano. En la colilla de cigarro que baila en su boca (La que sostiene apenas en esa sonrisa torcida que al griego tanto le gusta). En su mirada brillante, dulzona y maliciosa por partes iguales. En ese delicioso torso desnudo, perlado en sudor y en las cicatrices dispersas por todas partes. En el tatuaje de la espalda que se le asoma por el cuello, casi rozándole la cara.

Aioria sonríe, se muerde los labios y libremente sus manos (El tacto de pronto también está demasiado ocupado) recorren cada centímetro de piel que tienen a su disposición. Los dedos se le enredan en el grisáceo cabello del cuarto guardián, le delinea con delicia la clavícula y el cuello. Le tira hacia abajo desde la nuca, pero esta vez sólo con una mano, porque la otra parece estar demasiado entretenida en esa curva que se le asoma al crustáceo en el pantalón.

El olor a nicotina que, para ser sinceros, también apesta a rayos, se pega al cuerpo del italiano como una segunda piel y apacigua bastante el asqueroso aroma de la muerte (De asesinatos, desollamiento y descomposición), pero no por ello lo neutraliza y Aioria continúa arrugando la nariz sin querer.

Death sólo sonríe al tener noción de ese detalle, se inclina hacia abajo para darle un breve besito en la punta de la nariz. Aioria se sonroja profundamente primero, pero sólo atina a suspirar. Arruga el ceño también cuando se da cuenta que tras ese accionar las manos del puto cangrejo se encargan de deshacerse desesperadamente de esa chaqueta que tanto le costó al castaño elegir de su armario personal. Es la de color caqui que tanto acentúa sus ojos.

Death también aprovecha de subirle la camiseta hasta los hombros. De poder hacerlo más allá, sin duda lo haría, pero le está costando bastante trabajo al toparse en el camino de su proeza heroica con la cabeza del gato y sus putos pelos parados (Es que lo tiró a la cama sin demasiado tacto, como suele ser su costumbre).

Aioria parpadea perplejo, pero el cáncer no le da ni tiempo de recomponerse y deja que sus manos recorran ese delicioso cuerpo delante (Oh, bueno, debajo más bien), perdiéndose en cada curva y disfrutando de todo rincón. Al parecer así que de esa manera cómo están las cosas, el griego sólo puede disfrutar, porque las caricias en su torso son tan deliciosas que pronto su pierna se alza sin querer y roza cierta parte privada del crustáceo que lo obliga a pronunciar exquisitos, pero roncos sonidos.

Entonces, en el panorama actual, cae en la cuenta de que él también está gimiendo y que tiene al otro dorado gruñendo encima de él. Al parecer su sentido de la audición encontró una mejor entretención.

Death le toma del mentón, brusco, firme y con fuerza (Como los hombres de verdad) y le planta un beso, de esos que hacen historia, dejan recuerdos y demasiada saliva de por medio, para volver a erguirse por encima del castaño, sin dejar de sonreír y con una mueca que da la clara señal de que está a punto de portarse mal (Como suele ser)… Justamente con él.

Le parece recordar, en ese momento, que la ropa les está estorbando un poco, pero sin dudarlo es el italiano el que se le adelanta incluso en pensamiento, porque prontamente se desabrocha el pantalón y comienza a sacárselo con ropa interior incluida de paso. Está de más decir que lo sorprende gratamente encontrárselo desnudo cuando vuelve a mirar.

Aioria piensa que a Death, esto de desnudarse, le viene de manera demasiado magistral, porque mira tú… A él le está costando bastante liberar un puto pie del mezclilla apretado que se le ha ocurrido ponerse esa noche en particular, así que pronto se rinde y deja la prenda en paz. A duras penas se baja un poco el bóxer de color negro, deja entrever la gloriosa curva de la cadera que sabe que a su compañero de armas tanto le gusta observar.

DeathMask vuelve a sonreír, se inclina y le da una lamida en la oreja. Aioria se retuerce y suspira y le vuelve a tomar del cabello, porque de pronto se le ocurre buscar un beso. Ah, pero aún así no lo encuentra y su boca se pierde un poquitín más allá, por la mejilla del cangrejo. El susodicho se mueve un tanto más rápido a la velocidad de la luz que él y sin que el gato lo predisponga, lo gira con la misma brutalidad con la que ha hecho todo desde que comenzaron con este bonito vaivén, previo al acto sexual propiamente tal.

Leo reacciona bastante después, cuando su cara se da contra la almohada, porque el puto italiano no sólo lo sostiene de las partes de más abajo. Los dedos del muy maldito están enredados en su cabello, retuercen sus rizos y le obligan a presionarse más contra la cama. Lo cierto es que no le hubiese molestado si el desgraciado hubiera tenido la (In) decencia de pedírselo primero.

Aioria pega un salto, porque la otra mano de Death intenta arrancarle el pantalón, el que se le había pillado. Hasta parece que se engrifa un poco (Aunque no es un gato, gusta recordar), se le paran los pelos de la nuca y da una patada al aire para tratar de volver a la posición que tenía antes.

-No te pongas pesado, gatito. ¿No dijiste que iba a ser una rapidita?

Apenas le permite despegar la cara de la almohada para que pueda tomar un poco de aire (Lo suficiente para sobrevivir), pero de inmediato vuelve a empujarlo contra la cama. Aprovecha de sacarle por completo el pantalón, por cierto.

-Lo dije porque tú dijiste que tenías que ducharte, estúpido.

Aioria termina por girar la cabeza para respirar, pero continúa pataleando, tratando de soltarse y dando patadas al aire que tratan de atinarle a la hinchada entrepierna de su compañero. El mencionado, por cierto, sólo puede sonreír y mojarse con saliva la punta de los dedos.

-Ah, sí, pero recuerdo que te dije que tenía que ducharme porque tú dijiste que apestaba, gata tonta.

-Apestas-coincidió el castaño con mala cara, pero eso no desanimó al dichoso crustáceo.

-¿Ah, sí?, pues mira que pensaba ser un poquitín considerado contigo y prepararte primero, pero después de eso decidí que no voy a ponerte ni un poco de atención-se inclina hasta su altura allá abajo, alcanzando su oreja y susurrándole después de darle un delicioso lameton-Jeh, para que esto sea un polvo rápido de verdad.

Entonces, sin mayor advertencia que aquella, el italiano toma su inhiesto miembro con la diestra, después de haberse escupido y ensalivado como corresponde la mano (Ni mencionar que con la otra se asegura de que cierto castaño no se le vaya a escapar) y lo posiciona delante de la pequeña entrada que tiene enfrente de él.

Aioria aprieta la almohada cuando el puto cangrejo comienza a entrar. Hundiendo la punta primero, sin mucho cuidado, pero demasiado despacio. Justamente el problema es ese: Es demasiado, demasiado despacio y él, en ese momento, no tiene muchas ganas de esperar, por lo que pierde la paciencia como suele hacer, con el cuerpo tenso por completo, y se inclina hacia atrás en un suspiro ronco y delicioso.

Death también suspira, casi en silencio (Aunque el ruido que hace parece ser más una mezcla de gemido y gruñido a la par) y entierra sus dedos en la cadera del otro dorado. Le toma fuerte, firme y con muchas ganas de empezárselo a follar.

No espera, claro, y sus embestidas comienzan con un ritmo demencial, rápido, salvaje y casi animal. La anatomía del griego prácticamente rebota contra su pelvis y ambos, cada vez que sus cuerpos vuelven a encajar, se deshacen en suspiros y exquisitos sonidos.

No es como que importe, pero poco a poco el cuarto dorado se pierde en las punzadas de placer que la acción causa en su cuerpo, así que cierra los ojos y se permite disfrutar de la deliciosa sensación, de la respiración errática de Aioria, de sus gemidos bajitos y sus gruñidos que asemejan los de un gatito.

De pronto la intensidad baja, las estocadas se vuelven suaves, un poco románticas y hasta se le ocurre de pronto pensar que más que tener sexo están haciendo el amor, pero lo estúpido de ese pensamiento hace que vuelva a la realidad y termina por abrir los ojos. Death se inclina para envolver la cintura, el cuerpo completo si pudiese, del castaño con su brazo y le planta besos mojados en la espalda.

Aioria deja escapar una risita que se mezcla divinamente con los otros deliciosos ruidos. Apenas vuelve un poco la cara hacia atrás, porque al italiano de pronto se le ha antojado buscar un beso. El cuarto templo está en silencio, pero puede escucharse el sonido húmedo que hace el miembro de Death en su interior.

Entonces todo se reduce a ese vaivén, a ese movimiento que casi es un arte de entrar, salir y volver a tener el cuerpo tenso y dispuesto para continuar haciéndose con la cola de un griego altanero de la manera en que lo está haciendo.

Aioria pega la cara a las sábanas y su cuerpo completo parece prepararse. Ni siquiera necesita estimulación manual (Ni de ningún tipo más que la actividad a sus espaldas, a decir verdad) y comienza a descargarse copiosamente. Gimiendo, con los dientes apretados y alzando las caderas y el culo con la virilidad del cuarto aún dentro y todo. El repentino movimiento desestabiliza al susodicho un poco, pero no lo suficiente, por lo que con las uñas clavadas en la piel del castaño comienza a aumentar la velocidad.

No necesita demasiado, un par de estocadas más y termina hundiéndose con tantas ganas en el interior de su gato que él también se corre, hasta grita un poco. Aioria suspira, contrayendo los músculos de su trasero y extendiendo su propio orgasmo y el del italiano hasta dónde pueda hacerlo con ese simple y sencillo movimiento.

DeathMask se deja caer un tanto pesado encima del otro dorado, tanto así que termina arrojándolo contra la cama y entre risas y maldiciones consigue salirse de su cálido interior.

-Apestas-suelta el griego, como si se lo hubiesen preguntado primero-A muerto.

DeathMask le pone la cabeza contra su cuello y sonríe separándole los mechones mojados de pelo de la cara. De verdad está costándole contenerse y no soltarle que la verdad, pues él apesta a traición y hermano muerto y de hecho esas palabras se le salen tanto, pero tanto que tiene que inclinarse para robarle un breve beso que pueda callarlo.

-Tú apestas a sudor, semen y sexo-responde el cuarto dorado, después de romper el contacto.

Aioria resopla, rodando los ojos y se mueve un poco, porque el semen, viscoso, empieza a escurrirle por los muslos y las piernas, manchando las sábanas.

Al parecer él también va a tener que tomar un buen baño, por lo que suspira y se pone de pie.

-¿A dónde vas, gato?

-A tomar una ducha, tonto. Así que ven porque de verdad lo necesitas.

Death sonríe, incorporándose igualmente. No podría decirle que no a una propuesta como esa. Aunque Aioria continúe alegando que esas duchas son siempre para erradicar el olor (A muerte y nicotina, ¿cuál es la diferencia, después de todo?), Death sabe que volverán a tener sexo y ese solo pensamiento hace que se ponga de un maravilloso humor.


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