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Experiencia por pasion oscura

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Notas del fanfic:

Esto es un regalo para una amiga que cumplio años, pero consideraba un deber hacia la sociedad yaoista publicarlo. Espero que no te enojes...

 

Como siempre, los personajes a continuación no me pertenecen...

Hacía tiempo que estaban juntos. Oficialmente todo había comenzado cuando Gokudera se le declaró, ya más de un año atrás; pero él sabía que venía de mucho antes. Nunca supo cuando sus sentimientos de camadería para con su Guardián de la Tormenta se habían vuelto más profundos, pero supo que, cuando su hermoso guardián le dijo que quería una realización más profunda que jefe-subordinado, sus sentimientos eran de amor.

No mucho después de eso habían sellado esos sentimientos con una única e inolvidable noche… y ahora estaban conmemorando el aniversario de esa mágica velada.

-Juudaime.- le susurró suavemente al oído y eso le provoco un escalofrío. Adoraba que le susurran al oído, le daba la sensación de que todo era más íntimo, como un valioso secreto hecho sólo para él.

-Gokudera.- murmuró a su vez. “Mi preciado guardián de la tormenta”. Amaba todo en su compañero. Sus grandes y cálidos ojos esmeraldas que lo miraban con deseo, amor y respeto a la vez mientras le sacaba la camisa que cubría su cuerpo con movimientos suaves, lentos y sensuales; todo a propósito, por supuesto, porque Hayato sabía que le excitaba la preparación antes del acto sexual, y eso le dejaba más húmedo y mejor preparado para la penetración.

Su amante se relamió los labios mientras su pecho iba siendo descubierto. También amaba la lengua de Gokudera, siempre tan habilidosa. Ya desde la primera vez, la lengua de su guardián parecía saber sus puntos débiles y siempre se centraba en ellos. Ahora estaba concentrada en sus pezones, tan sensibles que llegaban a ser un poco molestos. Él los mordía con fuerza, tanta como para sacarle una o dos gotas de sangre, y luego chupaba. Mientras lo hacía, hacia un sonido gracioso pero sensual que le obligaba a cerrar los ojos y gemir de placer, deseando que siguiera bajando y que llegara a esa zona. Luego lamió y volvió al proceso de morder.

-La marca de mi Juudaime.

Su voz le hipnotizaba. No era aguda como la suya propia y, aunque estuviera un poco ronca a causa de los cigarrillos que fumaba (costumbre que estaba completamente decidido a remover), le confería una seriedad que era muy sexy en situaciones como esa. “Aunque siempre es sexy su voz”, pensó. Luego gimió. Había empezado a bajar con su lengua hasta la zona del bajo vientre y ahora estaba bajándole los pantalones.

Pronto su miembro había sido engullido por la boca de Hayato y éste trabajaba habilidosamente. Subiendo, bajando y volviendo a subir. Acariciando. Llegado a un punto lo dejo, y sintió cómo si el mundo se desmoronase. Era tan placentero…

Gokudera se separó un poco de él para poder empezar a quitase la ropa. Cada botón de la camisa lo abría cuidadosamente con un fluido movimiento de los dedos. Uno por uno. Lentamente…

 Le desesperaba y a la vez le divertía. Hacia tan sólo un año, ese mismo hecho le causaba profunda vergüenza, y hasta un poco de miedo. Ahora la única vergüenza que sentía era la de tener tanta lujuria dentro de sí y no poder resistir ni un segundo más sin tener a su adorado guardián dentro suyo.

Cuando su compañero llego al botón del pantalón, una idea se le cruzó por la cabeza. Se levantó (pues había estado recostado de espaldas en el amplio colchón) y se puso a cuatro patas. Tenía una leve idea del aspecto que debía tener: principalmente sonrosado completamente, algo que, según las palabras de Gokudera, realzaban sus ojos color chocolate; tenía la boca entreabierta y sentía un pequeño hilillo de baba recorriéndole por las comisuras de la boca. “Siempre sueltas un poquito de baba cuando gimes” le había dicho un tiempo atrás y él se había sonrojado. “Me parece muy sexy”, dijo después Hayato. También sabía que tenía el pelo más revuelto que de costumbre. Estaba completamente desnudo, mostrando las marcas de encuentros anteriores y dando una vista generosa de sus partes íntimas.

Sonrió con placer y orgullo al ver como su amante no podía quitarle ojo de encima mientras se pasaba la punta de la lengua por los labios superiores y no podía evitar una pervertida sonrisa.

-Déjame- le dijo a su guardián, y él obediente se sentó y abrió las piernas.

Se acercó a ellas y bajo despacio los pantalones, dando intencionadas caricias aquí y allí por la parte interna de sus muslos. A continuación fue por la ropa interior. Al quitarla pudo ver el miembro erecto de su pareja. No pudo contener una pequeña risilla nerviosa. No había hecho eso muchas veces y no sabía qué tan bien lo hacía… pero deseaba darle placer a Hayato. Empezó a acariciarlo, pasando cerca de los plateados cabellos. Eran tanto o más hermosos que los que tenía en la cabeza, aunque todavía no podía discernir si era porque eran aún más brillantes y sedosos que los que tenía arriba (realmente los de la parte púbica parecía plata fundida) o porque estaban en una parte íntima que sólo él tenía el privilegio de ver.

Terminó de sacarle los pantalones, se acercó aún más a la entrepierna de su amante y engulló su miembro. No sabía si lo estaba haciendo bien o mal, simplemente intentaba imitar lo que le hacía a él. Cuando Gokudera le agarró, un tanto bruscamente, por los pelos y le incentivo a ir más adentro, supo que le estaba dando placer. Sonrió un poco.

Repentinamente, estaba de vuelta de espaldas y con Hayato arriba suyo. Sus ojos esmeraldas mostraban que no podía aguantar otro segundo más. Lo besó profunda y tiernamente, jugando con sus lenguas y haciéndose cosquillas en el paladar. Era una distracción para que no notara tanto el dolor de ser penetrado; dolor que, por más que habían tenido sexo muchas veces, aún seguía persistiendo.

Ésta no fue una excepción. Por más que se quería concentrar en la humedad de su boca y en la de su amante, en el juego de lenguas, en las cosquillas, en el hilillo de saliva que iba recorriéndole por la barbilla, el dolor del miembro de su pareja haciendo presión y por fin traspasando su retaguardia para poder estar dentro de él llamaba su atención una y otra vez.

-Mmm- gimió. Hayato paró de besarle y lo miro directamente. Siempre que le veía se sentía perdido y a la vez intimidado. En esas ventanas del alma podía ver todo el cariño, la comprensión y el amor que le profesaba, pero también podía ver un peligroso deseo y una fuerte determinación de hacerlo suyo costase lo que costase.

-Relájate, Juudaime, y no dolerá tanto. Mírame, tócame, bésame y no notarás nada.- Dicho esto volvió a besarlo.

Después de un rato, el dolor pasó a ser placer y no tardó en gemir. Recordaba que la primera vez que lo habían hecho, esa intromisión del miembro de su guardián le había resultado incómoda, vergonzosa y muy pero muy dolorosa; ahora podía disfrutar mejor el placer y se sentía completo con él adentro suyo.

Asintió y Hayato comenzó a dar pequeñas envestidas. Era un pacto que tenían; Gokudera nunca empezaría a moverse hasta que él no le diera el consentimiento de hacerlo. Y hasta ahora lo había cumplido. “No quiero lastimar a mi preciado Juudaime”, siempre decía.

Poco a poco las embestidas fueron siendo más profundas. Todo pensamiento se fue de su mente excepto el de permanecer unidos como un solo ser. Todo aquel acto carnal no era simplemente para satisfacer sus deseos, sino una muestra del amor que se profesaban, una forma de expresar lo inexpresable a través de roces provocativos, de movimientos sexys, de pequeñas palabras sensuales susurradas en los oídos.

Cuando terminaron, Gokudera salió de su interior lentamente y se dejo caer en su pecho, exhausto. Por reflejo, lo abrazo y empezó a acariciar sus finos cabellos de plata. Sí, definitivamente amaba a Hayato.

-Juudaime- dijo su Guardián de la Tormenta antes de caer dormido.

Lo único malo, era que dudaba si su guardián amaba a Sawada Tsunayoshi, o al Juudaime de los Vongola.


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