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¿Puedes Amarme? por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

Notas del capitulo:

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Un JongKey para Litha porque... porque me gusta hablar con ella, porque es divertida, simpática y una persona maravillosa. Te quiero, pequeña ♥

— ¿Puedes amarme?

Permaneció en silencio luego de escuchar aquella pregunta que, más que eso, era una petición. Sus ojos pequeños, felinos, delineados cuidadosamente, contemplaron a aquel que le miraba como un cachorro que reclama atención, brindándole una sonrisa que transmitía tanta calidez que su corazón se agitó violento.

— ¿Q-Qué? — sus labios temblaron y se sintió un tonto por no decir otra cosa, pero le costaba entender la situación.

— Sé que me escuchaste, Key. — el menor se estremeció ante aquel apodo, ese que su amigo le dio de chicos.

 

 

“Ahora, ¿cómo voy a bajar?”, se preguntó mentalmente, mirando el suelo con algo de miedo. Quizá, haber ido a la casa del árbol sin la compañía de Minho no fue su mejor idea, pero ahí estaba, y ya era tarde para arrepentirse de esa decisión. Volvió a sentarse, abrazando sus rodillas flexionadas, como lo venía haciendo los últimos treinta minutos. Soltó un quejido, con sus ojos pequeños comenzando a llenarse de lágrimas.

— Oye, ¿estás bien? — preguntó alguien desde abajo, preocupado. — ¡Oye!

Kibum se asomó un poco, encontrándose con un niño de cabellos castaños y ojos de cachorro. El pequeño le miró también, sonriendo tímidamente, para luego comenzar a subir la escalera. El de ojos felinos le detuvo antes que pusiera un pie dentro de la pequeña construcción donde se reunía con sus amigos luego del colegio, mismos que ahora se encontraban en cualquier otro lugar menos ahí.

— ¿Te duele algo, te lastimaste? — continuó, ahora más cerca de Kibum, contemplando sus mejillas rojizas.

— No. — cortó frío, apartando sus ojos. — Ahora vete.

El castaño soltó un suspiro, pensando si debía dejar al otro ahí, tal como le encontró. Terminó bajando, dedicándole una última mirada a aquel que seguía abrazándose a si mismo, tratando de no llorar ante él. Cuando puso los pies en el suelo, logró divisar a los otros tres chicos que generalmente acompañaban al de ojos de gato. Se ocultó tras otro árbol, escuchando sus risas, mirándolos golpearse traviesamente y entonces vio al otro asomarse, con los ojos llorosos y la nariz enrojecida y algo dentro de él dolió.

— Ven aquí, Kibum. — señaló el de ojos grandes, trepado en la escalera, extendiendo su mano.

Y cuando el rubio estuvo en el suelo, aún aferrado al brazo del de cabellos negros, Jonghyun se encontró molesto. Quizá porque no era la primera vez que les miraba, tal vez porque no le gustaba en absoluto que ellos dos estuviesen siempre juntos. Se dio la vuelta, marchándose con un puchero en los labios, escuchando las risas a lo lejos.

 

 

Kibum se apoyó en la pared, revolviéndose los cabellos rubios, apretando los labios hasta solo dejar visible una línea tensa. Cerró los ojos, recordándose que no podía armar una escena a mitad del pasillo del instituto, rogando que alguien les interrumpiera. Pero la suerte nunca estaba a su favor, por lo que pronto soltó todo el aire que había contenido y volvió sus ojos nuevamente hacia el que esperaba una respuesta.

— Hablemos en otra ocasión. — pronunció por fin, tratando de escapar, pero el agarre en su muñeca se lo impidió.

— Ahora es un buen momento. — Jonghyun sonrió, mirándolo directo a los ojos.

¿Podía amarlo? Jonghyun realmente le gustaba, le gustaba mucho, pero amarlo era algo muy diferente. Kibum no se sentía capaz de amar a nadie en realidad, quizá porque no estaba seguro de cómo debía hacerse o cómo se sentía el amor. Sus padres nunca se lo dieron, jamás le demostraron afecto alguno. Lo único que él conocía era ese cariño que compartía con Minho, Jinki y Taemin, chicos de familias con dinero como la de él. El mundo de Jonghyun era completamente diferente, lo sabía perfectamente.

 

 

— ¡Oh, te encontré! — exclamó alguien, alegre, divertido.

Kibum se giró lentamente, con el ceño ligeramente fruncido. Jonghyun mantuvo su sonrisa, llevándose una mano de forma distraída a la nuca, mirándolo apenas, con cierto aire tímido, con su carácter infantil aún a los trece años. El rubio suavizó su expresión, sonriendo un poco ante los gestos del otro.

— Jonghyun, ¿qué haces aquí? — se cruzó de brazos, apoyándose en el tronco del árbol donde alguna vez estuvo la pequeña casa.

— Pensé que podría verte si venía. — respondió sincero, mordiéndose el labio inferior.
El menor frunció el ceño de nuevo, algo incómodo por aquella declaración. Lo cierto es que eran pocas las veces que hablaba con el castaño, a pesar de conocerlo desde hacía cinco años, cuando le preguntó si se encontraba bien. ¡Que rápido pasaba el tiempo!

— ¿Te gustaría…? — comenzó, nervioso, sonrojado, algo temeroso.

— No puedo. — interrumpió Kibum, apartando la mirada, sintiendo el corazón agitado. — Estoy esperando a los chicos.

"Estoy esperando a los chicos". El castaño odiaba demasiado esa excusa, porque Kibum siempre la decía, porque la repetía cada vez que se veían. Y Jonghyun odiaba esas cinco palabras, esa simple oración, a veces incluso a las personas involucradas. Sabía que era incorrecto sentirse de esa forma, ya que ninguno tenía culpa de algo, salvo (quizá) Minho, quien parecía el más apegado al rubio, el que siempre estaba a su lado, cada vez más cerca…

— Kibum. — le llamó, sentándose en el suelo, la espalda pegada a la madera. — ¿Puedo darte un apodo?

— ¿Eh? — le miró con los ojos abiertos, sorprendido.

— Eso, un apodo. — repitió, jugando con el pasto. — Kibum es demasiado seco, ¿no te parece?

Y aunque a Kibum aquello le pareció extraño, mucho a decir verdad, la curiosidad terminó venciéndolo. Se había sentado en el suelo también, olvidándose por un momento de sus pantalones nuevos, de marca, caros, que al final terminaron cubiertos de tierra y ramas secas. Y ahí, tan cerca de Jonghyun, esperando aquella ocurrencia del más grande, con sus mejillas rojas y el corazón acelerado, el rubio comprendió que jamás podría escapar de aquella mirada de cachorro, porque anhelaba sentirla sobre sí.

 

 

— ¡Kibum! — aquella voz…

El castaño soltó una maldición por lo bajo, mordiéndose la lengua para no soltar todo lo que pensaba del que ahora se acercaba altivo, robándose la atención de los que pasaban, atrapando la mirada del que minutos antes sólo la posaba en él. Choi Minho. Cuanto detestaba a ese chico, por ser alto, por ser atractivo, por ser popular, por ser el mejor amigo (quien sabe qué) de Kibum, por tener dinero… Por recordarle que era diferente de todos los que ahí estudiaban.

— Oh, Jonghyun. — saludó al verle, sonriendo de aquella manera inexplicable para el más bajo.

— Minho. — pronunció despacio, tratando de sonar desinteresado. — ¿Cuándo has vuelto?

— A mitad de la madrugada. — respondió Key por el alto, mirándolo con burla. — Haciendo tal escándalo que me ha despertado.

— Tienes el sueño ligero, eso es todo. — se rió, pasando un brazo sobre los hombros del rubio. — Jinki y Taemin nos esperan ya, ¿nos vamos?

¿Por qué justo ahora? El alto se había ido un semestre entero quién sabe a dónde, jamás prestó atención, aunque Key debió decírselo al menos un millón de veces. Le miró en silencio, esperando que dijese algo, cualquier cosa, para planear su siguiente jugada. No permitiría que el tema pasara así nada más.

— Vayan primero. — murmuró de repente, sorprendiendo a ambos. — Los alcanzo en un rato.

Minho asintió, apartando el brazo y dedicándole una última sonrisa a ambos. Un par de metros adelante, Taemin esperaba por él, a lado de Jinki, aunque el último estaba demasiado ocupado hablando por su teléfono celular. Le miró alejarse con el más chico del grupo colgado de su brazo, con el mayor detrás de ellos. Y nuevamente miró hacia Kibum, esperando ver alguna incomodidad en sus ojos ante el contacto de su lo que sea con Taemin, pero la sonrisa en sus labios era demasiado sincera y él… Él ya no entendía nada. Así de sencillo, de simple y de estúpido. No sabía que le pasaba a Key con Minho, ni a éste con él. Tampoco quería saberlo.

 

 

Estaba tumbado en el suelo, cubriéndose el rostro con ambas manos. Jonghyun se sorprendió de encontrarlo así, principalmente porque el menor sólo una vez se había sentado en la tierra, prometiendo no hacerlo de nuevo al ver el estado de su ropa. Y ahora, ahí estaba, pataleando con enfado. El mismo parque de siempre, el mismo árbol de toda la vida.

— ¿Sucede algo, Key? — se sentó a su lado, acariciándole los cabellos. Los ojos de gato se centraron en él, sorprendidos, inundados en lágrimas que no derramaban.

— Esa mujer me hace la vida imposible. — le apartó la mano, sentándose también. — La odio.

— Es tu madre. — le recordó, sabiendo a quién se refería, extrañando a la suya.

— Ella no es mi madre. — contradijo, poniéndose de pie y sacudiendo su camisa. — Si mi padre…

— No deberías hablar así de ella. — regañó, levantándose de un salto. — Deberías agradecer que la tienes contigo, que no…

— Cállate. — los ojos felinos desafiantes, los labios fruncidos, el enfado en su voz. — Tú no sabes nada.

— Entonces, déjame saberlo.

Kibum jamás esperó una respuesta como aquella, nunca. Terminó disculpándose por su conducta, totalmente avergonzado. Por vez primera alguien parecía dispuesto a permanecer a su lado aunque su carácter saliera a relucir de esa forma. Jonghyun siempre estaba ahí, esperándole, animándole, por más que él trataba de alejarlo. Y, aunque no deseaba admitirlo, se sentía realmente atraído por ese chico castaño.

Sintió una mano cálida posarse en su mejilla, obligándolo a alzar el rostro. Sus ojos quedaron atrapados por aquellos orbes marrones que tanto llamaban su atención, que no le permitían apartar la mirada, que aceleraban su pulso y le impedían respirar con tranquilidad.

— Key, sólo dame la oportunidad. — habló de repente, acercándose peligrosamente. — Déjame ser alguien en tu vida.

Y antes de que el rubio pudiese decir algo, quejarse, apartarse, lo que fuese; los labios de Jonghyun se encontraban sobre los suyos, moviéndose con lentitud, tentándolo terriblemente, hasta que mandó al diablo sus pensamientos y correspondió, nervioso, ansioso, desesperado. Se aferró al más bajo, perdiéndose en la boca tentadora, con sus alientos mezclándose y sus lenguas jugando una con la otra. Había esperado demasiado por eso, sin saberlo siquiera.

 

 

— Key, mírame. — suplicó, tomándole la mejilla igual que el año anterior, cuando le besó por vez primera.

— Jonghyun, yo… — dudó, siempre lo hacía, desde el día que le conoció.

— ¿Es por Minho? — cuestionó enfadado, acercándose. — ¿Es por él, acaso? Siempre juntos, siempre…

— Él no tiene nada que ver. — cortó enfadado. — Además, Taemin y él salen desde hace mucho.

Se quedó sin palabras, mirando las mejillas rojizas del rubio, confundido por lo escuchado. ¿Minho y Taemin? ¿Desde cuándo? Una sonrisa comenzó a formarse en su rostro, su mirada se tornó cálida una vez más; y Kibum cada vez parecía más cohibido, más incómodo.

 

 

— Y le has dejado besarte. — el tono de Minho lo alertó de que algo estaba mal, terriblemente mal.

— Yo no te dije nada cuando Taemin y tú… — la mirada del alto se clavó en la suya y esperó lo que tuviese que decir, nada propio en él.

— Kibum, mi madre nos matará a ambos. — forzó una sonrisa, tratando de borrar la mueca en el rostro bonito del mayor.

— Si es que mi padre no lo hace primero. — soltó un suspiro, golpeando el hombro del pelinegro.

— ¿Realmente crees que ese tal Jonghyun valga la pena? — cuestionó, ganándose un golpe más fuerte. — Sabes que no es como nosotros.

— Lo sé, pero… — se detuvo, cambiando las palabras. — Ni siquiera sé cómo se supone que debo sentirme, Minho. ¡Deberías ayudarme!

— ¿Yo por qué? — le regresó divertido, mofándose de sus mejillas sonrosadas.

— ¡Por que eres mi hermano, maldición! — chilló, dando una patada al piso. Una de las empleadas le miró sorprendida, riendo poco después.

— No realmente, porque de hecho… — entornó los ojos ante el puchero del más bajo. — Sólo legalmente. Eso no me da obligación alguna.

Con lo que ninguno contaba es que aquella conversación mantenida en la planta baja de la gran casa, en la sala principal, había sido presenciada por la única empleada en quien la madre de Minho confiaba plenamente. Después de un sermón por parte de esa mujer que por Kibum no sentía nada, y uno por parte del padre del rubio que a Minho hacía en el mundo; ambos terminaron muy lejos del lugar que les vio crecer después del matrimonio apresurado de ambas casas. Después de aquello la personalidad de Kibum se tornó aún más cerrada, y toda posibilidad de arriesgarse con Kim Jonghyun se esfumó. Al menos eso creía él.

 

 

— Cuando te conocí, supe que jamás podría apartarme de tu lado. — habló confiado, ajeno a los cotilleos de algunos estudiantes chismosos. Tomó su mano, guiándolo lejos de las miradas curiosas, hacia el jardín. — Era un niño todavía, pero estaba seguro de eso, quizá impulsado por la misma curiosidad. Con el tiempo, me di cuenta que se trataba de algo diferente, que necesitaba hablarte, verte, saber dónde y cómo estabas, ¿no es eso tonto? Pasaba el tiempo, te seguía mirando, mi corazón se agitaba, me faltaba el aliento, pero tú seguías tan lejos…

— Jonghyun…

— Y Minho siempre estaba ahí, metiéndose en mi camino, alejándome de ti. Estaba tan molesto, tan celoso… Y al final han resultado puras ideas mías, porque mientras yo le odiaba, él estaba feliz con Taemin, sólo cuidándote como el buen amigo que siempre ha sido tuyo. Más tonto aún, ¿no te parece? — soltó una risita, observando de reojo la sonrisa del rubio. — El año pasado, cuando te pedí una oportunidad, cuando te besé… Realmente pensé que me darías una respuesta.

— Pensaba hacerlo, pero…

— Odié tanto a Jinki por interrumpirnos. — rió de nuevo. — Y ahora vengo a enterarme que tiene una novia. He perdido mucho tiempo por mis miedos. Así que quiero que respondas a mi pregunta de una vez por todas. — sonrió ampliamente, demostrándole que aunque fuese un “no”, él seguiría intentándolo.

Y aquello Kibum lo sabía bien, demasiado bien.

— ¿Qué pregunta? — se hizo el desentendido, esperando la repitiese de nuevo.

Porque luego de tantas palabras, de tantas interrupciones y tantos recuerdos inundando su mente, se sentía capaz de dar una respuesta de verdad.

— No pienso repetirlo. — susurró, un tanto ofendido.

— Entonces nunca lo sabrás. — intentó soltar sus manos aún unidas, pero Jonghyun se lo impidió, entrelazando sus dedos.

El castaño soltó un largo y cansado suspiro, preguntándose por qué siempre debía ser él quien acabase cediendo a los caprichos del otro; pero igual lo hizo.

— ¿Puedes amarme? — soltó despacio, sintiéndose más extraño que la primera vez que efectuó la pregunta. — ¿Puedes al menos intentarlo?

— No. — se mordió el labio inferior, mirándolo con sus ojos de gato, tan travieso. — Jonghyun, no tengo que intentarlo, porque siempre lo he hecho.

Y aquella declaración tomó totalmente desprevenido al castaño, quien tardó algunos minutos en reaccionar, pero cuando lo hizo se encontró a si mismo abrazando con fuerza el cuerpo delicado del rubio, sonriendo como el idiota que siempre fue, escuchando esa risa cantarina que pocas veces llegaba a sus oídos. En algún momento los brazos delgados le rodearon también y sintió su corazón completamente inundado de esa calidez inigualable.

— Te amo, Key. — habló contra sus labios, besándolo como aquella primera vez, perdiéndose en ese sentimiento que siempre estuvo presente y que se volvía más fuerte con el paso del tiempo, hasta el punto de adueñarse de todo.

Y cuando sintió la respuesta del rubio, fue aún más maravilloso, porque sabía que todo había valido la pena, que de ahora en adelante podrían estar juntos verdaderamente. Ya habría tiempo para explicaciones, para historias de tiempos pasados, para sueños e ilusiones de una vida futura. Ahora lo único importante era esa declaración que flotaba en el aire, que se grababa en sus corazones y se volvía una promesa en los labios del otro.

Notas finales:

Y ese es el final de esta historia. Tenía mis dudas y no sabía si colgarlo o no, pero Faby y Litha me animaron, así que acá está. Esperoles haya gustado aunque sea un poquito.


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