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Lema Familiar por Celat Black

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Notas del fanfic:

Un one-shot romántico

Notas del capitulo:

Bienvenidas y bienvenidos a una nueva historia

Lema Familiar 

 

 

Detestaba la computadora... Pero no la odiaba “físicamente”

 

Ni su forma, ni el sonido que producía por ser un viejo cacharro. Era tan vieja que tal vez había sido usado por más de diez estudiantes antes de que me la regalara una profesora... pero no era eso... Era, más bien, la facilidad con la que te enajenabas con ella. Y cuando lo analizas, no es más que las personas dentro de un mundo virtual las que te interesan. No pasas tiempo especial en la computadora, sólo que con ella puedes dedicarte a muchas cosas con menos problemas. Me refiero a que si antes jugaba una hora con la consola, otra hora leía y dos horas hacía la tarea... todo eso lo hacía ahora en la computadora sin necesidad de desconectar y conectar o de buscar en medio de la biblioteca material alguno... A mis 15 años ya había ido a refugiarme en la sabiduría de Wikipedia, a la benevolencia del traductor de Google y a las tareas copiadas por Facebook...

 

Para mi era sólo un atajo para hacer las cosas

 

La herramienta favorita de una generación que había nacido con esa extraña, insaciable hambre; la aceptación social...

 

Con el horrible aparatejo ese, que a pesar de sus años funcionaba bien, me fui alejando de las personas... ya no las veía para su cumpleaños, pero hacía lindas tarjetas con un par de programas, les enviaba mensajes con dibujitos animados; yo jamás había sido muy bueno para expresar mis sentimientos, esto era simplemente la excusa perfecta. Yo simplemente procuraba ver a la gente de lejos, desde la distancia era más fácil evitarse problemas y preocupaciones...

 

Pero uno siempre cae, se enamora, se acerca a la persona y por alguna razón o evento divino resulta que es reciproco. Nadie lo entendió. Y menos mi padre, que dejó de confiar en mí el día en que me descubrió de la mano de otro chico... sí, un chico como yo, de mi misma edad que seguramente pasaba también, por un mar de hormonas y ganas de ser amado... Mi progenitor dejó de hablarme entonces y cuando me abandonó al cuidado de mis abuelos, fue más un alivio que un golpe... fui a parar con una maleta hecha a las carreras a una granja donde apenas tenían por instalación eléctrica un par de focos y uno que otro enchufe.

 

Adiós a la futura escuela de medicina... lejos de todo lo que conocía y en medio de la nada... pasaron algunos meses hasta que comí el plato completo de comida, hasta que dormí la noche entera... Tal vez la calma me permitió ignorar lo doloroso que era darse cuenta como mi cuerpo se volvía innecesario, casi nadie me extrañaba “físicamente”  

 

Estaba acostumbrado a sobrevivir con cosas viejas o usadas; el obsoleto aparato que me permitía seguir unido a mi antigua vida era un celular con la pantalla quebrada y teclas desgastadas. Por suerte era lo suficientemente reciente para ser capaz de captar señales cada dos o tres días. Debía subir al techo de la casa y pararme allí. Lo ridículo de mi situación no me divertía en absoluto. Mi abuelo me decía que tuviera cuidado al “cazar estrellas” Y entonces conseguía ser un “estado” nuevo en el Facebook... Como nunca había estado físicamente allí, qué importaba si me iba a la mitad de la montaña mientras pudiera conectarme de alguna señal perdida... no era tan mala la situación...

 

Pero él si me extrañaba. A veces me dejaba mensajes preguntándome si podría verlo de nuevo. Y yo, en medio de mi necedad le decía que era mejor que lo dejáramos un tiempo, para que mi padre no muriera infartado al saber que, lo que yo le había dicho que era parte de una etapa, era en realidad mi mas profundo amor... Bueno, en realidad solo le decía que nos diéramos un tiempo, no le explicaba por qué... tampoco con él me abría, también a él le guardaba secretos... temía contarle lo mucho que lo amaba porque decírselo sería exponer mi corazón... y justo mi corazón era lo único que me quedaba... aunque el tuviera algunos pedazos... aunque se quedara con mis pensamientos y con mis labios, yo quería una parte de mi corazón para seguir anhelándolo... para seguir teniendo algo mío para ofrecerle... Es tonto lo mucho que lo amaba y lo poco que le demostraba ese amor... porque, cuando estábamos juntos, yo exigía que me abrazara y mimara por mi ridícula necesidad de contacto, y yo nunca me dignaba a decirle palabras cariñosas que, para un sentimental incurable como él, eran la confirmación de todo sentimiento...

 

 

Y a pesar de eso él era tan dulce en sus mensajes... nada de muñequitos bobos ni expresiones recortadas, sus “Te quiero” estaban siempre perfectamente escritos, nada de “tqm” ni de “OMG” que yo tardaba años en descifrar... sus palabras y puntos, sus comas y acentos me hacían sentir que ponía verdadera dedicación a esos mensajes... que a través de sus letras podía acariciarme.

 

 

El hecho de que fuera él me hacía más dolorosa la abstinencia, más triste la negación... y el encierro mucho más riguroso...

 

Era entonces que lo imaginaba frente a mí, que recordaba el tacto de sus manos tibias cerca de mi cintura... y mi temperatura subía, que sus dedos jugaban con mi cabello y yo me agarraba a sus hombros porque él era más alto que yo, y mi respiración se agitaba... Y nos besábamos, despacio o casi salvajemente, por cariño, por amor o a veces hasta para zanjar una pelea...

 

Y nada más. Esos “insignificantes” besos eran los contactos más íntimos que habíamos tenido porque era lo único que habíamos alcanzado a hacer... Y ahí yo, en la pequeñísima habitación prestada, con el pulso acelerado y dándome golpes contra la pared por permitir a mis recuerdos inundarme así... Siempre yo y mis miedos, siempre yo poniendo barreras y desperdiciando el tiempo. Yo y mis lágrimas estúpidas porque, aunque me negara... quería volver a verlo.

 

Para no pensar trabajaba afanosamente en el rancho; limpiando la huerta, dándole de comer a las vacas y a los caballos. Así ganaba un poco de dinero; mi abuelo sólo se reía de mi debilucha figura sin creer las barbaridades que mi padre le había dicho. Sonreía bonachón diciéndome que por muy “marica” que fuera, si trabajaba así debería ser bienvenido en todos lados. Yo sólo reía sin saber si sentirme ofendido o halagado

 

Siempre evitaba gastar la pila que apenas lograba cargar desconectando el refrigerador cuando mi abuela no me veía; era tan valiosa como el crédito que lograba ponerle al aparato cuando por alguna milagrosa fiesta íbamos al pueblo. La primera vez que vi la posibilidad de comunicarme tuve ganas de mandar un mensaje a mi padre, un simple y muy efectivo: “No padre, no me he curado... cada día enfermo más...”  Sí, antes de irme me había llamado enfermo... no es que tuviera grandes expectativas sobre él. Ojala hubiera otros parientes dispuestos a ayudarme, otros que estuvieran cerca de donde estaba aquel tonto a quien extrañaba tanto. Y negaba con la cabeza, pensando en lo infantil que era renegar de los únicos que me ayudaban en esos momentos.

 

Pero más importante que eso, anhelaba escuchar aquella querida voz. Emocionado llame con los dedos temblorosos pero la llamada no se logró “El número al que usted llamó esta fuera de servicio...” ligeramente decepcionado pensé en intentarlo de nuevo. Pero para cuando regresamos al rancho, yo llevaba en la mano el inútil aparato y las ganas de escucharlo ahogadas en las lágrimas que no dejaba salir por sentirme un estúpido.

 

 

Lágrimas, rabia, resentimiento y frío, un frío horrible y desesperanzador que me helaba hasta los huesos y que se extendía por toda mi piel. Había días en que ni siquiera acostado en la cama, debajo de varios mullidos cobertores, podía mantener mi temperatura. Tiritando... Entonces enfermaba, sufría de fiebres, asustando a mis abuelos que no sabían que hacer por mí... “Debe ser cansancio, trabajas demasiado duro para tu edad” me reñía cariñosamente mi abuela y mi abuelo negaba con una sonrisa “Mal de amores querida, es joven, se va a recuperar” le murmuraba fuera de la puerta cuando creía que no lo escuchaba

 

Y de alguna manera me recobraba. Y regresaba a los establos para cansarme hasta caer rendido. Pero eso ya no lograba distraerme; me la pasaba pensando, deseando que él fuese una enfermedad, algo de lo que pudiera vacunarme; exponerme a una dosis pequeña de él, encontrar la manera de como combatirlo o de vivir con el dentro de mí... Curarme, transplantar la zona dañada aunque quedara incompleto... si no me dolía más podría adaptarme a no llevarlo conmigo...

 

Redescubriendo mis ganas de estudiar Medicina sólo le añadía mas depresión a mi locura... tenía demasiado tiempo para pensar en tonterías así que también aprendí a ordeñar, a cortar el maíz, a cortar la madera sin lastimarme en el intento. Me ofrecí para pintar el granero con ganas de caerme de las escaleras; pero ser una carga para mis abuelos pudo más que mi estúpido e inesperado deseo suicida.

 

Y aún con el cansancio se revelaba una nueva analogía... viéndolo mas cuidadosamente, él sería una droga... lo necesitaría cada vez más, cada vez con más frecuencia... preferiría consumirlo cada vez más y más. Tal vez era eso lo que tenía, un ataque de ansiedad por dependencia. Tal vez si me alejaba el suficiente tiempo, como en una terapia de rehabilitación, podría ir mejorando y dejar de necesitarlo...

 

¡Pero no! ¡Yo quería necesitarlo! ¡Ansiaba sus manos! ¡Quería ver su sonrisa también! Pero no las de las fotos en el Facebook, no las que estaban en su perfil ni las del Messenger... quería esa sonrisa tierna y extraña que hacía sólo para mí justo antes de besarme... y el brillo en sus ojos, como si viera algo de gran valor en una persona tan inútil y cobarde como yo. Quería de nuevo esa mejilla en mi mano, o los cabellos de su nuca enredados en mis dedos... Su calor, el bochorno que se extendía por toda su cara cuando lo halagaba... como necesitaba ese calor... de verdad... lo extrañaba tanto...

 

Y por eso, adicto a sus mensajes... a sus “Te amo” espontáneos y su manera de narrarme lo que sucedía en la escuela ahora que yo no estaba allí... Era como querer calentarme en el invierno con el calor de un cerillo... y prender uno por uno hasta quemarme los dedos con tal de no dejar al frío invadirme del todo... a mi alrededor miles de cerillos chamuscados y en mi mano, con los dedos quemados, la caja con que los prendía...

 

Hasta que la caja se vació...

 

Y sus mensajes no llegaron... un día, dos... una semana... Y el frío fue tanto que esta vez me quemaba por dentro... doloroso y fuerte, imposible de ignorar...

 

Revisaba ansioso, yo sin dinero y con un celular roto le enviaba mensajes para ver si respondía... pero nada... Lloré en silencio para no alarmar a nadie, ya habían sufrido bastante por mí...

 

Renegué de todo; de mi suerte, de mi vida, de haberme enamorado así de un hombre... mi padre me hubiera felicitado si él fuera una chica, hubiera hecho alarde de que su hijo se estuviera convirtiendo en todo un hombrecito... Y mis lágrimas de tristeza se intercalaron con las de coraje...

 

Y una noche, justo esa noche, los abuelos fueron al pueblo porque la esposa de un amigo acababa de tener un bebé. Hice el intento de una sonrisa mientras los despedía con la mano, me convenía quedarme solo en casa, podría llorar a todo pulmón y ver si así me recuperaba. Quería hacer el berrinche de mi vida en completa soledad para mantener un poquito de mi dignidad a salvo... pero no sirvió de mucho, solo me agoté hasta quedar tumbado en el piso de la sala, mirando hacia la ventana, sin una lágrima.

 

Miré las estrellas, esperando que él también las mirara y recordara que yo necesitaba de él, que debía ser responsable... que no me olvidara... porque yo no hacía otra cosa que pensar en él. Quise odiarlo por no seguir alimentando mi esperanza de volver... pero no podía... quería llorar más, era tonto que yo no pudiera soltar mas lagrimas si por dentro sentía que me ahogaba. Me dolía tanto que dudaba que hubiera espacio para odio con tanta tristeza adentro...

 

Y la puerta sonó, un par de golpes secos... pero yo estaba tan cansado que no me asusté de inmediato

 

Y volvió a sonar, ahora más fuerte, alguien intentaba abrir la puerta. Ja, con un par de empujones se abriría, mi abuelo nunca se había dignado a repararla. Efectivamente se abrió. Y yo, mirando desde el suelo, a un par de metros, creí que de tanto llorar, mi cuerpo había liberado tantas endorfinas que estaba alucinando. Allí estaba él

 

- ¿Qué haces tirado allí? - se acercó a mi - hace mucho frío para que estés durmiendo en el suelo - se rió y me levanto - por dios, estas muy delgado... - sonrió preocupado por mi silencio.

 

 Mi cerebro empezaba a conectar ideas; una mochila pequeña en su hombro, ropa sucia y los zapatos enlodados

 

- ¿Cómo llegaste aquí? - mi voz sonaba seca, la había gastado en llorar su ausencia y ahora que estaba allí no podía gritar emocionado.

 

- Me trajo tu abuelo - sonrió - le dije a mi madre que me iba a buscar mi destino y me escapé hace unos días de mi casa, - ah, allí el porque de su silencio en el Facebook - supe donde te tenían escondido por uno de tus tíos y no paré hasta encontrarte... - murmuró culpable - no sabes lo difícil que es llegar hasta acá cuando no tienes dinero... apenas logré llegar al pueblo... - sonrió pero su sonrisa se apagó cuando miro fijamente mi rostro - pero parece que no te alegra para nada... yo... lamento ser tan obstinado, mis mensajes deben haberte incomodado pero... no podía dejar de pensar en ti...

 

- ... - yo quería llorar de la emoción, pero me había acabado todas las lágrimas esa tarde. Era tanta mi impresión que en mi rostro no se reflejaba nada. No puedo creer como mi caja de cerillos vacía era en realidad el fin del invierno...

 

- Tenía tantas ganas de verte... te extrañaba mucho... - y me abrazó fuerte, su voz temblaba, estaba a punto de llorar... amaba que fuera así de sentimental, me hacía ver menos mal a mi - aunque tu dijiste que debíamos terminar... yo no quería... te amo... te amo mucho... no quiero perderte... aunque ya no me quieras... no hace falta que me correspondas...

 

- ¿De qué hablas? - me sentía confundido, golpeado por la onda de calor de su cuerpo... estaba tan aturdido que apenas notaba que estaba feliz, mis manos temblaban cuando las puse en su espalda

 

- ¿Eh? Bueno, es que... - se puso rojo - cuando te fuiste dijiste que... bueno... que nuestra relación había sido para experimentar... y cuando te mandaba mensajes no los respondías...

 

- ... - y aunque creí que me había quedado seco, nuevas lágrimas salieron - gran torpe... ¡no sabía que responder! ¡Y la conexión aquí es tan lenta que primero te hubiera llegado una señal de humo que un mensaje!

 

- Pero... - me abrazó para que dejara de llorar, ahora que yo había empezado de nuevo no lograba parar. Si, también había alimentado mi sufrimiento... es muy propio de los jóvenes de mi edad hacer una tormenta en un vaso con agua... pero no lo quería aceptar... - entonces significa que si te gusto...

 

- Idiota... - lo tomé de la cara y me acerqué, casi con la vergüenza de que notará mis ojos hinchados... a ver si así se daba cuenta... porque yo no se lo iba a decir...

 

- Cuando lloras tus ojos se ven muy bonitos - y allí estaba, por fin... tan ansiada... esa sonrisa... y el calor del sonrojo en mis mejillas

 

Me acomodó el cabello, que había crecido en esos meses de no verlo, y me besó... suave, como si hubiera olvidado como se sentían mis labios y quisiera estar seguro de que lo hacía bien... o como si yo necesitara acostumbrarme de nuevo a esa dosis de felicidad... a ese calor suyo del que estaba hambriento... Hacía tiempo que no me sentía así de vivo...

 

Y el beso se alargó, minutos enteros donde mis lágrimas pasaron a sus mejillas sin estar seguros de cómo... risitas nerviosas de mi parte... pasado el primer impacto, por fin me convencí: eso no era una alucinación. Y aunque sus manos se metieron debajo de mi camisa, acariciando mi espalda baja... dándome escalofríos y poniéndome nervioso, no hicimos nada más pervertido por esa noche

 

 

- Pensé en ti... mucho -  murmuré contra su boca en un descanso para recuperar el aliento, nos tiramos al suelo y me acomodé en su brazo, en la chimenea no había mas que brazas... pero yo me sentía mas cobijado que nunca - y... tus mensajes no me incomodaban... me gustan mucho los “Te quiero” que pones - después del terror que me dio no volver a saber de él, uno aprende a acceder a necesidades como decir la verdad aunque de vergüenza.  Además ¿Cómo negarle las palabras cuando él me ofrecía así sus brazos?

 

- Ja, es que tu me regañaste una vez por eso... ¿te acuerdas?

 

- ¿Eh?

 

- Cuando  te pedí tu correo me dijiste “Más te vale que escribas bien” “Si te da flojera escribir casa y pones ksa, mejor no me escribas nada” - sonrió y negó con la cabeza - por tu culpa me volví un experto de la ortografía...

 

- Lo lamento... - ah, sí, siempre era yo el malo de la situación - espera, intenté llamarte varias veces y nunca logré contactarte

 

- Es que vendí mi celular

 

- ¿Qué? - intenté levantarme por la impresión pero el me abrazó y simplemente regresé a mi posición

 

- Con eso financie mi “búsqueda del tesoro” - sonrió y me abrazó más fuerte - pero mira, ahora tengo una gran fortuna entre los brazos

 

Me reí con ganas de seguir llorando, seguramente los afortunados éramos los dos. Me acurruqué más contra él y simplemente me quedé dormido

 

---------

 

 

Llevábamos dos días durmiendo en mi pequeña habitación sin atrevernos a nada por temor a que mi abuelo fuera a enojarse por abusar de su hospitalidad. Y aunque hubiera oportunidad la incertidumbre del futuro no nos dejaba hacer nada más. Un par de días después, cuando habíamos terminado de podar el jardín frente a la casa mi abuelo nos llamó.

 

- ¿Y ahora...? - pregunté con las manos apretadas en señal de nerviosismo. Temía que mi padre se hubiera enterado. Yo y mi novio estábamos frente al abuelo que, con todo y su bonachona sonrisa nos imponía algo de miedo sentado en su sillón de la sala - ¿Qué vamos a hacer?

 

- Pues ahora que son vacaciones “el amigo” - refiriéndose a mi novio - se puede quedar con nosotros, ya luego que se arregle con sus padres pero lo que es aquí, siempre tiene las puertas abiertas. Y como ya van a ser tiempo de inscripciones y no parece que a tu padre le importe, ¿Qué tenías ganas de estudiar? ¿Medicina?

 

- Si, aunque últimamente también me interesa la Veterinaria

 

- Pues que mejor, acá hay vacante de eso - el abuelo sonrió - porque digo, no voy a esperar a morirme para hacer algo bueno por ti, la herencia en vida seguro que te va a hacer quererme más

 

Anonadado me le eche encima para abrazarlo y el abuelo se rió como si fuera un Santa Claus con el cabello negro mientras me correspondía.

 

- Gracias, gracias... - la palabra me quedaba corta. Le hice señas para irnos a mi alto y adorable compañero que hipaba emocionado, tan sensible como siempre

 

- Por cierto - cuando ya nos íbamos, el abuelo agregó - acuérdense hijos, por muy “gay” que sean si trabajan duro acá son bienvenidos

 

 

 

“¿Es ese su lema familiar?” me preguntó mi chico sonriendo mientras buscaba mi mano, encaminándonos de nuevo al jardín “Porque me gusta mucho”

 

Tenía ganas de contarle que antes decía “marica” pero sería entrar en detalles. Y los detalles, cuando el mundo parecía extenderse nuevamente frente a mí, no eran lo más importante.

 

 

Fin----

Notas finales:

Hola, pues muchas gracias por leer esta pequeña historia. Otra vez con personajes sin nombre jejeje Esta tan suave que realmente espero que no se hallan decepcionado jajajaja sólo tenía muchas ganas de sacar esta historia de mi cabeza. Ya ven que tengo una imaginación hiperactiva y poco tiempo jajaja

 

Tenía ganas de ponerle a la historia “Amor en tiempos de Internet” pero pensé que sonaba muy bizarro jajaja muchas gracias por leer y si pudieran dejarme algún comentario; critica, saludos, sugerencia, petición del lemon que tal vez haga si se da la oportunidad jajaja

 


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