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Tras las rejas por SakuraChan

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Notas del capitulo:

Tras las rejas

Tras las rejas

Disclaimer: Hetalia ni sus personajes nos pertenecen, aunque en un futuro pensamos robárselo a HidekazHimaruya.

By Microcuts y Saku

Beta: MilyV

Capítulo 1: La captura.

Cegado por el anhelo expansionista, Hitler invadió Polonia en 1939, trayendo como principal consecuencia la declaración de guerra a la potencia alemana por parte de sus antagonistas Francia e Inglaterra. La Segunda Guerra Mundial se desataría finalmente.

Eventualmente Alemania se apoderó de todo; el dictador era dueño de un ansia de poderío difícil de saciar, que tarde o temprano terminaría por urgir su invasión hasta al último rincón de Europa. El segundo país en aceptar apoyarle fue Finlandia, nación que a su vez requería ayuda para recuperar territorios que en ese entonces estaban bajo el poder de la URSS.

—Espero que esto resulte —Fue el comentario del propulsor de dicha idea, después de firmar el tratado.

—Creo que sería una buena idea ser aliados —comentó el finlandés después de acordar la alianza —. Supongo que ambos podríamos beneficiarnos de esto, Alemania.

Alemania avanzaba a pasos agigantados hacia Escandinavia. Los países Nórdicos, tales como Dinamarca y Noruega mostraban una ligera simpatía hacia las naciones aliadas, mientras que Suecia había decidido abstenerse de mostrar apoyo a algún país, ya que la neutralidad le convenía para su economía, el vender acero lo hacía preciado por ambos bandos.

Aun así, Alemania avanzó raudo hacia Dinamarca, y al cabo de seis horas de lucha logró dominar a la antigua potencia vikinga. Sin demora, tomó a la representación de Dinamarca y lo encerró en una celda, privándole así de su libertad.

—No quiero ser cruel contigo, Dinamarca, ya que mi jefe estima mucho a los daneses. Condúcete con tranquilidad y nada deberás temer por tu pueblo —explicó el alemán

—Como sea —El danés se recostó en una cama que no era para digna para un antiguo rey, y decidió que lo más conveniente sería no oponer resistencia por ahora. De todas maneras, ya había pasado por peores cosas cuando todavía navegaba por el Atlántico Norte. Y si había conseguido soportar esa vida dura, este encierro no debería ser muy complicado de aguantar.

Cuando el alemán se alejó por la puerta para retomar sus otras ocupaciones, Dinamarca soltó el suspiro que había estado reprimiendo. De todas formas no se podía quejar, por lo menos había caído en manos de un país que no quería hacerle tanto daño.

Tras un par de horas de aburrido silencio, Dinamarca miró a través de los barrotes de su celda y se encontró con un panorama monótono, inundado del grisáceo de las otras celdas.

Con curiosidad observó la que estaba en frente de la suya y sus ojos se abrieron de par en par, mientras que en su estómago se mezclaban el horror y la sorpresa. No era posible. Es decir, en su larga vida, no había visto tal crueldad. Ahora se sorprendía de la amabilidad que le habían ofrecido tan cordialmente.

En la celda frente a la del danés un devastado Polonia estaba encerrado. Su cabello, aquel que siempre lucía tan rubio y brillante, ahora estaba sucio y manchado en sangre. Su cuerpo evidenciaba el maltrato que le habían propinado y algunas quemaduras se dejaban ver por la tenue luz que se colaba por una ventana.

Ya casi no quedaba nada de aquel sujeto que ni siquiera parecía temerle Rusia, solamente era un esbozo de lo que alguna vez el aliado de Lituania.

—Polonia, Polonia — llamó ansioso el danés, pero el polaco parecía sumido en su propio mundo.

Por un momento, Dinamarca pensó que este había cedido ante la crueldad del alemán, pero las leves muecas de dolor que hacía le dictaron –afortunadamente- lo contrario. Respiró aliviadoy volvió a acomodarse en su cama.

En ese momento se preguntó qué estarían haciendo sus hermanos. ¿Intentarían salvarlo? Supuso que no, ya que estos tenían suficientes problemas como para amargarse por él. Nunca habían demostrado demasiado interés en él, pero estaba seguro de que tal vez se darían cuenta de su ausencia.

Por lo menos le hubiese gustado ver la preocupación manifestándose en sus rostros, esa misma angustia que él jamás se molestó en esconder cuando algo ocurría con ellos, su gente. Sí, ellos eran los únicos que ocupaban su corazón y sus pensamientos.

—Con tal de que se encuentren bien… —dijo mientras que observaba el mugroso techo.

Suecia seguramente estaba a salvo. De todas maneras, no le importaba demasiado. Sabía que podía cuidarse por sí mismo y que sus jefes no le permitirían intervenir en el conflicto bélico que estaba desatándose.

Sin embargo, Finlandia era otra historia. No estaba muy contento con la amistad que éste había formado con Alemania.

No temía por Islandia, estaba bastante lejos y además aún era bastante pequeño como interesarse en semejantes asuntos. A eso había que añadirle el hecho de que Noruega estaba allí para ocuparse de él.

Recordar al noruego le sobrecogió el corazón. Sabía que podían ir a por él en cualquier minuto. En ese caso ¿podría defenderse? Él no era tan neutral como Suecia, ya que tenía ligeras tendencias a los aliados, y eso lo podía perjudicar a la hora de enfrentarse a Alemania o a cualquiera de las potencias del eje.

Los días pasaban, mas nada cambiaba, excepto por Polonia, que se movía a veces para acomodarse en la cama o alejarse del alemán. Ambos estaban completamente incomunicados con el exterior y controlaban toda la información que a él podía llegarle.

Así supo que Finlandia había estado en el lugar donde lo tenían de rehén, pero que éste ignoraba la existencia de aquel sótano lleno de visitante ignoraba el hecho de que bajo la humilde casa del alemán se escondía una cárcel de tortura. Eso se lo había contado Alemania un día que pasó a hacerle guardia.

Así también se enteró que Islandia había aceptado a los aliados y estos estaban en su isla. No comprendía por qué había escogido un bando, ya que habría sido más provechoso para Is el quedarse en su condición de neutral como Suecia o Noruega. Alemania desvió la mirada y su silencio le indicó a Dinamarca que algo no estaba bien.

Alemania tardó tres semanas más en ir a verlo de nuevo. En algunas ocasiones le llevaba libros, y cada vez que lo veía, lo notaba cansado. Para pasar el rato, y para evitar que el danés comenzara con su interrogatorio de lo que ocurría tras la celda, el alemán le hablaba de la ideología de su jefe.. Y aun así, Dinamarca seguía sin entender lo que estaba ocurriendo.

La lucha sobre el Norte de Europa se extendía y Alemania pensaba que sería fácil, tanto como lo había sido con Dinamarca, pero el reloj avanzaba y su trabajo no daba frutos. La Operación León Marino* se estaba retrasando por culpa de la invasión a Noruega, que no debería haber durado más de una semana y ya llevaba un mes. Golpeó la mesa frustrado y la persona a su lado se removió asustada.

— Deberías relajarte más —dijo la suave voz del finés. Cada vez, estaba más preocupado por el estrés del alemán. Le acercó un tarro de cerveza, para que pudiera tranquilizarse un poco más.
— No entiendo por qué Noruega no deja la batalla y se rinde—comentó de mala gana el alemán, llevando una de sus manos a su cien para masajearla. Tanto pensar en tácticas para capturar al noruego le estaban provocando una jaqueca.
Ah, es que Nor no le gusta seguir las órdenes de nadie. Ni siquiera le prestaba mucha atención a Dinamarca cuando…
—No podemos permitir que caiga en manos de los soviéticos —Golpeó la mesa con fuerza, frustrado.

Aunque le hubiese gustado tranquilizar al alemán, no tenía la menor idea de cómo hacerlo. Debía admitirlo, Noruega siempre había sido un completo enigma para él.


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