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AMOR SANGRIENTO EN WHITECHAPEL por cutebeast64

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Notas del fanfic:

 

Basado en los asesinatos a prostitutas ocasionados por bandas criminales en Whitechapel y como se transformaron en asesinatos rituales en 1888, los personajes son de mi autoría al igual que el desenlace de la historia. Se me ocurrió después de ver la película de Jonnhy Deep al respecto XD, ya ni me acuerdo como se llama, pero en fin, espero les guste.

 

Notas del capitulo:

bueno, regresando poco a poco, casi termino de deshacerme de mis ocupaciones (lo cual significa que podré actualizar pronto los demás fics) mientras tanto les traigo el primer capítulo de esta corta historia que planeo terminar en 3-5 capítulos más. Espero les guste ^^

Las mujeres se quejaban, lloraban, se agitaban. Ninguna de ellas quería poner un pie fuera de la aparente seguridad que les brindaban las posadas donde se llevaban reuniendo en pequeñas comunidades desde hacía ya unos meses, siempre temerosas de lo que pudiera pasarles. Primero acusando a las bandas de criminales, luego los antisemitas y ahora a un asesino claramente creado por los medios de comunicación…

Suspiró algo molesto, mientras estiraba sus delgados brazos hacia adelante y apoyaba su pequeña cabeza entre ellos, observando con aquellos finos ojos esmeralda, como las gotas de lluvia caían entre sus dedos y resbalando entre ellos, caían al suelo. No importaba cual fuera la razón, era estúpido que ninguna de las atemorizadas mujeres estuviese dispuesta a salir a la calle ¿Cómo esperaban pagar por sus comidas, sus posadas e incluso las “pensiones” a su jefes si no era trabajando?

¿Cuándo le dejarían salir a él? Era obvio que al igual que todas, tenía miedo a morir y más aún, al sufrimiento que era evidente en los asesinatos de las anteriores mujeres, sin embargo, no tenía tiempo de sentarse a esperar. El dinero se le agotaba, tanto para el arriendo de la insignificante pieza en la que ahora permanecía encerrado para evitarle preocupaciones a sus “hermanas”, como para la comida, que no había probado más que en pequeños bocados desde hacía ya una semana.

Su estómago rugía vergonzosamente ante la falta de alimentos y sus rodillas crujían dolorosamente, entumidas por la humedad acumulada en aquella pieza que no conocía la palabra “mantenimiento” –como la mayoría de los lugares en Londres durante esa época- pequeña hasta un extremo en que a duras penas lograba acomodarse la incómoda cama de sábanas sucias en la que se rehusaba a dormir dejando un pequeño espacio para el atisbo de una mesita de noche y el pequeño espacio vacío donde ahora estaba acurrucado, asomado por la ventana de madera, con los brazos estirados hacia la calle sucia y mojada…

Él que había llegado a dormir entre sábanas de seda, sobre colchas de plumas, disfrutando de los mejores lugares de toda la nación, abrazándose a la espalda de hombres que le llenaban de halagos y le cumplían cada capricho que podía pensar con su infantil mente de 14 años, adulándolo con flores extranjeras, con hermosos vestidos de intrincado diseño e incluso con frutas, cuyo precio excedía al del bolsillo común. Él, se encontraba ahora en aquella pocilga en uno de los peores barrios de Londres, sin agua para lavar su hermoso cabello, aguantando el pútrido olor de aquellas aguas negras que recorrían los subterráneos y que salían a las calles con la constante lluvia, con hambre y aburrimiento…

Habían pasado años desde la última vez que había aguantado hambre y en esa ocasión, lo había hecho voluntariamente al renegarse a trabajar o a recibir nada de aquellas mujeres que ahora eran lo más cercano que tenía a una verdadera familia… Y era por esas mismas mujeres, que ahora se dignaba a soportar la terrible estadía en aquella horrenda pieza, que tan aburrida se hacía en los días en que no tenía más que hacer que sentarse a ver a la calle u ocasionalmente releer la pequeña novela destartalada, de hojas carcomidas y amarillentas que había alcanzado a traer junto con el cepillo para el cabello y los tres simples vestidos que se cambiaba diariamente, solo por la costumbre (que probablemente ya se había hecho afición) de verse atractivo para el público… Esa habitación que al llegar la noche se hacía fría y atemorizante, ya por los crujidos de la madera enmohecida o por las peleas de los demás inquilinos, más ahora que ya no tenía siquiera para comprar velas o cerillas…

Las nubes grises que cubrían sin descanso el cielo de Londres, hacían que el pequeño rango de visión que tenía desde aquella ventana se hiciera tan gris como monótono, aburriéndole de sobre manera… En el momento de su huelga de hambre, jamás hubiera pensado que existiría un momento en que realmente extrañara tanto el trabajar. Incluso se había peinado y vestido como si fuese a salir, incómodo al no poder bañarse por culpa de las malas condiciones de aquella pensión de renta baja… El dinero se agotaba ¿Qué quedaba en su bolso? ¿Un par de chelines? ¿Más? ¿O quizás menos?

Suspiró otra vez… la atención felina de sus rasgados ojos esmeralda fija en el recorrido parsimonioso de aquellas gotas transparentes por sus dedos largos de uñas limpias, siempre halagados por los hombres que habían estado con él. Se fijó en elegante anillo puesto en su dedo índice, sonriendo con un gesto que ya no era de orgullo, sino de infantil cariño y nostalgia inocente. Era delgado, de plata y con tres diminutos zafiros que permanecían engarzados entre sí por un pequeño hilo de oro. Quitándoselo con elegancia, lo sostuvo entre su dedo índice y su dedo pulgar, observando su brillo particular, ensalzado por las gotas de agua que caían a su alrededor; esa era la única prueba de que antes de ser una puta, había sido un ser humano… bajo él, en la sucia calle el ruido se hacía cada vez más insoportable, mezclando el sonido de caballos relinchando, de coches avanzando a gran velocidad, de mujeres gritando, de niños jugando, de hombres discutiendo… Un mundo que volvía a saltar frente a sus ojos cada vez que creía haber logrado huir de él.

-          Lo siento mucho, realmente lo siento señor- Escuchó las replicas ahogadas y temblorosas de un pobre cochero, vestido con una ropa quizás demasiado elegante y rimbombante para aquella sucia y descolorida calle. Era delgado hasta los huesos, tenía el cabello rubio muy claro y sus temblorosas manos se notaban huesudas y frías. Por la expresión de su rostro y el apuro con que el que repetía aquellas disculpas, debía de tenerle un gran temor a quien sea que estuviese dentro de aquel hermoso carruaje, decorado como ningún otro que hubiese visto. Con curiosidad, enfocó su mirada felina en las cortinas vino-tinto que se distinguían tras la ventana empañada del carruaje, anhelando poder ver a quien estuviese allí cuanto antes.

-          …no se moleste…- con esfuerzo, alcanzó a distinguir entre el insoportable ruido de la calle, un fragmento de la respuesta del hombre. Era una voz atractiva y melodiosa, pero al mismo tiempo sistemática e intimidante. Su corazón se sobresaltó y por su espalda corrió fugazmente un deleitante escalofrío, que pareció conectarse con la agitación de su estómago al ver al hombre sacar la cabeza del carruaje.

Con un largo cabello rubio ondulado en el que se divisaban particulares visos rojizos, inquisidores ojos verdes uno de los cuales estaba cubierto por un parche oscuro, tez clara y aspecto atractivo, vestido con un alto sombrero de copa negro, un traje elegante del mismo color y una larga capa que le agregaba elegancia, sostenía en una de sus manos enguantadas un largo y delgado bastón dorado. En su rostro se esgrimía una sonrisa afable y calculada… Sin duda era alguien acomodado, sin embargo, en todas sus idas clandestinas a los hogares de la alta sociedad jamás le había visto, ni había oído hablar de nadie como él…

Sin darse real cuenta de lo que hacía, Giovanni se había levantado e inclinándose sobre la ventana, seguía sin disimulo al transeúnte perdido, que habiendo descendido con pasos sonoros los tres escalones que separaban su carroza del suelo, recorría ahora las sucias calles cauteloso, cuidando de no ensuciar demasiado aquellas lustrosas botas negras, para pedir indicaciones entre los vecinos, siempre con un gesto amable y una deliciosa voz… ¿Porqué le atraía tanto aquel desconocido? ¿Qué era exactamente lo que tenía que le generaba aquella mezcla de curiosidad y peligro por la cual su corazón se exaltaba de esa manera, hasta ahora desconocida por él?

Una anciana mujer que pasaba justo debajo de su ventana llamó con un gesto coqueto al atractivo hombre, que esquivando por poco a una pobre vendedora adormilada que estuvo por tirarle la comida encima, se apresuró a llegar, haciendo que Giovanni se inclinase aún más para poder oír aunque fuese solo una parte de la conversación

-          Señor ¿Qué hace un personaje tan importante como usted en un lugar así? Debería irse pronto si no quiere verse inmiscuido en uno de esos desgraciados crímenes-

-          ¿Qué sabes exactamente de esos asesinatos?- replicó el hombre, ignorando sin mucho tacto la advertencia de la mujer-

-          ¡Ay, señor! ¿Qué espera que le diga una pobre anciana que no aparezca en la primera plana de cualquier diario?- Cuestionó con voz cansada cruzándose modestamente de brazos

-          Algo que quizás haya pasado desapercibido al pasar por los prejuicios policiacos- Respondió el hombre con voz calculada, elevando un poco su voz al decir la palabra prejuicios. La anciana rió un poco, cubriéndose la boca arrugada y pequeña con su bufanda de tela.

-          El caballero es todo un bromista. Una pobre anciana como yo no puede saber más que un buen policía- Fue la modesta respuesta de la ávida mujer- le saldría mejor, creo yo, irse hacia los Jardines para compartir opiniones elegantes y tener una buena conversación social.

-          Aburrida y pestilente atrofia de la curiosidad, querría decir- Sonrió el hombre haciendo una ligera venia al ver que la mujer avanzando un par de pasos, parecía dispuesta a pasar la calle mojada y dejarle atrás, sonriéndole y sacudiendo la cabeza con el mismo gesto de reproche, que probablemente le haría a un niño que intentara robar Scone de la mesa principal- Que pase buena tarde, anciana.

-          Lo mismo dijo, muchachito inquieto- Replicó la mujer hundiendo sus sucios zapatos en un charco de agua pestilente al intentar pasar la calle y el hombre simplemente se detuvo allí, observando fríamente a los demás transeúntes.

¿Debería hablarle? Podría simplemente elevar un poco la voz y llamar su atención, después de todo, se encontraba tan cerca que con inclinarse firmemente sobre el borde de la ventana, quizás podría robarle aquel alto sombrero de copa. Pero aún si lo hacía ¿De qué podría hablarle? No era como si tuviese nada interesante de lo cual hablar y probablemente terminaría aburriéndolo, tampoco había logrado entender muy bien la conversación que acababa de escuchar. ¡Aunque culpa suya no era! A la escuela nunca le habían llevado y de haberlo hecho, era imposible que le hubiese aceptado; nadie deja que el hijo de unas putas estudie junto a sus propios hijos. Leer sabía lo suficiente y podía escribir una o dos cartas con caligrafía inteligible, pero no sabía de cosas complicadas y se creía un poco idiota para las cosas de ciencia.

El extranjero pelirrojo que permanecía parado justo debajo de él, por otra parte, era sin duda un hombre de ciencias y humanidades. De los que han leído cada ejemplar que puedas encontrar en las librerías comunes, que conversan amenamente con doctores y políticos, con talento para todas estética artística, poseyendo ducados y tierras, mansiones y títulos de honor, como duque o conde o incluso príncipe. Con las mejillas ligeramente coloradas, quizás por el bochorno de aquella pequeña habitación o quizás por sus pensamientos alocados, el rubio volvió a acurrucarse, sin dejar de mirar al extranjero pero demasiado apenado como para llamarle. Tan distraído se encontraba que se golpeó en el codo con el marco de la ventana y conteniendo el improperio que señalaba su dolor, dejó caer el brillante anillo, que cayendo sobre el sombrero del hombre, giró un par de veces antes de caer frente a él…

El nerviosismo que se afianzó en su corazón al notar que el hombre se inclinaba a recoger el anillo se convirtió en pánico al ver que levantaba la vista para buscar a su dueño. Con el rostro sonrojado y las manos temblando, se acurrucó de regreso a su habitación, escondiéndose como pudo de aquellos ojos verdes para los que, ahora se notaba demasiado impuro…

¿Cómo había podido pensar en entablar conversación con él cuando tenía el mismo sucio vestido de hacía tres días y el rubio cabello, grasoso y enredado ante la falta de agua? La lluvia continuaba y sin embargo, ni el abrigo ni el sombrero del extranjero parecía estarse mojando, de tan buena calidad serían…

Después de unos minutos, el extranjero pareció rendirse ante la oportunidad de encontrar al dueño del anillo, por lo que avanzó un  par de pasos, moviendo su bastón para asegurar el paso y aferrándose del borde del carruaje, subió de afán los tres escalones para desaparecer en el oscuro interior de aquella caja de madera montada sobre ruedas. El cochero levantó su gorrito negro dando a entender que comprendía la orden y atizó a los caballos con su látigo de cuero; bríos animales de pelaje oscuro y crines hermosas se levantaron en sus patas traseras, relinchando con tanta fuerza que todos en la calle voltearon a verlos. En la ventana del carruaje, los hermosos ojos verdes parecieron encontrar a Giovanni, quien acababa de salir de su escondite y solo atinó a sostener aquel contacto visual. Casi de inmediato las bestias iniciaron su carrera por entre la calle húmeda de Londres, desapareciendo a lo lejos y dejándolo con solo el recuerdo de aquella mirada penetrante.

¿Por qué razón habría venido a Londres? ¿Sería su estadía larga o corta? ¿Sería capaz de pillarle si intentaba repetir una de sus muchas salidas clandestinas a las casas de la alta sociedad londinense? No lo sabía ¿Cómo se supone que lo supiera? Sin embargo, una razón más se sumaba a su lista de porqué era mejor salir que quedarse en aquella fría, húmeda y aburrida pieza. Debía recuperar ese anillo y más aún, quería volver a verlo…

Notas finales:

¿les gustó? Espero que sí. Dejen comentarios si es así y si no también, como también tengo que escribir otros fics, esperaré a que hayan algunos comentarios antes de seguir trabajando en este (se siente mala) XD, eso si, no pienso abandonarlo. Espero me comenten que tal les parecen los personajes (eso si no se los entrego a nadie porque me pertenecen)

Cutebeast64 se despide


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