Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Estúpido amor. por SHINee Doll

[Reviews - 13]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Feliz Cumpleaños, Choi MinHo!

Notas del capitulo:

Faby, Teresa, esto es especialmente para ustedes. Gracias por estar siempre ahí, por animarme cuando estoy deprimida, por escucharme cuando quiero quejarme y hacerme reír cuando lo que más deseo es llorar. Las amo.

Tiro la sábana para cubrirme el rostro en un vano intento por alejarme de la luz que seguramente ha comenzado a colarse por las cortinas mal cerradas. Me quejo bajito, renuente a despertar completamente y abandonar la comodidad brindada por la enorme cama, pero todo parece empeñarse en que lo haga, pues la alarma de mi móvil inicia su molesto sonar. Gruño, tapándome ambos oídos con la almohada, pataleando, y en vez de alejarse, el sonido parece cada vez estar más cerca de mí y ser más alto.

 

— Bummie, es hora de levantarse. — odio que me llame así, odio que entre a mi habitación sin permiso, odio que se crea con derecho de acariciarme las mejillas, lo odio mucho.

 

Mis ojos se abren con desagrado y me toma algunos segundos acostumbrarme a la iluminación y enfocar mi mirada en su rostro. Se ha inclinado hacia mí, quedando a escasos centímetros y de ser más torpe o levantarme bruscamente (cosa que nunca he hecho) posiblemente hubiese chocado con sus labios. Suspiro, empujándole el hombro con mi mano, sacándomelo de encima.

 

— He preparado el desayuno, así que date prisa o llegarás tarde al trabajo. — sonríe ampliamente, mirando la hora en su costoso reloj de marca. — Terminaré de arreglarme.

 

Es complicado explicar nuestra relación (si es que hay una realmente). Le conozco desde hace dos años, tiempo que hemos trabajado juntos para una agencia de publicidad. Nuestro primer encuentro fue accidentado, él llegaba tarde a una primera reunión y chocó conmigo en el pasillo, a pocos metros de la puerta de acceso a la sala de juntas, derramándome el café sobre la ropa (un exclusivo diseño italiano, regalo de una amiga, que usaba por vez primera). Fue disculpa tras disculpa que aprendí un poco de él.

 

Choi Minho. Un nombre bastante bonito para una persona tan atractiva. Él es lo más parecido al concepto de «perfección» que he conocido alguna vez: alto y delgado, de ojos grandes y achocolatados, con sus labios abultados y esas sonrisas de cuento de hadas. Un rostro maravilloso unido a un cuerpo de torso marcado y largas piernas.

 

No es fácil vivir con él, cada día me resulta aún más complicado que el anterior. Apenas soy capaz de recordar cómo es que terminamos compartiendo apartamento… mi apartamento, para ser preciso. Él dijo: “necesito encontrar un buen lugar”, alguien (¿fue Jinki, acaso?) agregó: “Kibum tiene una habitación libre”, y no le di importancia hasta después de comentar: “mi compañero se ha mudado”. Por qué demonios le permití traer sus cosas, bueno, eso aún es un misterio.

 

— Oh, ya estás aquí. — paso mi mirada por la mesa puesta y servida, frunciendo el ceño al verle contemplarme con un brillo travieso en sus ojos y una sonrisa enorme en su rostro de portada. — Siéntate y desayuna conmigo, últimamente no lo haces.

 

— Pasaré en esta ocasión. — muerde su labio inferior, dudando entre decir o no algo, le conozco bien como para intuir lo que piensa en algunas ocasiones, como ahora. — Tengo un compromiso.

 

— ¿Qué clase de compromiso? — aparta los cubiertos, formando su mano en un puño.

 

— Veré a alguien. — admito, mirando distraídamente la hora en mi móvil.

 

— ¿Se trata de trabajo o es algo personal? — suspiro, pasando a su lado para salir.

 

— Un poco de ambos. — sujeta mi muñeca, levantándose rápidamente de la silla, girándome para que de la cara. Está enfadado, siempre es igual cuando le doy respuestas esquivas. — Lo que haga o deje de hacer, Minho, no es de tu incumbencia.

 

— Lo es. — me frena, buscando mis ojos. — No puedes fingir ante mí, Kibum, no importa cuánto te esfuerces. Lo que ocurrió esa noche… no fue sólo un «error» para ti.

 

— Lo que ocurrió esa noche forma parte del pasado y se quedará ahí siempre.

 

Salgo del apartamento con la determinación de cumplir con esa cita mañanera, pero mi máscara de serenidad se desmorona apenas las puertas del ascensor se cierran. Llevo una mano a mis cabellos, enredando los dedos entre las hebras rubias que alguna vez fueron castañas. Apenas el aparato se detiene, salgo de ahí y atravieso el estacionamiento (ubicado en el sótano del edificio) hasta mi auto, mi precioso deportivo de lujo, importado, con interiores de cuero negro.

 

Es antes de ponerlo en marcha que los recuerdos me embargan: el toque de sus manos grandes en mi piel perlada en sudor, el sabor de sus labios, la sensación incomparable de su boca sobre la mía, su cuerpo desnudo y glorioso al alcance de mis dedos…

 

— Despierta, Kibum. — muevo la cabeza de un lado a otro, golpeando el volante con ambas manos. — Fue un error, una completa estupidez.

 

Los veinticinco minutos de camino me ayudan a recuperar el control sobre mis emociones y a normalizar los latidos de mi traicionero corazón. Me estaciono apenas llegar a la pequeña casa de una planta, admirando el jardín extremadamente cuidado y los rosales floreciendo.

 

— Has venido. — leo sus labios y sonrío, caminando hacia ella para encontrarla a mitad del camino de cemento que separa la acera de su puerta de oscura madera. — Por un momento pensé que lo olvidarías y…

 

— ¿Realmente creíste que podría hacerlo, Krystal? — tomo su muñeca con la fuerza justa para detener sus pasos sin lastimarle. Ella me mira con adoración, apenas curvando sus labios en una sonrisa tímida. Es idéntica a las flores de su jardín: suave, dulce y delicada.

 

— Lo siento, Kibum. — un par de pasos y queda atrapada entre el coche y mi cuerpo, nerviosa, avergonzada. — Oye, ¿qué haces?, los vecinos nos verán y…

 

— Preferiría que fuese tu hermana primero. — muerde su labio, mirando de reojo hacia la puerta todavía cerrada de la pequeña casa. — ¿Cómo crees que lo tome Jessica?

 

— No hagas esto. — suplica débilmente. — Lo estás llevando demasiado lejos.

 

— ¿Lejos? — me burlo, acariciando su mejilla. — Déjame demostrarte hasta donde puedo llegar. — los labios de Krystal son suaves, con el sabor de su brillo de cereza impregnándose en el beso; corresponde con cierta vacilación, ganando confianza conforme los segundos avanzan. La puerta se abre y cierra con fuerza tras nosotros y entonces nos separamos.

 

— Eres un idiota, ¿lo sabes? — se queja cuando sostengo la puerta para que suba al auto. Jessica está furiosa, gritándonos a ambos a mitad del jardín. Rodeo el coche y subo también, encendiendo el motor. — Ella me matará.

 

— Es tu culpa, señorita. — meto reversa y luego acelero, escuchándola chillar. — No debes pedir favores de esta clase, ¿no te lo he dicho antes?

 

— Llevaste la actuación demasiado lejos esta vez. — saca un pequeño espejo de su bolso y revisa su brillo labial, indicándome (sea de paso) donde conservo una porción de éste.

 

— Merezco un premio, ¿no te parece? — enarca una ceja, cerrando el zipper. — No cualquiera se atrevería a besarte de esa forma, Krystal, tienes un carácter que…

 

— A Amber no le molesta hacer eso y otras cosas. — sonríe enormemente, recordándome que mire al frente. Me trago mis palabras ante el poco deseo de ahondar más en el tema de su relación con mi mejor amiga. — Cuando le diga esto, ella…

 

— Estará muy contenta de que tu hermana finalmente esté segura de que estamos saliendo y deje de decirle a tus padres que tienes una relación a escondidas con otra chica. — respondo sincero, deteniendo el coche apenas llegar al apartamento de Amber.

 

— Vale, tienes razón. — suspira, abriendo la puerta. — ¿No piensas limpiar eso?

 

— ¿Esto? — cuestiono, señalándome los labios con el índice. — Me lo llevo como recuerdo.

 

— Eres un estúpido.

 

Bueno, quizá lo soy un poco, sobretodo luego de aceptar ser parte de este juego sin sentido.

 

Llego a la agencia con algunos minutos de retraso, atrapando un montón de miradas curiosas y provocando los cuchicheos de la mayoría de los presentes. Por si fuera poca mi mala suerte, no sólo comparto apartamento con Minho, sino también la oficina, y está ahí cuando entro, revisando un par de anuncios que deberán emitirse el próximo fin de semana.

 

— Llegaste. — señala, apartando los ojos de la pantalla para centrarlos en mí. — ¿Es eso lo que creo que es? — su rostro refleja una mezcla de sorpresa, confusión y enfado; yo me limito a asentir, haciendo un enorme esfuerzo para no reírme de él. — ¿De dónde salió?

 

— Podría decirte con lujo de detalle cómo lo obtuve, pero los caballeros no tenemos memoria.

 

Quizá hablo demasiado, tal vez encuentro divertido el provocarle del modo que lo hago normalmente. Su reacción no me sorprende: se levanta de su silla ejecutiva de forma tosca y me gira, aprisionándome contra el escritorio, echando todo su cuerpo sobre el mío. Gracias al cielo he recordado asegurar la puerta apenas entrar.

 

— Entonces no soy un caballero. — ¿eh?, ¿a qué viene eso? — Porque yo tengo bastante presente esa noche, Kibummie, y no me molestaría repetirla.

 

— Si ese es el caso, búscate a alguien más, porque conmigo no te será posible.

 

— ¿Seguro? — sujeta mi mentón con sus dedos fríos, acercándose a mis labios. — Pruébalo.

 

Mierda. ¿Cómo se supone que lo haga cuando está sobre mí, comiéndome la boca de esta forma, robándome la poca razón que pueda quedarme?

 

Mis manos suben hasta su pecho indecisas entre apartarle o acercarle más. Mi boca se funde con la suya en un beso hambriento y necesitado donde labios, dientes y lengua se reconocen unos a otros, saboreándose, enfrentándose. El agarre entorno a mi cintura se intensifican, su cuerpo se presiona contra el mío para desaparecer la ya escasa distancia entre nosotros, aprisionándome completamente, volviéndome incapaz de echarme atrás aunque (cosa que no sucede) lo deseara.

 

Estoy jodido completa y totalmente. Y todo es su maldita culpa; suya y de nadie más.

 

— Choi, Kim, más les vale que estén trabajando o… — dos golpes a la puerta y nos apartamos torpes, escuchando la risa de Jinki por el pasillo.

 

— Si tantas ganas tenías de probar el brillo de mi novia, podrías habérmelo dicho para pedírselo prestado. — agrego, arreglándome la ropa. — Podríamos habernos ahorrado la bochornosa escena.

 

— Kibum, no juegues conmigo. — amenaza, soltándose un poco la corbata. — No estoy de humor.

 

— Yo lo estaba antes de llegar aquí. — sonrío coquetamente, pasando mis dedos por los botones de su saco. — Supongo que puedes imaginarte qué tanto, ¿eh, Minho?

 

— Kibum…

 

— Iré a ver qué quiere el estúpido de Jinki.

 

— Kibum…

 

— Nos vemos más tarde… — guiño un ojo, divertido. — si es que llego.

 

— ¡Kibum!

 

Salir de ahí es un completo alivio para mí. Tomo grandes bocanas de aire aún con la espalda apoyada en la puerta, sintiendo mi corazón al límite, casi dejándome el pecho. Minho refunfuña y maldice dentro de la oficina, golpeando el escritorio con sus manos, rompiendo furioso los papeles que ya no necesita y que normalmente sólo coloca en la canasta de hojas reciclables.

 

“¿Qué pasa contigo, Kibum?”, me regaño mentalmente, dándome un pequeño golpecito en la frente con la palma. “¿Qué parte de «no te involucres con él» no consigues entender todavía?”

 

Me dirijo a la oficina de Lee Jinki, mi adorable jefe y amigo, con un último suspiro. Abro la puerta sin llamar antes, encontrándome con una de esas escenas típicas de las películas, mismas que son embarazosas y van seguidas de un largo e incómodo silencio. Aunque bueno, cuando se trata de Jinki en su silla de piel y Taemin bajo el escritorio, la palabra «silencio» no existe.

 

— Y yo pensé que me darías un sermón sobre no «intimar» en la oficina. — me burlo, sentándome en el largo sofá apoyado en una de las paredes laterales. — Supongo que no esperabas que Taemin estuviese aquí cuando llamaste a mi puerta.

 

— S-Sal de aquí… — exclama dificultosamente, con sus mejillas rojas, jadeando fuertemente. — A-Ahora…

 

— ¿Se lo dices a él o a mí?

 

— ¡K-Kibum!

 

Taemin hace el intento de levantarse al escuchar mi nombre y su pequeña y pelirroja cabeza choca con la madera, provocando un golpe seco. Una sonrisa me cruza el rostro cuando mi amigo se compone torpemente las ropas y su adorable novio me mira con el rostro completamente rojo y los ojos muy abiertos.

 

— Hola, Taeminnie. — le saludo, alzando la mano. — ¿Te divertías allá abajo?

 

— H-Hola, Kibum… — Jinki le ayuda a terminar de incorporarse, sentándolo en su regazo. — M-Mucho tiempo sin vernos, ¿no?

 

— Sí, ha sido bastante, aunque parece que estás muy bien. — parece que imito a una vaca cuando pronuncio el ‘muy’, pero poco me importa si consigo avergonzarles un tanto más. — ¿Qué tal la escuela?, estás en tu último año de universidad, ¿no?

 

— S-Sí…

 

— Kibum, ¿podrías dejar de acosar a mi novio?

 

— No. — bufa, mascullando algo que no alcanzo a escuchar. — Taeminnie, yo que tú me aseguraría de cerrar la puerta con llave antes de hacer ese tipo de cosas. Quizá la próxima vez no sea precisamente yo quien entre.

 

— L-Lo tendré presente. — murmura, apartándose un mechón de cabello de los ojos. — Gracias por el consejo, prometo ponerlo en práctica la próxima vez.

 

— ¡¿Próxima?! — cuestiona sobresaltado Jinki, cambiando de color una vez más. — ¡¿Qué?!

 

— “La práctica hace al maestro”, Taemin, que no se te olvide.

 

Escapo antes de que alguno de los dos vuelva en sí y decida echarme un par de verdades a la cara. Todavía me estoy riendo cuando choco con Jonghyun de camino a la sala multimedia donde, habitualmente, pasa largas horas encerrado viendo videos, películas y cualquier cosa no relacionada con el trabajo.

 

— ¡Justo a ti quería verte! — exclama contento, tirando su brazo sobre mis hombros para dejarme a su altura algunos (muchos) centímetros más abajo. — ¿Por qué no estás trabajando, primito querido?, fui a buscarte y sólo encontré a Minho echo una fiera.

 

— La pregunta no es esa, enano, sino el por qué tú sí estás trabajando. — hablo al reparar en los folders que trae consigo. — ¿Qué te propones ahora?

 

— Esto, mi querido Kibummie, no es mi trabajo, sino el tuyo.

 

— ¿Eh? — aparta el brazo de mi cuello y lo envuelve en mi cintura, casi arrastrándome de regreso a la oficina donde el alto teclea ruidosamente.

 

— ¡Choi Minho! — grita, provocando que el nombrado pegue un salto en su silla. — Tengo buenas y malas noticias para ustedes dos. Así que se callan y escuchan, ¿queda claro?

 

Me libero (finalmente) de su agarre improvisado y recupero mi silla, sintiendo a Minho instalarse a mi lado mientras Jonghyun se sienta sobre el escritorio de mi compañero con esa elegante sonrisa y la pose más patética del mundo.

 

— ¿Cuál quieren primero? — pregunta burlesco, cosa que viene de familia.

 

— La buena. — dice Minho en automático.

 

— La mala. — respondo al mismo tiempo, contradiciéndole por naturaleza.

 

— Da igual, les daré la que yo quiera primero.

 

— Entonces, ¿para qué preguntas? — se queja él, frunciendo el ceño.

 

— Cállate. — ordenamos a la vez, fulminándolo con la mirada.

 

— La mala noticia es que nuestra nueva clienta es una mujer bastante exigente y ha solicitado que las grabaciones, fotografías y demás se realicen en Londres, y que sean ustedes dos quienes dirijan todo allá. — mi boca se abre, pero no me da tiempo de pronunciar palabra. — La buena noticia es que el vuelo ya ha sido reservado y yo voy con ustedes.

 

— Creo que el orden es incorrecto, primito. — me levanto, caminando hacia él para darle un golpe en la nuca. — ¿Qué de bueno puede tener el que vengas con nosotros a Londres?

 

— Bueno, yo cumplí con decirles. — se baja del mueble, codeándome las costillas. — El como tomen ustedes la información me resulta indiferente. El vuelo sale mañana a las dos de la tarde, así que preparen sus maletas esta noche porque… ¡nos vamos de viaje!

 

El resto de la jornada laboral fue poco interesante en comparación con esa agitada mañana y principio de la tarde. Supongo que la idea de viajar terminó de matarme el ánimo.

 

— Una maleta, Kibum, limítate a una sola maleta. — él me mira desde el umbral de la puerta de mi habitación, cruzado de brazos. — No pienso cargar más que eso.

 

— Nadie te ha pedido que lleves mi equipaje, hay gente que se encarga de ello, Minho, tanto aquí como allá, así que deja de molestar. — suspira profundamente, ingresando sin invitación, dándome un ligero empujón que me deja sentado sobre la cama. — ¿Qué?

 

— Estaremos allá cuatro días y no habrá nada formal, pero no está de más llevar un traje, así que tomaré éste. — rebusca en mi armario, descolgando prendas, lanzándolas sobre mi maleta (vacía y abierta). — Creo que con estos conjuntos “informales” será suficiente y dos pares de zapatos servirán…

 

— Espera un momento, ¿por qué estás…?

 

— Si algo te hace falta allá, dímelo y con gusto te lo compraré.

 

— Minho, ¿qué…? — suspiro también, dejándolo hacer. — Iré a prepararme un café, realmente no te soporto cuando te pones en este plan.

 

“¿Qué pasa con él?”, me pregunto una vez en la cocina, mirando la cafetera como si fuese lo más interesante del universo. “¿Sigue enfadado?”

 

Llevo la taza con café a mis labios apenas lo sirvo, cerrando los ojos mientras el aroma inunda mis sentidos, luego doy un trago pequeño que me sabe a pura gloria. Estoy a punto de dar un segundo sorbo cuando un par de brazos aprisionan mi cintura y mi espalda es apoyada en un pecho bastante conocido. Maldigo por lo bajo tras quemarme la lengua, dejando la taza en la barra antes de que un accidente ocurra y alguien acabe muy mal herido… y no me refiero a mí precisamente.

 

— Si no deseabas dormir esta noche, deberías habérmelo dicho… — susurra en mi oído con ese tono entre burlón y coqueto que a veces emplea conmigo. — podría haber encontrado algo más interesante para mantenerte despierto.

 

— Y yo podría mandarte a la mierda, pero sigues aquí, ¿no? — intentó alejar sus manos de mi vientre, sin embargo, me resulta imposible.

 

— ¿Por qué tienes que hacerlo tan difícil? — interroga fastidiado, rozando su nariz en la piel sensible de mi cuello, provocando que me estremezca un poco. — ¿Tanto te cuesta aceptar que te gusto?

 

— ¿Quién ha dicho semejante tontería? — ruedo los ojos aunque él no pueda verme. — Minho, de casualidad, ¿cuándo eras niño te caíste muchas veces de la cama?

 

— Si no te gusto, ¿por qué te acostaste conmigo la otra noche?

 

— Buena pregunta, genio. — me volteo, quedando cara a cara con él. — Y yo tengo una buena respuesta: porque estaba borracho. ¿Lo deletreo para ti?, b-o-r-r-a-c-h-o, ¿así o más claro?

 

— Permíteme dudar de tu estado, Kibum, porque vaya que parecías saber lo que querías…

 

— ¡Y bien que te aprovechaste de eso, ¿no?!

 

— No te quejaste esa noche… — habla divertido, acercando su rostro otro tanto al mío. — Bueno, si lo hiciste, pero no como de costumbre, sino por otras razones…

 

— Lo recuerdo perfectamente, gracias.

 

— Me alegra que lo hagas, significa que fue inolvidable.

 

— Ah, no, eso sí que no. — corto su fantasía, ofuscado. — Generalmente recuerdo mis errores para no volver a cometerlos nunca más. Y, a propósito, he tenido mejores noches.

 

— ¿Ah sí? — su ceño se frunce, su expresión cambia completamente. — ¿Cómo cuáles?

 

— Eso, mi querido amigo, no es tampoco asunto tuyo.

 

— ¿Tan buena es esa novia tuya en la cama? — me muerdo la lengua para no decirle un par de cosillas que hagan el problema más grande, aunque ganas no me faltan.

 

— No-es-asunto-tuyo. — mascullo entre dientes, ofendido. Realmente me molesta que hable de ella de esa forma, que la trate como… como…

 

— Dudo que lo sea, de otro modo no te hubieses acostado conmigo.

 

— ¡Vete al carajo!, estoy harto de tus estupideces.

 

Le aparto con violencia, chocando nuestros hombros al pasar. Los cristales de mi ventana retumban cuando azoto la puerta con todas mis fuerzas y echo el pestillo. La maleta descansaba lista a lado de la entrada, no puede importarme menos. Me tumbo en la cama, bocabajo, respirando agitado.

 

“Semejante imbécil vine a encontrarme”, me quejo mentalmente. “¿Por qué debe gustarme alguien como él?, ¿por qué no alguien menos paranoico?”

 

La noche y la mañana pasan demasiado rápido para mi gusto y antes de lo pensado me encuentro en un aburrido, largo y cansado vuelo a Londres con Minho a un lado y Jonghyun al otro. A estas alturas de la vida ya no se quién de los dos resulta mejor o peor compañía. Me quedo dormido a mitad del viaje, con la cabeza apoyada en el hombro de Choi.

 

Realmente espero que las cosas mejoren una vez lleguemos allá, de lo contrario serán cuatro días muy, muy, muy largos, casi como estar en el infierno; estoy seguro.

Notas finales:

Estaré subiendo la segunda (y última) parte el día sábado, así que no tendrán que esperar mucho. ¡Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).