Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

A primera vista por DraculaN666

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Después de meses y meses y meses de sufrir sin poder escribir como se debe, al fin estoy de vacaciones y al parecer sí, era justamente eso lo que necesitaba para poder escribir algo totalmente relajada. Porque justamente esta historia se escribió sola anoche, en un tiempo casi record considerando que yo soy una vaga que tarda mucho escribiendo.


Y a pesar de rapidez me siento satisfecha y, joder, que le den a lo demás porque cumplí con mi cometido de lograr escribir algo antes de que se terminara el año.


Un año muy extraño por todas las cosas que han sucedido.


Pero en fin, ha sido genial y mua-ha-ha, espero que así siga.

Notas del capitulo:

Esta historia se la quiero dedicar a Ariisa como regalo adelantado de navidad. Por esas largas cartas que nos enviamos con e-mail y a veces me frustra por lo mucho que tardamos en respondernos. Pero creo que vale mucho la pena. Sabes que te quiero mucho nena y espero podamos seguir platicando por mucho, mucho tiempo más.


También a LadyHenry porque es la mejor, porque la adoro y ojalá el gordo de rojo le traiga mucho yaoi en estas fechas y el siguiente año.


Advertencias: Sexo entre hombres, como si no superan. Mascotas algo salidas y muchas divagaciones como siempre en mis historias. Vamos, nada del otro mundo.


La historia es mía, los personajes son míos. He comenzado a registrar todas y cada una de mis historias así que plagiarme, de nuevo, sería básicamente un crimen que pagarían de dos formas: en la cárcel o bajo mis sádicas manos si en algún momento de la vida llegamos a encontrarnos. Y soy una persona sádica con mucho tiempo libre (:


Cualquier parecido con la realidad, con personas ya sean vivas, muertas, escondidas o desaparecidas es mera coincidencia. Pero yaoi conquistará el mundo un día de estos.

1


Nunca había creído en el amor a primera vista. Ni siquiera puedo pensar en el hecho de que con sólo ver a una persona por primera vez pueda surgir algún tipo de sentimiento surrealista que haga que mi corazón palpite como loco y sienta unas desenfrenadas ganas de estar con dicha persona. Para comenzar una relación se debe conocer a fondo a la persona. Saber si los gustos que comparten son los mismos en algún aspecto, si hay alguna especie de química entre los dos que de una señal para una relación futura. Es algo que lleva tiempo y esfuerzo para que los sentimientos sean mutuos.


O al menos, eso era lo que creía antes de este día. El día que sin razón aparente me topé de lleno con el amor a primera vista, sin que nadie se molestara en avisarme del molesto sentimiento que se alojaría en mi pecho y haría que mi voz y hasta mi respiración se esfumasen sin planes de volver pronto.


Porque no hay ningún motivo por el que a mí deba de gustarme ese chico desgarbado con aire ausente, como si el mundo a su alrededor no existiera de modo alguno. No hay razón por la cual mi corazón se acelere de esa forma tan dolorosa, como si quisiera darme una taquicardia. Porque es un chico sin nada especial. Ni es guapo, ni hay nada significativo en su persona. En su cabello castaño enmarañado y esas enormes gafas a lo hipster que ocultan casi todo su rostro. Mi cuerpo no tiene nada que envidiarle pues parecemos igual de desnutridos. Los kilos de ropa que lleva sobre él parecen hacerle competencia a mi propia vestimenta. Ningún motivo. Absolutamente no hay razón alguna para que sienta mis mejillas furiosamente sonrojadas por alguien que sólo he visto una vez. Una- sola-vez.


No, no, no y no. Es lo que repite mi mente como un eco.


Pero es imposible continuar negándolo. Porque esa es la cruda verdad. Me he enamorado a primera vista. Y, al parecer, alguien se ha enamorado a primera vista de mí.


Es verdaderamente patético que mi corazón esté latiendo como un loco por ese chico frente a mí, de mi misma estatura, con grandes y brillantes ojos tras esos horrorosos cristales. Y es una lástima que sea el perro el que se ha enamorado de mi a primera vista y no su dueño, que me observa algo apenado por toda la baba en mi cara y tira fuertemente de la correa cuando ve que el dichoso animal tiene las oscuras intenciones de follarse mi pierna.


Puede que ahora crea un poquito en el amor a primera vista. Pero siempre he creído que el amor es una mierda. Y esto sólo confirma mi hipótesis con creces.


2


Lo he dicho antes y lo continuaré repitiendo hasta convencerme. No creo en el amor a primera vista. No importa lo mucho que mi corazón lata o que mis mejillas se sonrojen como si fuera una colegiala quinceañera. No existe el amor a primera vista.


Por esa misma razón me he esforzado por conocer más a ese chico. Porque no fue amor a primera vista. Fue curiosidad, un interés especial que nació por alguna cósmica razón que no me apetece analizar en estos momentos.


Vale, quizás lo de su perro si que fue amor a primera vista. Hacia mi pierna. Que se niega a soltar siempre que me ve. Pero es un animal y se rige por instinto. Un instinto que lo llevó a mi pierna. No quiero ahondar en ese tema ni en la humedad que siento que mi pantorrilla. Estoy aquí para conocer más a ese curioso chico y dejar, quizás, que su mascota tenga una cita con mi pierna. Mientras no la deje embarazada no tengo problemas.


Está bien, quizás esté un poco nervioso porque esto parece una cita. Cosa que NO puede ser, obviamente, porque a penas nos estamos conociendo, congeniando, tratando temas triviales para ver si podemos llegar a ser amigos.


Lo demás se dará solo y a su tiempo. Como deben de ser las cosas.


Por eso no me voy a distraer con sus labios mientras habla. Ni con sus ojos brillantes que sin esas gafas parecen más grandes, de ese color miel tan luminoso que se enciende mientras habla y habla de temas que, sinceramente, no entiendo muy bien. Pero está bien porque me gusta ver cómo se desarregla más el lío que tiene por cabello, de un castaño oscuro del que emana un aroma cítrico y fresco.


Sólo cuando voltea a verme y me hace una pregunta soy capaz de regresar a la realidad.


No estoy observándolo más de la cuenta porque me guste. Claro que no. Sólo intento reconocer bien las facciones de mi nuevo conocido. Eso es todo. No hay nada más.


Así que intento seguir el hilo de la conversación para sacar esas absurdas ideas de mi cabeza. Hasta que siento algo húmedo en mi hombro.


Al parecer Rex, su perro, acaba de engañar a mi pierna con mi brazo.


Y no quiero saber qué es lo que se está restregando en mi muñeca. Ni quiero saber porqué el dichoso animal parece casi sonreír con satisfacción.


3


Que estemos de nuevo los dos sentados en una banca cualquiera de un parque cualquiera no tiene nada que ver con el amor a primera vista. Simplemente somos dos personas tratando de conocerse un poco después de que su perro decidiera que definitivamente está enamorado de cada parte de mi cuerpo. El muy cabrón ha estado a punto de marcar su territorio en mi pie, de nuevo, sino fuera porque su amo ha decidido alejarlo lo más posible de mí. Así que procedemos a tener nuestra charla ignorando los lloriqueos del animal que parece clamar el poder acercarse a mí y babearme, otra vez, la cara en muestra del amor que me tiene.


Adrián, que es el nombre de mi nuevo casi amigo, me ha explicado que le parece muy extraño que Rex tenga esa clase de comportamientos cuando, generalmente, suele ser muy antipático con la gente que no conoce. Yo le comento, intentando parecer serio, que Rex es un nombre algo ridículo para un Shih Tzu que tiene un ladrido tan agudo que en lugar de dar miedo da risa.


Mi comentario parece molestarle un poco, pues hace un gracioso puchero con sus labios mientras voltea a ver a su pequeño perro, que continua ladrando hacia mi dirección, en un vano intento por alcanzar alguna parte de mi profanado cuerpo. Me gustaría explicarle al pequeño can que lo nuestro es imposible, dejando de lado que los dos seamos machos, de especies y razas diferentes y que, desgraciadamente para él, me gustaría más restregarme contra su amo.


Pero teniendo en cuenta que un perro no entiende de palabras y que, obviamente, yo no debería tener esa clase de pensamientos hacia una persona que a penas estoy conociendo, decido que lo más sensato que puedo hacer es guardar silencio y alejarme poco a poco de cualquier intento de acercamiento que el jodido perro intente hacer.


También está el pequeño detalle de que no me gustan los perros. Lo mío son los gatos.


4


Después de dos semanas de encuentros casi diarios con ese endemoniado perro y su adorable amo llegué nuevamente a la conclusión que esto no es amor a primera vista. Primero que nada, ninguno de los dos tenemos algo en común que nos haga tener una poderosa atracción el uno por el otro. El tiene un aire desenfadado y la perpetua sensación de que no debería estar en ese lugar. Su cabello es una maraña suave castaña oscura que siempre huelen bien a pesar de todo. Sus ojos son grandes como los de un cachorro, su nariz está plagada de pecas sobre una piel totalmente blanca y lechosa. Sus labios están algo curtidos por tanto mordérselos, sus dientes están algo torcidos pero blancos como perlas, tiene unas estúpidas gafas que no estoy seguro que realmente necesite. Y le encantan los perros. De todas razas, tamaños y colores.


Yo, por el contrario, intento parecer un poco más pulcro. No uso ropa de marca ni el mejor calzado, pero intento que mi cabello se mantenga en su lugar. De momento no parece que vaya a necesitar gafas, y esperemos siga así por mucho. Mi cabello es de un castaño casi rubio, mis ojos son grises y algo caídos. Mi madre dice que son unos ojos melancólicos. Mi padre dice que parezco un gato siempre enojado y al acecho. Mi piel es de un color normal, tengo el rostro algo sonrojado por el sol y con rastros ya casi desaparecidos de acné. Mis dientes están completamente parejos gracias a varios años de tratamiento y bullying. Evito malos hábitos como morderme las uñas, los labios o el interior de la boca. Vaya, parezco algo estirado y apagado si lo vemos desde otra perspectiva. Al contrario de él que parece, a pesar de todo, siempre feliz y alegre sin motivo aparente. Y a mí me encantan los gatos. Peludos, calvos, negros, blancos, grises o tutti frutti.


Porque lo único que falta para que los dos seamos totalmente opuestos es que alguno de los dos sea mujer. Y yo tengo algo entre las piernas que me dice que no es así. Y espero que él también.


Así que esto definitivamente no es amor a primera vista. Ni siquiera es atracción de alguna clase. No es como si con toda la ropa de invierno que usamos seamos capaces de adivinar las curvas de nuestros cuerpos. Así que no es amor ni sexo.


Quizás sean las hormonas de su perro.


Porque si no es eso no encuentro alguna otra explicación.


Pero la verdad es que a mí no me va la zoofilia.


5


Han pasado dos meses desde que nos conocimos. Dos meses en los que su perro ha tenido una aventura con cara extremidad de mi cuerpo y por los pelos logré alejarlo de mi rostro. Dos meses en los que Adrián y yo hemos llegado a ser algo que no sabemos bien en qué categoría definir.


No es que seamos muy amigos, pues tampoco nos conocemos hace mucho, pero hemos llegado a contarnos un par de cosas para aligerar esa tensión cada vez que surge en nuestras mentes la pregunta ¿qué es lo que somos?


También puede que sea sólo yo el único que se mortifique realmente por eso.


Nos entendemos un poco en música, un poco en series de televisión y en que el chocolate es lo mejor del mundo. También compartimos esa interesante atracción hacia los de nuestro mismo sexo.


Y su perro no está incluido en esa categoría. Lo siento Rex.


Hacemos varios comentarios desinteresados sobre lo atractivo que es cierto chico que pasa frente a nosotros o las cosas que le haríamos a aquel muchacho que se acaba de agachar a recoger sea lo que sea que haya tirado al suelo.


Podemos llegar a ser amigos, descubrí por fin después de dos meses. Dos meses donde ignoro esa molesta sensación de mi pecho cada vez que sus ojos se pierden en cualquier otro hombre que no sea yo. Porque no soy tan atractivo, no tengo buen cuerpo ni buen carácter. Y porque definitivamente no ha sido amor a primera vista.


6


— ¿Te gusta alguien? —me pregunta un día, cuatro meses después de nuestro primer encuentro.


Rex está dormido entre mis piernas. Parece que su época de celo ha pasado y por fin puede estar tranquilo cerca de mí sin ponerse cachondo. Cosa que yo y mi ropa, que ya no tendrá que ser lavada constantemente por ciertas manchas sospechosas, agradecemos de todo corazón.


— ¿Por qué preguntas? —Trato de sonar indiferente.


— No sé, nunca me hablas de esas cosas Aldo. Me dices que éste o el otro te parecen atractivos pero no me dices si alguien te gusta realmente.


Medito durante unos segundos mi respuesta. Tiene que ser, obviamente, un no rotundo. La mayor parte de mi tiempo libre la paso con él, si no estoy durmiendo, en la escuela o haciendo tarea, así que no tengo mucho tiempo para intentar tener vida social y mucho menos alguien que me guste.


Porque lo nuestro no fue amor a primera vista. Ni por mi parte, ni mucho menos por la suya.


— No —respondo cortante, mientras mis dedos se pierden por los cortos cabellos de su mascota.


Mi respuesta parece molestarle, pues nuevamente frunce sus labios en ese gracioso puchero. No sé realmente qué es lo que esperaba escuchar de mí. Pero he dicho la verdad, y esa molesta vocecita que me susurra como un eco la palabra “mentiroso” debe ser producto del cansancio de la escuela.


— ¿Por qué? —Me vuelve a preguntar después de un rato en silencio.


— ¿Por qué, qué?


— ¿Por qué no te gusta nadie? —formula la pregunta en un todo exasperado, como si yo fuera un retrasado por no haber entendido a la primera.


— No sé, no suelo pensar mucho en ello. La escuela, la tarea, tú, tu perro violador con nombre de violador, si me permites agregar, no es como si tuviera algún momento para pensar en ello. ¿Por qué el repentino interés? —Pregunto al final, algo enfadado por tanta insistencia en saber de mi inexistente vida amorosa.


No me responde rápidamente. De hecho se queda en silencio un rato demasiado largo que me obliga a voltear a mirarle. Por alguna extraña razón me está observando, con los ojos más abiertos de lo normal, lo que hace que parezcan aterradoramente grandes, como si estuvieran a punto de salirse de sus cuencas. Algo aterrador si me lo preguntan. Sus mejillas parecen algo rosadas. A penas son los primeros meses de la primavera, por lo que continúa haciendo un frío de los mil demonios. Así que calor no es.


— ¿Qué? —Digo más brusco de lo normal, pero me incomoda su mirada tan fija en mí. Sobre todo con esa expresión de haber visto un fantasma.


— No, no. Nada —responde por fin, después de desviar la mirada y continuar observando a la nada.


No fue amor a primera vista. Definitivamente. Está algo chalado y la verdad es que dos chalados juntos no parece algo muy prometedor.


7


Una semana después de su insólito interrogatorio, ocurre algo extraño. Sigo pensando que no es amor a primera vista. Definitivamente no puede serlo y todo debe tener una explicación totalmente racional. Pero, joder, la verdad es que sigo sin encontrarla. Por primera vez en los meses que llevamos como amigos, o algo muy cercano a eso, quedamos de encontrarnos en un lugar diferente al parque de siempre, intentando hacer otras cosas. Sin su perro. Sin ese bicho violador de inocentes con sus feromonas que hacen que te guste hasta su dueño. Pero ya no estoy tan seguro de esa teoría, pues nos hemos encontrado en una pequeña plaza donde planeamos pasar la tarde. Sin su perro.


Y me sigo perdiendo en sus enormes ojos. Mi vista se desvía hacia sus labios cada que los muerde y no puedo evitar querer, quizás, tomar su mano mientras caminamos.


Soy un maricón sin remedio.


Pero esto sigue sin poder ser amor a primera vista. Todo tiene una explicación lógica. Vive con su perro –soy tan brillante- y por lógica debe tener pelos sobre su ropa, su olor, algo que sea del dichoso animal y me haga sentir así. Pero no. Su ropa está pulcra, sin un pelo que no sea suyo. Su olor es ligeramente diferente. Es cítrico, fresco, embriagador y joder, que apretados se ponen de pronto los pantalones.


Debería comenzar a preocuparme un poco. Básicamente estoy anteponiendo la zoofilia al amor a primera vista.


Entonces lo último que me queda por aceptar es que no es ninguna de las dos cosas. No me gustan los perros, en ningún sentido. Y esto no pudo ser amor a primera vista.


¿Qué es lo que se me escapa?


8


Ha llegado el verano. El jodido, puto verano. Y, mierda, hace calor. Lo que significa que llevo, como mínimo, nueve meses conociendo a Adrián.


Y sigo sin creer que fuera amor a primera vista. Definitivamente. Pero han pasado nueve meses y no puedo negar que quizás, QUIZÁS, me guste un poco más de lo que debería gustarme un amigo. Pero es algo natural, porque hemos seguido un proceso en el que hemos ido conociéndonos, donde con el tiempo me he dado cuenta de que existe una pequeña posibilidad de que funcionemos como pareja. De lo cual no estoy cien por cien seguro ya que no conozco sus sentimientos. Pero es un avance.


Aunque hemos tomado por costumbre encontrarnos de vez en cuando en otros lugares que no sea el parque, para que nuestras citas… es decir, nuestros encuentros amistosos, no se vuelvan monótonos y aburridos, de vez en cuando volvemos a los orígenes, pues Rex tiende a ponerse muy celoso si huele algo de mí en Adrián sin haber sido invitado. En algún momento entre restregones a mi pierna y aullidos lastimeros cuando no le dejaba tocarme decidió que yo era de su territorio. Hay manchas que nunca saldrán de mi ropa que lo demuestran.


Es julio y está especialmente caliente el día. Por lo menos son vacaciones de verano y no hay necesidad de moverse demasiado.


Entonces mi vista por fin lo enfoca, acercándose a paso lento tirando de la correa de ese endemoniado perro que corre como loco para darme alcance. Pero no eso lo que llama mi atención, sino la poca ropa que lleva Adrián sobre su cuerpo. Yo suelo ir bastante tapado a pesar del calor y siempre creí que él era de la misma clase de personas. Pero esos shorts y esa playera de manga corta que me muestran más carne de la que he visto de su cuerpo me sacan totalmente de orbita.


Le miro alucinado. Es lindo, sexy incluso.


Joder, cierra esa boca que babeas, siéntate derecho que parece que tienes joroba, deja las manos en paz y... ¡Oh mi dios, baja esa erección ahora mismo! Me digo intentando parecer lo más normal que puedo después de tener la boca abierta por más de un minuto y mirarle con unos ojos de querer violarlo en ese preciso momento.


Definitivamente no fue amor a primera vista. No pudo serlo. Ni siquiera sé si en este momento es amor.


Pero que el condenado me gusta, me gusta muchísimo.


9


Gracias a esos dotes de actor que nunca supe que tenía, pude disimular lo mejor que pude todo el remolino de sentimientos y libido que se estaba formando dentro de mi cuerpo


No sé si Adrián es muy crédulo o en realidad prefiere no tocar el tema, pero nuestro día pasó como cualquier otro, con Rex dormitando entre mis piernas, nosotros hablando de nada en particular y con el jodido calor que no se decidía a abandonar mi cuerpo. En ninguno de los dos sentidos.


Intentaba distraer mi mente en otras cosas. El clima, el viento, los niños jugando, nuestra plática, algún chico guapo con el cual distraerle, muy a mi pesar. Era demasiada piel como para mantenerme racional. Sus brazos tan blancos y suaves, el cuello algo gastado de la playera que mostraba parte de su pecho, sus piernas, su labios, él, joder.


— Ese chico es guapo —comenté sólo para tratar de tranquilizarme un poco.


— ¿Tú crees? —me pregunta sin mucho interés después de darle un rápido vistazo al chico en cuestión.


— Me gustan sus ojos —continúo con mi vago intento por distraerle. Como no, ni si quiera puedo alcanzar a verle bien, qué voy andar sabiendo de sus ojos.


— Los míos son más bonitos —dice mirándome fijamente, como queriendo cerciorarse de que vea bien sus ojos.


— Eh… —Es el inteligente sonido que emite mi garganta después de lo que dice.


No me ayuda a bajar mi problema entre piernas y que su perro esté muy cerca de la zona me pone más nervioso. Luego el bicho puede darse ideas equivocadas sobre nosotros.


Estoy divagando.


— Sí, bueno, sólo he dicho que me gustan sus ojos. Tiene buen cuerpo y su cabello parece sedoso. Es guapo —vuelvo a intentar que le mire, pero no parece querer seguir mi plan porque no me despega la mirada, que siento a pesar de no estar viéndole.


— Yo tengo mejor cuerpo, tus ojos caídos son más bonitos, mi piel es más bonita y mi cabello más sedoso. Él no es guapo.


— Que tengamos que competir los dos contra él la verdad es que no ayuda.


— Ni siquiera le conoces ¿por qué te gusta? —Me dice algo enojado y yo no entiendo bien la razón.


— ¡Eh! Yo no dije que me guste, sólo hice un comentario, puedes ignorarlo sino estás de acuerdo —intento relajar la situación. Por lo menos mi entrepierna ya se relajó con la discusión.


— Pues a mí nunca me has dicho que te guste o que te parezca guapo —agrega en un tono dolido para después levantarse de su asiento e irse corriendo del lugar.


Como que se le olvida que su perro sigue conmigo.


10


Definitivamente no pudo ser amor a primera vista. Si yo hubiera sabido que tenía un temperamento tan volátil ni me hubiera acercado en la vida. Pero las circunstancias en las que nos conocimos fueron distintas y en todo este tiempo he llegado a apreciarle. Y sí, vale, quizás comienza a gustarme un poquito. Pero de ahí al amor hay un gran paso.


Y que esté de camino a su casa no es porque me preocupe su exagerada reacción, sino que olvidó a su jodido perro y yo tengo cinco gatos que acabarían con el en menos de media hora. Por lo que, por el bien de nuestra amistad y la salud física y mental del can, debo regresárselo a su dueño.


Nunca hemos pasado demasiado tiempo en nuestras casas. Tendremos la pinta de frikis antisociales, pero estar encerrados es lo último que nos gusta. Una de esas pocas cosas en común en las que parecemos estar de acuerdo es que más de cinco minutos encerrados sin hacer nada o sin que nos dé un poco el aire es suficiente para casi sacarnos de quicio. Pero de vez en cuando solemos comer en la casa del otro. Por todo aquello de las familias molestas que quieren conocer a los amigos y tonterías por el estilo.


No existe ningún otro motivo por el que queramos saber la dirección del otro. Aunque en este momento le veo la utilidad.


Una vez frente a su puerta llamo al timbre.


— Vete —escucho después del primer toque.


— Tengo a tu perro.


— Sujeta la correa en las rejas y vete.


— No. Abre, sino me llevo al bicho. Tengo cinco gatos. Recuerda lo que pasó cuando fuiste a mi casa y te olió sólo uno de ellos. Y hay cuatro más iguales a ese.


Estaba casi seguro que con algo como eso lograría entrar a su casa. Estoy seguro de que mi castaño amigo aún tenía dolorosos recuerdos en sus piernas y sus manos de aquel encuentro con uno de mis gatos. Rex, por muy intimidante que fuera su nombre, no podía con cinco de mis preciosuras. Que parecían tener un fetiche por los perros. Aunque su amor era considerablemente doloroso.


— No serías capaz —escucho al otro lado del telefonillo, aunque la voz de mi amigo suena algo insegura.


— Sabes que sí lo soy. Tu perro ha estado a punto de violarme incontables veces. Y a demás no importa el motivo, no me gustan los perros.


Tuve que esperar un minuto más antes de escuchar los pasos al otro lado de la puerta y ver a Adrián aparecer algo abatido.


— Dame a Rex —me dijo con voz lastimera, extendiendo sus brazos hacia el can.


El arma no tan secreta es que el animal parece quererme más a mí que a él, por lo cual no se me despega en ningún momento.


— No, déjame entrar y te lo regreso.


Puede que esté presionando más de la cuenta, pero nunca he sido una persona paciente, ni tengo ganas de dejar así como así las cosas. Ni si quiera entiendo lo que ha pasado. Por intentar distraerle para que no notara el calentón que me ha provocado se ha enojado. No entiendo qué ha fallado ni en qué momento, y no me iré sin un par de explicaciones.


Así que al final, Adrián me deja entrar con una expresión resignada y un último suspiro de, al parecer, frustración.


Una vez dentro de su casa me arrebata la correa de Rex y lo aleja de mi pierna, con la que parecía estarse divirtiendo mucho, como si yo fuera a hacerle algo al dichoso chucho. Lo lleva hasta al patio trasero, donde lo deja entre lamentables sollozos por no volver a restregarse en mi pierna.


— ¿Podemos hablar? —Le pregunto cuando regresa y se sienta en el sofá de la sala.


— No tenemos nada de que hablar.


— ¿Por qué diablos estás tan enojado? ¡No lo entiendo!


— Ese es precisamente el maldito problema contigo, nunca entiendes nada Aldo —me dice ofuscado desde su asiento. Yo me quedo de pie a una distancia prudente. Quiero hablar con él pero tiende a ponerse algo violento.


— Si me explicaras quizás no sería tan complicado ¿sabes? Mejor que nadie sabes que no suelo prestar atención a nada. Ni siquiera a lo que digo.


— Yo te conozco mejor que nadie, sé muchas más cosas de ti de las que alguna vez pensaste decirme y parece que eso no importa nada. Han pasado casi diez meses, ¡diez meses!


— No estoy entendiendo absolutamente nada —sentencio cruzándome de brazos. Si algo me está explicando, la verdad es que no termino de entenderlo del todo.


— ¡Ugh! —exclama detrás de uno de los cojines del sofá, al parecer es una interesante forma de soltar el estrés.


Nos quedamos en un largo silencio. Yo sigo esperando una explicación y el parece no querer dármela pronto.


— Nunca he creído en el amor a primera vista —comienza a hablar de pronto, retirando el cojín de su rostro.


¿Eso ha sido un déjà vu? Creo que hasta me ha dado un escalofrío.


— Se me hace algo tonto. Todo lleva un proceso ¿sabes? Sin ese proceso es más atracción física que nada.


Sí, definitivamente es un déjà vu. O es como hablar conmigo mismo. Como siempre. Sólo que en voz alta y con voz diferente.


Espero que Adrián no divague tanto como yo.


— Pero entonces te conocí. Mi perro casi te viola porque el sí que cree en el amor a primera vista, y pensé que yo podía ser igual. Con algo de suerte tú también. A fin de cuenta parecías sentirte igual pero… ¡Nueve meses! Han pasado nueves meses Aldo y lo único que haces es hablar de otro tipo frente a mí.


— No es como si fuera la primera vez —le digo y por su furibunda mirada me parece que no ha sido lo más correcto.


— Creí que sólo era para darme celos. Por eso hacía lo mismo. A mí nunca me ha interesado ninguno de esos tipos. Y hoy, cuando por fin parecía que ibas a hacer algo sales… con… con eso… ¡Joder! Es que no te entiendo nada. ¿A qué estamos jugando?


— A mí nunca me ha parecido que estemos jugando a algo.


— Entonces definitivamente eres idiota —suelta en un suspiro mientras hunde de nuevo el rostro en el cojín.


Y de nuevo nos quedamos en un pesado silencio, roto solamente por los insistentes ladridos de Rex. Hay quienes son muy cabezotas como para entender las cosas.


— Nunca he creído en el amor a primera vista —le digo después de un rato.


No levanta el rostro del su escondite pero sé que tengo toda su atención. La verdad es que estoy comenzando a cansarme de ese término. A primera vista. Amor a primera vista. Bastante fastidioso si me lo preguntan.


— Me parece que todo en esta vida tiene un proceso para llevarse a cabo y el amor no tiene porque ser distinto —continúo antes de comenzar a divagar—. El amor a primera vista me parece un acto muy impulsivo. Es algo que se da tan de repente que con esa misma facilidad con la que llega puede evaporarse.


Observo cómo sus hombros se mueven ligeramente. Ah joder, que no esté llorando.


— La primera vez que nos vimos lo primero que pensé es que iba a golpearte por dejar que tu perro me babeara el rostro y casi se follara mi pierna —recordando ahora la verdad es que fue una escena muy graciosa. Menos mal que nadie la grabó—. Pero después de verte, sinceramente, creo que me gustaste. Y me gustaste mucho. Tengo nueve meses dando vueltas al asunto y sólo ahora, no sin algo de renuencia, diré me que me gustaste mucho pero no me enamoré de ti.


Me detengo un momento para ver si dice algo, pero sigue sin levantar el rostro.


— Yo no creo en el amor a primera vista ¿sabes? Para mí en esta vida todo lleva un proceso y el amor no debe ser diferente —me estoy volviendo algo repetitivo, pero lo digo de nuevo sólo por un extraño impulso—. Pero sí creo que puedo enamorarme de una persona después de que pase el tiempo, después de conocerle y saber cómo es. Me ha llevado nueve meses ese proceso ¿sabes? Porque no me enamoré de ti la primera vez que nos vimos. Creo que aunque nunca me gustó la idea en todo este tiempo, me he estado enamorando de ti cada día desde esa vez.


Bien, estoy esperando mi coma diabético, gracias. Creo que sobrecargué a mi páncreas y ya no me da más insulina. Pero se siente bien, porque tengo nueve meses, casi diez, sin ser del todo sincero con lo que siento o con lo que él me hace sentir. Y pensar en todo lo que ha pasado hasta este momento hace que valga mucho la pena. Porque le conozco y me conoce. No somos totalmente compatibles, peleamos a menudo, su perro aún quiere follarme y a mis gatos les agrada el sabor de su sangre. Pero él me quiere y yo le quiero.


Y joder, han pasado nueve putos malditos meses.


11


En algún punto entre mis azucarados sentimientos y sus lágrimas de aparente felicidad fuimos a parar a su habitación. No sé dónde están sus padres y de momento me parece muy bien que sigan desaparecidos. Sus manos recorren con urgencia todo mi cuerpo, de arriba abajo como si quisiera memorizar cada pedazo de piel que toca. Sus labios están casi fusionados con los míos mientras nuestras lenguas intentan rozar cada rincón de nuestras bocas. Sus besos son húmedos y calientes, su lengua serpentea con la mía sin buscar dominarla, la acaricia como si quisiera saborear con su punta cada fibra de mi ser.


Aunque esto es ligeramente diferente a como lo imaginaba, pues estoy sobre el colchón, con su cuerpo sobre el mío intentando hacerse un hueco entre mis piernas, no me molesta en absoluto. Sólo me importa que su boca no se aleje de la mía en un buen rato. Respiramos como podemos sin romper el contacto. Duele un poco no poder respirar con normalidad, pero es un buen precio si puedo sentir su lengua dentro de mi boca por lo que resta del día. Nuestros cuerpos hace rato que quedaron desnudos. No sé cómo ni cuándo pero la ropa era molesta y terminó lo más lejos posible de nosotros.


La habitación estaba caliente, el día seguía muy caluroso a pesar de que ya era tarde y no faltaba poco para oscurecer. Poco a poco los dos comenzamos a sentirnos más húmedos de lo normal pero no por ello nos detuvimos. Al contrario. El calor se hacía más insoportable dentro de nuestros cuerpos. Por lo menos el mío sentía que en cualquier momento comenzaría a expulsar vapor por cada orificio.


Sus manos separaron mis piernas y él se acomodó entre ellas, restregando nuestros miembros húmedos y endurecidos por el deseo contenido.


Nueve meses. Alguien debería darme una medalla por todo mi autocontrol. Fueron incontables las veces que deseé saltarle encima y violarlo en el primer rincón oscuro que encontrara. Y aunque mis fantasías eran ligeramente diferentes, no por ello se quedarían sin cumplir. Soy un hombre equitativo.


Deberían darme una medalla también por eso.


— Joder, Aldo —gimió en mi oído—. Deja de divagar tanto, hasta acá escucho cómo funciona tu cerebro.


A pesar de todo estaba riendo, como si la situación le pareciera de lo más cómica.


— No est… —intenté decir pero su mano estaba presionando los dos penes juntos, subiendo y bajando a un ritmo tan delicioso que hizo que todo pensamiento se esfumara de mi mente.


Podía sentir lo duros que estábamos los dos y cómo nuestras pieles se rozaban mientras su mano hacía maravillas. Todo era parte de una fantasía que nunca había tenido pero que no me molestaba nada poder realizar.


Uno de sus dedos comenzó a hurgar un poco más abajo, tanteando ese lugar que me hizo estremecer de pura anticipación.


Volvió a tumbarse sobre mi cuerpo mientras nuestros labios se buscaban nuevamente. Podía sentir la urgencia en aquel beso, todas esas ganas reprimidas durante tanto tiempo. Su mano dejó de presionar nuestros miembros y se alargó hasta el lado izquierdo de la cama. Entre el beso y las esporádicas caricias que me daba con su otra mano lo que estuviera buscando me parecía lo de menos, hasta que sentí un líquido frío bajando desde mis testículos hasta mi entrada, donde uno de sus dedos comenzó a juguetear sin decidirse a entrar.


— No, eso no tiene nueve meses esperando ahí. Pero sí el suficiente tiempo como para querer usarlo ya —dijo en mi oído antes de morder el lóbulo de mi oreja, al mismo tiempo que el primer dedo se abría paso dentro de mí.


Dolor no era exactamente la palabra que usaría. Pero era algo extraño e incómodo si se quedaba quieto por tanto tiempo.


— La próxima me toca a mí comprar el lubricante. Piensa en ello mientras comienzas a moverte un poco.


Ahogó la tenue carcajada que le causó el comentario en mi hombro mientras ese dedo comenzaba a moverse de un lado a otro, entrando y saliendo a ratos, robándome suspiros que yo no comprendía. No es que me gustara, pero tampoco era molesto. Era extraño, una sensación algo confusa que se intensificó un poco cuando un segundo dedo entró.


— Te diría que espero ansioso esa próxima vez —murmuró sobre mis labios, lamiendo un poco entre palabra y palabra—, pero primero quiero quitarme las ansias de esta ocasión —hundió nuevamente su lengua en mi boca cuando un tercer dedo entró.


Dolía. Joder, eso sí que dolía. Pero pensar en detenernos cuando estábamos tan cerca. Tan cerca después de tanto tiempo.


Cerré mis brazos alrededor de su espalda para que no dudara, para que mis espasmos y leves quejidos de dolor no le hicieran dudar para nada. Quería continuar, no había nada más en mi cabeza, más que continuar con todo aquello. Y era muy extraño que sólo una cosa estuviera en mi mente.


A fin de cuentas, luego tendría mi revancha.


No sé cuánto tiempo pasó con exactitud, pero al notar cómo sus dedos abandonaban mi interior me hizo sentir ligeramente vacío. Vacío que no tardo en llenarse.


Rozó repetidamente la punta de su pene contra mi entrada, no sé si por los nervios o porque le gustaba torturarme al muy cabrón.


— Adrián, sino lo haces juro que te violo yo a ti —le advertí en un tono que intentaba ser amenazante, pero sonaba más a una súplica.


Fuera lo que fuese no tardó en complacerme. Se situó y de un solo golpe dejó entrar la mitad.


Joder, joder, joder —era lo único que se repetía en mi mente.


Dolía tremendamente, como si forzara todo mi interior para que se abriera a él. Intenté que mi respiración fuera normal. Mis ojos se mantenían fuertemente cerrados y mis manos seguramente habían dejado unas bonitas marcas en su espalda. Tendría que acostumbrarse al amor de los gatos.


Comenzó un suave movimiento, de un lado al otro intentando acostumbrarme a la punzante sensación que subía por toda mi columna vertebral. En menos de lo que pude darme cuenta estaba completamente dentro de mí, hasta el último rincón que le era posible alcanzar. A pesar de todo el dolor había algo que me hacía sentirme totalmente excitado.


El mete y saca lento que inició sin que me diera cuenta arrancaba de mi garganta gemidos que me eran imposibles callar. Las paredes internas de mi cuerpo apresaban sin piedad su miembro que estimulaba cada fibra dentro de mi cuerpo, un placer extraño entre el dolor y esa excitante sensación de sentirte lleno por completo.


No tardó en arremeter con toda la fuerza que le era posible, chocando sus caderas con las mías que amortiguaban placenteramente cada una de sus embestidas. Su lengua seguía el ritmo de sus caderas, entrando y saliendo de mi boca con su caliente humedad. Su mano resbalada por mi miembro totalmente erecto con una facilidad sorprendente gracias al sudor que bañaba nuestros cuerpos.


Me sentía totalmente sofocado entre el calor del día, el calor de su cuerpo sobre el mío y mi propio calor interno que no parecía querer apagarse con nada.


Fue sentirme casi a fuego vivo cuando inundó todo mi interior con un líquido caliente y espeso que comenzó a escurrirse fuera de mí. Tal sensación me llevo a un estado de éxtasis total, derramándome en su mano y sobre mí pecho, dejándome sin respiración por un par de segundos y con la mente totalmente ida.


Nos quedamos un largo rato tendidos sobre el colchón. Su cuerpo aún estaba sobre el mío y nuestras respiraciones eran totalmente irregulares. Mis labios se sentían secos e hinchados y mi cuerpo húmedo y pegajoso. Pero una sensación de placentera satisfacción entumecía hasta mi conciencia y creo que tenía una sonrisa algo estúpida en los labios.


— Aldo —me llamó una vez que pudo respirar con algo de normalidad—. Dime que no volverán a pasar nueve meses para la próxima vez.


No sabía si reírme o sentirme algo ofendido. Pero simplemente le abracé cansado y feliz, soltando una carcajada por su comentario.


— Me gustas —susurró besando mi pecho—. Te quiero —volvió a decir entre beso y beso.


— Y yo a ti Adrián —le acaricié la cabeza, perdiendo mi mano entre sus enmarañados y suaves cabellos—. Pero creo que el que ya no te querrá será Rex.


Levantó el rostro algo extrañado por mi comentario.


— Le has quitado al novio. Yo que tú ya no me fiaba del perro.


Y estoy totalmente seguro de que no le importó mucho la segunda frase después de “novio”. Ni que su perro le ignorara las siguientes dos semanas. Porque la sonrisa de idiotas no se nos ha quitado desde esa primera vez y nos dimos cuenta de que sí, todo lleva un proceso. Pero no podemos negar que desde la primera vez que nos vimos algo había entre nosotros. Aunque fuera sólo un perro algo salido.

Notas finales:

El final fue lo único que quizás no me terminó de gustar del todo. Pero tampoco me llegó una idea mejor. Así que bleh.


Y cambiando un poco mi costumbre de quejarme de todo en esta sección, no es que vaya a dejar de hacerlo, pero hoy será diferente.


¿Por qué? Bueno, sólo para poder desearles una muy feliz navidad a todos. No creo en la navidad, es marketing, gente gastando mucho y otros tanto rellenando sus carteras con la gente crédula. Pero a pesar de ello por lo menos es una fecha en la que las personas creen por un momento en la solidaridad, pasar tiempo de caridad con los que quieren y esas cosas. Y eso está bien. Una vez al año no hace daño escuché decir una vez.


Les deseo igual un excelente año nuevo lleno de mucho, mucho, mucho yaoi, por montones con su merecida dosis de lemon, que siempre hace falta la vitamina C :P


Y la para la sección de las curiosidades de Dra-chan, sólo quería compartir con quien lea mis notas, que no han de ser muchos xD, que el pasado agosto gané un concurso nacional con un cuento infantil. Pf, joder, ¡un cuento infantil de entre todas las cosas!


Nunca creí que algo como eso me pasaría, pero pasó y ha sido una de las mejores experiencias de mi vida (El dinero, conocer nuevos lugares, ir a la feria internacional del libro aquí en México a presentar mi libro, ¡tener el libro entre mis manos!)


No ha sido mi mejor año, eso seguro, pero esa sí que ha sido la experiencia que más orgullosa me ha hecho sentir de mi misma y joder, soy genial.


Ok no xP pero ajá, sólo quería decirlo.


¡Felices fiestas!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).