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Lo que yo quiera por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen a mí, sino a Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

Los acertijos son los mismo, menos dos, que los de El hobbit, para los que lo hayan leído, muy recomendable, jeje. No tengo mucha experiencia, por no decir que es escasa, escribiendo lemon, así que les pido no sean muy duros conmigo, jaja.

Espero que les guste ^^

     Aquel día hacía un tiempo muy bueno. Las pocas nubes que había en el cielo eran blancas y tranquilas, y el sol brillaba con la luz del atardecer.

     Afrodita se había pasado todo el día preparando su camino de rosas hacia el templo del Patriarca, ya que este les había anunciado a todos los caballeros de oro defender cada una de sus casas sagradas del próximo ataque de los renegados caballeros de bronce. No le preocupaba mucho eso, sin embargo. ¿Qué podían hacer unos simples caballeros de bronce contra los poderosos caballeros de oro? No le merecía ni la pena haber sembrado sus rosas, sabía perfectamente que no pasarían de las primeras casas, que ni siquiera llegarían a subir un peldaño. Pero así habían sido las órdenes del Patriarca y no podía desobedecerle.

     Después de darse un baño bien merecido y de arreglarse el cabello se asomó a su recién creado camino de rosas. Los pétalos se mecían por el aire con el soplido del viento y daban un tono rojizo hermoso a todo el ambiente. Cerró los ojos para disfrutar del aroma y cuando los abrió miró hacia arriba sintiendo que alguien lo estaba observando. Nada más levantar la cabeza se topó con sobresalto con el caballero de Cáncer colgando de su casa como si fuese un vampiro. Este rio de una forma macabra y de un salto se situó dándole la espalda a Afrodita. Levantó los brazos e inspiró hondo.

 

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —Preguntó Afrodita atónito—. ¡¿Pero qué haces?! ¡Si las hueles morirás!

—Como si me importara —dijo seguido de una sonora carcajada.

     Deathmask se volvió sin dejar de reírse y lo miró como si fuera la primera vez que se lo encontraba.

—No me gustan nada tus rosas — dijo.

—No tienen que gustarte.

—Qué se le va a hacer —se encogió de hombros.

—¿Qué quieres? —Preguntó ya cansándose de su compañero.

—Solo estaba dando un paseo. Me aburro estando siempre en mi casa. No es que no me guste admirar mi colección pero necesito nuevos rostros para mis paredes, y ahora resulta que no puedo salir del Santuario —dijo dando un suspiro.

—Qué tragedia —dijo Afrodita con ironía.

—Espero que esos caballeros de bronce de los que tanto se teme me ayuden a renovar la decoración —rio de nuevo.

     Afrodita se dio la vuelta para volver a entrar en su morada sagrada. Estaba harto de él. Muchas veces se había colado en su casa sin permiso y se había metido con sus rosas. Su arrogancia podía llegar hasta límites insospechados. Pero a veces se sorprendía a sí mismo pensando en el caballero de Cáncer y ladeaba la cabeza fuertemente sintiéndose estúpido.

—Espera —le pidió Deathmask agarrándolo por el brazo.

—¿Qué pasa ahora? —Preguntó molesto dando un tirón para liberarse de su mano.

—Me apetece jugar a los acertijos —sonrió.

—¿Qué?

—Juguemos a los acertijos —volvió a decir.

—¿Por qué iba a jugar contigo? —Preguntó molesto.

—Quien pierda tendrá que hacer lo que el otro le pida —dijo sin dejar de sonreír siniestramente.

—Tengo cosas que hacer —se resistió.

—Empiezas.

     Afrodita se lo quedó mirando pensando que le estaba tomando el pelo, pero no sabía exactamente lo que decía su expresión. Se encogió de hombros y se sentó en un escalón para pensar un acertijo. Deathmask se sentó en el suelo frente a él con las piernas cruzadas, esperando.

—Las raíces no se ven, y es más alta que un árbol. Arriba y arriba sube, y sin embargo no crece —pensó que le costaría un poco acertar.

—Un montaña —contestó Deathmask rápidamente, dejando a Afrodita con cara de asombro—. Era muy fácil —rio.

—Pues te toca —dijo molesto y cruzándose de brazos.

—Déjame pensar... Treinta caballos blancos en una sierra colorada. Primero mordisquean y luego machacan y luego, descansan.

—Supongo que serán... ¿dientes? —Respondió algo indeciso, pero sonrió al ver la expresión de Deathmask por haber acertado.

—Sí, son dientes —asintió molesto—. Te toca, pues —dijo cruzándose de brazos.

—A ver... Canta sin voz, vuela sin alas. Sin dientes muerde, sin boca habla —dijo, y se maldijo pensando que era demasiado difícil.

     Deathmask tardó apenas unos segundos en responder:

—Qué fácil. ¡Es el viento! —rio—. ¿Tan pronto y ya se te acaban las ideas?

—Cállate y habla —le mandó Afrodita.

—Está bien, está bien —dijo sin dejar de reírse—. Veamos —se rascó la barbilla y bajó la cabeza para pensar uno que fuese difícil—: Un ojo en la cara azul vio un ojo en la cara verde. ''Ese ojo es como este ojo'', dijo el ojo primero, ''pero en lugares bajos, y no en lugares altos''.

—Menudo lío de ojos —dijo Afrodita arqueando una ceja.

—¿Te rindes? —Le preguntó con una sonrisa maliciosa y victoriosa a la vez.

—¡Por supuesto que no! —Exclamó este—. Solo se me ocurre... que pueda ser ¿el sol sobre las margaritas? —Preguntó sin mucha confianza.

—¡¿Cómo lo has sabido?! —Preguntó al borde de un ataque de rabia.

—Esa no es la cuestión —sonrió burlón—. Mi turno. No puedes verla ni sentirla, y ocupa todos los huecos. No puedes olerla ni oírla. Está detrás de los astros y está al pie de las colinas. Llega primero, y se queda. Mata risas y acaba vidas —dijo después de un rato pensando.

—Oh, ésta sí que me gusta, mi amada oscuridad —rio.

     Afrodita se quedó boquiabierto con la rapidez de este al responder. Se le estaban acabando las ideas y la entrada de la noche le estaba empezando a dar sueño. Pensó que igual iba a perder, pero luego se dijo a sí mismo que no se rendiría tan fácilmente.

—Te toca —le dijo.

—Sí. A ver si adivinas esta: Caja sin llave, tapa o bisagras, pero dentro un tesoro dorado guarda —se echó hacia atrás sonriendo.

—Caja sin llave ni bisagras ni tapa... —pensó Afrodita—. Un tesoro dorado...

—¿Y bien?

—Espera. Ni llave ni tapa ni bisagras... tesoro dorado... —Agachó la cabeza y la ladeó para concentrarse más en buscar una respuesta.

     Pensó en todo lo que pudiera contener algo. Solo se le ocurría pensar en cajas, pero era la descripción contraria a lo que le decía Deathmask.

—Parece que ya tenemos un ganador —dijo victorioso.

—¡No! —Exclamó Afrodita levantando la cabeza—. Más bien un huevo —dijo sonriendo.

—¿Cómo...?

—Me toca. Devora todas las cosas: aves, bestias, plantas y flores. Roe el hierro, muerde el acero y pulveriza la peña compacta. Mata reyes, arruina ciudades y derriba las altas montañas.

     Deathmask lo miró arqueando una ceja. Se le pasaron volcanes, tsunamis y huracanes por la cabeza, pero ninguno de ellos derribaba montañas. ¿Y roer el hierro y morder el acero? ¿Qué significaba eso? ¿Un oso? ¡Pero los osos no arruinan ciudades ni derriban montañas! Se llevó las manos a la cabeza, girándola y cerrando los ojos de rabia.

—¿Te rindes ya, Deathmask? —Preguntó Afrodita apoyando las dos manos en la baldosa para levantarse—. Venga, contesta.

—Espera, ¡dame tiempo! —Exclamó, y abrió mucho los ojos y lo miró con la sonrisa más macabra que pudo haber puesto jamás—. Tiempo —susurró.

Afrodita relajó los brazos y suspiró pensando que ya no se le ocurrirían más acertijos.

—Te toca —dijo molesto.

—Déjame pensar —se llevó una mano a la cabeza y se apartó el flequillo de los ojos—. Ah, ¡ya! Afrodita, ¿qué tengo en el bolsillo? —Preguntó sin dejar de sonreír.

—¿Qué? ¡Eso no es un acertijo! —Exclamó.

—Entonces, ¿te rindes?

—Haces trampas.

—Nadie puso las normas, ¿no? ¿Te rindes?

—¡No! ¿Una llave? —Preguntó.

—No. Has fallado.

—Dame otra oportunidad.

—Te doy otras dos, si no aciertas, harás lo que yo te diga —rio.

—Está bien, está bien... —dijo poniéndose nervioso—¿Nada?

—No. Te queda una oportunidad.

—No es justo... —murmuró perdiendo la poca calma que le quedaba—. ¿Tu cartera? —Preguntó sin esperanzas.

—Ah, ah —negó con la cabeza—. Has perdido —sonrió.

—Has hecho trampas.

—Ya te dije que nadie puso normas.

—¿Qué quieres que haga? —Preguntó abatido.

—Pues... bésame —contestó Deathmask.

—¡¿Qué?! —Exclamó Afrodita poniéndose rojo completamente.

     Había pensado que podría mandarle hacer una tontería, o decir algo comprometido, o hacerle responder cualquier pregunta estúpida, pero ¿besarle? Ni en un millón de años se hubiera imaginado aquello.

—Ya me has oído —dijo acercándose a él.

     Afrodita retrocedió su cuerpo, todavía sentado, apoyando las manos por detrás de la espalda mientras Deathmask quedaba encima de él, pero sin llegar a tocarse. Éste tenía el rostro a la misma altura que el de Piscis, y lo miraba entre serio y divertido. Afrodita giró la cabeza bruscamente, pero Deathmask le hizo mirarle con una mano.

—Está bien —se resignó Afrodita.

     Deathmask sonrió más victorioso que antes, y sin previo aviso le estampó un beso en los labios. Al principio Afrodita se resistió, pero luego fue abriendo y cerrando la boca, enredando también su lengua con la del otro. El caballero de Cáncer lo cogió con ambos brazos y lo levantó como se levanta una pluma. Afrodita lo agarró con las piernas sin detener el beso mientras el otro lo llevaba dentro de la morada de Piscis.

     La oscuridad del lugar no impidió a Deathmask encontrar la puerta de la habitación de Afrodita. La abrió sin soltar a su presa y la cerró tras ellos. Buscó la cama y dejó sobre ella al de Piscis, quien lo miraba con la mirada y los labios encendidos. El otro volvió a besarlo y comenzó a quitarle la ropa sin dificultad, hasta dejarlo completamente desnudo. Admiró su cuerpo y lo acarició de arriba a abajo. Había pensado que Afrodita no estaría tan musculado como los demás, pero se había equivocado por completo.

—Esto no entraba dentro del trato —le susurró Afrodita al oído mientras le quitaba la camisa al otro.

—Son intereses —sonrió Deathmask quitándose la ropa.

     Cuando ambos estuvieron desnudos, Deathmask le dio la vuelta a Afrodita bruscamente, aunque este no se quejó. Más bien parecía estar disfrutando más que el vencedor. Agarró fuertemente la almohada con las manos cuando sintió a Deathmask dentro de él, y gritó instintivamente. Cáncer lo agarró con las manos de la cintura y empezó, entre gemidos, a entrar y salir del cuerpo del perdedor mientras éste le pedía más y más.

     Deathmask se separó un poco de él y le hizo girarse de nuevo para besarle salvajemente. Después se echó él sobre la cama e hizo que Afrodita se subiera en él. Este obedeció todas sus órdenes y empezó a moverse de arriba a bajo con los gemidos de ambos flotando en el aire. Deathmask lo ayudó cogiéndolo con las manos para dar más rapidez a sus movimientos.

     Los dos gimieron, bailaron uno sobre otro, pidieron más, jadearon y sonrieron cuando el orgasmo les llegó y se tumbaron uno al costado del otro. Afrodita le pasó una mano a Deathmask por el pecho mientras este resoplaba de júbilo. El de Piscis cerró los ojos y los abrió de inmediato cuando recordó algo que le quiso preguntar antes:

—Death, una pregunta, ¿qué tenías en el bolsillo?

—No tenía bolsillos.



 



 



Notas finales:

Muchas gracias por leer!!! espeor que les haya gustado :3


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