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Desencuentro por karan

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Notas del capitulo:

¡Hola queridos lectores!

Bueno, ¿qué les puedo decir?... ¡Les gustó este fic! No lo puedo creer, a pesar de haber empezado un poco...flojo x'D

Bueno, les traigo el capítulo número dos y lo cierto es que, no sabría describirlo, espero les cause una buena impresión, conoceremos un poco la relación de nuestros tortolitos (?)xD

Gracias a todos los que me dejaron un lindo review, me han dado los ánimos que necesitaba, es la razón por la que tienen este segundo capítulo tan pronto (X'DD) y ahora solo espero que la historia los siga cautivando.

Sin más que agregar, lean! ;)

 

______2______

 

Manhattan (2012)

 

Abrió los ojos lentamente, la luz comenzaba a colarse por los ventanales e iluminaba la habitación haciéndolo sentir incómodo. Se desesperezó y notó que tenía compañía.

—¿Y esta, quién es? —se preguntó al notar a la chica rubia, quien reposaba a su lado ajena a la incógnita del hombre que la miraba sin recordar su identidad.

Buscó su reloj y dio un salto de la cama para comenzar a vestirse.

—¿Qué vas a hacer esta noche? —inquirió la joven adormilada aún.

—Jamás repito la dosis —repuso sentándose en la orilla de la cama para ponerse los zapatos.

—No es lo que estuvimos haciendo anoche —agregó abrazándolo por la espalda.

—Eso fue diferente —explicó mirándola por sobre el hombro—, repetir la dosis significa salir con la misma chica dos noches seguidas —sonrió con picardía—, y sabes que no lo hago.

—¿No podrías romper una de tus estúpidas reglas? —le susurró al oído.

—No —continuó vistiéndose—. Lo lamento, no rompo mis reglas —se levantó y le dio un rápido beso en la boca—, es una regla que tengo —la chica resopló derrotada y él salió del departamento a paso veloz.

Bajó del edificio, se subió a su convertible gris y condujo lo más rápido posible. Recorrió la enorme ciudad hasta detenerse frente a una cafetería, leyó el letrero “Starbucks” y entró.

Todos los días pasaba por el lugar y compraba café, era su favorito.

—Bueno días —saludó—, quiero un capuccino grande y un descafeinado triple grande extra caliente sin azúcar, solo llene el setenta por ciento del vaso. Gracias —se alejó de la caja y pasó a retirar su pedido—. Permítame le coloco un collar a su café —tomó un trozo de papel redondeado de color marrón y lo deslizó por debajo del vaso hasta colocarlo justo en el medio.

—Muchas gracias —respondió una señora mayor.

—Escuché que quien inventó esto se lleva un centavo por cada uno…

—Estás jugando —rió la mujer.

—No, no podría —la miró orgulloso—, creo que gana bien—presumió.

—Oh, lo siento —habló una joven a su lado—. Creo que tomé el suyo por accidente —esbozó una sonrisa seductora.

El de ojos azules le devolvió la sonrisa.

—Descuida —tomó el vaso—, gracias.

—Cuando quieras —la joven agarró su café y salió del lugar.

Minutos después el rubio salió del local y subió a su auto, colocando los recipientes a un lado.

Manejó por la ciudad y se detuvo frente a un monumental edificio, se trataba de un museo. Bajó del auto, tomó los vasos y se adentró en el lugar. Caminó por los largos y amplios pasillos, rodeado por paredes y pisos de un impecable blanco complementado con esculturas, pinturas y demás obras de arte en las que él nunca reparaba.

Entró a un gran salón impregnado con el terrible olor a pintura fresca y plásticos protectores por doquier, era al parecer un área en restauración, se acercó hasta una persona que se encontraba de espaldas, retocando una enorme pintura.

—¡Buen día! —saludó llamando la atención de un joven—, café como te gusta —le ofreció el vaso. Éste volteó y tomó el recipiente.

—Hmp… justo a tiempo —se bajó del banco en el que se encontraba apoyado—, ya casi termino de pintarlo.

—Se hace tarde, hice una reservación —lo tomó del brazo—, y no aceptaré un no por respuesta, Sasuke —le dijo en tono amenazador.

 El azabache frunció el ceño con disgusto y luego suspiró derrotado.

—Espérame un momento, iré a cambiarme.

Naruto asintió levemente y se apartó para que el moreno pasara.

 

***

—¿Restaurante japonés? —preguntó incrédulo.

—Por supuesto, te va a encantar —afirmó sonriente, tomó a su amigo del brazo obligándolo a entrar.

—Bueno días, señor —saludó el hombre a cargo—, ¿puedo ayudarle en algo?

—Tenemos reservación —aseguró el rubio.

—Nombre, por favor.

—Naruto Namikaze.

El hombre revisó su lista y al encontrarlo le pidió que lo siguieran y así lo hicieron.

—Es una buena mesa, ¿no crees? —preguntó entusiasmado admirando el acuario perteneciente al lugar mientras su acompañante miraba la carta, aburrido.

—Hmp —fue su respuesta.

—Vamos Sasuke, ¿podrías fingir que lo disfrutas al menos? —pidió frustrado.

—No soy actor, dobe.

El rubio rodó los ojos, estaba comenzando a perder la paciencia. Con el moreno siempre era lo mismo, eran amigos desde hace diez años, podría decirse que los mejores aunque muchos apostaron que su extraña relación no resultaría, puesto que él era un hombre y su amigo un doncel. Por su parte, Naruto era y continuaba siendo un Casanova en toda la extensión de la palabra y no había presa que se librara  de él, pero con Sasuke siempre había sido diferente, porque el azabache era especial para él.

Desde un inicio había trazado sus límites y Naruto disfrutaba de su compañía y amistad sin pedir más a cambio o propasarse, porque quería a Sasuke más que como a una aventura y no quería arruinarlo con un simple desliz, no quería perderlo. Con el tiempo se había convertido en parte importante de su vida, siempre había querido tener un lazo tan fuerte con alguien y al final lo consiguió. Durante el tiempo que ha durado su amistad han sido inseparables e indispensables el uno para el otro. Aunque el doncel nunca lo llegara a admitir abiertamente, no era de los que exteriorizara sus sentimientos pero Naruto había llegado a leerlo como si de un libro abierto se tratase. Sasuke ante el rubio era transparente, aunque a veces era una barrera impenetrable llena de reservas,  no había nadie que lo conociera mejor que él.

Uchiha era una persona fría, poco sociable y bastante huraño, notaba su inconformidad al encontrarse en público o en presencia de mucha gente. Y agradecía el hecho de haber conocido a Naruto, quien era su salvación, se conocían tan bien que éste último era capaz de notar sin necesidad de palabras cuando el moreno necesitaba salir de una incómoda situación. El pelinegro no era de los que mostraban cambios en su rostro o dijese algo que indicase su molestia, se trataba de cosas simples que solo eran visibles ante los ojos azulinos de su amigo.  El rubio se aparecía con su molesto encanto —según Sasuke— y despistaba a los demás con perspicacia  para luego alejarlo de un posible dolor de cabeza.

 Sasuke se desenvolvía como restaurador de arte en general: Pinturas, esculturas entre otras, trabajada para el museo de arte, era muy famoso en el ámbito y siempre se veía obligado a asistir a exposiciones de galería, que terminaban convirtiéndose en fiestas sociales bastante concurridas y por ende tediosas para él. Era el momento propicio para que su gran amigo se presentara desplegando su talento natural  y lo salvara de tan terrible situación e incluso sabiendo el desenlace de cada evento prefería llevarlo con anticipación para que le hiciera compañía. Después de todo era su mejor amigo, debía utilizarlo a conveniencia. No era como si Naruto no se beneficiara de él de vez en cuando, sobre todo cuando quería ser salvado de una multitud de parejas decepcionados y molestos, ex amantes insatisfechos y utilizados, y cómo olvidar los acosadores obsesivos. Era cuando el doncel mostraba su “encanto”, tenía que sacar la cara y tratar por todos los medios de deshacerse de singulares problemas que su mejor amigo acarreaba con sus numerosas aventuras y deslices, sobre todo con sus estúpidas reglas.

 

—¿Y qué regla es esa? —preguntó incrédulo.

—No repito la dosis —dijo mientras bebía vino de una copa.

—¿Qué no es la misma regla de dos veces en una misma semana? —ironizó mientras degustaba de su plato.

—No, esa funciona de lunes a viernes —explicó con descaro.

El moreno levantó las cejas en señal de incredulidad.

—¿Y así no quieres que se molesten contigo?

—Saben muy bien que tengo mis reglas, no sé de qué se quejan —levantó los hombros quitándole importancia al asunto.

—Claro, tienen razón de querer cortarte las bolas —sonrió de medio lado.

Naruto lo miró suplicante.

—Pero… ¿Tú no permitirías que eso pase, cierto? —preguntó con simulada preocupación.

—¿Sabes?, he comenzado a pensar que me utilizas a tu conveniencia —habló con fingido recelo.

—Sabes que no es así —le tomó la mano con una sonrisa en el rostro—, yo te quiero a ti… y tú me quieres a mí —agregó señalando con su dedo—, por eso me defiendes.

El azabache entrecerró los ojos y alejó con su mano al otro.

—Usuratonkachi, eres todo un descarado —expresó fingiendo molestia y continuó comiendo, mientras el rubio lo veía divertido—. Y,  ¿qué te dijo?

—Se sintió molesta pero… —fue interrumpido por el de ojos negros.

—Pero fuiste honesto —se burló.

—Lo soy, siempre.

—Ya lo sé pero es horrendo, es tu escudo —tomó su copa de vino y dio un sorbo. Observó los vasos vacios de café sobre la mesa y algo llamó su atención—. Vaya…

—¿Qué? —exclamó curioso.

—Nada…

—Mmm…..conozco ese “nada” —afirmó limpiándose con una servilleta—. No es un “nada”, sino un “como sea”, ¿qué pasa? —fijó sus ojos en su amigo.

—Como sea… sabemos que no debes mentir para estar con una mujer o doncel —sostuvo el vaso entre sus manos, mostrando un nombre y número telefónico escrito en marcador sobre el collar.

—¿Audrey? —leyó confuso—, no lo quiero perder. ¿Me lo das? —su amigo le acercó vaso, el rubio le quitó el papel y lo guardó en su bolsa—. Otra regla, la de veinticuatro horas: No podré llamarla hasta mañana, o pareceré desesperado.

—Y, ¿no lo estás? —espetó con sorna.

Naruto rió y llamó al mesero.

—No lo estoy —el joven se acercó—. Me trae la cuenta, por favor —el muchacho asintió—. Gracias.

—¿Sabes?, hay algo que no entiendo —habló Sasuke curioso—. ¿Por qué solo te acuestas con mujeres? —indagó

—Mmm….—el rubio lo pensó unos minutos—, no lo hago. También me acuesto con donceles.

—No, no lo haces —afirmó el doncel con convicción.

Naruto lo miró extrañado, en realidad no estaba seguro. Comenzaba a hacer memoria de todas sus aventuras, al menos las más recientes y no recordaba entre ellos a ningún doncel.

—¿En serio? —inquirió incrédulo. El azabache afirmó con la cabeza —. No tengo idea, debe ser porque las mujeres son… menos problemáticas —rió con burla y notó como el moreno comenzaba a tener un tic en la ceja que aparecía solo cuando estaba muy enojado, y lo fulminaba con la mirada.

—Aquí está su cuenta, señor —apareció el mesero rompiendo el momento incómodo.

Naruto agarró la cuenta, colocó los billetes y se lo dio al joven quien se retiro. Sasuke seguía viéndolo de mala manera, Namikaze suspiró profundamente y se acercó a él para susurrarle algo al oído mientras le acariciaba el hombro, esperando que se tranquilizara—. Todos los donceles son problemáticos… —Uchiha se tensó y cerró los puños con fuerza —…menos tú —el rubio depositó un suave beso en la nívea mejilla de su compañero, la cual comenzaba a tomar un leve tono carmín y luego se alejó ofreciéndole la mano—. ¿Nos vamos?

Sasuke tomó la mano por inercia, apoyándose para poder levantarse y salieron del local.

 

—Sabes, Sasuke… —murmuró el rubio mientras caminaban por la avenida.

—¿Qué pasa, dobe? —murmuró apático.

—Siempre hablamos de mi vida privada…

—¿Tienes vida privada? —agregó con sarcasmo—, pensé que era de dominio público —finalizó con una media sonrisa al ver el gesto de disgusto del rubio.

—Mi vida íntima, teme —aclaró—, ¡y sí tengo! —se apresuró a decir antes que el otro interviniera.

—¿Qué con eso?

—Bueno, que nunca hablamos de la tuya…

Sasuke hizo un mohín, no le gustaba hablar de su intimidad y Naruto bien lo sabía.

—Vamos teme, no te quedes callado, soy tu amigo y quiero saber…

—¿Por qué? —exclamó aprensivo.

—Porque tengo curiosidad…

—La curiosidad mató al gato —espetó con fastidio—, y en este caso al zorro…

El rubio rió por lo bajo, Sasuke siempre trataba de evadir esos temas pero esta vez no daría marcha atrás, así que se acercó a su amigo y le murmuró muy bajito al oído.

—Sé que no eres virgen, no seas mojigato…

Sasuke frunció fuertemente el ceño y lo miró retador.

—Y a ti, ¡¿qué te importa?!

—Me importa, soy tu mejor amigo —le guiñó un ojo—, y te cuido.

—¡Déjame en paz, Naruto! —aligeró el paso, tratando de alejarse de Namikaze.

—¡Espera! —le tomó del brazo—, no lo hago para molestarte, Sasuke. ¿No confías en mí? —le dijo con fingido tono dolido.

El moreno odiaba cuando Naruto lo miraba de manera suplicante y ponía ese tono lastimoso. Suspiró pesadamente, sabía que ese idiota no dejaría de insistir hasta que obtuviera su cometido.

—¿Qué quieres saber? —espetó con hastío.

El rubio sonrió complacido, había conseguido lo que quería.

—Bueno, de tu vida íntima, Sasu-chan —habló meloso.

El azabache rodó los ojos, cansino.

—Sí, me he acostado con muchos —soltó de una vez—, ¿feliz?

El de mirada azulina frunció levemente los labios.

—Estás mintiendo —afirmó escueto—, ¿te has acostado con mujeres?

Sasuke decidió ignorarlo, no hablarían de ese tema en la vía pública. Se acercó al automóvil que estaba parqueado a pocos metros de su ubicación y le indicó con un ademán al rubio que quitara el seguro para poder entrar, éste accedió y ambos se metieron en el vehículo.

Minutos después de un silencio incómodo:

—¿Y bien? —prosiguió el mayor, impaciente.

—Sí —murmuró su acompañante.

—¿Sí, qué? —le apremió.

Sasuke lo miró ceñudo.

—Sí, me he acostado con mujeres —afirmó.

El rubio abrió los ojos, sorprendido. ¡Quién iba a decir que su amigo, orgulloso y medio frígido, había probado de las mismas mieles!

—¿Cuándo pasó eso?

—En la universidad… hace mucho años, dobe.

—¡Vaya! —exclamó sonriente—, ¿cuántas?

—Una sola vez.

—¡¿Qué?! —chilló el rubio—, ¡tan poco! ¿Por qué?

—No me van, punto.

—Teme, qué aburrido —murmuró con desilusión—, las chicas son divertidas.

—Hmp.

—¿Qué tal los donceles, eh?

—¿No habías acabado tu interrogatorio, ya? —gruñó con molestia.

—No, apenas comienza —habló con sorna—, responde teme.

—Hmp —el aludido miraba pensativo en dirección a la ventanilla—, un par.

—¡¡Qué!!

—Deja de gritar, usuratonkachi. Ya te respondí.

—No lo puedo creer…¿tú? —exclamó señalándolo con un dedo, incrédulo.

—Sí, idiota. No soy de piedra —Sasuke sentía que una vena palpitante amenazaba con salirle en la frente.

—Bien —dijo más clamado—, ¿cuántos? ¿Cómo? ¿Dónde?

—No te voy a decir cuántos, confórmate con saber que los conocí por mi trabajo, pero ya no viven en el país —explicó—, y el cómo, tú bien lo sabes.

—No lo sé, teme. Soy varón —el moreno fulminó con la mirada por esa última mención—, lo que quiero decir, es que ya sabes cuál es mi posición en la cama. Pero ustedes los donceles son más…versátiles, ¿no?

—¿Tú qué crees? —le miró sugerente, con una sonrisa de suficiencia en la cara.

Naruto sonrió juguetón, no sabía por qué razón se sentía aliviado.

—¿Terminamos? —inquirió el azabache.

—¿Y con varones? —emitió un susurró.

Sasuke lo miró inquisitivo, ¿por qué le parecía que el rubio lucía un poco cohibido? Pues no lo miraba directamente a los ojos como antes, sino que tenía la mirada perdida en algún punto en el horizonte.

—Bueno… —comenzó a cavilar sobre sus relaciones pasadas—, solo uno. Mi último novio. Eso ya lo sabes, dobe.

Naruto sonrió con desgano, mirando a su amigo comprensivo, dándole a entender que sabía de lo que hablaba. Levantó una mano para dirigirla a la nívea mejilla del doncel y acariciarla con cariño.

—¿Me acompañas al centro comercial?

Sasuke analizaba con detenimiento las reacciones de Naruto, esas que lo descolocaban por completo,  a veces le era muy difícil ver a través de esas máscaras que se empeñaba en utilizar, levantando una barrera para que el mundo no viera más allá, y muchas veces no lograba descifrarlas por más que lo intentara.

Asintió como autómata y el rubio puso el auto en marcha.

 

***

—¿Qué hacemos aquí, dobe?

—Dijiste que me acompañarías a comprar el obsequio de bodas —se acercó a un estante y observó una vajilla de plata—. ¿Qué piensas de esto?

Sasuke volteó y caminó hacia el objeto.

—¿Se lo llevamos? —preguntó Naruto. El moreno le devolvió una mirada confusa.

—No voy a ir a otra de las bodas de tu abuelo —espetó.

—¿¡Qué!? —chilló escandalizado—, ¡no puedes hacerme esto!

Sasuke bufó fastidiado y caminó dándole la espalda al rubio, éste lo siguió.

—Lleva a una de las mujeres con las que te acuestas.

—No bodas ni eventos familiares —aclaró.

—Tú y tus estúpidas reglas —rodó los ojos—, ya madura, ¿quieres? —se volteó para encararlo.

—Sasuke…. Por favor —lo miró con ojitos suplicantes.

—Te odio… —se dio media vuelta y continuó caminando por el centro comercial. Se detuvo frente a un puesto de bolsos—. ¿Está hecha de lagarto auténtico? —preguntó al sostener una billetera entre sus manos.

—Sí, de bebé lagarto —respondió el vendedor.

Naruto amplió los ojos desmesuradamente y tragó sonoro al observar como el semblante del azabache se tensaba.

—¡¡Debería darle vergüenza hi…hmp!! —no pudo continuar su lista de improperios puesto que el rubio le había cubierto la boca con su mano.

—Disculpe señor, con permiso —agregó nervioso, alejando a su amigo del lugar.

—¿Qué haces, dobe? —masculló con molestia.

—Salvándote de pasar  vergüenza cuando fueses echado a la calle por los guardias de seguridad —explicó. El azabache iba a alegar pero su amigo se adelantó—. Recuerda que te pones intenso y luego no hay quien te detenga.

Sasuke volteó el rostro ofendido. Naruto notó un perro a espaldas del azabache y se acercó a él, siempre le habían gustado los perros, era su animal favorito.

—Hola, pequeño —saludó al canino sobándole la cabeza—, eres lindo. Te amo, te amo, que bonito —exclamaba rascándole detrás de las orejas— ¿Estás perdido?

—No creo, dobe —señaló al hombre dos metros detrás que los observaba con una sonrisa amable.

—Oh, ya veo —besó la cabeza del perro y lo acarició—. Te amo —dijo sonriente—, ve con tu dueño.

Sasuke lo observaba desde arriba con los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido.

—¿Sabes?, deberías decirle eso a un humano alguna vez.

—¿A un humano? —el moreno bufó cansado y se alejó—, eso no se le dice a los humanos —siguió al doncel—. Sasuke por favor, ven conmigo a la boda —suplicó siguiendo a mencionado por el lugar.

—No —respondió categórico.

—Pero Sasuke… voy porque tengo que ir y quiero mucho al viejo —se excusó—. Todo mundo sabe que no los ama, ellos no lo aman —dijo con pesar—. Patético, me rompe el corazón. No sé qué decirle.

—Si alguien está cometiendo un error y no está en ti intervenir, le dices: Soy feliz que seas feliz.

—¿Soy feliz que seas feliz? —inquirió desconfiado.

—Sí —afirmó cortante y cansado.

—Está bien, eso haré —se detuvo frente a Uchiha, obstruyéndole el paso—. Te prometo que es la última vez que te pido me acompañes, buscaré a alguien que lo haga la próxima vez.

Sasuke lo pensó por unos minutos, no le gustaba hacerse de rogar. Bueno, quizás solo un  poco. Pero esta vez realmente quería negarse a formar parte del circo en el que transformaban las bodas del señor Jiraiya.

—La última…

—¡¡¡Gracias!!! —gritó el rubio alzándolo del suelo y dándole un par devueltas.

—¡Suéltame, Naruto! —demandó apenado, observando cómo la gente los miraba.

—Lo siento, prometo no te arrepentirás —farfulló colocándolo en el suelo—, tal vez hasta te diviertas.

—Lo dudo —rodó los ojos y caminó hacia la salida.

—¿Te llevo a tu casa?

—Obvio.

Salieron del lugar, Naruto condujo hasta un edificio departamental donde se encontraba la vivienda del doncel.

—Sasuke… —tomó la mano del joven. Éste volteó a verlo para prestarle atención—, gracias por todo.

El moreno sonrió de medio lado.

—No es necesario que me agradezcas.

—Sí lo es, déjame terminar —pidió—. Sé que te obligo a hacer cosas que tú no quieres, que trato todo el tiempo de que salgas de tus cuatro paredes y tu trabajo para que te distraigas y al final terminas haciendo lo que yo quiero pero… a pesar del esfuerzo que sé, todo esto te toma. Agradezco que me soportes, eres el único que lo hace. Me gusta pasar tiempo contigo.

—Tu ego me supera, Naruto —agregó con fastidio.

—¿De qué hablas? —preguntó confuso.

—Piensas que hago sacrificios por ti, que sucumbo ante tus caprichos solo por complacerte. Lo cierto es que jamás te detienes a pensar que mi mundo no gira a tu alrededor, sin embargo no lo hago solo por ti—explicó.

—Sasuke…no comprendo.

—No me extraña —ironizó—, mejor olvídalo. Estoy cansado, nos vemos otro día.

—Espera —lo tomó del brazo para impedir que saliera—. Tú me importas, eres mi mejor amigo.

El nombrado volteó a verlo.

—Tú también lo eres, por eso me molesta que pienses que hago sacrificios por ti, cuando en realidad… «disfruto cada momento a tu lado»pensó, puesto que no sería capaz de decirlo. Por muchas razones, no sabía cómo lo interpretaría el rubio, temía por su reacción, o peor aún, ¿qué pensaría? Y también estaba el pequeño detalle de su orgullo, ese que le impedía expresarse y decir lo que en realidad pensaba o sentía—. No te preocupes —forzó una sonrisa—. Buenas noches.

El rubio lo observó confundido, las reacciones del azabache lo intrigaban, pero decidió que sería mejor no presionarlo.

—Buenas noches —respondió con una sonrisa inconforme—. Que descanses —le soltó el brazo.

El azabache asintió, salió del auto y se alejó. Naruto lo observó hasta perderlo de vista cuando Sasuke entró al edificio. Suspiró pesadamente y prendió el auto para conducir sin rumbo, en el trayecto tomó su teléfono para llamar a una de sus tantas aventuras que estuviera disponible para hacerle compañía esa noche. 

 

 

Notas finales:

^^

¿Qué les ha parecido?

¿Les gustó?

Se habrán dado cuenta que el primer capítulo era algo así como un prólogo, ahora han pasado diez años de inquebrantable amistad y se viene lo bueno xDD

Naruto es un pillín, y Sasuke no es ningún santurrón *Karan sufriendo* _ _lll Mi Sasuke T^T

Ojala les haya gustado -cruza los dedos- haré alguna danza random para pedirle a los dioses unos lindos reviews (?) x'DD

De nuevo, gracias por sus comentarios, y espero seguir recibiendo más de sus impresiones sobre esta historia. Si me animan tendrán recompensa (?) xD

Se cuidan, se les quiere!

Karan

 


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