Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

One More Chance por SHINee Doll

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Mi primer 2Min del año! Me propuse escribir un poco más sobre ellos este 2013, aunque no sé si me resulte posible. 

Conocí a Minho en el verano de mis diecisiete años. Por aquellos tiempos mis abuelos tenían una pequeña casa en un pueblo cercano a la que con frecuencia me negaba a ir. Fue cosa del destino, así como de una mala experiencia en el terreno del amor y el desengaño, el que terminase en la tranquila morada de color amarillo. Llevaba conmigo dos maletas enormes con ropa para toda una vida (a pesar de que sólo estaría ahí un mes), tantos pares de zapatos que quizá no tuviese ocasión de usarlos todos (principalmente porque se estropearían en el terreno), dos reproductores de música, mi ordenador portátil, y un bolso de mano con otras tonterías (así como muchos caramelos) que mi mejor amigo empacó con una expresión entristecida.

 

Incluso ahora recuerdo esa primera mirada que intercambiamos tan pronto bajé del coche de mi primo Jinki, quien amablemente accedió a pasar por mí a la central de autobuses. Él estaba de pasada, debía haberse marchado dos días antes, pero al enterarse de mi visita retrasó su partida y me esperó. Tan idiota como siempre; sólo Jinki era capaz de eso, aunque le estuviesen esperando en su casa.

 

Choi Minho pasaba los veranos en casa de sus abuelos (cosa que yo detestaba hacer), quienes casualmente vivían enseguida de la humilde morada de los míos, entre muros de color lavanda y tejados rojizos. Solía podar el césped los viernes por la tarde, y al acabar se pasaba a la propiedad de mi familia y de ese modo ayudaba a mi abuelo. Claro que eso me lo explicaron una vez dentro, tan pronto fue superada la etapa de abrazos, besos y cuestionamientos personales. 

 

Jinki se despidió esa misma tarde, habiendo dejado mis maletas en la alcoba dispuesta para mi estancia y pasada la comida. Mis abuelos seguían siendo las amables personas que recordaba. Lástima que yo no era el tierno y dulce niño de sus fotografías. Externamente no había cambiado mucho; internamente sí.

 

Salí al jardín pasadas las siete, odiando cada paso que daba. El que una cerca no separase una propiedad de otras me ponía de mal humor. Se sentía la falta de privacidad. 

 

— ¡Ah, no tienes idea de cuánto odio esto! — me quejé, soltando un largo gemido. Al otro lado de la línea, Kibum se echó a reír estrepitosamente. — No es para que te burles. Tú no sabes cómo es este lugar; no lo conoces. Es aburrido hasta el cansancio.

 

— Nadie te obligó a ir. — me recordó serio, cambiando de humor tan rápido como yo mismo. — Fue decisión tuya el marcharte luego de lo de Changmin. Bien podrías haberte quedado en el apartamento conmigo. 

 

— ¿Qué hay de Jonghyun? — pregunté, apoyando la espalda en el tronco de un árbol grande y frondoso. Sonreí un poco, pensando en mi bajito amigo. — ¿Lo habrías echado de tu casa para recibirme a mí?

 

— Of course, baby. — solté una risita, creyéndolo capaz. — Primero hubiese mandado a Jonghyun a darle una paliza al imbécil de Max y después lo habría enviado de regreso a su apartamento, que para algo lo tiene aún, ¿no?

 

— Supongo que es así. — respondí vacilante, notando la mirada del nieto de los vecinos puesta en mí. — ¿Aún puedes pedirle ese favor a Jonghyun? — si el alto trataba de disimular, lo hacía muy mal. — No, mejor olvídalo. No dejaré que tu novio se ensucie las manos con él.

 

— Whatever. — lo imaginé rodando los ojos y volví a sonreír. — Taeminnie, ¿puedo darte un consejo?

 

— Sí. — mantuve mis ojos puestos en Minho, y él fue quien apartó la mirada primero. — ¿Cuál, Kibum?

 

— Búscate a otro. — formé un puchero, descontento. — Pensarás que es una estupidez, pero "un clavo siempre saca a otro clavo". — Jonghyun soltó una carcajada tras él y mi amigo comenzó a reñirlo, olvidándose algunos segundos de mí. — Demuéstrale a Changmin que estás bien sin él. Cuando terminé con Dongwoon apliqué ese viejo dicho y conocí a Jonghyun.

 

— Lo recuerdo. — señalé, mirándome las uñas. — Cuando las cosas se pongan mal con él, ¿buscarás otro clavo?

 

— Eso es imposible, Taemin. — me riñó, haciéndome reír. — Jonghyun es un tornillo.

 

— Búscate un taladro, entonces. — indiqué, y ambos comenzamos a reírnos. De no haber sido por los gritos de la abuela indicándome que era hora de cenar, habría continuado charlando con él. — Debo irme, Key, dale mis saludos a Jjong. Coman bien, no se desvelen mucho, tengan sexo seguro y sean felices.

 

— ¡Taemin! — chilló avergonzado y más risas llegaron a mis oídos. — Igualmente, supongo. — susurró.

 

— I love you, Kibummie ~ — canturré, imitando a su novio. Después colgué, evitándome un nuevo regaño.

 

Volví al interior de la casa con la certeza de que Choi Minho me miraba nuevamente. Cenamos en un ambiente un tanto tenso, porque mis abuelos estaban desacostumbrados a la compañía y yo a las largas charlas con adultos. 

 

"Ha cambiado", señaló mi abuela cuando dejé el plato en el fregadero y me dirigí a las escaleras. 

 

La última vez que les visité tenía ocho años, el cabello rizado y rubio, las mejillas infladas y una sonrisa infantil en mi rostro semejante al de una niña, unido a un cuerpo menudo. A mis diecisiete años, el cabello -completamente lacio- me caía a la altura de los hombros en una tonalidad similar al color del óxido, un castaño rojizo que mi amigo eligió para mí la tarde que accedí a cambiar de imagen; pasaba tanto tiempo bailando con Kibum y en el ginmnasio con Jonghyun que mi cuerpo, aunque aún delgado, lucía más fuerte y mis brazos se marcaban sólo un poquito; de mi sonrisa no quedaban más que fotografías en el álbum de infancia. 

 

Nadie dudaba de que fuese un chico, cosa que sí me ocurrió en años temprano de la niñez. Sin embargo, difería en algo de todos los demás: no sentía atracción alguna por las mujeres. Nada podían ofrecerme sus cuerpos y sus rostros que siempre me parecían iguales.

 

Con Kibum decidí ser honesto y vivir mi vida sin limitaciones. Le conté cada uno de mis secretos, y él me dio ánimo para ser fuerte y ser feliz. Conocí a Changmin en el gimnasio una de las tantas veces que el novio de mi mejor amigo me hizo acompañarle, y de ese "me gusta" al "viviremos juntos" sólo transcurrieron seis meses. La principal razón que me llevó a tomar esa decisión, fue el rechazo de mis padres. Les costó aceptar que su único hijo, su pequeño quinceañero, fuera homosexual. Tontos ellos, que me perdieron en un parpadeo.

 

Changmin y yo vivimos en completa armonía durante un año entero; luego la relación comenzó a resquebrajarse por todos lados y el amor se extinguió poco a poco, aunque aún brillaba tenuemente una pequeña llama en lo más profundo de mi corazón. No obstante, para Max el cariño que alguna vez me profesó se tornó en cenizas y una nueva llama comenzó a arder, sólo que por alguien más.

 

No hay cosa que te haga madurar más pronto que una infidelidad. Al menos así me lo hizo saber Kibum, dos años mayor que yo, mientras Jonghyun, un año mayor que él, servía tres caballitos de tequila y partía los limones. Tampoco hay mayor consuelo para un corazón roto que las palabras de un amigo (o dos, en mi caso) y el alcohol.

 

Fui más astuto y puse tierra de por medio. No demasiada, porque no lo valía, pero al menos ocho horas en autobús. Me recluí a la casa de mis abuelos, odiando el lugar, el momento y el motivo de estar ahí. Dadas esas circunstancias y el vacío dentro de mi pecho, ¿cómo esperaban ellos encontrarse al mismo niño alegre y simpático de antaño?, ¿acaso no sabían la vergüenza que mis padres sentían de mí?, ¿tan poco les importaba a ellos?

 

— Sólo será un mes, Taemin. — me dije frente al espejo del cuarto de baño. — Sólo un mes.

 

Entré en la cama con la idea de Kibum dándome vueltas en la cabeza. Su ruptura con Dongwoon fue la cosa más terrible que me tocó presenciar en nuestros años (que no son pocos) de amistad. Lloró durante un fin de semana completo y se comió dos litros de helado a cucharadas entre hipidos al tercer día. Él tenía dieciseis años y todos le envidiaban en la secundaria. Hombres y mujeres se formaban para verle sonreír. Y el imbécil capitán del equipo de baloncesto fue quien logró conquistar su corazón para luego dejarlo botado por ahí. 

 

Uno siempre termina enamorándose de quien menos le conviene y llorando por personas que no valen la pena.

 

Al mes de su ruptura, conoció a Kim Jonghyun. Pensé que bromeaba cuando dijo que comenzaría a salir con él. Obviamente no lo hacía. Jonghyun llevaba enamorado de él al menos dos años y mi amigo le agarró cariño en poco tiempo, tan poco que hasta yo quedé sorprendido. Se enamoró de él antes que Dongwoon tuviese tiempo de aceptar su error y rogar por una nueva oportunidad. 

 

¡Y ellos dos siguen juntos!, aunque han pasado más de dos años de ese "experimento".

 

Me quedé dormido con su frase grabada. Quizá Changmin no fuese un clavo tampoco, tal vez sólo llegase a ser un alfiler fácil de arrancar y de perder. Encontraría la forma de disfrutar el mes (cosa que dudaba) y volvería a Seúl para regalarle una enorme sonrisa y mostrarle lo poco que me hacía falta.

 

 

 

 

 

 

 

La primera semana se fue lenta. Me pasé cada minuto del día pegado a la pantalla de la portátil, unas veces hablando con Kibum y otras con Jonghyun. Sólo bajaba la escalera para comer. Igual he de confesar que me quedaba frente a la ventana al menos una hora por la tarde, oculto tras las cortinas, para observar a mi curioso y extraño vecino.

 

Algo vi en Choi Minho que capturó mi atención. Tal vez fueron sus ojos enormes y oscuros, o sus labios carnosos. Quizá la emoción estaba en saberlo atractivo, simpático y amable. 

 

Él parecía estar todo el tiempo solo; yo estaba muriendo por compañía. 

 

El viernes por la tarde, poco antes de que terminase de podar el césped de nuestro jardín, me reuní con él a mitad del frente y extendí en su dirección un vaso con limonada. Escuché el tintinear de los cubos de hielo contra el cristal cuando lo tomó de mi mano, entre nervioso y sorprendido.

 

— Hace calor. — hablé, apartando la mirada de él. 

 

— Sí. — musitó débilmente, y apenas le escuché. 

 

— Soy Lee Taemin, estoy aquí por las vacaciones. — me presenté, poniendo mi mejor sonrisa.

 

— Lo sé. — respondió de inmediato. — Tus abuelos me han hablado mucho de ti.

 

— ¿Ha sido bueno o malo? — solté con una de esas miradas copiadas de Kibum. 

 

— Un poco de los dos. — sonrió de vuelta y quedé estático. Su sonrisa era lo más hermoso de la vida.

 

Esa fue nuestra primera conversación. En el momento lo sentí un avance en nuestra (hasta entonces inexistente) relación, pero por la noche, tumbado en la cama, me pareció completamente patético. 

 

"Hay un chico...", texteé a Kibum, esperando no interrumpir una de sus noches con Jonghyun.

 

"¿Bueno o regular?", me eché a reír, dándome la vuelta en el colchón.

 

"Buenísimo", respondí, jugando con el dije del móvil. 

 

"Abórdalo, entonces". Tan claro como siempre; directo y confiado. 

 

¿Por qué yo no podía ser un poco más como Kibum? Él es una de esas personas que no temen decir lo que piensan o lo que sienten, que nunca mienten, que no tienen miedo de arriesgarse si la posibilidad de ganar existe. 

 

"No puedo", negué, enviando el mensaje. Realmente me sentía incapaz.

 

"¿Es heterosexual?, ¿tiene una novia?". 

 

No lo sabía. Con trabajo y conocía su nombre. Y no porque él me lo hubiese dicho cuando tuve la educación de presentarme, sino porque mi "familia" tuvo la maravillosa idea de hacérmelo saber.

 

"Si no lo sabes, ¿por qué dices que no puedes? Escúchame bien, Lee Taemin, porque sólo te lo diré esta vez: tú puedes hacer todo lo que te propongas e incluso más. Eres precioso, baby, así que él debe de estar ciego si no se da cuenta de lo que tiene enfrente".

 

Me reí con fuerza. Minho no era ciego, y tampoco tenía ojos pequeños. Ni era despistado.

 

"Entonces, ¿debo hacer de él un clavo?". Sonreí, imaginando un poco cómo sería estar a su lado.

 

"Eso depende de ti, pero si ya estás pensando en chicos, tal vez no sea necesario".

 

Más que nunca pensé en Changmin como un alfiler, como alguien que debía quedarse en el pasado y cuya existencia carecía de importancia en el presente. Después de todo, por algo no llegaría a mi futuro, ¿no? A lo mejor y aún no estaba en tiempo de salir con otro, de tentar al destino o jugarle una broma a Cupido. No obstante, nada perdía con acercarme a él y compartir con alguien los días que habría de permanecer en casa de mis abuelos.

 

Tenía tres semanas para convivir con Minho, ¿por qué no aprovecharlas?

 

 

 

 

 

 

 

Me acerqué a él una tarde cualquiera, preguntándole por el libro que leía y que me sabía de memoria. Contestaba cada una de mis preguntas con calma, en voz baja, y sin mirarme. Dolía, aunque nunca lo admitiese. Kibum me había acostumbrado a ser el centro de atención, y todos en Seúl posaban sus ojos en nosotros apenas tuviesen oportunidad. Y él no me miraba...

 

Choi Minho era diferente, y eso me gustaba tanto como no lo hacía.

 

Fue casi al finalizar la segunda semana que él vino hacia mí y se sentó a mi lado. Mis abuelos no estaban, así que me senté en el porche de la pequeña casa y encendí un cigarrillo. Él apareció y me sonrió. 

 

Algo cambió, pude sentirlo.

 

— Estás muy tranquilo hoy. — sañaló al pasar un par de minutos. — ¿Ha ocurrido algo?

 

— Siempre ocurren cosas, Minho, aunque en este lugar todas parecen irrelevantes. — dije, acercándome el cigarro a los labios bajo su mirada insistente. Por vez primera me estaba mirando de verdad, y no supe si le gustaba lo que veía o no. — ¿Por qué gastas tu tiempo viniendo a un sitio como éste?

 

— Me gusta la calma de este lugar, también ver a mis abuelos y el aire fresco. — fruncí el ceño, golpeando el pequeño cilindro con el dedo para apartar las cenizas. — ¿Por qué tú decidiste venir si tanto lo odias?

 

— Estoy escapando de la gran ciudad, de la gente estúpida y las complicaciones adolescentes. — sentencié con cierta amargura, lanzando el cigarrillo lejos de mí. — Me iré dentro de dos semanas, me mudaré y fingiré que todo esto es un aburrido capítulo de una historia que apenas está escribiéndose.

 

— Taemin, ¿cuántos años tienes? — no me sorprendió su pregunta. Me veía menor y actuaba mayor.

 

— Diecisiete recién cumplidos el mes pasado. — sonreí con arrogancia al notar su desconcierto. — Tú tienes diecinueve, me lo ha dicho Jinki el día que llegué aquí. — asintió, bajando su rostro, pensativo. — Mi mejor amigo es de tu edad, aunque no se parece ni un poquito a ti. 

 

— ¿No? — negué, sonriendo de nuevo. — ¿Cómo es él?

 

— Kibum es caprichoso, egocéntrico, controlador y manipulador, pero al mismo tiempo es dulce, sensible, cariñoso y maternal. Ama bailar, cantar, pintar y cocinar. Creció en Daegú con su abuela, luego se fue a Los Ángeles a estudiar danza y después se instaló en Seúl y cometió su peor estupidez.

 

— ¿Qué hizo? — preguntó con curiosidad, mordiéndose el labio inferior de un modo que me pareció muy sexy.

 

— Se enamoró. — se echó a reír, sorprendiéndome. 

 

— ¿Qué tiene eso de malo? — obviamente Minho no sabía de engaños.

 

— Eligió a la persona equivocada. — me encogí de hombros, molesto. — Fue utilzado, engañado y dejado; ¿qué es peor que eso? No es algo que te guste ver. Aunque el sufrimiento le duró poco, porque conoció a alguien más. Jonghyun es un chico estupendo, es un año mayor que él, pero más bajo que yo. Tiene una voz preciosa y toca la guitarra; solía estar en una banda, supongo que lo dejó al madurar. Bueno, eso creo, pero de maduro no le veo nada. Es como un niño la mayoría del tiempo, y posiblemente por eso Kibum lo adora. 

 

— ¿Tu mejor amigo tiene novio? — asentí, precavido. — Vaya, no pensé que se tratara de ese tipo de casos.

 

— ¿Eres homofóbico? — lancé con bronca, sosteniendo su mirada. Él negó.

 

— Pertenezco al pequeño grupo que se mantiene al margen. — me aseguró, sonriendo de lado. — No estoy a favor ni en contra.

 

— Lo dices como si no importara. — me quejé, sacando la cajetilla de cigarrillos.

 

— ¿De qué sirve escoger un bando?, si estoy a favor soy homosexual, si estoy en contra soy homofóbico. — me arrebató la caja de las manos, mirándome serio. — ¿A qué grupo perteneces tú?

 

— Al más divertido, por supuesto. — sonreí amplio al ver su expresión. — Pensé que estaba claro luego de hablar de Jonghyun y Kibum.

 

— Siempre he salido con chicas. — me contó también, desviando el tema de pronto. — No muchas, pero sí algunas. — asentí, siguiéndole la pista (o intentándolo al menos). — Mis relaciones siempre han sido cortas y con sabor a nada. Ninguna ha sido lo que espero. Entonces analicé la posibilidad de ser homosexual...

 

— ¿Y qué descubriste? — me burlé, recordando los tiempos donde también yo lo hice.

 

— No me gustaban los chicos que veía tampoco...

 

— Naciste para estar asexuado.

 

— Hasta que te conocí a ti.

 

Demonios. Le miré con los ojos muy abiertos y los labios resecos. Minho estaba ahí, sentado a mi lado, extremadamente cerca, con sus ojos fijos en los míos y una pequeña sonrisa en su boca maravillosa. 

 

Permanecí mudo por la impresión, contemplándolo en busca de broma alguna. No la encontré.

 

— Es hora de que me vaya. — pronunció altivo, levantándose. — Nos vemos mañana, Taemin.

 

Y sin más se fue, dejándome ahí, con el corazón desbocado y las emociones a flor de piel.

 

 

 

 

 

 

 

La tarde siguiente nos reunimos a mitad del jardín delantero. Nunca antes había aceptado ir con él a caminar por ahí, pero para todo hay una primera vez. Sus pasos me condujeron al río y miré embobado el agua correr. Estar ahí trajo a mí muchas memorias que creía olvidadas. Cuando niño, solía pasar tiempo ahí con mi familia y lanzaba piedras al agua con Jinki. Siempre apostábamos para ver quién formaba más ondas.

 

Al ser igual de torpes, las rocas se hundían. Entonces nos mirábamos confundidos y después estallábamos en risas.

 

Minho se sentó primero, jugando con una pelota de espuma entre sus manos. Le imité en un suspiro, sacando una liga del bolsillo de mis pantalones para recogerme el cabello en una coleta. Hacía calor y el agua debía encontrarse helada. Sin embargo, ninguno hizo el intento de entrar en ella.

 

— Estuve pensando en lo que te dije ayer. — inició él, mostrándome esa confianza que pocas veces poseía. 

 

Esperé a que siguiera... No lo hizo. 

 

— Dejaste ver que soy diferente de todos esos chicos que has conocido antes. — solté entre divertido y serio, con mi corazón latiendo violento y mariposas en el estómago. — ¿Qué con eso?

 

— No me gustan los chicos, Taemin. — advirtió con cierta frialdad, mirándome a los ojos.

 

— Sólo te gusto yo, ¿no? — le piqué, sonriéndole con aire coqueto. — ¿Qué con eso? — repetí.

 

— No he dicho que me gustes. — refutó, pero obviamente sí lo había hecho. — No creas que...

 

— Te gusto, es obvio, sólo que estás confundido. — me aventuré con determinación, soltando una pequeña risita. — Aunque no me molestaría ayudarte a aclarar ese montón de dudas que tienes con respecto a mí.

 

Mientras pronunciaba esas palabras, no pude evitar pensar en Kibum y todos sus consejos acerca de los chicos, las relaciones y la confianza en uno mismo. Si yo podía comportarme de esa forma frente a Choi Minho, especialmente luego de lo de Max Changmin se debía a Kim Kibum y Kim Jonghyun, que actuaban como padres para mí.

 

— De hecho, voy a hacerlo justo ahora. — le amenacé, y sus ojos me miraron con sorpresa.

 

Supongo que no entendió lo que dije hasta que la distancia entre nosotros desapareció.

 

Choqué mis labios con los suyos y sujeté con firmeza el cuello de su polo. Al diablo con el tiempo, el lugar y los espectadores curiosos. No estaríamos ahí el tiempo suficiente para que alguien nos recordase. Trepé sobre sus piernas, sintiéndolo corresponderme con torpeza, quizá demasiado sorprendido y finalmente sus manos me tomaron por la cintura y su lengua tocó la mía de una forma que me hizo estremecer.

 

Si yo no le gustara, si no se sintiera atraído por mí, ¿podría besarme, tocarme, de esa forma? No, eso estaba claro.

 

Me negué a apartarme incluso cuando me dolió el pecho, cuando necesité tomar aire. Fue él quien se hizo a un lado y me sacó de su cuerpo con un leve empujón que me tomó desprevenido. Sus labios estaban rojos y húmedos, deliciosos, y sus ojos brillaban espléndidamente. Sólo que su mirada no me gustó.

 

— No vuelvas a hacerlo. — exigió molesto, poniéndose de pie. — Es suficiente, Taemin.

 

— Cobarde. — lo acusé en respuesta, levantándome y sacudiendo la hierba de mis ropas. — Estás asustado de la verdad, Minho, por eso te comportas de esta forma. Si no sintieras algo por mí, no habrías correspondido.

 

— Cállate. — sentenció con frialdad, dándome la espalda. — No habrá una segunda vez.

 

Caminó de regreso a casa y me negué a seguirle. Tenía dignidad y orgullo, posiblemente un poco pisoteados, pero los tenía, y no los haría a un lado por alguien que temía a su propio corazón. Le daría a Minho ese día para pensar y al siguiente aclararía la situación.

 

Yo le gustaba y él me gustaba a mí. Era simple; así que no debía preocuparme por estupideces.

 

 

 

 

 

 

 

No lo vi por espacio de cinco días y algo dentro de mí comenzó a inquietarse. Estaba acostumbrándome a su presencia, la mayoría del tiempo silenciosa, y eso me preocupaba en sobremanera. 

 

¿Cómo serían mis días en Seúl sin verle, escucharle o saber de él?

 

La tarde-noche del sábado, una semana antes de mi marcha, logré divisarlo desde la ventana de mi alcoba. Se encontraba sentado en el pórtico de la casa de sus abuelos, con chicos y chicas que antes no había visto por ahí, pero que sin duda le conocían más y mejor, porque lograban hacerlo reír de un modo que yo le creía incapaz. 

 

Bajé la escalera corriendo, buscando torpemente el celular en mis bolsillos. Llamé a Kibum tan pronto salí de la casa, fingiéndome poco interesado en los que se robaban la atención de Minho.

 

— Déjame adivinar. — se burló mi amigo apenas responder. — Él está por ahí y...

 

— Calla. — supliqué, mirando de reojo hacia su casa. 

 

Eso debió ser suficiente advertencia de que algo andaba mal. Kibum permaneció en silencio y yo hice gala de mi conocimiento de idiomas para explicarle la situación sin que los demás (esperaba) entendiesen. Él me escuchó atento, sin interrupciones, contrariado. Seguramente estaba sorprendido, confundido, preocupado. Kibum siempre me ha visto como su bebé, ha cuidado de mí desde que nos conocemos. Es mi mejor amigo, y se ha portado más como una madre que mi madre real. Y él nunca se avergüenza de mí, ni siquiera cuando hago estupideces.

 

— ¡Taemin! — aparté el móvil y lo oculté tras mi espalda. Minho estaba de pie frente a mí, sonriéndome como pocas veces y sus amigos seguían en el mismo sitio, mirándonos. — No te había visto, ¿cómo estás?

 

— Bebiste. — sentencié, mirando con extrañeza sus enormes ojos. 

 

— Sólo un poco. — respondió sincero, con media sonrisa que me causó un escalofrío.

 

Si Kibum seguía en la línea, esperaba se quedara ahí mucho tiempo. Me sentía más seguro al tenerle cerca, así fuese de ese modo tonto y patético. "No cuelgues, por favor", rogaba en mi mente, nervioso.

 

— Hay alguien que me gustaría presentarte. — tomó mi muñeca y tiró de mí hacia la casa de a lado. Entonces recordé que sus abuelos no estaban, y me sentí estúpido por caminar tras él con la cabeza gacha. — Tae, estos son Donghae y Kyuhyun, amigos míos que han venido de visita; ellas son Tiffany y Seohyun, sus novias. — asentí, sonriendo a duras penas. Ahí faltaba alguien, estaba seguro. — Chicos, les presento a Taemin, que viene a visitar a sus abuelos. — señaló con el índice mi casa y luego colocó ambas manos en mis hombros y me dejó frente a ellos.

 

— Taemin... — pronunció el castaño de sonrisa burlona, mirándome de arriba abajo. — Pensé que se trataba de una chica cuando le vi por vez primera. Que decepción...

 

— Kyuhyun, no seas grosero. — le regañó una de las muchachas, suavizando su expresión al mirarme. — Hola, Taemin, ¿cuántos años tienes? — estaba por responder cuando la otra chica se adelantó.

 

— Debe de tener quince. — habló tranquila, colgándose del brazo del pelinegro. — Se ve como un niño todavía.

 

La puerta se abrió y una tercera muchacha apareció. Llevaba un vestido tan corto que me sorprendió no ver más de lo necesario de su cuerpo. El cabello negro le caía hasta mitad de la espalda. Y si se creía bonita, estaba muy equivocada. No había en ella un sólo encanto, estaba seguro. Incluso yo podía verme mejor que ella con esa ropa; y no lo decía por celos (aunque los sentía) sino porque Kibum me hizo vestirme de chica luego de perder una apuesta con Jonghyun y el resultado fue mejor de lo esperado.

 

— Taemin, ella es Yuri... — nos presentó Minho, dando un apretón más a mis hombros. — mi novia.

 

Me tensé. Juro que empalidecí, que mi corazón se agrietó frente a ellos y la sonrisa se me congeló. Debí saludarla, mostrarme poco herido, menos sorprendido, pero no sé si lo conseguí. Frente a mí se encontraba una mujer que ni sospechaba existiera, sonriendo con tanta autosuficiencia que me dio asco.

 

¡Gracias al cielo mi celular sonó! Suspiré, sacándolo de mi bolsillo. Era Kibum...

 

— ¡Oh, honey! — chilló contra mi oído. — Sal de ahí ahora. Muévete, Taeminnie.

 

— Debo irme. — murmuré hacia ellos, señalando mi móvil. — ¡Adiós!

 

Escuché a Kibum durante una hora, haciéndome pequeñito en mi cama. Si era una broma de Minho, no fue graciosa. Él sabía que me gustaba, tenía que saberlo. De otro modo, ¿por qué hacer aquello?

 

— Es un idiota. — dijo él, tratando de animarme. — Vuélvete ahora, Taemin. 

 

— No puedo... — renegué, cerrando con fuerza los ojos. — Ven por mí. 

 

— ¿Qué? — preguntó, visiblemente sorprendido. 

 

— Eso. — insistí, abrazando la almohada. — Ven a buscarme y volveré a casa.

 

No lo creía capaz, menos al saber que tenía que tomar un autobús y permenecer sentado ocho horas. Me despedí con una pequeña sonrisa, dándome ánimo para ver a Minho al día siguiente y el resto de la semana. 

 

Me dormí con el recuerdo de sus labios besando los míos.

 

 

 

 

 

 

 

Estuve en cama toda la mañana y me salté la comida para tomar un baño largo y tibio. Minho conocía la forma de mandar mi serenidad y confianza al carajo con un par de palabras. No deseaba admitirlo, pero admiraba eso de él. Buscaría la forma de aprenderlo y entonces me burlaría un poco de Jonghyun en casa.

 

A las seis y media salí al frente y encendí un cigarrillo. Minho se encontraba sentado fuera de la casa lavanda y lo ignoré. Dibujaba en el humo que dejaba mi boca sus ojos enormes, fijos en mi espalda menuda. 

 

Entonces un coche se detuvo frente a la casa y tosí bruscamente, olvidándome de exhalar.

 

— ¡Pequeño idiota! — me regañó Kibum, corriendo en mi dirección para estrecharme en sus brazos y golpear mi espalda con una de sus manos delicadas. — Arroja eso inmeditamente, Lee Taemin o...

 

— Dame eso. — le interrumpió Jonghyun, quitándome el cigarro de los dedos para llevárselo a la boca.

 

— ¡Jonghyun! — chillamos los dos, mirándolo con enfado.

 

— No te atrevas a besarme luego de poner esa cosa en tu boca, Kim Jonghyun. 

 

Me reí ante la amenaza de mi amigo, especialmente cuando Jjong se deshizo de la causa de su reciente problema y la hizo desaparecer bajo la suela de sus botas militares, dando dos pasos hacia su novio y dándole el beso más desvergonzado que me tocó presenciar en su relación. 

 

Debí apartar la mirada... No lo hice. Me limité a carcajearme, sentado en el césped, con la brisa alborotándome los cabellos. Los amaba, demonios, así de exagerados y sinvergüenzas. 

 

— Jjong, está Taeminnie... — rezongó él, echándose a un lado.

 

— Creo que Taeminnie sabe más de estas cosas que nosotros. — le recordó el moreno, guiñándome un ojo.

 

— No hables así de my baby ~ 

 

Podría haberlos llevado dentro, sentándonos los tres en el sofá con un enorme vaso con limonada entre las manos. Sólo que en la sala no se encontraba Choi Minho mirándonos, y sí mis abuelos que no aceptarían la relación de mis amigos. 

 

Tomé la mano de Kibum y tiré de su cuerpo, haciéndole caer en la hierba. Apenas comenzaba a quejarse cuando me eché sobre su cuerpo y enredé mis piernas en las de Jonghyun para que terminase en el suelo con nosotros, en una lucha sin sentido como las que teníamos en la alfombra cuando se nos subían los tragos. Estábamos riéndonos a gritos, aferrados unos a otros, con los cabellos alborotados y las ropas mal puestas cuando mis ojos se cristalizaron y dos enormes lágrimas me cruzaron las mejillas. 

 

— Oh, Taeminnie... — se quejó Kibum en mi oído, ocultando mi rostro en su pecho cálido. Me aferré a él y cerré los ojos, respirando pesado. — Te llevaré a casa, ¿si?, viviremos los dos juntos en mi apartamento, ya preparé tu habitación, es preciosa, bebé, y te compré un equipo de música, también instalé un espejo enorme para que practiques y...

 

— Me echó de casa. — intervino Jonghyun, tumbado a nuestro lado, golpeándome la espalda como si realmente fuese un bebé. — Debes estar feliz ahora, Taeminnie, porque viene el invierno y estaré sólo en mi apartamento enorme con calefacción y toneladas de cobijas... 

 

— L-Lo siento... — me quejé entre risas e hipidos, acomodándome más cerca del rubio y abrazándolo con ganas. — Kibum no tendrá frío, Jjong... — le informé, apretándome contra él. — porque yo dormiré con él.

 

— ¡O-Oye...! Eso...

 

— Claro que sí. — me siguió el juego Kibum, acariciándome las mejillas cuando alcé el rostro. — Jonghyun puede quedarse con su calefacción, yo prefiero dormir abrazado a alguien.

 

— ¡O-Oye...! Kibum... 

 

El más bajo sujetó mi brazo y tiró de mí hacia él, haciéndome cosquillas. La sonrisa de Kibum me hizo sentir que todo estaba bien, que realmente podía volver a Seúl, enfrentar a Changmin y olvidar el desplante de Minho. La mirada de Jonghyun me lo confirmó: todos estaríamos bien al regresar a la ciudad.

 

— Sube a empacar, Taemin. Nosotros esperamos aquí. — ordenó "mi mamá", y corrí al interior de la casa después de dejar un sonoro y baboso beso en su mejilla, con sus chillidos de fondo, las risas de Jonghyun y la mirada enfadada de Minho. — ¡Ya regresarás! — me gritó, pero no le respondí. No había tiempo que perder.

 

 

 

 

 

 

 

Casi ha pasado un año de todo eso. Sin embargo, se siente como si hubiese ocurrido apenas ayer.

 

Changmin me recibió apenas llegar a Seúl con su sonrisa de siempre y la mejor mirada arrepentida que pudo poner. Le rechacé con sutileza, aferrando con fuerza la mano de Kibum y dejé nuestra relación en el pasado, donde estaba bien y a nadie hacía daño. Jonghyun le voltéo el rostro de un puñetazo cuando me alzó la voz y comenzó a decir cosas de las que algunas vez habría de arrepentirse. 

 

De eso también ha pasado mucho. Ahora sólo miro a otro lado cuando me lo topo por ahí. 

 

Lo de Minho es una historia aparte. Dije ante él que ese verano no sería más que un capítulo de mi vida que pensaba dejar atrás y nunca revisar de nuevo. Sólo que en ese tiempo no le había besado ni caído en un treta del destino. Terminé enamorándome de ese muchacho taciturno y estúpido de la casa de a lado. 

 

Típico de Lee Taemin y su vida absurda.

 

— ¡Feliz cumpleaños! — gritó Kibum tras de mí, asustándome. — Sal ahora, Taeminnie, que los invitados están esperándote. Y nada de berrinces, que ya eres todo un hombrecito.

 

— ¿De verdad? — ironicé, mirando mis pantalones amarillos. "Bueno, podría ser peor...", pensé cuando Jonghyun entró a la habitación enfundado en unos pantalones entubados naranjas que me provocaron una carcajada. Los rosados de Kibum eran más bonitos. — Salgo ahora.

 

En la sala de nuestro apartamento, se encontraban todos nuestros amigos. Kai me dio un abrazo apretado, demasiado fuerte para mi gusto, porque yo conocía de sobra sus sentimientos por mí y eso me ponía incómodo. 

 

¿Lo mismo le ocurriría a Minho?

 

— ¡Taemin! — Jinki corrió hacia mí, con tal suerte que tropezó con Joon a mitad del camino y le echó el vaso de refresco en la camisa blanca. Negué, escuchándolo disculparse con el muchacho un montón de veces y luego llegar finalmente a mí. — Feliz cumpleaños, Minnie.

 

Krystal y Sulli también me felicitaron, ambas sonrientes y encantadoras. Sulli dejó un casto beso en mis labios y me pellizcó la mejilla. Aún me estaba agradecida por la vez que fingí ser su novio durante dos meses para que un grupo de chicos la dejase tranquila. Y yo bien sabía aprovecharme de ese favor...

 

Llamaron al timbre, y nadie se decidió a abrir. 

 

Miré a Kibum, pero tenía tantos tragos encima que ya estaba riéndose exageradamente con la cabeza apoyada en el pecho de Jonghyun, mientras Mir, Woohyun y Jinki seguían contando chistes. 

 

— Abriré yo. — avisé de mala gana, caminando hacia la puerta.

 

Tiré de ella sólo un poco, lo suficiente para ver de quién se trataba y me quedé helado al descubrirlo. Frente a mí, con una pequeña sonrisa y una mirada suave se encontraba el causante de mis desvelos: Choi -idiota- Minho.

 

— ¿Qué haces aquí? — pregunté saliendo del apartamento y cerrando la puerta a mi espalda, sin soltar el picaporte. — ¿Cómo es que sabías nuestra dirección?

 

— Tu amigo me la dejó el día que se fueron, justo después de llamarme imbécil y de que su novio me partiera el labio. — traté de disimular mi sonrisa al oírle, y fallé. Me imaginé a Jonghyun haciendo tal cosa y me reí, viendo su ceño fruncirse y su sonrisa esfumarse.

 

— Lo siento, de verdad... — me excusé, llevándome la mano a la boca. — pero si lo dices así suena muy gracioso.

 

— Taemin, lo lamento mucho. — me detuve, mirándolo confundido. — Me porté como un completo idiota aquella vez, pensando que con eso podría alejarte de mí y olvidarte. Tú lo dijiste: soy un cobarde. Estuve asustado de mis sentimientos, de enamorarme de otro chico. Tuve miedo de enamorarme de ti.

 

— ¿Estuviste?, ¿tuviste? — pregunté, mirándolo serio. — ¿Por qué hablas en tiempo pasado?

 

— Porque ya no lo estoy. — así de simple... y tonto. — Ya no temo reconocer que estoy enamorado de ti. 

 

— Minho, ¿qué-?

 

— Te amo, Taemin.

 

Parpadé, incrédulo. Incluso me pellizqué discretamente para comprobar que me encontraba despierto. Lo estaba, pero aquello no parecía real. ¿Por qué Minho aparecía un año después para decirme que me quería?

 

— Lo arruiné antes, lo sé. — siguió al verme mudo. — Dime, Taemin, ¿me darías otra oportunidad? — preguntó, mirándome a los ojos. — ¿Puedes hacerlo?

 

Asentí, brindándole mi mejor sonrisa, con mi pecho llenándose de una hasta entonces desconocida calidez. 

 

— Sólo será una, Minho. — advertí, acercándome a él. — Así que no la arruines.

 

Asintió también y me estrechó entre sus brazos, con su corazón latiendo rápido y una sonrisa en los labios.

 

No se lo dije en ese momento porque estaba dispuesto a demostrárselo con acciones al paso del tiempo. El amor no se trata de oportunidades, sino de sentimientos y demostraciones de afecto, de compartir pensamientos y enfrentar los problemas con honestidad, de no dejarse vencer por pequeñeces.

 

El amor consiste en emociones, sensaciones y sentimientos. 

 

Minho me amaba a mí y yo le amaba a él. Al aceptarlo en mi vida no le estaba dando una oportunidad, sino mi corazón, esperando pudiese cuidar de él, así como yo trataría de cuidar del suyo. 

Notas finales:

El fin (?). Quiero pensar que voy progresando ~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).