Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Predestinados por Tail End Charlies

[Reviews - 38]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Es una historia dentro de otra historia. Es un fic bastante tranquilo, así que no esperéis demasiado drama o sucesos parecidos.

Seis capítulos. Actualizaré los lunes.

Notas del capitulo:

Las partes en crusiva son del libro que está "escribiendo" Hangeng; lo iréis viendo en este capítulo y en los siguientes.

A las ocho en punto de la mañana la alarma del despertador comenzó a oírse con un sonido estridente. Hangeng alzó una mano y la movió a tientas por el aire hasta que dio con el botón de apagado, el cual apretó con desgana. Salió de la cama y se desperezó para luego meterse en el baño y darse una ducha rápida. Al salir constató que la habitación de ZhouMi estaba vacía; una noche más había dormido fuera. Ya en la sala encendió el ordenador portátil que descansaba encima de la mesa y fue a prepararse un café. Miró por la ventana que daba a la calle y frunció el ceño, sufriendo un escalofrío repentino; nevaba.

 

—Asco de invierno —refunfuñó.

 

Se sirvió el café humeante en una taza y salió de la cocina bostezando, subiéndose un poco más la cremallera de la sudadera que llevaba. Se sentó en una silla, frente al portátil, buscó el documento que le interesaba y lo abrió. Leyó el último párrafo y comenzó a escribir.

 

Jaejoong caminaba contento hacia su casa. Se moría por decirle a Yunho que en el recreo Sulli le había dado un beso en la mejilla. ¡A él! Jae todavía no se lo creía. Sulli era la niña más bonita del colegio, pero a Yunnie no le caía bien; decía que esa niña era una fulana. Ninguno de los dos sabía qué quería decir esa palabra, pero el papá de Yunho la había dicho una vez al referirse a la mamá de su amigo, que se había ido de casa cuando éste era un bebé.

 

Yunho llevaba una semana enfermo. Jaejoong había querido ir a verlo, pero su madre no lo había dejado porque su enfermedad era muy contagiosa. O eso había dicho. Lo echaba mucho de menos; para él, Yunho no era sólo su muy mejor amigo, casi era como su hermano, y una semana sin verlo lo estaba matando. ¡Debía explicarle lo de Sulli! Paró su caminata y se miró los pies. No, no podía decírselo, Yunnie se enfadaría y eso era lo último que quería Jae; quería que su Yunnie siempre sonriera. ¡Pero es que era Sulli!

 

Entró en la cocina y dejó la mochila del colegio en una silla.

 

Mamá, voy a ver a Yunho informó, decidido. Su madre se secó las manos con un trapo y lo miró.

 

No puedes, hijo, está muy enfermo.

 

No me importa. Voy a verlo ahora.

 

La señora suspiró y le hizo un gesto para que se sentara, ella agachándose a su lado. ¿Cómo le explicaba a un niño de ocho años algo así y que pudiera entenderlo? Se colocó detrás de la oreja un mechón de pelo que se había soltado de su moño e intentó escoger las palabras correctas.

 

¿Recuerdas cuando papá y yo te decimos que no hables con extraños y que no aceptes nada de gente que no conozcas? ¿Qué tengas cuidado cuando vas solo por la calle?Jaejoong asintió con la cabeza. Su madre le cogió una mano. A Yunho se lo ha llevado un hombre malo.

 

Jae parpadeó varias veces. No lo entendía.

 

¿Cuándo volverá?

 

No lo sé, hijo. Quizá no lo volvamos a ver, pensó. Jaejoong hizo un puchero.

 

¡Pero mañana cumplo nueve años! ¡No se lo puede perder! gritó, corriendo hacia su habitación.

 

Hangeng dejó de escribir e inclinó la cabeza hacia un lado. ¿De verdad los niños eran tan tontos? Bueno, creían en la existencia de un tipo que entraba por las chimeneas, así que era normal que a Jae le importara más su cumpleaños que la desaparición de su mejor amigo.

 

—Claro, pero es un niño, no entiende porque Yunho no puede ir —concluyó, pero aun así seguía pensando que los críos eran idiotas.

 

Recordó su café, pero al coger la taza se percató de que estaba frío. Soltó un improperio y se levantó de la silla. Miró el reloj que colgaba de una de las paredes: las nueve menos cinco.

 

—Pronto va a empezar —murmuró.

 

Encendió la radio y la escuchó desde la cocina, donde se estaba calentando otro café. Y entonces oyó la voz procedente de la radio, notando como se le erizaba la piel.

 

—Vamos, coreanos gandules. Despegaos las sábanas, que ya está aquí el gran Kim Heechul.

 

Hangeng sonrió. Kim Heechul era el presentador de un programa de música; de nueve de la mañana a doce del mediodía llenaba el aire con buena música, tanto nacional como internacional, y muchos comentarios fuera de tono. De hecho, la emisora había recibido varias denuncias de oyentes escandalizados, pero Heechul tenía demasiados contactos; conocía a músicos, cantantes y productores, así que prácticamente era intocable. Eso sí, de su vida privada casi no se conocía nada. Era un misterio incluso su aspecto.

 

Hangeng lo escuchaba todos los días, no ya por la música, sino porque su voz lo tenía hipnotizado. Le encantaba, y más de una vez ZhouMi había bromeado con el hecho de que si no se habría enamorado de una voz. No, no se había enamorado, simplemente su voz lo tenía medio idiotizado. Eso sí, el tipo parecía un ególatra con la autoestima más allá de la estratosfera que no se callaba nada, pero ese era otro de los atractivos del programa, por eso lo seguía tanta gente.

 

—Si no habéis escuchado Red, de nuestros gazettos favoritos, es que estáis muertos. ¿Estáis muertos? —Hangeng sonrió y escuchó como a Heechul le daba la risa floja. —Subid el volumen para escucharla bien.

 

Hannie hizo lo contrario, lo bajó, porque enseguida un guitarreo diabólico llenó la estancia. Negó con la cabeza y dio un sorbo a su café para escupirlo al instante. Se le había enfriado de nuevo. Finalmente desistió de probar el líquido oscuro y se contentó con un zumo. Mientras escuchaba a esos japoneses rockeros pensó en cómo se sentiría un niño al comprobar que su amigo no estaba. ¿Lloraría? ¿Se resignaría? ¿Se olvidaría de él a los dos días? Tenía muy claro cómo iba a desarrollarse la historia, pero su problema es que no sabía cómo describir los sentimientos y cómo se sentirían los personajes ante ese tipo de situaciones, y menos un chaval de nueve años. Hacía siglos que él había tenido esa edad.

 

La voz de Heechul comenzaba a distraerlo, pero no quiso apagar la radio. Su mente se olvidó de Jaejoong y Yunho y pensó en el locutor. Sabía que tenía unos treinta años, uno más que él, pero nada más. Alguna vez pensó en ir a la emisora donde trabajaba y conocerlo, pero le daba un poco de miedo, no quería llevarse una desilusión. ¿Qué tal si era antipático y odioso? Por lo menos delante del micrófono no lo parecía, sólo daba la impresión de ser un tipo que decía lo que pensaba. Como en ese momento:

 

—TOP, tío, cada día estás más apetitoso.

 

Heechul rió de nuevo y Hannie no supo cómo era capaz de decir esas cosas tan alegremente. ¿Acaso no tenía vergüenza? No lo parecía.

 

Esa tarde Jaejoong salió de casa sin que su madre lo viera y fue a la de Yunho, pero parecía que no había nadie. Llamó un par de veces al timbre sin ningún resultado y entonces observó un papel pegado a una farola. Se acercó y vio que en él salía una foto de Yunho, así como su nombre y apellido y su descripción física.

 

Si lo ha visto o tiene alguna información, por favor, llame a este número.

 

El mentón de Jae tembló. Se puso de puntitas e intentó despegar el papel, lo cual consiguió después de mucho esfuerzo, y durante largos minutos miró la imagen de su mejor amigo mientras lloraba en silencio.

 

¿Dónde estás Yunnie?

 

Ya en casa entró en su habitación y pegó el anuncio en una de las paredes. Se sentó en la cama y se pasó el resto del día mirándolo.

 

Los años pasaban y el papel iba amarilleando, la foto comenzaba a verse un poco borrosa, pero Jae no lo quitó. Llevaba catorce años deseando ver de nuevo a su Yunnie.

 

Hangeng apartó las manos del teclado cuando oyó la puerta de la entrada abrirse y luego cerrarse, ZhouMi apareciendo poco después en la sala con cara de cansado.

 

—¿Has vuelto a pasar la noche con Kyuhyun? —preguntó Hannie. MiMi asintió con la cabeza y se sentó en el sofá. —Parece que vais en serio, ¿no?

 

—No, no vamos en serio, para Kyu esto es para pasar el rato y a mí me da igual.

 

—¿Seguro?

 

ZhouMi hizo un gesto con la mano y se recostó en el sofá mientras bostezaba y cerraba los ojos. Hangeng lo miró atentamente; no sabía qué pensar de esa relación o pasatiempo, tampoco estaba seguro de que MiMi no sintiera algo por ese chico, pero siempre que preguntaba al respecto, el menor se hacía el loco.

 

Se habían conocido en la universidad, Hangeng dos cursos por delante de MiMi, y como no tenían mucho dinero ni tampoco un techo bajo el que vivir, habían decidido juntar esfuerzos y compartir piso. Y así estaban después de ocho años.

 

—¿Ya vuelves a escuchar a tu novio? —preguntó ZhouMi, todavía con los ojos cerrados, al oír la radio.

 

—No es mi novio.

 

—Ya, claro —murmuró entre dientes. Se sentó de nuevo y miró a su amigo. —¿Cómo vas?

 

—Jaejoong ya sabe que han secuestrado a Yunho. —MiMi hizo una mueca de desagrado.

 

—No le va a pasar nada malo, ¿verdad?

 

—No te lo voy a decir —contestó, sonriente y enigmático. El menor se acostó de nuevo.

 

—Aguafiestas.

 

Hangeng era un escritor novel con ganas de poder vivir de lo que más le gustaba. Hacía unos meses se había presentado a un concurso de cuentos cortos, no creía tener muchas posibilidades, pero le hacía ilusión que alguien que no fuera ZhouMi leyera sus escritos. No ganó, pero quedó cuarto, lo cual ya le hizo feliz, sobre todo teniendo en cuenta que pensaba que iba a quedar último. Pero entonces un miembro del jurado se puso en contacto con él: se llamaba Choi Siwon y trabajaba en una editorial. Le había gustado mucho su relato y le pidió que escribiera algo más largo. Si quedaba algo decente quizá se lo terminaban publicando.

 

Y ahí estaba, escribiendo sobre dos niños con un futuro no muy claro. Pero estaba seguro que iba a tener problemas, ya que iba a hablar de ciertas cosas que la sociedad coreana no iba a aceptar fácilmente. Siwon lo iba a matar, pero era su escrito y si quería hablar de eso, lo haría. Seguro que a alguien le iba a interesar y si no, bueno, pues ya buscaría un trabajo. De momento le llegaba con lo que le mandaban sus padres, que, más o menos, habían entendido cuál era el sueño de su hijo y lo apoyaban en todo lo que podían.

 

—Aquí tenéis lo nuevo de Orange Caramel. Qué guapas son estas chicas. ¡Que esos culitos no pasen hambre! —informó Heechul. —Y luego, si os portáis bien, quizá ponga algo de… ¡Super Junior! Oh, yeah.

 

Hangeng negó con la cabeza; Heechul tan pronto alababa los atributos de las chicas (de todas ellas), como le decía al mundo que le gustaría “catar esas sabrosas piernas de mi guitarrista sexy”, palabras textuales. Cuando Hannie oyó esa afirmación buscó en Internet al supuesto guitarrista sexy, que resultó ser un chico japonés apellidado Takashima, integrante de un grupo con bastante éxito allí en el país del sol naciente. Era por comentarios como ese que la gente dudaba de si Heechul era homosexual o si sólo decía esas cosas para crear conflictos y tener más audiencia.

 

—¿Hoy trabajas? —preguntó Hannie, ZhouMi intentando dormir con los alaridos de Heechul de fondo.

 

—No, tengo el día libre.

 

El menor trabajaba por las noches en un restaurante como camarero, a veces llegando a altas horas de la madrugada. Kyuhyun era compañero suyo, pero del compañerismo pasaron a ser amantes, de ahí que a veces MiMi durmiera fuera. Como la noche anterior, por ejemplo. A Hangeng no le gustaba Kyuhyun; éste era demasiado alocado para alguien como ZhouMi, que lo que buscaba era una pareja estable, pero parecía que el otro no estaba para noviazgos y tampoco parecía que a su amigo le importara ese tipo de relación que en esos momentos compartían.

 

Se centró de nuevo en su historia. Escribió sobre la adolescencia de Jaejoong, como su amistad por Yunho pasó a ser un enamoramiento; había terminado idealizando a su desaparecido amigo, estaba enamorado de un Yunho que no existía, uno que había creado en su mente. Habían pasado catorce años, pero seguía teniendo la esperanza de que volvería a verlo, aunque nadie esperaba ya algo así.

 

Oyó un ronquido proveniente de ZhouMi y miró la hora; ya casi eran las doce. Se lamentó porque ya hasta al día siguiente no oiría a Heechul.

 

—Gente guapa, hasta aquí hemos llegado. Sed felices y haced muchas maldades, Kim Heechul os observa.

 

Hangeng sonrió. Era él el que quería observar a Heechul. Miró a MiMi, que se había quedado dormido en el sofá en una postura algo incómoda, y suspiró; el chico tenía razón, se había enamorado del locutor de radio. Le había pasado como a su personaje Jaejoong. Lo había idealizado y de estar prendado de su voz había pasado a estar prendado de todo él, aunque no sabía cómo era, aunque no sabía nada de él. Heechul era su Yunho.

 

Apagó el ordenador y se dispuso a preparar la comida. MiMi debía estar muy cansado y hambriento, así que se esmeró en preparar algo bueno y saludable mientras seguía pensando en Heechul. Quizá podría ir a conocerlo… Negó con la cabeza, eso estaba descartado, tantas cosas podrían salir terriblemente mal, mejor dejarlo en un amor platónico.

 

()

 

Se había atascado en el punto más importante de la historia. ¿Cómo iban a encontrarse Jae y Yunho? No quería caer en el típico cliché de tropezarse en mitad de una acera atestada de gente, o en un local atestado de gente, o cualquier momento tan típico y usado, pero, ¿entonces? Subió un poco más el volumen de la radio, pero no demasiado, ya que ZhouMi había llegado esa noche bastante tarde y seguía durmiendo.

 

—Hoy es un día especial porque es el cumpleaños de mi mamá hermosa, así que durante la próxima hora aceptaré peticiones. Aprovechad, idiotas enamorados.

 

Era increíble que a Heechul todavía no le hubieran dado una paliza por ser tan grosero. Hangeng se encogió de hombros, restándole importancia, y se dedicó a escuchar a la gente que pedía canciones y decía escuetas dedicaciones, escuetas porque Heechul no les dejaba explayarse demasiado. Observó su teléfono móvil, junto al ordenador, y una idea un tanto absurda le rondó la mente. Cogió el aparato y marcó el número mientras bajaba el volumen de la radio.

 

—¿Y tú eres? —preguntó Heechul cuando lo pasaron con él.

 

—Hangeng.

 

—Los chinos me ponen tonto. Qué calentura —aseguró. Hannie se ruborizó. —¿Qué canción querías?

 

Honey, de L’Arc en Ciel.

 

—Gracias a Dios, estaba harto de canciones lentas. ¿No te gustan las baladas?

 

—Me horrorizan —explicó, divertido. —Prefiero los guitarreos estridentes.

 

—Ahí, ahí, encanto. Mete un buen guitarreo y arreglas el mundo.

 

Hangeng se tensó al oír ese “encanto”. Ahora es cuando te desmayas, pensó.

 

—Tu japonés de piernas sexys es bueno —comentó Hannie.

 

—¡¿A que sí?! ¡Es genial! Por otro lado, me imagino a Victoria con una guitarra y me corro de gusto.

 

El chino casi sufrió una erección al imaginar la escena, y no precisamente la de Victoria. Debía parar esto cuanto antes o se le iba a ir de las manos. Pero es que era la primera vez que hablaba con Heechul y no era capaz de colgar o de hacer cualquier otra cosa. Estaba demasiado emocionado.

 

—A todo esto, ¿a quién se la dedicas? —Hangeng no tuvo que pensarlo.

 

—A ti.

 

Y colgó con suavidad. Durante un segundo la radio se quedó muda, pero enseguida se oyó la voz histérica de Heechul.

 

—¡Eh, chino idiota, has colgado! ¡Esto no va a quedar así, ¿me oyes?! ¡No puedes decirme eso y colgar!

 

Honey comenzó a sonar y Hannie se sintió pletórico, tanto por la conversación mantenida como por la canción. No es que el rock japonés lo emocionara, pero esa canción hacía que tuviera cosquillitas en el estómago. Imaginó a Heechul dándole vueltas a lo que había sucedido y deseó estar ahí con él. Entonces llamaron al timbre y bajó de su nube.

 

—Hola, Siwon —saludó en cuanto abrió la puerta y lo vio.

 

Éste entró en la casa después de saludarlo con un movimiento de cabeza y esperó a que Hangeng cerrara la puerta.

 

—¿Qué es ese correo que me has enviado de que Jaejoong es homosexual? —No le dio tiempo a Hannie para que pudiera responder. —¿Sabes la que se va a liar? —Siwon sonrió. —Es genial, a mi jefe le va a dar algo.

 

El chino todavía seguía asimilando la información. ¿Estaba enfadado o no? Se frotó la nuca y decidió que no, que no estaba enojado, sonreía demasiado feliz como para estar airado. Ambos se sentaron en el sofá y vieron a ZhouMi entrando en la sala mientras bostezaba. El chino menor vio al invitado y los dos se quedaron mirando fijamente, casi ni parpadeaban. Hangeng los miraba a ambos sin entender nada, teniendo la impresión de que sobraba, viendo consternado como MiMi se ruborizaba levemente.

 

—ZhouMi, este es Choi Siwon, ya te hablé de él. Siwon, este es mi amigo y compañero de piso, ZhouMi —presentó Hannie intentando que el tiempo avanzara un poco más rápido.

 

Siwon sonrió y la cara de MiMi se coloreó de un intenso tono rojo. El chino cortó el contacto visual y bajó la mirada, observando su pijama descolorido y con manchas de lejía.

 

—Oh, Dios mío —susurró, abochornado, corriendo para encerrarse en su habitación y no salir hasta que llegara el fin del mundo. Siwon rió por lo bajo; qué chico más interesante.

 

—Creo que tú eres unos días más pequeño que él y está soltero —informó Hannie. No sabía por qué, pero creía que era algo importante que Siwon debía saber.

 

—Entiendo —murmuró, sonriente. Así que soltero, ¿eh?

 

Durante los siguiente minutos se olvidaron de ZhouMi y su, quizá, posible suicidio, y hablaron de la novela que estaba escribiendo Hangeng. A Siwon no le parecía mal el que uno de los protagonistas, o los dos, fuera gay, creía que eso ayudaría a que Corea abriera los ojos y aceptara la homosexualidad, pero iba a ser difícil, no todos aceptarían que se hablara de ese tema con tanta libertad, pero había que dar el paso.

 

—Pero no sé cómo hacer que se encuentren —explicó Hangeng. —Tampoco quiero caer en tópicos.

 

Siwon pensó en alguna idea que no estuviera muy usada, eso de chocar en lugares concurridos ya aburría. Frunció los labios y se dio unos toquecitos en el mentón con el dedo índice. Intentó recordar la edad que tenían los chicos, alrededor de unos veintialgo. Universidad, trabajo… A Yunho lo habían secuestrado de pequeño, debía estar traumado, o no, porque ni él mismo sabía qué había pasado con el niño ni en qué circunstancias había vivido, Hangeng no se lo había explicado y tampoco le había enviado un borrador. ¿La consulta de un psicólogo?

 

—¿Yunho tiene traumas? —preguntó Siwon. Hannie negó con la cabeza.

 

—No, en realidad no se lo llevaron para abusar de él de cualquier forma en la que se puede abusar de un niño, lo secuestraron para criarlo como a un hijo. Le lavaron el cerebro, a esa edad son muy influenciables. Ha crecido como cualquier otro muchacho, sólo que engañado. Ha sido tan feliz como tú o como yo.

 

Siwon alzó una ceja; por amor a la Virgen, qué rebuscado. Recordó a ZhouMi y sonrió de manera tenue.

 

—¿Qué tal si son compañeros de piso? Tienen edad para hacer eso.

 

—Lo pensaré. ¿Quieres quedarte a comer? ZhouMi cocina como los dioses.

 

MiMi quería morir de pura vergüenza. Incapaz de mirar a Siwon, comía con la mirada fija en su plato, como si de esa manera fueran a desaparecer tanto el coreano como su bochorno. Y es que encima parecía un maleducado, contestando con monosílabos o con ruidos que querían asemejar algún tipo de respuesta. Pero es que Siwon era demasiado atractivo y la primera impresión que le había dado no era la mejor. Seguía recordando su catastrófico pijama y sólo quería llorar.

 

—Está muy buena la comida, ZhouMi —alabó Siwon.

 

—Gracias —susurró.

 

—Hannie dice que trabajas en un restaurante.

 

—Ajá.

 

—No le hagas caso, Siwon, normalmente es más parlanchín —intervino Hangeng al ver lo mal que iban las cosas.

 

—No importa, quizá está un poco cohibido —ayudó el coreano, restándole importancia.

 

MiMi comenzaba a estar incómodo al ser el centro de atención. Quería estar más suelto y relajado, pero es que la presencia de Siwon lo estaba poniendo muy nervioso. Cuando finalmente Siwon dijo que se iba, ZhouMi estuvo a punto de gritar de felicidad, aunque en el fondo estaba deseando que se quedara un poco más.

 

—¿Cuándo volverá? —preguntó el menor. Hannie alzó una ceja.

 

—Después de tu... Parecías bobo, no creo que vuelva. —Hangeng rió al ver la cara descompuesta de su amigo. —Estaba bromeando.

 

Notas finales:

Si seguís "He wants it" nos leemos el jueves, sino nos vemos el próximo lunes.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).