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Tinkerbell por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

Escrito para el Concurso San MinKey. Segundo lugar ~ *w* Dedicado a Faby, porque la quiero c:

Notas del capitulo:

Estoy orgullosa de esto aunque no sea la gran cosa. ¡Ámenla aunque sea un poco!

TINKERBELL

Me gustas, Kibum
— Stranger.

 

Debes estar bromeando. Ni siquiera nos conocemos.
— Key.

 

No soy ese tipo de persona, deberías saberlo.
— Stranger.

 

No te conozco, ¿recuerdas?
— Key.

 

Si lo haces, sólo que no quieres admitirlo.
¿Quieres “conocerme” entonces?
— Stranger.

 

¿Cuándo?
— Key.

 

San Valentín.
— Stranger.

Había una vez…

No puedo comenzar la historia como si fuese un cuento de hadas, ¿verdad? No, supongo que no. Tal vez, si fuese un poco más romántica o si no fuera yo mismo el protagonista, podría narrarla de una forma más pintoresca y alegre. Sin embargo, soy malo para hablar de mí, así que trataré de hacer un enorme esfuerzo para contarles -tan detallado como me sea posible- el inicio de mi relación con el chico perfecto.

La primera vez que hablé con él, acababan de pasar las Navidades y el Año Nuevo se encontraba a la vuelta de la esquina. Para recibir el 2013, Jonghyun, mi mejor amigo desde tempranos años de la infancia, organizó en su apartamento una pequeña reunión para veinte personas. Los asistentes éramos, todos, jóvenes que pasaban el último día del año sin sus familias por motivos personales, académicos u otro tipo de factores que iban desde preferencias hasta supersticiones. Fui el encargado, como siempre, de comprar las botanas y bebidas, así como decorar la sala de estar y la música. Jjong, como le apodé a los siete, se limitó a prestar vivienda y sonreír estúpidamente a los que llegaban.

El timbre sonaba con insistencia una y otra vez. Abrí la puerta y me encontré con Lee Jinki, el simpático mesero de «Tinkerbell», una cafetería bastante popular cercana al campus universitario. Le saludé con una sonrisa sincera, haciéndome a un lado para que pasase. Me encontraba sorprendido al verle en nuestra amistosa reunión, pero cuando Jonghyun logró divisarle y saludarlo, algunas de mis dudas se aclararon. Conocía a la mayoría de los asistentes, salvo a un par de muchachos que jamás me topé antes.

— Key, ven un momento. — asentí, dejando mi vaso en la mesa de las bebidas y disculpándome con Amber por ausentarme. — Me gustaría presentarte a Choi Minho. Vamos juntos al gimnasio.

Choi Minho. Estiré la mano para tomar la suya y apretarla ligeramente. El muchacho me sacaba algunos centímetros y era tan atractivo que mi corazón estuvo tentado de acelerar sus latidos. Tenía unos enormes ojos marrones enmarcados por pestañas largas y espesas, los labios llenos y suaves curvados en una sonrisa bonita y dulce.

Cuando nuestras miradas se cruzaron, no supe que él sería alguien importante para mí.

Trato de no pensar en ti, pero es imposible.
— Número desconocido.

El primer mensaje llegó una mañana fría de enero. Me encontraba en «Tinkerbell», sentado a la mesa más apartada de la puerta, con un cappuccino moka enfriándose lentamente y una novela romántica a medio leer, cuando mi teléfono celular vibró en el bolsillo de mis jeans.

Parpadeé un par de veces, confundido. ¿A quién pertenecía ese número? No me sonaba. Además, ¿cómo es que conocía el mío? La idea de que se trataba de una equivocación se instaló en mi mente, así que dejé de darle importancia. Tomé el vaso con café y lo acerqué a mis labios. El aroma dulce inundó mis sentidos y cerré los ojos, degustándolo. No había mejor lugar que «Tinkerbell», con sus cálidas bebidas, deliciosos postres y agradable ambiente.

Escuché la campanilla sonar y alcé la mirada hacia la entrada, reconociendo inmediatamente al recién llegado. A pesar de llevar más de seis meses asistiendo -casi- a diario a la cafetería, no me crucé con Minho en alguna ocasión. Nuestros encuentros comenzaron a volverse frecuentes luego de que Jonghyun nos presentara en su apartamento. Un día en el supermercado, otro en el campus, uno más en el comedor universitario y de repente en «Tinkerbell». ¿Estaba siguiéndome? Negué, volviendo a centrarme en la lectura.

— Hola. — escuché su voz cerca de mi oído y un escalofrío me recorrió la espalda. — ¿Puedo sentarme aquí? — le miré amablemente y asentí, sonrió antes de ocupar la silla frente a mí. — Últimamente nos vemos seguido, ¿no es así?

— Parece que estás siguiéndome. — reconocí, viéndolo agachar un poco el rostro y cubrirse la boca con el dorso de la mano. Era una imagen muy tierna de él, debía admitirlo. Minho tenía un lado infantil.

— ¿Te molestarías conmigo si fuese de esa forma? — su voz se transformó en un susurro apenas audible, haciéndome dudar de sus palabras. — Tal vez sea cosa del destino, ¿no lo has pensado?

— ¿Destino? — cerré el libro y lo devolví a mi bolso, repitiendo mentalmente esa simple palabra. — Bromeas, ¿cierto? — me miró confundido y suspiré. — No existe tal cosa como el “destino”, Minho. Es algo que fue inventado para aumentar las ventas el Día de San Valentín.

— Te sorprendería lo equivocado que estás. — abrí la boca para reprochar, pero mi móvil vibró nuevamente y mientras abría el mensaje él se puso de pie. — Fue un placer saludarte, Key. Nos veremos después, ¿verdad? — moví la cabeza en señal de afirmación, volviendo la vista a la pantalla.

Realmente no puedo sacarte de mi cabeza.
Después de miles de veces, aún pienso lo mismo.
- Número desconocido.

Leí el mensaje tres veces, avergonzado. Esas palabras no estaban dirigidas hacia mí, era obvio, y sin embargo las seguía recibiendo, lo cual me parecía inapropiado. Escribí un rápido: “tienes el número erróneo” y lo envié de vuelta, esperando que reparase en su equivocación y por fin pudiese ponerse en contacto con la persona que deseaba.

Me olvidé del café y escribí un nuevo texto, sólo que ese tenía a Jonghyun como destinatario y la oferta de una noche de películas de terror y muchas palomitas. Con suerte estuviera de ánimo para preparar lasaña y brindarle una maravillosa cena.

Es el número correcto. Eres Kim Kibum,
y yo sólo puedo pensar en ti todo el día.
— Número desconocido.

La sonrisa se congeló en mi rostro. Eso… ¿era real? Guardé el móvil, incapaz de aceptarlo. Él sabía mi nombre, que por cierto resultaba bastante común en Corea, así que igual podía ser un error. No obstante, una vocecilla interior me decía que yo era la persona que él o ella buscaba. Tomé mi bolso y me levanté de la silla, dispuesto a marcharme. Jinki agitó su mano en señal de despedida y me regaló una última y magnífica sonrisa.

Me alejé de la cafetería con un pequeño revoloteo en el estómago. En ese momento no relacioné los mensajes con esos encuentros frecuentes, sino que seguí denominándolos “coincidencias”.

¿Tienes planes para San Valentín?
— Stranger.

Jinki amplió su sonrisa al escucharme reír. Faltaba una semana para San Valentín y aún recibía mensajes de ese “número desconocido” que al término del octavo día cambió a “Stranger”.

Mis amigos solían burlarse de mí cada que recibía un nuevo sms de su parte. Del primero había transcurrido un mes y, aunque aún no sabía su nombre, encontraba realmente entretenido conversar con él. Sentía mucha curiosidad acerca de él, pero lo único descubierto eran tres cosas: primero, amaba sus ojos; segundo, amaba los deportes; y tercero, yo le gustaba.

Eso, a decir verdad, no representaba un gran adelanto.

Si los tengo o no, ¿qué harás al respecto?
— Key.

 

Bueno, eso depende de tu respuesta.
— Stranger.

 

Si digo que no tengo planes, entonces tú…
— Key.

 

Te invitaré a salir.
— Stranger.

 

¿Al fin podré saber quién eres?
— Key.

 

Te sorprenderás cuando descubras
que siempre lo has sabido.
— Stranger.

Tosí exageradamente, pasándome una servilleta por los labios. ¿Hablaba enserio?

Un par de manos se posaron en mis hombros y pegué un salto en el banquillo frente a la barra, lugar donde me sentaba desde hacía varios días para conversar con Jinki y Taemin -el nuevo empleado- cuando dejaban de preparar pedidos. Mi celular fue a parar a los pies del recién llegado y la familiar risa de Minho me coloreó las mejillas. Me encantaba escucharlo reír. En mi estómago se instalaba una sensación extraña y me temblaban las piernas y, aun así, me gustaba que el alto estuviese tan cerca de mí.

— ¿Ha ocurrido algo bueno? — asentí, recibiendo mi celular de vuelta. — He de suponer que tu ‘beautiful stranger’ aceptó que se viesen, ¿no?

— ¿Cómo lo sabes? — enarqué una ceja, mirando a Choi directo a los ojos.

— No lo sabía, aunque ahora no me queda ninguna duda.

— Minho, ¿crees que esté bien que me reúna con él? — dirigí una rápida mirada a los dos chicos con delantales rosados que cotilleaban a un par de metros de nosotros, luego la devolví a mi compañero. — Quiero decir, ¿qué pasa si es un psicópata?

— Pues para enamorarse de ti, quizá lo sea.

— ¡Choi Minho!

Me ardía el rostro. Seguramente me sonrojé hasta las orejas, cosa que el insensible de mi amigo, porque en ese mes nuestra relación llegó a ese punto, aprovechó para burlarse de mí. Jonghyun se reunió con nosotros media hora más tarde, pero nos ignoró olímpicamente cuando Jinki, a quien sólo Jjong llamaba Onew, declaró su descanso. Ellos dos estaban locos uno por el otro. Un pequeño, diminuto, imperceptible, empujoncito y estarían juntos, siendo una pareja empalagosa y cursi.

— Así te ves tú cada que recibes un mensaje suyo.

— Cállate, Minho.

— ¿Tanto te gusta él? — suspiré, tomando una de las galletas “cortesía de la casa” que Taemin dejó a nuestro alcance. — ¿Qué pasa si no resulta ser lo que esperas?

— No he dicho que me guste y tampoco estoy esperando algo, Minho. — sonrió suavemente y me detuvo por la muñeca cuando pretendía tomar otra galleta con chispas de chocolate. — ¿Qué pasa?

— ¿Y si es un chico como yo? — enarqué una ceja, sonriendo con diversión. — ¿Qué?

— Eres un chico maravilloso, ¿no te lo he dicho antes? — asintió despacio, poco convencido. — Si fuera la mitad de dulce, tonto y romántico que eres tú, me sentiría complacido. Tu novia tiene mucha suerte, pequeña rana distraída.

— No tengo novia, Kibum. — se echó a reír, pellizcándome la mejilla.

— Yo creí que Sooyoung…

— Es mi prima. — siguió burlándose. — ¿Qué te hizo pensar distinto?

— Entonces, ¿crees que deba salir con él? — cambié de tema, sonriendo nerviosamente. — Es extraño, Minho. Pensé que se limitaría a los mensajes de texto, pero la última semana me ha enviado un café con Sehun y, aunque le pregunto de quién se trata, se niega a decírmelo.

— La especialidad de la casa, ‘Caramel Coffee’, tu favorito.

— ¡Así es! — declaré, removiéndome en el asiento. — ¿Cómo es que lo sabe?

— Ese café tiene un nombre alternativo, ¿lo sabías? — no tenía idea. — También le llaman: ‘Talk to me’, así que quizá por eso lo eligió, no sólo porque te guste o sea tan dulce como tú.

— Me gustaría que fuera como tú. — pensé en voz alta y gracias al cielo no me escuchó.

Minho echó un vistazo a su reloj de pulsera y suspiró, diciendo que debía ir a casa de un amigo suyo a ver si lo encontraba. A veces me preguntaba por qué no compraba un celular y se dejaba de cosas, así sería cuestión de unos minutos y sabría si realmente necesitaba dejar la cafetería o no. Además, ¿quién, en pleno siglo veintiuno, consideraba de poca utilidad un teléfono móvil?

— Me voy ahora, Key. — se puso de pie y colocó una mano en mi hombro, acercándose para dejar un beso en mi mejilla. — Suerte con tu atractivo desconocido.

— ¿Cómo estás tan seguro de que es atractivo?

— Sólo lo sé. — rió él, dirigiéndose a la puerta. — Confía en mí.

Fue muchísimo tiempo después que me di cuenta que me llamó “Kibum” y no ‘Key’ como lo hacían todos siempre. Sólo una persona me decía por mi nombre y ese detalle lo reservaba para mí, porque lo sentía personal, un secreto, algo que otros no podían conocer.

Todas las señales estuvieron ahí, pero no quise verlas.

Mañana es el gran día, ¿estás listo?
— Stranger.

 

Eres tú quién se ha mantenido oculto,
¿por qué no habría de estarlo?
— Key.

 

Ya te lo dije, siempre he estado ahí.
— Stranger.

Guardé el móvil y me serví un nuevo trago. Jonghyun palmeó mi hombro con fuerza desmedida, provocando que algunas gotas de vodka salpicaran mis pantalones. Le fulminé con la mirada, pero ante su expresión de enamorado soñador no me quedó más remedio que soltar una carcajada.

Habíamos decidido reunirnos un día antes de San Valentín en su departamento, beber hasta perder la razón, reírnos hasta llorar y gritar hasta que llegase la policía. Pensábamos hacer de ello una nueva tradición, igual que la reunión de Año Nuevo y la del Día de los Inocentes. Jinki asistió acompañado por Taemin y Kai -el novio de éste-, cosa que a mi amigo hizo enormemente feliz. Según le había escuchado decir, planeaba confesarle sus sentimientos a Onew a medianoche, en la terraza, contemplando las estrellas.

Si me lo preguntó, y creo que lo hizo, me pareció una idea muy cursi.

El rosa te sienta de maravilla.
— Stranger.

Me fingí indiferente a su mensaje, pero estiré el cuello para buscar a alguien “desconocido” entre los invitados. Bufé, ¿cómo podía él saber el color de mi ropa? Bien, tal vez lo dijo por decir. No había motivo para alterarse.

— El chico misterioso al ataque. — se burló Minho, apareciendo detrás de mí.

— ¿Cómo es que siempre sabes que me ha enviado un mensaje?

— ¿Te envió uno? — rió y lo miré confundido. — Lo decía porque dejaron esto en la puerta para ti.

Extendió hacia mí una pequeña caja envuelta en brillante papel rojo con un lazo blanco. Mis manos temblaron cuando la tomé y mi corazón se agitó. Por la sonrisa en el rostro de Minho, supe que mi exagerado reaccionar fue demasiado notorio. Sentía vergüenza por ser tan patético y estar tan nervioso, pero la curiosidad y alegría pudieron más, así que me dirigí a la cocina y subí al primer banquillo que estuvo a mi alcance, respirando ruidosamente antes de abrir el obsequio.

« Para mi bonito Kibum, porque lo quiero como a nadie más »

La letra me pareció conocida, pero no le di demasiada importancia. ¡Otro grave error!

Minho se mantenía de pie a mi costado, con un codo apoyado en la barra y su rostro contra la mano alzada. El ángulo perfecto para no perderse mi expresión. Se supone que ese momento debería haber sido íntimo, sólo que él seguía ahí y a mí no me molestaba ni un poco.

— ¿Te gusta? — asentí distraído, contemplando con ojos llorosos el relicario. Tenía la forma de un corazón, pero simulaba ser un candado. Intenté abrirlo, pero requería la llave. — Es bonito.

— Es hermoso, Minho, sólo que no logro abrirlo. — luego de varios intentos sin resultado y de no encontrar la llave, llegué a la conclusión de que él la tenía y me la daría en la cita. — Es… perfecto.

— Kibum, ¿realmente te has enamorado de él?

— Sí.

Mi confesión me golpeó con tanta fuerza que no reparé en su sonrisa satisfecha, en el brillo de sus ojos y la suave caricia en mi mejilla hasta después de que se fue.

Siempre supe a quién amaba, sólo que me negué a creerlo posible.

Feliz San Valentín.
— Stranger.

«Tinkerbell» se encontraba relativamente vacío, aunque era una fecha especial y pasaban de las cinco. Fue extraño, pero nos citamos ahí. Ocupé la mesa del fondo, dando la espalda a la puerta y saqué el último libro adquirido. Taemin dejó frente a mí un vaso de café y sonrió cálidamente, guiñándome travieso un ojo ligeramente delineado.

— Taemin. — lo detuve por la muñeca, nervioso. — ¿Lo envía él?

— Sí. — asentí, pasando la saliva con algo de dificultad. — Ha llegado ya y ahora se encuentra en el mostrador con Jinki, pero si deseas hacer las cosas bien, lo mejor es que no mires y esperes a que él venga a ti.

— ¿Cómo luce? — deshice el agarre, dando un sorbo al café.

— Te sorprenderás al ver su rostro. — rió un poco, cubriéndose la boca con el dorso de su mano. — Es bastante familiar, si me permites desafiar tu sentido del humor.

Luego de eso se marchó, dejándome confundido, nervioso y muy ansioso.

Escuchaba el constante “tic tac” del nuevo reloj de pared que Jinki colocó. Miraba mi celular una y otra vez. Si ya se encontraba en la cafetería, tan cerca de mí, ¿por qué no terminaba, de una vez por todas, de acortar la distancia entre nosotros y me mostraba esos ojos de los que tan orgulloso se encontraba?

Tal vez hablé muy rápido, porque antes de lo pensado una mano me cubría los ojos y algo rozaba mi mejilla. La fragancia de una rosa me llenó los pulmones y sentí la caricia de sus pétalos en mi piel sensible y ligeramente sonrosada. Mi corazón se aceleró, todo mi cuerpo reaccionó a su toque, a su calidez, a su perfume que tan bien conocía.

Y todo tomó sentido: las palabras, los mensajes, el café, las coincidencias, los regalos, la letra…

— No creo en el amor a primera vista. — articulé en un murmullo débil, sonriendo inconscientemente al recordar aquella pregunta que me hizo y dejé sin responder a propósito. — Tampoco en el destino, Cupido, las medias naranjas y las almas gemelas.

— Tampoco yo creo en el amor a primera vista, es por ello que tuve que mirarte varias veces para estar seguro. — mi sonrisa se acentuó. Adoraba su voz, su presencia, esa sensación tan llena de todo. — Fue una completa locura, ¿verdad?

— Me gustó. — admití y tomé la rosa entre mis dedos, oliendo su fragancia antes de dejarla en la mesa. — ¿Hasta cuándo piensas cubrirme los ojos, Minho?

— Hasta que esté listo para enfrentar tu mirada.

Solté una pequeña carcajada. El que fuese Minho… me hacía sentir muy bien. La verdad, muy en el fondo siempre quise gustarle. Deseaba con todo mi corazón estar a su lado, ser felices juntos.

— Minho, me gustas.

Su contacto desapareció, igual que mi sonrisa. ¿Por qué parecía sorprenderse tanto? Me incorporé torpemente y giré hacia él, buscando sus ojos, estaban abiertos como platos. Tan exagerado, tan tonto, tan…Minho. Palmeé sus hombros, aun sosteniéndole la mirada.

¿Qué seguía? Nos encontrábamos cara a cara luego de semanas de vernos casi a diario, de convivir como buenos amigos, de enviarnos mensajes como “desconocidos-conocidos”. Había admitido frente a él estar enamorado de la persona que enviaba los textos. Incluso un “me gustas” dejó mis labios. Y él sólo me miraba, congelado, atento a mi expresión seria. Traté de sonreír, pero me sentía nervioso y algunas lágrimas se derramaron como prueba de ello.

— Dilo de nuevo. — suplicó, secando mis mejillas con sus dedos. — Dilo, Kibum.

— Me gustas, Minho. — confesé, dando dos pasos hacia él, refugiándome en su pecho, escuchando su corazón latir frenético al igual que el mío. — Siempre supe que eras tú, pero no podía admitirlo. Lo deseaba, me negaba a creerlo. Dios, es tan injusto. Te quiero, ¡maldición!

— También te quiero, Kibum. — me rodeó con sus brazos, descansando el mentón en mi cabeza. — Estoy enamorado de ti desde mucho antes que Jonghyun nos presentara.

Fue un San Valentín diferente…

Todo el encuentro con Minho ese día supuso cambios. Todo él llegó a marcar un nuevo capítulo de mi vida. Me contó toda nuestra historia, cómo sus sentimientos cambiaron conforme los días pasaban y por qué decidió jugar al admirador secreto. Yo le escuchaba con una enorme sonrisa, tomado de su mano, mirando sus ojos preciosos con cariño.

Entonces, una canción popular comenzó a sonar. “Ese rostro desconocido ahora no lo será más”, y me reí, pensando lo apropiada que era para nosotros.

Te amo, Kibum.
— MinHo.

— ¿Aquí debo decir “y vivieron felices por siempre”?

— ¿No te parece un final demasiado común? — pegué un salto en la silla frente al escritorio. Minho me regaló una amplia sonrisa, tirando de mi mano para que me levantase y le siguiera fuera del estudio. — Además, las historias de amor no tienen final, bebé.

— ¿A dónde vamos? — seguía tirando de mi mano, guiándome por el pasillo y la sala. — Minho…

— Es San Valentín, amor. — detuvo sus pasos y se giró, tomando mi rostro entre sus manos. — Es nuestro tercer aniversario, así que debemos ir a «Tinkerbell» y…

— También podríamos quedarnos en casa y… bueno, tú sabes…

— Kibum, te amo. — sonreí, cerrando los ojos cuando su aliento me acarició los labios.

Correspondí lentamente, degustando sus labios, con mi corazón desbocado y el temblor en mis piernas. Envolvió mi cintura con un brazo y me pegó más a él, robándome una sonrisa contra su boca. Adoraba esos momentos, sentirlo así de mío. Estaba enamorado como un idiota, como una quinceañera, y no me avergonzaba ni me arrepentía. Dios, Minho era lo único que necesitaba para ser feliz.

Minho es al único que siempre necesitaré para ser feliz; total y completamente feliz.

Yo te amo muchísimo más, bobo.
— KiBum.

Nuestra historia no era un cuento de hadas, tampoco el clásico romance de 14 de febrero, pero era real, sincera y hermosa a su manera. Y yo no me quejaba de nada, mucho menos del resultado.

— Te amo, Minho.

Con todo mi corazón, mi alma y mi ser. Ayer, hoy, mañana y siempre.

Notas finales:

Muy bobo, ¿no? =3


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