Estaba enamorado; lo sabía a la perfección. Y, es que… su cuerpo estaba tan jodidamente dotado de belleza que me alteraba con sólo divisarlo a lo lejos, por mínimo que fuese el tiempo. Me ponía de los nervios verlo con alguien más; me estresaba no saber de él y más me frustraba cuando tenía que reprimir mis casi explosivos impulsos de querer besarlo. Pero debía ser como yo era siempre; el idiota que revoloteaba por doquier, insultándolo, molestándolo, fingiendo odiarlo…
Quizá en un principio llegué a pensar de él como una persona irritante, ególatra, anti social y egoísta, pero con el tiempo ya no tenía esa percepción de él… Cambió bastante en el transcurso de dos años y no sólo mentalmente, sino también su cuerpo había sabido crecer bastante bien. Su cabello negro con reflejos azulados, siempre sedoso y liso; sus ojos grises topando el negro, fríos como un témpano oscuro; su blanca piel era tan fascinante porque parecía transmutarse a tez de dorados centelleos cuando se posaba bajo el sol. Quizá sólo deliraba al estar cerca de él. Y es que me gustaba tanto que comenzaba a volverme insano.
Estaba decidido, después de mucho tiempo dándole vuelta al asunto. Me iba a declarar. Me bastaron dos semanas para prepararme; tener listo un discursillo de pacotilla que no sonara tan marica y, por supuesto, una reacción para su respuesta positiva y otra para una negativa. Yo no solía ser una persona con planes ni una estructura a seguir, no, todo lo contrario; actuaba impulsivamente, dejándome llevar por mis emociones. Pero esa vez era especial; debía estar tranquilo porque no se trataba de cualquier asunto; era Sasuke. Sasuke Uchiha; la persona de la cual estaba enamorado.
La noche del festival lo encontré conversando con Ino, quien llevaba un hermoso yukata violáceo con flores rosadas. En momentos como ese, envidiaba a las mujeres; ellas tenían un poco más de posibilidades de estar con Sasuke. No un hombre; eso era repugnante a los ojos de todos, seguramente.
–Sasuke, ¿podemos hablar? –le pregunté, al llegar hasta él, luego de que Ino se retirara.
Él asintió y caminé, guiándolo fuera del tumulto. No quise voltear a verlo, pues sabría que podría acobardarme y salir corriendo. Llegamos a un parque y nos detuvimos. Tuve que soportar los nervios y logré dar media vuelta para encararlo. Ya lo había notado, pero en ese momento comencé a apreciar que llevaba un kimono blanco titanio con las orillas de color azul rey. Me quedé embobado con esa imagen de él…
–¿Qué pasa? –me cuestionó, al ver que no decía nada.
–Yo… –reaccioné y me despabilé– Tengo que decirte algo y quiero que lo tomes en serio –continué, mientras él asentía, con ese semblante tranquilo que siempre llevaba encima. –Me gustas y… y quiero poder estar contigo –le confesé, casi en un grito.
Tapé mi boca por mero instinto, ya que me había percatado del tono de voz tan alterado que había utilizado. La expresión de Sasuke no cambió en ningún momento y mi cabeza comenzó a dar vueltas.
–¿Y qué quieres que te diga? –preguntó, sereno.
No supe qué contestar ni qué hacer… No esperaba que su reacción fuese tan neutral.
–Sólo quiero saber qué sientes por mí –me aclaré y me acerqué un paso, con sus ojos negros clavados en los míos.
–Tú a mí no me gustas ni nunca me gustarás. Es imposible.
Me quedé helado ante sus palabras. ¿De verdad había escuchado eso de sus labios? Siempre había sido cruel y frío conmigo pero no a tal extremo de hacerme llorar; porque lo hice, sí… lloré instantáneamente.
–¡Idiota! –le grité, con las lágrimas saltando de mi barbilla y salí corriendo, rumbo a mi departamento.
No me había esperado tal reacción. Ni siquiera había dicho las cosas que tenía planeadas decir… de nuevo; actué impulsivamente y se me venía abajo todo. No quería llorar porque sabía que eso no cambiaría nada y sólo me torturaría aún más. Decidí dormir para olvidarme de todo unas horas; no me era realmente grato recordarlo una y otra vez, mientras mi cerebro palpitaba por el tremendo dolor de cabeza que las lágrimas comenzaban a causarme. De verdad que a veces podía ser un estúpido.
Quizá había dormido muchísimo más de lo normal por la ligera depresión que se había apoderado de mí. Pero yo no era así, es decir, ¿desde cuándo Naruto Uzumaki era alguien depresivo? ¡No, yo no era así! Debía ponerme de pie y sonreír. Pero, sinceramente… no tenía muchas fuerzas para hacerlo. Ni ganas. Me levanté de la cama con mucho esfuerzo, fui a la cocina y comí cualquier cosa que me encontré. Tomar aire fresco y sentir el sol en mi cuerpo quizá aligeraría un poco el sentimiento de rechazo que sentía por las palabras de Sasuke. Salí en short y camiseta negra, paseé por la calle principal y me encontré con Lee. Cómo congeniaba con él, a pesar de ser tan raro.
–Oye, Lee… ¿Qué hiciste cuando Sakura te, uhm… rechazó? –le pregunté, al ver que se calmaba su entusiasmo.
–¿Que qué hice? –sonrió –Seguí luchando para, algún día, tener su atención. Sé que quizá nunca pase –suspiró, divertido – pero no quería quedarme deprimido y arrinconado. No-no –rio con simpatía y se detuvo un momento.
–¿Qué pasa?
–Sé que es duro… –me sonrió y se alejó, corriendo. –¡Pero sé fuerte! –alcancé a escuchar.
Suspiré. Quizá no tenía muchas opciones; dejarme caer o mantenerme de pie. Lo más probable era que Sasuke me ignorara con más esmero… dejaría de hablarme un tiempo, pero… si podía mantenerme cerca de él, estaba bien. No me importaba tener que soportar el dolor en el pecho que se presentaba cuando lo tenía frente a mí. Y, aunque estuviera realmente enamorado y hubiese sido cruelmente rechazado, no me rendiría. Porque yo soy así; persistente. Y si Sasuke nunca se fijará en mí, al menos tengo la certeza de que seguiré siendo su amigo.
Porque yo no soy una persona depresiva… aunque las cosas a las que me enfrento sean imposibles.