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THE NEIGHBOUR - JONGKEY por HMin

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Notas del capitulo:

Holi ~

Quería decir que éste oneshot se lo dedico a mi Puppy. Sé que no te lo esperas para nada, pero es lo menos que puedo hacer por ti. Tú me haces esos dibujos tan puppybonitos y puppycutes y yo... no hago nada. Así que creí que si hacia algo de lo que medianamente se me da bien -o eso dicen- pues te haría feliz. 

Sabes que estoy para lo que necesites. Te mereces lo mejor y más. Everything will be alright ;)

 

Quiero mucho a Puppy <3

—¡No saltes! —me gritaste.

Me asusté ya que no esperaba para nada que alguien subiese a la azotea. Sabía cuan era de extraño que alguien me viese sentado justo al borde de un alto edificio, cualquier persona podía pensar que quería quitarme la vida.

Era Febrero, tenía ante mí todo Daegu nevado. Había una brisa fría que me relajaba, los copos de nieve ya no caían por lo que podía ver en el cielo las estrellas; no siempre podía verlas.

Cuando te escuché, di un brinco del susto. Todo pasó muy rápido porque me tambaleé, creíste que iba a caerme y corriste hacía a mí. El miedo empezó a recorrerme por dentro, no quería que me tocase un desconocido, así que me dio tiempo a saltar. Te quedaste parado en el momento en que nuestras miradas se chocaron, supongo que viste mi temor.

—¿Te encuentras bien? ¿Por qué has intentado saltar? Mira chico, si estás pasando por un mal momento, estoy seguro que tiene solución, el suicidio no es la mejor opción.

Mi cuerpo empezó a temblar cuando diste un paso hacia el frente para poder estar cerca de mí, yo retrocedí. Y así estuvimos varios intentos hasta el momento en el que choqué contra la pared. Me miraste de arriba a abajo, mi cuerpo parecía un flan de tanto tiritar.

—¿Tienes frío?

Rápidamente te quitaste la chaqueta e hiciste el amago de ponérmela por encima, cerré los ojos totalmente temeroso de lo que podías hacerme. Creo que te sorprendiste ante mi reacción aunque acabaste poniéndomela por encima.

—¿Estás mejor? —asentí con timidez.

Fue en ese instante que te vi sonreír por primera vez.

—¿Ni siquiera vas a darme las gracias?

Bajé la mirada al instante. Esperaste una respuesta, pero nunca llegó. Me sentí fatal, me hubiese gustado agradecértelo. Empecé a sentirme inquieto al notar tu mirada clavada en mí, juraría que habías dejado de sonreír, estaba seguro que estabas enfadado por el silencio que había.

Entonces pude ver cómo recorría un escalofrío por tu cuerpo, tiritabas a causa de la fría brisa. Me sentí culpable; inmediatamente me quité tu chaqueta y la tendí para que la cogieses, aún tenía la cabeza agachada, no me atrevía a mirarte.

No la cogiste.

—Estoy bien, no te preocupes. De verdad, póntela otra vez —tu tono sonó totalmente sorprendido.

Estuve en la misma posición por unos minutos. Los suficientes como para que tu paciencia empezase a agotarse del silencio.

—¿Por qué no hablas?

Tragué saliva, avancé hacia ti hasta chocar contra su pecho, dejé que cogiese la chaqueta y salí corriendo con ganas de llorar.

—¡Oye, chico! —volviste a gritarme.

«¿Por qué no hablas?»

Recé por mis adentros para que no me siguieses, y gracias a Dios, no lo hiciste. Mi respiración era agitada cuando llegué a mi piso. Me dejé caer deslizándome por la pared, escondí mi rostro entre mis piernas y al fin, las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.

Fue la primera vez que lloraba por ti.

Eran lágrimas de tristeza, de impotencia y de alegría. Tristeza por mi problema, impotencia por no poder solucionarlo y alegría porque era la primera vez en mucho tiempo que alguien se portaba tan bien conmigo.

Esa noche, aunque me cambé de ropa y me duché, mi cuerpo olía a ti.

 

Durante dos días no te vi. Lo agradecí interiormente puesto que desde ese día, cuando tu rostro aparecía en mi mente cual estrella fugaz, me avergonzaba de mí actitud. Por eso, tras estar pensándolo detenidamente, decidí a escribir una carta, que aún sigues guardando en tu caja de recuerdos, dándote las gracias por haberme dejado la chaqueta y a la vez, pidiéndote disculpas por mi actitud. He de decir que no te mencioné lo de mi problema.

Cerré la puerta de mi piso confiado en ir al conserje para que me dijese dónde vivía el chico, no obstante no sé si fue el destino que hizo que justo en ese instante, salieses tú de la puerta de al lado.

Me quedé en el sitio estático, en el momento en el que me miraste volví a ponerme nervioso. Quise correr dentro de mi casa para esconderme de ti.

—Buenos días —dijiste animadamente.

No estabas enfadado conmigo puesto que me dejaste ver tu perfecta sonrisa.

Caminé rápidamente hacia a ti y te tendí la carta, me miraste extrañado pero finalmente la cogiste.

—¿Tan vergonzoso eres?

—¡Bummie! —sonreí inmediatamente al escuchar aquella voz tan de repente.

Visualicé detrás de ti a Onew que había vuelto de su viaje, aquellas dos semanas que él no había estado me parecieron eternas. Corrí hacia él y me abalancé a abrazarle, provocando que soltase su maleta para corresponderme.

—¿Todo ha ido bien? —asentí a modo de respuesta. Entonces, te miró—. Hola, soy Lee Jinki, pero puedes llamarme Onew.

Te tendió la mano, la aceptaste un tanto confuso por toda la situación.

—Kim Jonghyun, encantado. Soy el nuevo vecino.

—Bienvenido pues. Yo vivo aquí mismo, estoy para lo que necesites —tú también asentiste—. Bummie, ¿me ayudas a deshacer la maleta?

Asentí con energía. Me hacía muy feliz volver a tener a Onew cerca de mí.

—¿Te llamas Bummie? —me preguntaste curioso.

—Se llama Kim Kibum, pero su apodo es Key. Aunque yo soy el único que le llama Bummie.

Onew te respondió con total educación, no me atreví a mirarte pero estaba seguro que no entendías absolutamente nada.

Entré con Onew a su departamento. Le iba dando la ropa de su maleta mientras él la colocaba en el armario, realmente estaba muy feliz que hubiese vuelto.

—¿Te has hecho amigo del nuevo vecino? —me preguntó curioso, yo negué con la cabeza—. Parece buen chico.

No parecías un buen chico, yo sin conocerte del todo, ya sabía que lo eras.

—¿Te gusta?

Abrí los ojos como dos platos, no me esperaba esa pregunta. Negué con la cabeza con efusividad, sentía como mis mejillas empezaban a enrojecerse y por ese motivo, Onew estalló a carcajadas.

—Mírate Bummie, ¡te has puesto rojo!

Escondí mi rostro entre mis manos totalmente avergonzado. ¿Cómo podía gustarme una persona que ni siquiera conocía? Me dirigí a su escritorio, cogí una hoja y apunté:

“Ayer me vio en la azotea, ya sabes cómo me gusta pensar, pues él se creyó que quería suicidarme, se asustó mucho. Además, me dejó su chaqueta”.   

—Oh vaya —sonrió ampliamente—. Deberíamos darle la bienvenida con unas ricas tortitas, ¿no crees? Sí, esas que se te dan tan bien hacer.

Me negué completamente. No me importaba hacerte las tortitas, lo que me abochornaba era el tener que volver a verte; estaba completamente seguro que querrías explicaciones de mi actitud, pero no estaba preparado para que lo supieses.

No obstante, Onew y yo esperamos junto a tu puerta que vinieses. Habían pasado dos horas que había hecho las tortitas y tú no estabas en casa.

—Quizás viene ahora para comer. ¿Por qué no entramos en casa? Cuando escuchemos que haya venido, se las damos.

Cogí la hoja que había utilizado antes y escribí:

“Un rato más”.

—Está bien, pero yo he de ir al baño un momento.

Justo en el momento en el que cerró la puerta de su piso, escuché el ascensor. No le di la menor importancia hasta el momento en el que escuché tú voz.

—Oh… Hola.

Rápidamente me levanté del suelo con el plato de tortitas en la mano. Era comprensible que estuvieses sorprendido al verme sentado apoyado en tu puerta. Miré hacia el departamento de Onew, deseaba que saliese ya.

—¿Te ocurre algo? ¿Te has dejado las llaves dentro de casa?

Te tendí rápidamente el plato de tortitas, no entendía cómo podía ponerme tan nervioso con tan solo verte. Supongo que era algo normal que en esos momentos no entendiese lo que provocabas en mí.

Las cogiste y volviste a sonreírme de forma encantadora.

—¿Para mí? Muchas gracias —no obtuviste respuesta—. Eres mudo, ¿verdad?

Fuiste lo suficiente directo y conciso para que recorriese un escalofrío por mi cuerpo. Tenía miedo de decepcionarte, ¿por qué? No estaba seguro. Supongo que era porque te veía tan buena persona como Onew.

—Jonghyun, ya has llegado —ni siquiera me cercioré que Onew había salido de casa—. Bummie y yo te hemos hecho unas tortitas de bienvenida. En realidad las ha hecho él, yo me he limitado a mirar.

Te reíste con él mientras que yo quería que la tierra me tragase. Recogí la hoja y el bolígrafo del suelo. Ya te lo habíamos dado, ya nos podíamos irnos, ¿no?

—Seguro que están riquísimas. Muchas gracias a los dos. ¿Queréis entrar?

—Me encantaría, pero dentro de un rato he de irme a trabajar. Gracias por la invitación.

—¿Y tú Key?

Te aparté la mirada para negar con la cabeza. Me acerqué más a Onew para sentirme más protegido, él me entendió y rodeó mis hombros con su brazo.

—No puede hablar —te aclaró.

Por unos instantes te quedaste perplejo, supongo que lo sospechabas pero no estabas seguro.

—Yo… ¡Ah! El otro día, yo… te dije que… ¡lo siento! Yo no sabía que tú… bueno, no sabía que no podías hablar y… lo siento, Key.

Miré a Onew incrédulo sin entender a qué te referías, parecías estar desquiciado.

—¿Qué ocurrió?

—Bueno, le dejé mi chaqueta y como no me dio ni las gracias, pues le pregunté el por qué no hablaba… —me miraste apenado—. Por eso te fuiste corriendo, ¿verdad? Te hice sentir mal. Lo siento, lo siento mucho.

Intentaste acercarte a mí, pero me medio escondí detrás de Onew.

—No le gusta relacionarse con la gente. Pero no te preocupes, estoy seguro que te perdona, ¿a qué sí, Bummie?

Me miró y yo asentí en modo de respuesta.

—Empecemos de cero —me tendiste la mano—. Hola, soy Kim Jonghyun y soy tu nuevo vecino. Espero que nos podamos llevar bien, soy una buena persona, lo prometo.

Dudé en estrecharte la mano, pero lo hice tímidamente. Me aparté de Onew para apoyarme en la pared y anotar en la hoja:

“Bienvenido Jonghyun. Soy Kim Kibum, pero puedes llamarme Key. Sé que eres una buena persona. Disfruta las tortitas”.

Tras leer, sonreíste ampliamente. Incluso miraste a Onew emocionado.

Desde aquel momento, venías una vez al día a verme. Al principio era incómodo, pero poco a poco supiste cómo hacer que te cogiese confianza. Obviamente no era la misma con la que tenía con Onew, pero lo importante es que me sentía bien a tu lado.

 

Ese día me desperté pronto para darles los buenos días a Onew ya que por culpa de su trabajo no podía verle muy a menudo. Estuve a punto de abrir la puerta cuando te escuché hablar con él justo delante de tu casa.

—Por culpa del trabajo hace unos días que no le veo, ¿está bien?

—Sí. Me paso cada día a verle.

—Estoy muy contento que por lo menos te deje entrar en su casa. Ya sabes, no le gusta relacionarse con las personas. Y no es que sea tímido, pero por cosas que le han ocurrido se ha vuelto de ésta manera. También tiene fobia al contacto físico. La vida ha sido muy puta con él.

¿Cuándo se me llenaron los ojos de lágrimas? No entendía el por qué no paraban de cesar por mi rostro.

Abrí la puerta y ambos dejaron de hablar.

—Qué madrugador, Bummie.

—Buenos días.

Con la cabeza agachada y la vista al suelo, me acerqué a ellos. Suspiré para alzar la vista hacia Onew, ambos me mirabais sorprendidos —normal, estaba llorando—. En un abrir y cerrar de ojos, le propiné una bofetada en la mejilla a Onew.

No quise ver su reacción puesto que salí corriendo hacia las escaleras. Aunque no quería que ninguno de los dos me siguiese, sentí cómo alguien agarraba mi brazo para pararme justo cuando faltaban un par de escalones para llegar a la azotea. Me deshice del agarre rápidamente, tenía miedo.

—Lo siento, de algún modo debía de pararte —dijiste, pero yo retrocedí hasta chocar contra la pared—. No voy hacerte daño, Key.

Seguías acercándote más, yo cada vez tenía más miedo y acabé sentándome en el suelo mientras ocultaba mi rostro entre mis piernas. Te agachaste para llegar a mi altura, sé que querías tocarme, pero te contuviste.

—Tranquilo, no voy hacerte nada. ¿Por qué pegaste a Onew? —esperaste unos segundos—. Puedes contármelo, Key. Soy tu amigo.

Me atreví a mirarte aún con los ojos rojos llenos de lágrimas, yo mismo me las aparté con el jersey. Como viste que reaccionaba, esperaste a que diese el paso a contarte lo que me ocurría. No sé exactamente lo que me llevó a sacar la pequeña libreta que siempre llevo conmigo del bolsillo y a escribir:

“Decepción”.

—¿Decepción? No lo entiendo.

“Onew”.

—Onew te ha decepcionado, ¿es eso? —asentí—. ¿Por qué?

“Mi pasado”.

—¿Tu pasado? … Ah, ¿nos escuchaste hablar? —volví a asentir y guardé la libreta—. No te sientas así, tan solo lo dijo para avisarme y no la fastidiase contigo. No quiero que pienses que voy hacerte daño. Onew confía en mí, sólo quería advertirme. ¿Lo entiendes?

Ni asentí, ni negué, me mostré totalmente impasible sin atreverme a mirarte fijamente.

—Él te comprende tanto que no sería capaz de decepcionarte —suspiraste—. Él es tu voz, ¿y sabes? Yo también quiero serlo.

Creo que en ese instante no entendí que era una declaración, tan solo sentí que querías ser cercano a mí, como lo era Onew. Supongo que, tú también sentiste la necesidad de protegerme.

 

No soy capaz de recordar cual fue el punto culminante que te hizo ser más cercano a mí. Venías más veces a verme a casa, me explicabas lo cansado pero a la vez lo mucho que te gustaba tu trabajo. Y yo ya me daba cuenta cada vez que me enseñabas algún dibujo la cara de felicidad que ponías; como cuando publicaron tu libro de ilustraciones, me regalaste uno con una dedicatoria incluida.

Sin embargo, a pesar de estar feliz —Onew ni siquiera se enfadó conmigo— tenía un problema. Y es que, a Onew le veía como un hermano mayor, pero a ti… a ti se me hacía imposible.

 

Llamaste a la puerta, bajé la temperatura del horno y fui a abrir. Te encontré sujetando una caja y con una sonrisa muy amplia me dijiste:

—¡Buenos días! He ido a comprar galletas para desayunar, pero claro, no puedo comerme todas. ¿Me ayudas?

Aunque te sonreí, por dentro me desilusioné.

—Llevas el delantal, ¿estabas cocinando?

Te dejé entrar y fui a anotar en una hoja:

“Estaba haciendo muffins”.

—¿Muffins? ¡Me encantan! Tiraré las galletas.

Cogí la caja antes de que las tirases. Puse mala, era obvio que no estabas entendiéndome.

“No puedes tirarlas, te has gastado dinero en ello”.

—Vale, llevas razón. Las guardaré para otro día —asentí como modo de aprobación.

Me giré para aumentar un poco la temperatura, aún faltaban diez minutos para que se hiciesen. Al volverme para darte la cara, estiraste el brazo hasta que tu mano rozó mi mejilla. Cerré los ojos con fuerza, el corazón se me aceleró, quería huir pero no podía. Tu dedo ya rozaba mi mejilla… y se sentía bien.

—Tan solo tenías un poco de harina —te excusaste.

Abrí los ojos lentamente cuando ya dejaste de tocarme, desde luego, habías conseguido ponerme muy nervioso. No obstante, lo que ocurrió a continuación lo sigo teniendo un poco confuso. Fuiste lo suficiente rápido como para que en un cerrar y abrir de ojos sintiese tus labios sobre los míos. Mi cuerpo empezó a reaccionar a base de temblores, comenzaba a tener miedo de lo que podías hacerme, ni siquiera salían lágrimas de mis ojos.

¿Y sabes por qué? Porque a pesar de todo, me estaba gustado.  

Viste mi rostro totalmente sorprendido, te hice sentir mal, por lo que retrocediste varios pasos para mantener una distancia prudente entre nosotros. Incluso tus mejillas estaban sonrojadas.

—Lo siento Key, no debí… lo siento…

En ese instante pensé en que quizás nuestra amistad no iba a ser la misma. Pero, yo quería decirte que en realidad me gustabas, ibas a huir de mi casa por el bochorno que estabas pasando. Me sentí culpable.

Así que rápidamente, cogí la hoja y escribí en grande:

“Me gustas”.

No supe muy bien descifrar tu cara, fue un poema. Lo único que fui capaz fue dejarte el bolígrafo que me pedías con la mano. Te lo dejé, y escribiste algo en otra hoja aparte.

“Tú a mí también me gustas”

Justo en ese momento, entendí el significado de felicidad.

Ambos nos sonreíamos cuales niños con su nuevo juguete. Dejé que te volvieses a acercar a mí lo suficiente como para sentir tu respiración chocar contra mi rostro. Volví a tener miedo, me contuve las ganas de empujarte pero sabía que no ibas a hacerme daño, y al fin y al cabo, tenía que superar mis traumas.

Nuestros labios volvieron a plasmarse, entreabriste tu labio inferior para que nuestras bocas encajasen a la perfección. El beso sabía a necesidad por tu parte, de alivio por el mío y deseo por ambos. Y es que movías tus labios de forma lenta, sabías como hacerlo para que me sintiese cómodo, y lo conseguiste, hiciste que mis mariposas dormidas alzaran el vuelo.

Te separaste de mí sin dejar de sonreír.

—¿Puedo quedarme con la hoja? —asentí.

Aún sigues teniendo esa hoja donde ponía que me gustabas en la pared de tu habitación.

 

Pasaron tres meses cuando poco a poco iba saliendo de casa para relacionarme. Gracias a ti conocí a Minho y a Taemin, eran amigos tuyos y eran tan geniales como tú. Además, siempre hacíamos “terapias” para que dejase de tener miedo al contacto físico. Creo que jamás te harás a la idea lo mucho que significaba para mí que intentases ayudarme con mis temores.

Por la noche decidimos salir a tomar algo con ellos, Onew tenía otros planes, así que no pudo venir con nosotros. Caminábamos por la calle cogidos de la mano, quedaba poco para llegar a casa cuando de repente un hombre se chocó contigo, y tú, en vez de pasar de él, soltaste:

—Vigila por dónde vas.

—¿Perdona? —te respondió inmediatamente—. Vuélvemelo a decir a la cara, imbécil.

Se notaba a leguas que iba borracho. Apreté tu mano para que no le siguieses el juego, pero caíste. Me soltaste y te acercaste de forma chulesca.

—Que vigiles por dónde vas. Mira, te lo digo en la cara.

—Me viene de listillo aquí el gilipollas este.

Entonces te propinó un puñetazo justo en la nariz. Pude ver como empezabas a sangrar, y tú no te quedaste quieto, le devolviste el golpe.

Sin embargo, yo estaba detrás observándoos mientras en mi mente no paraban de pasar imágenes de mi infancia. Esas imágenes que desearía enterrarlas para siempre pero no voy a ser capaz nunca de hacerlo.

 

Estábamos en la cocina, papá tenía a mamá acorralada en la encimera, ella lloraba y él la tenía sujeta de un brazo. Volví a darle una bofetada, haciendo que mamá girase la cara por completo.

—¡NO! —se me hizo inevitable gritar.

—¡Cállate, Kibum! Como te muevas de ahí, te pegaré a ti también.

Sin embargo, a mí nunca llegó a pegarme. Me obligaba a esconderme debajo de la mesa. No me servía de nada tápame los oído con las manos, escuchaba igualmente los gritos de mi madre y sus sollozos. Tan solo tenía cuatro años, ¿qué podía hacer?

Le agarró por el pelo haciendo que echase la cabeza hacía atrás, pude ver todo el cuello de mamá lleno de marcas. Lloré en silencio por ella, sabía que estaba sufriendo. Papá coló su mano por debajo del vestido de mamá, sus piernas flaquearon y soltó un grito de dolor.

—¡MAMÁ! —volví a gritar.

Papá dirigió su mirada a mí, se agachó y me obligó a salir de debajo de la mesa. Le tenía muchísimo miedo, era mi peor pesadilla.

—No le hagas nada a nuestro hijo… —suplicó mamá con voz débil.

—Cierra el pico, Kibum. Ni se te ocurra volver a hablar, mantente callado. Como te escuche decir algo, aunque sea un susurro, lo pasarás peor que mamá, ¿me oyes?

No volví a hablar nunca más.

 

Ahora estoy en un rincón de la cama, escondo mi rostro entre mis piernas porque las imágenes siguen y siguen pasando cual película por mi mente. Tú estás delante de mí, la nariz te ha dejado de sangrar, pero sigues teniendo varios arañaos y golpes en el resto de tu cuerpo. ¿Por qué has tenido que pelearte?

—Key… lo siento…

«No lo sientes, no sabes por qué te estás disculpando»

Te miro con los ojos llenos de lágrimas, estás triste y desearía poder hablar para poder contarte lo que está ocurriendo en mi mente. Eres el único que puede ayudarme a superar todo.

—Deja de llorar, por favor… —te noto tan arrepentido, que se me rompe el corazón—. ¿Quieres que te deje solo?

Como ni siquiera me muevo, tras esperar, decides levantarte de la cama para irte. No obstante, te agarro del brazo impidiéndote irte. Te quedas sorprendido ante mi reacción, no debes de saber lo que quiero ni lo que pienso, sé que es difícil poder estar con una persona como yo.

Realmente me compadezco de ti.

—N-n…no… má…más… p-p-pele…peleas… —suelto, no sé cómo, pero consigo decirlo.

Me miras con los ojos como dos platos. Te suelo observándote totalmente perplejo… he sido capaz de… hablar. Supongo que el miedo que a ti pueda pasarte algo que yo he vivido me aterra tanto que he sido capaz de superar un trauma.

 

¿Sabes Jonghyun? Para demostrar a alguien que le quieres, no siempre hay que decir la palabra “te quiero” o “te amo”; una acción vale más que mil palabras. Hay detalles que te marcan la vida, y a veces, son los más importantes. 

Notas finales:

Ha decir verdad, no me he parado en revisar las faltas, así que... ¡lo siento!

 

Gracias a todas las personas que lean <3


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