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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Buenos días :D Al fin actualicé... Fiuuu

Estaba ocupada subiendo el otro fic que comencé a hacer, "A tres notas de un sueño". Si quieren pasar a verlo son caps cortos, y continuaré la historia hasta al final como con este fic :3

Nuzelia, eres de fierro, y seguramente no tardarás en leer apenas veas la actualización :3 Espero que te alegres con la situación de Misha ahora ♥

Empoleón, sí, hice triste el yuri TwT Sin futuro para esas dos ¿no? En este cap no aparece Zinaida recién lo he notado, parece que nunca la dejan escapar jaja Bueno, en el sigueinte hay una escena especial de ellas dos TwT Jess vive en Kansas, en la zona rural. Es un estado grande con zonas rurales, y en una de esas casillas vive Jess :3

Sweet Princess TwT Sii, esos dos ya necesitan algo de amor ♥ No tanto gimoteo Jaja

Ryusand, tienes razón, no es lo mismo recrearlos en la mente que mostrar un dibujo. Cuando haga el post de Taringa se los paso por acá para que lo vean ♥

Adriana, gracias por tu rw :3 Sii ya verás a tu Sasha

YunOOO, Gracias por leer :3 ¡Bienvenida! jeje Sí, hago tan desdichado al pobre Misha, pero ya le llegará su héroe :3

Damma y Jazz, ojalá pronto lleguen a este cap :3 gracias por comentar, saluditos.

Ahora sí...

~Corre fic...

Capítulo 18


Las luces infinitas de la noche eran embriagadoras. Errando los pasos, fue hasta la entrada del hotel. Su olfato le mostraba a grandes rasgos que allí estaba él. Lo sabía por su fuerte aroma a colonia. Se escurrió por la puerta, y con la cabeza gacha pasó entre las personas de la recepción.

Había pasado semanas desde que no veía a su dueño, o a alguien con aroma familiar. Desde que Ambroise lo separó de su querido Misha y lo lanzó a la calle, sólo pudo vagar sin rumbo. Pero una pizca de esa esencia logró conmover los sentidos de su capcioso cuerpo, y entonces fue tras su rastro.

Agitó el rabo inconscientemente al verlo caminar a varios metros de distancia. Podía notar su nerviosismo por cómo le tiritaban las manos, y aquel sudor que le llegaba hasta la sensibilidad de sus bigotes. Iba en el transcurso a salir del edificio, bajando del ascensor. Se estaba alejando.

Corriendo tras él, extendió sus patas para ir más aprisa, y cuando amagaba a salir por el portón, soltó un fiero ladrido.

El humano dio la vuelta, y al verlo frunció el ceño. No tardó en comenzar a reírse y acercarse para acariciarle el cuello con alegría.

— ¡Fernando! ¿Qué haces aquí, amigo?

El can dio vueltas sobre sí, excitado de que lo reconociera. Se pegó a su pierna y pidió más caricias frotándole el hocico sobre sus jeans. Un aroma desconocido para él se difuminó hasta estar frente a él, personificado en una niña de piel oscura y varios aretes montados en la oreja. Apenas lo vio le sonrió.

—Oh, qué bonito. Sí que eres un perro bonito, sí…

Se inclinó a tocarle las orejas, a mantener contacto físico, pero Fernando se alteró al verla acercarse tan confiadamente y le enseñó los dientes con ferocidad. La jovencita se alejó varios pasos, asustada por su reacción. Lyod comenzó a reír.

— ¿De qué te ríes? Casi me mata esa bestia loca.

—Es un perro, no te lo tomes así—correspondió el abrazo de Fernando, quien lo lamió efusivamente sobre el rostro, dejándole un rastro de baba—Ya, ya, amigo.

— ¿Es tuyo?

—Es… de un amigo—tomó el hocico del can entre las manos— ¿Qué haces lejos de tu dueño? Debería llevarte de paso.

— ¿No ibas a ver a esa chica? —Interfirió Keisha con presurancia.

—Tú no te metas, no pienso ir contigo, te lo advertí…

— ¡Lyod, eres un…!

—Ah, ah. Se terminó la discusión. ¿Tú estás de mi lado, Fer?

Fernando soltó un ladrido, acallando las quejas de la muchachita. La votación estaba dicha.








Desabrochó los botones de su camisa uno por uno, desvistiéndose lentamente. Era casi tortuoso sentir el rose de la tela sobre su piel. Estaba devastado. No logró conciliar el sueño en toda la noche, y no ayudaba mucho oír cada tanto los pasos de Ambroise tras la puerta, custodiando su estadía. Ya no soportaba la situación.

Era iluso aferrarse a la idea de que Lyod correspondiera su llamado. Al fin y al cabo, él no conocía su faceta de “Inna” y ellos no eran más que amigos en cierta forma… Bueno, ni siquiera eso. Los amigos no mantienen relaciones sexuales furtivas sin conocer nada el uno del otro. Eso era más parecido a… ¿una aventura?

Encendió el grifo de la ducha y dejó que las gotas tibias le resbalaran sobre el cabello, recorriendo la curva de su espalda. Los músculos fueron relajándose hasta el punto de que casi se queda dormido en la tina. Se enredó su menudo cuerpo con la toalla y salió al cuarto.

¿Qué esperaba de Lyod? Sabía que no podía huir de su destino. Al menos… tan sólo verlo unos minutos antes de que todo terminara para él, sería un consuelo en sus noches acuciadas.

El vestido estaba allí, mirándolo con aprensión. No podía recibir a Lyod con su verdadera identidad. No podría mostrarse ante Ambroise y el resto del personal del motel como Misha. A duras penas se puso la prenda de volados sonrosados, con los caracteres de varios rombos sobre la textura de la tela. Era un vestido agradable a la vista, pero no justamente para él.

Sobre su cabeza dejó caer la peluca de cabellos castaños, en cada delicado pie los zapatitos de charol negro… y salió a la entrada.

Gracias a Dios no veía a Ambroise por la recepción. Con disimulada cautela se sentó sobre uno de los sillones de allí, tratando de ocultar su nerviosismo tomó una de las revistas sobre la mesilla de vidrio.

“Esto va a ser más difícil de lo que creía”

Comenzaba a darse por vencido. La tarde iba muriendo sobre los brazos del ocaso, lentamente, y era cuestión de tiempo para que Ambroise lo encontrara. Fue entonces cuando, tal vez de una manera ciertamente brusca, vio a ese joven de piel bronceada ingresando al hotel, con su rostro surcado por la confusión. Llevaba una cazadora marrón y unos jeans oscuros. Se levantó de un salto y fue a recibirlo.

— ¡Lyod, viniste!

Amagó a lanzarse a su cuello, pero la expresión totalmente nerviosa del muchacho lo hizo detenerse. En su lugar le sonrió.

—Estoy feliz de verte.

—Hum, yo…—se rascó la cabeza y mostró el ramo de rosas que traía tras la espalda— T-tú pediste las flores así que…

No se hizo faltar la voz recelosa de la secretaria de administración, quien estaba fichando con la mirada a Lyod apenas pisó el lugar.

—Señorita Ivanova, ¿es su invitado?

Tomó el ramo con rapidez, dirigiéndose a la mujer con una expresión calmada.

—Es el joven que trae las flores para mi boda, no se preocupe.

Volviendo a su labor, los dejó tranquilos a ambos. Misha se volteó y en ademán confabulador se acercó disimuladamente al oído del moreno.

—Oye… ¿Alguien te vio al entrar?

Notó que este se ruborizaba un poco y ocultaba su pudor rascándose la nuca.

—Oh, creo que no… Perdona que te interrumpa, pero… ¿No iba a hablar Misha conmigo?

—Es que, ya sabes, está ocupado, así que yo…

Miró hacia ambos lados con paranoia, y al percatarse de que nadie los veía, lo asió del codo y tiró de él hacia fuera. Era un ocaso digno de admirar, con las nubes sonrosadas danzando en el firmamento. A pocos metros estaba la Chevy roja.

—Inna…

Se sintió extraño al ser llamado de esa forma. Normalmente le molestaba que utilizaran ese nombre hacia su persona, pero viniendo de una voz tan cálida, se quedó en silencia mirando la profundidad de sus ojos verdes.

—Me pareces una chica muy linda… No sólo porque eres bonita, sino… es que… eres tan amable, yo…

No pudo soportarlo. Soltó una risilla. Lyod pareció algo abochornado.

— ¿Acaso no decías que las chicas siempre confunden las cosas?

Lyod quedó boquiabierto por un momento, con la mirada perdida sobre su rostro. Antes de que pudiera emitir palabra alguna, les llegó el sonido de la voz estruendosa de Ambroise, que se acercaba desde el aparcamiento, bajando de su Audi negro. Hablaba junto a una joven bajita de cabello recogido con pinta de secretaria. Al ver a Misha, enfiló directamente hacia donde estaban.

Por la mirada de Lyod, supo que lo reconoció. Se quedó de pie, observándolo con soberbia. Y la agudeza de Ambroise lo captó de inmediato. Frente a ellos, se rascó la barbilla, y se dirigió a Misha fingiendo que el moreno no existía.

—Inna, ve a tu cuarto ahora mismo.

Lyod se interpuso frente al pequeño ruso con ademán protector.

—Sube al auto, ahora, por favor.

—P-pero… ¿qué?

Sacó el manojo de laves de su bolsillo y se los tendió a Misha, quien en un primer momento parecía no comprender. No llegó a reaccionar que una fuerte mano lo lanzó hacia tras. El rostro de Ambroise estaba consumido por la furia.

— ¡Dije que fueras a tu cuarto! ¿Acaso no soy tu esposo…?

Su pregunta fue transformándose en un aullido de dolor. Del auto emergió una bestia de pelaje negro que atacó directamente su pierna derecha.

— ¡Fernando, mi niño!

Los transeúntes de Ohio se voltearon a contemplar el espectáculo que se desarrollaba en las inmediaciones del aparcamiento de coches del hotel. El can no soltó la pierna del hombre hasta que comenzó a sangrarle y su joven acompañante debió tomarlo por los hombros. Muchos seguían de largo ante el temor que les infundía el animal, y no se hicieron faltar las llamadas al 911. Misha se alteró al percatarse de ello.

Esta vez Lyod logró meterse en el auto y con él acarreó al pequeño en el asiento de copiloto. Fernando se metió de un salto y se lanzó a llenar de lamidas cariñosas a su perdido dueño. Entre sus nervios y la confusión, el moreno se quedó petrificado sobre el asiento, sin saber claramente qué hacer.

Misha encendió el motor y dio un giro vertiginoso con el volante, para rodear las instalaciones del lugar y salir hacia la avenida. En un acto reflejo Lyod tomó el mando y comenzó a conducir.

— ¡Apresúrate que nos va a seguir!

— ¿Q-quién?

Por el espejo retrovisor vio que el Audi negro iba en su persecución. Casi da un respingo de miedo al notarlo. Ese hombre estaba decidido a detenerlos.

— ¡¿Qué diablos quiere ese tipo?!

Los ojos chocolatosos de Misha se ensombrecieron.

—A mí.








La cabeza le daba vueltas en un remolino que sólo desembocaba en la nada misma. Estaba perdido en sus confusiones. Sólo sabía que debía conducir, ya que el rostro acuciado de su acompañante, y la situación lo ameritaban. Fernando no paraba de ladrar, empeorando su estado.

¿Quién era realmente la persona que estaba acompañándolo? ¿Por qué estaba salvándola sin ningún fundamento? ¿Acaso estaba loco?

Apeó el coche a un lado de la ruta, ocultándolo detrás de unos arbustos. Se dirigió hacia su acompañante de manera suave.
—Y-yo…

—Lyod.

Se miraron por un momento. El pequeño rostro de esa criatura se iluminó por una sonrisa.

—Gracias.

El Audi negro se perdió de vista entre las calles infinitas. Estaban a salvo por el momento. Su acompañante soltó un suspiro y ante sus anonadados ojos, se quitó el cabello… No, en realidad era una peluca.

“¡¿Una peluca?!”

—Lo siento, Lyod, debí haberte advertido antes… ¡Pero no niegues que debías haber dudado al menos un poco!

—E-eres…

—Sí, soy Misha, siempre lo fui. Agradezco que quisieras salvarme de ese tipo, pero…

Su gesto fue de pura protección al ver cómo maltrataba a ese ángel de cabellos castaños, su alma entera se conmovió por ella. Y como siempre le sucedía, no era más que un engaño. Estaba irritado consigo mismo.

—Explícalo todo o te bajas ahora mismo del auto.

Los ojos chocolatosos de Misha temblaron. Bajó la cabeza entre los hombros.

—Lo siento. No quería meterte en este lío.

No iba a dejarse engañar otra vez por una cara bonita. Estaban acostumbrándose a fiarse de su buena voluntad y jugaban en contra de ello. Amagó a maldecir, a insultar, a hacer cualquier cosa que desquitara su rabia, pero entonces el rugido de un motor les causó un respingo. El Audio volvió a aparecer, ahora cortaba la Avenida Principal desde la otra rama y arremetía contra la Chevy.

En un giro brusco puso el auto en marcha a toda velocidad. Misha cayó sobre el panel, encendiendo sin querer la radio. A un alto volumen comenzó a sonar:

Help! I need somebody help. No just anybody. Help! I just need someone help…

El aire que se colaba por las ventanillas le daba de lleno en el rostro, revoloteando sus cabellos. No podían detenerse. El Audi cada vez se acercaba con mayor fiereza, intentando acorralarlos.

Varios conductores los insultaban al pasar. Iban demasiado rápido, sobrepasando los 60 kilómetros por hora que permitía la ruta. Rosaban los 120 de velocidad, y Lyod sólo podía rezar que ningún oficial de policía los detuviera en ese preciso instante. Algo le decía que no los ayudaría justamente a ellos.

Fernando no paraba de ladrar, la radio emitía la música a un alto volumen, Misha no paraba de gemir de los nervios, y su cabeza daba vueltas. No tenía idea de qué hacer o hacia dónde ir. Estaban perdidos.

— ¡Hey, guapo!

La voz de soprano de una jovencita se oyó desde el otro lado de la ventanilla. Un Porsche amarillo intentaba seguirles el paso. Al verlo, Keisha le guiñó un ojo.

— ¿Qué diablos haces aquí? Te dije que…

— ¿No te alegras de verme? Y yo que pensé que llegaba en buen momento.

Apenas lograban oírse. El viento les silbaba en los oídos.

Keisha miró hacia tras. No era difícil descubrir que alguien los estaba persiguiendo. Se dirigió a Lyod con una mueca de escándalo.

— ¡Te raptaste a esa chica!

El rubor de Misha fue respuesta suficiente para que comenzara a reírse. Sin dejar a Lyod redimirse, señaló unos metros hacia delante.

—Para detrás de mí en aquel motel.

A la orilla de la ruta, en un entramado de cales que daba a una rotonda, estaba la instalación “The Avenue: Hotel” cuya recepción era de un vívido color salmón. La niña se apeó delante de ellos, y a pesar del creciente pavor a ser atrapados, Lyod viró con rapidez y se ocultó tras los muros del hotel.

Keisha les hizo un gesto con la mano y fueron tras ella. Ingresó al hotel con total calma, e incluso se sentó en uno de los mullidos sillones de ahí. La recepcionista al verla anotó un cuarto y le tendió las llaves a Lyod, quien no cabía en la sorpresa.

—Ve, ocúltala por un tiempo. Si entra aquí lo echaré.

—Pero, ¿qué…?

—Es la dueña—murmuró Lyod para sí mismo, pero al oírlo Misha acalló.

El sonido de las llantas estrellándose contra el pavimento no era buena señal. Estaba acercándose. Sin perder tiempo, se perdieron tras el corredor que estaba a su diestra, algo estrecho y adornado por varios cuadros de estilo surrealista.

La llave contenía una pequeña etiqueta con el número 3, así que ingresaron a ese cuarto. Le echó el pestillo y se dejó caer sentado sobre el suelo, cubriéndose el rostro con las palmas de las manos. Por el sonido de las mantas supo que Misha se había sentado en la cama de sábanas blancas.

—Lyod.

Su voz sonaba casi inaudible. No podía mirarlo.

—Cállate o va a oírte.

Estaba harto de que lo utilizaran como una marioneta a su querer, que le ocultara cosas realmente relevantes, y luego destruyera sus ilusiones sin prevenirlo siquiera.

Pudo oír desde el lobby la voz estruendosa de Ambroise, pidiendo a gritos que lo dejaran pasar a la residencia. A los pocos minutos se diluyo en el aire, y sólo quedó el más absoluto silencio entre ellos.











Las extensas parcelas de campo parecían nunca acabar. Eran cerca de la medianoche, el sol se ocultaba tras los últimos espasmos del día, en el horizonte, dejando que la luna brillara sobre el firmamento en todo su esplendor. Los rayos platinados se proyectaban sobre su cabello rubio, haciendo su rostro varonil aún más atractivo a la vista.

Apeó el Peugeot a pocos metros de una cabaña que se cernía en las inmediaciones. Era pequeña, de aspecto rupestre. Palmeó las manos, y de ella salió un hombre barrigón de gran altura. Al verlo frunció el ceño y se acercó hasta él, tomándose del cinturón de su pantalón.

— ¿Quién es?

—Hola, buenas noches. Estoy buscando a la familia Owen.

Se volteó y señaló unas luces titilantes a lo lejos, entre las sombras.

—Es la casilla que está por allá—lo observó desde la punta de sus zapatos marrones hasta el último mechón de cabello rubio— ¿Es un pariente?

—Necesito hablar con uno de ellos—le sonrió— Muchas gracias.

Volvió a subir a su auto, y recorrió unos cuantos kilómetros más. Las casas estaban muy separadas unas entre otras, seguramente delimitando sus parcelas de tierra utilizadas en la plantación. Notó varias construcciones agricultoras por el lugar, a pesar de la escasa luz.

Detuvo el coche a varios metros, y observó con cuidado. En la entrada se hallaba una camioneta verde, y junto a esta la bicicleta azul Francia. No podía dudar de que aquella fuera la casa de Jess. Soltó un suspiro al imaginarlo allí dentro, en la calidez de su hogar, siendo recibido por su familia. Debería tener un rostro muy feliz.

Apoyó la espalda contra la superficie de su coche y contempló las estrellas brillando en el cielo. Iba a ser una larga noche.










Sonrió afablemente al ver a la pequeña Lucy corriendo en su dirección. Se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar sobre su hombro. El rebelde Luke fingió no verlo, pero cuando Jess lo llamó con la mano, fue a su lado a saludarlo. Por su lado no faltó la escandalosa Sunny, quien apenas vio a su hermano mayor comenzó a mostrarle todos sus maquillajes y las nuevas revistas que compró su padre para ella. Sólo el inocente de Tomy le dedicó una sonrisa al verlo llegar.

Bueno, cabe aclarar que su madre no dejó de llorar, incluso mientras preparaba la cena de bienvenida. Era muy apegada a sus hijos, en especial a su primer varón. Su esposo la calmaba frotándole los hombros. Ese hombre era la roca de la familia.

Estaba muy alegre de volver. Su cuarto estrecho, cubierto por los peluches de Lucy. Otra vez las peleas con Luke por quien usaba la cama de arriba o la de abajo. Todas las mañanas el fiel despertador de Sunny, que iba a buscarlo para que le cepillara el largo cabello oscuro.

Especialmente sus queridos animalitos de la granja. Serafín, el ovejero alemán encargado de correr a las vacas, se lanzó a cubrirlo de baba. Su amiga May Bell le mugió desde su cubículo en el granero. Los corderitos corrieron excitados alrededor de sus pies, felices de verlo regresar.

A pesar de lo que había creído, sus padres no tocaron el tema de sus estudios. Parecían tan felices de verlo que ya nada importaba acerca del resto. Eso lo dejaba algo tranquilo al respecto, pues no tenía deseos de recordar ciertas cosas.

Habían pasado cuatro días desde que había llegado a su casa, y aún no tenía noticias de él. Bueno, no es que lo esperaba tampoco, pero creí que siquiera enviaría una carta. Tal vez estaba tan ocupado con su boda que no podía hacerlo. O tal vez ya ni siquiera lo recordaba lo suficiente como para despedirlo.

Esa tarde su vieja amiga Edith fue a saludarlo. Antes le causaba una gran timidez verla, pues Jess estaba loco por esa niña de trenzas castañas, pero ahora ni siquiera le sonreía. Apenas la saludó y continuó con su labor en las plantaciones. Edith era una niña muy simpática, por lo que a pesar de ello pasó el día a su lado, comentándole las nuevas de Kansas.

Su padre, que era dueño de la mayor parte de tierras del lugar, había contratado a un tipo extranjero para cuidar a los caballos. Ella parecía fascinada con ese sujeto.

—Oh, Jess, ese hombre es tan misterioso. Sólo pude verlo de lejos. Es alto y…

—Tu papá es bastante desconfiado de los extranjeros, qué extraño—desperdigó varias semillas en la tierra húmeda.

—Pero es que él parece de fiar. Además, es guapo.

Jess soltó una risilla.

— ¿Lo contrató porque es guapo?

— ¡Como si mi padre fuera un mal cristiano! No, no. Es porque yo lo convencí. Me pareció una persona tan amable, y realmente quería quedarse aquí en Kansas… Oh, espero que no sea por una amante—soltó un suspiro— ¡Me rompería el corazón en mil pedazos!

Jess fingió no oírlo y se alzó la bolsa de trigo al hombro.

“Un mal cristiano…”

—Mmm…

— ¿Qué? —Cuestionó el castaño con alarma, pues cuando Edith fruncía así los labios algo estaba tramando.

— ¿No me acompañarías a saludarlo? Es que yo sola tengo miedo…

—Pensé que era un tipo amable.

Ella se ruborizó y alzó la voz con molestia.

— ¡Quedaría muy mal visto que una jovencita vaya sola a verlo!

Si algo detestaba Jess, era esa facilidad que tenían las mujeres de sobornarlo con un gesto de la cara. Cuando Edith frunció la boca con tristeza no pudo negarse. Recordó las veces que su madre lo obligaba a ir a ducharse fingiendo que lloraba porque su primogénito no acataba su pedido, y entonces solícito iba a la ducha, para no ponerla más desdichada.

A varios metros de su cabaña había una especia de galpón que solía estar abandonado. Tenía mal aspecto, las paredes estaban cubiertas de moho y el techo era de chapa. Solían dormir allí varios peros que rondaban en las inmediaciones. No se imaginó a un ser humano viviendo allí.

Edith palmeó las manos frente al lugar, y aguardó que saliera con sus manos tras la espalda. Esperaron varios minutos y no les llegó ninguna respuesta. Como bien impaciente era, volvió a tocar.

— ¿Buscaban algo?

Esa voz. Esa voz profunda y suave. Su voz.

Se volteó con rapidez, y cuando lo vio de pie a sus espaldas, sólo logró emerger de su boca un gemido bajo.

No era un sueño. Era él. Con sus ojos negros como abismos indescifrables, con su cabello rubio destellando bajo los despiadados rayos del sol.

—S-sasha…










No podía enfrentarlo en un primer momento. Necesitaba darle espacio. Pasó la noche dentro de su auto, y cuando lo despertaron los rayos matutinos sobre su rostro, se dedicó a recorrer el lugar con la poca nafta que le quedaba. A los pocos metros encontró a un hombre mayor, de mirada fría, que habitaba una casa bastante lujosa comparada con las casillas del resto.

Sasha se acercó con cautela. Le tendió una mano y este le correspondió el saludo.

— ¿Se le ofrece algo, joven?

—Estoy buscando algún lugar donde quedarme por ahora.

— ¿Con ese auto busca un lugar justo aquí? — Alzó una ceja en gesto divertido.

—Quiero empezar de nuevo— sonrió Sasha— Le ofrezco el auto, quiero un comprador.

El hombre se rascó la barbilla.

—No, creo que podría darle algo mejor.

Le ofreció trabajo. No era lo que estaba buscando, pero a decir verdad no le sentaba mal. Tampoco deseaba morir de hambre, y apenas tenía un poco de dinero en el bolsillo. Le dio la labor de cuidar los caballos a su cargo, y lo dejó habitar la casilla que estaba en las inmediaciones de su terreno.
Sasha nunca fue una persona demasiado atada a lo material, por lo que vivir allí no le era perjudicial. Con el paso de los días arregló varios defectos del lugar, y logró acomodar una cama en la sala. Asió la pequeña cocina que tenía, ordenó las cacerolas y guardó algunas provisiones en las alacenas. Su Peugeot lo guardaba el estanciero tras su residencia, y si Sasha deseaba ir al pueblo se lo dejaba usar.

Tampoco era alguien con quien era fácil trabar relaciones. El estanciero de Kansas se conmovió muy probablemente de su estado, además trabajaba a un bajo precio, pero en cambio los lugareños del pueblo lo observaban con mala cara. Un extranjero con sus características levantaba sospechas muy rápido.

Para su sorpresa, una tarde Emily vino a verlo. Averiguó en el pueblo y logró dar con la casilla en la que habitaba. Sasha la había dejado en el pueblo antes de ingresar a la zona rural donde vivía Jess, pues no quería seguir interfiriéndola en sus asuntos. Se sentía algo incómodo de verla allí.

La hizo pasar con amabilidad y le dio una taza humeante de té.

—Mira donde has terminado, Alex. Nosotros hubiéramos vivido en una mansión si nos casábamos.

Sasha tomó asiento frente a ella.

—Estoy bien aquí.

— ¿Ya hablaste con tu Romeo?

Sus ojos azules eran agudos. El hombre soltó una risa ronca.

—No, aún no.

—Cobarde.

Dejó la taza y miró hacia la ventana, donde se podían ver corretear varios potrillos moteados de blanco.

— ¿Qué diablos le viste a ese chico?

— ¿Por qué me enamoré de él? —Inquirió con la voz suave, y ella asentó—Pues… Podría darte miles de motivos. Pero en verdad cuando me crucé con sus ojos vi un reflejo... Sí, el reflejo de un hijo. De algo nuevo, un sentimiento diferente a todo lo demás. De ese hijo que llegaría a borrar todas las heridas que me rasgó en la piel el pasado. De concebir con él nada más que la pura felicidad. Y que siempre fuera sólo mío.

La nostalgia empañaba la atmósfera. Era casi tangible. Emily soltó un suspiro y se cruzó de brazos.

—Eso fue muy cursi.

—Es lo que siento.

Se puso de pie y dejó las maletas que había traído sobre la cama. Sacó de su bolsillo un fajo de billetes y los dejó sobre la mesa.

—Aquí tienes tu ropa y la parte que te corresponde por nuestro divorcio.

—No necesito el dinero, yo…

Poniéndose el abrigo fue hacia la entrada, y antes de irse lo fulminó con la mirada. Frunció su pequeña boca.

—Todos los hombres son unos tercos… ¡Acepta eso y deja de fastidiar!

Sasha le sonrió.

—Gracias.

— ¡Ah, otra cosa!—acomodó sus bucles negros fuera del cuello de su abrigo— Deja de ser un cobarde y habla con Romeo. Sino estarás en esta choza en vano.

Salió con rapidez, dejando el silencio tras ella.

“El problema es que tal vez… tal vez nunca deje de ser un cobarde cuando se trata de Jess”











Había regresado a Florida. A pesar de sus ruegos, de arrodillarse para pedirle perdón, no lo oyó y se fue. Él se quedó oculto en la habitación tres del hotel, donde solía visitarlo aquella jovencita morena. Era muy afable en el trato, y al poco tiempo encontró en ella una amistad.

Misha le confesó su verdadera sexualidad, y Keisha lo aceptó demasiado bien. Incluso le consiguió algo de ropa masculina para que se sintiera cómodo. No le pedía explicaciones al respecto, y eso lo dejaba tranquilo.

Había lastimado a Lyod, y lo sabía. Se sentía algo feliz de saber que se había sentido atraído por él en cierto modo al enamorarse de Inna, asunto que le comentó Keisha, pero eso a la vez también lo deprimía. Incluso esa doble personalidad que tanto detestaba continuaba dañando a quienes quería.

— ¿No irás con Lyod?

—Él va a odiarme. No tengo nada que decirle.

No hicieron falta sermones ni reproches. La mirada que Keisha le legaba cada vez que tocaban el tema de Lyod era suficiente. Sólo bastó que ella dijera:

—Debes ir con la verdad.










La cabeza estaba atormentándolo con aquella maldita migraña. Tomó un analgésico y decidió salir a inhalar algo de aire puro. Una sensación sofocante lo acechaba. Se sentía ahogado. Perdido. Confundido. Usado. Nuevamente usado.

Al fin y al cabo era su culpa por ser un idiota y dejar que el resto ultrajara de ello. No habría mentiroso sin aquel que quisiera oír sus mentiras.

Caminó por las calles de Florida, sin rumbo fijo. La brisa nocturna era deliciosa. Las palmeras se mecían a un vaivén ciertamente melódico, reflejándose bajo la luz platinada de la luna. De esa resbaladiza luna sin dueño.

Se sentó sobre el mural que delimitaba el mar. Dejó que sus pulmones se llenaran de aire fresco. El dolor iba desapareciendo de sus sienes, pero esa sensación continuaba agolpándose en su pecho.

— ¡Lyod!

Una voz chillona y agitada llegó desde sus espaldas. Lanzó un bufido. No, no era posible que estuviera él allí.

—Misha.

Sus miradas se cruzaron. El tono amarronado de sus ojos estaban empañados en lágrimas. Había estado corriendo para alcanzar, por lo que respiraba agitado. A pesar de estar en plena zona céntrica, donde muchas personas circulaban, el pequeño rubio se arrodilló frente a él, juntando ambas manos sobre su rostro. Lyod se quedó pasmado en su sitio.

—Por favor, sólo escúchame. Juro que te lo diré todo. Lo juro.

No dejaba de sollozar en silencio. Era una tortura verlo. Varios transeúntes se detuvieron a contemplar la extraña escena, pero eso no era lo que le molestaba a Lyod. Estaba volviendo a ablandarle el corazón con esa mirada.

—Levántate del suelo y vamos a otro sitio. Supongo que tienes mucho de qué hablar, ¿no?

El muchachito asentó con la cabeza, y fue tras él solícito.

A la orilla del mar en esas horas pocas personas solían estar, por lo que lo llevó lo más alejado de los transeúntes. Las olas burbujeantes rompían con fervor contra la arena húmeda, rosando al pasar sus pies.


—Lyod.

El moreno hizo un gesto con la mano para que comenzara. Misha parecía nerviosa, sumamente acuciado, y no paraba de revolver su polerón entre los dedos. Le acarició los cabellos para tranquilizarlo.

—Habla despacio.

Y las palabras salieron de su boca como la bruma marina, arremolinándose entre las tempestuosas olas.

—Y-yo siento que te he lastimado, y no era esa mi intención. Sólo quería que él me amara, sentía que me cuidaba, pero no era así. Me estaba usando. Tú nunca harías eso. Tú me cuidaste, por eso te agradezco. Él… es amigo de mi padre, desde siempre, y cuando se interesó en mí ya no hubo escapatoria. T-tuve… tuve que vivir estos seis años de mi vida como Inna, porque él así lo quería… porque mi padre no podía asimilar lo que yo era. Tenía miedo de que me rechazaras, de que te diera repulsión. N-no quería, no…Tengo mucho miedo.

Se lanzó sobre su pecho y entonces emergió el llanto de su garganta. Lyod lo tomó entre sus brazos despacio.

— ¿A qué le temes?

—A que me odies.

Le acarició los cabellos de la frente, secándole las lágrimas del rostro.

—No digas tonterías.

—P-perdona no haberte contado antes… Y-yo…

Cubrió su boca con un dedo y se inclinó para besarle la frente. Misha no dejaba de ser un gatito asustado a pesar de todo.

— ¿Sabes?... La oferta de que te quedes en Florida sigue en pie.

Misha sonrió, apoyando la mejilla contra el calor de su mano.

— ¿No caducó?

Tomó su nuca, uniendo sus labios en un beso corto, apenas rosando sus labios. Un beso que hizo estremecer cada fibra de su ser.

—No, sigue en pie.

Notas finales:

Espero que el cap les haya gustado :3 ¡Al fin apareció Fernando, ya andaba perdido!

Estoy con una sobredosis de "Elketel Delusion" y cada vez que imaginaba a Misha se me venía el rostro de Fumi a la mente ¬¬ Jajaja Eso me pasa por leer los cuatro volúmenes en una noche completa :Q Se los recomiendo, está muy interesante :3 Además, estoy emocionada con Love Stage, ya quiero los siguientes caps de la serie anime *-*)

Les dejo el tema de HELP! de los Beatles, que es el que sonaba en la radio de Lyod :3 Aunque la mayoría debe conocerlo:

Help! de los Beatles

Saludos :3


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