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Kohai, notice me. por Dark Bit

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Notas del capitulo:

Hola gente. Hoy llego con otro capitulo de este fanfic. o.o

Como sé que este manga no es muy conocido decidí dejarles aquí unos links con imagenes para que vayan conociendo de vista a los personajes. ^-^

Ryotarou Shiba. (De ella hay más por ser la protagonista del fanfic.) ;)

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La pervertida imaginación de Shiba. XD

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Tamako Kaneda.

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Ichiyou Higuchi.

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Kuniko Mukouda.

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Rentarou Taki.

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Mokichi Saitou.

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Tondemon.

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Bien. Es que no me podía quedar tranquilo sabiendo que no saben como son los personajes. XD

    Ya se encontraban en el gimnasio todos los integrantes del club de lucha para escuchar aquello tan importante de lo que tenía que hablarles.

    Mejor dicho casi todos.

    Tamako miró a sus compañeros como esperando alguna respuesta, pero al saber que no entendían por qué miraba a todos lados como buscando a alguien finalmente decidió preguntar.

    -¿Shiba donde está?

    -Dijo que tenía que irse antes-le respondió Taki-. Dijo que tenía algo importante que hacer.

     El viejo maestro/entrenador Tondemon estaba de pie frente a ellos con unos papeles.

     -No importa. Luego pueden informarle sobre lo que voy a decirles.

     Higuchi suspiró.

     -Y bueno. Diga ya qué pasa. Quiero irme a casa.

     -Empiezo entonces. Como ustedes saben el colegio exige que para participar en eventos de los distintos clubes, como es el torneo en nuestro caso, deben tener buenas calificaciones para poder participar. Para asegurarse de que las actividades del club no los distraen o los perjudican. Y el problema es que a solo uno de ustedes le va bastante mal en algunas materias. Eso me preocupa.

      La vicecapitana de inmediato le dirigió una mirada asesina a Mokichi, quien se puso algo nervioso al notar eso.

      -¿Y quién es ese “uno”?-preguntó el chico sintiendo clavada en él esa mirada que parecía poder provocarle la muerte

      -Tamako Kaneda. Aquí tengo las planillas con las calificaciones de cada uno hasta ahora.

      -¡¿Qué?!-exclamaron todos al unísono y miraron hacia donde estaba esa chica, pero notaron algo extraño.

      Taki se le acercó y le tocó un hombro, lo cual provocó que de inmediato se cayera al suelo.

      -¡Oigan! No es Tamako. Es solo un señuelo. Una muñeca con su forma.

      -¿Pero cuando hizo el reemplazo?-preguntó Mokichi al chico travestido.

      -No tengo ni la menor idea.

      Toda la furia de cierta pelirroja se desató.

      -¡Ah! ¡Esa idiota! ¡No se escapará! ¡Ven y enfrenta tu destino!

      Mientras Higuchi salió de ahí echando fuego de tanta ira Mokichi se agachó para observar de cerca a la muñeca Tamako.

      -Se ve muy parecida. Se le podría dar un muy buen uso. Nada pervertido. No piensen nada malo.

      Tondemon se rió por aquella ocurrencia de su aprendiz.

      Taki solo cubrió su rostro con una mano.

      -Así nunca vamos a ganar un maldito torneo.

     Poco después Higuchi regresó llevando al gimnasio a la fuerza a su kohai.

     La ataron de pies y manos para que no volviera a intentar escapar. Y la acomodaron sobre una silla.

     -¿Realmente es necesario esto?-preguntó la chica mirando las cuerdas atadas firmemente en sus muñecas-. ¿Y por qué mi muñeca señuelo está desnuda?

     -¡No desvíes el tema! ¡Eres una tonta! Esfuérzate más y saca buenas notas.

     Higuchi hizo silencio cuando Taki tocó su hombro. Lo tomaba como señal de que quería tomar la palabra.

     -Como capitán creo que la decisión más adecuada sería que Tamako tomara clases particulares para que mejore sus calificaciones y sentirnos más seguros. Creo que usted estará de acuerdo, maestro Tondemon.

      El anciano maestro asintió.

      -Es una buena idea.

      -Si pudiera me encargaría yo misma-intervino Higuchi-, pero no es el caso. Tengo que ocuparme de lo mío, de las actividades del club y de que mi padre se encarga de prepararme para integrarme al negocio familiar. No tengo un segundo libre para encargarme de eso. ¿Capitán?

      -También tengo bastante de qué ocuparme. Lo siento.

      El chico de la bandana levantó la mano.

      -Eh… Tengo una idea. ¿Y si pide que haga de maestro particular algún alumno de los de tercero? Hoy pasaron por los salones avisando que aquellos que estén mal en algunas materias pueden pedir asistencia.

      -¡Oigan!-les llamó la atención Tamako-. Se olvidan de Shiba. Podría preguntarle a ella si puede.

      Tondemon dio una mirada a las calificaciones de aquella chica.

       -No estaría mal. Tiene muy buenas calificaciones. Mañana te encargarás de preguntarle, Tamako. Pero sea como sea debes tomar clases particulares.

       -Lo haré. Lo prometo, pero ya suéltenme. Estás cuerdas están muy apretadas y me lastiman.

 

 

 

 

      Mientras todo eso sucedía había otra integrante del club de lucha que desconocía completamente aquel problema y estaba ocupada con otro más grave.

      Llegó a su departamento. Le costó encajar la llave en la puerta por su mano temblorosa.

      Una vez estuvo dentro fue de inmediato a su cuarto y se sentó en la cama.

      Hasta ese momento estuvo conteniendo toda su tristeza, la cual estalló en ese momento.

      Dejó correr incontables lágrimas por sus mejillas.

      Solo ella y su soledad. Podía llorar sin temer que nadie la escuchara.

      Se recostó boca abajo y apoyó su cabeza sobre su almohada.

     -N-no se suponía que fuera de esta manera. No debía ser así.

      Antes de conocerla a Tamako siempre se había dicho a sí misma muchas veces que seguro era la clase de persona que nunca se enamoraría en toda su vida y se quedaría sola. Lo cual no le importaba en lo absoluto.

     Golpeó el colchón con sus puños. Empezaba a sentir furia. Estaba muy enojada con ella misma.

      -¡Eres una idiota! ¡Se suponía que nunca te enamorarías! ¡Que nunca iba a pasar algo así! ¡Idiota! ¡Te enamoras y encima de alguien cuyo corazón ya lo tenía otra persona hacía mucho tiempo! ¡Estúpida!

      Se quedó en la cama llorando y nada más.

      Las horas se le pasaron rápido. Ni siquiera se preparó algo para cenar y se cambió de ropa para dormir.

      Se durmió con su rostro angelical derramando lágrimas y sollozando. Deseando que el dolor pasara pronto.

       Como siempre jugándole una mala pasada su mente no tenía mejor idea que hacerle una broma de pésimo gusto.

       Ella en una cita con Tamako. Las dos tomadas de la mano. Haciendo tonterías de pareja. Todo lo que ella soñaba. Un día perfecto, pero soñado. Solo un sueño.

       Shiba despertó. Una vez más sintió ganas de llorar, pero de repente empezó a darse palmadas en las mejillas.

       -¡No! ¡No quiero llorar! ¡Basta! ¡Basta! ¡Aléjala de mí! ¡No quiero pensar en ella! ¡Ni imaginar nada romántico que la incluya! ¡Déjame en paz!

        Estaba recurriendo a su mecanismo de defensa principal ante aquella dolorosa situación. Sacar a la luz su orgullo.

        Si tenía que sentirse mal lo haría. Si tenía que dolerle el corazón por los próximos mil años lo aceptaría. Pero no se permitiría convertirse en una patética víctima de un amor no correspondido.

        Sufriría, pero no perdería su dignidad.

        No tenía ni la menor idea de que hora era, pero no le importaba.

        Ese día definitivamente no iría a clases. Sabía que con sus calificaciones y lo meticulosa que era con sus estudios faltar un solo día no haría ninguna diferencia.

        Necesitaba juntar bastante valor para poder ver a aquellas dos a la cara luego de haberlas descubierto.

        Se preparó un desayuno saludable como todas las mañanas.

        La diferencia fue que comió como si hubiera estado sin comer dos días enteros.

        Siempre reaccionaba así al saltearse alguna comida del día, lo cual casi nunca hacía ya que le daba mucha importancia a alimentarse adecuadamente para cuidar su salud.

        Al terminar con eso se puso a pensar que haría ese día.

        No le parecía bien solo quedarse en casa haciendo nada. Le gustaba permanecer activa y ejercitarse.

     Eligió hacerlo al mediodía.

     Decidió vestirse y salir a caminar. Pasear. Ir hasta donde le diera la gana. Hasta que pensara que era mejor volver.

     Se puso sus zapatos, unos pantalones de color blanco, y una blusa roja sencilla a la que ella misma le había bordado unas palabras en la parte de atrás. “Muerte a los pervertidos”.

     En su camino de vuelta sintió ganas de tomar algo y justo en su camino se encontró con un local de comidas. Entró y decidió pedir una leche chocolatada. También pidió una pajilla.

     Se sentó en un rincón apartado junto al cristal que dejaba a la vista el exterior.

     Mientras bebía pensando en sus cosas una chica se sentó frente a ella.

     Le sorprendió que ni siquiera le dijera algo como: “¿Te importa si me siento aquí?”

     Calculó que aquella chica era un poco más alta que ella.

     Era morena. Su cabello era negro. Por delante le llegaba hasta los hombros y por detrás hasta la parte superior de su espalda. Tenía un cuerpo atlético y que no tenía nada que envidiarle al de ella o al resto de las chicas del club de lucha.

     Le sorprendió mucho el tamaño de sus pechos. Eran más grandes que los de cualquier chica que hubiera visto.

     Aquella chica sonriente llevaba con ella un helado e iba vestida con lo que parecía ser su uniforme escolar.

     -Hola extraña. Qué carita. ¿Cuál es el drama?

     -Mmm-fue la única respuesta de Shiba como negándose a entablar conversación.

     Pero eso no sirvió para callar a la morena.

     -Ah… Ya entiendo. Lo siento mucho. Mi nombre es Kuniko Mukouda. Mucho gusto.

     La rubia pensó que había hecho una muy buena táctica.

     Mukouda le dio otra probada a su helado y la miró sonriendo. Como diciéndole: “Te gané. Tendrás que hablarme”.

     Funcionaba con muchas personas aquello. No presentarse luego de que la otra persona ya lo había hecho era una gran falta de educación que muchos no querían cometer.

     -Soy Ryotarou Shiba. ¿No deberías estar en clases?-cuestionó dando una mirada a su uniforme.

     -Mmmm. Quizá. ¿Y tú?

     -Sí, pero al menos hoy no quería ir. Mañana iré si falta como siempre. Tengo una razón para no estar allí.

      Mukouda se quedó en silencio un momento pensando en la posible causa de aquello mientras comía su helado.

      Shiba se sintió aliviada porque creyó concluida aquella conversación.

      -Dejame adivinar… Por malas notas no creo que sea dado que no tendría sentido que faltaras si fuera por eso. Con más razón deberías ir. Una pelea de amigas no es algo como para faltar a clases. Por lo cual eso me deja una de las más comunes razones.

      Mukouda posó dos dedos sobre sus labios y luego los movió hacia adelante como lanzándole algo a la rubia al tiempo que le guiñaba un ojo.

    Le tiró un beso.

    -Entonces es por un mal de amores. ¿O no, Shiba?

    A Shiba la incomodó un poco aquello. Se sonrojó. No sabía si por ese gesto o porque había acertado.

    -Sí-respondió tímidamente-, pero no quiero hablar de eso. Y sobre todo, ¿por qué hablaría de eso con una extraña como tú?

    -No soy del todo una extraña. Ya sabes mi nombre. ¡Además no tiene nada de malo hablar de tus problemas con extraños! ¿Crees que eres la primera?

    Shiba la miró con el ceño fruncido. Bebió un poco más de su bebida.

    -¿De qué hablas?

    -No eres la primera extraña a la me acerco a hablarle. ¿No crees que sea relajante? Le cuentas tus problemas a una extraña. Puedes descargarte y al terminar tú te vas a tu casa y yo a la mía. Nunca nos volvemos a ver. Y si quieres hasta te aconsejo.

    Shiba suspiró.

    -¿Un chico?

    -Ufff. Ni pensarlo. Los odio.

    -Entonces es una chica.

    El silencio fue su respuesta afirmativa.

    -Pero si tengo que contarte ni sé por dónde empezar.

    -Hazlo sencillo. Solo cuéntame directamente que causó que quedaras con cara de “odio mi vida”.

    -Es que… Eso no es algo que pueda contarte en voz alta y en un lugar con tanta gente alrededor.

    Mukouda dejó lugar a otra de esas pausas en la conversación. Para luego reanudarla de una forma que alteró mucho a su interlocutora.

    -¡No me digas que tu novia nombró a otra en vez de a ti mientras le hacías el amor!-dijo en una voz no muy baja precisamente, lo cual llamó la atención de algunas personas a su alrededor.

    -¡No! ¡Nada de eso!

    Shiba se puso muy nerviosa al ver las miradas de los otros clientes del lugar fijas en ellas dos.

     -No digas cosas así tan de repente. Menos en ese tono de voz. Termina con ese helado y cuando salgamos te cuento. ¿De acuerdo?

     Mukouda hizo un saludo militar.

     -Como usted ordene.

     Salieron juntas de aquel lugar.

     Shiba se preocupó por el horario.

     La morena notó que miró la hora en su celular.

     -Si quieres me cuentas lo que pasó mientras te acompaño a tu casa. No importa donde quede. Conozco muy bien la ciudad. Sabré volver a casa sin problemas sin importar a donde vaya.

     La miró con algo de desconfianza.

     -Mmm. No sé. Apenas te conozco. ¿Y ya permitirte acompañarme a mi casa?

     -Sí, es que quiero violarte

     Shiba se apartó enseguida algo asustada.

     -¡Es broma! ¡Es broma! Aunque siendo sincera…

     Mukouda hizo una pose algo sexy. Acarició su muslo izquierdo y con la otra mano dio una suave caricia a sus pechos.

     -Ya quisieras una probadita de esta piel oscurita. ¿No?

     Shiba apartó su mirada algo sonrojada.

     Realmente nunca se había sentido atraída por otra mujer que no fuera Tamako, pero debía admitir que era morena era coqueta y sabía ser muy provocativa.

     -Acompáñame ahora y te contaré. Antes de que me arrepienta.

     Fue lo último que le dijo antes de adelantarse camino a su casa.

     La rubia le contó lo sucedido.

     -¿Pero estás segura?

     -¿De qué?

     -De que ellas son lo que tú crees que son.

     -Estaban teniendo sexo en una ducha. ¿Acaso necesitas un dibujo o qué?

     -Bueno. Si eso confirma que son novias entonces…

     La notó tan pensativa que sintió curiosidad.

     -¿Entonces qué?

     -Entonces eso significa que debo tener muchas novias-concluyó riéndose Mukouda.

     A Shiba le sorprendió su descaro.

     -Bueno, pero tu vida sexual no es el asunto aquí.

     -No estás entendiendo mi punto. Que tengan sexo no quiere decir necesariamente que sean novias. Quizá esa chica que te gusta ni está enamorada de tu rival amorosa. Se sienten atraídas una por la otra y solamente se diviertan un tanto juntas.

     Las llamaba de esa manera porque Shiba había preferido omitir sus nombres.

     -No creo que ella sea ese tipo de chica.

     -¡No te creas! Las de apariencia inocente pueden resultar las más terribles. Ni te imaginas. Y si al final resulta que está enamorada…

     La rubia creyó adivinar lo que la otra pensaba.

     -Debería apartarme y dejarlas en paz, ¿cierto?

     -No. No era lo que iba a decir. Digo… ¿Y si tu rival amorosa se aprovecha de que tu niña la ama solo para tener… eso de ella?

     -¿Y solo aceptar ser su muñequita sexual? ¿Crees que ella aceptaría eso si realmente la ama? No creo que ni ella sería tan tonta como para rebajarse a…

     -Aun tienes mucho que aprender, Shiba-la interrumpió-. Alguien que ama se puede llegar a convertir en un pobre mendigo que acepta las pocas migajas de lo que le de la persona que tiene su corazón.

      Todo lo que decía la morena le estaba dando otra perspectiva a toda aquella situación.

      Esperanzas. Quizá no debía dar todo por perdido.

      Sin embargo. Su corazón sentía tanto dolor y en su mente había tanto pesimismo que le costaba imaginar que las cosas pudieran resultar de alguna manera favorable para ella.

      -Aquí está mi casa-avisó Shiba cuando llegaron frente al edificio en el que se encontraba su departamento-. ¿Y qué sugieres, Mukouda?

      -¿Tú y tu niña son muy cercanas?

      -No mucho.

      -Entonces trata de pasar más tiempo con ella. Trata de averiguar que hay entre ellas dos. Y solo te contara si entras en confianza.

      Suspiró.

      -Bueno. Lo intentaré. Creo.

      Mukouda le ofreció una radiante sonrisa que ella no pudo más que corresponder.

      Realmente su compañía le había levantado un poco el ánimo.

      -Muchas gracias.

      -¿Cómo que “muchas gracias”? Mis consejos tienen un precio, amiguita.

      Shiba se sorprendió al oírla decir eso.

      ¿Cómo debería pagarle por ese consejo?

      La morena se le acercó y le dio un beso. Un calido y dulce contacto de labios, que le provocó un leve sonrojo.

       -Solo eso.

       -Ah… Ya veo.

       -Y toma esto.

       Shiba tomó una tarjeta que le ofreció su más nueva… ¿Nueva amiga?

       -Si llegas a tener éxito con tu chica me llamas. Si terminan juntas estoy dispuesta para un trío.

       -Pervertida-le gritó Shiba ya roja de vergüenza y un poco de furia.

       -Solo unas horas juntas y ya me conoces tan bien. ¡Mucha suerte, Ryotarou Shiba!

       La rubia se quedó mirándola mientras se alejaba de allí. Luego le dio una mirada a la tarjeta que recibió.

       En ella había un dibujo en modo chibi de Mukouda y tenía un mensaje junto con dos números de teléfono distintos. “Kuniko Mukouda. Ocupaciones: luchadora, diosa del sexo.

      -Mmmm. Esa chica definitivamente no está bien de la cabeza.

      Ciertamente aunque le pareció muy extraña realmente en el fondo no descartaba llamarla alguna vez para encontrarse de nuevo y conversar.

      Shiba entró en su departamento y su lado responsable empezó a operar.

      Debía pensar que iba a prepararse para cenar e irse a dormir temprano ya que al día siguiente iría sin falta al colegio.

      Se cambió de ropa y se puso a ver televisión. Le gustaba ver noticieros y mantenerse informada. También ver todo lo que fuera ficticio. Series o películas. Detestaba por completo los programas de entretenimiento y que hablaban sobre la vida de tal o cual celebridad.

     Realmente no entendía como la gente podía tener una vida tan vacía como para importarles lo que hacían de su vida los famosos.

     Escuchó sonar el timbre de su departamento y fue a abrir la puerta sin mediar palabra.

     Sin siquiera preguntar quien la visitaba a esas horas.

     Con lo fuerte y agil que era sumado a su profundo aprendizaje de karate realmente pensaba que no tenía nada que temer.

     Se encontró con alguien que le hizo pensar que hubiera preferido a dos hombres armados pretendiendo robarle.

     Alli estaba ella.

     Era la primera vez que la veía con otra ropa que no fuera la de entrenamientos o el uniforme escolar. También la primera vez que la veía sin su peinado característico.

     Tenía ese cabello negro libre sobre sus espaldas y no las coletas a los lados de su cabeza.

     Sus ojos azules se encontraron con los ojos verdes de esa chica, la cual le sonrió y rompió el silencio.

     -Hola Shiba. Qué gusto verte.

     -Ta-tamako… Eres… Tú.

     Como si no bastara que su mente le jugara malas bromas soñando con momentos romanticos con ella la propia Tamako real de carne y hueso aparecía frente a ella para verla directamente en su departamento.

      ¿Acaso los astros la odiaban tanto?

     -Quisiera hablar contigo un momento. Será solo unos minutos. En serio. ¿Puedo pasar?

     Shiba respiró profundamente y se hizo un lado para darle paso.

     -Adelante.

     Una vez estuvo dentro le ofreció un lugar para sentarse y algo para beber.

     Tamako simplemente le pidió un vaso con agua.

      -Pero antes… ¿Por qué no fuiste hoy? Pareces algo desanimada. Siempre te ves radiante, pero te noto algo…

      -No es nada. Solo he tenido unos problemas personales. Necesitaba un tiempo para mí. Mañana estaré como nuevo.

      -¿Pero qué…?

      -Y antes de que preguntes. Prefiero no hablar de eso. De verdad. ¿Qué te trae por aquí, Tamako? Dime.

      -Verás… Ayer mientras no estabas nuestro entrenador nos dijo que soy la única que tiene notas bajas en algunas materias.

      -Y si no te va bien no podrás ir al torneo, ¿cierto?

      Tamako juntó sus manos frente a ella como a punto de decir una plegaria y miró directamente a Shiba.

     -Te ruego que me des clases particulares. Por favor. Sí, sé que podría pedir que un senpai voluntario me asista. Pero preferiría que lo hicieras tú porque nos conocemos y me sentiría más cómoda. Bueno. Si quieres y puedes. Obviamente.

      Sabía que iba a lamentar decir lo siguiente. Pero no podía decirle que no.

      No a esa mirada. No a esos labios que deseaba y con los cuales le había dirigido ese pedido de ayuda. No porque su corazón la obligaba a sentirse más cercana a ella y quizá darle clases particulares podía llegar a ser una oportunidad para ello.

      -Sí, no te preocupes. ¿Cuándo quieres que empecemos? Supongo que cuanto antes mejor.

      -¿Quieres venir a mi casa los domingos? ¿O mejor vengo a verte?

      -Iré a tu casa.

      Tamako se levantó de su lugar, lo cual le hizo pensar a la rubia que ya quería irse, pero no era para eso.

      En vez de eso se le acercó y le dio un abrazo.

      -Aww. Te quiero, Shiba. Debes ser una santa para estar dispuesta a sacrificar algo de tiempo de tu único día completamente libre de la semana para darme clases.

      Shiba correspondió su abrazo y cerró sus ojos.

      -De nada. Después de todo eres mi compañera de club y…

      Le costaba decir esa palabra refiriéndose a ella. Porque todo su ser deseaba que ella fuera algo más.

      -Y amiga.

      Una vez concluido el abrazo la tomó de las manos y de nuevo le dio las gracias.

      Tuvo que contenerse mucho para no sonrojarse.

      -No tienes que agradecerme tanto. Ya dejalo.

      Shiba le abrió la puerta

      Tamako salió e iba a decirle “hasta pronto”. Pero algo sucedió.

      -Ah… Hay algo más que quiero decirte, Tamako.

      La chica de negros cabellos volteó para mirarla.

      -Sinceramente… No sé si seguiré en el club de lucha. Aún lo estoy pensando. No estoy muy convencida del todo. De si fue buena idea sumarme. Pasé mucho tiempo entrenando, practicando karate. Y de repente me meto a practicar otra cosa. Siento que podré aportar poco y nada al equipo. No avanzaré mucho sin importar cuánto entrene. Creo que prefiero retirarme.

      Le sorprendió al ver la expresión de Tamako al oírla decir eso.

      Parecía como si se acabara de enterar de una muerte de un familiar o alguna tragedia.

      Se le acercó y la tomó por los brazos. La miró fijamente.

      -No, Shiba. No puedes pensar en eso. Tienes mucho talento. Eres fuerte. No puedes desperdiciar tu talento así. No te rindas. Por favor, no abandones.

     Otra vez esa mirada y esas palabras suplicantes. Esos ojos verdes que sentía que hasta podían ver su alma.

      Por sobre todas las cosas notó que sus rostros estaban muy cerca. Esos labios que tanto deseaba estaban a un leve movimiento de distancia. Y la llamaban. La tentaban demasiado.

      Su primer beso soñado. Un beso robado. Besar a Tamako.

      No quería que fuera así. Un beso a una chica que hasta donde ella suponía ya tenía novia.

      Un beso con gusto dulce de pecado y tentación.

       -Tamako, ya déjalo.

       -No. No hasta que me digas que no abandonarás.

       -Tamako, solo déjame. Tú no entiendes.

       -No. Eres tú la que no entiende.

       Tamako siguió rogándole que no dejara el club.

       Shiba simplemente no pudo más y la silenció posando sus labios sobre los suyos. Mandando al diablo todo. Sin importarle cómo reaccionaría ella o Higuchi al enterarse que besó a su novia.

       La besó. Luego lo lamentaría. Pero disfrutaría el momento.

Notas finales:

Shiba se mandó con todas. :o

Ya sabrán que pasará en el siguiente capitulo. ^-^

Hasta entonces. Y por cierto. Olviden eso de que dije que terminaba en el capitulo 3 como mucho. Es que la historia me atrapó. Jajaja

Voy a ver hasta donde llega. Igual no será una historia asi que digan... Van a ser como 15 capitulos porque seguro que no.

Saludos y hasta la próxima. ^-^

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