Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Baby Pornograph por jotaceh

[Reviews - 432]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos :D

Espero que se encuentren bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo!!!

Bueno... como ya saben, estoy pensando en la próxima historia que voy a escribir... les pregunté en el capítulo anterior cual de las dos opciones preferías, y como el resumen que hice de cada una era muy malo xD decidí escribir un One-shot para cada protagonista :D

 

De la primera historia, pueden leer más en Mi nombre es Lucas.

Y de la segunda, en Mi nombre es Nicolás

Quiero dejar en claro, que solo tengo un tiempo para escribir una de las dos xD para que no me comenten que les gustaría leer ambas xD

 

Comenten :D

CAPITULO XXXI: Resultados.

Sus facciones se descomponen inmediatamente, ha comprendido lo que significa esto, todo ápice de felicidad imperante en su alma se ha desvanecido como por arte de magia. Acababa de agradecerme por devolverle el sueño de ser profesor, por ayudarle a encontrar trabajo y ahora, puede que también sea el responsable por destruirle la vida, por enfermarle con un virus letal, uno que moralmente hace más daño que su propios efectos físicos. Una voz en mi mente me aconseja retirarme, que prefiero dejar esto aquí en vez de contemplar su reacción. La posibilidad de ser rechazado, encarado y maltratado por la persona que me ama me paraliza. Cata me enseñó a ser fuerte, a enfrentar siempre los problemas, mas frente a Diego soy débil, una hoja de papel a la deriva. Mis pies se mueven por voluntad propia, me alejo despacio y aun así, pareciera como si me cayera rápidamente a un profundo precipicio.

No quiero llorar, eso no lo volveré a hacer más, ya he derramado muchas lágrimas como para hacerlo una rutina. Me voy por las amplias avenidas del centro de la ciudad, poco a poco la respiración de mi amado quedan atrás, como una pesadilla que jamás podré borrar de mi mente. La vida estaba repletándose de oscuridad cuando un fuerte golpe en mi cabeza, provoca que la luz ingrese raudamente a mi alma. -¿Por qué siempre decides que lo mejor es alejarte? ¿Acaso te culpé? ¿Te confesé que me sentía arrepentido por amarte?- Me dice Diego notablemente enojado, con el aliento entrecortado, debido a que tuvo que correr para alcanzarme. No quería sollozar, sin embargo su presencia, su seguridad y por sobre todo, el amor reflejado en sus pupilas, hicieron que mis ojos se licuaran sin más. Apago la llama del llanto en su pecho, aquel calor que siempre me ha abrigado sin importar las consecuencias. ¿Por qué soy tan débil ante ti? ¿Por qué no puedo ser el Renato fuerte de siempre contigo? –No importa lo que suceda, saldremos adelante juntos… Yo te apoyaré y tú a mí… No deseo volver a separarnos, eso sería mucho peor…- Me susurra al oído, con aquella voz tierna que siempre me regala, que me conforta y me hace vivir.

Como los días están más cálidos, luego de nuestro momento romántico novelesco, vamos a tomar helado. Usualmente voy a comprarlos a esos locales ubicados en los centros comerciales, donde los adquieres y debes pelear por encontrar un asiento, de lo contrario, te tocó la mala suerte de probarlo de pie mientras ensucias el suelo. Sin embargo, esta vez mi novio me lleva a un lugar lujoso, casi un restaurante de hotel cinco estrellas. El edificio fue un antiguo palacio señorial en el centro de la ciudad. Los pilares de mármol, los marcos decorados con ángeles, las amplias y lujosas puertas, además de toda la indumentaria que utilizaban los dueños de antaño, se encuentran intactos. Me siento en medio de un cuento de hadas, y eso me produce ganas de vomitar.

¡Odio a las princesas y a los príncipes! A las hadas y toda esa mierda que aparece en Disney. ¿Cómo pueden casarse con solo un beso? El sujeto ni siquiera le ha visto la rodilla, y ya se está matrimoniando para probar siempre la misma piel. ¿Cómo puede ser eso? O eran gais obligados por sus padres a casarse, o realmente eran como Ken y Barbie, de plástico y con un calzón que no nos permitía ver si tenían pene o vagina. ¿Cuántas veces buscaron en su juguetito si podían ver sus genitales? Yo terminaba dibujando una verga con un lápiz a todos, incluso a las muñecas. ¡Oh Por Buda! Ahora entiendo porque me hice amigo de Cata.

Finalmente un mozo llega a nuestra mesa con un enorme Banana Split, uno tan grande como una sandía. No sé de qué forma podremos ingerir tanto helado, jarabe y plátanos. -¿Por qué te sorprendes? Han entrado cosas más grandes a tu boca…- Me dice apasionadamente Diego, convertido en todo un pervertido, uno al cual no había visto antes, no por lo menos con ropa y en público. -¿De qué hablas? Tu pene no es tan grande… No seas fanfarrón.- Le respondo en un tono que pensé normal, solo que la mirada de la anciana a nuestra izquierda, me indica que he hablado muy fuerte. A mí me da igual, solo que mi novio enrojece de pronto y hasta comienza a destellar. La señora lo observa de pies a cabeza, como si estuviese buscando alguna prueba que reafirme lo que acabo de decir. –Quince centímetros en reposo, y veintiuno erecto… En algunas películas he visto a actores son vergas más grandes, así es que a mí no me impresiona, ¿y a usted?- Le digo íntimamente a nuestra nueva amiga, y es que al contemplarla tan entusiasmada con Recabarren, trato de ayudarla a despejar dudas.

-¿Cómo…. Cómo… sabes eso… con tanta exactitud?- Me pregunta tímidamente el pecoso, aun con su rostro ruborizado y la garganta seca, debido a la conmoción que le provoca ser el objeto del deseo de aquella anciana. –Te lo medí el otro día… ¿No te acuerdas? Esa vez en que me disfracé de porrista y tú de basquetbolista.- Está bien que sea mayor que yo, pero no es excusa para tener una memoria tan débil, ¿será que olvida todo luego del orgasmo? –Pues yo creo que está bastante dotado tu amiguito…- Dice la señora a la vez que me relame los labios. ¿Qué? ¿Qué dijo? ¡Ah no, a esta vieja le parto la cara! ¿Acaso está acosando a mi hombre? Eso no se lo permito ni a mi sombra. Ofuscado me levanto decidido a quitarle los pocos pelos que quedan en esa cabeza desgastada. -¿Quién se cree? ¿No ve que podría ser su nieto?... ¡Vieja pervertida! Él es mío y de nadie más, así es que no le permito que lo vea de esa manera… ¡Esta verga es mía!- Digo mientras tomo con mis manos el bulto debajo del pantalón de Diego. Resulta que él se levantó al mismo tiempo que yo, para intentar detenerme y no realizar una masacre con aquella mujerzuela. Me tiene tomado por la cintura, impidiendo que mis manos inquietas hieran esa piel arrugada.

-¡Me vengaré! Si la veo otra vez por la calle… Es mujer muerte… ¡Vieja calentona!- Es lo que grito mientras los guardias ayudan a Diego a sacarme del palacio. No entiendo por qué soy yo quien es echado del lugar, si fue la anciana quien acosó sexualmente a mi bonito.

El silencio impera mientras caminamos rumbo a mi casa. Luego del incidente ninguno de los dos hemos dicho algo. ¿Se habrá enojado? Siempre le hago pasar vergüenzas, tal vez se esté cansando de ello. Medito detenidamente, cuando de pronto escucho una risa profunda. Al principio es débil, como si estuviese reteniendo el impulso, sin embargo, no puede lograrlo, y al final, las carcajadas aparecen en los labios de Recabarren por montón. -¿De qué te ríes?- Le pregunto un tanto enfadado, ¿qué fue tan gracioso? Los encargados de la seguridad fueron bastante bruscos con nosotros. –Es que nunca te había visto celoso… Eres tan tierno…- Responde a la vez que me aprieta la mejilla como suelen hacer las abuelas. Debo soportar sus risotadas todo lo que queda de camino. Juro que no solo me vengaré de la anciana coquetona, sino que también de este novio burlesco.

¿Saben cuán lento son dos semanas? Es terrible, porque además no sólo soy yo quien las debe esperar, sino que también Diego y Kevin. Los resultados de los exámenes para saber si estamos infectados con VIH se demoran demasiado, lo que provoca que nos sintamos aún más presionados. –Si es que lo estoy, no sé cómo lo contaré en casa… Mi mamá de seguro se morirá, o me matará… una de dos.- Es lo que suele decirme una y otra vez Bolingbroke. Como vivimos en el mismo edificio ahora y compartimos el mismo miedo, estamos cada vez más cercanos. De hecho, junto con Matías nos hemos convertido en algo así como los nuevos Tres Mosqueteros. Los recreos en la escuela los pasamos juntos, hablamos en clave para que el resto no se entere de nuestras penurias, salimos a comprar al supermercado y un sinfín de actividades que nos han unido como jamás imaginé.

Los tres acabamos de comprar verduras en el almacén de la esquina. Caminamos lento hacia nuestras casas. -¿Hoy irás al doctor verdad? ¿Puedo acompañarte?- Le dice el rubio a Della Rovere, mientras les escucho en silencio. –Prefiero que no vayas… tal vez tú debas hacer todo eso en un futuro y no quiero que sufras dos veces lo mismo… Natalia me acompañará, ella es suficiente…- El chico de ojos celestes dice sin mirarle a la cara a su interlocutor, apenado y es que desde que ha sido diagnosticado, no ha vuelto a ser el mismo. Suele andar cabizbajo, no dice más que las palabras justas y por las noches, suelo escuchar como ahoga el llanto en su almohada. ¿Les había comentado que ahora compartimos pieza? Como el departamento es pequeño, mi hermana compró un camarote, él duerme abajo y yo en la parte superior. Así es como soy el más indicado para darme cuenta de su real estado, que sigue muerto en vida, incluso cuando le sonríe a todo quien se le acerca.

-Deberías tener más confianza conmigo que con ella… Sabes lo que siento por ti, incluso ahora, en medio de toda esta crisis, mi amor no ha cambiado… Quiero ayudarte, pero no me dejas… ¿Será que nunca seré digno de ti? ¿Jamás?- Dice Kevin a punto de romper en llanto. Se sincera nuevamente delante del hombre a quien ama, e incluso así, humillándose, no logra llamar la atención de Matías. Él no responde, sigue caminando como si no hubiese escuchado su confesión, dejándole atrás con indiferencia, con un aire triste y decadente. El rubio se enfada con su lejanía, por lo que le golpea en el pecho. –Eres un imbécil, nunca cambiarás…- Para luego marcharse corriendo, huyendo a su casa, donde posiblemente dará rienda suelta a su frustración. Yo observo todo sin saber qué hacer, realmente esta es una situación compleja. Todos estamos muy dañados.

Subimos las escaleras en silencio, con el paso lento, como si no fuésemos juntos. Antes de entrar a casa, Matías se detiene y por fin reacciona. Aquellas lágrimas destinadas a la almohada durante la noche, se escapan sin remedio, sorpresivas y salvajes. Le veo llorar contra la pared, escondiendo el rostro en el frío del concreto. No soporto verle así, por lo que le volteo delicadamente, refugiando su rostro en mi hombro, prestándole mi fortaleza aunque sea por un pequeño momento. Acaricio su espalda como a un cachorro. Mi polera se moja debido a su tristeza, producto de aquel mal destino que se ensañó con quien hace no mucho, era el rey del mundo. -¿Cuándo voy a despertar de esta pesadilla? Ya no aguanto más…- Me confiesa entre sollozos. Siempre le ha costado expresar lo que siente y ahora no ha tenido otra opción más que abrir su corazón. Hay veces que las penurias son tan grandes, que no podemos albergarlas por completo dentro de nosotros. En esos momentos, es cuando necesitamos de nuestros amigos. –Saldremos adelante, ni mi hermana ni yo te dejaremos… Siempre podrás contar con nosotros, haremos lo imposible con tal de ayudarte… Nunca lo olvides…- Le digo para confortarle. No es mentira, realmente lo haremos. El chico levanta la mirada ante mis palabras. Sus ojos celestes, repletos de lágrimas me contemplan ya sin pena, sorprendidos, embobados por un sueño antiguo. Sin inquietarse acerca sus labios a los míos, me besa tranquilamente, saboreando mi carne y sorprendiéndome, paralizándome ante su reacción.

Un estruendo poderoso nos separa, todo transcurre tan rápido que no logro percatarme de inmediato. Escucho las escaleras crujir, unos brazos fuertes nos separan con brusquedad, tanta que caigo irremediablemente  al suelo. Todo mi cuerpo duele y la cabeza me da vueltas. Cuando logro recuperar la cordura, observo cómo Diego golpeo a Matías en la cara, transformado en una bestia, en un animal indomable. -¡No vuelvas a tocarlo nunca más! ¿Acaso quieres seguir dañándole? ¿Lo del VIH no fue suficiente?- Le grita mientras lo azota contra la pared, intimidándolo, reduciéndolo como si fuese un vil delincuente. Nunca antes había visto a Recabarren en aquel estado, tan fuera de sí. Me paraliza ver aquella escena tan dantesca, sigo en el suelo esperando que ocurra un milagro, mas sin poder desearlo.

-¿Qué acabas de decir? ¿Renato fue contagiado con VIH?- Aparece una voz nueva a nuestras espaldas, un fantasma que ha aparecido para complicar aún más la situación. No entiendo en qué momento salió de su departamento, pero don Benjamín me ayuda a levantarme. Le veo sorprendido, aun sin poder regresar a mis cabales. ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Cómo se gestó este vendaval de la nada? El hombre limpia mis ropas del polvo, arregla mi cabello desaliñado, como un padre lo hace con su bebé tras verle jugar, realizando todo aquello que no ha hecho nunca, siendo que realmente es mi progenitor. –No estás enfermo, ¿verdad? ¿Es mentira?.... Dime que todo es una broma, por favor…- Lleva sus manos a mi cara, me acaricia con una ternura nueva, con una que jamás había percibido. Parece estar preocupado de verdad, que mi suerte le importa, que si yo estuviese infectado, su vida también se vendría abajo. Son tantas emociones en tan poco tiempo, que sigo sin reaccionar. Mi pecho se ha comprimido por completo, mi garganta se ha convertido en un poderoso nudo. No soy capaz de responderle nada.

El mayor de los Bolingbroke hace a un lado a Diego, para encarar él mismo a Matías. -¿Tú eres el culpable? ¿Con cuánta gentuza te acostaste que terminaste dañando a mi hijo? ¿Te das cuenta de lo que has hecho? Y aun así tienes la desfachatez de venir a vivir con él, a aprovecharte de su generosidad, cuando solo eres tú el culpable de todo… ¿Cómo puedes seguir viviendo así?- Esa frase, esa terrible pregunta es la que termina por desmoronar al chico de los ojos celestes. Le veo caer al suelo, presa de todos sus miedos, de aquellos fantasmas que buscan devorar su desgastada alma. Sé por lo que está pasando, entiendo que la razón por la cual llora todas las noches, es sentirse inservible, que daría lo mismo si muriese hoy o mañana, ya nada tiene sentido y solo vive por vivir. También sufrí de aquellas pesadillas, por lo que verle derrumbado en el suelo, a los pies de Diego y don Benjamín, presa de sus miradas acusadoras, me recuerda todas las penurias por las que tuve que pasar. No, nadie se merece sentirse así, y ellos dos no pueden ser jueces en esto, porque simplemente no saben lo que significa. - ¡Basta! ¿No ven que le hacen daño?…- Grito al despertar por fin del letargo. Separo a aquellas dos bestias de su presa, tomo a Matías del brazo y lo guío tras de mí. –Y no nos sigan…- Sentencio antes de perderles de vista. Recorremos lo que queda de escaleras hasta llegar a la azotea.

El viento nos golpea fríamente al llegar a aquel lugar. El sonido de la gran ciudad nos ensordece. Della Rovere me observa con extrañeza, no entiende por qué le he llevado a aquel lugar. Sin decir palabra alguna, me dirijo hasta las barandas de la azotea, esas que nos separan de caer al vacío. Siempre recordaré ese lugar, porque fue allí donde conocí a Cata, justo en ese pequeño espacio quería lanzarme, acabar con mi vida. Ahora, vuelvo a encaramarme en el mismo lugar. -¿Qué haces? ¡No lo hagas!- Grita el muchacho al darse cuenta de lo peligroso que es. -¿Estás asustado? ¿Reconoces ese sentimiento? Pues es el mismo que se adueña de mi corazón cada vez que te veo preso de sus propios miedos, temeroso de seguir adelante… ¿Te das cuenta de todo el daño que me has hecho? Y no lo digo por lo del VIH, eso es un accidente… porque me has hecho sufrir más al verte tan triste. Date cuenta que no estás solo, y que si realmente nos quieres, debes luchar hasta el final… Natalia, Kevin y yo, nunca te dejaremos, así es que deja de pensar que estás solo…- Le digo desde lo más profundo de mi corazón, en un intento desesperado por hacerle reaccionar. -¿Por qué eres tan estúpidamente bueno?- Me dice mientras sonríe, la primera señal de alegría en mucho tiempo. El calor que se apodera de mi pecho al verle así, siempre permanecerá en mi memoria.

Como podrán imaginar, luego de tantos altercados, tuve que obligar a esos cabezas duras a hacer las paces. -¡Pídele disculpa!- Le grito a Diego, y es que no está dispuesto a conciliarse con Matías. –No quiero- Me responde, entre enfadado y haciendo morisquetas de niño pequeño. Me enfado ante este mal novio, por lo que con un solo golpe en la cabeza, le obligo a hacerlo. –Disculpa, no tuve que golpearte… aunque tú eres el culpable, porque…- Y nuevamente con un poderoso “cariño” en la mollera, le obligo a callar. –Yo no me he comportado bien, ni antes, ni ahora… Actúe mal, sé que Renato te ama y por eso no debí besarle… Creo que hubiera reaccionado de la misma manera, si hubiera visto que otro toca a quien amo.- Responde humildemente Della Rovere, demostrando cuando tranquila se ha quedado su alma luego de nuestra plática en la azotea. Me alegro cuando les veo estrechar las manos sinceramente, en señal de paz.

-¿Entonces todavía no sabes si estás contagiado?- Pregunta nuevamente don Benjamín, luego de haberle explicado todo lo sucedido. –Todavía quedan un par de días… como Kevin y yo nos hicimos el examen la misma semana, nos dirán los resultados casi al mismo tiempo…-Le respondo sin pensar mucho, sin embargo la reacción en el rostro malhumorado del hombre, me hace percatar que he revelado demasiado. -¿Kevin también está metido en todo esto?- Me pregunta sorprendido. ¡Ups! Creo que acabo de cometer un error. No debo responder nada, porque el empresario se marcha del departamento raudamente, casi corriendo hasta su casa. Ahora sí que el rubio va a tener problemas… ¡Lo siento!

Odio hacer trabajos, especialmente de Lenguaje. –Teniendo la mente ocupada con tus labores, podrás olvidarte, aunque sea un momento, de los resultados de los exámenes médicos… Bueno, eso y que creo que me he retrasado mucho con las materias, así es que necesito notas rápidamente…- Es lo que me respondió Adriana cuando le fui a alegar por su trabajo sorpresa. A veces no sé si la mujer es mi amiga o mi verdugo. La cosa es que me encuentro en la sala de mi hogar junto con Kevin. Ambos hicimos parejas, y ahora escribimos en nuestras laptops sobre la Dramaturgia en la antigua Grecia. Estamos muy concentrados, cuando de pronto, el sonido del teléfono, nos alarma por completo. Nos miramos con temor, ¿será la llamada de la Clínica que tanto hemos esperado?

Me levanto del sofá y camino hasta aquel aparato, nunca había tenido tanto miedo de contestar una llamada. –Buenas tardes, soy la señorita Isabel Ruz, ¿se encontrara don Renato Prats?- Escucho por el auricular, creo que es lo que he estado esperando. -¿Señorita? Pero su voz suena a que es muy vieja, ¿todavía no se casa?- Respondo sin saber por qué lo digo, me he puesto tan nervioso que no soy quien controla mi lengua. -¿Perdón? ¿Acaso se está burlando de mí? Pues debería tener más cuidado… Le informo que ya están los resultados de sus exámenes, ya puede venir a retirarlos…- Me dice con un tono amargado, y es que creo que me he pasado con mis comentarios. -¿En… serio? Y…. ¿no podría decirme por teléfono cuál es el resultado?- Le pregunto, así quizás pueda terminar con esta agonía de una vez y para siempre. –Claro, han dado positivo… Tiene VIH…- Responde secamente, como si no estuviese mi salud en juego. Todo mi mundo se viene encima, pensé que existía la posibilidad que me salvaría, que todo sería una pesadilla. -¿En… serio?- La pregunta más tonta de todas, si acabo de escuchar claramente, no obstante, mi boca sigue moviéndose por voluntad propia. –No, me está prohibido ver los exámenes de los pacientes… Ups, lo siento… es que esto de ser solterona a mi edad, ha afectado mi lengua…. Hasta luego…- Y la muy hija de perra cuelga. Acabo de vivir los segundos más terribles de mi vida, realmente casi muero del susto. Al rato llaman a la casa de Kevin y así sabemos que podemos ir juntos a la clínica. Dejando de lado el trabajo, salimos rumbo al momento más importante de nuestras vidas.

El edificio es de un inmaculado blanco, todo parece frío allí, estéril y limpio hasta los propios basureros. Caminamos por los largos pasillos, esos que más bien parecen laberintos. Finalmente llegamos hasta una mesa de atención al público. Nos atiende una mujer delgada cual escoba, de labios pintados con un llamativo rojo y un uniforme delicadamente celeste. Le decimos quienes somos y que vamos a buscar ciertos exámenes. –Ya veo, así es que tú eres el gracioso de hace un rato…- Me dice mirándome con desagrado. ¡Mierda! Justo me tenía que tocar la misma tarada del teléfono. Le sonrío un tanto apenado, ahora lo único que me importa es aquel papel. –Toma, espero que realmente estés enfermo…- Y con una risa macabra se marcha del lugar, tal parece que tiene algunos asuntos que hacer con un doctor. Esa mujer es mala de adentro, en vez de sangre, debe tener veneno.

Caminamos hasta un parque, allí buscamos una banca y nos sentamos para compartir aquel momento crucial. -¿Tienes miedo?- Me pregunta el rubio, mientras le veo tiritar como gelatina. –Mucho.- Le respondo sinceramente. Si así se siente cuando una mujer cree estar embarazada sin quererlo, jamás volveré a reírme de esas escenas en las telenovelas. No esperamos más y abrimos los sobres, sacamos el papel que contiene los resultados y cada uno lee su destino.

 

 

 

VIH NEGATIVO

 

 

 

Y puedo volver a respirar tranquilo. Eso significa que es muy poco probable que Diego esté infectado. –Me he salvado, ¿y tú?- Le pregunto a Kevin, sin embargo él no reacciona, solo ve detenidamente aquel papel como si estuviese hipnotizado. ¿Qué sucede? ¡Respóndeme! 

Notas finales:

Hasta el próximo capítulo :D

¿Pensaron que Renato tendría VIH? :P


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).