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Valientes. por MitcheKiller117

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Notas del fanfic:

Disclaimer:

La historia es totalmente idea mía, sin embargo, los personajes no me pertenecen. No soy parte de la SM, ni de Super Junior y tampoco sé qué carajos pase ahí realmente. Simplemente he tomado los nombres y manipulado las personalidades para contar una historia. Yo sólo soy una loca fanática, dispuesta a narrar en su mayoría, locas historias de amor.

Aclaraciones:

En esta historia los recuerdos suelen materializarse de la nada. Los diálogos puestos en cursivo serán aquellos que son parte de los recuerdos.

Las palabras cursivas, serán simplemente puntos a remarcar.

A leer…

 

 

 

Estamos acostumbrados a brillar juntos pero ahora somos extraños.

En tus brazos, el mundo era mío.

Hoy en día, como un tonto, estoy de pie en este lugar, mojándome en la lluvia, esperando por alguien que no vendrá.

—At Gwanghwamun, KyuHyun.

 

.

 

 

 

La puerta seguía haciendo el mismo sonido extraño cuando la abría.

SungMin sonrió con familiaridad. Mientras se sacaba el abrigo, el conocido calor del hogar hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo y cerró los ojos, dejándose embriagar por la sensación que tanto había extrañado.

El mueble de los zapatos todavía estaba donde recordaba, solo que la ausencia del calzado de sus compañeros se mostraba demasiado obvia.

Siendo siempre cuidadoso y ordenado como le gustaba, SungMin se inclinó para descalzarse y cuando la textura de sus acolchonadas calcetas rozó el suelo, casi gimió.

Hacía un frío de los mil demonios incluso cuando era obvio que la calefacción estaba encendida.

El piso de madera estaba helado y, no importaba cuánto se empeñase en descifrarlo, el muchacho probablemente nunca sabría si realmente se debía a la temperatura que acompañaba la estación del año, o al tiempo que había tenido que permanecer fuera del lugar que consideraba su hogar.

Terminando de deshacerse de las cosas que no necesitaba en la entrada, el de cabello negro subió el escaloncito de la entrada de un salto que intentó no pareciera emocionado y se echó a reír cuando se dio cuenta de que a nadie le importaría, porque en realidad, nadie estaba viéndolo.

Atravesando el pequeño pasillo de la entrada, SungMin se encontró con la cómoda sala donde tantas veces se había quedado dormido, exhausto después de una larga jornada de trabajo, molesto con su compañero de habitación o demasiado cansado como para caminar hasta su cuarto.

Su blanca mano acarició la textura del sofá más grande y suspiró, dejando que la melancolía se le escapara del aliento.

Recordó primero a HyukJae, parado en el lugar que él se encontraba en ese instante, regañando a un siempre flojo DongHae desparramado en el sofá de enfrente.

Y su graciosa voz casi fue un susurro a su oído.

—¡DongHae, demonios, necesitamos irnos ahora!

La sonrisa se dibujó involuntariamente en su rostro, después de media hora de sermones, probablemente sería momento para que el pez rodara en el sofá y mirara lastimosamente al mono, poniendo unos ojos de cachorrito que siempre provocaban que Hyuk pusiese los ojos en blanco.

Al final del día, siempre era HyukJae quien los conducía puntualmente a la Van, dirigiéndose hacia el hall rápidamente y amenazando con dejar al menor de los Lee tirado si no se apresuraba.

Un paso más adelante y uno de los curiosos dedos de SungMin se encontró acariciando la cara madera con la que estaba construido el mueble bajo la televisión.

Infinidad de veces, en sus efímeros momentos libres, todos se habían reunido en esa habitación, encontrando lugar en los sillones e incluso en el piso antes de tomar un control y presionar play.

Play.

El mayor de los Lee presionó mentalmente el botón y, probablemente por ello, cuando se giró pudo jurar que todavía estaban frente a sus ojos como la última vez.

HeeChul desparramado, con el cuerpo prácticamente sobre un SiWon que no dejaba de hablar por teléfono, amenazando con que si no colgaba, le diría a todo el mundo de sus encuentros con diversas personas con las que no era nada conveniente para el adinerado ser visto.

DongHae y EunHyuk se acurrucarían en el sofá más pequeño, siendo el menor siempre juguetón, procurando mantener a las fans al tanto de cada cosa dentro de su día y tomando fotografías para sus redes sociales.

Al principio, el mono pondría los ojos en blanco y fingiría ignorarlo, pero al final, siempre al final, terminaba cediendo y apareciendo al final de los videos subidos a la red por el menor.

RyeoWook nunca terminaba de quejarse de que estaba solo, poniéndolos a todos al tanto de lo sucedido en Sukira durante el día, así como de los chismes más numerosos que corrían dentro de la empresa.

Todos reirían cuando HeeChul afirmase que él se había enterado meses atrás de lo que el Eternal Maknae mencionaba.

Luego de su llegada del ejército, LeeTeuk probablemente aparecería con una sonrisa bondadosa, mostrando su siempre sensual hoyuelo en la mejilla, mientras dejaba dos tazones con palomitas y chucherías en la pobre mesita de caoba que se encontraba en el centro de la habitación, antes de sentarse en el sofá más grande junto a un cansado KangIn que no paraba de repetir lo difícil que de por sí era para él llevar una dieta, como para que JungSoo apareciese con comida chatarra para tentarlo.

En los tiempos en que Yesung todavía estaba, siempre se sentaba junto a RyeoWook en el suelo, manteniéndose al tanto de las nuevas e informándole al pequeño cómo habían estado yendo las cosas en sus negocios familiares.

A veces, Hee solía interesarse en la plática, sobre todo cuando implicaba algún nuevo diseño o prenda relevante a venderse en Whystyle. Otras tantas, ShinDong se aburriría y comenzaría a frotar la punta de su calcetín contra la cabezota de Jong Woon.

Pero siempre, cada vez que esas reuniones eran posibles, después de que SungMin terminase de poner el disco con una nueva película y se girase para mirar el adorable cuadro, KyuHyun estaba mirándolo ansiosamente desde su lugar en el sillón mediano.

Y le sonreía, tan atractivamente como le era posible mientras ladeaba la cabeza y palmeaba el hueco entre sus piernas.

Y SungMin, siempre hechizado por la imagen que tenía frente a sus ojos, cedía, sentándose entre sus piernas y algunas veces, recargando la cabeza en el pecho del menor.

La sonrisa del recién llegado se volvió un poco triste para ese instante.

Caminó como tantas veces lo había hecho antes fuera del living, dirigiéndose inmediatamente al otro largo pasillo donde se encontraban las habitaciones.

Los que vivían en ese piso nunca se quejaban, o si lo hacían por lo menos no del mismo modo en que los del piso de abajo.

DongHae compartía el primer cuarto junto a HyukJae en un principio, aunque durante la ausencia del líder, el mayor de los dos había prolongado su estancia en su propia habitación en el piso de abajo.

SungMin recuerda no haber experimentado peores días.

El pez estaba siempre moviéndose de un lado a otro durante la noche, insoportable. SungMin no sabía si ellos dos realmente eran una pareja hasta aquel entonces, cuando DongHae entró lloriqueando a su habitación, buscando refugio entre sus brazos y alegando que su novio era tan cruel, que prefería tener un cuarto para sí mismo en lugar de compartirlo con su mejor amigo de tantos años.

El mayor de los dos acarició su espalda prácticamente toda la noche bajo la atenta mirada de su celoso compañero de cuarto, había murmurado palabras vagas como: HyukJae malo, ¿debería hablar con él? Y No entiendo cómo es capaz de hacerte algo así, aunque secretamente, estaba seguro de que el motivo se escondía detrás del desorden que el pez siempre estaba dispuesto a hacer y que el tan ordenado mono no estaba dispuesto a soportar.

La segunda habitación casi siempre era habitada por Yesung por lo cual, había durado más días de lo que era fácil soportar estando vacía, como recuerdo permanente de algo por lo que todos tendrían que pasar alguna vez.

KangIn ocupaba la última al final del pasillo cuando, por supuesto, no tenía alguna misteriosa razón por la cual salir a hurtadillas durante la madrugada.

SungMin recordó haberlo pescado mientras tomaba un vaso de agua en la cocina.

A decir verdad, el respingo que su Hyung había dado todavía le resultaba gracioso y probablemente nunca olvidaría las palabras que el por aquellos entonces pelinegro, había recitado para su persona.

—Bueno yo… Verás, tengo hambre y es… escuché de un nuevo restaurante en la zona.

SungMin no le dijo que a esa hora no había ningún buen restaurante abierto, ni tampoco le recordó que vivían en el mismo lugar por lo que era normal que él estuviese enterado de las aperturas de nuevos locales, y que sabía que no había ninguno nuevo. SungMin simplemente había sonreído y se había marchado despreocupadamente a su habitación.

Por la mañana, seguramente encontraría al mayor desperezándose en el departamento de abajo mientras RyeoWook preparaba el desayuno antes de marcharse a Sukira.

Demonios, SungMin extrañaba el exquisito don del Eternal Maknae para con la comida.

Sus pies se detuvieron finalmente frente a la puerta al final y a la derecha del pasillo. Estaba tan estrecha como la recordaba y cuando la empujó con la perilla en mano, el familiar rechinido llegó también a sus oídos.

Había odiado ese infernal sonido durante años, a decir verdad, le había causado infinidad de problemas con el sueño ligero de su compañero de habitación.

Los bellos se le pusieron de punta al pelinegro cuando entró.

Su cama todavía estaba en perfecto orden, pero algunas arrugas sobre la superficie de las mantas le dijeron que seguramente alguien se había tumbado ahí poco tiempo atrás.

Todavía había una pantalla plana en el centro de la habitación, prácticamente encima de los vestidores.

KyuHyun y él habían ahorrado mucho para comprársela.

KyuHyun…

La sonrisa volvió a dibujarse un poco cansada sobre los labios del conejo.

La consola estaba guardada y eso le resultó increíblemente extraño pese al calor familiar que lo inundó nada más poner un pie dentro de la alcoba.

No había un reguero de juegos sobre el mueble donde solían acomodarlos, ni tampoco ningún indicio de que alguien hubiese estado jugando recientemente.

Extrañado, él ahora todo un hombre caminó desalineadamente por el cuarto, encontrándose con la ropa perfectamente tendida dentro del closet y la vieja fotografía grupal sobre su lado de la mesita de noche.

A su lado, un marco está volteado contra la superficie de la tabla.

Cuando SungMin lo levanta, no le sorprende encontrar una fotografía de él junto a KyuHyun sonriendo a la cámara. Y al girar la cabeza, casi puede jurar que lo ve…

Ahí, sentado en el suelo con la espalda recargada en el borde de la cama.

KyuHyun tiene la cabeza agachada y los brazos cerrados abrazando sus dos piernas juntas. Se rehúsa a mirarlo y aunque intente ocultarlo, SungMin es capaz de ver cómo le tiembla la coronilla.

Está roto.

Tanto como él, ahí… Parado junto a la puerta con una maleta en la mano.

KyuHyun no lo mira, ni tampoco le pide que no se vaya, simplemente se aferra a sus piernas y continúa dándole la espalda.

Las manos del SungMin de aquel día tiemblan cuando se gira, poniendo un paso fuera de la habitación y casi puede asegurar que ve las manos de KyuHyun aferrarse a su rostro, cerrándose sobre su cara.

Aprieta los puños, girándose para dejar de mirarlo y cerrando lentamente la puerta, el recuerdo termina y KyuHyun se desvanece.

SungMin no puede sonreír ni aunque quiera.

Pese a los muchos momentos vividos en ese lugar, lamentablemente su cerebro sigue reproduciendo el último una y otra vez, trágico hecho para su atormentado corazón.

Sus dedos acarician la textura de la almohada del Maknae, esa almohada en la que él tantas veces recostó la cabeza, con los ojos exhaustos, pidiendo a gritos un descanso, pero negándose a cerrarse, rehusándose a despegarse de la preciosa figura que tenía siempre enfrente. La misma almohada donde KyuHyun lo miraba, donde lo recargaba mientras repartía besos lentamente por toda su cara.

Esa cama donde los sueños se volvían realidad y la realidad se volvían sueños.

—Kyun-ee… ¿Por qué sigues pidiéndome que duerma contigo?

Recuerda haber pronunciado años atrás, mientras sus ojos miraban fijos los ajenos. El aludido le dedicó una sonrisa y con un ademán de mano, acarició el borde de su regordete rostro.

—Tú ahuyentas mis pesadillas Hyung.

El mayor parpadeó y acopló el filo de su rostro a la perezosa mano de KyuHyun, amoldándose a su deliciosa caricia mientras cerraba los ojos.

—Hyung, creo que cuando estoy contigo, me siento valiente.

Las pestañas de SungMin pesaban, así que le costó un poco abrirlas y, cuando lo hizo, no tuvo más remedio que volver a cerrarlas.

¿Los suaves labios de KyuHyun realmente estaban tocando lo suyos? Se preguntó silenciosamente.

El Maknae se apartó a penas lo hubo rosado y cuando recordó cómo respirar, el conejo abrió los ojos con sorpresa.

KyuHyun se encogió de hombros con una mirada inocente.

—¿Lo ves? Valiente.

Sí, valiente…

Habían sido valientes.

Con un suspiro, el mayor se alejó, dejando su liviano equipaje sobre la cama contraria para después salir de la habitación, preguntándose por qué un recuerdo se cruzaba frente a sus ojos cada vez que un nuevo escenario se construía.

Una vez, ahí en el pasillo, KyuHyun caminó tras él después de la cena, a paso distraído.

SungMin estaba molesto porque el menor había estado juntándose demasiado con ese talentoso hombre de TVXQ. Pero se negaba a aceptar que eran celos y, hundido en los términos de su propia negación, se había negado a probar bocado, marchándose casi inmediatamente a su habitación pensando que nadie le seguiría.

Tal vez fue por eso que todo su cuerpo dio un respingo cuando la mano de KyuHyun sujetó la suya, que era mucho más pequeña y entrelazó cuidadosamente cada uno de sus dedos.

Alarmado, el mayor miró en todas las direcciones posibles para asegurarse de que nadie los miraba y, cuando posó finalmente su mirada en él, KyuHyun lo había acorralado contra el pasillo con su brazo libre, pegando su cuerpo al suyo con esa aura perezosa característica suya.

La sonrisa gatuna que tenía en los labios, se le antojó maligna al conejo.

—Hyung, ¿estás celoso?

El aludido tragó, negándose a responder o a mirarlo, pero tampoco moviéndose o intentando zafarse.

KyuHyun se echó a reír silenciosamente.

—En verdad lo estás.

SungMin le dedicó una mirada amenazante e intentó sacárselo de encima, pero el menor lo acorraló de nuevo, impactándolo suavemente contra la pared y zarandeando la cabeza en negación para intimidarlo.

—Hay una diferencia entre Max y tú, Hyung.

El aludido parpadeo, irritado. ¡Por supuesto que la había! Y no era una, ¡eran muchas? ¿Acaso KyuHyun realmente pensaba echárselas en cara? Ese idiota iba a escucharlo-

—Uno de los dos, tiene mi corazón.

El mayor puso los ojos en blanco. KyuHyun sonrió.

Tú, Hyung. — Pronunció, un segundo antes de lanzarse sobre sus labios.

Ahora que lo pensaba y mientras salía del pasillo, SungMin estaba completamente seguro de haber sentido cómo alguien los miraba mientras le echaba las manos al cuello al Maknae y lo besaba como si la vida dependiera de ello.

Y, mientras llegaba al comedor, le fue inevitable reír mientras recordaba a HyukJae lanzándole miradas traviesas durante el desayuno al día siguiente.

Había pasado todo el día con mala indigestión por culpa del Evil Maknae, pues estaba tan hambriento esa mañana, que pudo haberse comido una vaca, literalmente.

Y siendo nada disimulado, KyuHyun acarició su pierna con su pie durante mientras lo hacía, subiendo peligrosamente hasta deslizarse sobre zonas que no debía tocar realmente. Y Hyuk continúo mirándolo, como si lo supiera, como si ya no hubiese más un secreto.

Pero calló, sonriendo.

Siendo su cómplice, como siempre.

SungMin movió la cabeza para despejarla un poco de tanta nostalgia y frunció los labios en un adorable puchero del que nadie sería testigo.

¿Dónde estaban todos?

Se suponía que iban a celebrar su cumpleaños número treinta y, sin embargo, la casa estaba tan vacía, que incluso se sentía fría.

Sintiendo el rugir de sus tripas, SungMin se dijo a sí mismo que no importaba dónde estuviesen los demás, él comenzaría a festejarse solo si era necesario y caminó a paso decidido hasta abrir la puerta de la cocina de un solo empujón.

Oh vaya…

La casa no está realmente sola después de todo.

Al principio, mientras se congelaba en su sitio, sin poder dar un paso más, Lee SungMin creyó que se trataba de un recuerdo más.

Pero cuando los segundos pasaron y nada ocurrió, se dio cuenta de que no había ni uno solo de ellos que implicase a KyuHyun sentado literalmente sobre la barra, completamente solo.

Y le sonríe, justo como la última vez que lo vio hacerlo.

Pese a trabajar juntos, presentarse juntos y tener que pasar tiempo juntos, kyuHyun no había estado dedicándole miradas últimamente y él lo entendía. KyuHyun tampoco le sonreía en privado y, sobre todo, ellos nunca habían vuelto a quedarse a solas.

Escondiendo su nerviosismo, el mayor caminó rápidamente hacía el refrigerador, observando detalladamente y de reojo, como el Maknae movía los pies en el aire de forma juguetona, como si patease a un invisible y diminuto monstruo.

—¿Has estado portándote mal de nuevo?

La voz de SungMin fluyó mucho más tranquila de lo que en realidad estaba y admitió mentalmente que eso le sorprendió un poco, abriendo la puerta e intentando concentrarse en el interior del mueble sin éxito alguno.

La imagen de KyuHyun de hace un instante no desaparecía de su mente.

Cabello castaño oscuro, flequillo sobre la frente, como si estuviese recién aseado.

Doble parpado, esos bonitos ojos.

Bonitos pómulos, sonrisa malvada… Labios, nariz y barbilla graciosamente manchados con betún.

—Tal vez metí mi cara donde no debía.

Su voz…

SungMin respira profundamente y siente como sus rodillas flaquean inevitablemente al escucharlo. En su intento por seguir pareciendo tranquilo, el mayor tomó una botella con agua, pasando del pastel y cerró el refrigerador para después girarse.

KyuHyun lo estaba mirando.

SungMin le sonrío también. — No sería la primera vez, Kyu.

Kyu, ahí estaba él después de tanto tiempo.

En la misma cocina donde le había exigido prepararle algo rico centenares de veces junto con algunos de sus otros dongsaengs o caprichosos Hyungs. En el mismo cuarto donde una vez le robó un beso cerca de la estufa, un beso que duró menos de dos segundos, mientras un distraído RyeoWook buscaba una cacerola dándoles la espalda.

Justo ahí, sobre la barra donde un día lo había acorralado sujetándolo por la cintura y mirado lascivamente.

—Hyung, tengo hambre.

SungMin parpadeó, concentrándose en la realidad. KyuHyun lo estaba mirando, como esperando por algo y el mayor se acercó a paso dudoso. Si había dicho algo, el realmente no lo había escuchado.

Pero el menor realmente no había dicho nada.

El conejo sonrío enternecido cuando se situó frente a él. Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que el Maknae lo miraba de esa forma tan intensa.

Siendo siempre cauteloso, el de cabello negro levantó la diestra y con uno de sus blancos dedos, acarició los suaves labios del otro, llevándose con él los restos de merengue con el que tenía pintadas las comisuras de la boca.

Bajo la mirada atenta del menor, SungMin se llevó el dedo a la boca y más que dejarse embriagar por el dulce sabor del betún, el mayor casi pudo saborear la esencia de KyuHyun impregnada en él.

—Hyung…

SungMin levantó la mirada, la voz de KyuHyun estaba ronca y sus pupilas fijas en él.

—No has eso o no podremos ni llegar a la habitación.

El mayor sonrío juguetonamente, completamente consciente de que estaba metiéndose en un terreno prohibido.

Debía echarse a correr, huir despavorido. Era la primera llamada… Él no podía jugar con juego sin salir quemado.

—Se te olvida que ahora soy un hombre casado. — Su cerebro hizo caso omiso de todas las alarmas que se encendían dentro de él, rindiéndose una vez más ante los descontrolados latidos de su corazón— Yo no puedo ir a ninguna habitación contigo.

En un movimiento lánguido y veloz, KyuHyun lo atrajo a su prisión, rodeando sus caderas con sus largas piernas firmes.

—Si fuera otra persona, me sentiría muy mal de estar pensando lo que estoy pensando pero, Hyung… Yo soy KyuHyun.

El aludido alzó la vista, encontrándose de lleno con los bonitos ojos del menor, con las pupilas dilatadas. Estaba deseándolo, tanto o más que él.

El menor sonrió de nuevo, haciéndolo estremecer con la terrible bofetada que esa sonrisa le había dado en el rostro.

Las alarmas continuaron chillando en su cabeza y un pajarito le dijo al oído, que esa era su última oportunidad, que si no se alejaba en ese momento, ya no habría vuelta atrás.

No era cosa más simple que un empujón y echarse a correr, pero por alguna razón que no terminaba de entender, sus piernas se negaban a responder y de pronto… tenía la mente en blanco.

—No me importa que seas un hombre casado Hyung. — KyuHyun susurró, como si fuese una advertencia, sujetando firmemente el mentón de SungMin con una mano, trazando perezosos círculos con su dedo gordo. — Porque, desde siempre y hasta hoy, tú siempre has sido mío.

Un escalofrío se disparó por la espalda del mayor.

No se da cuenta de que KyuHyun ya no está sentado sobre la barra sino hasta que el menor atrapa su cintura con sus manos y pega sus cuerpos íntimamente, haciéndolo olvidarse nuevamente de cómo respirar.

Su nariz roza la suya, manchándola probablemente también con betún pero a SungMin no le importa.

Hay algo que necesita más que aire en ese preciso instante.

La respiración cálida de KyuHyun restregándose contra la suave piel de su rostro lo embriaga. SungMin ya está borracho de KyuHyun, está mal… muy mal. Jodidamente perdido en los ojos del otro.

Y están tan cerca el uno del otro

Peligrosamente cerca.

—No huyas, Hyung.

Las palabras golpean su mente, haciéndola vibrar, pero todo vuelve a quedarse en blanco cuando los esponjosos y literalmente dulces labios de KyuHyun se estampan contra los suyos.

Es una caricia suavemente profunda.

La boca del menor se acopla a la suya como si fuese la última pieza de ese interminable rompecabezas que jamás había terminado de armar. Un mordisco es lo único que el mayor necesita para abrir levemente los labios y la caliente lengua de KyuHyun entra en su boca, recorriendo cada centímetro de ella como si la conociese a la perfección.

Porque así es, la conoce.

Sus dientes chocando torpemente es una clara señal de que esto ha pasado antes. No una, ni dos veces, sino cientos de ellas.

KyuHyun lo reta, succionando sus labios con ternura y le roba una sonrisa a SungMin, además del aliento.

Le lengua del Maknae toca la suya juguetonamente, como si la tentara y SungMin le corresponde, pegándola a la ajena como si fuesen una sola. El menor lo besa como nadie jamás lo ha hecho, con tanta familiaridad, que pese a todo el mayor sabe perfectamente que lo que hace es correcto.

Un suspiro se le escapa de lo más profundo del alma cuando KyuHyun se pega más a él y lo priva del suelo, ayudándolo a entrelazar sus piernas sobre su cintura mientras le echa las manos al cuello.

Las manos de KyuHyun se deslizan bajo sus muslos para sostenerlo con firmeza y es tan ligero, casi casto, como siempre lo ha sido.

Es delicioso.

Sabe a betún.

Betún de limón, el betún más delicioso que alguna vez hubo probado.

Sus bocas se separan y ambos respiran ruidosamente, recuperando el aliento que hubieron perdido un instante atrás.

KyuHyun hace que sus frentes choquen y lo mira intensamente.

—No huyas nunca, Hyung.

No es hasta ese instante, que SungMin se da cuenta de que Kyu tiene los ojos rojos y las lágrimas se desbordan por sus mejillas.

Está roto, pero una parte de él la ha reparado con su beso.

Esto no ha terminado, Hyung.

SungMin niega, tomando el rostro del menor entre sus manos y acercándose para besarlo dulcemente.

Su perfecta unión ya no sabe solamente a betún, sabe también a agua salada, a toda esa tristeza que había estado consumiéndolos. Sabe a días perdidos, a corazones rotos y a matrimonios extraños. Le provoca un ligero dolor punzante en el pecho y, mientras exploran sus bocas nuevamente, SungMin se da cuenta de que él también está llorando.

Cuando KyuHyun lo conduce tambaleándose a la habitación que siempre han compartido, SungMin sabe que ya no tendrá que atormentarse con el último recuerdo en ella la próxima vez que sus ojos vean otra cosa que no sea el malvado Maknae que lo arroja sobre la cama y se sitúa sobre él.

 SungMin sabe que nunca le había importado menos un perfecto pastel de cumpleaños arruinado y sabe también, mientras sus manos se aferran al cabello todavía húmedo de KyuHyun, que no hay forma alguna de que pueda arrepentirse de lo que hace, no mientras los labios de KyuHyun lo perforen de la forma en que están haciéndolo, no mientras se deslicen bajo su rostro, alcanzando su cuello para marcarlo como suyo.

Un gemido se le escapa de los labios, necesitado y KyuHyun ha hecho que ya no tenga frío.

Le desabotonó uno a uno los botones de la camisa, teniendo cuidado de no arrancárselos y después, besó desesperadamente sus pezones, como un loco.

Y SungMin se retorció bajo sus caricias, jadeando y suspirando, como si se le fuese la vida en ello.

—No puedo dejarte ir.

La voz del Maknae acapara los suspiros que ha estado robándole antes de volver a unir sus labios, y es ese beso exactamente donde KyuHyun le promete que no está dispuesto y definitivamente, no va a dejarlo ir.

Cuando salió de esa habitación por última vez, SungMin creyó que jamás podría volver a tocar a KyuHyun se forma tan íntima… Que marcharse realmente significaba el adiós.

Así que se alegra de poder acariciar nuevamente su pecho desnudo y le sonríe cuando se alza sobre él.

Hay una sonrisa pese a las lágrimas que todavía desbordan por sus mejillas.

SungMin le sonríe a KyuHyun.

Le sonríe mientras asiente y el menor lo toma por la cintura, susurrándole palabras de amor al oído mientras se hunde en él.

Le promete nunca dejarlo y SungMin le cree, besa su oreja con cariño, asegurándole que las cosas van a mejorar aunque el mayor sabe que no es nadie para prometer algo como eso. Pero lo comprende y sabe lo desesperado que está porque las cosas realmente mejoren, así que lo deja pasar mientras se aferra a su cuerpo caliente.

KyuHyun le besa la mejilla y comienza a moverse.

SungMin suspira y después jadea, clavándole las perfectas uñas en la espalda.

La habitación es la de siempre pero hay algo diferente. Las caricias son las mismas pero se siente todo mucho más intenso.

SungMin sabe que nunca podría reemplazar a KyuHyun ni aunque quisiese, y KyuHyun le jura que luchara por ambos si es necesario mientras pone todo su cuerpo a temblar.

La noche muere detrás de la ventana mientras ellos terminan y KyuHyun desploma su cuerpo sobre el suyo.

SungMin lo abraza, recargando su cabeza en su hombro. Acariciando su espalda sudada, jurándose a sí mismo que guardara ese instante como la prueba inmediata de lo grande que su amor en realidad es.

Sus respiraciones se controlan y KyuHyun también lo rodea con sus brazos.

El cansancio cae sobre sus cuerpos, haciendo que ambos se acurruquen más cerca.

—Hyung… — Lo llama, y SungMin se fuerza a mirarlo aunque ya no puede mantener los ojos abiertos — ¿por qué nos engañamos a nosotros mismos?

El mayor le acaricia el pelo a su precioso KyuHyun mientras esboza una sonrisa triste.

Sus ojos se cierran.

Sus manos se aferran a lo único que es verdaderamente suyo.

Y sus labios susurran antes de caer profundamente dormido.

—Porque somos valientes Kyu.

Son valientes.

Valientes unidos.

Valientes que han sido heridos.

Valientes que callan porque viven en un mundo que no está preparado para escuchar.

 

Notas finales:

Este es mi último Fic del año.

Planeaba subirlo mañana, pero mañana actualizo TT y pues, decidí que éste sería el último Fic del año y TT el primero del que viene. ¡No puedo creer que ya lleve 18 Fics!

Bien.

Tenía más o menos desde todo el alboroto por la boda de SungMin intentando escribir algo KyuMin y simplemente no podía, hasta ahora que me senté y me forcé a escribir.

Lamento si hay fallas, lamento si no toca sus corazones.

Lamento si las cosas no cuadran o así. Solo estaba expresando mis sentimientos por esta hermosa pareja en trece páginas y bueno… Yo creo que nunca será suficiente.

En Corea ya es primero así que, feliz cumpleaños, Lee SungMin.

Te amamos.

Feliz año a todos :) No se olviden de comentar si les gusta.


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