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Memorias por Circe 98

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Notas del capitulo:

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, buenas madrugadas, depende de la hora en que me lean.

Primero, Yu-Gi-Oh! Es propiedad de Kazuki Takahashi, partes importantes de la trama de este fanfic son a base de su obra original pero también vuelco parte de mi imaginación a base de una teoría que creé hace mucho rato.

Segundo, contador de palabras.

Total de palabras: 1952

Tercero, espero que lo disfruten

Al día siguiente, con un Atem más normal y los sacerdotes ya teniendo en cuenta el poder que tenía su rey. Sin embargo, aquel vistazo de sus emociones había sido eliminado, dejando de vuelta al muchacho que habían visto antes.

Mahad estaba de rodillas tan pronto los sacerdotes estuvieron reunidos en la sala y nadie faltaba. El portador del Sennen Ring anunció sus intenciones de atrapar a Bakura en la tumba del faraón Aknamkanon. Atem se lo encomendó con fuerza, haciéndole jurar que debía proteger esa tumba. Shimon hizo una pequeña mención respecto a lo que pasaría si se repararan las trampas: la misma tragedia.

El joven de ojos grises reveló la existencia de una nueva trampa pero Seto se burló del mismo, anunciando que no habría una próxima vez de fallar, diciendo la pérdida del título como Sacerdote. El visir nuevamente regañó al sacerdote de ojos azules. Atem también le quitó importancia, recomendándole que ignorara todo lo dicho por ese sacerdote en específico y que solo le prestara atención a lo que era su deber: cuidar la tumba de su padre.

Y eso le pidió en lo más profundo de sus pensamientos.

Una vez terminada aquella reunión, Mahad se reunió con los guardias y comenzó a dar órdenes junto al capitán del pelotón. Caminaron por el palacio, llamando, organizándose en lo que harían. Eso hasta pasar por unos jarrones colocados de manera decorativa. El sacerdote mandó a los guardias a adelantarse. Cruzó sus brazos y se acercó al mismo.

—Sal de ahí, Mana —le llamó. El jarrón se mantuvo en silencio un momento—. No puedes esconderte de mí —repuso, sin cambiar su posición. Una pequeña respiración se escuchó, de sorpresa y una niña rubia asomó la cabeza, soltando una pequeña risita nerviosa.

—Siempre me encuentras, Maestro —dijo, saliendo del jarrón mientras Mahad se enojaba ligeramente, dando pequeños golpes a su brazo con el índice.

—¿Cuántas veces tengo que decirte, Mana? —cuestionó. Esperó a que la joven aprendiz estuviera fuera y continuó—. ¡El palacio no es tu campo de juego!

Mana frunció el ceño.

—¡Maestro! ¡No estoy jugando! —exclamó ligeramente ofendida la rubia—. Usted va a ir a las Tumbas de los Reyes, ¿verdad? —cuestionó y no dejó que el sacerdote respondiera siquiera cuando continuó—: Sólo he venido a despedirme.

—¿Qué pasa con tu práctica de magia? —gritó Mahad, descruzado de brazos, ligeramente desesperado.

—¡Las haré más tarde! —anunció, bastante alegre. Su maestro dio un profundo suspiro, negando con la cabeza y los ojos cerrados, bastante exhausto de la joven.


El visir salió del palacio, seguro de que el faraón estaba seguro. Por máxima precaución, dejó a un par de guardias al cuidado del mismo, a sabiendas de que Bakura no era alguien realmente predecible. Caminó hasta encontrarse con Mahad y Mana, quienes tenían una ligera discusión. Al escuchar lo último que el joven castaño mencionaba, decidió entrar.

—¿Ella puede faltar un día? —cuestionó el visir. Mahad se sorprendió de escucharle—. Cuando el faraón era pequeño, su padre se enojó muchísimo con él por esconderse en esos jarrones.

Mana tuvo que ahogar la risa al escuchar lo que aquel niño había hecho. Aunque fuera metafórico, era la única que recordaba lo que en verdad había pasado, ni siquiera Mahad lo hacía… Su Maestro dio una pequeña réplica al escuchar eso, estaba seguro de que su aprendiz tenía que mejorar en todo momento porque no era muy buena exactamente.

—Mahad, solo tengo una cosa que decir —anunció el anciano, capturando perfectamente la atención del joven—. Tu deber es inspeccionar y reforzar la guardia en la Tumba de los Reyes, eso es todo…

El castaño se quedó mudo momentáneamente, desviando su mirada de la firmeza de Shimon. Le había descubierto en su intento de enfrentarse a Bakura y estaba más que claro a su joven aprendiz su debilidad. El anciano siguió recordándole lo que aquel ladrón ya había logrado. También le dijo la otra cara de la moneda para que un monstruo Ka pudiera llegar a ser de ese tamaño y el sacerdote excluyó el odio de su corazón, alegando que su propia devoción sería más que suficiente.

—Todos estos problemas sucedieron por mi fracaso —comenzó a narrar sin permitir que Shimon hablara—. El faraón me perdonó… Se tragó su tristeza por el insulto hecho a su padre y me permitió vivir —terminó, recordando aquella mueca de infinita tristeza que había visto antes, tratando de ser ocultada—. Señor Shimon, ¡voy a arriesgar mi vida para llevar a cabo mi deber!

Con eso en mente, se fue, siendo visto por Mana y Shimon hasta perderle de vista al reunirse con los guardias. La rubia intentó detenerle pero, al ver que no pudo hacerlo, se regresó al anciano que estaba imperturbable.

—¡¿Cómo puede decir eso señor Shimon?! —cuestionó, con total rabia, asustando profundamente al anciano quien le vio con absoluta sorpresa—. ¡Decirle a mi maestro que su espíritu es demasiado débil! —dio un profundo respiro, tratando de calmarse pero no quitando el ceño fruncido, demostrando su total enojo—. ¡La magia de mi maestro es increíble!

El visir se recompuso de la sorpresa que la joven rubia le había causado, recuperando la voz inmediatamente.

—Lo sé —respondió a todas esas exclamaciones—. Después de todo, fue llamado para convertirse en sacerdote por sus habilidades mágicas.

Mana inhaló profundo, recibiendo más calma, la suficiente como para no cometer un error que podría significar una guerra contra el mago más poderoso que ella conocía y que estaba vivo porque el más poderoso realmente iba a ser Heba, quien tendría a un monstruo de Luz Pura, capaz de hacerle frente a cualquier adversario, incluido el mismísimo Diabound.

—Pero mi maestro no ha usado su otra magia desde ese día. Él la selló en su interior —claro que Shimon iba a cuestionarle la razón de hacer alusión a un día que solo ella recordaba y que Mahad decidió modificar en su memoria. ¿Qué importancia tendría ella si jamás estaba cerca del faraón?—. Hace cinco años, cuando se hizo sacerdote y se puso la sortija por primera vez —Mana era inexacta, no había sucedido ese día en específico sino mucho después pero mientras pudiera mentir relacionado a ese suceso, todo estaría perfectamente bien.

O eso le había dicho su maestro antes de realizar ese conjuro que mandó a Heba al olvido. Un príncipe que habría sido un poderoso Mago o Guerrero. Lo que él hubiera elegido. La rubia se marchó de allí, pensando bastante en lo que era el verdadero pasado de las arenas de Egipto, todos los archivos habían sido eliminados y la tumba en la que residía en paz estaba totalmente sellada, al menos la cámara que lo mantenía en lo que se terminaba en donde Atem viviría.


En el anochecer de ese mismo día, llegaron a la Tumbad del faraón Aknamkanon. Mahad entró a la tumba mientras sus guardias se ponían en su lugar, dispuestos a tenderle alguna trampa a Bakura, preparándose lo mejor posible.

Mientras el capitán daba las órdenes de lo que cada uno de ellos haría, el portador del Sennen Ring comenzó a liberar toda su magia, a la espera de Bakura, pensando en que su lealtad y devoción por el faraón serían suficientes para vencerle.


Cuando se ocultó el sol, Bakura estaba escondido en aquel lugar pero bastante alejado, contra una piedra, comiendo una cebolla, viendo el movimiento que había fuera de la tumba. Eso le estaba diciendo que dentro había un pececillo que iba a capturar con tal de obtener algo que anhelaba con fervor.

Notó que había cinco guardias y solo sonrió por eso, teniéndolo resuelto ya. Los demás escucharon el grito de todos y cada uno de ellos por lo que, supieron, la trampa debía de empezar. Comenzaron a gritar órdenes para moverse mientras Bakura entraba a la tumba, encontrándose con Mahad antes siquiera de comenzar las trampas.

El escuchar que algo se movía por detrás llamó demasiado su atención al grado de obligarle a ver.

Los guardias celebraban su victoria de haber encerrado al ladrón, que el plan del sacerdote fuera cumplido al pie de la letra. Colocaron una lápida de piedra y se pusieron nervioso de lo que pasara, alguien iba a aparecer en aquella lápida. Algo les gritaba que saldría terriblemente mal ese movimiento pero no teniendo de otra que obedecer.

Decir que el intercambio de palabras entre ambos hombres era venenoso, era muy poco. Era claro que deseaban la muerte del contrincante, Bakura con el único propósito de obtener aquel colgante que regresaría a su reposo mientras que Mahad con el ideal de proteger a Egipto y decirle, con eso, un perdón al faraón ante su ineptitud al permitir que el hombre que tenía enfrente entrara a la tumba del antiguo rey.

Tras decir tantas cosas, convocaron a sus monstruos. Diabound había evolucionado por todo el odio que el ladrón mantenía dentro de su cuerpo, el mago se sorprendió por la apariencia del mismo y Bakura se tomó la molestia de explicarle la razón de que ya fuera diferente. Mahad decidió soltar toda su Heka sin preocuparse realmente de herir al ladrón, era el momento de dar una verdadera pelea.


La pelea entre ambos fue dispareja desde un inicio. Sí, el Mago de las Ilusiones del sacerdote había crecido en poder, demostrándolo en su tamaño y fuerza mágica pero el Diabound utilizaba todas sus habilidades especiales en contra del intento de monstruo Ka, debilitando a su usuario de a poco, activando las trampas de la antigua tumba del faraón Aknamkanon, distrayendo a Mahad quien debía cuidarse de Diabound y de las cuchillas que amenazaban con partirle a la mitad.

Por tener todo eso en mente, no pudo prevenir el ataque del monstruo de Bakura, arrancándole gran parte de su Ba. El sacerdote no podía permitirse eso así que comenzó a recitar en hierático un antiguo conjuro, acercándose a una cuchilla que partió su cuerpo mortal y arrancó la Sortija, cayendo en manos de Bakura. Éste se rio, pensando que todo el entretenimiento se había acabado.

Tanto se confió que notó demasiado tarde que aquel Ka seguía presente, mandó a Diabound a atacar al Mago de las Ilusiones quien respondió con un ataque muchísimo más fuerte de los que aquel débil monstruo había dado. El puente de piedra fue destruido, Bakura llamó a su Ka de regreso y él cayó a la profunda oscuridad, perdiéndose y, quizá, el reino entero se deshacía del mismo.

Tal vez, el sacrificio del joven sacerdote y mago poderoso había valido la pena.


Al amanecer, la lápida de piedra capturó a un espíritu y los guardias no podrían estar más asombrados, aterrados y asustados de quien había aparecido. Llevaron la lápida al palacio una vez que se aseguraron que nadie saldría, lugar donde los seis portadores de los Artículos se quedaban asombrados por lo que veían.

Mahad estaba muerto.

Atem mostró su sorpresa… Nunca creyó realmente que aquel viejo amigo hiciera tal locura solo por algo que él había pasado realmente por alto. Sí, se había enfurecido con él por haberlo permitido pero, al ver a Bakura, el resentimiento se esfumó, ya sabiendo que, fuera quien fuera, nadie hubiera evitado que aquel ladrón entrara en la tumba de su padre.

El sacerdote Seto cuestionó el paradero de la Sortija, preguntando si se había perdido o había quedado en manos de Bakura. Los guardias le contestaron con la verdad: no sabían. Se quedaron hasta bien pasada la mañana y entrada la tarde.

El faraón se acercó a la lápida.

Faraón… Mi alma es su eterno sirviente.

El portador del Rompecabezas se quedó serio, oscureciendo su mirada sin percatarse.

Mi Ka será tu fiel sirviente.

Notas finales:

Dioses! Esto se está volviendo muy duro! Es bastante difícil para mí! xD quiero jugar Injustice pero el tipear no me deja! *se retuerce* bueno, ya terminé de jugar, termino con el tipeo del siguiente cap y todo, la edición de los anteriores y más xD bueno, bueno, bueno :D

Nos leemos!


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