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Memorias por Circe 98

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Notas del capitulo:

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, buenas madrugadas, depende de la hora en que me lean.

Primero, Yu-Gi-Oh! Es propiedad de Kazuki Takahashi, partes importantes de la trama de este fanfic son a base de su obra original pero también vuelco parte de mi imaginación a base de una teoría que creé hace mucho rato.

Segundo, contador de palabras.

Total de palabras: 1436

Tercero, espero que lo disfruten

En las ruinas del santuario oculto, Bakura colocaba en la lápida el Rompecabezas que había hurtado del faraón muerto. Pensaba en lo que había hecho gracias al poder de la Sortija: sellar parte de su alma en aquel artículo, convirtiendo la lealtad de aquel anciano en deseo de ver cumplido eso que pidiera al Ojo. Con el rey muerto, solo era cuestión de que los otros cinco regresaran a la lápida de reposo a la que pertenecían. Gracias a la ayuda de los espíritus que seguían atrapados en aquella tierra podría lograrlo, tener el poder del Dios del Inframundo: Zorc Necrophades.


En el palacio, los guardias daban sus avances a los cuatro sacerdotes restantes. El sacerdote Seto ordenó que drenaran el Nilo de ser necesario pero que encontraran a Atem. Todos temían terriblemente de lo que pasara al encontrar al faraón. Mayormente creían que estaba muerto por la terrible caída que había sufrido, Shada era quien le buscaba fuera.

Aknadin veía el trono vacío, pensando en lo mal que se vía el mismo de esa manera. Necesitaba un rey. Escuchó a medias las palabras de Seto y modificó eso, señalando que lo más importante más allá de la fe y los sueños era el poder, tal y como pasó hacía más de quince años, incluyendo el vender el alma a los demonios. No importaba si así se conseguía lo que cualquiera se propusiera.

Shimon le preguntó a Isis qué era lo que veía. Ella explicó que solo existía el reflejo de una oscuridad en agua y que comenzaba a producir un montón de ondas. Si solo existiera una, pronto avanzarían pero iban apareciendo más y más, a la voluntad del ladrón pero una sola cosa podría detenerlo: un recipiente.

Un guardia se acercó al sacerdote de cabellos castaños y le anunció que la mujer de cabellos blancos había despertado ya. Él ordenó que la llevaran bajo superficie de una vez y que él iría tan pronto terminara con sus deberes.


Mientras, con la joven de cabello y piel blanca terminaba de a poco la comida que le habían llevado. Al escuchar que un hombre le llamaba, preguntó con timidez dónde estaba. El hombre le contestó, no de manera cortante o hiriente como escuchó en el pueblo pero tampoco rebosaba en amabilidad. Era un tono bastante agradable de escuchar para ella. También le dijo a quién le debía la vida.

Y ella repitió el nombre en un susurro.

En unos pasillos que daban al confinamiento, Aknadin y Seto conversaban sobre el futuro de Egipto. Sabían que la mujer era necesaria por su enorme poder. El castaño invitaba al otro a que confirmara el poder que residía en la muchacha, obviando el enorme respeto que le tenía. Sin embargo, el sacerdote del Sennen Eye cambió el tema, alegando sobre la falta del faraón, recordando que Egipto era vulnerable si algo le pasaba puesto que quedarían sin la protección de los Dioses.

Seto supo a qué se refería cuando comentó sobre un Ka lo suficientemente fuerte como para poner a alguien de rodillas. También agregó algo que le sorprendió: la necesidad de un nuevo líder. Y, sumando a eso, la petición de que él, portador del Sennen Rod, fuera el siguiente rey de la Tierra Negra. Le dijo que él era el recipiente que aparecía en la visión de Isis y que debía cumplirla, demostrando su valía al traer a un monstruo lo suficientemente capaz como para esconder y relegar a los Dioses que Atem manejaba al pasado.

El joven de cabellos castaños no dijo nada y tampoco sabía qué decir. No habló tampoco al momento de ver a Gebelk quien les estaba esperando. El hombre les recomendó bajar con cuidado debido a que no era del conocimiento del faraón que aquella ala existiera. Había sido cerrada tanto tiempo atrás, iniciando el reinado de Aknamkanon quien no deseaba más torturas.

Muy a pesar de haber permitido a Atem el torturar a los capturados, aquellos que elegían morir a manos de un encolerizado príncipe a servir como un esclavo, lo que no era demasiado seguido, estaba limitado. El rumor de la ira del príncipe era conocido en todo el mundo. Claro, solo mientras se mantuvo de aquella manera, tras algo cinco años antes, con la ascensión de uno más como sacerdote, todo había cambiado.

—Gebelk, ¿cómo va la extracción del Ka? —cuestionó el sacerdote de ojos azules, bastante serio, pasando el trago que era el escuchar a Aknadin decirle que tomara el trono de Egipto.

—Después de muchas pruebas, he descubierto que el hambre y el miedo son los mejores estímulos para llevar a cabo la violencia del Ka de un hombre —el anciano sonreía, pensando en lo que había hecho en la búsqueda de complacer al sacerdote—. Por otro lado, la tortura severa arriesga a eliminar el Ba del prisionero, entonces es contraproducente.

—Un espíritu Ka se vuelve más fuerte cuando su portador se somete a entrenamiento y meditación pero estos tienen monstruos Ka. ¿Qué los fortalece? —cuestionó el sacerdote del Sennen Rod.

—Hubo unas pocas víctimas pero encontré la respuesta —dijo Gebelk. Los tres se sumieron en silencio mientras avanzaban, terminando de bajar cada uno de los escalones y recorriendo un largo pasillo—. ¡Aquí! —anunció el anciano de baja estatura, viendo que los guardias abrían la puerta al verle—. A través de esta puerta.

Los tres entraron y recorrieron otro pasillo antes de ver un giro a la izquierda que culminaba con dos asientos centrales. Posiblemente donde reyes y reinas se sentaran para ver y admirar lo que sucediera con los prisioneros. Aknadin comenzó a quejarse de la suciedad del lugar, pensando en que la misma se debía a la oscuridad impregnada en el alma de alguien. El anciano soltó una ligera risa antes de anunciar que podría ser su culpa, luego les pidió que tomaran asiento.

Ambos obedecieron. Seto se llevó una gran sorpresa al ver un campo de batalla con los prisioneros peleando sobre ella. Lo que llamó al sacerdote más anciano fue el poder del Ka que aquellos hombres poseían, emocionando al ver tan magnificencia. Gebelk le corrigió, diciendo que a como los veía era gracias a su crianza, dándose el crédito y riéndose al recordar cada cosa que les hizo.

La sorpresa recorrió al sacerdote de ojos azules que le preguntó cómo había sido eso posible. Le anunció la cruel verdad: al iniciar había diez hombres y la cantidad de tiempo en que habrían estado peleando, además, incluyó la única regla: solo un hombre podría salir.

El más joven abrió los ojos invadido por la sorpresa. El de baja estatura continuó, revelándole que lo único que lograba fortalecer a esas almas era el deseo de vivir por parte de sus portadores.

Los prisioneros estaban exhaustos. Uno de ellos sangraba en abundancia mientras que el otro jadeaba por recuperar el aire. El anciano criador de ambas bestias los impulsaba, diciendo que solo vivirían mientras el otro estuviera muerto, instándoles a atacar hasta que uno se coronara ganador.

Un guardia entró y se dirigió lo más discreto que podía y notificarle la llegada de la mujer. El hombre solo le miró de reojo, sopesando cada palabra.

La muchacha de largo cabello blanco fue empujada por dos soldados enormes. Sus ojos veían todo con curiosidad pero aún reflejaban un nivel alto de cansancio. Ella miró directamente al sacerdote, susurrando su nombre con duda, temerosa de lo que aquel par de ojos quisieran decirle.

El criador de Ka la miró, sonriendo de oreja a oreja al saber que esa mujer era el recipiente de un dios. Aquel hombre se adelantó hasta estar en medio de Seto y la mujer de cabello blanco, diciendo lo fácil que sería para él encontrar el nivel de poder que residía en ella, soltando algunas risas después de pensar en la forma, alertando al muchacho.

La joven miró todo con un rostro inexpresivo, seguía cansada, quería irse, buscar comida, un poco de agua e irse, no queriendo causar más problemas de los que ya provocaba a donde iba, por su color de piel y ojos.

Sin embargo, también se quedó pensando en lo dicho por el hombre bajo. Lo de poseer a un Dios. Decidió arriesgarse y acercarse al sacerdote joven, llamándole. Él se sorprendió de ser nombrado por ella, encontrando una voz dulce y suave.

—No tengo una forma de darte las gracias por salvarme la vida —comenzó, llevando una de sus manos al pecho, colocándola sobre el corazón, haciendo una reverencia—. Tienes mi agradecimiento eterno.

—Mujer —le dijo, serio—, ¿cuál es tu nombre?

—Me llamo Kisara.

Notas finales:

Pido tremendas disculpas por tardarme casi una eternidad pero tengo una excusa: no me decido.

Tengo hasta el cap 28 pero no tengo tiempo para escribir más allá. Si encuentro tiempo el viernes, ese día me dedico a avanzar 4 caps y subiré cuatro más en las siguientes semanas pero no sé si ustedes podrían esperarme demasiado tiempo o si desean que los suba todos semana a semana hasta que me quede sin nada y esperando a que salgan del horno como hacía antes.

No sé su opinión. Ustedes son los que realmente tienen la última palabra porque sé que debí avanzar muchísimo más pero siento que moriré ya. No lo hice en mis vacaciones, ahora no tengo verdadero tiempo. Estoy exhausta y solo van dos o tres semanas de clases y creo que ya voy reprobando.

Nos vemos!


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