Atem se preguntó si sería capaz de vencer a Zork. Podría ser fuerte pero aquel Dios Oscuro invocado por Bakura y Aknadin. Shimon aseguraba solo esperar un poco más y se vería el trabajo de su Ka.
Sin embargo, Zork les dio una lección utilizando un potencial muy pequeño de su poder: El Fenómeno Oscuro. Con aquel ataque, Exodia fue destruido, causando heridas demasiado grandes en el Ba de Shimon, visto por Atem quien corrió a sostenerlo antes de que colisionara contra la tierra.
—Faraón… Yo… Intenté… —susurró el mismo viendo al joven que crio desde joven. No obstante, el mensaje no llegó a terminar por su muerte. El muchacho gritó su nombre, desesperado. Ya eran tres de sus colegas quienes morían frente a sus ojos por su incompetencia.
Los ciudadanos veían el cielo ennegrecido, la falta del sol y… agua cayendo del mismo. No en el pueblo, alejado del mismo por los guardias que lograron escapar para evacuar el reino, viendo la destrucción del palacio y muchas luces consumidas rápidamente por la oscuridad.
Todo era un caos total.
La risa del Dios Oscuro se escuchó por todo el lugar, Atem apretó, inconsciente, el cuerpo de Shimon contra él. Aquel anciano le había dado todo junto a su nodriza. Lo habían criado y él les quiso en demasía.
—Has perdido, faraón —continuó riéndose—. ¡Sus lamentables almas jamás me vencerán!
El muchacho gruñó, estaba cansado de escuchar esos comentarios, despreciando su fuerza, su esfuerzo, su todo.
—¡Zork! ¡Lanza nuestros cuerpos y almas al abismo! ¡No importa! ¡Nunca dejaremos de pelear! —gritó, desgarrándose más la garganta. Respiró desesperado, era de las pocas veces en que perdía el control de esa manera.
—No puedes ganar —respondió a lo dicho por el patético gobernante—. Soy la oscuridad. ¿Qué ves luego de lanzar tu vida a la oscuridad? ¿Ves alguna otra cosa que no sea locura y arrepentimiento? —el demonio se había puesto serio por una vez. Aquello hizo enojar mucho más a Atem, quien contuvo sus jadeos de ira—. Ustedes mortales le temen a la oscuridad… Pero los controla. Serás fácilmente consumido por la oscuridad.
—¡No es verdad! —exclamó, lastimándose más la garganta. Había demasiado dolor en él que temía acostumbrarse al mismo—. ¡El alma de este cuerpo es la luz de la vida! ¡Nunca se irá! ¡Creo en eso!
El demonio se burló de él al mencionar cada una de los hombre muertos hasta ese momento, tocando incluso a sus hermanos, todos y cada uno de ellos. Atem gritó hasta desgarrarse, viendo a Mana y a Hassan colocarse frente a él… Mahad le era necesario, lo necesitaba pero estaba demasiado débil como para convocarlo.
Hermano.
Miró a todas partes. El día se le había hecho eterno como para perderse pero solo había pasado un día desde que escuchó la voz. ¿De dónde venía? Miró a Hassan que le observaba de manera penetrante.
Convócalo.
¿Cómo? Se preguntó, ¿cómo llamar a Mahad en aquel momento?
¿Recuerdas… mi juramento?
No. No lo recordaba porque nunca hizo tal cosa. Con duda y cansancio, convocó a Mahad, viéndole aparecer, un poco más débil pero con fuerza restante para dar una última pelea.
Los tres se colocaron frente a él y fueron en vuelo para atacar el rostro del Dios Oscuro. No obstante, aquella cosa lo sintió como un piquete nada más. Soltó su Zork Inferno y los eliminó a todos.
Atem escupió sangre mientras abría a todo lo posible sus ojos. La tierra donde estaba tembló y se fragmentó mientras Mahad le llamaba. Luego, sin poder aguantarlo, el brillo de sus ojos se apagó mientras se doblaba, intentando no caer completamente al suelo, dejando la sangre salir por su boca. Colocó su mano derecha contra el piso… tratando de mantenerse en pie. Escuchó el lamento de su amigo, de su guardián. Pero todo eso quedó en un segundo plano, el dolor de su cuerpo y alma eran muy fuertes.
Yami abrió los ojos, jadeante. No debía confundir lo que él vivió cuando pasó en verdad con lo pasado con sus amigos. La muerte de Mahad fue el desencadenante para que pasara lo que pasara al final.
Se levantó de aquel lugar y cruzó la puerta, encontrándose con Atem al otro lado. ¿Cuánto tiempo llevaban ya?
El moreno le saludó de manera queda y él se acercó, sentándose al lado del mismo.
—Lo extrañaré —dijo Yami, tratando de iniciar una conversación.
—Siempre tienes que esperar al final para decir las cosas, ¿verdad? —cuestionó, sin mirarle. El de piel blanca asintió, derrotado.
—Siempre —respondió finalmente—. Esperé demasiado tiempo para presentarme la primera vez, esperé demasiado tiempo para irme, creando falsas esperanzas de quedarme.
—Pero aprovechaste ese tiempo aunque no lo entendiera, tus sentimientos. El beso… —Atem calló al ver la depresión de Yami—. Lo siento, olvido que el dolor de cada uno es distinto.
El de piel blanca negó con la cabeza. Había recordado demasiadas cosas que había enterrado, como cuando mató a varios de los compañeros de Yugi solo para tener lo que su compañero no peleaba.
Un año entero hasta los eventos de los Death-T, lugar donde se hizo presente. Su sed de sangre permanecía por más que creciera en el transcurso de aquel tiempo con Yugi y demás, él era él. Un príncipe sanguinario.