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Memorias por Circe 98

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Notas del capitulo:

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, buenas madrugadas, depende de la hora en que me lean.

Primero, Yu-Gi-Oh! Es propiedad de Kazuki Takahashi, partes importantes de la trama de este fanfic son a base de su obra original pero también vuelco parte de mi imaginación a base de una teoría que creé hace mucho rato.

Segundo, contador de palabras.

Palabras Total: 1936

Tercero, espero que disfruten el capítulo.

 

Habían pasado demasiado tiempo esperando al juicio de Maat. A ser llamados para salir de aquel limbo eterno.

—¿Puede saberse… la razón de que te enamoraras? —cuestionó Atem. Yami le miró de reojo—. No puedo sentir nada por él, ¿recuerdas? Es mi hermano y mis memorias me lo impiden.

La risa del de piel blanca se escuchó, calma, no burlesca como cuando peleaba con otros.

—Me enamoré de Yugi por ser quien es. Fuerte, valiente, solidario. Es tan distinto a Heba de lo que puedo decir pero tienen ese algo que nos dice que son una misma alma —respondió.

—¿Qué es lo que más extrañarás de él?

—Todo —respondió, suspirando en derrota—. Moto Yugi es a quien extraño y a quien extrañaré toda mi no-vida.


Mi alma… está desapareciendo…

Pensó el soberano de Egipto mientras caía al suelo sostenido solamente por sus rodillas. Respiraba lento y sus ojos perdían el brillo. El Gran Demonio se carcajeó de él, entonces. Mana se le acercó, sosteniéndole, al igual que Seto, quien había ordenado a los Guardias restantes a llevarse a los heridos, siendo él de confianza.

Los apartó a manotazos, tosiendo más sangre. Le obligaron a permitirles ayudarle pero él se negó, obligándoles a regresar.

Miró al Dios Oscuro. ¿Qué podía hacer?

—El… Rompecabezas… —les pidió. Mana se lo pasó, confundida de lo mismo.

—¡Las almas de los muertos me alimentan! —exclamó entonces el demonio, logrando que Atem levantara la vista. Hassan miró al faraón, ya sabiendo el plan de Zork. Intentó atacarlo, siendo eliminado por el mismo, provocando cierto dolor en el gobernante quien le vio desaparecer como a alguien conocido—. ¿Sabes lo que significa? ¡Tengo el alma de tu hermano!

Hermano, susurró con problemas. Él había tenido demasiados hermanos y hermanas. ¿A quién podría referirse?

—Ese mocoso que tú mismo asesinaste —se rio. Conocía perfectamente lo que había hecho el bastardo mago antes de bloquear la memoria de casi todos dentro del palacio. No lo recordaría nunca.

Mana lanzó un ataque con su Maga, siendo golpeada de regreso, causándole grandes daños. Nadie debía tocar ese tema. Ella empezó a ver al fantasma del hermano muerto alrededor de Atem, previniéndole pero jamás siendo escuchado. Buscando una forma de hablarle. Hassan era su última oportunidad, no lo consiguió. Heba estaba muerto y ni el mago más poderoso podría regresarlo a la vida.

—Si no estuviera muerto, hubieras tenido posibilidad de dar otro paso contra mí, después de todo, él fue quien te ató y podía liberarte de todo. Era un mago de luz, contrario a esos dos que osaban llamarse los mejores.

El joven gobernante se apartó de ellos y les ordenó retirarse, salvar a quienes pudieran menos a él. Se despidió de cada uno de ellos con honores, apurándoles a irse. Si no obedecían, podría mandarlos a torturar puesto que, a pesar de seguir siendo el faraón, era aquel niño sediento de sangre enemiga.

—Es un grandioso alimento —regodeándose—. Ser opuestos hace que sea más interesante.

—Cállate —le ordenó con un hilo de voz. Si era su hermano y sangre, no permitiría que aquel demonio se burlara.

—Por mi poder oscuro dejo que los tontos humanos vean el infierno que desean ver. ¡Logré que crearas el tuyo! —se carcajeó.

—¡CÁLLATE! —exclamó con furia, cayendo sin remedio. Respiró de manera irregular el polvo del suelo cuando lo recordó: aquella visión del pasado.

El niño de sus sueños y la voz que le llamaban no eran coincidencias ni tampoco Horus llamándole. Podría ser aquel hermano muerto del que Zork hablaba. Uno asesinado por su propia mano hechizado por el demonio enfrente de él. Un mago de luz no nato. Un niño con la suficiente fuerza como para pelear contra aquel ser maligno que se alimentaba de él, debilitándolo con su objetivo.

Tomó el Rompecabezas entre sus manos, temblando, y comenzó a recitar el hechizo en hierático, recordando a Shimon quien le cuidó desde su nacimiento, a Isis quien desconocía su paradero pero se aliviaba de su vida, a Mahad, Mana, Shada y Kalim, a todos aquellos que le ayudaron en aquella pelea y dieron su vida por protegerle. Todos aquellos que de alguna manera le llegaron a querer. Incluso los que estaban atados a servirle solamente. Atem había sido un monstruo sediento de sangre pero había madurado luego de ese lapso previo a la muerte de Aknamkanon.

Lo hice, padre… protegí al Reino hasta mi último aliento… pero…

También fallé.

Con trabajo, usando su mano derecha, sintiendo enormes punzadas de dolor, se puso de pie, sosteniendo el artículo con la izquierda. Seguía susurrando el texto cuando supo que el momento de la llave se acercaba. Zork levantó una mano dispuesto a matarlo cuando comenzó a desaparecer tan pronto la acercó. Gritó en furia, tratando de alcanzarle nuevamente pero con un ataque, viéndose difícil pues Atem no se movía y solo susurraba con rabia.

Era el momento de decir la clave. Mirando al demonio, colocó el artículo con muchísimo esfuerzo alrededor de su cuello. Sin embargo, se detuvo un momento, decidiendo cambiar de último momento la verdadera condición del hechizo.

—Atem.

Susurró su propio nombre. Ahora estaba seguro, nadie lo recordaría y Mana lo sabría. Su nombre sería la clave y él moriría para, después, renacer en otro mundo si llegaban a liberar el mal nuevamente. Era una llave contenedora nada más, en cualquier momento se rompería.

Vio desaparecer a Zork dejando la carcasa que fue Aknadin allí, tirada, sin vida aparente. Pronto sería llevado también.

Pronto se vería envuelto en oscuridad eterna pero era lo mejor. Tarde o temprano tendría que volver. Y lo sabía. No era eterno. Ningún alma lo era.

El brillo en sus ojos volvió momentáneamente, recibiendo de golpe las memorias con Heba, los juegos y tiempos compartidos. Cada promesa, cada sonrisa, cada risa. Cada momento, la ayuda que recibió y sermones por parte del mismo. Lo sintió y le vio frente a él, finalmente.

Heba.

Dijo su nombre, saboreándolo nuevamente. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo dejó de decir? Estiró los brazos momentáneamente, queriendo abrazarlo. El fantasma se lanzó hacia él, feliz de ser visto nuevamente. Con toda su fuerza trató de regresarle el cariño, no lográndolo por todo el dolor de su cuerpo, alma y corazón. En sus manos yacía la sangre que él nunca deseó ver derramada.

Espérame… por favor…

Las palabras de su hermano, dichas en un momento de enfermedad donde se creía que iba a morir.

Algún día… volveré a verte…

El cuerpo del exgobernante de Egipto cayó hacia atrás, soltando su último suspiro antes de encerrar el alma dentro del Rompecabezas.

Hermano…

El cielo comenzó a aclararse, liberándolo de la oscuridad eterna. El país egipcio estaba destruido por completo. Seto y Mana regresaron en busca de su faraón, encontrándolo con la boca repleta de sangre seca, los ojos abiertos pero opacos. Estaba muerto.

La rubia comenzó a llorar, desesperada por eso. El castaño lo miró sin poder creerlo. Su primera reacción fue levantarlo de la ropa y gritarle, abogando como si fuera el visir y recriminarle la broma pero fue inútil. La maga le detuvo, diciéndole que sería imposible puesto que estaba muerto gracias a un hechizo con el cual logró desaparecer al demonio.

Ella le cerró sus ojos y se decidió a llevarlo hasta el palacio. Lo primero que harían sería darle su digno funeral, repitiendo el proceso de Aknamkanon y todos los príncipes. Ella llevó los artículos con ella, los restantes.

Mana supo el hechizo usado por su faraón por lo que fue quien creó la leyenda de los artículos. Ella creó el cofre dorado durante los sesenta días de preparación. También mandó a fragmentar el Rompecabezas. Aquel que lograra resolverlo obtendría los poderes de la oscuridad por Zork pero también le permitiría al rey regresar al juego.

Ella sufrió demasiado con todo lo hecho pero, al final, logró hacer que la tumba del faraón se sellara, ocultando su nombre y borrándolo de los registros. Su antiguo rey Atem o Atón de nacimiento, se volvería el faraón sin nombre.

Seto se volvió el faraón y aunque la corte se mantuvo durante casi todo su reinado, al final se decidió disolverla, mandar los artículos al olvido. El hijo varón de Seto y la hija de Isis heredaron sus artículos y les inculcaron, desde el inicio, que se mantendrían ocultos, cuidando de aquellos para el futuro regreso del faraón, siendo cuidados por Mana, la gran hechicera, entrenada por el mismo Mahad.

Desde aquel momento, gracias a la rubia aprendiz del mejor mago que la tierra negra jamás tuvo, se prepararon, ya sabiendo el destino que le esperaba: regresar.

Durante tres mil años los humanos nacieron, crecieron y murieron, todos en un ciclo repetitivo pero para Atem, aquellos tres mil años se le hicieron una eternidad…

Una eternidad donde se preguntó si en verdad sería necesario que volviera. Durante todos aquellos años se preguntó sobre los cambios que tendría el mundo exterior, lo que habría pasado con la corte, quiénes hacía tiempo habrían pasado su juicio, el destino de cada uno.

Se preguntó tantas cosas de ellos y del hermano que él mismo mató. El tiempo que tardaría y todo ello…

Salió una sola vez, el día en que salvó a Shimon de morir, vistiendo esas ropas extrañas. Lo levantó y usó el mismo cántico que su hermano utilizó al prolongar su vida.

Con ello logró darle la oportunidad de evitar morir por el desangrado del hombro. Regresó al Rompecabezas contra su voluntad. Y años pasaron desde aquella salida. Años donde sentía un alma gentil y familiar cuidándole.

Y todo se fragmentó en una luz… Olvidó cada detalle de su vida pasada, olvidó a todos, olvidó incluso su existencia hasta muy tarde. Tomó la identidad de Moto Yugi, quien más tarde se volvería su compañero de aventuras, de quien, como Yami, terminaría enamorándose y separándose por no pertenecer al tiempo y época, por haber tardado demasiado en regresar. Su hermano siempre estuvo destinado a encontrarlo y ayudarle, sin importar qué pasara.

Estaban unidos.

Hasta el final de los tiempos de sus propias almas y más allá de las mismas.


—Yugi… él, ¿crees que vuelva? —preguntó Yami a Atem. Su corta vida había tomado mucho tiempo entre ellos recordarla a como en verdad pasó. El moreno le vio de reojo.

—Yo digo que sí. Él nos esperó por 3000 años, viajando por el tiempo, nosotros también le esperamos de manera inconsciente por ese tiempo, Heba es el único que debiera ser capaz de siempre portar nuestra espada, saber cómo reaccionar a lo que dejemos. Esperarle 100 años será solo un suspiro, pronto estará de vuelta.

El de piel blanca miró hacia el otro lado del pasillo. La puerta donde él debía residir se estaba bloqueando y desaparecía con lentitud. Un aviso para él que desaparecería, algo que Atem nunca notaría.

—Sí, creo que tienes razón. Un siglo es solo un suspiro para ti que esperaste 30 de ellos.

—Y tú, estarás para él. Tiene el alma de mi hermano pero ya no es él. Es Moto Yugi. Tu compañero de aventuras no mi hermano, mi guardián. Lo vas a esperar tú.

Esas palabras le dieron confianza al joven de piel blanca y costumbres mayormente japonesas. En un inicio no se llevaba con su compañero actual, eran tan iguales y diferentes a la vez, lo consideraba un invasor a su vida. Ahora era alguien más cercano y no le juzgaba por esos extraños sentimientos que desarrolló por su antiguo hermano y amigo más íntimo que jamás pudiera tener. Atem era su hermano.

—Solo son 100 años.

Ambos sonrieron.

Notas finales:

En lo único que estoy molesta es en no poder escribir algo más largo. Hace tiempo me hacía hasta 10 hojas Word en Calibrí 11 y eso era un capítulo, no sé qué me pasa ahora que si hago 3 es que estoy sobreexplotando mi cabeza. Solo me hubiera gustado darles un final más acorde a lo que pasaba en el manga. Más acción, más dramatismo.

No sé.

En este lo edité ya como 3 veces y esta es la versión que más me ha gustado. Espero que ustedes también lo hayan disfrutado.


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