Yami miró hacia el pasado pero esta vez no al pasado de Atem, era el propio, cuando fue un espíritu encerrado dentro del Rompecabezas del Milenio. Era de la noche del incendio…
Cerró los ojos, rememorando aquel momento con gran y profundo dolor.
¿Quién eres tú? ¡Quiero saberlo!
Ahora podía responder a esa pregunta tan llena de desesperación en aquel entonces. No se conocían muy bien. Yami a Yugi sí pero Yugi a él no y tampoco había mucha comunicación en ese entonces, era casi nula a pesar del gran lazo que ya estaba formándose.
¿Por qué?
Tenía la intuición de no tener respuesta a esa sencilla interrogante pero… de todas formas lo hizo, preguntó algo que no tenía razón.
Tú me estás preguntándome por qué. Eso es porque…
Había cerrado los ojos en aquel instante, un ente incorpóreo pero existencial para la vista de Yugi nada más por ser el poseedor del Artículo del Milenio que lo encerraba, que lo mantuvo preso. Recordaba aquellos 3,000 años encerrado, preguntándose por todos sus amigos y las almas de estos. ¿Dónde estarían las piedras de sus Ba? Sin embargo, en aquel momento, solo creía que sí recordaba 3,00 años de encierro y que estos eran de total oscuridad antes de ver una luz cegadora, la cual fue su liberación y entrada al mundo real, dando su primer respiro en muchísimo tiempo, dando su primer vistazo al mundo a pesar de haber hecho lo que hizo con aquel otro estudiante.1
No sé nada.
Sonreía en aquellos momentos, en su presente. La sorpresa de Yugi ante su respuesta le era normal pero también era un gran recuerdo.
¿Qué?
Atem miró con él ese recuerdo. Le era extraño. Yami con Atem era curioso pero Atem con él no se podía decir que lo era. Ambos eran así, distantes, inexpresivos en gran parte del tiempo pero… muy débiles. Yami anhelante de saber su pasado pero, a la vez, aterrado de conocerlo. Atem desesperado por un poco de cariño y sintiendo aquel vacío provocado por la ausencia de Heba.
Sabía que algún día me preguntarías.
El verdadero moreno, el que de verdad lo era, miró toda la habitación desde el punto de vista de un observador, siendo visto únicamente por Yami, quien estaba nuevamente en su cuerpo de aquel recuerdo, le era extraño hacerlo así. No creía que eso pasara con Atem.
No sé de dónde vengo.
Atem se vio curioso a pesar de todo. Le era demasiado extraño todo lo que era eso. Él había tenido el control por ser quien había sufrido todo, el resultado de vivir dentro de aquel mundo mientras que su contraparte… no había podido manifestarte pero tenía ese anhelo. Le era extraño la ropa que ambos traían, le era extraño todo lo que componía la habitación, inclusive la cama le era extranjera.
No tengo ninguna memoria. No sé quién soy yo.
El egipcio miró cada expresión de Yugi, lo admiró y sintió su corazón en un nudo. Heba, era el rostro de Heba solo que de color blanco, era Heba, su mejor amigo dentro del palacio, su hermano.
¡Lo siento! No debí mencionarlo. Cambiemos de tema.
Le era todavía extraño ver a Atem de esa manera… tan destruido, tan acabado, tan culpable. El joven todavía se culpaba de todo lo que había pasado a pesar de no ser directamente su culpa. Todo había sido una larga cadena que se ataba duramente a su destino, demasiado fuerte, muchísimo más que la misma que los unió a ambos en dos vidas distintas.
Hay una sola cosa que sé y es segura.
A pesar de estar dentro de aquel antiguo yo, mordió su labio, sabiendo ya la reacción de su compañero.
Y es que por más tiempo que tengas el Rompecabezas del Milenio yo estaré aquí.
Los dos todavía se sorprendían de lo parecidos que eran Moto Yugi y Heba, príncipe de Egipto, la reacción que tuvieron a pesar de ser tan distintas las palabras y contextos que ellos habían dicho, había sido casi la misma.
Suficiente…
De lo contrario yo…
¡NO DIGAS MÁS!
En ese entonces, solo tuvo un dèjá vu, ahora comprendía que era ese recuerdo que, por más que perdiera la memoria, estaba latente. La magia del hechizo realizado para encerrarse no pudo con el otro que iba desapareciendo de a poco, él había estado sin saber de Heba por muchísimo tiempo… como todo el mundo.
La parálisis era por… creer que era un recuerdo pasado pero, al recordarse, supo la verdad.
Quiero estar contigo siempre, incluso si no tengo mi memoria de regreso.
¿Tendría corazón siendo un alma? Porque en aquellos momentos, se sentía más desesperado y culpable. ¡Era el momento de su promesa! Sentía algo en su pecho latiendo a gran velocidad, nervioso de ver a Yugi a los ojos nuevamente, teniendo el recuerdo de Atem a cuando él hizo lo mismo con este solo que… diferente.
Yo también… para siempre. Yo… Yo te daré todas mis memorias.
Yami se sentía… encontrado. Sus sentimientos estaban encontrados, el recuerdo de Atem con Heba, donde ambos se habían toma de las manos completamente, palma a palma, no era nada de su cultura, era una necesidad de ambos.
En ese instante… era carente de tres sentidos básicos: tacto, olfato y gusto. Carecería de ellos mientras fuera solo un ente, de esa manera en que siempre se manifestó en el plano de los vivos cuando no cambiaba de cuerpo con Yugi. Sin embargo, su mente le jugó su recuerdo suprimido de hacía más tiempo.
Atem tenía ganas de abrazar a su hermano, desesperado por verlo nuevamente… estar juntos otra vez y hacer todo diferente.
Siempre estaremos juntos.
Esa fue la respuesta de Heba en ese entonces, la primera vez que hicieron la promesa. Siempre estaremos juntos, había sido el deseo de Heba, quería estar siempre al lado de Atem…
Siempre estaremos juntos.
-.-.-
—Hijo —le llamó con fuerza Aknamkanon, antiguo rey de la Tierra negra. Atem vio a su padre, culpando mentalmente a Yami por no acatar las órdenes del Dios Horus que tenía enfrente, por desobedecer deliberadamente a quien tenía que obedecer ante todo—. Te dije que dejaras de pensar en eso. Eso es pasado y por mucho que pretendas regresar en el tiempo y evitarlo así a como es tu estado actual, no vas a poder.
Atem sintió esas palabras dolorosas. ¡Quería volver en el tiempo! ¡Quería… alertar a Heba! ¡Alertar a su hermano! ¡Deseaba decirle que no le hablara por aquel día y que escapara! ¡Deseaba tantas cosas!
—Perdón, Padre —dijo, arrastrando las palabras. Era Yami el que hablaba y si bien aprendió a respetar a aquel hombre mientras era amnésico, el sentimiento se esfumó tan pronto recordó… tener más de setenta hermanos era un logro de virilidad pero no para él, la siguiente encarnación de Horus. Siempre apartado por ser muy bajo, siempre despreciado por ser quien fuera, siempre odiado por tener lo que los demás no: ser el primogénito—. Juro no hacerlo de nuevo.
—No jures, que tu palabra no vale aquí —susurró Aknadin.
Una puñalada lenta y profunda se clavó en su corazón. Eso había dolido bastante. Hacerle recordar que hizo promesas vacías…2 lo odiaba. Yami deseó saltar sobre aquel hombre anciano que compartía sangre con él pero no lo hizo, por respeto al hombre que unió la segunda mitad para darle la vida.
Se mordió bastante fuerte la lengua para no hablar y mantenerse calmo solo de vistazo. ¿Alguno de esos sabría de su pelea interna? ¿Que Atem tenía una segunda personalidad, creada a base de lo que ocurrió después de su verdadera muerte? Si bien quería que así fuera, se alegraba bastante que no lo supieran… extrañamente, le daba muy mala espina.
—Al menos deseo cambiar eso —respondió, haciendo referencia a lo que vivió durante el RPG sombrío de Bakura… o Zorc, mejor dicho.