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Do you...? [Markson/Jark] por GagaWang

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Notas del fanfic:

Aclaro de antemano que ésta historia está basada en un rol. Algunos sabrán que un rol se crea entre dos personas, mínimo, así que el crédito no es todo mío sino que el precioso personaje de ‘Mark’ le pertenece a mi Dimsum. Nuevamente le dedicaré la historia y le agradezco darme el permiso de utilizar a su pequeño bebé aquí. También debo aclarar que modifiqué datos del original por el simple hecho que no me gusta tomarlos prestados con tanto descaro; el nombre está modificado -pese a que su user utiliza el rostro de Mark, el nombre del personaje es otro, pero yo lo dejaré como el americano que todos conocen para que no se pierdan-, también las ciudades de Rusia están modificadas, y los datos que sean propios del personaje de Mark y yo los considere relevantes. ¿Por qué? Repito, pertenecen a la autoría de mi dimsum, no son míos. Lo que yo haré aquí será brindarles la bella historia creada, con algunos agregados y datos omitidos -dependiendo de mi inspiración e imaginación, o las fechas en que se dieron-. Incluso las edades están invertidas: en ésta historia, Jackson es el mayor.

Escrita en tercera persona, pasado, teniendo como punto de vista principal a Jackson, sus acciones y pensamientos. 

 

Muchas gracias por leer ~ 

—Estúpida asistente de vuelo. “Lamentamos su pérdida, no sabemos qué ocurrió, pero el seguro que usted posee se hará cargo así que podrá comprar un equipo nuevo”. ¡Claro, como si fuera tan fácil! Estúpida coreana de sonrisa bonita —bufó. Jackson Wang iba caminando por la calle, quejándose de lo que acababa de sucederle tan solo un día antes en el aeropuerto de Seúl. Sí, el chico tenía una extraña manía de hablar solo y hacer caras extrañas. Como si fuera poco, su idioma natal era el chino, provocando así que varias personas que pasaban a su lado se dieran la vuelta a mirarlo con expresiones extrañas. ‘Está loco’ se decían el uno al otro. —¡También entiendo coreano, idiotas! —No tenía filtros en nada, siquiera para gritarle a ese par de muchachos que, al escucharlo, por poco y salieron corriendo.

Jackson estaba molesto porque en el aeropuerto habían extraviado su equipo de esgrima; la careta, el traje, el florete. ¡TODO! Por suerte no habían perdido su maleta con la ropa diaria porque, en ese caso, habría explotado como bomba nuclear y en vez de participar en la competencia internacional de esgrima, habría participado en la competencia nacional de traseros rotos en la cárcel más cercana. Iba a quedarse tres semanas en la ciudad, para conocerla bien y darse el lujo de pasear a su antojo hasta el día de la competencia, que sería dentro de quince días. Pero un profesional como él no podía estar sin su equipo. Luego de haber descansado la primera noche y desempacado todo en su departamento de alquiler, había tomado su chaqueta y había salido en busca de la tienda más cercana que marcaba la guía de su Smartphone.  

Hacía frío. El chino odiaba el frío. Eso hacía que su molestia estuviera elevada a la décima potencia. Lo cierto era que la temperatura le traía tristes recuerdos, nostálgicos, así que prefería seguir despotricando por lo bajo contra los idiotas del aeropuerto en vez de sentarse a divagar en los recuerdos. Hacía tan solo una hora había llamado a su madre para avisarle que todo estaba bien, obviando el mal rato pasado porque ella no tenía que sufrir ningún disgusto o se preocuparía demasiado. Sophía estaba muy orgullosa de su hijo por ser tan talentoso en aquel deporte. Si llegaba a ganar la competencia de esgrima que ese daño se haría en Corea, iba a tener muchas oportunidades a futuro, se iban a abrir muchas puertas para él y no podía desaprovechar esa oportunidad.

Por estar perdido en sus pensamientos se pasó una cuadra del local. Retrocedió sobre sus pasos e ingresó a la tienda, en la cual compró todo lo necesario. Tardó bastante tiempo en realizar esa compra con pago dirigido al seguro. Todo un desastre que le estaba provocando dolor de cabeza así que no veía la hora de salir de allí. En cuanto lo logró se cargó el bolso al hombro y emprendió el camino de regreso.

Ya más tranquilo sí podía pensar en otras cosas, como el hecho que lo preocupaba haber dejado a su madre sola con el hombre que al pelinegro le había dado la vida, allí en HongKong, pese a que hacía más de dos años no vivía con ellos. Jackson, con veinte años, era completamente independiente. Trabajaba como profesor de baile para obtener ingresos y practicaba esgrima, deporte en el cual soñaba ser profesional y reconocido mundialmente. Tenía su propio departamento en el centro de HongKong, allí en donde la cantidad de gente era extremadamente excesiva pero por lo menos estaba a un paso de cualquier cosa. La casa de sus padres, en cambio, estaba frente al mar en la otra punta de la isla, a dos horas y media de viaje. Igualmente se veían seguido; más bien, Jackson veía a su madre cuando su padre no estaba, o la mujer lo visitaba cuando el hongkonés estaba libre.

El joven iba distraído pensando en que debía disfrutar de su estadía en Corea, país que había deseado visitar de pequeño. Por eso había estudiado la lengua. Esa era otra de las pasiones de Jackson: los idiomas. Sabía hablar chino, coreano, inglés, y un poco de francés. Tenía muchísimas más cualidades y también suficiente tiempo como para alardear de ellas pero, de la nada, un cuerpo chocó contra el suyo y lo sacó de pensamientos. Se tambaleó un poco, buscando mantener el equilibrio y por sobre todo no perder el bolso que traía en su mano derecha. Había recibido un buen golpe en uno de sus hombros así que estaba dispuesto a maldecirlo hasta el cansancio.

—Oye, ¿eres idiota? ¿Qué no te fijas por donde co-… —Quedó mudo.

—…¿Jackson? —preguntó el joven que estaba frente a si, mirándolo como si se tratara de un fantasma, con el ceño fruncido. El pelinegro, por su parte, estaba boquiabierto admirando los cabellos castaños de su acompañante, el cuerpo delgado que poseía, ¡la altura! ¡Conocía esos ojos, esos labios, el lunar que poseía encima de su boca! ¡Incluso el lunar que tenía entre las pestañas inferiores!

—¡Mark! ¡Eres tú! —Ni esperó confirmación alguna que, de la emoción, dejó caer el bolso con el equipo de esgrima al suelo y se lanzó para abrazarlo. Gracias a la fuerza que tenía Jackson logró levantar al menor de los dos y darle una vuelta en el lugar. Oh, casi olvidaba aclarar que el ‘sexy and wild’ Wang no tenía respeto alguno por el espacio personal de los seres humanos, ni de los animales, plantas, nada. Él era así de efusivo, más cuando se encontraba feliz. Lo despeinó un poco y hasta le apretó las mejillas.

 

Jackson y Mark habían sido muy buenos amigos hacía tan solo diez años atrás. Debido al trabajo de su padre, el chino y su familia se habían mudado a un país nuevo, desconocido, y horriblemente frío. Rusia. La ciudad destino fue Kazán. El primer problema que tuvo el chico de nariz ancha y cara de bebé fue el idioma. No sabía hablar en ruso, así que ir a la escuela había todo un desafío para él. Había entrado a clases a mitad de semestre así que lo sentaron al fondo, al lado de un chico que parecía muy curioso y no había dejado de mirarlo en ningún momento. Jackson no copiaba nada en sus cuadernos y no fue hasta que el pequeño a su lado le convidó un caramelo que se dio la vuelta a intentar entablar conversación con él, al menos con señas. El castaño rió y le dijo, en un inglés muy fluido, que se llamaba Mark Tuan. Jackson, emocionado por que supiera hablar inglés al igual que él, lo abrazó y empezó a parlotear como un loro sin medir su tono de voz, recibiendo su primer castigo pero ganando la confianza de su nuevo amigo.

Mark fue quién lo ayudó con las clases, quién jugaba siempre consigo, y su mayor cómplice. Vivían uno en la casa del otro, turnándose, y cuando tenían peleas por tonterías solían buscarse para pedirse disculpas con lágrimas en los ojos. La competitividad los caracterizaba tanto que se enfrentaban hasta por quién comía más galletas en el lapso de un minuto. Los padres de Mark adoraban a Jackson, y los de éste a su mejor amigo.

Sin embargo, un día, Mark dejó de ir a clases. desistido, sin Desapareció. Cuando su amigo lo fue a buscar se dio cuenta que la casa estaba completamente vacía. ¿En dónde se encontraba su casi hermano? ¡¿En dónde?! A la semana había saber cómo hacer para contactar a la única persona que le había dado las mayores alegrías de su vida. Jackson no quería comer, no quería ir a clases y no hacía más que llorar pidiendo por favor regresar a HongKong. Su madre y él lo hicieron, pero su padre no. Eso en parte había alegrado al pequeño porque no deseaba seguir recibiendo golpes, como sí le había sucedido antes de mudarse a Rusia, pero eso no significó el fin de la pesadilla… Ahora, nada de eso importaba. ¡Mark se encontraba frente a sus ojos!

 

—¿Cómo has estado? ¿Qué haces aquí? —El castaño dirigió enseguida la vista hacia el bolso que su mayor había soltado. —Estás haciendo esgrima… ¿¡Bromeas!? Jackson, ese siempre fue tu sueño. —Casi le dio un vuelvo al corazón darse cuenta que su acompañante recordaba cosas como esas. A modo de respuesta, el hongkonés asintió muchas veces.

—Sí, voy a participar en una competencia a fin de mes. Por eso estoy aquí. Éste año, la final de esgrima, es en el centro cultural de Seúl. —Comentó con gran alegría. ¡Al carajo todos los problemas que había pasado hacía tan solo horas atrás! Al carajo el frío, el hecho que estuviera oscureciendo y que las personas apenas podían caminar por la acera porque ambos estaban ocupando todo el espacio a lo ancho. —¿Qué hay de ti, qué estás ha-…? ¡Desapareciste, desgraciado! ¡Sin avisar! ¿Qué demonios te pasó? ¿Olvidaste que íbamos a armar un muñeco de nieve gigante? Y eso que no me gusta la nieve, solo iba a hacerlo por ti. —Hablaba rápido, emocionado, tan perdido en sus recuerdos que no se dio cuenta lo mucho que estaba afectando a su amigo con eso hasta el instante que se dio la vuelta y se alejó de él. —Mark… ¿qué pasa? —Lo siguió. Ambos tomaron asiento en una banca frente al parque del centro. ¿Hasta allí había llegado caminando? Wow, eso sí que lo sorprendió, pero detalles como esos quedaron a un lado en cuanto observó el rostro de su acompañante: estaba desfigurado por el dolor. Decidió no hablar más. Le iba a dar su espacio mientras jugaba con los pies encima de su propio bolso, golpeteando uno de los costados.

—Mi madre, falleció. —Los ojos de Jackson se abrieron como platos en cuanto escuchó la confesión de su mejor amigo. —Papá no quiso vivir más allí y me arrastró a otra ciudad. Allí estuve con él hasta hace un año, aproximadamente. Luego me mudé aquí y estoy estudiando en un instituto. —Volteó el rostro para observar al pelinegro que seguía mirándolo bastante anonadado con la situación. Más bien, shockeado. ¡Cuando había querido a la madre de Mark! —Lo siento, por no haber podido avisarte. No tenía cómo. —Suspiró, haciendo una mueca con sus labios.

Jackson le restó importancia a eso al negar sutilmente, mas enseguida lo abrazó de nuevo, en un gesto tranquilizador. Notó que la muerte de su madre le seguía afectando hasta hoy en día pese a que habían pasado diez años. Como pudo quiso darle su apoyo. Se apartó un poco con la intención de mirarlo a los ojos.

—Sé que es tarde pero… lo lamento mucho por eso. No creo que mis palabras ayuden en algo ahora, pero debes saber que estaré para lo que necesites. ¿Sí? —Sabía cuándo divertirse y cuándo ponerse serio. En ese intervalo, sus expresiones denotaron seriedad y dolor. La sonrisa del ruso le confirmó que, pese al paso del tiempo, aún existía cariño y confianza entre ambos. Lástima que sólo tenía tres semanas para quedarse… No, no tenía que pensar en eso, no ahora. Sacó su móvil del bolsillo y se lo entregó a su acompañante. —Anota tu número. Ya no quiero que te pierdas en el triángulo de las bermudas. —Lo empujó con sus hombros en un gesto amistoso. Todavía parecía que el joven Wang tenía diez años en algunas actitudes, lo cual parecía poner nervioso a Mark pero si era así, lo disimulaba en demasía.

—No me perderé. Tonto. —En cuanto agendó el número, marcó el botón de llamada y se llamó a sí mismo para que quedara registrado el de su amigo. Le devolvió el teléfono, alzando una ceja. —Listo —confirmó.

—¿Tienes tiempo libre ahora? Yo acabo de llegar a la ciudad y muero de hambre. ¿Quieres ir a una cafetería? —Ni había esperado respuesta que se puso de pie y tomó el bolso.

—¿Qué hora es? Debería regresar al instituto antes de las nueve —dijo Mark con una sutil mueca en sus labios, abultando el inferior. Jackson entrecerró los ojos. ¡Todavía lo hacía! Esos pucheros y caras tiernas para lograr lo que quería conseguir de su mejor amigo, pero ésta vez miró hacia otro lado, haciéndose el idiota.

—Apenas son las siete. Ya~ ¿Qué, tienes miedo a llegar un poco tarde? ¿Te castigarán como a Cenicienta? —Molestarlo era una de sus prioridades, lo que consiguió que Mark se pusiera de pie de golpe y fuera a pegarle en la cabeza al más bajo por tan solo un centímetro.

—¡Bien! Vamos. Me invitas un capuccino o algo de eso. —Una sonrisa triunfadora cubrió las expresiones de Jackson, quien se había salido con la suya.

—No te preocupes, te acompañaré a la puerta a la vuelta. Además, tenemos mucho para hablar. ¡Cuéntame absolutamente todo! —Le pidió al mismo tiempo que lo rodeaba con uno de sus brazos por el hombro, pegándosele como garrapata y de forma muy posesiva. De pequeños, Jackson siempre lo había cuidado de forma muy sobreprotectora y había sido extremadamente celoso para con él. ¿Quién decía que esos detalles no perduraran hasta aquel presente?

Mientras iban caminando Jackson le dijo que debía compensarlo por todo ese tiempo que no se vieron, así que, entre algunas discusiones y risas, le pidió que fuera a cocinarle en las noches y que llevara siempre un disfraz diferente. Obvio que Mark se negó, pero accedió a usar algún que otro gorro. Como Jackson era un desastre en la cocina y solo sabía hervir el agua para el arroz, que su mejor amigo fuera a cocinarle iba a ser todo un privilegio para él, además de tener una buena excusa para verse aquellos días. El tiempo iba a estar en su contra; Mark estudiaba básquet profesional en un instituto así que durante las mañanas tenía clases y en las tardes entrenamientos. El pelinegro, al enterarse de eso, decidió que lo mejor iba a ser entrenar durante las tardes -las mañanas las iba a usar para dormir-, y en las noches iba a recorrer la ciudad con su dimsum. ¡Sí, recordó el apodo que le inventó de infantes! Eso provocó la risa de su acompañante y que la alegría quedara plasmada en su rostro. Mark era muy lindo cuando sonreía. Bueno, en realidad era lindo todo el tiempo. ¡Estaba tan guapo! Un poco de envidia sana invadió al chino que se creía el rey del universo, porque tenía como cercano a su competencia más directa.

Al ingresar en la cafetería el ruso pidió un frapuccino mocca de chocolate y un cheese cake para compartir con el contrario. Jackson, mientras observaba la pizarra indeciso, lo abrazó por la espalda y apoyó el mentón en su hombro. Lo hizo por dos razones: la primera, porque se le daba la gana, y la segunda porque la joven que atendía no dejaba de sonreírle tiernamente a SU mejor amigo. Debido a la posición nunca se dio cuenta que, gracias a eso, las mejillas del más alto se habían puesto un tanto rojas. ¿Vergüenza, timidez, calor? Nunca lo sabría. Optó por un frapuccino de frambuesa a base de té pese al frío, consiguiendo que Mark estallara en risas y le dijera “¿Sigues con esa bebida de gay?”. Le dio un ligero codazo en las costillas y se acercó a la caja para pagar, haciéndose el ofendido porque sí, desde que eran pequeños que gustaba de esa bebida. Para compensarlo ésta vez fue Mark quien lo abrazó, y en cuanto obtuvieron lo que pidieron fueron a una mesa alejada de toda la gente para seguir hablando con tranquilidad.

Bromearon el uno con el otro, se patearon por debajo de la mesa y hasta se convidaron las bebidas para que las probaran. Mark seguramente no querría entrar más a un lugar así por todo el escándalo que estaba haciendo el mayor, entre risas y actuaciones exageradas. Incluso se le acercó demasiado al rostro para molestarlo, ya que poner nervioso al castaño era una de las cosas que más le gustaba. Siempre lo hacía para molestarlo, nunca con dobles intenciones. Vamos. Los dos eran heterosexuales, o al menos de eso estaba convencido Jackson. Se enteró que estaba soltero, al igual que él, y que el instituto en el cual estudiaba estaba cerca de la plaza en la que se encontraron, dándole unos buenos datos al futuro stalker insoportable que planeaba entrar a arrastrarlo de las piernas si un día no quería verlo. Era becado, pero tenía como principales problemas la altura y el peso; Mark no era como los grandes jugadores de la NBA, y tal como lo había deducido Jackson, estaba en bajo peso. Ambos se alimentaron mutuamente algunos bocados pero las últimas porciones el pelinegro se las dejó a su amigo, quien gustaba más de las cosas dulces.

En el camino de regreso Jackson insistió en acompañarlo hasta la puerta del instituto. Iban lento, uno al lado del otro. El reloj marcaba las nueve menos cuarto, así que estaban bien de horario.

—Jackson… —Luego de unos segundos en silencio fue él quien rompió con el mismo. —Luego de la competencia… ¿regresarás a HongKong? —preguntó, mirándolo de reojo. Por su parte, el pelinegro mantenía la vista en el paisaje. Estaba algo serio.

—Sí, debo hacerlo. —No notó la mueca de disgusto el menor, ni tampoco que lo estaba mirando con demasiada atención. Lo que sí, se sobresaltó cuando lo tomó de la mano.

—Iré a verte cuando compitas. ¿Hm? Todo saldrá bien, así que sonríe, idiota. —Lo despeinó, logrando que Jackson se animara de nuevo y decidiera abrazarlo por la cintura, rompiendo con el contacto de su mano tan cálida. Caminaron unos pocos metros más antes que se alejaran uno del cuerpo del otro. En la puerta del instituto había un par de estudiantes, parejas más que nada, que se estaban despidiendo a los besos limpios. El pelinegro rodó los ojos e hizo caras divertidas para que ambos rieran. —Ya. Tengo que ingresar —aclaró, parándose frente a él.

Jackson asintió, dándole otro abrazo a su acompañante, aprovechando para palmear su espalda pero el ruso fue más rápido y el dio un beso en la punta de la nariz antes de salir corriendo. Así se despidieron ellos. Esperó a que su menor ingresara al instituto y lo saludó efusivamente con la mano antes de emprender el camino de regreso a su departamento. Estaba feliz. Se notaba en la sonrisa que no planeaba borrársele del rostro. Tanto tiempo había pasado, tantas cosas en medio que quizás iban a ir revelándose con el tiempo. Jackson la había pasado mal en esos diez años y deducía que Mark también, que tal vez había sido peor para el castaño debido a la pérdida de su madre y la mudanza repentina. Sin embargo, no quería enfocarse en esas cosas sino en que se habían reencontrado por accionar del destino o por casualidad.

Segundos antes de ingresar al edificio en que se encontraba su departamento su celular vibró. Un nuevo mensaje. De Mark.

<<No me dejes, Milyy*. Te quiero.>>

Confundido, Jackson buscó en un traductor qué significaba esa palabra en el idioma que nunca había logrado aprender. Lindo. La sonrisa idiota decoró más su rostro. Quizás podría atrasar su viaje de regreso a HongKong. Definitivamente tendría que llamar al aeropuerto para agradecerles por haber perdido su equipo de esgrima.

 

Notas finales:

*El editor me recontra odia porque no me deja poner la palabra en ruso así que puse cómo se pronuncia. 

Sé que dice no menores de 16 pero ya sabrán más adelante, en los siguientes capítulos, por qué (?) ~ 

 

DIMSUM TE AMO


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