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Do you...? [Markson/Jark] por GagaWang

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Notas del capitulo:

Como prometí, al llegar a los 100 vistos, subiría el segundo capítulo. Así haré siempre kk~ 

Espero gusten de la segunda parte y recuerden, aquí Jackson es el mayor. 

Desde que Jackson y Mark se habían reencontrado, todo empezó a tener sentido en la vida del pelinegro. Habían pasado tan solo dos días de su choque casual en las calles de Seúl, Corea, pero el hongkonés estaba feliz y radiante, con una sonrisa siempre presente en sus labios. Incluso había llamado a su madre para contarle lo sucedido. Sophía conocía a Mark, o más bien recordaba al pequeño ruso de diez años, pero no por ello dejó de expresar su alegría por aquel reencuentro también ya que ella había presenciado lo mal que la había pasado su hijo cuando perdió a su mejor amigo, allí, en las tierras frías y nevadas. Había pasado días sin querer probar más bocados de los necesarios para sobrevivir, y hasta se había negado a ir a clases. Tanto fue su dolor que siquiera le importó si su padre volvía a golpearlo sin motivo aparente, por el mero hecho de existir, como siempre le había sucedido. Su pérdida emocional no se comparaba con marcas en su delgada figura infantil. De todas maneras, diez años atrás, quienes regresaron a HongKong fueron él y su madre. Jackson se integró de nuevo a la escuela, a su idioma natal, pero algo en él había cambiado y era el hecho que no confiaba en nadie. No quería salir lastimado de nuevo. Pese a su inteligencia no le iba bien en las materias y en cuanto comenzó a crecer empezó a frecuentar grupos de jóvenes no muy agradables, que fumaban y causaban disturbios en el barrio. Estuvo involucrado en varios incidentes que le provocaron dolores de cabeza a su madre pero jamás fumó; Jackson tenía un serio problema con el cigarrillo que lo dejaba sin aire por el simple hecho de aspirar el humo. En cuanto a la personalidad, toda su vida fue bastante hiperactivo, competitivo, atrevido, pero en esos años ‘oscuros’ empezó a formar una capa de orgullo y egocentrismo que le sirvió como coraza para que nada lo lastimara, siquiera cuando las chicas lo rechazaban cada vez que las invitaba a salir. El chino pasó por muchas etapas hasta que, a los dieciséis, su padre regresó de Rusia. Con él, la pesadilla.

Jackson Wang sacudió la cabeza, soltando un alto suspiro. No tenía que indagar en cosas así cuando se encontraba tan contento porque había recuperado una parte de su vida, una que había perdido en el camino y que lo complementaba. Los mejores amigos eran indispensables para las personas, por tener alguien en quien confiar, en quien sostenerse cuando todo se derrumbaba alrededor. El pelinegro volvía a tener a esa persona, a su muchacho especial. Le iba a contar de sus malestares, sus problemas mañaneros, las veces que contenía las ganas de eructar en público o de reír cuando una persona caía frente suyo. ¡Podrían salir de noche, ligar chicas, ir a todo tipo de eventos juntos! Bueno, todo eso en el trayecto de tres semanas. ¿O quizás más? Tal vez podría tomarse un tiempo de sus actividades deportivas si llegaba, o no, a ganar la competencia internacional de esgrima. No lo tenía decidido. Si se quedaba iba a perder tiempo de entrenamiento, oportunidades para ser un profesional. “¡Ah, ¿por qué la vida es tan complicada?!” pensó Jackson, pero no solo en torno a eso.

—¿¡Por qué la maldita carne asada no se hace!? Estoy muriendo de hambre —gritó, sin importar si alguien lo escuchaba porque estaba en su departamento de alquiler. Acababa de llegar de su entrenamiento matutino en el club más cercano y ya tenía el estómago pegado a la columna vertebral. El chino era un desastre cocinando, lo cual se notaba en esos instantes porque de lo ansioso que encontraba no se daba cuenta que el fuego estaba muy bajo y por eso la carne tardaba en dorarse. Desistió, tomando el móvil para enviar un mensaje al muchacho en el cual estaba pensando antes de darse cuenta que iba a comer pasadas las tres de la tarde.  

<SMS to Mark: ¿Sabes? No veo la hora que vengas a cocinar para mí. Estoy a punto de desistir y pedir delivery kkk ~>

Envió el mensaje y dejó el móvil a un costado, aun preparando aquella carne a la que había olvidado colocarle sal. Siquiera era necesario imaginar las maldiciones del chino que se escucharon en todo el edificio por torpeza propia. Pero lo cierto era que Mark no contestó su mensaje. Al menos hasta la noche.

 

No le había pasado antes. Todas las veces anteriores solía contestar sus mensajes enseguida, hasta bien entrada la madrugada pese a que al día siguiente los dos tenían ocupaciones. Hablaban de tonterías, desde el clima hasta razas de perros. Mark prefería los caninos mientras que Jackson adoraba a los gatos. Su pequeña siamesa, Princesa, que en esos momentos pasó frotándose entre sus piernas, indicaba ese amor que poseía por los felinos. Jackson bajó la vista a ella.

—¿Quieres mimos? —La gata de ojos celestes lo miró, alzando apenas su cabeza como si lo entendiera. El pelinegro, que en su mano derecha tenía una caja de fideos chinos -a medio comer- que había tenido que encargar al delivery más cercano, estiró la izquierda hacia aquel pelaje grisáceo y la acarició. Recibió como respuesta una mordida en la mano. —¡Auch! ¿Qué demonios te pasa? —Aquella pequeña seguía mirándolo, relamiéndose. —Ah. Tienes hambre. Pero no puedo darte esto, son fideos, no te gustan.

Sí, Jackson Wang hablaba solo a veces. O mejor dicho, con una raza de la especie animal que no entendía lo que él le estaba diciendo. Tanto insistió la gata que su dueño tuvo que levantarse para llenarle el tazón de comida balanceada de la mejor marca, ya que ella era una diva que no comía otra cosa. Mientras estaba haciendo aquello, su celular vibró.

<<¡Jackson! Lo siento, hoy tuve entrenamiento intensivo. ¿Cómo estás? ¿Aún no prendiste fuego la cocina? ;-) >>

El chino estaba enojado, molesto. Eran las ocho y media de la noche y recién le contestaba el maldito texto. Primero pensó en no responderle; empero, dos minutos más tarde, no pudo resistir la tentación de hacerse notar y de plasmar su frustración.

<SMS to Mark: Sí, incendié la cocina y todo el edificio. Gracias por la preocupación.>

La respuesta fue instantánea.

<<Hey… no estés así. Perdóname de verdad, es que tendremos un partido pronto contra otro instituto. >>

El orgullo del chino hizo que no contestara más a los mensajes. Sus enojos eran muy idiotas y se le pasaban rápido, pero no quería desistir tan pronto. No se habían visto desde el reencuentro, no personalmente, y ya habían pasado dos días. ¡Dos malditos días! Bien, era un exagerado, eso ya lo sabía, pero lo extrañaba. Quería hacerlo reír, molestarlo, mostrarle cómo eran sus movimientos cuando entrenaba, que Mark simulara algunos pases. ¡Lo que fuera! Miró a la gata que acababa de comer y se estaba limpiando las patas con esa lengua rasposa.

—Tú nunca me vas a dejar, ¿no? —Ignorado como el mejor, Princesa pasó delante suyo con la cola en alto y emprendió camino directo al cuarto para ocupar media cama, tal como hacía siempre al dormir, dejando a un Jackson con cara de póker en medio de la sala. —No, si falta que hasta mi propia sombra me abandone. —Luego de decir aquello volvió al sillón, a terminar con su comida cuando de repente sonó su celular.

Mark lo estaba llamando.

Era la primera vez que lo llamaba por teléfono.

Primero dudó en atender pero no llegó ni al tercer timbre que tenía el aparato apoyado en la oreja. Carraspeó, dudando en si su voz lo iba a delatar o no. Ese sonido fue suficiente para que su interlocutor iniciara la conversación.

—¿De verdad estás enojado? —Su voz se escuchaba ronca, grave. Había cambiado mucho en diez años.

—Sí. ¿Tanto costaba enviar un mensaje? Menos de diez segundos hubieras tardado en mandarme aunque sea un emoticón —replicó, bufando.

—Estás exagerando.

—¡Me podría haber quemado vivo! —Jackson no desistía.

—Repito, estás exagerando. —Como notó que el pelinegro enmudeció con el aparato en mano, Mark volvió a hablar. —Oye, dejé el móvil en el cuarto. No pensé que justo hoy ibas a experimentar con la cocina. Si lo hubiera sabido, te habría dado una serie de advertencias sobre cómo no perder la vida en dos minutos. —Jackson sonrió, rodando los ojos y soltando un suave suspiro. —Sonreíste. ¿No? —¡¿Cómo demonios lo sabía?!

—Tú también… —contestó a la par que se acomodaba en el sillón, recostando todo el cuerpo en el mismo y recargando la cabeza en el apoya-brazos.

—¿Quieres que nos veamos? —Okay, la pregunta lo tomó por sorpresa.

—¿Mañana?

—No, ahora. —Frunciendo el ceño, el hongkonés miró la hora.

—Pero… son casi las nueve.

—Ya lo sé. —La sonrisa de Jackson aumentó hasta que le dolieron las mejillas.

—¿En dónde te veo? —preguntó, poniéndose de pie con bastante rapidez. No podía creer que el ruso estuviera de acuerdo con verse pese al horario. O mejor dicho, que hubiera sido él quién lo propuso.

—Según lo que me contaste, de tu departamento al instituto hay siete calles de distancia. ¿Nos encontramos frente al mercado de la avenida? En veinte minutos.

—Hecho —confirmó Jackson, quien ya estaba en el cuarto viendo qué ponerse, porque no iba a salir en pijama ni loco.

—No llegues tarde o me iré.

Nuevamente se dio cuenta que su mejor amigo estaba sonriendo. Tampoco llegó a contestarle porque había colgado. ¡Veinte minutos!

 

Llegó justo. Agitado, algo sudado, porque corrió esas cuatro cuadras. Allí lo estaba esperando Mark, con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón y apenas una playera holgada que exponía sus brazos delgados. Jackson se le tiró encima a abrazarlo, como siempre, sin pedir permiso. Era demasiado efusivo. Trató de recuperar la compostura, quedándose unos segundos en esa posición hasta que el menor lo apartó porque lo iba a dejar sin aire.

—¿Corriste una maratón? Si tan solo fueron tres cuadras. —Mark se burlaba de él, mirándolo con una ceja elevada. Se veía bonito, recién bañado, con el cabello a medio secar y despeinado. Lo que sí, también se lo veía agotado.

—Es que pasé a comprarte esto y creí que no iba a llegar. —Sacó de su bolsillo un chocolate enorme, cual entregó a su mejor amigo. Los ojos del ruso se iluminaron al ver el dulce.

—¡Mandu, gracias! —Tomó el chocolate y, a modo de agradecimiento, dejó un sutil beso en la mejilla del pelinegro, que se sorprendió pero no por eso borró la sonrisa presente en sus labios. Luego de ello abrió el paquete y comenzaron a caminar juntos, por aquellas calles desiertas.

 

—Estás demasiado delgado, tienes que comer mejor. ¿Descansaste? ¿Por qué tienes tantas ojeras? Creo que estás despertando muy temprano para entrenar, no puedo entender porqué sales todos los días a las seis de la mañana, siquiera es de día. ¿No tienes frío? Sé que en Rusia hacen cincuenta mil grados bajo cero y ya me dijiste que estás acostumbrado, pero está fresco. ¡MARK! ¿¡Me estás escuchando?! —El castaño miró a quien no dejaba de parlotear, sonriendo. Tenía las comisuras de los labios cubiertas en chocolate, del cual quedaba tan solo un poco. —Ah~ eres capaz de dejar a tu amigo hablando solo por un poco de comida. Goloso.

También sonrió a modo de respuesta, acortando la distancia entre ambos porque él sí tenía frío. Traía puesta una chaqueta de cuero, sus típicos pantalones ‘cagados’, y bajo la chaqueta una playera mangas largas. Parecían dos polos opuestos; uno que venía del Caribe y el otro, de la Antártida.

—Hm. ¿No quieres un poco? —Recién cuando le quedaban dos cuadraditos de chocolate Mark decidió convidarle a su mejor amigo. Jackson posó la mirada en él, justo cuando el menor se estaba chupando los dedos para limpiar toda mancha oscura y azucarada.

—N-No. Hm. Es para ti, cómelo todo. —Pasó saliva y volvió a mirar el piso, como si fuese lo más interesante del mundo. —De verdad creo que estás sobreexforzándote al momento de entrenar. Me preocupas. —Mark, quien se terminó el chocolate, arrojó el envoltorio a un cesto de basura y sacó una servilleta de papel de su bolsillo para limpiarse. Todo ese tiempo que tardó en realizar sus acciones quedó en tiempo muerto, silencio.

—Es lo único que hago, Jackson. Quiero ser el mejor en lo que me gusta.

—Puedes ser el mejor sin necesidad de destrozarte en el proceso. —Él también era deportista, sabía lo que estaba diciendo. No obstante, su compañero no contestó y mantuvo la vista al frente, serio. —La rutina va a consumirte. Lo que más amas se va a convertir en odio, y vas a dejar de disfrutarlo. —Suspiró. Su mejor amigo también.

—No quiero que eso suceda. —Bien, al menos se daba cuenta de aquello.

—¿Y si salimos el sábado? Vamos a tomarnos el día. ¿Me haces un lugar en tu apretada agenda? —Alzó una ceja mientras sus labios se curvaban en una sonrisa algo pícara.

—Mm~ no lo sé… No creo que haya espacio para el señor Wang en ella. —Se  notaba que estaba bromeando y fue por eso que el chino le dio un sutil golpe en las costillas, logrando que ambos estallaran en risas. —Bien. El sábado. ¿A dónde me llevarás?

—¿Yo debo llevarte? —preguntó el hongkonés, asombrado.

—Sí, tú me invitaste. —Desgraciado, era bueno en conseguir lo que quería, más aun cuando formaba esos tiernos pucheros e inflaba las mejillas. Jackson nunca pudo resistirse a ello.

—Sorpresa. —Le guiñó un ojo.

—¡Eres un mentiroso, no tienes idea siquiera en dónde estás parado ahora!

—¡Sí lo sé! Estamos en… em… —Entrecerró los ojos, queriendo ver el cartel que indicaba el nombre de la calle. —Dosan… eh. Ah, ya, no importa. —Mark se estaba conteniendo para no reír. Tenía una expresión divertida en sus facciones delicadas. —Lo digo enserio. Sé a dónde te llevaré. Confía en mí.

—Lo hago —contestó su dimsum.

La mirada del menor lo hizo poner algo incómodo. O quizás fue mutuo, porque de la nada los dos retomaron su andar, entre risas divertidas, cambiando radicalmente de tema. Hablaron acerca de la moda del presente, sobre lo ridículas que eran las jovencitas hoy en día, entregándose en bandeja a los chicos sin darles la oportunidad de coquetear siquiera. Jackson alardeó como el mejor sobre cómo las chicas caían a sus pies; si bien no era tan así, al parecer Mark no se daba cuenta de eso. Lo que sí, el ruso dijo algo que a su amigo le llamó la atención. Mencionó que, en Rusia, solía llevar a personas que conocía en bares a su casa, a la madrugada, todo para molestar a su padre. El chino no dijo nada en ese momento pero no pasó por alto que no dijera chicas, sino personas. No obstante, eso fue lo poco que reveló Mark porque no solía hablar casi nada del pasado. Jackson sí le contó sobre las dos veces que fue detenido, sobre los disturbios que solía hacer en la vía pública y de las bajas notas que tuvo siempre en las materias, no siendo así en idiomas. Le contó que daba clases de baile en su tiempo libre, todo para conseguir dinero, porque el baile era una de sus pasiones. Mark insistió que lo suyo era el básquet, pero los deportes extremos le fascinaban. Eran tan distintos los dos, como el fuego y el hielo, que gracias a eso se llevaban tan bien.

 

Dos horas después estaban de nuevo frente al instituto. KSSI. Korean Science and Sports Institute. Interesante. No obstante, ésta vez se mantenían alejados de la puerta principal. Eran más de las doce de la noche y ambos se observaban el uno al otro.

—No me dijiste cómo hiciste para salir ésta noche. ¿Qué no debías estar dentro antes de las nueve? —Mientras Jackson hablaba, Mark acortó la distancia entre ambos.

—Salí de la misma forma que voy a entrar. Y déjame decirte, Jackson Wang, que por ti cometí la primer infracción desde que estoy aquí. Si me castigan, será tu culpa. —Sin decir nada más lo abrazó. —Gracias. Por todo.

No le dio tiempo a corresponder al abrazo porque en un abrir y cerrar de ojos, Mark Tuan estaba saltando la pared trasera del instituto para poder ingresar, allí en la parte más baja de la construcción. Jackson sonrió, amplio.

Su mejor amigo estaba lleno de sorpresas.

 

Notas finales:

Gracias por tenerme en favoritos Mushu

También gracias a quienes siguen la historia, los adoro mucho. 


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