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Los lugares de mi corazón (novela gay, homoerotica) por patyunam

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CAPÍTULO 2: Las apariencias engañan

Todo aquel y aquella que se había enamorado de ese par de chicos siempre había visto sus imágenes, la superficialidad de mirar un hermoso rostro y un cuerpo bien formado eran sin lugar a dudas todas las experiencias que ambos habían tenido sobre el amor. Al encontrarse platicando en aquella mesa de ese pequeño lugar, donde se conocieron apenas pocos días atrás, les hacía sentir una sensación extraña que nunca antes habían descubierto, pero como todas las veces, no se dejaban llevar fácilmente por una emoción de este tipo. Sin embargo, eso no minimizaba el hecho de que querían ver qué cosa era eso que sentían.

– Entonces dime, Chris, ¿para qué te sentaste a mi lado? – preguntaba Alex inquisitivamente.

– Yo… solo quería… conocerte un poco. – contestó Chris lleno de unos nervios totalmente nuevos.

La situación estaba totalmente fuera del control de Christian, en toda su vida siempre había sentido lo gratificante de creer tener el control de todas las situaciones, incluso cuando sus padres lo obligaban a asistir a eventos opulentos, invariablemente sentía tener el control pues obedecía con el fin de obtener todos sus caprichos o deseos. Además de divertirse un poco con alguna chica fácil, por supuesto dentro de los límites que fijaba para sí mismo. Ahora su sexy voz tartamudeaba, no sabía si salir corriendo o invitar a salir a Alex para de una vez sacarlo del extraño lugar donde se había metido en su cabeza.

Las sonrisas nerviosas delataban la emoción que desesperadamente intentaban ocultar, incluso para ellos mismos. El silencio incómodo se sentía, hasta que Alex no resistió más.

– Chris… ¿saldrás conmigo? – expresaba con la mejor de las sonrisas.

– Yo... sí, por supuesto. – contestó con algo de molestia pues esperaba ser el mismo quien lo invitara.

– ¿Qué día te parece propicio?

Chris pensaba hacerlo lo más pronto posible pero eso lo haría parecer un acosador desesperado,  así que respondió hábilmente.

– ¿Este viernes te parece adecuado?

– Por supuesto.

Casi sin poder platicar, ambos se miraban expectantes, esperando del otro el primer paso o el inicio de la plática.

– Dime Alex, ¿cuántos años tienes? 

– Tengo 23, ¿y tú?

– Yo tengo 20. Pensé que eras más chico. – dijo riendo discretamente,  pues la estatura de Alex era la razón de que pensara que era más pequeño de edad.

Una vez les habían traído sus alimentos, comían mientras se miraban en silencio, observado la forma tan particular de esa persona que trastornaba su realidad, una vez terminada la comida era bastante tarde para Alex, ya que debía regresar con premura a su trabajo, pues los horarios de comida no se extendían a más de una hora.

– Lo siento Christian, me ha gustado bastante comer contigo pero debo irme al trabajo o me sancionarán.

Se levantó y le dio amigablemente la mano para partir de inmediato, pero al darse la vuelta una mano lo detenía jalándolo un poco hasta acercar su rostro, acercando cada vez más los labios. Alex cerró sus ojos ante tal acto, esperando recibir un beso hasta que le dijo:

– Que tengas un buen día Alex.

Los abrió y algo molesto se retiró sin articular nada. Su llegada a la oficina parecía prácticamente el arribo a una sala de interrogatorio, las preguntas llovían:

– ¿Qué pasó, Alex? Dinos. – preguntaba Sandy.

– Nada en especial, solo comimos.

– Alex, no juegues con nosotras, me refiero a detalles interesantes. –  refutaba Valerie.

– Está bien, chicas. Saldremos el viernes.

– ¿A dónde irán? ¿Cena romántica? – inquirió Valerie.

– Ahora que lo dices, no lo sé, no quedamos en nada específico.

– Menos mal que inventaron los celulares. – reafirmaba Valerie.

– ¿Celulares? Soy un completo… tonto.

– Calma, ¿qué ocurre? – preguntaba preocupada Sandy al ver a Alex golpear su cabeza contra el escritorio.

– No intercambiamos números.

– Eso no es tan malo, recuerda que todos los días lo ves en el mismo lugar. –  respondía  Sandy.

– Tienes razón, Sandy.

Alex se había quedado con la cabeza hacia el escritorio cuando animadamente la levantó y dijo:

– El día de hoy vamos de compras, Brandon. Necesitamos cambiar tu guardarropa y yo necesito algo nuevo para mi cita.

– ¿Estás seguro de que debo cambiar mi guardarropa?

– Me prometiste no poner peros, así que hoy iremos después del trabajo.

– Todo sea por conseguir una novia. – respondía Brandon con un aire esperanzador.

La mañana siguiente, todo estaba saliendo terriblemente para Christian, sus padres le llamaron a primera hora de la mañana, después de una noche de desvelos por los proyectos finales de su escuela.

– Buenos días, Christian, menos mal que te dignas a contestarnos hasta la tercera llamada. ¿No ves que nos urge comunicarnos contigo? Tenemos noticias apremiantes. En primer lugar te esperamos en la casa de Miami para la fiesta de cumpleaños de tu padre, la cual tendrá lugar el día sábado, así que tu padre y yo necesitamos que llegues el viernes por la noche. – expresaba la arrogante y dominante madre de Christian.

– Sí, madre, no te preocupes, ahí estaré, pero llegaré el sábado, pues el viernes tengo cosas importantes que hacer de la escuela.

– No me digas eso, hijo, recuerda que tu padre se decepcionará mucho si no llegas el viernes y tu regalo de graduación puede que no sea lo que esperas. Además tiene bastante tiempo que no nos visitas, nos lo debes.

– Está bien madre, llegaré el viernes.

– Te mandamos un par de trajes nuevos para este fin de semana.

– Sí, madre, ya entendí. Debo irme se me hace tarde. Nos vemos el viernes, adiós.

Colgó sin esperar respuesta. El chantajismo era algo que odiaba de su madre, de alguna manera lo fastidiaba bastante visitarlos, a pesar de que era el orgullo de su familia, siempre perfecto, con las mejores calificaciones, bien vestido, bien portado, obediente hasta cierto punto. Sin embargo, ni su madre, ni su padre le habían expresado su amor de una manera dulce y afectiva como la mayoría recibe, ya que su padre siempre ocupado con los negocios y su madre dedicada a su compañía de diseño de interiores, nunca se preocuparon realmente por sus necesidades afectuosas, pero siempre lo presionaban para que fuera lo mejor en todo, por ello no sentía un cariño añorante cuando su cabeza volvía a sus dulces años de infancia. Apreciaba las atenciones que sus padres le habían dado, puesto que siempre cuidaron de él y se preocupaban de que tuviera todo lo necesario para ser feliz, también llegaban a escuchar sus problemas de cuando en cuando, pero a través de regaños aprendió a no confiar en ellos para sus problemas personales, pues siempre le exigían ser perfecto en todo sentido, no aceptaban que fallara, lo torturaban para que resolviera los problemas a como diera lugar. Así había crecido Christian, lleno de apariencias falsas de un mundo al cual no sentía pertenecer, pero tampoco podía, ni quería salir de él.  

Después de las malas noticias pensaba en una única cosa importante que debía hacer el viernes y que por desgracia debía cancelar, y era su cita con Alex. Debía hablar con él para posponer sus planes pero no tenía ninguna forma de comunicarse, por lo cual decidió ir al restaurant con el fin de hablar y por supuesto pedir por fin su número de teléfono.

Por alguna razón, deseaba impresionar a Alex, pero al mismo tiempo quería conocerlo para desecharlo como lo hacía con todas las chicas con las que salía, las trataba un poco, salían, se besaban, se daba cuenta de lo vacías y aburridas que eran para luego botarlas cuando ya no le agradaba su compañía.

Durante ese terrible día que transcurría, las cosas se ponían cada vez peores para Christian, un terrible martes estaba pasando lentamente, cada cosa ponía más difícil su día. Todo comenzó con esa llamada de mala fortuna sobre una de las tantas fiestas snob de su familia, luego el entrenamiento de artes marciales mixtas resultó en una lesión en su tobillo, se había distraído un poco pensando en Alex para recibir un mal golpe que acabaría en un tobillo hinchado y con hielo, en la enfermería de la escuela. Ni los más poderosos talismanes podrían ahora ayudar  a Christian, el cual al salir con unas muletas para no apoyar el tobillo vendado, fue a su primera clase y para su aterradora fortuna un examen lo esperaba, examen a libro abierto, el cual no traía por culpa de su lesión. En la siguiente clase, recordó haber olvidado su trabajo a entregar y tuvo que regresar a su habitación en la fraternidad para llegar lentamente a entregarlo, perdiendo su preciosa hora de clase, una de las últimas, por ende, de las más importantes.

El malestar general lo atrapaba, el dolor era algo que no toleraba, casi nunca se enfermaba ni lastimaba, siempre tan precavido; ahora estaba con bastante dolor así que tomó un par más de píldoras y quedó profundamente noqueado en una de las clases, llamarón a sus compañeros de fraternidad, los cuales amablemente lo llevaron directo a la cama para despertar hasta el siguiente día con una terrible jaqueca por abusar de medicamentos. Al siguiente día, solo podía pensar en recuperar apuntes y demás cosas escolares puesto que estaba en el punto más crítico de la escuela, el último mes de su último semestre de clases. De modo que proyectos finales, tesis, entre otras cosas atormentaban su miércoles. De nuevo con algo de dolor pero menos inflamado se dirigía a sus clases y con algunos de sus compañeros para recuperar apuntes  del día perdido. Así por fin el día jueves logró salir del bache en la escuela y pudo ir a la CIA, no obstante lo más importante en su cabeza a realizar era encontrar a Alex para cancelar su cita sin que perdiera el interés en él.

Todas las mañanas, Alex se llevaba a su amigo Brandon al gimnasio, juntos salían bastante felices y Brandon por supuesto caminaba dificultosamente a razón de que todo su cuerpo dolía por el nuevo ejercicio. Obligado a consumir una dieta alta en carbohidratos y proteína para modificar su flacucha estructura, Brandon de sentía tan extraño pero a la vez lleno de ilusiones, deseaba cambiar lo suficiente su apariencia tan desabrida, para ser notado al fin y descubrir lo que era conocer a alguien especial. Ese nuevo día martes comenzaba para Alex y Brandon de manera difícil en el entrenamiento del gimnasio pero llena de luz, ambos se sentían como hombres diferentes. Alex notaba ese día un entusiasmo especial, por encontrarse más cerca del viernes para al fin tener una cita con un lindo chico, de igual forma estaba feliz porque había hecho excelentes amigos con los cuales siempre pasaba un rato muy agradable, un ejemplo de ello era el día anterior donde gracias a sus amigos pudo conseguir esa cita que tanto esperaba, además de ir de compras por primera vez en ese país. Brandon por su parte había salido a comprar ropa con un chico totalmente experto en elegir cosas que lo hicieron sentirse muy seguro de sí mismo, su distinto peinado que descubría sus ojos y los lentes que le había elegido le daban un aire completamente nuevo a su cuerpo; asimismo no podía evitar sonreír y cambiar su actitud tan tímida en la que siempre tenía agachada la cabeza, ahora miraba a los ojos pues deseaba ser notado. Una vez concluido su entrenamiento, cada uno se dirigió a su departamento por sus cosas para trabajar, por supuesto  se ducharon y vistieron adecuadamente.

La llegada de ambos causó furor entre los empleados, pues a diferencia de casi todos ellos estaban vestidos de forma casual pero bastante llamativos. Brandon llevaba unos jeans azules ajustados que le delineaban el trasero para deleite de las damas, con una camisa de vestir azul marino y un saco negro. Alex llevaba jeans negros con camisa beige de cuello de tortuga y manga larga que resaltaba su atractivo físico. Al llegar al lugar a primera instancia nadie reconocía al tímido Brandon, se sentaron juntos a esperar que diera inicio su día laboral, puesto que siempre llegaban temprano, a diferencia de Sandy y Valerie que llegaban en el límite. Una vez que arribó Valerie ansiosa le preguntó a Alex:

– ¿Quién es tu amigo, Alex?  

La pregunta hizo que Alex no pudiera contener la risa, mientras que Brandon que estaba de espaldas volteo para decir:

– Soy Bond, James Bond.

– Oh, basta, no seas tonto, Brandon, y no es gracioso, Alex. – expresaba Valerie con un sonrojo extraño.

Al llegar Sandy poco después grito:

– ¡No puede ser! Te ves tan bien, Brandon. Felicidades, Alex, lo conseguiste.

Las horas en el trabajo pasaban de la misma forma que siempre, bastante entretenidas para todos los que disfrutaban de laborar ahí, tal cual Alex, pero ese día en especial no podía esperar el momento para salir a comer, de modo que pudiera encontrarse de nuevo con Christian. Sin embargo al llegar al lugar y no poder encontrarlo, mientras comía solitario puesto que sus amigos decidieron dejarlo ir a solas para que tuviera privacidad, sentía un gran decepción dentro de él. Todo indicaba que quizá Chris no estaba interesado en salir con él.

Al día siguiente las cosas estaban más llenas de pesadumbre para Alex, ahora reflexionaba en la razón por la cual sentía esa aflicción en su interior por una persona que no conocía realmente, sin dudarlo esa vez también fue al restaurant para comprobar que solo era un malentendido, de nuevo comía totalmente solitario, en compañía de su amado celular para matar el tiempo en redes sociales, platicando con viejos amigos de su país natal.

El día jueves había llegado y Alex no perdía las esperanzas de encontrarse con Chris, aunque ahora se sentía algo molesto, con ganas de exigir una explicación, a pesar de que no tenía ninguna atribución, pues solo habían quedado informalmente para reunirse, no eran nada, ni novios o amigos. Miraba su café cuando escucho una voz profunda y sexy con un tono algo apocado:

– Alex, por favor no te enojes. – decía Chris suplicante.

– ¿Chris? ¿Pero qué te paso? – lo miraba con asombro Alex, al ver un bastón en su mano y el vendaje que sobresalía de su tenis.

– Tuve un accidente en el entrenamiento de artes marciales el lunes. Por eso y también por la escuela no pude venir, lo siento tanto, pero no tenía tu número, tuve una horrible mala suerte esta semana, excepto por hoy, apenas pude ir a las oficinas de la CIA para que no pensaran que había abandonado mis prácticas y servicio social.

– No pasa nada, de todas formas ya estás aquí.

– Pero tengo malas noticias, no podré salir contigo el viernes.

– ¿Entonces será el sábado o domingo?

– No, disculpa, es que mi padre cumple años el sábado y requieren mi presencia desde el viernes para que les ayude con los preparativos de la fiesta.

– Oh… bueno… no te preocupes, será en otra ocasión.

– De verdad me gustaría tener esa cita contigo, incluso sería muy bueno tenerla en Miami donde será la fiesta. ¿Ya has estado ahí?

– No realmente, tengo apenas un mes en este país, y solo conozco muy poco de Nueva York.

– ¿Tienes algo que hacer este fin de semana?

Intuitivo como era Alex respondió:

– No, pero espera un segundo, ¿Miami?

– Sí, efectivamente. ¿Vendrás o no? – sin  necesidad de preguntar formalmente Chris sabía entenderse con Alex sin tener que decir las cosas completas.

– Pues no lo sé. ¿Qué haríamos allá?

– Saldríamos el viernes por la tarde, por supuesto después de que salgas de trabajar. Llegamos en cuestión de tres horas a Miami en el jet de mi padre que nos esperará en el aeropuerto, la casa es enorme así que con gusto te hospedarás conmigo, tenemos playa privada, spa, cancha de tenis, bastantes cosas para vacacionar y por supuesto la fiesta del sábado, es bastante formal. ¿Entonces qué dices?

Sin lugar a dudas Alex no podía rechazar una propuesta tan impresionante, mini vacaciones pagadas, a todo lujo, viaje en primera clase, con un hombre sexy, a conocer playa de otro país, todo incluido era una oferta única, pero sin demostrar su entusiasmo dijo:

– Me parece bien yo salgo de trabajar a las cinco de la tarde. ¿Dónde y cuándo te vería? Pero lo más importante, ¿me das tu número celular?

– Claro, disculpa, déjame anotarlo en tu celular… Muy bien, ahora márcame y guardaré el tuyo.

– Excelente.

– Nos vemos en el aeropuerto, en la sala de espera para los jets privados a las seis de la tarde con tus maletas. Lleva ropa ligera y un par de trajes formales pues la fiesta es de etiqueta, también traje de baño si deseas nadar.

– Bueno ahora que todo quedó solucionado porque no me cuentas con más detalle lo que te pasó en la semana, no creo en la mala suerte, son simplemente coincidencias o pequeños problemas.

– Aunque no lo creas, cada momento se puso peor la cosa, déjame explicarte…

Mientras Alex y Chris discutían sobre la buena fortuna o las coincidencias, parecían viejos amigos, con un extraño vínculo que los unía y los hacía confiar uno en el otro.

El día viernes había llegado, Alex tenía todo listo en su maleta para pasar un increíble fin de semana, la cual en la casa estaba formada en la puerta desde la noche anterior, la emoción era tanta que no pudo dormir adecuadamente, no tenía idea lo que ocurriría pero tenía en mente conocer a Chris lo más íntimamente posible, así que cargaba en su maleta lo necesario para divertirse de manera segura, sus clásicos condones, los condones de sabor y además lubricante. Desde la noche anterior no dejaba de fantasear en ser tomado salvajemente por Chris, sus manos tocando su piel, su lengua sobre sus pezones, deseaba sentir una felación que lo llevara al cielo y de regreso, de modo que a pesar de estar sumamente deseoso y duro, intentó calmar su erección sin darse alivio para poder estar al cien por ciento el siguiente día y demostrar qué tan bueno era en la cama, gracias a ello su rutina en el gimnasio fue de lo más productiva, lleno de una potente energía sexual, esta vez ansioso de que el día laboral finalizara.

– Hola, ¿cómo están?  decía con mucho más entusiasmo que siempre a todos sus compañeros de trabajo.

– Hey, Alex, seguramente tuviste suerte anoche, ¿verdad? – comentaba Sandy con una sonrisa pícara.

– Es que hoy me voy de fin de semana con Chris, me invita a Miami, no les conté ayer, ya ven que venía tarde cuando volví del almuerzo, luego me fui prácticamente corriendo a mi casa a empacar.

– ¡No puede ser! – respondió Sandy.

– Ni yo mismo lo creo.

Contaba las horas, los minutos se volvían pesados por la emoción, una vez concluido su día se fue prácticamente volando a su casa, tomó su maleta y se fue directamente a la sección de aeropuerto que le mencionó Chris, mando un mensaje a su celular para saber si llegaría pronto, pues llego con veinte minutos de anticipación, a lo cual sorpresivamente la respuesta fue una sexy voz detrás del asiento en la sala de espera.

– Claro, ya estoy aquí, vámonos.

Caminaron por un pasillo hasta salir a las pistas donde aguardaban algunos jets, entre ellos Christian lo dirigió a uno en especial, le dieron sus maletas a los asistentes de vuelo y subieron.

– ¿Sabes una cosa, Alex? Me da gusto que decidieras venir a este viaje, supuse que como nos conocemos muy poco, no querrías acompañarme.

– No me perdería por nada del mundo un viaje de este tipo, qué más puedo pedir si me llevas en jet privado, me das alojamiento y además tu… tu amable compañía. – expresaba Alex mirando pícaramente a Christian en el asiento contiguo.

El comentario hacía sonrojar a Chris, esos ojos cautivadores lo atraían sobremanera por lo cual respondió:

– No es nada, de verdad que es todo un placer tenerte como compañía, no sabes lo aburridas que son esas fiestas de mi familia, siempre es lo mismo lleno de personas tan preocupadas por su propia apariencia que no notan a los demás, excepto cuando alguien se sale de los parámetros. Esas gentes siempre buscando la compañía de los más atractivos o los más adinerados.

– Nunca he ido a una fiesta similar, mi familia no es adinerada, tampoco puedo decir que seamos pobres, aunque realmente tuve suerte de encontrar un buen empleo en este país.

Entre algunas copas Alex no soportaba la espera y deseaba ser besado, su orgullo no le permitía besar a alguien tan arrogante como Chris, pero el alcohol comenzaba a nublar su buen juicio. No entendía bien la razón por la cual su atractivo acompañante no estaba tan deseoso como él, ya que sus anteriores “novios”, si es posible llamarles de esa forma a unas cuantas citas y sexo, nunca desaprovechaban una oportunidad para besarse y tocarse lascivamente. En cambio su acompañante del vuelo solo se limitaba a charlar, aunque no le parecía aburrida la conversación sino que le resultaba bastante interesante su plática, pues le contaba primero sobre los lugares que visitarían en Miami, algunos restaurantes, tiendas y museos. Luego le habló sobre los problemas que tenía con el último mes de escuela y finalmente escucharlo hablar sobre sus planes de ayudar a animales en situación de calle tocó su corazón.

– Nunca me dejaron tener mascotas cuando fui niño, hasta que un día conocí a un pequeño felino que por alguna razón entró en mi casa. Era algo tarde, yo tenía unos doce años aproximadamente, jugaba con mi consola de videojuegos hasta que salí por algo para comer, entonces escuché un extraño ruido y una pequeña sombra corrió entre los muebles, me asusté mucho. Justo cuando le gritaría a Charles, el mayordomo. De entre las sombras salió, se había colado por una ventila abierta. Era café con rayas negras y tenía una patita herida, estaba bastante flaquito, así que le hablé pero no pude ganarme su confianza hasta que le llevé comida, entonces el pequeño felino se volvió mi amigo en secreto; lo llevé a mi habitación y ahí dormía, era bastante educado pues pedía salir al jardín rascando con su pata la ventana, no se marchaba más lejos. Desafortunadamente mis padres no tardaron en descubrirlo, lo capturaron y se lo dieron a Charles para que se lo llevara, pero él es una buena persona, así que lo llevó con unos amigos suyos que lo cuidaron bastante bien. Pude conocerlo solo un par de semanas pero se volvió el mejor amigo que jamás he tenido, incluso Charles me llevó algunas veces a visitarlo y me reconocía.

– Qué bonita historia, a mí también me gustan los gatos, de hecho yo tengo un gato, mira. – dijo sacando las fotos de su amigo Koi y continuó diciendo con una sonrisa – Son tan lindos. En alguna ocasión pensaba en ser veterinario para cuidar de los animales.

– Yo también lo quería así, de hecho siempre he querido ayudar a animales que viven en las calles, quizá un día ponga un refugio. – expresaba Chris con esperanza en sus ojos.

A Alex le parecía algo increíble pensar que alguien quien aparentemente tenía todo, pudiera estar tan solitario, de igual forma tener ese amor por los animales, le enternecía saber que había alguien tan dulce en su interior, por lo que deseaba saber más de él.

Una vez llegaron a Miami los esperaba un helicóptero para transportarlos hasta la casa de Chris, sorprendiendo a Alex por tantas atenciones, no tenía idea que sería llevado a una enorme mansión con playa privada. Al llegar, los sirvientes bajaban el equipaje y ellos simplemente se dirigieron a la entrada en donde fueron recibidos por el mayordomo Charles.

– Bienvenido señorito Christian, ¿quién es su acompañante?

– Hola Charles, qué gusto volver a verte. Él es Alex.

– Alex Hernández, un gusto conocerlo.

– El placer es todo mío, mi nombre es Charles Miller. Pero pasen por favor, sus padres lo esperaban desde hace varias horas, en este momento se encuentran en el salón central revisando los preparativos de la fiesta de mañana.

– Gracias Charles, en seguida iremos.

Caminaron hasta el salón central y Alex estaba algo aterrado por ver tan enorme mansión y sentirse totalmente fuera de lugar, se preguntaba para sí mismo qué tipo de personas serían los dueños de aquel lugar. Una vez adentro vieron a muchas personas decorando y acomodando cosas pero justo en el centro de todo, en una mesa, una pareja algo mayor revisaba unos planos sobre ella, se aproximaron a ellos y Chris dijo:

– ¿Querían verme? Ya estoy aquí.

– Oh, Christian, tardaste demasiado, ¿a qué horas pensabas llegar? Debías estar aquí para ayudarnos con todo esto. ¿No ves que todavía no decidimos donde acomodar a todos los invitados? Además, fíjate, esto está hecho un asco, los empleados no hacen las cosas de manera adecuada, para eso deberías estar tú aquí revisando que queden impecables las cosas. – explicaba su madre algo molesta.

– Lo siento tanto, pero, miren, vengo acompañado. –  se movió hacia un lado para dejar ver a Alex que prácticamente se escondía tras de él. – Alex, te presento a mis padres.

– Tanto gusto, Taylor Johnson. – expresaba el padre de Chris.

– Alex Hernández. – respondía Alex Totalmente nervioso.

– Ella es mi madre, Carol Johnson.

– Mucho gusto, señora Johnson.

La mirada de escrutinio lo hacía prácticamente temblar, pero resistía pues era bastante orgulloso para mostrar sus nervios, pero esas personas tan frías lo sorprendían, no entendía como había sobrevivido Chris a ese tipo de trato, sobre todo porque él tenía una madre demasiado encimosa que lo adoraba.

– Chris, ¿por qué no llevas a tu invitado a su habitación para que desempaque y tú regresas a ayudarnos con esto?

– Por supuesto, madre, pero todavía no hemos cenado.

– Está bien, entonces pasen a cenar. 

Se retiraron ambos al comedor, cenaron en silencio mientras Alex no dejaba de mirar en todas direcciones admirando la hermosa decoración en la casa, con algunas pinturas en las paredes, candelabros antiguos, la enorme mesa donde estaban cenando, todo le parecía muy perfecto. Una vez terminando de cenar Chris lo llevo por un corredor y le comentó:

– Esta será tu habitación, tus cosas ya deben estar aquí.

– Yo pensé que me quedaría contigo.

– Lo siento, pero son reglas de la casa, además nadie se ha quedado nunca en mi habitación. – expresaba Chris.

En ese caso, ¿por qué no me haces compañía un rato más?

– Está bien, pero ¿qué tienes en mente? Te invitaría a salir a algún club, pero hoy no debemos cansarnos ni beber demasiado, ya que mañana mis padres esperan que esté con la mejor disposición en la fiesta.

– No te preocupes, ¿por qué no pides unas pocas bebidas y vemos un rato la televisión?      

– Muy bien. Dame un momento, ya regreso.

Alex se cambió y se puso una pijama algo sugerente que enseñaba sus sexys y marcados pectorales, esperando que volviera su conquista. Chris por su parte fue por las bebidas y tocó a la puerta.

– Adelante. – respondió Alex.

La vista que tenía Chris de Alex lo hizo sonrojar. Lo observó semirrecostado en la cama con su sonrisa sugerente, lo cual lo hizo sentir una sequedad en la garganta.

– Ven aquí, siéntate junto a mí. – señaló el lado izquierdo de la cama que se encontraba vacío.

– S-Sí… por supuesto. – respondía Chris entendiendo las intenciones de Alex, pero sin poder resistirlas.

Una vez recostados mirando el televisor cada uno con su copa en la mano sus corazones latían apresuradamente. Alex, harto de no recibir ninguna de las atenciones a las que estaba acostumbrado, llevó su mano hacia la pierna de Chris y comenzó a acariciar lascivamente su muslo, por lo cual recibió una mirada lujuriosa.  En respuesta, se aproximó a su rostro para besarlo pero en ese instante sintió la mano subir hasta tocar su miembro que respondió al contacto y sin poder hacer nada más gimió sensualmente.

– Ahhh…

Apretó los labios, pero la respuesta de su cuerpo lo hizo girar la cabeza para no ser visto y ocultar su deseo. En su interior anhelaba ser tocado, quería más, los hermosos labios de Alex sobre su eje era en lo que pensaba, pero de pronto volvió a la realidad en la cual estaba por entregar algo que guardaba celosamente para sí mismo.

– Alex, detente, ¿qué haces? ¿No ves que estamos en mi casa? Además apenas me conoces.

Sujetó la mano que lo acariciaba y se levantó trabajosamente, pues la erección estaba latiendo en sus pantalones exigiéndole que prosiguieran con las caricias.

– Disculpa, pero debo irme. Que tengas una excelente noche.  

Dicho esto, Chris corría para llegar a su habitación y reflexionar la razón por la cual estaba increíblemente hambriento de averiguar lo que se sentía entregarse por completo. Sus manos ávidas tocaban su rígido miembro que aún percibía aquellas expertas caricias que lo llevaron al clímax con tan solo imaginar el toque del hermoso hombre en la otra habitación sobre su cuerpo.

Alex, mientras tanto, estaba bastante decepcionado por no conseguir el encuentro que tanto estaba esperando, pero comprendía que era una casa ajena y debía respetar las reglas de ahí, no pretendía que los padres de su amable anfitrión se molestaran, sin embargo esperaba que tuvieran privacidad el siguiente día.

La mañana siguiente Alex se sintió tratado como un rey. Un increíble desayuno, luego un tour por la mansión y una visita a algunos lugares turísticos de Miami, para al volver arreglarse con su nuevo traje gris que resaltaba su belleza. Sujetó su cabello con  una liga y salió de su habitación para ir al encuentro con Chris que también se cambiaba en la suya.

– ¿Ya estás listo, Chris?

– Sí, ya voy.

Salía mirando extasiado al hermoso hombre latino que se encontraba frente a él, de igual forma la mirada ardiente le era devuelta por el hombre frente a él, por lo cual ambos fantaseaban en tocar al otro. Con un enorme suspiro para relajarse Chris al fin expresó:

– Vamos, mis padres están esperándonos.

La fiesta estaba repleta de personas superficiales que los miraban por ser hombres tan atractivos. Por supuesto, no los dejaban un minuto tranquilos, puesto que muchas de las mujeres los obligaban a bailar una y otra vez con ellas, de modo que solo les quedaba admirarse a la distancia. Por alguna causa, ambos imaginaban que sus bailes los hacían uno con el otro, pues no dejaban de cruzar las miradas mientras bailaban. Así transcurría la noche hasta que ambos lograron escapar discretamente hacia la salida, sus cuerpos pedían a gritos al fin tocarse como se habían insinuado una y otra vez en esa fiesta. Al llegar al patio, encontrándose completamente solos, Alex jaló a Christian de la mano mientras estaba parado sobre un escalón, de ese modo estando a su altura sujetó su rostro entre sus manos y con un impulso desesperado unió al fin sus labios que anhelaban devorar aquella deliciosa boca.

 

Las manos de Chris recorrían la espalda de Alex para después posarse en sus caderas jalándolo hasta hacer sentir la incipiente erección en sus pantalones, la cual crecía a medida que el dulce beso en el que se deleitaba, lo llenaba de deseo que invadía su interior haciendo estremecer cada fibra de su ser, como si armonizaran necesitando cada vez más unión en sus almas, hasta que de pronto:

– Hola, Christian.

Los había interrumpido una chica de tez pálida con un hermoso cabello rubio, largo y liso, con un atuendo a la última moda que la hacía ver como una muñeca, con una sonrisa que más parecía una mueca. Al ver que se separaban, continuó:

– No tenía idea de que tus gustos habían cambiado tanto, ahora entiendo por qué razón no seguiste conmigo. Debí saberlo antes, pero qué gusto verte.  

Aquella frívola y extraña chica los había visto, Chris no le dio importancia pero no tenía idea que esa mujer muy pronto voltearía su mundo de cabeza.


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