Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love-30 por Kitty Pasta

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Las cosas de la vida, o actualizo una vez cada muerte de obispo o lo hago dos veces en la misma semana XD 

 

Lior tenía buen corazón, y no iba a decirle “te lo dije” aunque por dentro pensara que se lo merecía.

 

Estaban en el departamento del rubio en la Avenida de las Gardenias, un cómodo loft que su padre le había comprado tras graduarse de secundaria, después de volver antes de tiempo del entrenamiento del club. Allen no había dicho nada de lo sucedido en el vestuario mientras viajaban, ni tampoco al llegar mientras preparaba el té, pero a la noche durante la cena no le fue posible seguir guardando silencio y le contó todo con el estómago cerrado, a punto de explotar. Admitió haber estado a punto de entregarse a Roger diciéndole cuanto lo deseaba, y haber disfrutado intensamente de su abrazo protector al punto de querer besarlo. El rostro de Lior se iba endureciendo a medida que escuchaba pero supo comportarse hasta el final, cuando el rubio enjugó una lágrima y le hizo un imperceptible gesto para que se le acercara. Entonces se puso firme y lo llevó al living de la mano, lo hizo sentarse y le sirvió un vaso de agua, preguntándose por qué tenía que haberse deslumbrado de quien no debía. Aquello no iba a traerle más que dolor. Es más, ya había empezado a causárselo.

 

-Ali, lo único que puedo hacer por ti es aconsejarte que pienses con mucha seriedad que quieres hacer de tu vida a partir de hoy para ahorrarte futuros problemas, y ya lo he hecho. No me queda más que darte mi opinión y esperar a que tú hagas lo correcto.

 

-¿Qué piensas que es lo correcto para mí, Lior?- preguntó Allen cansado.

 

-Rechaza esa propuesta. Yo sé que es la oportunidad de oro que todo tenista desea, pero si no la rechazas pagarás un precio muy alto por ello. ¿No ves?- Hizo una pausa para no sonar tan duro.- Te gusta tanto Roger que sufres horrores cuando estás cerca suyo, porque no puedes tenerlo; en Irlanda será cien veces peor porque no podrás evadirlo ni correr a ningún lado en busca de consuelo, y no quiero ni pensar cómo será cuando él se case. ¿Quieres pasar por eso?

 

-¡Por supuesto que no!- exclamó, temblando de solo pensarlo.

 

-Entonces no vayas, Ali. No te expongas a una desilusión tan dolorosa. Quédate aquí con nosotros y te será más fácil olvidarlo, hacer de cuenta que solo fue una visita amistosa y nada más. Es lo mejor para ti, créeme.

 

Allen suspiró y se hizo un ovillo sobre el sofá mirando en dirección contraria a Lior para que no viera la vergüenza que sentía, pero no sirvió de mucho. El pelinegro se le acercó por detrás y lo abrazó cariñosamente, mientras le susurraba al oído.

 

-No vale la pena que sufras por ese hombre, Ali. No lo necesitas. Me tienes a mí.

 

(…)

 

-Viernes 31 de agosto-

 

   Final, 20:00 hs. Larson (Universidad de Chelsea) vs Kanda (Academia Rin)

 

  “El partido final del Torneo Universitario se llevará a cabo en el court principal de la Academia Rin. El ganador obtendrá un puesto en el cuadro inferior de participantes del Magalia Open, a iniciarse el día diez del mes próximo.”

 

                            Firmado: Conrad Woods (presidente de la A.M.T)

 

                           Nadina Johnston (organizadora general del Tennis College Tournament)

 

(…)

 

-Morgan tenía razón- dijo tragando saliva.- Estoy muerto.

 

Había llegado la tan esperada hora de la final del Torneo Universitario, bajo un cielo negro y amenazante que anunciaba una pronta tormenta. Como jugador local, Allen había experimentado una gran seguridad hasta el momento en que su rival apareció seguido de su comitiva propia, todos miembros del club de tenis de Chelsea. Ryan Larson, de 22 años, era la aplanadora humana que todos le habían dicho: alto como una torre, sumamente musculoso y fornido, daba la impresión de partir el piso al caminar. Aunque su mirada no era agresiva y su saludo fue muy cortés, como lo indicaban las reglas, el rubio tuvo la impresión de que era alguien a quien nunca debía provocar. Se volvió hacia Lior con aire sufrido.

 

-No puedo con esto. Ve y dile al árbitro que me retiro.

 

-¡Ali, no digas pavadas! Tú puedes ganarle a Larson. Eres un jugador de gran categoría.

 

-¡Mide 30 centímetros más que yo, por Dios! Será un milagro si logro hacerle un punto.

 

-Estás dejando que los nervios te dominen- interrumpió su entrenador con semblante serio.- La altura no es un factor clave para ganar en el tenis. Lo que cuenta es la agilidad, que es lo que a ti te sobra. Si puedes moverte tan rápido como para compensar el paso de Larson, que tiene las piernas más largas, sus niveles quedarán estabilizados.

 

-Eso tal vez. ¿Y la fuerza del servicio? Si me llega a lanzar la pelota a dos manos me matará, y tendrán que hacer un hoyo en el piso para desenterrarme.

 

Mientras su entrenador y sus amigos lo tranquilizaban al respecto y le daban ánimo, él vio por el rabillo del ojo como Roger entraba a las gradas, seguido de Roxy, Romina, Kenny y Dino. Desde la tarde anterior en el vestuario no había vuelto a verlo ni a hablar con él por teléfono, en un intento por despejar su mente para el partido y de paso ir preparándose para la separación. Con el corazón estrujado como una bolita de papel, había llegado a la conclusión que lo mejor era hacer caso al consejo de Lior y no viajar a Irlanda ni tener más contacto personal con el moreno, si es que quería salvarse del mayor desengaño amoroso de su vida.

 

“Tengo que pensar en mí”, se dijo sin mucho convencimiento, haciendo oscilar la raqueta entre sus dedos. Si iba a sufrir como un condenado por querer a Roger lo mejor era hacer de cuenta que nada había pasado, y dedicar todo su tiempo y esfuerzo al tenis, como venía haciendo desde los diez años. Se esforzaría en cuerpo y alma para ganar esa final y luego para ganar el Abierto de Magalia con todo y sus campeones, incluido el moreno, ya que ese era su verdadero objetivo y no tener un romance prohibido por ahí. Le parecía recordar una frase alusiva de la película Wimbledon (1*): el amor no significa nada en el tenis. Tener ideas raras sobre el amor solo iba a alejarlo de su camino: era mejor desecharlo todo pronto y volver al sitio al que pertenecía y a los objetivos que siempre había perseguido, ¿o no? Roger era solo una ilusión. Dejar que una ilusión se apoderara de él era peligroso.

 

Roger no le quitaba la vista de encima, preocupado. Desde el día anterior no había vuelto a saber de él y eso se le hacía sospechoso, porque era como si el menor lo estuviera esquivando.  ¿Acaso se sentía ofendido por algo que le hiciera? A lo mejor lo había puesto incómodo al tomarse tantas confianzas de repente; si era eso, tenía que buscar la manera de explicarle sus buenas intenciones y pedirle perdón para poder seguir viéndolo. Aunque quizá era ese problema misterioso que no había querido contarle. Ese algo que estaba atormentándolo y que él no podía descubrir por mucho que se estrujara el cerebro pensando. ¡Carajo, que rabia le daba! Claro que Allen tenía derecho a guardar sus problemas para sí mismo, pero le daba una impotencia tremenda no poder estar cerca para ayudarlo.

 

-Roger- le llamó la atención Roxy de repente.- El partido ya va a comenzar.

 

-Ah, sí. Estoy viendo, ¿sabes?

 

-No es cierto. Tenías la vista perdida en el infinito. ¿En qué pensabas?

 

Roger no le contestó pero se sonrojó un poco, y eso también era una especie de respuesta. Porque no era cierto que su mirada estuviera perdida en el aire, sino que la tenía bien fija en Allen quien en ese momento hacia el sorteo con Larson. Roxy vaciló y lo dejó pasar, al menos por el momento, hasta que el partido terminara y pudiera pensarlo con toda la calma que hiciera falta. No estaba seguro de estar preparado para lo que se venía.

 

-Al servicio, Kanda.

 

“Bien”, pensó el rubio tomando posición y picando la pelota. “Si arranco con el saque tal vez pueda neutralizarlo hasta el quiebre. Seguramente ganaremos cada uno un game con nuestros servicios, pero eventualmente lograré descubrir su patrón de juego y lo quebraré. Allí voy”.

 

-¡Ace! ¡Quince-cero! (2*).

 

-¡Bien! Es un buen augurio para ser el comienzo- exclamó Roxy entusiasmado.

 

El segundo saque no fue tan preciso pero tampoco fue un out, por lo que Larson pudo devolverla y el juego dio inicio de verdad. A los diez segundos continuaban peloteando y Allen tuvo que replantearse un par de cosas, pues su rival saltaba a la vista que era de los que no regalaban nada: sabía manejar la dejada (3*) de un modo perfecto, y esa fue la causa de que lo aventajara hasta quedar 15-30. Un rato después, estaban en deuce. Su confianza respecto a ganar fácilmente el game correspondiente a su servicio se evaporó por completo.

 

-¡Ánimo, Ali! ¡Tú puedes!

 

El rubio contó con la suerte de un nuevo ace y un acertado tiro que dio en la línea del fondo tras un peloteo corto, por lo que ganó el game. Aliviado, se movió para cambiar de lugar con Larson y tuvo la total seguridad que el muchacho lo miraba con fijeza. Tragó saliva. Ay, Dios, ¿estaba seguro de poder ganar? Larson tenía toda la apariencia de ser más fuerte que él, además de que no tenía en su cabeza cosas que lo distrajeran de su meta. Brevemente miró hacia la tribuna y vio a Roger en primera fila, tan hermoso como siempre, lo que le sacudió todo el cuerpo con un escalofrío profundo. Sentía acosadora la vieja necesidad de impresionarlo con su talento, de hacerlo lo mejor posible para recibir sus elogios, y eso irónicamente le producía el efecto contrario. Consternado, se dio cuenta que le temblaban las manos: debió sujetar la raqueta con ambas para que sus tiros mantuvieran una trayectoria medianamente firme y no salieran disparadas en cualquier dirección.

 

“Contrólate, idiota. ¿Es que quieres echarlo todo a perder?”

 

Larson ganó el game y luego otros dos, gracias a la potencia que supo imprimirle a sus tiros y a la facilidad con que anulaba las tácticas veloces de Allen. Y es que su rival no parecía estar jugando al cien por ciento de sus fuerzas y eso le ayudaba a desequilibrarlo, lo cual no le satisfacía en absoluto; le habían hablado del Meteoro Amarillo en términos mucho más impresionantes de lo que veía ahí, y se preguntaba por qué estaría tan desconcentrado. Él podía parecer rudo, pero era un jugador honorable y no le agradaba ganarle a alguien que no estaba en condiciones.

 

-Me siento mal- confesó más tarde en la banca a su entrenador, retorciéndose las manos en un gesto de nerviosismo que no podía controlar.- No me encuentro en este partido, no puedo hallarle la vuelta. Larson me está destruyendo.

 

-Allen, vamos, no te dejes apabullar. Se ha puesto un poco difícil pero tú puedes remontar un 5-2, no es imposible y tienes la capacidad. ¿Okey? No te desanimes que si pierdes la confianza si será el fin de todo. Concéntrate.

 

-Ali, el entrenador tiene razón. Si te calmas lograrás recuperar tu ritmo de juego, solo precisas respirar hondo y verlo como es: un simple jugador más al que debes derrotar.

 

-Ali no es así- profirió Roger intranquilo, mirándolo con inquietud y con deseo de bajar a animarlo y darle consejo.- Él no es el tipo de jugador que se deja vencer por la presión, algo debió pasarle para que esté jugando a ese nivel.

 

-Realmente, sería una pena que perdiera por estar nervioso- opinó Roxy mirando alternativamente al rubio y a Larson.- Si no se serena pronto Ryan va a pasarle por arriba porque es demasiado fuerte para ese juego tan débil.

 

-¿Qué te pasa, Roger?- terció su hermana.- Parece que fueras a saltar al court en cualquier momento. Estás tenso…

 

-Sufro por Allen- contestó de forma escueta, ignorándolos y por eso sin ver como cruzaban una mirada cómplice. Su propia mirada estaba fija en el rubio (que había vuelto a la cancha) y en lo triste que se veía, como si cargara un enorme peso a sus espaldas. ¿Por qué tenía que seguir allí al margen viendo eso cuando podía bajar y hacer algo para darle ánimos?  Llamaría la atención, y estando en medio de un partido no podrían tener una charla profunda ni mucho menos, pero al menos sería algo. No se conformaba con que el único que lo asistiera fuera Lior, quien por cierto también lucía preocupado: al menos en eso coincidían, pensó, sombrío. El pelinegro también se movía sin parar sobre la banca cruzando y descruzando los brazos y cambiando de postura a cada rato, como si no pudiera soportar el espectáculo de su amigo viniéndose abajo.

 

-Game, Larson; juego y set para la Universidad Chelsea- anunció el árbitro.

 

Allen se sintió tan mortificado por haber perdido el set, y de una manera tan aplastante, que arrojó su raqueta violentamente contra la pared y maldijo en voz alta para desquitar su frustración consigo mismo. Los de su grupo se quedaron en silencio al verlo acercarse con ademán brusco al banco a beber agua, enojado como pocas veces lo habían visto: no se parecía en nada al amable Allen de siempre y no se animaron a decirle nada, excepto Lior y el entrenador, claro, quienes le susurraban procurando calmarlo antes de que empezara el segundo set. Roger, incapaz de permanecer más tiempo sin hacer nada, le chistó al rubiecito y recibió como respuesta una mirada de reojo breve y colorada. Realmente lucía muy irritado.

 

-¿Qué?

 

-No te aflijas por eso, Ali. Seguro que logras empatarlo en el segundo bien rápido…

 

-Gracias, pero no necesito que me consuelen como si fuera un bebé- respondió de mal modo, volviéndole la espalda sin miramientos y dejándolo confuso y un poco avergonzado, puesto que sus amigos y hermana se quedaron mirándolo con lástima. Se suponía que él era el único que podría calmar a Allen, y sin embargo, había sido rechazado de forma más que brusca. Le dolió.

 

-Es porque está nervioso, seguro, no te lo tomes en serio- le aconsejó Roxy para distraerlo.

 

-Sí, ya sabes que Allen te adora- contribuyó Romina al comentario.

 

Pero ningún comentario que pudieran hacerle iba a borrar la dura sensación de haber sido ignorado por Allen, quien a juzgar por el hecho de que no volvió a mirar en su dirección no quería que le dirigiera la palabra. ¿En qué lo habría ofendido para que se portara así? Aquello no podía ser solo porque lo enojaba el ir perdiendo el partido. “A lo mejor”, pensó alicaído, “no le gustó que yo me la tomara con él ayer como si fuera el novio. Yo no soy nada de eso para Allen, seguro que lo incomodé y por eso ahora no quiere estar cerca de mí”.

 

Pero nada más lejos de la verdad, por supuesto. Aunque Roger lo ignorase, el corazón de Allen Kanda solo latía por él y latió más fuerte en el momento en que hablaron, aunque no supo corresponder sus palabras. Fue por eso que se sintió inundado por la vergüenza al regresar al court y recordar su patética actuación del primer set, y tomó la firme decisión de no dejar que pasara otra vez. Aunque no se atrevía a mirar al moreno a los ojos aún quería impresionarlo y mostrarle su valor como tenista, por lo que no se permitiría más el lujo de deprimirse; sin mencionar que ganar el torneo era la puerta que le permitiría ingresar al mundo de los profesionales. ¿Por qué iba a rendirse? ¿Para qué? ¿Para que Larson siguiera adelante y él se detuviera allí, humillado y vencido?

 

-Parece que ya has despertado- dijo Larson en voz alta. El rubio lo miró un tanto sorprendido, pero al punto se recuperó y le sonrió desafiante.

 

-Exacto. Y no te la haré tan fácil esta vez, así que prepárate.

 

El siguiente set inicio con todo, con un Larson contento de ver a su rival recuperado y jugando al máximo como debía ser y un Allen enérgico y dispuesto a recuperar uno por uno los puntos perdidos. El ritmo se hizo más parejo y las jugadas más largas, con incesantes peloteos que tenían a la gente en un hilo y al borde de sus asientos. Los cuatro primeros games fueron uno para cada uno, conforme les tocaba servir, pero a partir del quinto game la balanza se inclinó definitivamente a favor de Allen: el rubio puso en juego toda su puntería y elegancia de movimiento y logró hacer maravillas dignas de un top ten. Larson no tenía manera de devolver los potentes smashes de su adversario sin sufrir un traumatismo de nariz severo, y las delikatessen made in Magalia (4*) que le hizo eran la clase de movimientos que dejaban llorando de impotencia al mejor de los campeones. Antes que se diera cuenta siquiera, el marcador estaba 5-2 a favor de Allen. Y le tocaba servir para el set.

 

-¡Así se hace, Allen, así se hace!- gritó el entrenador haciendo un gesto de victoria durante el último descanso, mientras el menor bebía agua con una toalla en la cabeza.- Ya lo tienes, es tuyo, tan solo concéntrate en ganar de a un punto por vez y te llevarás el set.

 

-Sí- asintió éste con voz sin matices. Lior lo miró preocupado.

 

-¿Estás muy cansado, Ali?

 

-No, no eso. Es que hace demasiado calor y la camisa se me pega al cuerpo.- Resopló.- Y se me resbala la raqueta. Es de lo más incómodo.

 

-Sí, ya me lo parecía. Es por la humedad maldita esta- se quejó el pelinegro abanicándose  con su propia remera.- ¿Por qué no te cambias de ropa al menos? No sé si ayudará mucho pero no puedes jugar otro set con esa camisa cubierta de sudor.

 

-Es cierto. ¿Me alcanzas una nueva de mi bolso, por favor?

 

En el instante en que empezó a desvestirse, los silbidos de las chicas no se hicieron esperar y cayeron sobre el court como una lluvia de flechas. Si bien distaba mucho de ser un musculoso como Ryan Larson, siendo como era más bien delgado, su cuerpo lucía firme y saludable y era en extremo agradable a la vista por su falta total de vello. Así su linda piel quedaba más al descubierto resaltando su belleza clásica, como lo atestiguaban las chicas y un sonrojado Roger, quien no podía apartar la vista de la espalda desnuda del rubio. Si con la ropa puesta lo veía adorable y tierno, sin ella le parecía más apetecible que una manzana: sus ojos recorrieron de pies a cabeza la figura del menor y tuvo que reconocer que era endemoniadamente sexy, mucho más que cualquier mujer, con aquella bella piel de seda brillando de sudor y su cabello rubio suelto adhiriéndosele al haberse soltado su rodete. Anheló con intensidad morbosa poder bajar y ayudarlo a cambiarse para así poder tocarlo, y la imposibilidad de cumplir ese deseo solo logró dejarlo en evidencia ante los suyos; el gemido que escapó de sus labios fue perfectamente audible para todos, aunque luego tratara de disimularlo.

 

-¿Roger?- su hermana ni siquiera se atrevió a preguntar, pero lo había oído e instintivamente se había puesto colorada. Roxy además de oírlo había seguido con la vista la trayectoria de su mirada y supo con certeza que era lo que había causado ese gemido, lo cual no hacía sino dar más consistencia a su teoría. Pero tampoco se animó a decirlo en voz alta.

 

-Lo siento- murmuró avergonzado y sin saber cómo salir de eso.- Me duele la garganta.

 

“¿Eso es lo mejor que se te ocurre, idiota?”, se recriminó a sí mismo sin poder creer que el simple hecho de ver a Allen sin camisa lo hubiera excitado de tal manera. Comenzó a abanicarse para que sus manos tuvieran algo que hacer mientras su mente trabajaba a toda velocidad, calibrando las consecuencias de esa atracción que ya no sabía cómo esconder. Roxy fingía no saberlo pero apostaba a que era solo eso, un fingimiento, y que no tardaría mucho en preguntarle si le pasaba algo “especial” con Allen. ¿Cómo iba a responder si se lo preguntaba? ¿Cómo se le decía al mejor amigo que a pesar de tener novia se había enamorado perdidamente de un jovencito?

 

-Creo que el calor me ha mareado otra vez- agregó como al pasar para distraerlos, retomando la contemplación del partido (o mejor dicho, de su último game). Allen lo ganó en pocos segundos con energía renovada y soltó un grito de triunfo verdaderamente conmovedor, que arrancó aplausos y felicitaciones de gran parte de la tribuna a los que pudo unirse sin miedo a verse desubicado. Cuando Allen regresó al banco vio una brillante sonrisa en su rostro en reemplazo de la abatida expresión de antes, y el amor que le tenía se le desbordó por los cuatro costados. Le hizo una seña implorante para que se le acercara y el rubiecito se le acercó, quizá porque la alegría de ganar el set había borrado parte de su reserva. Al tenerlo cerca se agachó un poco y lo miró a los ojos, lleno de orgullo.

 

-Estuviste maravilloso, Ali. Ni yo lo hubiera hecho mejor.

 

-Gracias, pero aún no he ganado el partido- adujo éste con modestia.

 

-Pero ganarás, lo sé. Eres perseverante y talentoso.- Le sonrió dulcemente.- Eres perfecto.

 

-Ah… muchas… tengo que volver- contestó con torpeza alejándose de la tribuna. Roger lo vio irse con aire apenado y se regocijó solo al pensar que era por él.

 

“Te adoro”, pensó. “Te adoro mi niño hermoso”.

 

“¿Y eso?”, se preguntó Allen acalorado. ¿Era idea suya o Roger le había coqueteado al felicitarlo? Era posible que todo fuera obra de su imaginación pero, por otra parte, la dulzura de la voz de Roger había sido bien real y había sonado demasiado incitante como para ser solo amistosa. Sintió la tentación de voltear a verlo cuando notó la mirada de alguien más, de Lior concretamente, y con eso recobró la conciencia sobre la situación en la que estaba. ¿Pero qué clase de tonto sin remedio era? ¿Es qué no se había dejado bien en claro a sí mismo que aquella loca fantasía de romance solo estaba en su cabeza? Otra vez había caído con unas pocas palabras de aliento, como una colegiala enamorada: una prueba más de que sus nervios no resistirían una convivencia cercana con Roger si se iba a Irlanda. Haciendo acopio de fuerza de voluntad lo ignoró y retornó al court para servir el primer game, pensando con fruición que si lo hacía bien el set sería suyo y con él el partido. “Concéntrate, concéntrate”, se repitió una y otra vez.

 

-Al servicio, Kanda.

 

-Oigan, ¿no sintieron como una gota…?- empezó a decir Romina en el exacto momento en que Allen hacía un ace; unos pocos segundos después las gotitas se transformaron en una llovizna y luego en una lluvia que se abatió sobre toda la cancha con increíble rapidez. En medio de exclamaciones y quejas la gente comenzó a taparse la cabeza y a salir de las gradas, mientras el árbitro hacía un (inútil) anuncio de la necesidad de suspender el partido y Ryan y Allen se apresuraban a recoger sus cosas junto a sus respectivos equipos. No parecía que fuera a parar pronto, pero por otra parte el partido tenía que terminarse ese mismo día. Roger se preguntó cómo iban a solucionarlo los organizadores.

Notas finales:

Aclaraciones:


 


(1*): La película Wimbledon (protagonizada por el actor Paul Bettany) cuenta la historia de Peter Colt, un tenista fracasado que supo conocer tiempos mejores y cuyo sueño es ganar el torneo Wimbledon antes de retirarse. Se presenta con pocas expectativas pero todo cambia cuando conoce a la bella y joven promesa del tenis femenino, la norteamericana Lizzie Bradbury (Kirsten Dunst), ya que se enamora de ella y siente que puede lograr cualquier cosa que se proponga con la ayuda de la chica. La gracia está en que mientras a Peter le empieza a ir bien, Lizzie pierde concentración: es por eso que en determinado momento ella se enoja con él y le dice que el amor no es nada en el tenis, frustrada porque una relación amorosa la haya hecho bajar de nivel y creyendo que si lo aleja de sí podrá volver a concentrarse como se debe. Allen obviamente está en una situación parecida, respecto a que el amor que siente por Roger no lo deja centrarse en su meta de ganar la final.


(2*): No sé si lo aclaré antes, pero un ace es un punto ganado directamente en el servicio sin que el oponente haya tocado la pelota con su raqueta. Es muy difícil de conseguir ya que tiene que tocar exactamente sobre la línea del centro o de los extremos, y casi siempre cuando un jugador lo intenta termina en out.


(3*): La dejada (dicho con mis propias palabras y no las de Wikipedia XD) es un golpe suave hecho con la punta de la raqueta, que se usa para que la pelota caiga sin rebotar y por lo tanto el rival no pueda devolverla. Solo hace falta “empujarla” un poco y ya, sobre todo cuando el otro jugador está en el fondo del court, porque así no tendrá tiempo de acercarse a tratar de contrarrestar el golpe. Sin embargo, he visto a más de un jugador confiado intentar una dejada pensando que es lo más sencillo del mundo y fracasar miserablemente…


(4*): Delikatessen made in Magalia es una forma de aludir a la dejada que maneja Allen. Una vez en no sé en qué torneo escuché al locutor aludir a la dejada de Federer como una “delikatessen suiza”, como diciendo que es un golpe delicado y exquisito, y de ahí me quedó la idea de usar ese término para referirme a una dejada hecha con excelente precisión.


 


Y con eso concluye este capítulo... para que después no digan que no aviso, la final del Torneo se divide en tres capítulos porque en uno no me cerraba, así que... (redoble de tambores imaginarios XDD) En la segunda parte llega el momento de la verdad entre Roger y Allen!!!! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).