Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love-30 por Kitty Pasta

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Este capítulo es la continuación del anterior y no uno nuevo... por qué elegí una forma tan complicada de nombrar a los capítulos? No lo sé, así que solo disfruten del capítulo cuatro :D 

Claro que deseaba que ganara, porque en el corto tiempo que llevaba viéndolo ya se había convertido en su favorito, pero eso no explicaba la pequeña alarma liberada en su cerebro desde que ocurriera el accidente. No había sido tan grave; un roce apenas brusco, y nada más. No creía que fuera algo que lo detuviera, tal y como opinara Roxy.

 

¿Entonces por qué ese anhelo de bajar y apoyarlo, como si fueran viejos conocidos?

 

Allen salía a la pista nuevamente, y aunque parecía tranquilo Roger creyó detectar cierta inquietud en sus ojos azules (¿o acaso esa impresión se veía magnificada por lo que ya sabía?). Tal vez no deseaba mostrar preocupación ante sus compañeros y amigos, pero eso no significaba que por dentro no sintiera la presión de ganar pronto antes que el golpe comenzara a cansarle el brazo. Sus propios ojos no se apartaron de Allen mientras el corazón le latía con fuerza.

 

El rubio ganó el punto que le quedaba y con ello ganó el game, poniéndose 1-4. En el siguiente game le correspondía el servicio y todos creyeron que eso le daba una inmediata ventaja, pero los nervios del muchacho hicieron que no funcionara: doble falta y 15-0 para Dewey. Un mar de suspiros recorrió la tribuna y Roger no lo soportó más.

 

-¡Oye, Kanda!- gritó desde su asiento, atrayendo la mirada de todos cuanto lo rodeaban.- ¿Te vas a dejar ganar ahora? ¡No seas tan bondadoso!

 

Allen miró de inmediato en la dirección de la que había venido el grito, con los cinco sentidos alertas, y lo vio: un hombre alto, vestido con remera y pantalón deportivos, anteojos oscuros y acompañado por otro hombre y una chica. Al instante su corazón dio un vuelco y las piernas le temblaron, se le cerró la garganta y los ojos se le humedecieron por la emoción. No había posibilidad de error: no llevaba diez años admirándolo en vano. Aquel era Roger Henders, su ídolo, el Dios del tenis, y sus acompañantes eran Roxy Charden y Romina Henders. ¡Así que al fin y al cabo  había ido a Magalia a ver esos partidos menores! Sintió tanta alegría y emoción que por un momento se olvidó de todo. Roger le sonreía abiertamente y por sus palabras se deducía que lo apoyaba, y que su juego había logrado interesarlo. ¡Oh, por Dios, era más de lo que nunca había soñado!

 

-Es Roger Henders- susurró Mary Paula emocionada, como hacían casi todos los presentes. Lior también echó un vistazo y comprobó que era cierto, lo cual lo descolocó un poco. ¿Acaso no llevaban ya una hora de partido? ¿Por qué recién ahora lo notaban, y por qué el propio Roger había revelado su posición, alertando a los demás? Le había hablado directo a Allen para que no se dejara ganar por Dewey. Lo que lo llevó a mirar a su amigo: estaba paralizado e3n su lugar y con la raqueta oscilando entre sus dedos. Evidentemente la sorpresa había sido muy grande para él.

 

-¡Chst! ¡Allen!- el rubio oyó el chistido de su amigo y recobró conciencia de donde estaba, y que se supone que debía hacer. Todo el mundo murmuraba y veía para donde Roger, e incluso el árbitro lucía vacilante, sin embargo, era a él  a quien Roger había hablado, exhortándolo a que no fuer amable con Dewey. No lo sería, pensó con súbito orgullo. El número uno se había fijado en él y no lo decepcionaría aunque el brazo se le deshiciera de cansancio.

 

El árbitro carraspeó, un poco avergonzado de su propia actitud.- Caballeros. Retomemos el partido. 15-0 a favor de Lang Liu.

 

-¿Por qué hiciste eso?- inquirió Roxy, sorprendido.- Creí que preferías el anonimato.

 

-Sí, lo prefiero. Pero me dio la impresión que Allen necesitaba una ayudita.- Ambos miraron al joven rubio y comprobaron que lucía más enérgico, más seguro, y que una radiante sonrisa adornaba su rostro antes tenso. No parecía en absoluto incómodo por el golpe recibido.- ¿Ves?

 

-Ahh, es eso. El efecto Henders (1*). ¿También funciona con hombres?

 

-Jaja. No seas idiota. Mira el partido y no hables pavadas, por favor.

 

Broma o no broma la presencia de Roger y sus palabras de aliento le dieron una inyección de vitalidad, que lo llevó a jugar mejor que nunca y, por fin, a ganar el partido. Sentirse observado por él era suficiente para que la voz se le cortara y las piernas le temblaran, como a una chica entusiasta, por lo que cuando se anunció el resultado final levantó la cabeza y lo miró a los ojos por encima de toda la multitud. Roger sintió esa mirada y sonrió a su vez, saludándolo con la mano como si se tratara de un viejo amigo.

 

-Definitivamente creo que le alegraste el día- observó Roxy en voz baja. Y antes que pudiera contestarle su hermana agregó:- Quizá es admirador tuyo. Sería muy comprensible.

 

No se le había ocurrido, pero podía ser. Mientras estrechaban las manos de los miembros de la AMT (el vicepresidente en funciones y el jefe de relaciones públicas) y eran filmados y fotografiados por la prensa, en la pista muchas personas se habían acercado a felicitar a Allen, que de seguro eran amigos y compañeros del club. Roger los observaba de forma subrepticia, preguntándose que seguía a continuación. Si se atenía a la agenda habitual que Romina confeccionaba para él, debería volver al hotel pronto para descansar un poco y luego salir a cenar a un lugar discreto, pues por la mañana tendría muchas cosas que hacer y no había tiempo para trasnochar. Pero él se sentía impulsivo esa tarde. Pensó que sería correcto (y de acuerdo con los interés tenísticos de Roxy) conocer a Allen en persona, si se dignaba bajar y saludarlo. Al fin y al cabo aquel era su colegio, su club de tenis y su momento de ser la estrella. Al comprender eso sintió un ramalazo de culpa: sin desearlo había atraído hacia sí la atención de los periodistas, alejándolos del foco de atención que debió ser Allen. Al rubio le hacía mucha más falta que a él la publicidad que venía con una buena victoria.

 

-Sí, sí, me encantó el partido, y estoy entusiasmado con los que faltan- dijo en un momento, alzando la mano y sonriendo de forma cautivadora, técnica infalible para hacerse oír hasta en los rincones más apartados- pienso que Allen es un gran jugador. ¿Ustedes no?- y antes que le respondieran agregó:- deberían ir y sacarle unas palabras, así el día de mañana pueden decir que entrevistaron al campeón desde el inicio mismo de su carrera profesional.

 

Mientras los periodistas caían en la cuenta de sus palabras, Roger se despidió con cortesía y se retiró de las gradas, dándoles pie a que entrevistaran al joven rubio. Roxy y Romina lo siguieron, admirados.

 

-Eso fue muy generoso de tu parte, hermano- felicitó Romina- ahora ese chico se ganará la simpatía del público, y mejorarán sus oportunidades.

 

-Tal vez ayudé un poco a acelerar el proceso, sí- admitió él con humildad- pero lo habría logrado de todos modos. El talento siempre atrae y a Allen le sobra talento.

 

-En cuanto a las oportunidades, nada- terció Roxy belicoso, provocando una sonrisa en cada Henders- yo lo vi primero y es mío. Allen será parte del Tamar Tennis Club y se acabó.

 

-Cuan seguro estás. ¿No deberías habla primero con él antes de hacer planes?

 

-Cierto… pero de todas formas creo que aceptará.

 

-¿Mudarse de Magalia a Irlanda, abandonar la Universidad?- Romina meneó la cabeza.- Insisto, es imposible de saber hasta que no hables con él. Debieras concertar una entrevista para un día de éstos, con Allen y su tutor, y después…

 

-¿Y por qué esperar?- intervino Roger, cuando ya estaban en el estacionamiento. La mayoría de la gente se había retirado y el lugar se veía desierto.- Volvamos. En una de esas lo encontramos a solas y resultará menos intimidante. Me refiero a los periodistas.

 

-Hoy estás raro, ¿eh?- acotó su hermana, pero aceptando la idea.

 

Sino raro, cuando menos diferente. Lo sabía, pero no se puso a analizar el porqué. Bastaba con decir que el rubio magaliano había despertado toda su curiosidad y apreciación, y deseaba conocerlo en persona para conversar con él de tenista a tenista. Por cierto que el chico no era un verdadero profesional, pero estaba bien encaminado. ¿Acaso no sería justo para con el tenis que ayudara a subir a alguien que estaba destinado a la grandeza? Roger recordó sus propios comienzos, en que había sido apoyado de similar manera por su padre y Aidan Meighen, su primer entrenador y por ese entonces número tres del ranking. Aidan era amigo de su padre y como tal lo había visto jugar en torneos junior, despertando el mismo interés que ahora sentía él por Allen. Entonces, no tenía nada de descabellado que quisiera conocer al menor en persona.

 

Recorrieron en silencio los arbolados caminos que llevaban a la zona de las canchas, pensando que a esa hora era difícil que se cruzaran con alguien que no perteneciera al club de tenis. Comenzaba a oscurecer y todo parecía más tranquilo a la luz del ocaso, dándoles una expresión soñadora, como si de pronto las presiones de sus vidas no existieran; como si de nuevo fueran estudiantes al salir de clases, relajados y de buen humor. Era un extraño buen presagio.

 

-Los vestuarios están por allí, creo- indicó Roxy, no muy seguro pero dispuesto a probar. Al llegar junto a la puerta y estirar la mano cayó en la cuenta que era el vestidor de mujeres, y antes que pudiera reaccionar la puerta se abrió y salió una chica, causándole una sensación de bochorno poco usual en él. La joven, una pelinegra de ojos claros, se enfureció.

 

-¿Qué demonios estás haciendo? ¿No tienes respeto?

 

-Lo siento, lo siento, juro que fue una equivocación- se disculpó Roxy avergonzado.

 

-Claro, y yo me… un momento…- la chica lo miró con más detenimiento, y luego a las personas detrás suyo, y se paralizó. Pareció costarle una fortuna volver a hablar, con tanto respeto como si se estuviera dirigiendo al presidente de la República.- ¿Roxy Charden…?

 

-Sí…

 

-¿Y Roger y Romina Henders? ¡Oh por Dios!- exclamó de pronto, con una risita.- ¡Pensé que se habían ido después del partido! No puedo creer que estén aquí. Ali se muere si los ve.

 

-Disculpa- interrumpió Roger adelantándose- ¿eres la manager, no? Mucho gusto.

 

-El gusto es mío, señor Henders, Mary Paula Bradley es mi nombre- se presentó ella toda llena de nervios, dándole la mano al ídolo.- ¿Puedo ayudarlos en algo?

 

-Por cierto que sí. Queríamos ver a Allen Kanda, si aún no se ha ido del club.

 

-Está, sí, y se pondrá loco de alegría cuando sepa que ha venido a verlo aseguró Mary Paula- él lo admira a usted más que a nadie en el mundo. ¿Pero qué digo? Si cuando lo vio en la tribuna casi se desmaya. Nadie se lo esperaba, creíamos que no había venido.

 

-Me siento halagado- sonrió Roger.

 

-El vestuario de los hombres es ahí- dijo ella señalando una puerta al otro extremo del pasillo.- Permítanme- agregó, adelantándose y tocando de modo enérgico. Un muchacho alto y de cabellos tan negros como Mary Paula abrió la puerta y la miró sorprendido, sin duda preguntándose qué hacía allí.

 

-¿Qué pasa, Mary? ¿No tenías que volver a la residencia?

 

-Sí, pero me encontré con unas personas que quieren ver a Allen y me demoré- explicó ella risueña y señalando detrás suyo. El muchacho se asomó y su reacción fue muy similar a la de Mary Paula, como si en vez de gente famosa allí hubieran aparecido unos fantasmas, así de incomprensible resultaba.- ¿Roger Henders? No puede ser… ¿de verdad es usted?

 

-De verdad- aseguró Roger de buen humor, acostumbrado a tales reacciones.

 

-Ah… ¡es un placer, señor!- exclamó Lior con gran respeto, estrechándole la mano.- Su presencia honra nuestra academia. Le agradezco sobre todo haber apoyado a Allen.

 

-¿Pero que tanto hablan todos ahí?- inquirió una voz suave desde el interior del vestuario. Atraído por las voces Allen apareció en el pasillo, a medio vestir: llevaba un jogging blanco, zapatillas y el pelo mojado y suelto. Tenía una remera en las manos que se puso con aire distraído, sin percatarse aún de los visitantes y por tanto sin caer en la cuenta que acababa de conocer a Roger y a sus amigos. Pero, por supuesto, la distracción solo duró unos segundos.

 

-Están… oh…- sus luminosos ojos azules se centraron de inmediato en Roger, y todo a su alrededor desapareció. En un infinitesimal segundo el universo se le redujo a aquel pasillo en donde solo cabían él y su mayor ídolo, el hombre que había ansiado conocer la mitad de su vida, el rey que había descendido de sus palaciegas alturas para verlo jugar y brindarle su apoyo y su sonrisa, esa sonrisa que lo  enloquecía como a una chiquilla quinceañera. Sin quererlo los ojos se le llenaron de lágrimas. Entonces el mundo volvió a colocarse en su lugar y todos regresaron a su campo de visión, haciendo que se restregara los ojos avergonzado por estar llorando frente a Roger. Éste, lejos de ofenderse, se le acercó con mucha amabilidad y le preguntó:

 

-¿Te sientes bien, Allen?

 

-No… sí, digo… yo…- abochornado y sin encontrar mejor solución para ocultar su pena, el rubio volvió a meterse en el vestuario. Se sentía un tonto por estar arruinando de tal manera su oportunidad de conocer a Roger, pero no podía controlarse: estar frente a él era como estar frente a Dios, pero mejor, y resultaba demasiado para sus nervios. Fuera, Lior y Mary Paula se mostraron solidarios con su amigo, explicando su conducta a los visitantes.

 

-Disculpen a Allen, ha estado esperando tanto este momento que debió paralizarse- dijo Mary Paula, atenta.- Ha sido un día muy largo para todos.

 

-Claro, claro- asintió Roxy comprensivo.

 

-De todas maneras permítanme hablar con él un momento, yo puedo convencerlo de que salga- aseguró Lior- solo es un poco tímido, pero sé que desea que lo conozcan.

 

-Si no te importa, ¿me dejas probar a mí?- interrumpió Roger, de nuevo siguiendo un impulso. No estaba fastidiado ni nada por el estilo con Allen y creyó que, con un poco de paciencia, no le costaría nada entablar una conversación con él.- Lo entiendo. Y pienso que tal vez si estamos a solas un momento no se sentirá tan apenado. ¿Podría ser?

 

-Pues, sí, podría ser- asintió el pelinegro.- Pase usted.

 

-Gracias. Ustedes espérenme- indicó a Roxy y a Romina.- Ya vuelvo.

 

El vestuario realmente estaba vacío, por lo que Roger supuso que Allen y su amigo se habían quedado juntos un rato más, quizá para pasar revista al encuentro o tal vez para poder irse tranquilos sin la presencia de terceros. Todo se hallaba limpio y prolijo, excepto por unos bolsos a medio guardar sobre una de las bancas, y todo en profundo silencio, excepto por unos esporádicos hipidos provenientes de uno de los lavatorios, no visible desde la entrada. Roger pensó que era adorable que un joven sollozara así, pero no analizó ese sentimiento tan particular. Sonriente como siempre, tomó asiento junto a los bolsos y preguntó, con la mayor amabilidad:

 

-¿Por qué no sales y conversamos, Allen? No pasa nada. No tienes por qué tenerme miedo.

 

-¿Miedo?- repitió la voz del rubio, repentinamente más clara. Al instante el chico apareció ante él y lo miró con sus ojos empañados, pero sin hacer amago de irse. Incluso avanzó unos pasos, vacilante, hasta sentarse en la punta de la banca con las piernas completamente convertidas en una gelatina.- No es miedo. Nunca podría ser miedo. Es solo que yo… yo…- tragó saliva, incapaz de sostenerle la mirada por más de unos segundos.- Yo no caigo… que usted…

 

-¿Qué te haya alentado en persona frente a todos?- completó Roger, risueño. Allen asintió.

 

-Yo he seguido su carrera la mitad de mi vida- confesó Allen con el rostro colorado.- Antes no me interesaba en nada, pero cuando lo vio jugar contra Agassi en el Abierto de Australia del 2002 me enamoré del tenis. Supe que tenía que dedicarme al tenis y esforzarme tanto como fuera posible, para un día poder conocerlo en persona y estrecharle la mano como un igual… y ahora… ahora siento que es un sueño… porque usted se fijó en mí y le gustó mi juego, me distinguió entre los demás. Y me emocioné mucho- finalizó sin poder contener las lágrimas, lo que despertó el instinto más paternal en Roger.

 

-Allen, vamos, no llores, no pasa nada- consoló entregándole un pañuelo.- No tienes que estremecerte tanto porque no es un sueño. Soy el autentico Roger Henders, no un espejismo. ¿Y sabes una cosa? A mí me emocionó verte jugar tanto como a ti te emocionó verme en la tribuna. Eres grandioso, y dicho sea de paso Roxy piensa igual.

 

-¿En serio?- preguntó, ilusionado y aún más lloroso.

 

-En serio. Fue idea suya venir a ver los partidos del torneo universitario, pero ahora se lo agradezco porque valió la pena gracias a ti. Consideramos que tu talento es digno de entrenamiento profesional, y Roxy desea ofrecerte una plaza en el Tamar Tennis Club para cuando finalice el Abierto de Magalia. Puedes pensarlo todo lo que quieras.

 

-Pero aún no he ganado el Torneo Universitario- objetó Allen, sin poder creérselo.

 

-No importa. Roxy nunca dijo que quería al ganador, solo que quería al mejor. No siempre el que gana es el mejor, como sabes, por una u otra circunstancia. Aunque no ganaras, en un solo partido has demostrado tener lo necesario para triunfar, así que no te preocupes por eso.

 

-¿Pero usted cree que tengo posibilidades de ganar?

 

-Muy buenas posibilidades, diría yo. Eres una luz sobre la cancha, tienes buenos reflejos, y no te dejas amedrentar fácilmente- añadió señalándole el brazo lastimado. Allen se miró por un instante y, por primera vez en toda la charla, sonrió de forma sincera.

 

-Ah, esto. El doctor dijo que no es nada, apenas una hinchazón que se pasará enseguida.

 

-Me alegra oír eso. Desde la tribuna me dolió  como si me hubieran dado a mí- confesó Roger, satisfecho de ver que el rubio ya no lloraba sino que muy por el contrario parecía lleno de energía y optimismo.

 

-Una vez lo vi jugar contra Turner y él le dio un pelotazo en la pierna, fue en el US Open del 2010. Usted dijo que a tan poco de ganar no podía darse el lujo de sentir dolor o quejarse, así que siguió adelante como si nada. Yo debía hacer lo mismo, aunque me temo que no pude concentrarme tan bien- se disculpó con un mohín gracioso.

 

-Aprenderás a soportar la presión de los partidos profesionales, ¿sabes? Ahora estás un poco nervioso porque es tu primera gran oportunidad, pero el tiempo lo cura todo. Al principio yo también solía angustiarme a mitad del partido, cometía errores no forzados, pero me impuse un entrenamiento muy disciplinado y mejoré. Roxy me enseñó varios trucos para los nervios.

 

-Ah, el señor Charden- musitó Allen, recordando de pronto al fornido entrenador y la hermana de Roger y ruborizándose de nuevo.- Lo esperan.

 

-Sí. De aquí regresamos directo al hotel.

 

-Lamento haberme portado de un modo tan infantil recién- se disculpó Allen, suspirando, mientras se ataba el pelo en un nuevo rodete.- Debo salir y disculparme también con el señor Roxy la señorita Romina. No quiero que se lleven una mala impresión de mí.

 

-Por eso no te preocupes, ellos comprenden, como dijo tu amigo, que solo eres un poco tímido. Supongo además que la culpa es mía porque, y lo digo con humildad, suelo paralizar a la gente.

 

-¿Mi amigo? ¡Ah, Lior! Sí, él es mi mejor amigo desde la primaria y mi pareja.

 

-¿Pareja?- repitió Roger desconcertado.

 

-De dobles- explicó Allen sin reparar en la confusión del mayor.- Lior y yo siempre hemos jugado a dobles. Se nos da muy bien jugar juntos.

 

-Ah, eso- inexplicablemente respiró aliviado.- Me temo que yo no sé mucho de dobles.

 

-Pero no le ha hecho falta, ¿verdad? Se ha arreglado perfecto solo para ganar todos los torneos. Casi sería una pena que tuviera que adaptar su estilo para incluir a un compañero.

 

Roger rió con afectación y luego miró a la puerta y a Allen respectivamente.- Ahora que ya estás más tranquilo, y rompimos el hielo, ¿Qué te parece si vamos yendo?

 

-¡Sí!- aceptó parándose de golpe, de nuevo dueño de sus nervios.- Solo me falta… ya está, listo- dijo guardando en su bolso una remera que no había usado.

 

-Bueno. Vamos, que te presentaré a Roxy y a Romina.

 

-Espere- pidió a último momento, cuando Roger ya se había puesto de pie. El moreno, con su paciencia habitual, se dio vuelta y esperó.- ¿Podría… podría pedirle que se saque una foto conmigo?

 

-Como no- aceptó de buen talante- con una condición.

 

-¿Cuál?

 

-Que no me llames señor sino Roger. Los amigos se llaman por el nombre.

 

Súbitamente feliz por el hecho de que Roger lo considerara un amigo, tardó unos segundos de más en sacar su celular del bolsillo y ponerlo en posición. El mayor le pasó un brazo por los hombros con confianza y eso volvió a derretirlo, mientras que a Roger lo halagó ver que para el rubio una simple foto suya era tan importante.

 

-Muchas gracias… Roger- dijo despacio, sonriendo y guardando su celular.

 

-No hay de qué. Ahora sí, vamos.

 

Lior y Mary Paula habían entablado una alegra charla con Roxy y Romina, pero ni bien aparecieron ellos juntos se interrumpieron y se hicieron las presentaciones correspondientes. Por acuerdo tácito se pusieron a caminar todos juntos camino a la playa de estacionamiento, en donde un chofer esperaba para llevar a Roger y los suyos al hotel y Lior tenía el auto para llevar a sus compañeros a sus respectivas casas. Todo se desarrolló de un modo muy natural y satisfactorio, como si fueran amigos de siempre: Mary Paula y Romina, que comparaban a sus tenistas mujeres favoritas, Roxy asegurando a Allen y a Lior que el Club Tamar necesitaba de jóvenes como ellos, Roger observando lo bien que lucía el rubio después de la pequeña crisis pasada. Al momento de despedirse, ya habían intercambiado números y prometido prontas reuniones.

 

-Me pondré en contacto con el entrenador Ramsay para venir a verlos entrenar, si les parece bien- propuso Roxy.- Y, por supuesto, el miércoles iremos a ver el partido de Allen contra Stuart Morgan. ¿Era en la… Escuela de Leyes Jermaine?

 

-Exacto- confirmó Mary Paula.

 

-Bueno. Espero que lo ganes, por supuesto- dijo Roxy al chico, guiñando un ojo.- Morgan también demostró ser un gran jugador, pero muy serio. Tú eres más simpático.

 

-Muchas gracias, Roxy. No te preocupes que no voy a decepcionarte: yo ganaré a Morgan.

 

Todos se despidieron del mismo modo amable y despreocupado, conformes con el rumbo que habían tomado las cosas y preparándose para lo que venía. Para Allen, eso significaba trabajar duro y estar a la altura de la oportunidad que se le ofrecía. Para Roger también significaba entrenar a fondo, pero había algo más. Desconcertado, viendo al menor subir al auto de Lior, reconoció que no sabía que era.

Notas finales:

Creo que todos alguna vez hemos soñado con conocer a nuestro ídolo y que nos apoye... Allen lo logró y estoy feliz por él n__n

Hay solo una aclaración:

Efecto Henders (1*): Roxy hace alusión al carisma de su compañero, que de alguna manera logra "seducir" a sus fans con su personalidad y de ese modo los tiene siempre detrás suyo. Más que nada, lo está cargando por el hecho de que un chico también haya sido "hechizado" por su presencia.

Bueno, en el proximo episodio veremos si Roger se aparece por el Club o no! Quien no quisiera que se le apareciera su ídolo en la escuela? 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).