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Love-30 por Kitty Pasta

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Notas del capitulo:

Segunda parte del partido de semifinal entre Allen y Stuart, aunque, como algunas sospecharán, lo más importante no es la conclusión del partido sino lo que Roger está a punto de descubrir ;) 

Lior pensaba que era irónico que lo consideraran el más tranquilo y serio del grupo, cuando había momentos como aquel en los que solo deseaba echarla salsa picante en los ojos a alguien.

 

Siempre que Allen había tenido dudas, o un problema que le causara perplejidad, era a él a quien había recurrido para serenarse o pedir un consejo. No por nada eran amigos y compañeros desde hacía diez años, y no por nada era él quien primero le había pedido jugar juntos al comprender su talento. Siempre había admirado a Allen y deseado su bien. Por eso, el que ahora un famoso recién llegado se creyera con derecho a aconsejar al rubio lo fastidiaba: no es que desestimara sus méritos y su posición de número uno del tenis, pero a sus ojos Roger Henders solo era un “ídolo” y nada más, y de ningún modo alguien que pudiera llamarse “amigo” de Allen como él mismo lo era. En realidad, no tenía la menor intención de compartir la amistad de Ali con el irlandés por temor a ser relegado: después de todo Ali llevaba tantos años admirándolo de lejos que en la actual situación no sería de extrañar que perdiera la cabeza, y se perdiera para siempre en un club de Irlanda con tal de seguir a Roger. Podía ser egoísta, pero era así como se sentía, por infantil que pareciera. Ali era suyo; si el moreno lo quería tendría que vérselas primero con él.

 

-2-3; ventaja, Academia Rin- anunció el árbitro.

 

-Oh, mierda- masculló Allen al terminar ese game, cansado por los múltiples movimientos acrobáticos que se había visto obligado a realizar para devolver los tiros de Morgan. Le pesaban las piernas y hubiera deseado un receso más largo para poder descansar, pero a los cinco minutos tuvo que regresar al court con su mejor cara de póker: lo único peor que perder sería mostrarle a su adversario cuan fatigado estaba.

 

-¿Qué opinas, Roxy? Esta vez también van muy parejos.

 

-Sí… pero me cuesta ser objetivo, porque en verdad quiero que gane Allen. ¿Roger, y tú…? Ah, pero que digo, si tú no tienes dudas de quien va a ganar.

 

-Te equivocas- corrigió Roger con severidad- cierto que lo que más deseo es que gane Ali, pero eso no significa que Morgan no pueda ganar. No lo subestimo: es un gran tenista. Podría llevarse la victoria, pero yo confío en que no lo hará. Espero que no.

 

Roger era, como siempre, muy realista y considerado: jamás daba nada por sentado ni en sus propios encuentros ni en los ajenos, lo cual suponía una manera acertada de pensar. Roxy reconoció para sus adentros que el moreno tenía razón, y que sus puntos de vista eran idénticos, pero se preguntó por qué aún así era a su amigo a quien le brillaba de expectativa cada centímetro del rostro. Incluso su postura era tensa; ¿Qué pasaba por su mente para que aquello fuera tan especial?

 

Sí tenía que buscarle un defecto a su rival, era que subía a la red con demasiada prisa; Morgan confiaba en su velocidad lo suficiente como para adelantarse todo lo que necesitara y luego retroceder en una situación de peligro, y hasta ahora le venía funcionando, puesto que así había logrado hacerle varios puntos al rematar con veloces smashes. Pero Allen sabía que no había técnica perfecta: y si él mismo aprovechaba una de esas subidas para enviarle una bola al fondo, lo más sobre la línea posible, acortaría las distancias.

 

“¡Muy bien!”, exclamó al ver subir de nuevo a Morgan. Con total agilidad de pies y manos se adelantó un paso y devolvió la pelota con un globo, tan alto que dejó a todos boquiabiertos por un segundo incluyendo a su rival, quien pareció pensar que no entraría a juzgar por el hecho de que no se movió. Pero el pronóstico falló, ya que la pelotita picó justo en medio de la línea desatando la algarabía entre los partidarios de Rin.

 

-¡Así se hace, Ali!- gritó Lior.

 

-Lo siento, pero no puedo dejar que ganes ni un game más- dijo el rubio en voz alta sin saber si el otro lo oía o no. Pero oyó, a juzgar por su respuesta.

 

-Y después dicen que el arrogante soy yo. ¿Acaso ya te crees el sucesor de Henders?

 

Estuvo a punto de contestarle una por la bronca que le dio, pero se contuvo a tiempo y siguió afinando su puntería en sucesivas jugadas hasta estar 2-4 a favor. Solo necesitaba un poco más para ganar, y un poco más para llenar de orgullo a los que confiaban en él. Debía ser fuerte e ignorar las provocaciones. Se lo comentó a Lior al entrar a otro receso.

 

-Bah, ese idiota. No le hagas caso. Lo que pasa es que sabe que eres mejor que él.

 

-¿Tú no crees que me esté volviendo un arrogante, verdad?

 

Lo miró a los ojos con fijeza y le contestó, apoyándole una mano en el hombro.- Claro que no, tonto. Ser consciente de tu propio valor no significa ser arrogante o vanidoso.- Siguiendo un impulso dejó que su mano ascendiera a la mejilla de su compañero para acariciarla un poco.- La confianza es lo que te mantendrá arriba en el torneo, sabes. Confía en ti.

 

-Epa- exclamó Roxy jocosamente al verlos.- Que cariñosos son esos dos, ¿eh?

 

-¡Ah, Roxy, que chismoso!- saltó Romina.- No están haciendo nada.

 

-No, claro nada. ¿Me has visto acariciar a tu hermano durante un partido?- ironizó.

 

Roger no los oía, pero a la vez no podía evitar ver lo que tenía ante los ojos. ¿Qué era? Allen nunca habían dicho que fueran más que amigos… y sin embargo… ¿Cuántos amigos hombres adultos se miraban de esa forma? Le pareció que era Lior el que avanzaba, incluso secándole el rostro mojado al rubio. De alguna forma aquello le molestó, como si el pelinegro estuviera siendo excesivamente protector. ¿Con que necesidad?

 

“Allen es grande, ¡suéltalo ya!”, pensó irritado.

 

-Jugadores, a la cancha- anunció el árbitro cortando la idílica escena entre los dos amigos; Allen se alejó del banco con buen ánimo y Lior se quedó allí sentado con aire sumamente satisfecho,  sabiendo que su mensaje había sido claro y fuerte. Estaban justo en la línea de visión de Roger: de esa forma era imposible que el moreno no los hubiera visto, y eso era precisamente lo que pretendía. El irlandés tenía que comprender que Allen era asunto suyo y no de él.

 

-Roger, te lo pregunto otra vez porque desde hace rato estás con una cara rara. ¿Estás bien?

 

-Estoy perfecto, Romina, ¿Por qué crees que me pasa algo?

 

-Ya te lo dije. Por tu cara.

 

-Mi cara es la misma de siempre. Es la cara que tengo cuando estoy viendo un partido.

 

Desde luego, el grado de “amistad” entre Allen y Lior no era asunto suyo, que apenas lo conocía hacía unos pocos días. Se reprochó el distraerse con esas pavadas (invento de Roxy, por cierto) y volvió su atención al juego, que iba adquiriendo rápidamente ribetes de profesionalismo gracias a las jugadas de Allen, cada vez más precisas. El rubio tenía un verdadero ojo de halcón incorporado al cuerpo para enviar pelotas a los lugares que más difíciles le resultaban a Morgan, los llamados “puntos ciegos”, tanto así que el cenizo había empezado a dar muestras de desesperación al lanzarse de golpe para tratar de devolver bolas que evidentemente eran imposibles. Cuando eso sucedía, sí podía darse el partido por perdido. Desesperarse era lo peor que podía pasarle a un jugador, porque alimentaba la confianza del rival y aumentaba su efectividad, casi como por arte de magia. Para él, que creía fervientemente en que todos tenían posibilidad de ganar, esa era la única excepción. Alguien que se daba el lujo de perder la calma era alguien sentenciado.

 

-¡Así se hace, chico!- exclamó Roxy agitando un puño cuando Allen ganó el game, quedando 2-5 a su favor. Roger aplaudió, igual que todos a su alrededor.

 

-Tú lo dijiste antes, Roxy. Allen es una dinamita.

 

Morgan susurró algo con agresividad, mostrando por fin un poco de personalidad. Por desgracia, no era una muy simpática.

 

-Perdón, ¿dijiste algo? No te puedo escuchar por los aplausos- provocó Allen, también él con ira a causa del comportamiento poco deportivo de su rival. Si el otro fuera ganando a él le molestaría, sí, pero nunca lo insultaría en público ni se portaría de un modo tan irrespetuoso. No le gustaba la gente como Morgan que al verse en desventaja recurría a las agresiones, y decidió escarmentarlo.

 

-¿No te da la impresión que esos dos han discutido, Lior?- inquirió Mary Paula inquieta.

 

-Puede ser. A Morgan le ha cambiado la expresión desde hace un rato.

 

El témpano Morgan demostró que, a la hora de la verdad, cuando se hallaba entre la espada y la pared, podía ser mucho más fuerte que veloz. Con el servicio a su favor se mentalizó ferozmente en no darle chances a Allen para que usara sus acrobacias, y eso pudo lograrlo gracias a sus sorpresivos saques estilo balazo, que solo alguien de gran físico podría devolver ya que eran demasiado potentes. Allen, tomado por sorpresa, no lo logró y perdió el game. Pero por supuesto, aún así, una vez recuperado el servicio Allen recuperó también la delantera y ganó el último game en siete minutos, tras dos deuces. El estallido de aplausos en las tribunas fue repentino y masivo incluso entre la gente de Jermaine, pues ya nadie podía negar que Allen Kanda era un prodigio y el gran favorito a ganar el Torneo. Con un suspiro de resignación Morgan se acercó a la red y le dio la mano, mirándolo a los ojos.

 

-Te hubiera hecho un favor ganándote, ¿sabes?- dijo sin asomo de ironía.- En la final te tocará contra Larson. Él te devorará y escupirá tus restos.

 

-Gracias por la advertencia pero no le temo ni a Larson ni a nadie- puntualizó Allen de buen talante, olvidando su bronca de hacia un rato. Morgan se encogió de hombros y luego ambos saludaron al árbitro, dejando luego lugar para que todos se acercaran a felicitar al ganador. Incluyendo, por supuesto, a Roger. Éste miró con orgullo a su pupilo y lo abrazó brevemente; no le tomó más que unos segundos darse cuenta que el joven temblaba entre sus brazos por el exceso de adrenalina, y hubiera continuado abrazándolo si no hubiera advertido los flashes de las cámaras. Recordó el consejo de Gisela Ana sobre procurarle discreción y lo soltó, para que no se sintiera avergonzado, pero no se fue. Allen lo necesitaba ahí para apoyarlo en su primer encuentro oficial con la prensa. Era el inicio del camino.

 

(…)

 

Veinte minutos después de que los periodistas se retiraran, Allen continuaba temblando. No demasiado, claro, pero sus manos parecían incapaces de quedarse quietas y eso era prueba obvia de su nerviosismo. Estaba en los vestuarios con sus compañeros de club, festejando en forma su pase a la final mientras las chicas observaban desde la puerta y los rociaban con una botella de champaña, como si ya hubiera ganado. Él, medio aturdido aún, no objetó la algarabía pero tampoco logró participar, pues su cerebro no terminaba de asimilar su victoria. En medio de aquellos cánticos, solo Lior comprendió el significado de su expresión y se sentó junto a él en el piso, hablándole casi al oído para poder hacerse escuchar.

 

-¿Te sientes muy abrumado aquí, Ali? Dime la verdad.

 

-Un poco… yo… ¿le gané… en serio? ¿Estoy en la final del Torneo Universitario?

 

-Estás en la final del Torneo Universitario- confirmó el pelinegro sonriéndole- porque eres el mejor.

 

-Creo que necesito caminar un poco- dijo el rubio con voz ahogada. Lior asintió.

 

-Vamos. Ya deben haberse ido todos los visitantes y los del equipo de Jermaine dijeron que podíamos quedarnos tanto como quisiéramos.

 

-Oh… muchas gracias, Lior… ¿no te molesta?

 

-Tonto. Claro que no. Agarra una botella de agua y vamos.

 

Pudieron salirse del festejo sin que los detuvieran gracias a Lior, cuya mirada y actitud decía muy a las claras que necesitaban estar a solas un rato. Fuera, tal y como pensara, no había nadie y pudieron caminar tranquilamente bordeando las canchas, hablando muy poco, ya que Allen continuaba emocionado y no encontraba palabras que expresaran su sentir. Para Lior no importaba; no deseaba romper esa encantadora expresión de su amigo hasta que él mismo se sintiera más tranquilo y a gusto para charlar. Mientras tanto, era suficiente con que lo acompañara en silencio y atento a lo que necesitara. Es lo que debía hacer un buen amigo.

 

-Estoy muy cerca, Lior- dijo el menor de repente, apoyándose contra una pared con una sonrisa lacrimosa para evitar tambalearse.- Muy cerca…

 

-Ali- solícitamente Lior se le acercó y lo rodeó por la cintura para que no se cayera, pues era obvio que había llegado a su límite. ¡Qué chiquito parecía a veces! Solo, sin que se lo ofreciera, se recostó contra su pecho y dejó que lo abrazara y le acariciara el pelo, sollozando un poco por lo bajo y dejando que toda la tensión se le saliera del cuerpo en forma de lágrimas. Para Lior era un enorme orgullo el que Allen le confiara sus emociones de un modo tan directo, ya que eso solo podía significar que todavía lo consideraba su mejor y más importante amigo, el incondicional al que podía acudir cuando lo necesitaba. Gratificado por esa confianza, lo abrazó aún más fuerte y le besó en pelo, extasiado con su suavidad.

 

-Eres una ternura- le confesó.- No llores, por favor, que es triste verte así.

 

-Es que jamás pensé que llegaría el día- dijo de forma entrecortada por el llanto- en que pudiera cumplir… mi sueño… yo… Lior, no lo creo que yo…

 

-Shh, shh. Tranquilo. Está bien, llora si quieres, pero esta será la última vez. La próxima vez cuando ganes el Torneo, no vas a festejar llorando sino riendo y siendo tan alegre como sé que eres. ¿De acuerdo?- Un movimiento leve de su cabeza le indicó que asentía.- Bien. Así me gusta. Ahora no te separes de mí hasta que haya pasado.

 

(…)

 

-Roxy, ¿no te parece que dar una conferencia de prensa en el vestíbulo en nombre de Allen es tomarte atribuciones que no te corresponden?- inquirió Roger a su amigo, meneando la cabeza.- Al menos lo hubieras consultado con él. Lo tenías a dos metros.

 

-Oh, pero si tú mismo viste lo nervioso que estaba- adujo Roxy con convencimiento.- Le he hecho un favor y ya verás si me lo agradece esta noche, estoy seguro. Los periodistas estaban impresionados. Ya lo aman, y quieren saber de él.

 

-¿No tendrías que avisarle?

 

-¿Y qué estamos haciendo ahora sino ir a buscarlo? A ver… sí, los vestuarios son ésos, como nos dijeron. Seguramente todavía están ahí.

 

En efecto al entrar al vestuario de los visitantes encontraron al equipo de Rin, pero no tardaron mucho en percatarse de que Allen no estaba allí. Roger preguntó por él a Sonomi.

 

-Se fue con Lior, hará unos diez minutos- informó el capitán a los dos irlandeses, más compuesto que sus compañeros y vistiéndose ya con ropa de calle.- Estaba un poco aturdido, ¿saben? Y dijo que necesitaba salir a caminar para despejarse, así que Lior lo acompañó. Pero no creo que tarden mucho en volver, es más, podrían echar un vistazo por las canchas y seguro los encuentran.

 

-Gracias. Vamos, Roger. Será mejor buscarlo pronto para que podamos regresar al hotel.

 

Roger asintió y volvieron a salir del vestuario, mirando en todas direcciones por si veían al rubio y su amigo. No fue así. Súbitamente Roger sintió de nuevo una irritación profunda e inexplicable, molesto por no poder hallar a su pupilo y molesto porque Lior se lo hubiera llevado. Lior era demasiado protector; y no creía ya que eso fuera recíproco. No había visto nunca a Allen colgado de su amigo y no lo había escuchado nunca hablar de él en términos que excedieran la buena amistad. De modo que era el pelinegro quien tenía intenciones ocultas. Le molestaba aquello por considerarlo un aprovechamiento y deseó poder encontrarlos para preguntarle a Ali: si el jovencito confirmaba sus sospechas él no dejaría que Lior lo enredara, pues no le parecía justo que lo forzara a sentir cosas que no sentía.

 

-¿Pero dónde se metieron esos dos?- oyó rezongar a Roxy.- Como se nota que están en la veintena, si el calor y el cansancio no los afectan para nada. Roger, hazme el favor y búscalos por ese lado, que yo iré por este. No quisiera irme sin hablar con él pero tampoco quiero pasarme toda la noche para encontrarlo.

 

-De acuerdo, iré. Pero cálmate que no es tan grave, hombre.

 

Roxy exageraba, como de costumbre, pues era ya de noche y el calor había disminuido notablemente en relación a la tarde. Inclusive se había nublado un poco, así que con suerte aquello degeneraría en una tormenta que pusiera fin a esa ola de calor fuera de lugar en invierno.

 

Sin embargo se preguntaba cuán lejos habrían ido, que no veía ni rastro de ellos. Era imposible que hubieran vuelto a casa porque sus bolsos seguían en el vestuario, de modo que debían estar en algún lugar hablando. Al menos no se le ocurría otra cosa que justificara su tardanza. Intrigado por eso decidió fijarse detrás de las canchas cubiertas, dos pistas de práctica más alejadas que el resto y construidas de modo especial; dos de sus lados (los que él podía ver) eran de alambrado, y los otros dos eran paredes que lindaban con el límite de los terrenos del club de tenis. Se acercó a paso rápido convencido de que debían estar allí, probablemente atrapados en una conversación que les había hecho olvidar la hora.

 

“Sí, esa es su voz”, pensó con regocijo al reconocer el tono suave y cálido de Allen. El pobre debía estar realmente emocionado por su victoria y de seguro lo alegraría una invitación a cenar con él y Roxy en el hotel, por lo que se adelantó y decidió llamarlo.

 

Al…

 

El nombre del muchacho murió en su garganta cuando se acercó lo suficiente y vio, estupefacto, al rubiecito en brazos de su amigo Lior. El pelinegro lo tenía agarrado con ambos brazos por la cintura y lo apoyaba delicadamente contra la pared, en un gesto de tanta intimidad que de inmediato se puso rojo hasta las orejas. Y, lejos de rechazar aquel contacto, Allen dejaba reposar su cabeza con total confianza sobre el pecho del mayor, mientras sus manos buscaban refugio enlazándolo tímidamente por el cuello. Era obvio que ellos dos se estaban muy a gusto allí solos, y pensó que lo adecuado sería retirarse con discreción para que no creyeran que los había estado espiando. Total que podía regresar al vestuario y esperarlo allí. Pero, horrorizado, descubrió que los pies no le respondían, y que no podía dar ni un paso. Se había quedado petrificado en su sitio e hipnotizado por la cariñosa escena como si se tratara de una grotesca serpiente, hechizada por algo sutil sobre lo que no tenía control alguno. Y lo peor, lo absolutamente peor de todo, era que podía oírlos. Aunque, para hacer honor a la verdad, solo alcanzó a comprender unas pocas frases antes de que todo se volviera negro.

 

-Oye, Ali… ¿no quieres volver ya, dulce?- preguntó Lior en un susurro descaradamente sensual, mientras sus manos lo apretaban con firmeza.- Se hace tarde.

 

-Sí… tienes razón. Estoy cansado…

 

-Entonces te llevaré a casa para que descanses.- Ante los atónitos ojos del irlandés Lior dio un beso en la mejilla a su amigo, y esa fue la gota que derramó el vaso. Comprendió que, lejos de querer retirarse en silencio, lo que deseaba hacer era apartar a Lior de Allen enseguida; el temblor en sus manos, el modo en que se secó su garganta y sus ojos se humedecieron, todo se combinó para que aquel extraño sentimiento que venía incubando desde el primer día saliera a la superficie de la manera más brusca posible. Desconcertado y furioso a la vez, cerró los puños en un último intento por recuperar la serenidad. Pero no lo era posible. Simplemente, estaba ardiendo de celos y rabia porque Lior pudiera tocar así a Allen, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

 

“No lo toques”, pensó con una desesperación rayana en el odio. “No lo toques, maldito seas. Quita tus manos de Allen… ¡quítalas ahora!”.

 

Estuvo a tan solo segundos de cometer una imprudencia repentina y violenta si no fuera porque oyó pasos que se acercaban, y eso le devolvió la cordura y el sentido de la realidad. Retrocedió tan en silencio como pudo y fue allí cuando su rabia se evaporó, dejándolo tembloroso y asustado ante la intensidad de sus propios sentimientos. ¿Por qué había reaccionado de esa manera al ver a los dos jóvenes abrazándose? No era normal, no podía ser normal que un hecho tan simple que además le era ajeno lo hubiera enfurecido a tal punto. ¿Acaso Allen era algo suyo como para que se pusiera tan celoso?

 

“¿Celoso… yo?”, se preguntó a sí mismo con un escalofrío.

 

Ese descubrimiento vino a su mente tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar ni de pensar, en ningún sentido. Simplemente se quedó allí parado con las manos temblorosas hasta que Roxy lo encontró y se le puso enfrente, con aire preocupado.

 

-¡Roger! ¡Ey, Roger! ¡Despierta, hombre! ¿Qué te pasa?

 

La voz de Roxy sin duda debió alertar a Allen y a Lior, pues al rato salieron de su escondite con rostros muy compuestos y sonrientes, sin nada que indicara que hubieran estado haciendo algo raro. Pero Roger vio (o creyó ver) algo más oculto en la sonrisa de Lior, algo así como una expresión de triunfo mal disimulada. De nuevo una oleada de ira lo asaltó por dentro y lo cegó, haciendo que tanto Roxy como Ali se preocuparan por lo que creían era una especie de desvanecimiento.

 

-Roger, ¿te sientes bien de verdad?- le preguntó Allen, mirándolo directo a los ojos con esas brillantes orbes azules. Hermosos ojos del color del mar que tenían la virtud de tranquilizarlo. Casi sin creer que era él quien lo hacía, revolvió el cabello del rubio y lo tomó por la cintura en plan de broma, sonriendo como si nada pasara y como si su corazón no estuviera locamente alterado desde que lo viera con otro hombre.

 

-Estoy perfecto, ¿sabes? Y con muchas ganas de que volvamos al hotel para que celebremos tu pase a la final- agregó con aire distendido.- ¿Qué te parece? Roxy y yo deseábamos invitarte a cenar hoy para hablarte de una cosa, pero ya que estamos celebraremos que has ganado. ¿Te gustaría? ¿O ya tienes planes?

 

-¿Si me gustaría?- preguntó Allen ilusionado y lanzando risitas.- ¡Claro que me gustaría! Es un honor que me inviten, solo déjenme volver a casa ahora para…

 

Roger lo escuchaba con la mitad de su cerebro, mientras con la otra mitad se preguntaba qué diablos estaba pasándole en realidad. No lo podía entender. No podía entender que, alguien tan equilibrado como él, de repente se hubiera trastornado a tal punto por un muchacho al que apenas conocía y por el que era imposible que sintiera algo parecido a los celos.

Notas finales:

Wow!! Hasta yo me sorprendí de ese ataque de celos nivel dios... pero si hay algo cierto en esta vida llena de quilombos es que el amor no se elige; no se elige quién ni cuándo, ni cómo ni por qué. Qué creen que pasará de ahora en más entre estos dos? 


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