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Love-30 por Kitty Pasta

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Notas del capitulo:

Me siento rarísima al subir dos capítulos seguidos de un fanfic. La magia de internet (y menos mal que me acordaba la contraseña de mi vieja cuenta de mail, sino estos archivos no los recuperaba más)

Como quizá valga la pena aclarar, esta resubida tendrá sus cambios en cuanto a la versión original, así que si buscan la anterior no les servirá de mucho; por una parte se arruinarían la emoción de esperar al siguiente capítulo, y por otra quedarían desactualizadas cuando yo escriba la segunda parte y la complete por fin. Tenganlo en cuenta. 

Allen venía jugando tenis desde los diez años. En aquella época sufría una profunda apatía inexplicable para alguien de su edad y situación social: era hijo de una familia privilegiada, popular entre sus compañeros, inteligente y bien parecido, un combo de virtudes ya notable para un jovencito. Sin embargo, nada le interesaba por demasiado tiempo. Pasaba largas horas solo en su casa, leyendo, o enfrascado en la biblioteca con la nariz hundida en un libro y la mente en lugares distantes. Hasta que la casualidad –o el destino- hizo que una tarde lluviosa en que estaba solo en casa prendiera la tele, y se topara con un entusiasta dúo de conductores que anunciaban un partido de tenis entre el número uno del mundo, Agassi, y el número siete, Roger Henders. Él había visto a ambos en revistas y sabía por ejemplo que el tenis comenzaba a gozar de gran popularidad en el país, pero como era habitual no le había interesado. Sin embargo, aquella vez dejó el partido puesto y algo en su interior cambió: su mente siempre dispersa se centró con inusitado interés en el juego, y en menos de veinte minutos había absorbido la totalidad de las reglas y la dinámica del tenis. Comprendió con facilidad como se medían los puntos para cada jugador, que era un game y un set, que movimientos se consideraban faltas, y cuando se debía intercambiar el lado de la pista. Sus ojos dejaron de lucir vacíos para expresar un enorme interés y sus sentimientos apáticos desaparecieron para dar lugar a una profunda admiración por el jugador más joven, Roger, quien a pesar de ser notablemente talentoso no lograba superar a su rival. Admiró, más que nada, la tenacidad y determinación del moreno, quien se negaba a dejarse vencer y peleaba punto por punto al actual campeón. Aún así André Agassi se impuso y ganó el encuentro, por lo que Roger Henders debió retirarse del estadio en medio de la ovación del público.


Desde ese momento Allen le entregó toda su energía al deporte de su ídolo, el talentoso hijo de Irlanda: se inscribió en el club de tenis de su colegio, como primera medida, y dedicó cada rato libre que tuviera a aprender las reglas oficiales del tenis y a ver tantos partidos como pudiera. El torneo del momento (en el que justo Roger perdiera) era el Australian Open, uno de los más importantes, y durante esos diez días se apoderó de la televisión del living para observar y aprender de los profesionales. Sus padres se demostraron felices de verlo al fin interesado en una actividad y le compraron el mejor equipo de tenis, incluyendo raquetas Wilson (1*), muy efectivas y que él dominó a la perfección. Claro que eligió aquella raqueta porque era la que utilizaba Roger, pero el entrenador del club le aseguró que era muy buena y le permitió practicar con los alumnos mayores al ver que demostraba tener un precoz talento. Fue una decisión acertada, puesto que Allen aventajó fácilmente a los alumnos de su misma edad y en poco tiempo logró convertirse en titular del equipo.


En esa época Allen conoció a quien sería su mejor amigo durante los siguientes diez años: Lior Farlane, otro de los titulares del club de tenis, que apenas le llevaba un año. Lior era serio y reflexivo al punto de parecer aburrido a los ojos de sus compañeros de clase, pero para Allen fue más que importante y desde el primer momento lo consideró su amigo. Lior era tan fanático como él y le enseñó muchas cosas útiles, además de defenderlo de los dardos envenenados de otros mayores desplazados por él en la titularidad. Se combinaban tan bien que lograron formar una buena pareja de dobles además de sus talentos como individuales, llevando a su equipo a un nuevo nivel en los torneos intercolegiales. A sus respectivos quince y dieciséis años salieron campeones del Nacional Intercolegial: ese día, Allen y Lior se prometieron el uno al otro que seguirían jugando hasta llegar a lo más alto del tenis; vencerían a los campeones y se convertirían en leyendas.


El día que Lior se gradúo de secundaria, con las mejores notas y la carta de aceptación para entrar a la Academia Rin, Allen hizo toda una escena que les costó a ambos mares de lágrimas y una larga charla que sus compañeros llamaron “la pelea de los ocho años de casados”. Resulta que ellos cursaban en la secundaria Liam McKinley, una de las mejores escuelas que tenía su propia Universidad, y por lo tanto Allen supuso que su amigo continuaría allí mismo sus estudios superiores. Pero Lior decidió entrar a Rin, alegando que allí se daba más énfasis al deporte que a las artes (2*), y que era justo lo que deseaba para lanzarse como profesional del tenis.


-Sabes que es mi sueño, Allen- argumentó Lior, culpable por no haberlo dicho antes- y el club de tenis de la Academia Rin es uno de los mejores de Magalia: todos los años participan del Torneo Universitario, y van a verlos entrenadores profesionales en busca de jugadores talentosos para auspiciarlos. ¡Es fabuloso! Es justo lo que yo quiero…


-¿Y por qué no me lo dijiste antes?- reprochó Allen, con su rubio cabello erizado de los nervios.- Me tomas así de sorpresa y esperas que no reaccione. Yo no… no te perdonaré. Eres un mal amigo.


-¡Allen!- exclamó Lior, atormentado.- Por favor no me digas eso. Yo tampoco quiero separarme de ti… escucha. Sé que tal vez es egoísta de mi parte, pero pensé que quizás, cuando te gradúes dentro de un año, podrías venir a Rin también.- El menor dejó de lloriquear y lo miró a los ojos, confundido, por lo que Lior continuó.- Sé que preferirías entrar a la Universidad McKinley tras la graduación, para poder seguir viendo a nuestros amigos, pero de verdad me encantaría que te cambiaras a Rin y que sigamos siendo compañeros el año próximo. Claro que aún tienes tiempo para pensarlo y no te pienso presionar, pero si te pido por favor que lo consideres muy especialmente. ¿Acaso no quieres volver a hacer pareja conmigo?


-Ah pues… sí, claro que sí. Pero de todos modos no te veré por un año entero- se quejó, mientras se secaba las lágrimas.-


-No exageres, chico- reconvino Lior, revolviéndole el cabello en un gesto cariñoso.- Puedes ir a verme a casa cuando quieras, y yo también vendré a verte en mis días libres. Esto no cambiará las cosas.


Y no las cambió, al menos en lo que a su amistad se refería. Lior cumplió su promesa de visitarlo los días libres que pudiera y los fines de semana, cuando llevaba a su amigo a pasear en auto, ocasionalmente saliendo fuera de la ciudad. Si bien Allen lo extrañaba, comenzó a acostumbrarse a los nuevos horarios; de todos modos antes solo eran compañeros de club, ya que Lior estaba en otro curso, así que no tardó mucho en recuperar su buen ánimo y seguir con su vida como si nada. O al menos en apariencia, como si nada: porque al año exacto, en su propia graduación, anunció a sus padres (sus amigos ya lo sabían) que había pedido la transferencia para asistir a la Academia Rin, y que no había nada que discutir al respecto. El otro sorprendido fue Lior, que en realidad no tenía ninguna seguridad de lo que haría Allen.


-Creí que quizá te habías arrepentido- balbuceó, durante la fiesta de graduación. Allen solo rió y lo miró de forma traviesa, balanceando los brazos.


-Por supuesto que no. Decidí ir a Rin desde que supe que tú lo harías. Nunca tuve la intención de agrandar la brecha que nos separa, ni siquiera cuando parecía más relajado.


Rubio y pelinegro se abrazaron y se unieron a la fiesta, dejando todas las dudas atrás. Ellos habían nacido para ser compañeros, y Lior comenzó a forjar planes para hacerlo ingresar al club de tenis, en donde él acababa de ser nombrado titular: el nivel universitario le había demandado un gran esfuerzo pero estaba seguro que Allen lo lograría en menos tiempo. Volverían a ser un dúo famoso y llegarían a lo más alto.


(…)


Eso había sido hacía dos años. En efecto, Allen Kanda no tardó nada en ganar su lugar en el equipo, al igual que la admiración de sus compañeros y profesores. El único problema radicó en que el capitán del equipo, Sonomi, prefería pulir su habilidad como individual, mientras que Lior aspiraba a hacerlo su pareja de dobles permanente. Usualmente jugaba con un muchacho llamado Dylan, de su mismo año, pero para él no era más que un sustituto de Allen y así se lo dijo a su amigo ni bien pudo. El rubio se sonrojó un poco y trató de apaciguarlo.


-No es para tanto, Lior, en serio. En capitán Sonomi no dice que nunca jugaremos juntos; sólo que por ahora prefiere que me concentre en los individuales.


-Sí, ya sé, pero igual me molesta- porfió Lior- este será nuestro primero Torneo Universitario y no podremos jugar juntos. Bueno, el primero para ti, pero ya me entiendes.


-Sí, claro.- Suspiró.- A mí también me da pena. ¿Por qué no tratamos de relajarnos jugando un poco nosotros solos?


El equipo de tenis de la Academia Rin, liderado por Sonomi, era considerado como el gran favorito; por eso, que repentinamente el presidente de la AMT convocara a los entrenadores para anunciar una modificación de último minuto no solamente no cayó bien, sino que fue fuente de preocupación para todos los miembros del Club. Las teorías iban desde lo más inocuo hasta lo más fantasioso, pero a nadie, ni remotamente se le ocurrió que estuviera relacionado con el Magalian Open. Cuando el entrenador Ramsay regresó, la ansiedad de los chicos hizo que se le fueran encima echando humo.


-¿Qué sucedió, entrenador?- preguntó Sonomi ansioso.


-¿Han cancelado el torneo?- inquirió Mary Paula, la manager del equipo.


-¿Algún equipo fue expulsado por consumir sustancias?- terció Dylan.


-Nada de eso. Vamos, siéntense y se los cuento.- Una vez se hubieran aquietado los jugadores, el entrenador los miró y sonrió repentinamente.- Como todos saben, el próximo mes se jugará el Abierto de Magalia. El presidente de la AMT nos comunicó que hubo una baja importante (Marion Fisher sufrió una fractura en la mano izquierda) y que por lo tanto el cuadro quedó incompleto. Él quiere que ese último puesto sea ocupado por el ganador del Torneo Universitario- anunció sin dar vueltas, en su estilo directo. Tan directo, de hecho, que sus palabras tardaron varios segundos en llegar a sus interlocutores. El primero en reaccionar fue Lior, quien rió a carcajadas como toda respuesta.


-¡Vamos, entrenador! ¿Qué clase de broma es esa?


-Ninguna broma, Farlane.


-Pero, entrenador, es imposible- objetó Allen sin atreverse a creérselo- el Abierto es para profesionales, y nosotros somos…


-Amateurs. Lo sé. ¿Por eso mismo, no es maravilloso? Escuchen. El consejo de la AMT lo sometió a votación y ganó por amplia mayoría, pues quieren evaluar si es posible introducir a un semi profesional en un Torneo de los grandes, como muestra del nivel que están adquiriendo nuestros jóvenes de Magalia. ¡Eso es excelente para promoverlos! El asunto es que como el Torneo Universitario está a la mitad hubo que modificar ciertas reglas, para que en vez de ganar un colegio gane un jugador, quien pasaría a integrar el cuerpo definitivo del Abierto de Magalia. ¡Y yo tengo fe que ganará uno de ustedes!- exclamó, totalmente convencido.


-Estaríamos entre los mejores tenistas del mundo- especuló uno de los chicos, Alvin, con cara de felicidad.


-Algunos de esos grandes tienen la misma edad que ustedes o menos- subrayó el entrenador- así que no hay motivo alguno para que les teman. Al contrario, debe ser un aliciente para que entrenen más duro que nunca.


La mente de Allen se evadió enseguida de la pista para volar bien alto, pensando en las implicaciones de esa oportunidad casi milagrosa. Estar en el Abierto de Magalia significaba que (hipotéticamente, claro) terminaría enfrentándose a Roger Henders; su mayor ídolo, la razón de que hubiera decidido dedicarse al tenis, casi casi su amor platónico. Quizá lo cruzara en algún entrenamiento. Tal posibilidad hizo que se le aflojaran las rodillas.


-¿Estás en las nubes, no?- le dijo Lior más tarde, mientras regresaban a casa. El entrenador ya los había instruido sobre la nueva formación y lista de rivales que deberían enfrentar, de modo que solo tenían que aguardar a que se reanudara el torneo, en dos días. Allen regresó a la realidad y se sonrojó un poco, pues comprendió que había quedado con cara de atontado desde que oyera la noticia. Lior seguro sabía por qué.


-Sí, más o menos- confesó- es que no me lo creo. Lior, no me lo creo…


-¿Te alegra mucho saber que quizás conocerás en persona a Henders?


-¿Eh?- se sorprendió Allen, poniéndose más colorado que antes. Su amigo sonrió con picardía.


-Se nota mucho, Allen. Pero es lógico que así sea, porque te vengo oyendo hablar de Roger Henders desde hace diez años y sé que él es tu ídolo y que tu gran ambición es conocerlo. No tiene nada de particular que estés así.


-Ah… sí, es eso- murmuró.- Roger… moriría por jugar con él.


-Contra él, querrás decir- corrigió Lior- porque el único que juega contigo soy yo.


(…)


Al tener que reordenar los partidos hubo muchos jugadores que quedaron fuera del programa, pues obviamente no coincidían los números: no era lo mismo que se enfrentaran uno contra uno que varios equipos de siete jugadores, por lo que los entrenadores (con la supervisión de alguien de la AMT) debieron seleccionar a los más destacados de cada colegio. Por la Academia Rin quedaron Atsushi Sonomi, Allen Kanda y Lior Farlane, elevando el nerviosismo de Allen hasta el cielo. Literalmente quedó petrificado antes de su primer partido y Lior tuvo que volverlo a la realidad con un buen jalón de orejas. El rubio se quejó y chilló, pero logró recuperar la cordura.


-Es la oportunidad que querías- le dijo, mirándolo a la cara- sal allí y destruye a ese tipo.


-¡Sí!- Allen salió en medio de los aplausos de sus compañeros y los silbidos del grupo rival con el firme propósito de ganar, y así dar un paso más que lo acercara al Abierto de Magalia y a Roger. Su contrincante era un alumno de nada más ni nada menos que de la escuela Liam McKinley, pero no dejó que los recuerdos se interpusieran en su camino y le pasó por arriba dando un resultado de 6-2 y 6-0. Al terminar estaba exhausto y jadeante, pero no por el esfuerzo realizado (al fin y al cabo había ganado fácilmente), sino por la terrible explosión de energía que lo había embargado desde que decidiera ganar el torneo, y que no podía quitarse de encima con nada. Emanaba electricidad por los poros; todo su ser estaba poseído bajo la única finalidad de llegar a la cima para conocer a Roger Henders. Al salir de la pista fue ovacionado por los presentes, incluso por algunos ex compañeros suyos del McKinley. Aquello le gustó.


Después de bañarse y cambiarse en los vestuarios, fue con Lior, Mary Paula y Diana a almorzar, no muy lejos de allí. A las cuatro y media era el partido de Lior contra un chico de la Universidad Católica de Erin y querían quedarse por la zona, no fuera cosa de volver a casa y luego andar con los tiempos ajustados. Lior parecía de buen humor, y los conminó a que pidieran lo que quisieran por invitación suya.


-Tengo un buen presentimiento- les dijo con entusiasmo- y quiero celebrarlo por anticipado.


-Lior, calma- le aconsejó Allen- nunca hay que subestimar a un rival ni dar por sentada la victoria.


-Apuesto a que es una de las frases de tu querido Roger, ¿no?- preguntó el pelinegro con sorna.


-Pues sí. Pero da la casualidad que yo estoy 100% de acuerdo con eso y te aconsejo por tu bien.


-Está bien, lo sé. Perdóname.- Lior engulló un bocado y continuó, con su serenidad habitual.- No es que esté confiado sino que tengo confianza, que no es lo mismo. Creo que puedo ganar y haré todo lo posible porque así sea.


-Te apoyo- terció Mary Paula.- Llevaré ahora mismo después de comer todo lo necesario a la pista para que cuando llegues puedas calentar enseguida.


-Gracias. Me vendrá bien.


Para la hora del partido el cielo se había nublado y también soplaba bastante viento, por lo que la seguridad de Lior se desvaneció un poco. No eran las mejores condiciones para jugar y sabía que el partido no podría postergarse, por lo que sí o sí tendría que adaptarse y ganar esa tarde. Meneó la cabeza. No podía permitirse dudar o tener miedo, porque si no le iría mal desde el comienzo y sería presa fácil para su contrincante. ¿Qué pensarían Allen y los otros si ya de entrada se lo veía débil? Se concentró: debía vencer a ese sujeto tan rápido como fuera posible para terminar y regresar a casa.


-¡Ánimo, Lior!- le gritó Allen desde un costado, con su sonrisa iluminando la tarde oscura. Se animó. Debía esforzarse para honrar su lugar allí y no decepcionar a sus amigos.


Ganó el primer set en media hora, 6-3. No le pareció mal pero tampoco era su mejor desempeño, por lo que redobló sus esfuerzos para ganar el siguiente más rápido. Su contrincante parecía impotente y sus golpes se tornaron más imprecisos, pero también más salvajes. El viento no lo ayudaba puesto que desviaba la trayectoria de la pelota constantemente.


“¿Pero es que este maldito no tiene puntos débiles?”, pensó el muchacho frustrado tras que Lior le devolviera un ace. Repentinamente una ráfaga de viento azotó el lugar justo mientras sacaba, por lo que su golpe salió disparado para cualquier sitio. O mejor dicho, para el sitio que no debía.


-¡Lior!- Allen ahogó un grito de angustia al ver que la pelota golpeaba a su amigo en la muñeca derecha: Lior gimió y dejó caer la raqueta instintivamente por el impacto, arrodillándose en el sitio con lágrimas en los ojos. El partido se detuvo y el entrenador Ramsay se acercó a examinarlo, mientras todos los presentes murmuraban impresionados. El entrenador lo ayudó a sentarse y conferenció con el asistente del club al tiempo que Lior se mordía el labio para calmar el dolor, cosa que terminó de preocupar a Allen. El menor se acercó rápido al banco de su compañero, y vio que su muñeca ya se había hinchado notablemente; de hecho, más parecía que lo habían golpeado con una de las raquetas que con una pelota de tenis.


-Lior, ¿estás bien? ¿Te duele mucho?


-Noo… no, no me duele para nada- dijo con un tono entrecortado que no engañaba a nadie. El entrenador Ramsay lo miró y meneó la cabeza, lo que para el pelinegro fue una sentencia terrible.


-Tienes que retirarte, Lior- le aconsejó, también él serio y decepcionado, aunque no por Lior en sí sino por la mala suerte del muchacho y lo duro que le resultaría retirarse.- Esto no se ve bien. Con la mano así no podrás jugar mucho y es mejor que te vea un médico de inmediato.


-Por favor, eso no- suplicó Lior- eso no, entrenador, por el amor de Dios. ¡Ya casi gano…!


-¿Pero tú te crees que te voy a dejar jugar en esas condiciones? No seas necio. No creo que pudieras sostener la raqueta siquiera y menos aguantar un set entero. Es peligroso.


-Escucha al entrenador, Lior- dijo Allen titubeante, sosteniéndole la mano para apoyarlo.- No te arriesgues más ahora. Deja que te llevemos al médico…


Lior se mordió el labio otra vez y bajó la cabeza, rindiéndose. Se sentía horrible y no quiso ni mirar como el entrenador Ramsay hablaba con el árbitro para anunciarle que se retiraba, porque si lo hacía no creía poder controlar el llanto. Era lo peor que podría haberle pasado.


-Voy a vendarte para evitar que se hinche más- escuchó decir a Adrien, el asistente del club.


-No- interrumpió Allen, sin apartar la vista de su amigo.- Lo haré yo.


(…)


Después de hacerse las radiografías y estudios pertinentes, Lior quedó aliviado de saber que no había fractura ni daños graves; pero por desgracia, el golpe había sido muy fuerte y tendría que tener la mano en reposo por dos o tres semanas, puesto que corría el riesgo de dislocarse si se exigía demasiado. Aquello lo deprimió. Allen, solícito, lo acompañó todo el tiempo y procuró animarlo tanto como fuera posible.


-En un mes estarás listo para jugar de nuevo, ya lo verás. No hay razón para que te entristezcas tanto, no es el fin de tu carrera ni mucho menos. ¡Así que anímate! No quiero verte mal.


-Gracias, Allen- suspiró Lior.- Ya sé que no me sirve de nada estar decaído. Procuraré hacerte caso.


Lior descubrió que estar alejado del club mientras se curaba no era la solución para su estado de ánimo, de modo que regresó y se dedicó a ayudar al entrenador Ramsay, al capitán Sonomi y, por supuesto, a Allen. El capitán quedó eliminado en la ronda siguiente pero Allen volvió a ganar y clasificó para octavos de final, lo cual lo llenó de orgullo y ayudó a olvidar sus problemas. Lior decidió que si él ya no contaba en el Torneo Universitario haría todo lo posible para que Allen lo lograra y estuviera en la final.


-¿De verdad quieres entrenar conmigo, Lior? Tal vez no deberías esforzarte todavía.


-No te preocupes, no es para tanto. Solo alcanzarte las pelotas no va a lesionarme, ¿o sí? Atento- advirtió antes de arrojarle una pelotita: Allen le dio y derribó con ella una lata ubicada a siete metros de distancia, entrenamiento básico con el que mejoraba su puntería. El rubio se sentía mal por su amigo pero a la vez feliz de tenerlo con él, de modo que cuando empezó a escuchar los rumores fue con Lior primero que nadie para comentarlo.


Estaba haciendo tiempo después de clase, cuando Mary Paula entró como una tromba y con una expresión de absoluta alerta en su cara. Se sentó frente a él con firmeza y lo miró a los ojos.


-¿Adivina qué?


-¿Qué?- repitió desconcertado.


-Escuché decir al entrenador que Roger Henders va a venir a Magalia- soltó la chica a boca de jarro, sabiendo cuanto le gustaba a Allen el famoso tenista.


-Ya lo sé, para participar en el Magalia Open- contestó él, extrañado del tono de su amiga como si no lo supiera de antes. Mary Paula negó con la cabeza.


-No entiendes. No hablo del Abierto, sino de que vendrá dentro de unos días con su manager Roxy para ver en directo los partidos del Torneo Universitario.- Su sonrisa se hizo más amplia y continuó explicando.- Es un rumor bastante fuerte: parece que       Roxy Charden quiere ver a jugadores nuevos para incluirlos en su equipo.


-¿Es una broma?- balbuceó.- ¿No?- al ver la segunda negativa de Mary Paula enrojeció de forma más que notable y cayó en la cuenta de lo que aquello significaba. Roger llegaría al país con semanas de antelación, lo que significaba que su agenda no estaría tan apretada, lo que significaba que si Roxy Charden lo acompañaba ambos verían partidos del Torneo Universitario, lo que significaba que tenía una pequeñísima oportunidad de conocerlo en persona si asistía a su partido de cuartos de final. Su corazón se aceleró de solo pensarlo. Aquel milagro era con lo que había soñado desde que tenía diez años y viera en la soledad de la tarde tormentosa un partido excepcional de Roger.


-Discúlpame, Mary- dijo a su amiga nervioso- debo ir a buscar a Lior.


-Sabía que dirías eso. Ve nomás, Lior está en la biblioteca terminando un trabajo.


Allen voló hasta la biblioteca del colegio y sacó a su amigo a la rastra para contarle el rumor, que fue confirmado al día siguiente. Los diarios ya se habían enterado del viaje y explotaban el tema en sus portadas. Lleno de dicha e ilusión el rubio comenzó a entrenar con más ahínco, asistido por Lior, y ganó fácilmente el partido de octavos de final. Sus cálculos le garantizaban que Roger estaría para ver el de cuartos.


-Allen, ¡cálmate! Si él viene, viene, y si no tú jugarás bien igual. No dejes que nada te distraiga.


-Es fácil para ti decirlo- suspiró Allen- porque no has estado pensando en él la mitad de tu vida.

Notas finales:

Tan lindo Allen, me puedo imaginar perfectamente su emoción al saber que conocerá a su ídolo. Quién no se emocionaría?

Dos aclaraciones:

(1*): Wilson es una real marca de productos deportivos. Da la "casualidad" que Federer usa esas raquetas e incluso ha protagonizado diversos comerciales suyos, que pueden encontrar en Youtube. Me parece muy lógico que Allen use cosas de Wilson, siendo como es un chico de familia adinerada. 

(2*): Liam McKinley es una escuela dedicada a las artes en general, y Rin está más enfocada en los deportes. Ambas universidades son ficticias (de hecho, la Academia Rin nació hace muchísimos años en mi saga de fanfics de Death Note, y después seguí usándola para mis historias originales).

Por ahora no subo más porque tampoco es cuestión de gastar todas mis cartas en un solo día, así que me despido con mis mejores deseos y que todas encuentren hoy un poquito más de felicidad que ayer :D 

 


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