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Hay otra cancion por Aphrodita

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Hay otra canción

 

 

Aphrodita

 

 

   Advertencia: Este fic contiene una parte importante de Hades, no es spoiler, mas que nada cuento muy por encima una determinada situación, es por eso que aquellos que no conozcan Hades se sentirán mas perdidos que Hyoga en el desierto del Sahara, pido perdón, pero doy por hecho que si les llamó la atención este fic es porque conocen de Orfeo y por ende su participación en Hades y no veo la necesidad de contar lo que ya sabemos.

 

 

  One Shot:

 

 

  Cuando Seiya oyó hablar de “Él” Por primera vez contaba con sus inocentes 8 años y sus ganas por saber del mundo y de la vida... Curioso como solo el futuro Pegasus sabia serlo, Marin tenia que soportar sus dudas y en lo posible despejarlas.
  Cuándo el pequeño morocho oyó el nombre de aquel Santo, sin saber aun que el Destino los juntaría, las inquietudes surgieron todas juntas... ¿Quién era? ¿Por qué había desaparecido? ¿Dónde estaba?... Tantas preguntas rondaban su cabeza, y pobre Amazona del Aguila, a pesar de ser aun muy joven su experiencia en el tema le indico que debía ser prudente con aquello que decía... Fue por eso que en varias oportunidades prefirió cortar por lo sano cuando el pequeño se ponía algo inquieto y molesto con el tema... Lo mandaba sin mas a hacer mil flexiones, o sentadillas por diez horas... Así lo mantenía ocupado en algo, pero no... Ni concentrado en su labor Seiya era capaz de alejar de su mente ese nombre... Orfeo... ¿Por qué ese nombre causaba tanto revuelo en el Santuario cuando era pronunciado? Acaso, ¿Se trataba de alguna otra traición a la Orden? ¿Por qué su Maestra siempre era esquiva con ese asunto? ¡Ah! Por todos los Dioses... Necesitó saber mas de ese Santo tan pronunciado y por ende tan... Escandaloso.

 

--¡Seiya!... –Reprochó Marin  –Si sigues con eso te haré lavar el baño publico... –Amenazó harta de ese chiquillo molesto.
  Seiya silenció por unos minutos y en un murmullo siguió contando:
--844... Pero Marin... 845... ¿Quién era?... 846... –Así y todo, se las ingeniaba para poder respirar, aquellas flexiones a las que estaba tan acostumbrado las hizo sin ningún problema, claro, con trampa de por medio.
--Ya te lo dije... –Espetó la Amazona caminando en circulo alrededor de su discípulo –Era un Santo de Plata...
--Al igual que tu... 950... ¿Y porque Aioria siempre lo nombra con algo de?... –El futuro Pegasus se quedó pensativo –992... Recelo...
--Pues... Porque era... –Cuando la Amazona del Aguila oyó el conteo de su pupilo exclamó --¡Deja de hacer trampa o harás mil mas!...
  Al ver que había sido descubierto, el pequeño comenzó con el verdadero conteo:
--854... ¿Era fuerte?... 855... ¿Representa una amenaza para la Orden?...
--Pues... A pesar de ser tan solo un Santo de Plata, era el más fuerte entre todos nosotros... Y los Santos Dorados le guardaban mucho respeto...
--858... ¿Y tu que crees que ocurrió con él?... 859... ¿Realmente crees en los rumores?...
--Dicen que abandono la Orden... Y que es un enemigo... Pero he tenido la fortuna de conocerlo... –Dijo la pelirroja muy pensativa, y al darse cuenta de que estaba hablando de mas finalizo algo brusca, sin dudas firme --Y me reservo mis opiniones...
--¡Ah!... ¡Marin!... –Se quejó el morocho... –903... Creo que tuvo algún motivo realmente valedero para abandonar la Orden... 904... Seguro... 905...
--Apúrate... O te quedaras sin cenar... –Amenazó la Amazona de Plata cortando finalmente con ese tema.

 

 La noche llegó, y con ella el hambre atroz luego de un intenso entrenamiento... Y ni con su boca repleta de comida, Seiya se privaba de hablar... Marin analizó seriamente la posibilidad de ahogarlo en el río, o arrojarlo por un acantilado. Desde hacia una semana que había escuchado sin querer el nombre de ese Santo en boca de Aioria y no dejaba de atormentarla día y noche... Dioses, que la Amazona supo que si su fin era terminar de una buena vez con el martirio de despertar todas las mañanas con las preguntas del futuro Pegasus o acostarse con ellas taladrando su cabeza, lo mas sano era responder todas sus inquietudes, pero... Ni siquiera ella estaba segura de todo lo ocurrido.
  Esa noche, Marin finalmente se decidió a contarle a su pupilo sobre ese guerrero que se colaba en las bocas de los demás con una insistencia casi viciosa... Por mucho tiempo “Orfeo” fue tema de debate en el Santuario y le dedicaban largar horas de platica a su huida, y a su supuesta traición.
  De esa noche en particular, lo único que Seiya saco en limpio fue que Orfeo era un Santo de Plata al igual que su Maestra, uno realmente respetado en la Orden, no solo por su fuerza y su habilidad para la lucha, sino aun más, por su capacidad y talento a la hora de tocar su lira... ¡Ah! Le hubiese gustado tanto al futuro Pegasus escuchar esa famosa lira, pero aparentemente no tendría nunca ese privilegio, ya que sorpresivamente ese Santo abandono la Orden un buen día sin dar una sola explicación... Y las malas lenguas comentaban que se había cambiado de bando ¿Del lado de que Dios estaba? Era todo un enigma, aun así, eran rumores... El pequeño prefirió quedarse con una buena imagen de ese guerrero, porque a pesar de contar en ese entonces con escasos 8 años en su interior intuyó, que alguien tan respetado y tan honrado, no pudo dejar de lado sus obligaciones como Santo de no tener una razón superior que realmente justificase su repentina ausencia.
  Pasaron los años y Seiya creció, con esa historia siempre presente, de un Santo de Plata respetado incluso entre los desconocido Santos Dorados. Pero esa historia se durmió en su interior, hasta casi olvidarla por completo, y el destino y una nueva Guerra consiguió que en un chispazo lo recordase todo, absolutamente todo.
  Reconoció, junto a Shun, a ese Santo que en antaño había sido motivo de debates, reconoció a aquel que por mucho tiempo rondó en sus sueños sin rostro ni figura... La lucha con Pharao era primordial en ese momento, aun más la delicada situación de Athena, no era momento para hacer preguntas, aquellas que el Pegasus había formulado en su joven cabeza durante todos esos años y que necesitaba formulárselas a ese hombre ¿Quién era en realidad? ¿Por qué había abandonado la Orden? Y aun más preocupante por que estaba allí... Y que decepción al ver que sus recónditos deseos eran muy erróneos... A simple vista Orfeo había dejado la Orden para... ¿Unirse a Hades?... Que idiota se sintió el morocho al verse tan inocente... Sin embargo tuvo el tan ansiado privilegio de escuchar esa famosa lira, a pesar de ser una melodía de muerte, la estaba oyendo con todos sus sentidos, y cuando sus fuerzas estaban disminuyendo despertó junto a Andrómeda en un prado cubierto de hermosas flores...
  Allí, en aquel prado, había una flor bellísima con el nombre de Eurídice, allí Seiya encontró la respuesta a una de sus tantas preguntas: Orfeo se había ido, por una razón realmente valedera, y se pregunto si él seria capaz de hacer algo semejante, si tuviese las fuerzas suficientes para dejar de lado todo, tan solo por amor. En ese momento, las esperanzas se renovaron y nuevamente esa admiración que sentía y sintió por ese Santo de Plata se hicieron tan latentes como cuando tenia 8 años.
  Orfeo apareció, tirando al tacho esas esperanzas de Seiya, destruyendo la poca admiración que le quedaba:

 

--“Tengo una deuda con Hades”... --Pronunció el Santo de Plata dándole la espalda a ese niño.
--“Pero, Saori, Athena”... —Balbuceó el Pegasus frunciendo el ceño ¿Cómo hacerle entender? –“En este momento esta yendo hacia Hades”...
  No hubo forma de hacerle entender a ese guerrero la situación, la caótica situación, y con algo de desprecio, el Santo de Bronce pronuncio:
--“¿Y te haces llamar Santo de Athena?”... –Cuanta decepción –“Vámonos Shun, no tiene caso intentar convencer a un traidor”... –Apuró Seiya dándose por vencido.

 

  Dándose por vencido... Sin poder comprender del todo los reales motivos que llevaban a Orfeo a dejar de lado sus obligaciones como Santo. ¿Amor? Desde ya que el Pegasus no pudo entenderlo, él jamás había sentido ese tipo de sentimiento... Pero acaso ¿Ese sentimiento llamado amor, era tan fuerte, que era capaz de volver vano todo lo demás? Orfeo así se lo demostró, sin embargo, por amor también se lucha, y se sigue adelante, solo faltó que Pharao apareciese en aquel prado con el espejo de Pandora, y recién en ese momento el Santo de la Lira comprendió la traición ¿¡Qué deuda ni que ocho cuartos!? Hades jamas lo dejaría abandonar el inframundo, o mejor dicho Pandora, no permitiría que esa bella melodía se dejase de escuchar, y lo mejor para ello era atar a ese Santo de Athena al Inframundo ¿Cómo? Sencillo... Traicionándolo, confundiéndolo... Atrapando a Eurídice en aquel lugar, obligando a Orfeo que permaneciese allí, tan solo por amor.
  Una lucha dio comienzo, en donde Seiya pudo ver por primera vez porque ese Santo de Plata era tan reconocido y respetado en la Orden, y su admiración volvió a crecer con la misma fuerza de antes y tuvo el privilegio no solo de volver a escuchar esa melodía, sino de ser acompañado por Orfeo hasta la Octava prisión: Giudecca... Allí, Seiya tuvo la desgracia de tener que darle muerte a ese Santo, con sus propias manos:

 

--¡Si te consideras un Santo de Athena, no dudes!... –Le gritó Orfeo sosteniendo con sus brazos a uno de los tres jueces, Radamanthys.

 

  El Pegasus titubeó, pero al instante siguiente no lo dudó y ataco con toda la fuerza de su Cosmo, dándole fin a la vida de aquel Santo que había sido protagonista de sus historias de aventuras, que había sido su héroe de niño... En vano, pues Radamanthys era más resistente que las cucarachas mismas.
  Paso Hades, quedo atrás aquel episodio, y los Santos muertos, en el recuerdo de los sobrevivientes... Durante mucho tiempo Seiya creyó que esa tristeza que por momentos lo abordaba con intensidad, era producto de la herida que le había hecho Hades, pero lo cierto era que le dolía el corazón cuando recordaba a Orfeo y la terrible situación de verse envuelto en su muerte ¿Estaría con Eurídice, en los Elíseos?... ¿Seria feliz?... Seiya suspiro y apoyó su barbilla en la baranda del balcón, la noche estaba helada por demás, pero a él le encantaba ver, antes de dormir, aquellas estrellas que titilaban con refulgencia, le gustaba imaginar que ese brillo lo causaban aquellos Santos que fallecieron en Hades, como manera de saludo, como una forma de decir: “Aquí estoy”... Y siempre, con la mirada, buscaba la estrella de Orfeo, pero ¿Cuál era?. Si vamos al caso, el Pegasus bautizaba todas las noches con distintos nombres las mismas estrellas que veía desde ese polo. Cerró sus ojos al mismo tiempo que una lagrima se escurrió por sus mejillas... Amor... Orfeo lo había dejado todo por amor... Por ese sentimiento tan desconocido y por ende tan temido... ¿Encontraría algún día una muchacha que soportase sus caprichos y sus arrebatos? ¿Su perorata y su efusividad casi molesta e inoportuna? Que difícil se le hacia al Pegasus el andar por la vida, ser un mortal mas en la tierra, seguir el camino sin claudicar... ¿Estaba mal confesar que el aguerrido Santo del Pegasus en mas de una ocasión estuvo a punto de tirar la toalla? ¿De darse por vencido y dejar que la vida, o mejor dicho, que la muerte le ganase?... Si, hasta aquel niño siempre alegre y luchador a veces... Se sentía agotado y sin fuerzas.
  Amor... Seiya volvió a suspirar y abrió sus ojos cuando sintió una clara presencia en sus espaldas.

 

--¿Seiya?... –Llamó una dulce voz.
--Shun... –Volteó el Pegasus reconociendo a su amigo, por inercia y costumbre sonrió.
--¿Qué haces aquí afuera? Enfermaras... –Reprochó Andrómeda en la penumbra.
--Estoy bien... –Dijo el morocho con despreocupación.
--¿Quieres tomar un té conmigo?... –Mas que una pregunta, fue una suplica del peliverde.
--Estaba a punto de acostarme a dormir... –Se disculpó Seiya –Lo siento...
--Oh... Esta bien... Te dejare... –Concedió Shun y se alejo algo entristecido.

 

  Andrómeda atravesó el amplio ventanal y luego de cerrar la puerta de la habitación dejó que una lagrima se escurriera de sus ojos ¿Cómo poder ayudarlo? ¿Cómo quitar esa tristeza que desprendían aquellos luceros, aquel par de avellanas que lo decían todo con su mirada? Siempre, el peliverde, tuvo la facultad de ver a través de las personas, y aunque el Pegasus se mostrase alegre como de costumbre, era tan notoria su tristeza y ya todos comentaban que “No había vuelto a ser el mismo desde Hades”...
  Hades...
  Shun se alejó del pasillo con el corazón estrujado sintiendo la culpa desbordar por cada poro de su piel.
  En su habitación, Seiya se acostó a dormir como había dicho, sin poder lograr dejar de lado esa angustia que lo carcomía por dentro... El viento silbó por un instante, pero ese silbido cambió rotundamente, y se vio acompañado por una suave melodía, apenas perceptible a la que el Pegasus estaba tan acostumbrado y a la vez tan agradecido pues aquietaba un poco sus arremolinados sentimientos, y con una sonrisa se quedó dormido, escuchando aquella melodía como si se tratase de alguna canción de cuna. Quizás era su imaginación, pero prefirió soñar despierto, y creer que ese simple silbido era una agradable melodía que poseía el poder de calmar su corazón.

 

 

RRRRRR

 

 

  Seiya despertó acompañado, y que sorpresa ver de pie al insistente Shun ¿Ahora que? Se preguntó el Pegasus sin poder evitar esbozar una sonrisa, divertido con la situación, de verse siempre avasallado por su amigo... Sonrisa que se convirtió pronto en un bostezo.
  A modo de respuesta Andrómeda también sonrió pronunciando débilmente:

 

--Buenos días Seiya...
--Buenos días Shun... –Correspondió el morocho cerrando y abriendo sus ojos con pereza.
--He preparado el desayuno... ¿Bajas?...
--Enseguida voy... –Contestó dando la vuelta y tapándose con las sabanas.

 

  El peliverde sonrió nuevamente, conforme, y dejo aquel cuarto para darle privacidad a su amigo. En cuanto reacomodó sus ideas y logro despertarse un poco, Seiya se puso en campaña para empezar ese día con su mejor cara... Y nada mejor que empezar con un abundante y rico desayuno, pero ¿A quien quiso engañar? Cada día que pasaba se le hacia más difícil sonreír y aparentar que todo estaba bien, ya ni ganas tenia de dejar su cuarto para bajar a desayunar... Sin embargo lo hizo, para no ser descortés con Andrómeda.
  Durante el desayuno, el Pegasus se mantuvo en un silencio abrumador, tan acostumbrado que estaban todos a su perorata diurna, nocturna, semanal, semestral, anual... Y eso que el morocho hizo su mayor esfuerzo para estar “Bien”.
  Cuando quedaron a solas, Shun tomó coraje, y se animó una vez mas, no soportaría una nueva negativa:

 

--Seiya... ¿Qué te parece si hoy salimos al centro? Podremos jugar a las maquinas y tomar helado...
--Te lo agradezco Shun, pero... Hoy no tengo ganas... Mañana ¿Sí?...

 

  Hoy era mañana, pensó Andrómeda... Siempre era “Mañana”... Para completar su decepción, sin notar el daño, el morocho se puso de pie y subió las escaleras para encerrarse en su cuarto, dejando al peliverde solo.
  Jugando con la cuchara en su taza, Shun no pudo evitar que nuevas lagrimas surgieran de sus esmeraldas.

 

--Shun... ¿Otra vez llorando?... –Reprochó una voz masculina. --Matare a ese ponny del Averno... –Amenazó firme.
  Ikki se sentó junto a su otouto y lo tomó entre sus brazos.
--Déjalo en paz, niisan... –Pidió Andrómeda separándose de su hermano para luego secarse con la manga de su camiseta aquellas lágrimas.
--¿Por qué no hablas con él?... –El Phoenix reconoció que dentro de todo, el Pegasus no era mala persona, pero si muy idiota, al no darse cuenta del daño que le estaba causando al peliverde... Pero Seiya era así, tardaba un poco en darse cuenta de las cosas.
--¿¡Y que le voy a decir!?... –Se quejó el menor escondiendo su mirada.
--Como te sientes... Dile...
--No... ¿Para qué?... –Interrumpió Shun sintiendo nuevas ganas de llorar.
--Veras... Otouto... --El peliazul no supo como explicarse –Mira... Si tu hablas con Seiya del tema, veras que no es como tu piensas...
--Si, es como yo pienso... –Contradijo Shun –Me odia... –Y unas lagrimas caprichosas volvieron a  escurrirse de sus ojos.
--No lo veo así... No esta así contigo solamente, esta con todos muy esquivo y reticente... No es... –Ikki se quedo con las palabras trabadas en su boca –No es porque tu... Porque Hades... Porque le has hecho daño... No te odia...
--¡Sí! ¡Me odia!... –Andrómeda uso a su niisan de pañuelo.

 

  El Phoenix se quedó allí consolando en silencio a su otouto. Hasta que no fuese con ese pendejo y hablase de frente, el peliverde no dejaría de pensar así, pero lo cierto era que la culpa lo estaba matando por dentro pero ¿Fue su culpa ser el Dios Hades?.

 

 

TTTTTT

 

 

  En su habitación, Seiya se arrojó en su cama sin poder evitar exhalar un suspiro de cansancio... Dioses, estaba tan cansado... De la vida, de seguir, de luchar... Si tan solo supiese con certeza que motivaba su tristeza y su desgano, quizás ya hubiese encontrado una solución, la salida a ese laberinto doloroso... ¡Ahí va de nuevo! Otra bochornosa lagrima que se colaba de sus ojos cayendo tímidamente por su sonrojada mejilla.
  Volteó de costado dando la espalda a la puerta y volvió a suspirar, pero se le hizo difícil tomar aire, pues su pecho se encontraba completamente cerrado.
  Amor... Eso había motivado a Orfeo, eso había sido capaz de volver vano todas las obligaciones de Santo... Una idea que siempre aterró al Pegasus ¡¿Cómo desobedecer a la Orden?!... Lo cierto es que estaba cansado, de todo y de todos, de su vida siempre lineal... Quien diría que un Santo pudiese cansarse de una vida tan agitada, pero si... Estaba harto de obedecer ordenes y de ser una maquina... ¿Era algo mas? ¿Había algo debajo de la armadura del Pegasus?... El morocho se miró inocentemente, como si así descifrase ese gran enigma... Y llevó una mano a su pecho, para sentir su corazón latir... ¡¿Qué demonios estaba pasando?!.
  Y cuando Seiya sintió que las fuerzas nuevamente lo abandonaban, escuchó el silbido del viento entrar por su ventana y llegar a sus oídos... Silbido que su mente pronto convirtió en una melodía, en una dulce y conocida melodía... Aquella que había escuchado una vez y que tenia la facultad de calmar su arremolinada alma...
  Alma... Algo sin forma, imposible de palpar, de tocar con las yemas de los dedos... Pero que esta ahí, siempre presente y nos define como seres humanos... Y que de alguna extraña forma siempre se relacionaba con el amor.
 ¿Porque siempre esa soledad lo acosaba hasta el punto del desquicio?... Fingir, hacer de cuenta que las cosas siguen estando en su lugar... Engañarse, creerse fielmente eso. Mas de uno se sorprendería de los debates filosóficos que el Pegasus armaba con su conciencia... Si, ese chiquillo que no analizaba las cosas, que directamente las hacia “¿Para qué pensar? Se pierde tiempo”, eso decía antes el antiguo morocho... Lo cierto es que no había vuelto a ser el mismo desde Hades ¿Para qué engañarse? ¿Para que engañar a los demás?.
  Seiya tuvo que dejar de lado su interesante y masoquista debate filosófico para intentar acomodarse... Un peso de considerable importancia le estaba imposibilitando el movimiento de sus pies... Intentó acomodarlos, sin éxito, como si algo o alguien estuviese sentado a los pies de su cama...
  Alguien...
  El Pegasus escuchó una clara y nítida melodía demasiado cerca... Escalofriantemente cerca, hasta tuvo temor de levantar su vista, pero lo hizo, y quizás lo más normal era haberse sorprendido por tamaña visita diurna... Pero... Lo cierto era que el morocho hacia tiempo la esperaba.
  Fue por eso que esbozó una tímida sonrisa y con sus ojos le dijo a Orfeo: “Te esperaba”.
  El Santo de la Lira dejó de lado la tenue y cálida melodía para observar a ese pequeño que hacia varios días clamaba por él.

 

--Orfeo... –Pronunció Seiya débilmente con sus ojos aguados.
--Pequeño... ¿Por qué tanta tristeza?... –Preguntó el Santo de Plata con algo de reproche en sus palabras, pero sin dudas con dulzura.
  El Pegasus bajó su vista y guardó silencio unos segundos.
--No lo sé... –Fue sincero.
--¿Sabes que?... –Inquirió Orfeo con paciencia, al ver que el menor levantó su vista para asentir, acotó –Creo que lo sabes...
--No... No lo sé... –Repitió el morocho pero fue interrumpido.
--Si... Lo sabes... Pero te apena reconocerlo... –El Santo de la Lira volvió a tocar su instrumento, para así darle tiempo al niño de reflexionar.
--Orfeo... –Llamó Seiya la atención del otro y cuando lo consiguió, continuó --¿Estas...?...
  Antes de que el Pegasus terminase de formular la pregunta, el Santo de Plata respondió con un leve asentimiento de cabeza y una sonrisa, para luego hacerlo con palabras:
--Sí... Estoy con ella... En un bello lugar...
  El morocho no supo porque algo tan ajeno lo alegró interiormente.
--Orfeo... ¿Por qué?...

 

  Nuevamente, antes de poder terminar de armar la pregunta, Orfeo lo interrumpió, como si supiese siempre lo que pensaba el menor... Pero esta vez fue distinta, pues el Santo de la Lira negó con su dedo de una manera firme.

 

--Si quieres conocer las respuestas... Debes atreverte a descubrirlas por tus medios...
--No sé a que te refieres...
--Si, lo sabes... –Contradijo el Santo de Plata mas firme que nunca –Mira Seiya... –Intentó explicar –Lo que tu buscas, quizás de manera inconsciente, no se halla de una sola forma... Los caminos son infinitos y todos muy llamativos...
  El rostro de incertidumbre del menor lo dijo todo, y por eso el mayor rompió a reír soltándose un poco más.
--Quizás hayas oído hablar del “Amor al arte”... –Pronunció Orfeo haciendo un gesto exagerado y pomposo con sus manos, por demás solemne.
--Pues... Si... –Admitió Seiya arrodillándose en su cama, la conversación había acaparado toda su atención.
--Bueno... Entonces déjame confesarte un secreto... —Dijo el Santo de la Lira acercándose rápidamente al oído del Pegasus, oído que presto en son de amistad.
  Y en un susurro el Santo de Plata confesó:
--Eurídice no es mi único amor...

 

  El morocho se horrorizó ante la confesión, y llevando su cuerpo hacia atrás, como si Orfeo le hubiese confesado algún crimen imperdonable, se llevó amabas manos a su boca tapándola en señal de pavor.

 

--¿Tienes otra?... –Se atrevió a balbucear Seiya --¡¿Otra mujer?!...
  Ahora si, el Santo de la Lira rompió a reír con verdaderas ganas.
--¡Hay Pegasus!... Vas a matarme de la risa... –Acomodándose, el Santo de Plata prosiguió –Eurídice es la mujer que amo... Pero tengo otro amor... Otros amores... –Aseguró elevando su lira.
  Recién en ese momento el Pegasus comprendió.
--Amas al arte...
--¡Exactamente!... –Se alegró el mayor poniéndose de pie. –Como podrás ver... Hay varios tipos de amores... No solo el amor carnal... El amor hacia una mujer... –Volteando para ver al menor y prestarle atención, Orfeo acotó –Puedes amar el arte, como la música, las letras, las pinturas... Puedes amar a un alma... En particular, sin importarte su envase...
--¿Y a que va todo esto?.. –Todo muy bonito y pintoresco pero hasta el momento Seiya no había entendido nada.
--Aquello que tu buscas... –Pronunció el Santo de la Lira sentándose al borde de la cama con el fin de mantener un contacto mas intimo con el otro–Eso que realmente curara esta herida... –Aseguró, llevando la palma de su mano hasta el pecho del menor –Esta mucho más cerca de lo que crees...
--Orfeo, yo...
--Sin “Peros” Muchachito... –Reprochó paternalmente el mayor y con esa misma mano que había posado en su pecho, le obligó a recostarse –Ahora duerme, un rato la siesta... Que cuando despiertes las cosas estarán mas claras.
--Gracias... –Pronunció el Pegasus realmente agradecido. Algo extraño, estaba  seguro de no tener una pizca de sueño, pero repentinamente una modorra lo había atacado.
--¿Sabes?... Dicen que Hades y el Antiguo Pegasus eran amigos *... –Comentó Orfeo con un tono fingido de despreocupación.
--Si... Lo he escuchado... –Confesó el morocho bostezando largamente.
--Dicen también... –Pronunció el mayor con perspicacia –Que eran mas que simples amigos...
--¡Ejem!... –Tosió el menor y un silencio incomodo se instalo en el lugar.

 

  Los párpados se hicieron pesados, tanto que por mas fuerza e intentos, Seiya no pudo mantener sus ojos abiertos... En su interior intuyó que si lo hacia, si permitía que sus ojos se cerrasen, al despertar, el Santo de Plata ya no estaría allí.

 

--¿Orfeo?... –Bostezó el Pegasus.
--¿Que?...
--¿Me perdonas?...
  El Santo fallecido a causa de la guerra Santa esbozó una sonrisa de cansancio, casi de resignación, y en son de reproche respondió.
--De eso no se habla... Fue tu deber como Santo...
--¿Tú lo dices?... –Reprochó el morocho ya con los ojos cerrados --¿Qué lo dejaste todo por amor?...
  Orfeo se quedó sin palabras, solo pudo sonreír y asentir con su cabeza, sorprendido y hasta apabullado por la veracidad de esas palabras... Algo hipócrita, pero en fin.
--Ya duérmete... –Se quejó el Santo de Plata –Que eres duro para dormirte, carajo...
--¿Orfeo?...
--¿Queee?... –Preguntó con tono de cansancio sosteniendo su barbilla con la palma abierta de su mano.
--¿Eres feliz?...
  Orfeo guió su mirada hasta los cerrados párpados de su acompañante y con toda la sinceridad que pudo abarcar, respondió:
--Mucho más de lo que creí que un ser humano podía serlo... Y tal vez, mucho más de lo que realmente me merezco...

 

  Eso fue lo ultimo que escuchó el Pegasus, y con una sonrisa se quedó profundamente dormido. ¿Qué soñó?... No lo supo, en realidad, no lo recordó, pero sin dudas fue algo bueno, pues esa tristeza en parte había abandonado su corazón. Cuando despertó, efectivamente lo hizo solo, y como en su momento, la inusual visita no lo sorprendió, la partida tampoco.
  Pudo vislumbrar por el amplio ventanal que el sol comenzaba a ocultarse, dando paso a las primeras estrellas... Y un hambre atroz y conocido lo trajo de vuelta a la realidad... ¡Por Athena que tenia hambre!... Caminó hasta su puerta, sintiendo ese frío que nos llega de golpe cuando nos levantamos de la cama y abandonamos ese calor. Tardó su cuerpo en acostumbrarse a la temperatura, y cuando lo hizo, mas decidido se propuso bajar a la cocina, nuevamente, con su mejor cara de póker, pero... Antes de poder siquiera atravesar el pasillo que conectaban las habitaciones con la escalera, llego tan solo a su puerta, pues no pudo evitar reparar en un Shun tiernamente dormido en el marco de su puerta, sentado en el frío suelo, dormido quizás de resignación... De seguro había esperado que su buen amigo Seiya saliese de su encierro, y del cansancio se quedó profundamente dormido.
  El Pegasus apoyó cálidamente una mano en el hombro de su compañero, sacudiéndolo sutilmente... Andrómeda se despertó lentamente, y con pereza se estiro hasta reconocer el extraño lugar en el que se había quedado dormido, con dificultad se puso de pie, algo adolorido en el cuello y en la espalda... El morocho lo miraba expectante, hasta quizás con una mirada interrogativa.

 

--Seiya... –Dijo el peliverde rápidamente, había tomado la decisión de hablar por fin de aquel tema que lo venia atormentando desde Hades –Escúchame... Necesito hablar contigo, necesito saber...
  Shun detuvo sus torpes y apresuradas palabras para posar sus esmeralda en el rostro de su amigo, quien se mantuvo neutro y callado, por eso Andrómeda continuó hablando:
--Lo siento... Si hice algo que te molesto... Si fui algo que te hirió... –Sus palabras fueron extrañas por demás, pero le costaba tanto hablar de ese tema, como si temiese que sus sospechas fueran acertadas.

 

  Seiya bajó su vista al suelo y frunció su ceño, como si estuviese analizando algo muy complicado, lo cierto que lo era, por lo menos para él, y las palabras de Orfeo mágicamente comenzaron a tomar forma.

 

--Siento que no somos los mismo desde Hades... –Pronunció Andrómeda jugando nerviosamente con sus manos –De hecho eso es obvio... No somos los mismos después de una guerra... Creo que de alguna forma maduramos, y comprendemos algunas coas y otras no... A mi aun me cuesta encontrar una verdadera motivación a lastimar... Aunque lo hagamos por Athena, siento que no es un motivo realmente valedero para dar muerte... Pero como dijo Kanon: Si dudamos, el enemigo no solo nos matara a nosotros, sino también a miles de inocentes por nuestra culpa...

 

  El peliverde dejó de lado sus pensamientos, se estaba yendo por las ramas, pero aun le costaba abarcar ese tema, observó a su amigo, que había elevado su mirada, su extraña mirada, pero su rostro no indicaba nada, nada mas que incertidumbre ¿En que pensaba el Pegasus?.

 

--Yo... –Balbuceó Shun esbozando una nerviosa sonrisa –Justo yo... Termine siendo Hades... Contra mi voluntad... –Expresó como si el otro no supiese aquello, necesitó explicarse para poder hacerle entender a su compañero que jamas buscó lastimarlo.

 

  El morocho, lejos de responder algo, o de meter bocado alguno, abrió sutilmente sus ojos un poco mas de lo normal, elevando sus cejas, comprendiendo bastante la situación... Andrómeda decidió ser directo, pues ya le había dado demasiada vueltas al asunto:

 

--Lo siento Seiya... Perdóname... –Suplicó con real desesperación –Nunca quise hacerte daño... No soporto vivir con este cargo de consciencia... No quiero que estés enojado conmigo...
  La respiración en Seiya comenzó a agitarse notoriamente, y aunque el ambiente era aun tranquilo, aquel mutismo y porte desinteresado comenzó a hartar y desesperar al peliverde.
--¿Estas enojado conmigo?... –Inquirió Shun pero no recibió respuesta, por eso la exigió de malos modos --¡Ya Seiya! ¡Me estas matando!... –Exclamó hecho un nervio humano, pero nada, no consiguió nada por parte del otro --¡Háblame! ¡Dime algo! ¡Lo que sea! ¡Dime que estas enojado conmigo! ¡Que me odias! ¡PERO DIME ALGO YA!...

 

  El Pegasus no se sobresaltó por el porte nervioso del otro, y comprendiendo finalmente las palabras de Orfeo, respondió aquella petición que le estaba haciendo su amigo con gestos, en vez de vacías palabras.
  ¿Debería golpearlo? ¿Irse de aquel lugar y olvidarse por completo del morocho? Se preguntó Shun, pero antes de poder tomar una drástica decisión, furtivamente Seiya lo atrapó entre sus brazos, impidiéndole la huida.
  El corazón del Pegasus latió aceleradamente, y una loca idea inundó su mente, y como el morocho no analizaba demasiado las cosas, actuaba sin medir las consecuencias, optó por escuchar aquel latido que clamaba a gritos un poco de amor.
  Verse besado por un amigo fue mas de lo que Andrómeda anhelaba, fue mas de lo que esperó por parte del morocho... Ni tiempo tuvo de pensar bien el hecho de que un hombre lo estaba besado, y que ese hombre no era nada menos que Seiya ¿Qué debía hacer? ¿Explicarse, decirle que eso no era lo que esperaba? Lo cierto es que el peliverde no pudo mas que rodear el cuello del Pegasus con sus brazos y permitir la invasión de su boca y de su corazón.
  Una dulce y serena melodía se escuchó a lo lejos, tan nítido que Shun se asombró separándose lentamente de su amigo y antes de poder preguntar de donde provenía esa tenue melodía, el Pegasus lo silenció atrapando de nuevo sus labios.
 Por fin el morocho había comprendido la razón de su martirio, por fin Seiya había comprendido las palabras de Orfeo.

 

 

YYY FIN YYY

 

 

* Según los rumores de una continuación del manga de Hades, se dice que la idea era empezar el nuevo tomo con Hades reconociendo que el antiguo Pegasus y el eran amigos... Y que Seiya era la reencarnación de ese guerrero.

 

 

  Perdón por mi desaparición, prometo ponerme al día con todos los fics que tengo por leer, es que como sabrán (Algunos) Estoy en plena mudanza, y aunque la idea inicial era poner Internet Banda Ancha, mi computadora palmo mal, y la tuve que llevar a reparar, ahora tengo que esperar a que el tipo me de la clave LAN... Mientras tanto me sigo moviendo con cybers, pero no puedo estar mucho tiempo, ni ir muy seguido, este mes, económicamente es caótico. Así que nos vemos, con suerte pronto, a ver si les traigo de una buena ves el final de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?.

 

 

  Rosas... Nos leemos.

 

 

  10/08/2006 05:03 p.m. San Luis, Capital, Argentina.

 

 

  kurumadasama@gmail.com
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