Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Recuerda por Circe 98

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Yu-Gi-Oh! es propiedad de Kazuki Takahashi~

Frente a la puerta donde un ojo de Udyat estaba grabado, Yugi no se sintió de ninguna otra manera. No había visto a la momia de su otro yo, tampoco quería quedarse con esa imagen para el resto de su vida. Suficiente era con el haberlo visto como un ente transparente durante casi toda su existencia hasta el momento de su regreso a la Otra Vida.

Jonouichi posiblemente le esperaba por la salida que encontraron tras escapar de la tumba de Atem la primera vez durante los eventos de la recuperación de los recuerdos de este. Honda se encontraba en la puerta principal, junto a Ishizu y Marik. Solo Bakura y Otogi no habían podido regresar, además de Anzu quien estaba en América.

Con pasos lentos se acercó hasta la puerta, todavía preguntándose las distintas razones de estar allí, con su deck en el cinturón y a sus amigos esperándole en distintas zonas, lugar donde pudiera salir. Aquella cámara ya había sido tocada, retirando toda la información posible y tomando un sinfín de fotografías con tal de estudiar los grabados de las paredes. Lo único imposible de mover era eso, las paredes que cuidaban a la momia que ya no estaba más.

Analizó la pintura, observando al niño por primera vez. Jadeó en sorpresa, era una copia exacta de su otro yo. Se les veía jugando juntos, narrando algunas otras cosas, una historia que él jamás entendería debido a la carencia de su comprensión al idioma de los jeroglíficos. Continuó viendo la cámara hasta encontrarse con una pared donde había un cartucho.

En ella, estaba el nombre del príncipe cuyo significado era Juego. Tragó con fuerza, sintiéndose más que impotente. ¿Cómo diría esas palabras? Era un idioma extraño para Yugi, algo imposible de pronunciar con su nulo conocimiento. Sus monstruos estaban allí, detrás de él para colocar sus manos sobre los hombros.

El Espadachín Silencioso parecía contrariado ante la escena que se desarrollaba. La de su maestro allí, vendo su nombre antiguo. El Mago Silencioso, en cambio, se veía dolida. Dolida por ver esa escena, donde su amo no pudiera decir su propio nombre, siendo la misma clave que antes, solo que impuesta por los Dioses en los años siguientes al nacimiento del niño japonés que ahora estaba allí.

Heba, susurró la Maga Oscura.

—¿Qué? —preguntó Yugi, llevándose la mano a la frente para ver a su monstruo travieso de cabello rubio. Un mareo le golpeó, provocando que se tuviera que apoyar sobre la pared donde el cartucho estuviera labrado.

Es lo que dice, Heba.

-.-

Jonouichi Katsuya miraba las fotografías que estaban en la pared, una a una, en la espera de su mejor amigo. ¿Cómo había sido tan inútil y quedó aquella manera? En unas semanas todo se había arreglado. Ellos tenían el pasaporte y la visa para ir a Egipto en condición de turistas. Además, ¿qué podía hacer? No era nadie, con tan poca información, ni siquiera el otro Yugi habría dado con una respuesta, aunque lo viera todo como un juego.

De allí venía el génesis a su intento de análisis de fotografías, queriendo ver los dibujos que pusieran para narrar la vida del príncipe sin nombre hasta llegar a una. El retrato de Atem junto a un niño de apariencia muy similar a la de Yugi. Ambos estaban en la escena de un día común para loe egipcios.

Además, posiblemente los jeroglíficos que se encontraran en aquella zona indicaran la relación familiar que tuvieran esos dos. No quitaba la enorme sorpresa que le significaba ver que tenía razón y el pequeño príncipe sin nombre había sido una versión pasada de su mejor amigo. Por las acciones que llevó a cabo, eso es lo que le gritaba que se trataba de Yugi Moto. Un gran jugador, el más grande de todos los duelistas y... el único capaz de llenar a Atem de una manera u otra.

Antes de irse hacia aquella salida, tuvo que hablar con Marik sobre la seguridad de Yugi dentro de la tumba, siendo garantizada la misma. Por otro lado, también le explicó los problemas que todos, incluida la misma Ishizu, tenían para poder traducir el nombre del niño al significado que les había dado: juego, el mismo significado del muchacho exprotector del Rompecabezas del Milenio.

Jonouichi se talló la cabeza, deseando comprender el idioma que Atem manejaba durante su época de vida.

-.-

Ishizu Ishtar era conocida por ser la cabeza de la familia que su padre dejó tras su muerte e incluso cuando sus hermanos dejaron de estar en contra de ella, seguía siendo la representante. También era catalogada en el lugar del hombre de la casa por la gran cantidad de trabajo que ella poseía por cuenta propia con tal de sacar adelante a la familia mientras su hermano menor llevaba la vida más común y corriente posible tras los sucesos que marcaron las vidas de todos.

Por eso mismo, a pesar de estar a las afueras del Valle de los Reyes, seguía moviéndose como la reina del lugar, por ser la cabeza de aquella expedición a una de las cámaras, en especial la que su familia había cuidado con tanto recelo durante milenios.

Ishizu Ishtar estaba muy confundida por los hallazgos, todos señalando a dos cosas: un Mago de Luz y un Niño del Silencio. Los Magos de Luz, existieron varios, pero la relación que podría tener con un Niño del Silencio era escasa.

¿Quién había sido el príncipe sin nombre? Cabía resaltar el parecido alarmante a Yugi y a Atem los dos jeroglíficos más importantes, donde se narraba la historia del niño, mencionando constantemente su nombre, pero incapaces de traducirlo o saber cómo se pronunciaba el mismo.

Su hermano hablaba con Bakura y Otogi, sintiendo un ambiente muy pesado a pesar de ser vigilado por Rishid. Marik todavía no superba los eventos de Ciudad Batallas donde el inglés se manifestó de una manera tan brusca en su duelo y donde la parte oscura del mismo hacía presencia y un control total de su cuerpo y mente, dejando a la verdadera alma de su hermano menor en un limbo.

Limbo que el Rey Atem había destruido con la ayuda de Rishid para poder volverlo a la normalidad.

-.-

Quiero... prometer que siempre estaremos juntos, fueron las palabras que el príncipe Heba le había dicho a su hermano mayor cuando este creía que moriría por la extraña enfermedad que atacaba al palacio. Quiero prometerte que no te voy a abandonar nunca y que cuando sea nuestro juicio estaré esperándote.

No solo había sido una promesa, había sido un hecho porque el príncipe Heba de Egipto se había negado a tener su Prueba de Osiris donde se pesaban sus pecados contra el peso de una pluma. Se había negado a abandonarlo incluso después de haber sido asesinado por la mano de su propio hermano. Lo rescató cuando más lo necesitó, cuando le fue robado el Rompecabezas del Milenio y, debido al poder de Luz que residía en su interior, capaz de enfrentarse a los Dioses Egipcios, es que había ocurrido la manifestación más grande: Hassan. El deber de su padre había pasado a manos de aquel ente, pero Heba había sido tan listo y fuerte como para encerrarse allí adentro.

Los Dioses nunca comprenderían el eterno amor que Heba sentía por su hermano mayor, por estar en la naturaleza del chiquillo ser así. Mentiroso cuando alguien necesitaba ser protegido, arriesgado, por más débil que fuera su cuerpo físico ante los ataques de personas más grandes y fuertes y entrenadas. Un corazón de luz y un corazón de sombra. Eso crecía en el corazón de Heba.

Yugi vio al niño frente a él, con el pecho abierto donde la espada le atravesó. Por primera vez en años, Yugi empezó a llorar. No por los sentimientos que le eran suyos, como el niño de origen japonés que había crecido al cuidado de Sugoroku, la reencarnación del Gran Visir Shirmon, si no por los sentimientos de Heba, el niño que cargaba con un enorme cariño a su hermano mayor, quien lo veía como a su igual y al único en verdad fiable de ser su sucesor.

Lloró lo que no pudo llorar en la espera de tres mil años de encierro dentro de esa misma tumba. Por esos tres mil años de no poder comunicarse dignamente con Atón, su hermano mayor. El llanto se extendió por largos minutos que no supo decir cuánto.

Solo era capaz de ver esas memorias de Heba donde él, como un niño, jugaba con sus hermanos y hermanas, siempre unido al único sucesor de sangre de su padre. Esas horas donde, por la noche, compartieron secretos y donde se enteró del hechizo en hierático para encerrar su alma en el Rompecabezas del Milenio. Las tardes de entrenamiento y clases de distintas materias y ámbitos junto a Shimon y Mahad una vez que este entró.

El día de su muerte junto a los sesenta días de preparación para su sepultura. La condición tan desgarradora en la que vio a Atem y el cruel destino que le tocó al ser atrapado por la oscuridad de Zork. Atrapado en dos lugares al estar en Hassan una parte esencial de él y la otra con el demonio que lo mató, dándole toda su fuerza hasta casi eliminarlo. Así por tres mil años hasta la derrota.

Donde él, el Heba reencarnado, el Heba que había estado en Hassan, hizo lo que su primera versión no pudo: ayudar a su hermano en la derrota del demonio. De allí el ímpetu a encerrarlo en la tumba donde llevara más de tres mil años su cuerpo momificado.

Las emociones eran demasiado fuertes para Yugi que ni la poca magia que les quedaba a los Tres Magos que poseía su baraja pudo calmarlo.

-.-

Soy Heba, príncipe de Egipto, se presentó el niño frente al joven japonés, quien estaba muy alterado. Ese niño se le acercó, acomodándose a un lado de Yugi. Y al fin soy libre.

—¿Libre? —preguntó entre sollozos, incapaz de controlarse. El muchacho vivo estaba harto de las lágrimas, como demostró en el pasado, cuando se decidió a superar a su otro yo. Desde aquel día no había llorado nunca. No entendía la razón de llorar en esos momentos.

, respondió él. Tal vez no sea capaz de irme a ningún otro lado ya que eres yo, la parte que fue encerrada en Hassan, el monstruo que era el ícono de la voluntad de mi padre, pero la otra mitad estuvo encerrada con Zork, esa mitad al fin es libre, al fin soy libre gracias a ti y tus amigos y a mi hermano.

Yugi se quedó pensando en ello. Todo era tan incoherente conforme pasaban los días después de la primera muerte, que se quedó grabada en su piel, causándole serios nervios. Ver a la otra mitad del alma que poseía su cuerpo le daba escalofríos por la sangre derramada por el mismo ser del que se había enamorado.

Solo me falta volver a casa, continuó, con un tono soñador. Encontrarse con su madre, sus hermanos, pero, sobre todo, ver a Atem de nuevo. Era incomprensible esa fidelidad de hermanos que solo caía en una visión completamente distinta a sus ojos.

—¿Volver? —susurró, sintiéndose exhausto luego del largo llanto que soltó.

, respondió varios tonos más agudo gracias a la alegría que le embargaba. Veré a mi familia luego de todos estos años.

-.-

Bastante preocupado por el tiempo que Yugi llevaba adentro, Jonouichi Katsuya se decidió por entrar a la tumba usando la misma salida. Usando las paredes, recorrió aquel pasillo hasta dar con la tumba donde una momia se encontraba, la momia de Atem debido al cartucho de oro que se encontraba con sus jeroglíficos. Continuó hasta la puerta donde se suponía que entró la primera vez, no saliendo por ella. Continuó su camino hasta unas estructuras rocosas que ocultaban el pasadizo que conectaba la cámara mortuoria de Atem con la del príncipe sin Nombre.

Los susurros de la voz de Yugi le llegaban ahogados, entrecortados también. Curioso, terminó el recorrido solo para ver a su amigo con lágrimas en las mejillas y viendo hacia un rincón de la cámara, muy deprimido.

Dijo su nombre y corrió hasta colocarse al lado del joven Moto, quien se acurrucó más sobre sí mismo, desconcertando al rubio. De todos modos, Jonouichi Katsuya no se detuvo hasta poder sacarlo de su mundo de pensamientos, ignorante de lo que aquejaba a su mejor amigo. ¿Qué reacción había tenido al momento de ver esa tumba por completo? ¿Qué había desatado el llanto que trataba por todos los medios de ahogar?

Lo movió constantemente, haciéndole varias preguntas a la espera de que Yugi Moto las respondiera. No obstante, pronto se dio cuenta de que habían tardado demasiado cuando Marik hizo su aparición junto a un montón de guardias, con la cara llena de preocupación. Pronto pasó al desconcierto de encontrar al chico japonés de esa manera.

—¿Qué le pasó? —preguntó el egipcio a Jonouichi.

—No lo sé, entré y ya estaba así.

-.-

Yugi se veía incapaz de detenerse. ¿Eran esos los sentimientos de Heba hacia la familia que perdió tantos milenios en el pasado? ¿O se trataba de la manifestación de todo el miedo que sintió durante su encierro con Zork? El japonés no podría notarlo o saberlo pronto, porque los papeles se habían intercambiado. Heba tenía la alegría que él solía tener, pensando en su familia, en aquellos que le habían ignorado por tanto tiempo y que le añoraban. Mientras que él tenía todo lo que el espíritu no pudo sacar.

El humano ignoró lo que sus amigos hacían, el cómo lo sacaron de la tumba donde pudo enlazarse finalmente a su otra mitad, a su verdadero otro yo. ¿Cómo podría calmarse después de tener en mente la forma de su primera muerte? Ese era el recuerdo que más estaba grabado a fuego.

El terror que le embargó cuando Atem lanzó el primer ataque de verdad contra él, el terror de sentir todo el peso de su hermano encima, tratando de enterrarle la espada hasta que logró quitárselo de encima. La gran cantidad de adrenalina que sintió para poder correr fuera de ese lugar y dar alarma a los guardias, los dedos se le enterraron en los tobillos, marcándolos para su funeral y tirando de él con toda su fuerza, provocándole una caída de bruces contra el suelo que le rompió la nariz. Esa adrenalina se combinaba con el pavor y se puso de pie, espada en mano, y peleó contra él, nunca agrediéndolo de verdad, solo desviando sus ataques mortales de su cuerpo. Había lágrimas en sus ojos por ese momento, por el temor de que el único ser en quien confió su vida entera fuera el causante de su muerte. Le rogó muchas veces, le suplicó que se detuviera. No obstante, con un movimiento extraño, tenía la espada clavada en el pecho.

Atem sonreía de una manera vil y sangrienta. La espada con la que tanto se defendía cayó al suelo en un golpe metálico. La sonrisa endemoniada se extendió por el rostro y los ojos de él. La fuerza se le iba, haciendo que cayera al suelo, su último recuerdo estando vivo era el golpe en la cabeza que lo terminó.

Yugi sentía esa muerte, causándole las enormes ganas de respirar de manera rápida y agitada, peleando por recuperar un aire que él no había perdido. Jonouichi y Marik se preocuparon por esa reacción, dejándolo en el suelo mientras se apartaban un poco. Ninguno de los dos rubios estaba comprendiendo del todo la reacción de Yugi Moto. El egipcio miró de nueva cuenta hacia atrás, pasando por la tumba de Atem, en el pasillo que conectaba a la tumba del Príncipe sin Nombre.

Escuchó al rubio de origen japonés llamarle varias veces, notando cómo un jadeo más grande salió de Yugi, logrando calmarse. Al menos, notaron los dos rubios, en parte, porque su amigo de cabello extravagante se perdió un momento, mirando la cueva.

Luego, sin más, perdió el conocimiento.

Notas finales:

¡Ja! Demasiado pronto, diría yo. Pero así lo sentí en el manga -en parte- y ni qué decir del anime -menos de 30 capítulos-.

En fin, ya Yugi tiene sus memorias de vuelta. ¡Y sí, a tres capítulos de terminar! Aunque, técnicamente, solo serán dos más el epílogo.

Que ese epílogo si me destruyó -caso contrario del de Princesa Mecánica que solo fue de "ah, oc".

Cosas mías, temas aparte. ¿Algún comentario?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).